Que bonita vista. –dijo Carlos. – Pero... ¿sabemos adonde vamos.?
Mi instinto dice que es en esa dirección. – respondió Lyle.
Con el amanecer pudieron caer en cuenta lo cerca que Lyle volaba de la superficie del mar.
Ten cuidado porque podríamos caer.
No se preocupen. Creo que ya nos aproximamos a tierra firme.
Miren allí! – exclamo Héctor señalando hacia adelante.
Se veían centelleos en el cielo. Eran puntos pequeños brillantes que relampagueaban y de pronto se volvían a apagar.
¿Que es eso? – preguntó Carlos.
La respuesta no tardó mucho, porque a medida que se acercaban, se escuchaban fuertes explosiones que provenían de la costa. Uno de los centelleantes puntos se aproximó a ellos y paso por el lado con un estrepitoso ruido.
Era un avión caza de la fuerza aérea norteamericana.
Sujétense. – exclamó Lyle desplegando un poco mas las alas haciendo que ganara altura de repente lo cual sorprendió a todos los que estaban sobre el.. Todos gritaban de terror aferrándose a las plumas de Lyle como si fueran a arrancárselas.
Luego, pudieron ver hacia atrás y vieron que el avión daba la vuelta pero que al regresar no parecía estar interesado en ellos. Cuando pasó nuevamente cerca, se dieron cuenta que el objetivo del avión estaba en la costa.
Era un enorme monstruo en forma de calamar con la cabeza alargada en forma de quilla de barco. Su cuerpo era totalmente de color negro y agitaba furiosamente los tentáculos sepultando bajo el mar las pequeñas embarcaciones que se encontraban alrededor. Sus enormes piernas le daban una estatura de mas o menos 10 metros.
El avión se aproximo casi en picada y luego se escucharon estruendosas detonaciones producidas por el fuego de ametralladoras que impactaban sobre la criatura sin poder hacerle daño alguno. Sobrevoló sobre el pulpo gigante y volvió a dar la vuelta.
Al volver a pasar cerca de Lyle el cuerpo de éste se meció hacia los lados haciendo que Héctor perdiera el equilibrio y cayera al vació.
Héctor! – solo pudo gritar Carlos cuando lo vio caer del extremo del cuerpo de Lyle. Se asomó a mirar al mar y vio una capa de espuma donde Héctor había caído.
No pudo pronunciar otra palabra, cuando Hank se arrojó al vacío tras Héctor. Lyle se meció otra vez cuando el avión hizo otro pase haciendo que Carlos tuviera que aferrarse con mucha fuerza para no caerse.
Los segundos parecían horas, porque no había señales de Héctor o de Hank.
Lyle estaba volando muy cerca al pulpo quien intentaba derribarlo con sus tentáculos.
Cúbranse los oídos! – gritó Lyle.
Aurora obedeció como si fuese un reflejo, pero Carlos no entendió lo que pasaba hasta que escuchó un espantoso chillido que parecía provenir del pico de Lyle. Cubriéndose sus oídos, Carlos veía como, no solo los chillidos eran sonidos sino que desplazaban ondas que se tornaban visibles. Estas ondas golpearon al calamar dejándolo aturdido, pero éste no se rendía. Parecía empeñado en evitar que Lyle llegara a la costa.
En ese momento un proyectil impactó el cuerpo del pulpo dejándolo mas aturdido aun. Carlos miró hacia el lado de donde vino el proyectil, y ahí, en el mar, vio una criatura peluda totalmente blanca con un par de colmillos en formas de sable. En la frente tenia un cuerno alargado que de pronto se desprendía como un cohete y volaba como un misil hasta el objetivo. Con un segundo disparo, el pulpo se desintegro sin dejar rastro y fue en ese momento cuando Carlos se dio cuenta que en el lomo de aquel animal estaba Héctor a salvo del peligro.
Héctor! – gritó Aurora desde el lomo de Lyle mientras este posaba sus garras en tierra firme para aterrizar.
