Carlos siguió las instrucciones. Nerviosamente cruzó la puerta con miedo de que al otro lado, la policía del aeropuerto lo estaría esperando con los brazos abiertos, pero no había nadie allí. La jaula para perro estaba unos meros de la puerta que había acabado de abrir. Por todas partes habían carros de remolque llenos de maletas y paquetes de diversos tamaños.

- Dile a la criatura que se meta en la jaula. Ya!!! – dijo la voz del hombre irritada.

- No lo voy a dejar aquí solo!

- Lo verás nuevamente, pero tienes que seguir mis instrucciones o te van a agarrar.

- Luis... Entra en la jaula.

- Tengo miedo... – dijo Luis.

- Lo sé. Pero es la única oportunidad de estar seguros. Ahora ve..... – dijó empujando a Luis dentro de la jaula y asegurándola.

Regresó por el mismo camino de manera silenciosa. En la calle nuevamente se subió a la pick up y manejo hasta el parqueadero de acuerdo a las instrucciones del extraño. Luego, caminó hasta la terminal de pasajeros.

- Ahora ve hasta el mostrador de COPA Airlines. Di tu nombre y no digas nada mas, de acuerdo?

- Esta bien....

Carlos llegó hasta la recepcionista de COPA.

- Buenos días. ¿Tiene reservación?

- Si. Soy Carlos Díaz.

- Si señor Díaz. Aquí esta su tiquete para San Juan de Puerto Rico.

- ¿¡¡Puerto Rico!!!!? – exclamó Carlos en voz alta haciendo que la otra gente parada en la línea se quedara viéndolo.

- ¿Algún problema?

- No. Solo que me emociona cada vez que viajo.

- Esta bien. Que tenga un feliz viaje.

- Gracias. – dijo Carlos recibiendo el tiquete sin poder evitar murmurar para si.

Abordó el avión y pronto estaba despegando.

- Esta mañana era una persona normal y ahora sin saber porque, me dirijo a una isla. ¿Qué esta pasando????!!!! – se preguntaba a si mismo.

Se puso a pensar, que si esto se trataba de una trampa, ya hubiera sido apresado en el aeropuerto y su amigo estaría bajo custodia. Como ninguna de las dos cosas había sucedido parecía justo tomar una siesta por el resto del viaje.

Finalmente, el avión llego al Aeropuerto Internacional Muñoz Marín de Puerto Rico. Carlos salió del avión al calor infernal de la isla. Afortunadamente cuando ingresó en la terminal sintió la frescura del aire acondicionado. El teléfono móvil sonó otra vez.

- Estoy aquí. ¿Ahora que? – dijo con excitación. Era como estar en una película de James Bond.

- Ve al reclamo de equipaje y simplemente di tu nombre. Te entregaran la jaula.

Fue hasta el reclamo de equipajes y dijo su nombre al empleado que estaba cerca de las bandas transportadoras. Éste regresó tras unos minutos con la jaula.

- ¿Qué clase de animal es este? - pregunto el empleado. – Los perros no se atrevían a acercarse.

- Es uno raro e importado. – dijo Carlos con una gigantesca sonrisa en el rostro.

El teléfono sonó nuevamente.

- Bien. Sigo aquí. ¿Qué sigue?

- Ve hacia la salida principal y a tres cuadras encontraras un callejón que te llevara a un campo abandonado cerca de hangares abandonados. Allí podrás soltar a la criatura.

- Esta bien. – dijo Carlos cortando la llamada. Solo quería salir de allí para preguntarle a ese sujeto lo que estaba pasando.

Siguió las instrucciones. Caminó hasta un campo que parecía que se usaba para pequeños cotejos de fútbol. Todo el terreno estaba rodeado de hangares viejos.

Luis salió de la jaula aliviado.

- Esos perros me estaban asustando. Menos mal que solo tuve que gruñir un poco para mantenerlos alejados.

- Bien por ti. - dijo Carlos a punto de reír. Luego, miró hacia el cielo y se preguntó: -¿Qué hacemos aquí?

No habían pasado ni dos minutos cuando Carlos escucho un gruñido cerca del lugar donde estaba.

- Luis? ¿Estas tu haciendo eso?

- No. No soy yo..... – respondió Luis arrugando la frente y adoptando una postura de combate.

De atrás de uno de los hangares venia el responsable de los gruñidos. Era como un toro gigantesco. Tenia ojos grandes y feroces y sobre ellos un par de cuernos amenazadores que terminaban en puntas metálicas filosas. Alrededor de su cuello tenia un collar de metal enorme con símbolos inscritos como también en sus enormes patas. Sobre el lomo parecía llevar una capa roja.

- ¿Amigo tuyo? – susurró Carlos mirando hacia el lado y abajo donde estaba Luis.

- No... no lo he visto antes. – Luis respondió mirando hacia la izquierda y arriba donde se encontraba Carlos.

