Viernes (en la mañana)

Había amanecido en la orilla del lago. El cielo estaba nublado y el frío era intenso. Carlos quien había salido a recorrer el lugar regresó tras unos minutos a refugiarse a la cabaña con calefacción.

Regresaste...- dijo Clara desde la cocina. Se encontraba preparando el desayuno.

Hace un frío infernal allí afuera. – respondió Carlos tiritando.

Saqué los abrigos del auto anoche. ¿No tomaste uno?

No lo había notado... – respondió Carlos aproximándose a la cocina. – ¿Necesitas ayuda?

No, estoy bien. Mejor, mira a ver si los demás están despiertos para ver si vienen a desayunar.

Allá voy

Héctor ya se había vestido y Hank lo seguía por doquier. Aurora despertó y noto que Lyle estaba muchísimo mejor. Carlos entró a esa habitación cuando Aurora hablaba con el.

Vaya... veo que ya estas de pie. – dijo Carlos con una sonrisa en el rostro.

Si. Ya me siento mejor. – respondió Lyle desplegando levemente sus alas.

¿Puedes volar?

Lyle intentó alzar el vuelo sin éxito. Le dolía mucho cuando trataba de aletear.

No te desanimes. Si ya has mejorado hasta este punto pronto estarás volando nuevamente en cualquier momento. – dijo Carlos animando a la criatura.

Del comedor se escuchó la voz de Clara.

Todos! Vengan a desayunar.

Todos se sentaron a la mesa y comieron con calma. Al tomar el café todos hicieron un gesto de desagrado.

Ughhhhh...esto no tiene azúcar... – dijo Carlos sacando la lengua en gesto de desaprobación.

Si lo sé... – respondió Clara con un suspiro. – es que ya no tenemos azúcar.

Espera...- dijo Héctor parándose de la mesa. – Voy a ver si el de la cabaña de recepción tiene algo de azúcar que nos regale.

Yo iré! – dijo Aurora alegremente dirigiéndose a la puerta dando brinquitos.

Aurora se puso un abrigo grueso y salió colina arriba en dirección a la cabaña de recepción.

Se estaba acercando muy alegre, cuando de pronto escuchó voces de dos hombres susurrando algo. Aurora no quiso interrumpir, así que espero cerca de la puerta hasta que terminara la conversación.

Si señor... – decía el hombre que los había recibido el día anterior. – me parecieron muy sospechosos pero pensé que era idea mía hasta que recordé esta mañana cuando desperté de las noticias.

¿Te refieres a la noticia de los dos niños secuestrados en Puerto Rico?

Si. Me pareció que esos dos que llegaron anoche tenían algo entre manos cuando llegaron.

¿Y que hiciste?

Llamé a la policía hace unos minutos... – dijo el hombre levantando su taza de café dispuesto a tomar un sorbo.

Cerca de la cabaña estaban Luis y Alba. Estaban terminando la conversación de la noche anterior.

Que agradable fue hablar contigo anoche. – dijo Luis

Lo mismo digo. – dijo Alba sonrojándose ligeramente en las mejillas al lado de los bigotes.

Oye, te esta pasando otra vez. – dijo Luis mirando a Alba en la frente.

¿Que cosa?

Te aparece un tinte rojo sobre tu rostro.

¿Se nota mucho? – preguntó Alba nerviosamente.

Bueno eres blanca como la leche, así que se nota mucho.

¡No se que puede ser! Me siento nerviosa al hablar contigo. – replicó Alba dándole la espalda a Luis.

Luis recordó lo que había dicho Carlos en su casa en Bogotá.

"Cuando encuentras a alguien que te importa actúas de manera diferente a la usual. Aun así, hay muchas clases de amor..."

¿Será... amor? – preguntó Luis sintiéndose algo incomodo.

Escuché a Clara hablar sobre eso. Dijo que era algo maravilloso.

Yo también aprendí algo del tema. – respondió Luis enterrando las garras de su pie izquierdo en el piso de tierra y sonrojándose también.

¿Si¿Y que fue?

Luis aproximo su rostro al de Alba como había visto en la televisión. Sin embargo, Alba se sintió muy incomoda y retrocedió unos pasos.

¿Qué haces? – dijo Alba con un gesto de desagrado.

Bueno... yo...

En ese momento, Aurora pasó al lado de ambos como un bólido entrando a la casa. Ante la mirada impresionada de Luis y Alba todo el mundo salió de la cabaña en unos instantes.

Suban al auto! – ordenó Clara

En el acto, todos estaban abordo. Atropelladamente, Clara sacó el auto de la hondonada y salió del conjunto de cabañas. Tras unos minutos todos estaban más calmados.

¿Estás segura de lo que escuchaste? – preguntó Carlos a Aurora.

Si. Lo juro.

Todavía no sabemos como vamos a cruzar. – dijo Clara viendo por los espejos laterales revisando si no venia la policía.

No parece venir nadie... – dijo Héctor mirando por la ventana trasera.

Luis cerró los ojos un momento. Sus orejas se pusieron verticales. Podía percibir unos sonidos que estaban muy lejos. Eran sirenas.

Acelera! – exclamó de repente sobresaltando a todo el mundo.

Como un reflejo condicionado, Clara pisó a fondo. Después de unos minutos Héctor alcanzaba a divisar múltiples luces giratorias aproximándose.

Si. Es la policía. – grito Héctor.

¿Que vamos a hacer? – preguntó Clara conduciendo angustiada.

Vamos al muelle. – dijo Lyle de repente. – Puedo intentar volar nuevamente.

Esperemos que funcione. – dijo Clara sacando el auto de la carretera en dirección a la playa hacia un muelle de madera.

Detuvo el auto a unos metros del muelle. Todos descendieron y corrieron a la orilla. Lyle intentó despegar. Era inútil. Ni siquiera podía elevarse del suelo a pesar de estar de tamaño pequeño.

Las patrullas ya se aproximaban por la autopista hacia el muelle.

¿Que hacemos? – preguntó Carlos desesperado.

Déjenmelo a mí. – respondió Hank con convicción arrojándose al lago.

Tras unos segundos la figura de la peluda criatura que habían visto antes en las costas de Miami apareció ante ellos emergiendo del agua.

Suban. Ahora.

Todos trataron de acomodarse sobre el lomo de Hank lo mejor que pudieron. Al acercarse los autos de policía a la orilla, ellos navegaban lejos.

Se están escapando! – exclamó el policía obeso con bigote bajando de la patrulla. – �¡Comuníquenme con la Policía Montada de Canad�! – grito a continuación.

Algo esta interfiriendo con la radio señor. – respondió el policía mas joven desde la otra patrulla.

Entonces, regresemos a la estación para tratar de hacer contacto. – respondió el comandante subiendo su pesado cuerpo a la patrulla.