"Aidan,

Sé que no he estado muy comunicativa durante estas semanas, y realmente te pido perdón por eso, pero ha sucedido un cambio enorme en mi vida el cual creo que estás en tu derecho de saber.

Estoy enferma. No pretendo preocuparte en exceso tampoco, ni ponerlo como excusa para que vuelvas porque ya sabes que de ser así te lo hubiera pedido directamente, tan sólo quiero contarte mi situación actual.Me han detectado un cáncer de útero que me empezarán a tratar en breve.

Ah, no voy a ocultarte que estoy algo asustada, hermano.Sé que en estos momentos estarás medio sonriendo, pensando que tengo la suficiente vitalidad como para poder con algo como esto y que no tengo por qué sentirme así. Al menos estoy convencida de que eso sería lo que me dirías para alegrarme, como siempre.

Pero ya está bien de hablar de mí. He tenido la oportunidad de hablar con Lizzie de nuevo hace poco. La ví muy bien, aunque alterada por la noticia que le dí. Parece recordarte y tenerte en buena memoria, Aidan.

No quiero entretenerme más. Siempre hablo demasiado¿no crees? Sólo me queda darte mis mejores deseos desde aquí,te echo de menos.

Besos y abrazos de tu hermana,

Marie"

Expulsó la última calada de su cigarrillo, apagándolo en un movimiento lento sobre el cenicero. Su rostro considerablemente más palido, aún sin saber cómo reaccionar ante las palabras que acababa de leer.

Por un lado, esperaba viniendo de su hermana que lo tratara como un tema trivial. Algo que, para ella, dentro de la gravedad no lo era tanto. De hecho, ni tan siquiera había suplicado en su carta que volviera o que necesitaba su presencia cercana.

Y esa era una de las consecuencias negativas del carácter de su hermana. Lo intentaba ver todo de una manera tan positiva, suave, sin importancia...

Su mandíbula se tensó y sus ojos se encendieron en rabia.El puño apoyado en el reposabrazos del sillón, centrándose en otro punto de la sala para intentar, sin éxito, canalizarla.

Aunque era perfectamente consciente de la semi confesión escrita en la misma, de que en el fondo estaba asustada y necesitabaa su gente más querida cerca. Sabía que era algo serio, por más que ella lo intentara suavizar

Y lo era.La salud de su hermana estaba en grave peligro.Y él, sin embargo, se encotnraba a kilómetros de allí. Cosa que no hizo más que su frustración incrementara.

Lizzie también vino a su mente.De manera casi inevitable, una pequeña sonrisa había salido de sus labios al leer su nombre en aquella carta.Sabía de ella por Frankie, pero...de algún modo sentía que era agradable saber de su estado.

En alguna forma, volver a verla a ella, a Frankie y a su hermana transmitía una sensación confortante a su corazón, pero el real motivo de la visita no era agradable. Tan solo el hecho de pensar que iba a ver a su hermana sufrir le daba escalofríos.

¿Por qué no llamó enseguida¿Por qué le había hecho esperar a que llegara la carta días después, es que acaso no le veía con la consideración suficiente como para escucharla, atenderla e ir con ella en un momento tan duro?

Dolía.

Metió brevemente la mano en el bolsillo de su pantalón y extrajo su cartera.

Lo justo para pagarse un billete y unos cuantos bocadillos

Se levantó, dispuesto a marcharse.Tenía algo que hacer, muchas cosas en las que pensar y la rabía aún seguía hirviendo en su interior.


Madre e hijo andaban de la mano camino al pequeño, humilde piso en el que llevaban viviendo ya un tiempo.

Durante los siguiente segundos, Lizzie se limitó a mirarle con atención.Ya tenía diez años, y a pesar de la corta edad, no podía evitar verle como un pequeño hombrecito. Por desgracia, las circunstancias de la vida le habían obligado a crecer demasiado deprisa. Su pelo estaba revuelto por el viento, su abrigo algo descolocado como era costumbre y las botas con algo de barro al borde de las mismas, posiblemente producto de los juegos en el campo de futbol.

Ambos fueron pausando el paso de forma progresiva cuando se toparon con el negocio de Marie.No estaba abandonado desde luego, sin embargo era su ausencia lo que hacía parecer que lo estuviera. Estaba apunto de ser ingresada, cuestión de días según sus propias palabras.Se dejaba notar perfectamente el nerviosismo camuflado en su habitual y humorística actitud.

