Capitulo VI

Solo por ti

Ya había perdido por completo la cuenta de la cantidad de veces que se había girado en la cama intentando dormir, no podía dejar de pensar en los ojos dorados de aquel hombre, que la miraron incrédulos cuando apareció en la puerta de su departamento, estaba ahí en la completa oscuridad de la habitación, observando el blanco cielo de y buscando, quizás, las facciones de Inuyasha, su oscuro cabello, bastante mas largo que hace siete años, sus labios arqueando una masculina sonrisa y sus ojos dorados...suspiro, dejando escapar el aire agotada, ¿hasta cuando continuaría soñando con él, se levanto vestida con una delicada camisola blanca, sus ropas parecían sacadas de algún cuento de ensoñación, quería verlo dormir, sabía que su condición etérea era mas segura, pero si tenía la remota posibilidad de tocarlo así, en esta forma humana, no había riesgo que se lo pagara, así que se encamino hasta la puerta de su propia habitación la que continuaba en penumbras, al igual que el resto del lugar, la abrió sigilosa, debían ser ya las dos de la madrugada, cuando vio apoyado en el umbral del cuarto contiguo al objeto de su inquietud, Inuyasha, quien solo vestía la parte inferior de su pijama, descalzo y demasiado sensual, se ruborizo ante aquel pensamiento...

Inu...yasha...-dijo algo dubitativa al verlo, como si hubiera sido sorprendida-...iba a la cocina...- se excuso, sabía bien que el alquiler solo incluía la habitación, no decía nada de comestibles.

No hay problema- respondió sin poder dejar de mirarla, en esta ocasión demasiado insolentemente y lo cierto es que era ella la única razón para que el sueño no llegara hasta él

Kagome que no podía evitar sentirse turbada ante la insistente mirada de aquellos dorados ojos, solo sonrió con aquella suavidad que siempre la caracterizó y camino en dirección al lugar mencionado, pasando junto al sin fin de obsequios que aún continuaban en la sala, con suerte ya mañana no estarían ahí, al llegar a la nevera, saco de dentro una caja de leche y se sirvió un vaso, después de todo era cierto, que su condición de humana le estaba pidiendo alimento.

Al salir observo el ventanal de la terraza que estaba abierto y vislumbro una silueta moverse junto al balcón, sintió nuevamente temor, pero en esta ocasión no podía sentirlo como protectora, era solo el hecho de que fuera de noche, ya que las crisis de Inuyasha se manifestaban siempre durante estas horas. Camino con premura hasta el ventanal y cuando llego vio la figura del hombre con los brazos algo separados de su cuerpo y apoyados en el borde del balcón, en su mano derecha sostenía una copa, aún llena, su cabello oscuro a intervalos mecido por la suave brisa nocturna, cuándo la sintió tras de él, se giro, ahora con su espalda posada en el balcón y la observó de un modo particular e inquietante, no recordaba haber visto jamás en Inuyasha esa clase de mirada, sentía un escalofríos recorrerle la espalda, ¿Qué sería lo que habitaba en su mente en este momento, se concentró en su corazón que siempre lograba percibir lo que había en el de él, temiendo, quizás, encontrar aquellos pensamientos destructivos de noches anteriores, pero no fue así, en su alma ahora había confusión…

