Lencería
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Hay algo particular en Kagome cuando usa estás prendas, es como si su actitud cambiara, no quiero decir que de normal no sea efusiva y cariñosa y sensual, y que yo no me vuelva loco por recorrerla no sólo con la mirada. Sin embargo, cuando Kagome se enfunda estas piezas de lencería, a mí se me revoluciona el demonio que llevo dentro y sólo puedo pensar en removerle toda esta dichosa ropa con los dientes y deleitarme lamiendo las zonas más impúdicas de su cuerpo: todas ellas.
Ahora mismo la siento agitada bajo mi cuerpo, boca abajo como la he puesto sobre el futón, mientras le recorro la espalda con besos y marco medidas mordidas en sus costillas. La piel es tan fina que debo usar mi total autocontrol para no dañarla y en aquel acto de mesura mi sexo se alborota y se endurece más de lo que ya está a la espera para deslizarse dentro de ella.
Pronto —pienso, intentando calmar el instinto y poder disfrutar un poco más de los gemidos agónicos que va liberando, mientras mis nudillos le acarician el canal húmedo que tiene entre las piernas.
Oh, Kagome —susurro y siseo junto a su oído en el momento exacto en que me sacudo de deseo.
Presiono mi erección sobre sus nalgas ligeramente alzadas a la espera de mis toques. Me encanta cuando se entrega de esta forma exigente y me permite hacer con ella cosas que imagino en mis momentos más candentes, no sin antes dejar claro que puedo hacérselas porque ella las ansia. Siento como su propio cuerpo impone en busca de más cercanía y mi erección se halla, de pronto, acunada en medio de la forma de su trasero. Me presiono el labio inferior con los dientes, en un acto de lujuria. Espero a calmar el deseo, juro que lo intento, pero fracaso y en ese fracaso encuentro consuelo al desnudar mi erección para dejarla directamente en la suave hendidura que se marca entre sus nalgas. El aroma de su sexo se ha vuelto aún más intenso y la escucho liberar un quejido que roza la intención de un gemido, un instante después de remover a un lado su ropa íntima.
Ahora sí estamos piel sobre piel.
Contengo el aliento cuando la veo llevar atrás una mano y tomar mi sexo para pasearlo de arriba abajo por su canal húmedo, en una clara demanda. Muevo la cadera y presiono contra ella con la punta, aunque sé que el lugar que he escogido para mostrarle mi estado no se abrirá, sin embargo produce el efecto que busco: que sepa lo duro que me tiene.
—Voy —le aviso, Kagome devuelve la mano hacia arriba y la posiciona contra la pared, sabiendo que necesitará ese apoyo.
Con esa advertencia tomo mi erección y la deslizo un par de veces por entre los pliegues de su sexo, la humedezco y abro el espacio con ella, para empujarme en su interior y arquearme al sentir como me quema la piel.
Kuso.
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Gracias por acompañarme
Besos
Anyara