Oigan! Este es Hank... No sé que pasó – gritó Héctor bajándose del lomo de la enorme criatura la cual regreso a su estado previo.
Pasó un instante, y todos creían que lo mismo iba a pasar con Lyle cuando de pronto en el horizonte apareció el mismo helicóptero que los acosó en Puerto Rico.
Suban! – grito Lyle.
Levanto el vuelo y con todos abordo se alejo con gran rapidez.
Pensamos que te ibas a ahogar... – dijo Carlos.
Yo pensé lo mismo hasta que vi cómo Hank se transformo en esa cosa. – respondió Héctor con alegría dándole la mano a Hank.
Carlos hasta ahora notó que Héctor llevaba algo envuelto dentro de su camisa.
¿Qué llevas ahí?
No se. Aparentemente se estaba defendiendo del pulpo gigante y estaba inconsciente hundiéndose en el mar cuando Hank y yo lo recogimos.
Héctor se descubrió y desenvolvió de su camisa una pequeña criatura de color naranja. Tenia alas de murciélago en sus costados y su cuerpo era redondeado. Sus ojos parecían herméticamente sellados y su piel parecía estar hecho de suave terciopelo. Era notable que no tuviera nariz visible.
Parece un cerdito. – exclamo Aurora.
Estaba indefenso, por eso lo recogí.
En ese momento la criatura entreabrió lo ojos y muy débilmente dijo
No vayan... por favor.,.. corren peligro... – y con eso volvió a quedar inconsciente.
Volaron durante horas. En algún punto desolado tuvieron que aterrizar para tomar algo de comer e ir al baño. Lyle y los demás monstruos tuvieron que ocultarse detrás de una loma mientras los humanos entraron a un restaurante de comida rápida.
Después de comer, despegaron nuevamente en dirección norte. Aparentemente ninguno de los monstruos le apetecía la idea de comer algo, así que continuaron.
Poco tiempo después caía la noche y Aurora empezó a notar algo raro.
Lyle esta volando mas bajo. – susurró ella preocupada.
Carlos miró hacia los lados y se dio cuenta que efectivamente estaban perdiendo altura por lo cual se acerco al cuello de Lyle para preguntarle que pasaba.
Se estremeció al ver que Lyle respiraba con dificultad y que parecía increíblemente agotado.
¿Estas bien? – pregunto Carlos cuando de repente Lyle perdió altura súbitamente.
Estaban cayendo sobre un sitio donde habían muchos árboles. Lyle intentó con todas sus fuerzas de abrir sus alas lo mejor posible para planear hasta lograr aterrizar.
El aterrizaje fue forzoso. Lyle prácticamente arrastró la barriga contra suelo antes de poder detenerse.
Todos descendieron asustados y le preguntaron a Lyle lo que pasaba.
No me había dado cuenta... – susurró éste levantando su ala derecha levemente. Una especie de aguijón se había clavado allí.
¡Eso provino de ese maldito calamar! – exclamó Héctor.
Parece que estuviera envenenado... – dijo Carlos aproximándose a la gigantesca astilla de color marfil clavada bajo el ala de Lyle. La tomó con sus dos manos y la quitó arrojándola luego al suelo.
Con esto, Lyle gritó de dolor y su cuerpo regresó a su estado normal. Aurora lo tomó en sus brazos y noto que estaba tiritando.
En ese momento, un aullido muy fuerte heló la sangre de todos. Algo se movía entre los arbustos.
Detrás de los árboles apareció una criatura de gran estatura, unos tres metros; el triple de alto a los monstruos que acompañaban a los humanos. Tenia los ojos amarillentos y un alargado hocico con enormes colmillos. Su cuerpo era gris con marcas azules y tenía orejas en punta. Su pecho estaba cubierto por una banda de cuero con incrustaciones de metal. Lo curioso de esta criatura es que vestía pantalón Jean con unas rodilleras de metal con puntas que protruían de ellas. Y sus garras tenían objetos metálicos parecidos. Gruñía ferozmente y se disponía a atacar.