Tan sólo una última conversación tuvo lugar entre ellas antes de que se marchara, el día anterior a hacerse unas últimas pruebas previas al ingreso al hospital que habían tenido lugar esa misma tarde.

"Se lo he dicho, Lizzie, a mi hermano-suspiró, mordiéndose el labio-pero...no sé lo que me llevó a no contárselo de forma más rápida o directa-esbozó una amarga sonrisa y sus ojos se retiraron de los de ella por un momento- No pude-Lo pronunció en un susurro derrotado- Tan sólo fui capaz de expresarlo con palabras escritas"

Fue la primera vez que la vio llorar, temblando y buscando desesperadamente un consuelo amigo. En la pequeña intimidad de su salón.

Justo en ese momento, sintió la pequeña y tranquilizadora mano de Frankie coger la manga de su cazadora, esperando que lo si supiera perfectamente lo que estaba sintiendo en ese momento, las preocupaciones que últimamente no abandonaban sus pensamientos.

No pudo describir cómo de adorable le pareció aquel simple, rutinario gesto que tuvo.

Se lo había contado, como siempre en una manera suave y menos dramática, el mismo día en que, justo al salir de la cafetería, fue a esperarle a la puerta del colegio. Un niño de mente hábil y despierta como él supo que algo iba mal al notar la tristeza en sus ojos al igual que la ausencia de ella cuando entraron a aquel lugar que él tanto había visitado y del cual tanto disfrutaba.

Se puso de cuclillas frente a él, lo justo para estar a su mismo nivel de altura, tomó sus dos pequeñas y blanquecinas manos en las de ella. Una sonrisa tierna en sus labios.

-"¿Quieres volver a verla, verdad?"

Pronunció las palabras lo suficientemente altas para ambos, acompañándolas por un suave gesto de sus manos que le ayudaba a comprender. A pesar de que gozara de una salud perfecta, no podía evitar ver en él la consecuencia de el error más grave de su vida. Su marido. Tal y como una marca distintiva, ahí lo dejó permanente y plasmado cuando realmente el que menos culpa tenía de todo lo que pudiera haber sucedido entre ellos, era precisamente Frankie.

Nunca logró entenderlo, ni siquiera ya en sus últimas horas de vida.

La oleada de rabia que invadió su cuerpo fue y vino fugazmente, centrándose simplemente en la personita que tenía con ella.

Sonrió levemente, moviendo su cabeza en gesto afirmativo

Y la única reacción que salió de ella fue abrazarle con fuerza. Emitiendo un pequeño suspiro, se separó dejando sus manos apoyadas en sus hombros. No sabía si sería buena idea enfrentarle a tan corta edad a algo tan duro, pero también sabía que cuando su hijo tomaba una decisión la cumplía. Y que poseía una madurez, una manera de enfrentarse a tales cosas como la muerte que se veía cada vez más sorprendida.

-"Está bien, cielo-acarició su mejilla- pero antes, volvamos a casa. La abuela se debe estar preocupando"

Y con esto, volvió a tomar su mano y continuaron su camino.

Xxx

La estación de Neilston se alzaba ante sus ojos. Miles de distintos grupos de personas iban y venían, algunos dispuestos a coger algún tren, otros esperaban con mirada impaciente que la persona añorada apareciera por entre la gente.

Ajustándose su cazadora de cuero, Aidan comprobó el billete que tenía entre sus manos dirigiendo su mirada hacia el frente. El andén 12 estaba cerca, y aún le quedaba algo de tiempo.

Se sentó en el banco, dejando que aunque fuera durante los veinte minutos que le quedaban libres hasta ir hacia el tren , su mente se relajara.

Volver a Glasgow se le estaba haciendo más duro de lo que pudo llegar a pensar mientras tomaba la final decisión de su retorno.Llegó a vivir y compartir momentos realmente felices allí, no cabía duda, pero no compensaron a lo que sucedió, aquel momento en el que se dijo que el vaso se había colmado, y de sobra.

Pero debía mucho a su hermana. Y ella le necesitaba, por más que hubiera insistido en su carta en todo lo contrario. Aún era capaz de sentir la rabia en su interior por ello.

¿Rabia, o tremenda tristeza?

El fuerte estruendo de uno de los trenes al partir le devolvió a la realidad. Incorporándose, comprobó la hora. Debía llegar al andén lo antes posible.