Henry y su grupo, que lo componían Carlos, Aurora, Héctor, Robert y Iori con sus respectivos digimon caminaban por un extraño paisaje.
Después de pasar muy rápido a través del halo mientras los demás distraían a Ladydevimon y a Leomon se encontraron en otro lugar. A pesar de que se veían muchas cadenas de montañas áridas ellos no sentían ni frío ni calor. El cielo era azul, y en el, resplandecían múltiples gamas de colores.
¿Dónde estamos? – preguntó Héctor en voz baja.
En nuestro hogar...- respondió Veemon.
Henry no podía creerlo. ¿Esto fue lo que había creado esa base de datos inicial que ellos habían programado? Recordó cuando todo el grupo estaba en la cafetería celebrando que se le había inyectado dinero adicional al proyecto. Entre botellas de champaña y vítores de celebración Henry continuaba escribiendo en su libreta haciendo cálculos.
Oye. relájate! – le dijo Daisy en aquella ocasión. – Tenemos que celebrar que continuamos en el juego.
Esto para mi no es un juego... – murmuró Henry mientras seguía haciendo cálculos.
Como que no! – respondió Shibumi quien estaba cerca. – Tu planeas hacer juegos para los niños...
...verdad, pero van a ser muy educativos...- respondió Henry algo enojado.
Bueno, no te molesto mas a ti ni a tus digimonstruos. – replicó Shibumi con una carcajada. Los demás rieron con el.
Henry bajó la cabeza con el comentario.
Oye. – le dijo Daisy dándole una palmada en la espalda. – Anímate! Además creo que la idea de los Digimonstruos esta genial. Es mas, creo que ya se que extensión común poner en esos archivos...
Qué tal: punto "TONTO"... – dijo Henry entre dientes.
No! Punto "MON". Así todos serán como monstruos.
Henry volvió al presente, cuando llegaron a un camino que conducía a una montaña mas alta. Caminaron todos en grupo muy juntos para no perderse.
En ese momento detrás de una de las piedras a uno de los costados del camino se presentó otra criatura.
Era pequeño con respecto a los otros, pero podía decirse que era un sapo gigantesco de color rojo con rayas púrpura. Tenía ojos azules y un pequeño mechón de cabello también purpura. Sus orejas, que parecían de conejo, apuntaban hacia el cielo y terminaban en puntas púrpura. En la parte de atrás de su cuerpo parecía lucir un ramillete de plumas, como un pavo real.
?Quien anda ahí! – exclamó furiosa la criatura.
Elecmon! – exclamó Veemon aproximándose.
¿Qué! – respondió Elecmon dando dos pasos atrás. – Pero, yo pensé que ustedes habían desparecido para siempre!
Afortunadamente estamos de vuelta. – respondió Veemon entusiasmado. – Oye. ¿No has visto a Cloakmon o a sus amigos?
Si. Pasaron por aquí hace un rato. Se dirigían al Valle del Olvido. ¿Y quienes son ellos¿No son humanos o si- dijo Elecmon arrugando la frente.
Son amigos nuestros. – dijo Veemon mirando hacia atrás y mostrándole a Elecmon que los visitantes eran inofensivos.
¿Qué vienen a hacer en un lugar tan peligroso?
Tenemos que alcanzar a Cloakmon. Es importante.
Van a ir al valle del olvido! – exclamó Elecmon abriendo los ojos de par en par. ?Ustedes están dementes! Pero bueno, les mostraré el camino. Igual, ya me estaba cansando de estar parado aquí todo el día.
Así, subieron la montaña y pasaron por un bosque que tenía algo en particular. Todos los humanos no podían evitar mirar a los lados porque por todo el lugar habían objetos propios del mundo de los humanos. Una máquina de gaseosa por aquí, un teléfono público por all� un computador por otro lado y así, objetos de toda clase.
Tengan cuidado... – murmuró Elecmon caminando adelante. – En este sitio llueven cosas de repente.
Cuidado! – gritó Henry apartando a los otros.
Una gigantesca nevera de dos puertas cayó en el lugar por donde andaban caminando.
Después de reponerse del susto continuaron hasta que llegaron a un camino muy estrecho entre dos montañas enormes.
Bueno. Si pasan por ese camino llegaran al acantilado que lleva al valle del olvido. – señaló Elecmon.
¿Qué es el valle del Olvido? – pregunto Aurora.
Bueno, veras, es donde los desperdicios de este mundo caen. Por ejemplo, partes de lugares que sobran, Criaturas que tienen desperfectos y cosas por el estilo caen alli. Es un lugar muy feo.
¿Vienes con nosotros?
No. No quiero suicidarme...- dijo Elecmon con las garras en frente de si. -Asi que los veré después...si es que salen.
Bien. Aquí vamos. – dijo Henry poniendo un pie dentro del oscuro y tenebroso caminito.
Todos siguieron detrás. Elecmon se quedo observándolos después de despedirse.
Seguro que no es la última vez que conoceré a sujetos así de locos... – dijo Elecmon para si dando la vuelta.
El camino era estrecho, pero transitable. En algún momento había que escalar una roca en el camino pero no fue difícil. Después de un rato llegaron al otro lado.
Carlos y Henry estaban dialogando.
Que sitio tan feo para traer un programa de computador. – dijo Carlos viendo a su alrededor.
Ya sospecho porque lo trajo aquí... – explicó Henry. – La información de la red mundial de información en nuestro mundo causa interferencia atmosférica en este. Por eso cuando trataron de instalar ese enorme programa se les fragmentó de esa forma. En este lugar en cambio, se desecha todo. La interferencia debe ser mínima.
Carlos vio el lugar cuando salieron a campo abierto. Era un enorme campo blanco que se extendía hasta un borde estrecho que caía en un abismo profundo. En el fondo de aquel abismo se veían relámpagos y centellas de luz.
Este es el acantilado del valle del olvido. – dijo Biyomon tiritando al lado de Robert.
Caminaron unos pasos y entre la débil niebla vieron la figura de un hombre de pie. Sostenía a su lado un objeto grande en forma de diamante como un farol. Se detuvieron a unos metros y la niebla se despejó permitiendo identificar el rostro.
Shibumi! – exclamó Henry.