No podía dejar de observarla y esta vez estaba seguro de que no era una alucinación, de hecho el alcohol, no tenía nada que ver en esta ocasión, la copa que llevaba en la mano se la había servido, más por costumbre que por necesidad, ya que no la probaba aún, la esbelta figura ante sus ojos, de pie junto al ventanal, su cabello azabache y suelto…suelto, se repitió a si mismo, su blanca piel… un suspiro resignado se escapó de sus labios, mientras volvió a darle la espalda, para fijarse distraídamente en las luces de la ciudad, sabía que la Kagome que él buscaba estaba muerta, sus ojos comenzaban a humedecerse, pero el parecido era agobiante, tanto que sería demasiado fácil confundirla, tanto, que incluso deseaba hacerlo, tanto, que no podía dormir a raíz del deseo que le nacía de arrebatarle un beso como lo hacía durante los descansos de clases y comenzó a esconder el rostro tras su cabello, que caía por los costados de sus hombros, encorvándose levemente, comprendiendo que este dolor, nada tenía que ver con Kikyo, que ella solo había significado el errado intento de tener a su ángel de vuelta junto a él, sabiendo que no encontraría jamás forma de suplirla, ya que todo lo que sintió por aquella niña era irreemplazable, tomó aire, levantando la mirada, como ahuyentando las lagrimas y de pronto se vio asombrado al notar como unas manos se deslizaban con suavidad por sus costillas, acariciando tenuemente la piel hasta encerrar su pecho y entonces oprimirlo con fuerza, no entendía por qué en su interior se gestaban tantas emociones, era como si la calidez que aquel abrazo no le fuera del todo desconocida y sintió la necesidad de voltearse, para encontrase con los ojos vidriosos de Kagome, quién había logrado ver su tristeza, a través de su sensibilidad especial, tan viva como si fuera propia, experimentando un hambre agobiante de calmarla, sin hallar que mas hacer que rodearlo con su amor, era la única cura que conocía para el dolor, pero al encontrarse con los dorados ojos de Inuyasha que la observaban sorprendido, no pudo evitar llenarse de todas aquellas sensaciones que la embelesaban cuando lo tenia así de cerca y de pronto sintió los dedos del hombre enredarse en su cabello tras la nuca, la mano libre aprisionando su cintura contra él y el agitado respirar golpeándole los labios, tan cerca, estremeciendo su corazón logrando que los latidos de este aumentaran abrumadoramente, anhelando aquel contacto, pero entonces...no, no podía dejar que aquello sucediera, se liberó con urgencia y sin poder mirarlo a los ojos, por temor quizás a perderse en ellos, liberando de forma inconsciente su característico aroma, se disculpó.

Lo siento…- dijo en un leve hilo de voz intentando no parecer tan inquieta como estaba -… te sentí tan triste que…

Inuyasha respiro profundamente el aire y se lleno de la fragancia que lograba calmarlo, nada de lo que sucedía tenía sentido, la esencia que llevaba días percibiendo parecía provenir de Kagome, miro a la muchacha en frente, quien se friccionaba un brazo, como si sintiera frío, una certeza creció en interior de él comprendiendo con el alma, mas no aún con la razón, que era a ella a quién esperaba, llenándolo de pronto de una esperanza que había perdido.

Tranquila… fue mi culpa…- respondió ante las palabras aún sin terminar de Kagome, mas por cortesía que por que en realidad sintiera culpabilidad, lo cierto es que deseoso le habría arrebatado un beso, pues sus labios prendidos por la agitación se lo estaban suplicando.

Ella solo hizo un gesto afirmativo, y le dio la espalda con lentitud, alejándose y dejando en él una nueva sensación de esperanza, la esperanza de haber encontrado, quizás, a la persona correcta a quien entregarle todos los sentimientos que le comprimían el alma, por una muchacha que él bien sabía, era su complemento, su otra mitad, pero que ya no podría tener, sin embargo, aún desconocía que de modo aún involuntario, su alma gemela, vino a reclamar lo que siempre había sido suyo.

Estaba nuevamente en su habitación, intentando conciliar el sueño, cuestionándose el por qué se sentía tan llena, de este antiguo amor, de hecho ella en su condición celestial, era un ser, completamente colmado de amor, amaba a todo y a todos, era un solo sentimiento inmenso enseñado por el Padre, pero desde que llegó a cumplir con la tarea encomendada, comenzó a reencontrarse con todos estos sentimientos dirigidos únicamente a Inuyasha, solo que ya no era una niña…pero tampoco una humana…y de pronto la sensación de la respiración de él, tan cerca de su rostro volvió, clara como si estuviera sucediendo y humedeció sus labios…Oh Dios, tal vez estaba quebrantando alguna regla divina, lo sabía, pero deseaba ese beso…y entonces lagrimas cayeron desde sus ojos, hundió la cabeza en la almohada, sollozando silenciosamente hasta que se durmió.

A la mañana siguiente, un rayo de sol que se filtraba por entre la cortina la despertó, no sabía como era que había dormido tanto, ya debían de pasar las nueve y estaba descuidando su tarea, salió hasta la sala y vio la puerta del cuarto contiguo cerrada y una nota colgada en ella…

"Kagome… me levanté con ánimos de trabajar, todo esta a tu disposición vuelvo en la tarde, sobre la mesa esta tu copia de llave…nos vemos…Inuyasha".