El enorme buey los miraba fijamente y gruñía como un toro listo para atacar.

Carlos vio la entrada de uno de los hangares que estaba cerca. La puerta estaba abierta. Se movió con lentitud al principio pero después como un rayo alzó a Luis y corrió hasta esa entrada como un loco. El buey corría detrás de ellos.

Como un corredor olímpico Carlos cruzó el umbral y cerró la puerta metálica sólidamente detrás de el. El buey comenzó a estrellar su cabeza contra la puerta sin poder abrirla.

Carlos miro a su alrededor. Era un hangar desierto. Paredes de concreto en todo lado con un techo de zinc que estaba varios metros sobre ellos. El buey seguía tratando de derribar la puerta, y los pasadores de ésta ya estaban empezando a doblarse. Carlos estaba en pánico y no podía moverse.

Luis se acercó a una de las paredes de los lados y se quedo viéndola como si estuviera hipnotizado. De repente recordó algo.

Empezó a caminar hacia atrás, como tomando impulso sin quitar la mirada de la pared.

- Luis? ¿Qué estas haciendo? – tartamudeo Carlos.

- Sacándonos de aquí!!!! – grito Luis corriendo hacia la pared del hangar a toda velocidad.

- Estas loco?!!!1 – grito Carlos cuando vio que Luis había golpeado la pared con la cabeza. Hubo un ruido ensordecedor. La pared se había fracturado y había quedado un enorme agujero en su lugar.

Carlos corrió hasta esa pared para ayudar a Luis, quien simplemente se levantó algo aturdido.

- ¿Estas bien?! – pregunto Carlos dándole golpecitos en el hombro.

- ¡¡Sabía que podía hacer eso!!. – exclamó Luis después de unos segundos. – Vamos, salgamos de aquí. – dijo señalando la salida que había acabado de crear.

Ambos pasaron a través del agujero y se encontraron en la colina que estaba al lado del hangar. Corrieron a lo largo de la colina tratando de huir del buey y poder escapar. Pero el animal los vio y empezó a perseguir nuevamente.

El campo en frente se volvió irregular y alrededor habían paredes y columnas de viejas construcciones en demolición. El buey se detuvo a unos metros de los dos y de pronto se puso de pie apoyándose en las patas traseras. Carlos vio esto aterrorizado. La criatura ahora parecía un mítico minotauro (mitad toro, mitad humano), sus pezuñas delanteras se transformaron en manos similares a las humanas y parecía que quería alcanzar algo en su espalda. Era una espada gigantesca que la criatura ahora blandía y que por su apariencia podría cortar metal por la mitad.

El buey levantó su espada con la intención de atacar pero de pronto sintió que su brazo era halado hacia un lado. Se dio cuenta que su brazo estaba atorado a una de la viejas paredes por un objeto que parecía un boomerang. Su brazo estaba atrapado entre los extremos de esta arma que había sido arrojado por alguien desde el lado opuesto de la colina.

Carlos vio a lo lejos, el dueño de la extraña arma. Era una criatura alada y emplumada que estaba parada sobre la colina. Tenia un brillante pico amarillo y ojos azules rutilantes. La mayoría de su cuerpo estaba cubierta con plumas cafés. Parecía un águila americana parándose como un caballero junto a una joven niña que tenia un vestido largo blanco. Aunque llegaba solo a la cintura de la niña en estatura, estaba de pie orgullosamente como un poderoso guerrero indio y como tal llevaba en su cabeza una balaca con una pluma con la punta hacia arriba.

- Aléjense de ahí!!! – gritó la niña a Carlos y a Luis quienes gatearon para ponerse a salvo de ese buey. – Lyle. Protégelos.

La criatura en forma de águila se arranco una pluma de cada lado de su cuerpo con sus alas que parecían manos. En sus manos, las plumas se encorvaron y se pusieron rígidas como sables que brillaban con el sol. Ahora, blandiendo estas dos espadas saltó hacia el enemigo como un ninja.

El buey había liberado su brazo de la pared y furioso trato de atacar a Lyle con su espada fallando por unos centímetros. Lyle puso sus pies sobre la pared y haciendo un salto mortal pateo la quijada del buey con sus garras de ave de rapiña.

El buey se irritó aun mas y empezó a abanicar su espada, la cual Lyle esquivaba con graciosos movimientos.

Finalmente, Lyle salto por encima de la cabeza del buey y con un movimiento de una de sus espadas rebanó su garganta. Carlos cerró los ojos temiendo ver un baño de sangre, pero lo que vio era mas impresionante. El cuello del buey emitió un brillo en el punto donde Lyle había cortado. Con un suspiro largo el buey cayó sobre sus rodillas al piso. Su cuerpo empezó a desaparecer como si se estuviera desintegrado.

Antes de desaparecer por completo gritó algo que dejó desconcertado a todo mundo.

- Traidores!!!! – fueron las últimas palabras que salían del cuerpo del desvanecí ente buey.