Aquí un nuevo capítulo de este fic que amo y que espero que ustedes lleguen a sentir un poquitito del sentimiento con que esta escrito…
Capitulo II
Descubriendo mis verdaderas razones
Al día siguiente, el timbre que daba al departamento de Inuyasha sonaba con insistencia, él que aún dormía sobre el sillón de la sala, abrió con desagrado los ojos, molesto por la intensa luz que entraba por el ventanal principal, al incorporarse para responder a aquel molesto sonido, tuvo que llevarse la mano hasta la cabeza, pues un insistente dolor en ella no le permitía enfocar bien la mirada.
Ya voy… ya voy…- exclamaba fastidiado, mientras caminaba hasta el citófono
¿Si?...- consulto oprimiendo el botón del artefacto
Inuyasha amigo, soy yo…- sonó una voz desde el parlante
Oh… Miroku- dijo sin mucho entusiasmo, oprimiendo el botón que abría la puerta del estacionamiento y rodando la manilla de la del departamento, para que él ingresara en cuanto subiera.
Una vez hecho aquello, se dirigió hasta la ventana y comenzó a cerrar las enormes y pesadas cortinas, para evitar la luz que entraba llenando cada rincón de aquella habitación.
No recuerdo haber abierto estas cortinas…- rezongaba mientras dejaba a medias el trabajo.
Claro que no lo recordaría, si quien finalmente dejo entrar la luz, había sido aquel delicado ser que velo su sueño durante toda la noche, una vez que logro apaciguar su corazón con amor,… no pudo evitar durante la noche de vigilia, contemplarlo y notar lo adulto que estaba, cuando abandono Gaia, el apenas estaba haciéndose hombre, terminando la escuela, para ingresar al año siguiente a la universidad, quería convertirse en abogado, se preguntaba si lo habría conseguido… ¿Qué lo habrá orillado a intentar suicidarse?... la sola idea la asustaba, sabía que un acto de ese calibre lo enviaría directo a las sombras y de ahí ella no conocía forma de escapar, no existía fuerza que pudiera rescatarlo.
Miroku entró encontrando el departamento en completo desorden, al cruzar la sala paso a través de la silueta sutil de la muchacha, que continuaba en el lugar, provocándole un cierto cosquilleo, por lo que se quedo observando el espacio vacío tras de él.
Inuyasha que desorden tienes aquí hombre- le reclamó su amigo, mientras recogía lagunas prendas de ropa tiradas sobre la alfombra – si Sango hubiera venido, de seguro te regañaría.
El hombre de largo cabello oscuro, no respondió al comentario, pues de seguro alguna frase desagradable saldría de su boca y lo cierto es que Miroku se había convertido en su única compañía, al entrar en la sala con un tazón de café, olfateo el aire con cuidado.
¿Hueles eso?...- le consulto a su amiga
¿Qué?...el aroma a …"no me he bañado en días"… - consulto sarcástico, mientras continuaba recogiendo la ropa del piso, para llevarla a la lavandería, definitivamente si alguien no se hacía cargo de este hombre, algo no muy bueno podía suceder.
No Miroku, de verdad… ¿no hueles a…- titubeo un instante intentando reconocer el aroma, desde la noche anterior venía sintiendo como se plagaba el aire de el, sabía que e alguna manera ese olor había podido sosegar su inquieto espíritu- … flor de cerezo?…
Miroku al notar el genuino interés de su amigo por una respuesta, comenzó a olfatear el aire a su alrededor con insistencia, sin lograr capturar el aroma que se había desprendido de la muchacha en cuanto él cruzó a través de ella.
Lo siento Inuyasha, no huelo nada…- concluyo, mientras dejaba dentro de un bolso la ropa sucia, que luego se encargaría de llevar a lavar.
Ahora te darás un baño…- rezongo el hombre de coleta y ojos oscuros, sin aceptar una negativa
Kagome observo la situación con agrado, al menos Inuyasha no estaba tan solo como parecía, quizás las crisis eran durante las noches, eso solía suceder en el alma humana, la noche trae consigo la calma y el análisis de muchas situaciones en ocasiones demasiado adversas.
¿Qué es esto?...- consulto con un tono ya nada divertido en su voz, al ver la herida, aunque leve bastante notoria en la muñeca de su amigo.