La muchacha miro la nota con detención, era la misma letra que recordaba, quizás algo mas definida, por la seguridad de los años y su nombre escrito, como le gustaba ver su nombre plasmado por su caligrafía, la doblo en dos partes y se dirigió hasta la mesita de noche de su habitación para guardarla en el cajón, nuevamente salió hasta la sala y decidió comenzar con lo que había venido a hacer, estaba consciente de que podía utilizar encantos, pero resolvió seguir disfrutando su condición humana, la magia la dejaría para mantener la alerta en su protegido, de ese modo estaría cumpliendo con su misión, permanecería conectada emocionalmente a él, aunque no se encontraran en el mismo lugar.

El departamento estaba algo mas arreglado que cuando Kagome llegó la mañana anterior, de seguro Inuyasha había comprendido la mala impresión que podía causar, aunque no estaba muy clara en lo que habría hecho con toda aquella ropa tirada por todas partes. Una vez que recogió lo que utilizó en la cocina, pues se había encargado de dejar preparada una cena, hecha con manos de ángel, deseaba comprar algunas flores, para el jarrón de su habitación y alguno del resto de la casa, en una tienda que había en el primer piso, pero antes de llegar a la puerta, el timbre sonó, era el personal de la Empresa de Eventos, venían al fin a retirar los paquetes que obstaculizaban la sala, ella ya lo sabía, pero Inuyasha se lo dijo el día anterior, obviamente desconociendo el hecho, los dejo entrar y permaneció ahí observando como retiraban uno a uno, los obsequios, incluyendo aquel enorme que como anteriormente, ahora también le producía temor, pero cuando tomaron aquella hermosa cajita con cintas de tela celestes y azules, les pidió que lo dejaran junto al otro, pues ya había tenido el capricho de que permaneciera el de Sesshomaru y su esposa.

Cuando al cabo de casi una hora desalojando los presentes de una boda frustrada por azares del destino, Kagome bajo hasta la florería, comenzó a oler el lugar, pues le recordaba demasiado al jardín en el cual habitaba hasta que bajo nuevamente a Gaia, un sin fin de colores, rosas, blancos, amarillos, violetas, tantos y de tan diversas combinaciones, que hacían demasiado difícil escoger alguna y de pronto un señor se le acerco y le pregunto amablemente, cual de aquellos hermosos arreglos, le recomendaba para llevarle a su esposa en su aniversario numero treinta, por alguna razón el hombre la confundió con parte del personal del lugar, ella solo se limitó a extender su mano y tomar de entre todos ellos, un maravilloso canastillo variado, el que luego le indico que cancelara dentro de la tienda, el administrador observó toda la situación con bastante agrado, por lo que rato mas tarde estaba la muchacha, atendiendo alegremente a un sin fin de personas que se sentían extrañamente atraídas por su calidez y buen trato.

Acercó la llave hasta le cerradura, con la dorada mirada fija en su mano, sentía temor, quizás de haber sido víctima de algún sueño, tal vez al abrir la puerta no encontraría nada ni a nadie, miro el tímido grupo de lavandas que llevaba en sus manos, comprados justamente en la tienda de la entrada a de su edificio, y cerró sus ojos, tomando el valor para abrir la puerta. Cuando finalmente lo hizo, sintió por primera vez en el lugar, aquella sensación que busco por tanto tiempo, había llegado a su hogar, lo primero que noto, fue que la sala estaba perfectamente ordenada, incluso sobre los sillones halló unos cojines que pensó haber extraviado en algún sitio del departamento, un suave pero inconfundible olor a comida caliente llegó hasta él, no era que trajera demasiado apetito, pero que bien se sentía llegar a casa así, además ya no estaban esos fastidiosos paquetes obstaculizándolo todo, aunque notó que de todas maneras aún habían dos en aquel sitio.

