Dos semanas después
Carlos estaba de vuelta en su casa en Bogotá. Miraba al techo y no pronunciaba palabra. Su padre estaba hablando con el médico de la familia en el primer piso.
- No se que tiene Doctor... No lo he visto así desde que su mamá falleció. – explicaba Fernando Diaz.
- Pues toca darle mucho soporte y animo. – respondió el médico. – Esto es lo que usualmente se ve en situaciones de secuestro...
- Pero es que este no es el caso Doctor... Me lo trajo el cónsul de Canadá y me dijo que ningún grupo armado o de delincuencia había tenido que ver en esto...
- Entonces. ¿ que paso? – pregunto el médico.
- No lo se. No ha querido decirme nada... estoy preocupado.
- Tranquilo Fernando... Sea lo que sea... el tendrá que entender que si algo malo pasó, el tiempo pasará y se olvidará...
Carlos escuchaba a lo lejos la conversación.
" Ellos no entenderían..."
Desde que regresó estaba destrozado. No comía y tenía problemas para dormir. No quería tener mas contacto con el mundo exterior. Había desconectado todos los aparatos electrónicos de su habitación, incluida la televisión. Todo eso lo hacia acordarse de el.
Quiso cerrar los ojos para conciliar el sueño perdido de la noche anterior cuando de pronto se escuchó un leve sonido.
Beeep, Beeep, Beeeep, Beeppp! Se escuchaba incesante en el cajón del escritorio del computador.
De repente, sin estar conectado, el computador se encendió y abrió los programas de inicio.
Carlos no le importo lo que veía hasta que por el parlante escucho una voz al principio distorsionada.
- Carlos... soy Clara... Responde por favor...
Carlos se levanto de la cama y se paró al lado de la pantalla encendida.
- Carlos... saca el digivice del cajón y apuntalo a la pantalla... de prisa. – decía la voz distorsionada.
Carlos lentamente y sin animo abrió el cajón y tomó el aparato que había dejado de sonar. Apuntó la pequeña pantalla hacia el frente.
En ese momento un destello cegador se apoderó de la habitación. Cuando se aclaró, Carlos había desaparecido.
Abrió los ojos. Estaba de pie en un lugar muy oscuro. Todo estaba rodeado de una espesa niebla, de tal forma que no podía verse mas allá de la punta de la nariz..
Camino estirando los brazos para evitar tropezar, caminó a ciegas por unos segundos hasta que se topó con alguien.
- ¿Clara! – dijo el alzando la cabeza.
- Carlos! Estas aquí. – dijo Clara saludando a Carlos.
- ¿De qué se trata esto? – preguntó con voz débil.
- No lo sé. Henry Wong me pidió que hiciera esto mismo y aquí estoy.
- Ya veo. – respondió Carlos viendo que enroscada a las piernas de Clara estaba Gatomon.
- ¿Cómo lo ha tomado ella? – preguntó Carlos.
- Muy mal. Esta muy triste y no quiere hablar. A veces se echa a llorar.
- Entendible... – dijo Carlos. - ¿Qué querrá ese tipo de nosotros?
- No lo se. – respondió Clara quedándose pensativa. Luego alzó la cabeza y le llamó la atención a Carlos.
- Mira! Veo una luz al fondo!
- Yo también la veo... sigámosla...
Caminaron por entre la espesa niebla y la luz se hacia cada vez mas intensa. Finalmente la niebla se despejó.
Se encontraron en la cima de una pequeña colina que miraba hacia un extenso valle. Era una gigantesca explanada con pasto verde cortado de forma que parecía un tablero de ajedrez.
Los tres caminaron hacia ese lugar y a medida que avanzaban veían cosas mas raras.
En un punto había una entrada formada por dos enormes árboles, que estaban decorados como si fueran de navidad. De ellos colgaban dulces, juguetes y adornos de todos los tamaños.
Alrededor, habían adornos plásticos en forma de cubos pirámides o esferas de diversos tamaños. Pequeños algunos y otros de varios metros de alto. También decorados de diversas formas: Estrellas, caras sonrientes etcétera.
Pero lo que mas llamaba la atención era que por todo el piso, dispersos de diferente forma, habían huevos pintados de colores que parecían de pascua. Algunos tenían pintadas estrellas, puntos o líneas ondulantes de diversos colores.