No es nada solo un accidente…- respondió dándole la espalda para dirigirse al baño.-
Miroku hizo una mueca reprobatoria y luego moviendo su cabeza de un lado a otro, se giro y observo la serie de obsequios que cubrían gran parte de la sala, dejando demasiado poco espacio para moverse entre ellos, una caja de un tamaño mediano, con cintas de tela en tonos azules y celestes resaltaba entre el resto por lo hermoso de su envoltorio, al verlo podía concluir que había sido hecha con mucho afecto.
Ay Sango…- suspiro – de seguro a ella no le habría gustado.
Aquel suspiro lo llevo inevitablemente a evocar la ocasión en que Inuyasha intento crear una cálida fiesta sorpresa para Kikyo, el día de su cumpleaños, Sango y él estuvieron horas acompañando a su amigo en la decoración, ya que é quería que fuera especial, era su primer cumpleaños juntos y finalmente fue el único, Sango preparo el pastel, que tenía la forma del botón de una rosa, la mujer había hecho innumerables cursos de cocina, dado lo mal que le iba en aquello cuando recién se caso con Miroku, hasta que consiguió convertirse en una experta.
¡Feliz Cumpleaños!...- se oyó al unísono, mientras Kikyo encendía la luz de la sala del departamento que compartía hacía varios meses con el hombre de hermosos ojos dorados, que se acerco a ella, para dejarle caer un beso en la mejilla, jamás se besaban en los labios en publico, la mujer era enfática en advertirle que no podía retirarle el maquillaje, siempre debía lucir impecable, por esta y otras tantas razones, era que sus amigos no se explicaban como era que siendo Inuyasha tan diferente a ella, estuviera tan enamorado.
Inuyasha, ¿podemos hablar?...- fue lo que dijo en una voz serena dirigiéndoles a los invitados una sonrisa amable, para salir en dirección al cuarto.
tengo una recepción en el Hyatt – un elegante y lujoso hotel de renombre internacional, dijo mientras se sacaba el traje quedando en tacones y ropa interior.
Pero… ¿y tu fiesta?...- pregunto él indicando el lugar en el cual la esperaban, lo cierto es que no eran muchas personas, se trataba de una celebración mas bien familiar, Sesshomaru y su esposa Rin, con quien se había casado hacía un par de meses, Sango y Miroku, mas por ser amigos de Inuyasha que de Kikyo
Lo siento Inuyasha – concluyo sentenciosa, mientras sacaba un vestido algo mas formal del armario – lo celebrare con mis amigos en la recepción de la que te hablo – se enfundo el vestido negro que había escogido, acentuando seductoramente sus formas femeninas se acerco hasta él depositando en sus labios un beso – debiste consultarme amor – dijo mientras sacaba de su bolso un labial.
Minutos después, Sesshomaru y Rin se disculparon, comprensiblemente y se marcharon, Sango y Miroku por su parte se quedaron aún un tiempo mas, la mujer comenzó a retirar los bocadillos preparados prácticamente sin ser tocados, el desazón que les dejo la actitud de la mujer, los dejo simplemente sin apetito, el pastel fue a dar al basurero luego de varios días de permanecer en el congelador, esperando a que alguien se apiadara de el.
Un nuevo suspiro salió de sus labios de Miroku, una vez que sus recuerdos concluyeron, girándose en dirección a la cocina, aún con el bolso de la ropa sucia en sus manos, un objeto llamo su atención, el cuchillo que estaba tirado en el piso, lo recogió y no pudo evitar darle una ojeada y comprobó su sospecha, una delgada línea de sangre sobre la hoja.
o
El día transcurrió sin mayores sobresaltos, Miroku obligó a su amigo a que fuera con él a su casa a almorzar, aludiendo a que eran ordenes de Sango y que al menos él no se atrevería a desobedecerlas, Inuyasha solo suspiro y se puso lo primero que encontró en su armario, que descontando las prendas sucias, no era mucho, salio decentemente vestido gracias a que Miroku le cambio la camisa que se pondría, por una que combinara un poco mas con el pantalón escogido, el cabello algo enmarañado y el desanimo en el rostro.