Se aproximó hasta la cocina, que tenía la luz encendida, ya que la claridad natural del día iba poco a poco abandonando el lugar, Kagome lo escucho abrir la puerta, pero no sabía muy bien como recibirlo, prefirió continuar con su labor, ya que aún faltaba un pequeño detalle para que la cena estuviera completa. Antes de irse a comprar las flores para su jarrón, lo que termino por brindarle un trabajo que le encantó desde que el administrador de la pequeña tienda se lo propuso, el contacto con las personas y sus buenos deseos al venir a comprar algún presente para un ser querido, le encantó, solo que impuso su horario de salida, pues deseaba estar en casa cuando Inuyasha llegara… en casa… sonaba particular, pero le agradaba, sintió la mirada tras de sí, se moría por mirar aquellos ojos dorados, pero a la vez, tenía pánico de perderse en ellos.

Inuyasha en tanto, la observaba desde el umbral de aquel lugar del departamento, sin saberlo, el lugar en donde ella llegó nuevamente a su vida, aún llevaba las flores en la mano, la corbata del traje a medio anudar, era habitual en él, pues no soportaba demasiado las ropas formales, Kagome usando un vestido de tela visiblemente suave, y un delantal de cocina sobre su pecho y amarrado a la cintura, todavía sin observarlo, ¿acaso no había notado su presencia?...pero antes de recibir de si mismo una respuesta, ella se volteo, con una fuente de ensalada entre las manos una delicada sonrisa en el rostro y un sonrojo evidente, que Inuyasha recibió como un golpe a su memoria, aquel tono rosa que lo cautivaba.

Esta lista la cena…- dijo algo divertida, dejando lo que llevaba en las manos sobre la mesita de diario que había preparado para los dos, intentando disimular el nerviosismo que le producía el hombre frente a ella… por Dios… cómo pretendía vivir así.

No debiste…- respondió él, recordando que traía algo para ella -… traje esto para ti…- extendió su manos con el ramo de lavandas -… no sabía cuales…

Oh lavandas me fascinan…- no alcanzó a terminar la frase, cuando estuvo seguro que la elección había sido correcta, sonrió sinceramente al ver los ojos de la muchacha destellar de alegría ante el detalle.

Se acomodaron a cenar, cuando el sol caía, Kagome se había quitado ya el delantal y le contaba cómo sin esperarlo, había hallado un empleo, Inuyasha probaba, poco a poco el alimento preparado que tenía un agradable sabor, pero su atención estaba por completo en contemplar como ella le hablaba, con emoción del simple oficio de complacer a un cliente en busca de algún regalo.

Y finalmente, ¿compraste flores para tu jarrón?...- preguntó acercándose un bocado, pensando en que tal ves su presente había llegado tarde.

No, pues al final me olvide de ello…- contó algo avergonzada por su omisión.

Cuando terminaron de cenar, Inuyasha insistió que él era quien debía dejar todo limpio, ya que ella en ningún caso venía a vivir aquí, para ser quien hiciera las labores.

Pero a mi me agrada…- objetó, con una voz, algo mimada.

No déjalo estoy acostumbrado a hacerlo solo – contestó, sintiéndose autosuficiente.

-A propósito me tome la libertad de sacar tu ropa sucia del armario y llevarla a la lavandería – dijo mientras salía de la cocina en dirección a la sala, la curiosidad no la dejaba, deseaba saber lo que contenían aquellos paquetes que aún permanecían en ésa habitación.

¿Toda?...- consultó con algo de rapidez

Si… toda…- respondió Kagome, con una risa divertida, marcando la palabra "toda", bien sabía que con ello se refería incluso a su ropa interior-… la traerán mañana…

Inuyasha se quedó en silencio solo con el sonido de la vajilla, delineando una suave sonrisa, pensando en lo bien que se sentía la convivencia con aquella mujer, que llego de la nada, a recordarle las cosas por las que deseaba vivir, después de momentos tan oscuros por los que había pasado, sin deseos de permanecer mas en este mundo sin el amor que se le trunco siete años antes, aunque no lograría jamás recordar aquello sin que la sombra de la tristeza se marcara en su mirada, quizás era aquello lo que le mostraba unos ojos nostálgicos cada mañana al mirarse en el espejo.

