Tokio, Japón (Martes en la noche)

Había acabado de cruzar por la puerta del apartamento. En su rostro se notaba el agotamiento de un largo viaje.

Daisy Anderson, había regresado de visitar a sus padres en Australia durante toda la semana. Había apagado el teléfono móvil y no había revisado su correo electrónico.

Puso las llaves de su auto sobre la mesa del recibidor y se dirigió a la sala quitándose los zapatos para recostarse en el sillón al lado de la ventana.

Al recostarse, sintió un descanso absoluto. Cerró los ojos y se durmió apaciblemente. Pero después de un tiempo fue despertada por el ruido del timbre.

Se sobresaltó cuando escuchó que también tocaban a la puerta frenéticamente. Con el corazón casi brincándole fuera del pecho, se puso los zapatos y corrió hasta la puerta abriéndola parcialmente.

Buenas noches. ¿Qué es lo que pasa?

No hay tiempo para explicar... Temo que su amigo Henry Wong esta en peligro. – dijo el hombre en la puerta.

¿Qué¿En peligro¿Por qué?

Tiene que ver con su programa de inteligencia artificial avanzada.

¿Qué¿Usted como sabe acerca de eso? – pregunto Daisy nerviosamente.

Venga conmigo y le explicaré. – respondió el hombre mostrando una identificación.

Esta bien. Espere un momento...

Daisy corrió hasta su cuarto y tomo un maletín de color negro de debajo de la cama. Henry se los había dejado antes de que ella saliera a visitar a sus padres.

"Mejor me llevo los prototipos" –pensó Daisy. "No tuve tiempo de revisarlos..."

Daisy había conseguido un trabajo de medio tiempo como consultora de informática, lo que le dejaba mucho tiempo libre. Casualmente se había encontrado con Henry meses atrás, quien le confesó que estaba tratando adaptar su lenguaje de programación a unas aplicaciones de realidad virtual.

Daisy decidió ayudarlo como cuando estuvieron en la universidad, trabajando en la tesis.

Una semana atrás Henry le pidió que revisara unos equipos nuevos en los que estaba trabajando. Se suponía que su función era la de permitir el rastreo de una base de datos en un ambiente de realidad virtual dependiendo de los gustos del usuario. Si, por ejemplo, al usuario le gustaba cocinar, el rastreador encontraría una base de datos de cocina, le daría forma física virtual y así el usuario podría interactuar como si se tratara de una persona real.

Dese prisa! – gritó el hombre desde la puerta.

Oh, si lo siento. Ya voy. – dijo Daisy saliendo con el maletín de su apartamento.

Bajó por las escaleras acompañada de aquel hombre.

Frente al edificio había una camioneta negra estacionada. Ambos subieron al vehículo y se fueron de allí.

Daisy estaba tan cansada que terminó durmiéndose profundamente en su silla.

Al despertar, Daisy estaba en una oficina llena de archivadores. Estaba acostada sobre un ancho sofá y se alivió cuando noto que estaba abrazada del maletín.

Había una mesa pequeña de metal en el centro de la habitación con una lámpara colgando sobre ella.

"Parece una sala de interrogatorios" – pensó ella aproximándose a la silla cerca de la mesa del centro.

En ese momento, un hombre entró por la puerta metálica al lado opuesto de la habitación.

Señorita Anderson? – preguntó el hombre.

Si. ¿De qué se trata todo esto?

Tome asiento... – dijo el hombre algo impaciente.

Daisy se sentó y acto seguido el hombre soltó un libro enorme del tamaño de un directorio telefónico sobre la mesa.

¿Reconoce eso? Señorita Anderson.

Daisy hojeo el libro gigantesco y tras ver algunas páginas levanto el rostro muy sorprendida y miró al hombre nerviosamente.

Esta es nuestra tesis de grado¿Cómo la consiguió?

Digamos que tengo amigos en el Instituto Técnico de Tokio...

Qué astuto... y... ¿Qué quieren que yo haga?

Necesito que me explique señorita, porque en nuestro cuartel general tenemos 100 mil paginas de código escrito en este lenguaje.

100 mil! – grito Daisy. – Eso es imposible! Nuestro proyecto es tan solo lo que ve aquí sobre la mesa. No pienso decir mas hasta que me diga que pasó con Henry! – dijo Daisy parándose de la mesa señalando al hombre.

Al señor Wong... no podemos encontrarlo...Esta desaparecido...

¿Desaparecido? Pero, como...?

Por eso la necesitamos a usted. Creo que usted tiene la clave para encontrarlo en ese maletín.

Esta bien...colaboraré... pero primero dígame... – dijo Daisy arrugando la frente – ¿Donde tienen guardadas esas 100 mil paginas?