Kagome observo a su protegido, durante todo el tiempo que compartió con sus amigos, quienes tenían una hermosa gatita amarilla y negra, que insistía en maullarle y ella le respondía acariciando su lomo con suavidad, sabía que los animales podían percibirlos, así que no se altero por ello. Pudo apreciar el afecto desinteresado que tenía este matrimonio por su amigo y dio un recorrido por las paredes de la sala, lugar en el cual ellos conservaban fotografías en las cuales también aparecía Inuyasha, comenzó a tocarlos, para poder leer las emociones que aquellos objetos guardaban, supo a través de ellos, que todos se habían conocido en la universidad, finalmente ingreso a leyes que era lo que deseaba y que él había salido un par de veces con Sango, pero que su destino no era estar juntos, por lo que la relación derivo en un afecto incondicional, luego ella cedió ante los constantes cortejos de Miroku, a quién conocieron en el segundo semestre y finalmente termino casándose con él, antes de terminar con su carrera, ella era maestra, luego de un par de semestres junto a los muchachos en leyes, llego a la conclusión de que lo suyo era la pedagogía, le encantaban los niños y a pesar de que en los tres años que llevaban casados aún no lograban tener uno, no perdían la fe, cuando Kagome descubrió todo aquello, sonrió con mucho afecto… la fe hace posible todo lo que deseemos…
Una vez llegada la noche, metió la llave en al cerradura de su ahora deshabitado departamento, al ingresar en él, sintió el frío de la soledad una vez más, odiaba esa sensación cuando se apoderaba de él y todos esos fastidiosos obsequios en la sala, volvería a llamar mañana, para que la misma empresa que había organizado todo para su matrimonio, se encargara de devolverlos.
.Cuando te ofrecen sus servicios, corren por ti y luego, cuando algo no sale bien, jamás responden tus llamados – exclamo conformándose simplemente, mientras se volteaba para dirigirse a su habitación y se tumbo en la cama, quedándose ahí observando el techo con los ojos muy abiertos por un largo rato a lo que Kagome respondió curiosa, sabía que estaba vivo, pero parecía lo contrario, no lo veía ni siquiera respirar, de hecho no parpadeo en ningún momento.
Víctima de su curiosidad, otra de las emociones humanas que aún conservaba, se inclino un poco sobre el rostro de él, a varios centímetros observando sus ojos dorados, logrando ver que mirarlos, el su interior sentía como se gestaba una paz infinita, solo comparable con la del paraíso del que venía y entonces cuando se estaba sumergiendo en ella, Inuyasha se puso de pie sin aviso previo.
Alistaré todo y mañana iré nuevamente a la oficina…- dijo decidido, mientras se ponía de pie, atravesando sin saberlo el cuerpo etéreo de Kagome, quien sintió en el momento que él cruzaba a través de ella una vibración muy especial, bastante desconocida, lo que provoco que aquel intenso aroma a flor de cerezo que la caracterizaba se desprendiera con fuerza.
Inuyasha respiro profundamente y comenzó a mirar todo a su alrededor, buscando de donde provenía aquel aroma que lograba dormir sus sentidos, llegándolo aun estado superior de conciencia, como si pudiera por unos instantes salir de su cuerpo, sabía muy bien que se encontraba solo, pero una lacónica sonrisa se dibujo en su rostro, recordó ahora que ya estaba mas sobrio que aquel aroma era idéntico al de Kagome pensó para luego avanzar hasta el baño, como restándole importancia al recuerdo.
Horas mas tarde se encontraba ya dormido, algo intranquilo, descubierto sobre la cama, dado el calor reinante, sus continuas pesadillas no le permitían dormir en paz, claro que eso Kagome aún lo desconocía, lo observaba sentada sobre la mullida alfombra, con sus brazos y el mentón apoyados en el borde de la cama, sus ojos fijos en la figura de aquel hombre, quien solo unos momentos antes había girado su rostro hacía ella, tuvo la oportunidad de mirar sus ojos dormidos, su rostro algo mas relajado que durante el día, en el que mantenía siempre la mandíbula apretada, como conteniendo la rabia, para que no se le saliera por la boca, siempre que tenía algún problema hacía eso, ella lo recordaba bien, estaba en paz en este instante y la muchacha acaricio su cabello con suavidad liberando su exquisito perfume sobre él.
Kagome…- se le escucho susurrar entre sueños y por primera vez lo vio gesticular una sonrisa sincera y algo mas extensa, ella recogió su mano, asustada.
Inuyasha se movió , arrugo su seño y apretó la mandíbula, como lo hacía frente a los problemas, luego su rostro cambio como el de un niño indefenso y triste, comenzando a sollozar entre sueños, sin derramar lagrimas, pero con un constante suspiro ahogado en su garganta, con una pena que a Kagome le llego hasta el corazón, ella se sentó en el borde de la cama con suavidad y con sus manos comenzó a acariciarlo y de sus labios salían cánticos maravillosos que cumplían a la perfección con su tarea de calmarlo, pero él abrió sus ojos, mientras sus alas comenzaban a aparecer nuevamente, dejándose ver majestuosas tras su espalda y el dorado mirar se fijo en ella, le sonrió y luego puso su cabeza sobre las piernas de ella, abrazándose a su cintura con perfección, logrando sorprenderla, no entendía como él podía verla y mucho menos rodearla si estaba segura de permanecer en su forma etérea, no podía sentir el contacto físico de él, al menos no en esta forma, pero en su alma había un sentimiento de sosiego que lo inundo todo.