Cuando salió el hombre hasta la sala, se encontró con la muchacha sentada sobre la alfombra observando con detención el mejor lugar para deshacer la rosa de aquella cajita con cintas de tela, Inuyasha se apoyo del borde de la puerta, cruzando sus brazos y una de sus piernas contra la otra, con las mangas de su camisa recogidas un tanto, en una posición bastante varonil, ella en tanto, en este momento, que todo parecía en calma, podía mantener sus sentidos completos en ser una humana más, inquieta por saber finalmente el contenido de aquellos obsequios, era imposible no quedarse deslumbrado mirándola, cuando resultaba tan fina y tan hermosa.

¿Por qué no se llevaron estos dos?...- consultó, él había dado indicaciones de que se lo llevaran todo.

Bueno la verdad… yo insistí en dejarlos…- respondió con toda tranquilidad como quien sabe perfectamente lo que hace. Aún observando como desanudar la caja que tenía su atención.

Inuyasha arrugó un tanto en ceño, sentía que no habían nada malo en lo que la muchacha le decía, pero la lógica le hacía ver que ella se inmiscuía demasiado, pero antes de lograr objetar algo.

Mejor ven ayúdame a abrir este…- dijo Kagome con tanta naturalidad indicándole con la mano que se acercara hasta ella, que se incorporaba de una forma tan corriente a todo lo suyo, ante aquello la arruga que se formaba en su frente se desvaneció.

Mejor empecemos por éste…- contesto, acercándose al paquete más grande, el regalo de Sesshomaru y Rin y rasgando el papel de una forma bastante alegre, se encontró con una caja de madera bajo él.

Si…- dijo poniéndose de pie de inmediato para ayudar a terminar de quitar el envoltorio ayudando a Inuyasha, sus manos se encontraron en más de una oportunidad, dándose leves roces, los que a pesar de mantener su completa atención, prefirieron ignorar.

Cuando por fin pudieron abrir la caja, se encontraron con un majestuoso tronco de plata envejecida, al que había que ensamblarle los porta retratos del mismo material, para formar con ellos un gran árbol genealógico, encontrándose, con dos fotografías ya instaladas, las de Rin y Sesshomaru, era de gran altura, poco mas pequeño que el alto que tenía Inuyasha de pie, Kagome quedo asombrada ante tal regalo, sabía que en el fondo tenía cierto toque de herencia familiar, dejaron todo a un lado, junto con las piezas que lo completaban, y entonces la muchacha fijo la vista hacía el siguiente paquete, observando una vez mas, detenidamente el nudo de las cintas que aún no lograba descifrar, pero su acompañante quiso desprenderlas de un modo mas violento, por lo que Kagome lo detuvo, sosteniendo con firmeza su mano, lo que de inmediato le recordó a aquella sensación del día en que intento quitarse la vida con aquel cuchillo, de hecho a pesar del alcohol que llevaba en el cuerpo aquella noche, habría jurado que una mano lo sostuvo para que no terminara con la tarea auto impuesta, la mirada del hombre se fijo en ella, la que sin poder evitarlo, lo miro, recordando aquella misma escena, de pronto se sintió en total evidencia, pero sabía bien que él no podía sospechar nada, así que solo se limito a sonreírle y buscar por si misma la solución del amarre de aquel obsequio. Inuyasha por su parte tardo un poco mas en reaccionar, aún algo perplejo por el recuerdo.

Finalmente cuando estuvo al descubierto el contenido del obsequio que tanto la intrigaba, lo sacó al exterior.

Que hermoso…- exclamó mientras se lo pegaba al pecho, era una colcha, tejida completamente a mano, de un color marfil bastante elegante, había sido hecho por las manos de Sango, quien se esmero muchísimo por darle a Inuyasha algo especial, en ese momento comprendió el comentario de Miroku el día que lo vio por primera vez, "Ay Sango…de seguro a ella no le habría gustado", se refería a Kikyo y lo comprendió de inmediato, pues dada la frialdad que hasta hace poco había en aquel departamento, este tipo de muestras de afecto no iban con la personalidad de la ex novia de Inuyasha… y de pronto, cuando pensó en la ex novia, algo le oprimió el corazón… sorprendiéndola.

