Capitulo VII

Mi vida junto a ti

Se encontraba en horas de la tarde, Inuyasha, sentado en la cafetería que quedaba frente al edificio al cual vivía, aunque ese no era el detalle de mayor importancia, éste era que la mesa que ocupaba estaba junto a un ventanal que daba directo a la tienda de flores que se encontraba en el primer piso del edificio en el cual habitaba, llevaba varios día ya llegando antes de la hora, el lugar tenía una entrada lateral solo a metros de su calle, la que le era bastante útil, para evitar que Kagome lo viera, ya que la principal estaba casi frente a la de su residencia, lo cierto es que el primer día en que llegó temprano y sabiendo que a la muchacha le agradaba estar en el departamento primero que él, decidió esperar tomándose un café, cuando observó el contenido de la taza, no pudo evitar ironizar en, cuánto había cambiado sus hábitos, ya que tiempo atrás era algún fuerte licor su única compañía. De pronto al levantar nuevamente la cabeza para contemplar, como Kagome atendía a cada una de las personas que llegaban a la tienda de flores, con una amable sonrisa, desde que llegaban hasta que partían felices con sus expectativas completas, se encontró nuevamente con la escena que llevaba días molestándolo, era un hombre de coleta, que venía cada día a comprar algún ramo de flores, conversaba alegremente con la muchacha y luego se iba, claro que en mas de una oportunidad Inuyasha lo sorprendió detenerse a metros de la tienda, observando a Kagome mientras armaba algunos arreglos, sentía que le hervía la sangre, tenía deseos de ir con ese estúpido y decirle que ella era suya, pero luego solo suspiraba volviendo a la realidad, la mujer solo compartía el departamento con él, aunque Inuyasha sabía bien que lo que deseaba era mas que eso, pero aún no encontraba el valor para proponérselo, cada vez que intentaba decir algo, ella parecía evadirlo y aquello ocasionaba que desistiera. Pero, a pesar de ello, no podía quitar la vista de aquel joven que en este momento sostenía una de las manos de Kagome entre las suyas, pero desde cuándo ella tenía esa clase de confianza con las personas que iban a comprar a la tienda en la que trabajaba, en ese momento ya no logró controlarse mas y dejando sobre la mesa el dinero suficiente para cancelar lo que había consumido, salió por la puerta principal de la cafetería, cruzando la calle con bastante suerte, pues no tuvo ni el mas mínimo cuidado al hacerlo, llego junto a ambos jóvenes y noto los ojos azules, del hombre que aún sostenía la mano de Kagome, Inuyasha traía los ojos que ardían en un dorado intenso, la muchacha solo atinó a recuperar sus dedos, tirando un poco de ellos, mientras observaba el rostro furibundo del hombre con el cual vivía, que apretaba con fuerza su mandíbula dándole un aspecto aún mas temible.

Inuyasha…- dijo algo confusa, en qué momento él había llegado hasta su lado, sabía que la mirada de él estaba lejos de ser la amable con la que se dirigía a ella, pero lo cierto es que ni siquiera la había mirado, solo observaba con fijación a su acompañante-…hola…¿llegaste antes?

Fijo sus ojos en ella al oír sus palabras, aquel, "llegaste antes", le sonó como a un "me descubriste", pero luego al mirar sus oscuros ojos desconcertados, comprendió que no había forma en que pudiera dudar de ella y la dura expresión de su rostro comenzó a cambiar, con solo mirarla, era idéntica a su ángel, por mas que luchara por no compararla y le producía las mismas sensaciones, hacía que su corazón galopara con solo verla cada día y que humedeciera sus labios en silencio, soñando con algún beso… pero de pronto la realidad lo trajo de vuelta, la voz del hombre que intentaba quitarle la atención de su Kagome, si porque aunque ella no lo supiera, él la consideraba suya.

Kagome…- dijo el hombre intentando controlar la ira que sentía contra el impertinente que con su presencia logro que la muchacha que desde tiempo captaba su atención, deslizara su mano, soltando el agarre que él le daba, deseaba invitarla a cenar, pero por lo visto había perdido la oportunidad de pedírselo, al menos por hoy-…mañana paso a saludarte nuevamente – concluyo manchándose, no sin antes oír una voz tras de él que lo obligo a girarse.

Probablemente mañana no la encuentres…- exclamó Inuyasha en un tono autoritario y desafiante, recibiendo como respuesta solo una mirada de igual calibre por parte del hombre.

Olvídalo Kouga…- intervino conciliadora la muchacha -… nos vemos.

Inuyasha solo sonrió levemente, después de aquella contienda, después de todo se había quedado con el "premio", aunque éste, no parecía muy contenta con su actitud.

No debiste ser tan grosero…- le reclamo con suavidad, pero con notorio reproche-…Kouga es mi amigo…

Creo que esta claro que quiere ser algo mas…- dijo desviando la vista, para observar la silueta ya lejana del aludido.

Tu también eres mi amigo…- respondió la mujer, tomando su mano con delicadeza, quizás intentando calmar los celos que sabía que el hombre frente a ella estaba sintiendo, no podía negar que la sola idea, le agradaba, pero también tenía muy claro que no podía surgir nada entre ellos, mas que una gran amistad.

Inuyasha se volteo cuando sintió la mano de ella atrapar la suya sus ojos marrones lo miraron con tanta sinceridad, que olvido una vez mas, por completo todo lo que le rodeaba.