La luz de la mañana inundaba nuevamente la habitación, tal como el día anterior y tal como entonces se quedo mirando aquel ventanal, sabiendo que no había sido él quien descorrió las cortinas, se quedo un momento observándolas, pero luego decidió restarle importancia, se puso de pie y se estiro.
Que bien dormí…- exclamo mientras se desperezaba y luego se quedo detenido en algún pensamiento, bajando los brazos, relajando su postura y observando un cajón con cerradura en un mueble de la habitación -… es verdad, anoche soñé contigo…
Dicho aquello se dirigió hasta el bolsillo de su chaqueta y saco de el una llave solitaria colgada de un llavero de metal ya desgastado, el en que había grabado un nombre, su nombre y en el lado contrario, otro nombre, esta vez femenino, Kagome…
Camino hasta el mueble y lo abrió con la llave, sacando de su interior un sobre blanco, sucio en los bordes producto del roce, se notaba que tenía bastante tiempo conservando algo que al parecer era una especie de tesoro para él, se acerco hasta la cama, dejando el cajón abierto y sacando de su interior algunos papeles, los extendió sobre la sabana, mientras que Kagome se sentó frente a él observando maravillada los objetos, reconociéndolos a la perfección, habían varias cartas románticas escritas por ella, cuando tenia apenas trece años, recordó haberlas doblado en infinitas partes, como temiendo que alguien que no fuera él las leyera, entre los papeles una rosa seca, la recordaba bien, fue una que él le regalo aquel día, le sorprendió ver que aún la conservaba, entre todo, había una fotografía suya, era algo extraño verse nuevamente en esa apariencia, aunque hacía mucho que no se observaba en un espejo, sabían bien que no se parecía mucho a la niña de aquella imagen vestida de short, con tenis y una camiseta de mangas cortas, con un corazón que le pareció gigante en el centro, miro los ojos melancólicos de Inuyasha, quien a pesar de la nostalgia de aquellos recuerdos volvía a sonreír, al mirarlo recordó que así de gigante sentía su corazón dentro de su pecho, latiendo con una fuerza inusitada… igual que ahora…no. Se dijo, haciéndose un poco hacía atrás por la impresión que le causaban sus propios pensamientos, dejando el aire impregnado de su esencia, él levanto la mirada nuevamente, percibió aquel aroma y volvió a mirar la fotografía, ye se estaba haciendo común convivir con ese exquisito olor a flor de cerezo.
Mi ángel…-susurro mientras acariciaba la fotografía con sus dedos, ella misma se la había obsequiado, accediendo a la constante petición que le hacía de tener una fotografía suya.
Tomo uno de los papeles sobre la cama y lo abrió, Kagome reconoció de inmediato de lo que se trataba, era un poema que a ella le gustaba mucho y se lo escribió, para que él recordara que aunque no estuvieran juntos un día, ella siempre permanecería.
Inuyasha comenzó a leerlo muy bajito, quebrándosele la voz en varias oportunidades.
"Si al mecer las azules campanillas
de tu balcón,
crees que suspirando pasa el viento
murmurador,
sabe que, oculto entre las verdes hojas,
suspiro yo.
Si al resonar confuso a tus espaldas
vago rumor,
crees que por tu nombre te ha llamado
lejana voz,
sabe que, entre las sombras que te cercan
te llamo yo.
Si se turba medroso en la alta noche
tu corazón,
al sentir en tus labios un aliento
abrasador,
sabe que, aunque invisible, al lado tuyo
respiro yo."
G.A. Becquer
Luego de oírlo, recordó lo mucho que le gustaba a ella esos poemas…
Continuara…
Ahhhhh (suspiro de Anyara)… la verdad me enamoré de este Inu, me gustaría consolar al pobre… pero para eso esta Kagome que lo cuida ¿no?...
Dejen sus mensajitos y opiniones, eso me da ánimos…ahhhh (Anyara sigue suspirado)… ¿habrá algún Inuyasha así por ahí para mí?...
Besitos
Anyara