Los días comenzaron a pasar de igual forma, Kagome, cada día mas feliz en su nuevo trabajo, e Inuyasha cada vez mas comprometido con el suyo, sorprendiendo inclusive al mismo Miroku, quien no espero de su amigo un cambio tan radical, de hecho deseaba que mejorara, claro que si y estaba feliz de que así fuera y aunque el hombre de largos cabellos oscuros, no le había mencionado la razón, sabía bien que se trataba de la muchacha que habitaba en su departamento.

Cada noche el encuentro de las miradas era evitado, al igual que cualquier cercanía, aunque al compartir una misma habitación en ocasiones resultaba difícil no quedarse fijo en la femenina figura de la mujer, casi todo el tiempo Inuyasha sentía que el corazón se le iba a salir volando por la boca de lo fuerte que palpitaba, cuando pensaba que ya no soportaría mas si no le robaba un beso, pero luego, solo de verla conversar de el sin fin de personas con las que había tratado, de las compras del día, de cómo consiguió la receta de la cena del día, pues jamás hablaba del lugar del cual venía ni menos aún de su familia, él era feliz, pensaba incluso que le bastaría solo con su compañía día tras día,ya se le había convertido en el aire imprescindible para vivir, cautivándolo con su forma tan dulce de ser…¿ y si un día decidía irse?... sacudía su cabeza con violencia ante la sola idea, no quería ni pensarlo.

Ahí estaba Kagome, una vez mas intentando controlar los latidos fervientes de su corazón, cada vez que sentía como Inuyasha la miraba, si por ella fuera, lo apretaría en un enorme abrazo, pero la distancia que mantenían marcaba un límite que no se atrevía a romper, pues sentía que una vez que lo cruzara no tendría regreso, durante las noches le costaba demasiado dormir, cada día mas, anhelaba ir a donde él se encontraba y observarlo simplemente dormir, plácido, como lo hacía desde ya algunas noches, y finalmente el valor le faltaba, pues en su condición de ángel le era posible, pero no podía rozarlo, solo podía transmitirle sentimientos y estaba bien, pero aunque le costara aceptarlo, lo que deseaba iba mas allá.

Permanecía sentada aún a su lado, disfrutando de la taza de té que compartían luego de la cena, lo miro quizás pensando que era el momento adecuado para entregarle lo que había adquirido para él, in libro que pareció llamarla como un imán, lo tenía oculto bajo su falda, no se atrevía a entregárselo, aunque sabía que lo había comprado para él. Pero cuando lo hizo, su dorada mirada se quedo clavada en ella y una sonrisa se curvo en sus labios, se sentía feliz de verlo tan mejorado, su rostro había dejado de ser el de aquel hombre demacrado y ojerosos con el que se encontró, pero al notar aquello, no podía evitar pensar hasta cuando permitirían estar con él, no le habían dicho por cuanto vendría hasta Gaia, solo que su misión era rescatar aquella alma perdida, la de Inuyasha y en tantas ocasiones, deseo decírselo, contarle que era ella, su Kagome, que estaba de vuelta para cuidar de él, ¿pero por cuánto, no lo sabía y aunque en su interior le gritaba la verdad, sus labios permanecían sellados a fuerza de protegerlo, salvarlo una vez mas, de una nueva partida.

Te… traje esto, - balbuceo algo nerviosa, decidiendo finalmente entregarle el libro que la había llamado -… como siempre te veo leyendo…- su voz era suave y acariciante, pero sonaba algo asustada, ¿Por qué sentía miedo ante aquel obsequio?...presentía que había algo oculto en el que ella no lograba descifrar.

¿para mí?...- dijo algo incrédulo, pero enormemente feliz, quizás, después de todo si tenía alguna oportunidad de ser correspondido-… oh gracias, Kagome…

Miro la tapa del libro, la que tenía una imagen bastante especial, el horizonte coronado por las montañas y junto al atardecer un sobre el mismo cielo un sendero de nubes, delicadamente marcado, el titulo; "Mas allá de los Sueños"…

Continuará…

Les agradezco mucho a todos quienes han leído este fic, ya les he dicho que para mi es muy especial, ahora mi cabeza esta trabajando en otra idea, pero debo avanzar con esta historia y con "El resplandor de la venganza" que son los dos mas grandes, luego podré comenzar con el otro, como siempre digo, no debo descuidar a ninguno de mis hijos…

Besitos

Anyara