Tengo un regalo para ti…- dijo casi sin pensarlo, era cierto, desde el día en que ella le trajo aquel libro, que aún no comenzaba a leer, lo había tomado en varias oportunidades, pero finalmente solo se quedaba analizando la imagen de la tapa, desde entonces deseaba hacerle un regalo, pero no sabía muy bien qué, solo esperaba que a Kagome le agradara, tanto como a él cuando lo vio en aquel escaparate.

Ya era casi de noche y Kagome se observaba en aquel espejo que finalmente un día llegó con un mensajero, era de Inuyasha, lo había comprado, según él, para completar la decoración de la habitación que ella ocupaba, pues ahí estaba frente a el, contemplando por última vez su figura, el vestido de color azul oscuro, casi tanto como su cabello, que días atrás le obsequiara el hombre que la esperaba en la sala, le quedaba perfecto, era una indumentaria formal, pero fresca, nada empaquetado, se miraba a través del espejo y se sentía feliz, jugó un poco con su cabello, antes de dejarlo ligeramente recogido por los costados y adornado con una delicada flor que combinaba muy bien con su atuendo, acompañaría a Inuyasha a una cena que efectuaba la Empresa en la cual trabajaba, como celebración de su aniversario, por lo que estaban invitados todos los funcionarios de ésta, también estaría ahí Sango y Miroku, ya había tenido oportunidad de cruzar un par de palabras con ellos, en alguna oportunidad, claro que nada muy extenso. Ya estaba lista, se volvió observar, con una sonrisa tan clara en los labios, pero de pronto una sensación de temor llegó, ya todo estaba bien, pronto enviarían por ella y entonces

Kagome…ya es hora- sintió como tocaban a la puerta y una varonil, pero suave voz sonaba tras de ella, pero sus palabras se quedaron sonando en sus oídos una y otra vez, "ya es hora", ¿no podía ser?... era un mensaje, ella lo sabía, eso sucedía cuando escuchabas con tu corazón, ...puso ambas manos sobre su pecho y respiro muy hondo, ahogando todo rastro de pesar en su rostro,… solo un poco más, se dijo, pero aquello era mas una súplica que otra cosa-…¿estas lista? – consultó nuevamente Inuyasha

Si…- respondió, esbozando su mas sincera sonrisa, mientras se dirigía hasta la puerta para abrirla -… lista – dijo en el momento en que enfrentaba a los ojos dorados de el hombre que la miraba casi con la boca abierta.

Estas…hermosa… - dijo con algo de dificultad, pues la imagen de la mujer frente a él, era capaz de enmudecer a cualquiera, se veía radiante, bellísima, al menos para sus ojos y estaba seguro que debería cuidar mucho de ella en la celebración, pues de segura mas de algún galán le saldría al paso.

Gracias…- respondió, sin poder evitar el sonrojo, le fascinaba oírlo decir cosas como esa, mas que por el significado real que tenían, por la forma en que salían de su boca -… Sango y Miroku deben estar esperando…- interrumpió los pensamientos de su acompañante.

Así fue como, luego de unas horas, la gala ya estaba en aquella parte en que ya los formalismos se habían efectuado y los invitados disfrutaban de ella se encontraban dos personas bailando hacía ya largos minutos, una vestía un traje de color rosa y el cabello tomado en una coleta que caía en infinitos rizos, el varón un traje formal y su inconfundible coleta, llevaban un paso lento en su baile y Kagome no se cansaba de mirar lo enamorados que se veían, pero entonces fue que sintió una voz junto a ella y la mano de Inuyasha tomar la suya, no podía aunque tampoco lo deseaba demasiado, apagar los sentimientos que le nacían al sentirlo así, tan cercano.

¿Bailemos?...- consultó con suavidad llevaba largos minutos observándola, los mismos que pasaban ya Sango y Miroku bailando, sentía que le sudaban las manos, de alguna manera deseaba pedirle que fuera su novia y que se quedara con él por siempre de ser posible, pero antes de atreverse a nada, venía hasta él recuerdo del amor en su corazón, sabía que Kagome, la Kagome de la que se enamoró siendo aún tan joven, no querría que estuviera debatiéndose en esta disyuntiva, pero las circunstancias eran tan confusas,… sin embargo algo en su interior lo atraía hasta esta mujer frente a él, vestida de forma casi angelical, haciéndose poseedora de toda su atención y no era que faltaran mujeres hermosas, pero ella le parecía la mayor de todas.

Kagome solo asintió y se puso de pie sosteniéndose de la mano del hombre que la aprisionaba con delicadeza, conduciéndola con aquel simple enlace hasta la pista de baile, Sango en ese momento le hizo un gesto a su esposo, para que observara lo bien que se veía la pareja que acababa de llegar, después de todo esa muchacha, que ahora vivía en el departamento de su amigo, le gustaba mas que esa Kikyo.

Inuyasha tomó por la cintura a la muchacha que evitaba mirarlo a los ojos y la acercó un poco hacía él evitando que el contacto fuera demasiado estrecho, pero lo suficiente como para sentir su calor, con la otra mano, aún enlazada a la de ella, mientras que Kagome, acomodaba sus dedos sosteniéndose del hombro del joven, enredando sin querer unas hebras de su largo cabello, con la mirada aún puesta en aquel hecho. Y comenzaron a moverse, con suavidad siguiendo los compases de la melodía que la orquesta interpretaba.

Era una situación exquisitamente tensa, pues ambos deseaban fundirse en los brazos del otro, pero se detenían por barreras invisibles, Inuyasha olía con insistencia el cabello de la muchacha, quién permanecía con los ojos cerrados, dejándose llevar, sintiendo como si bailara sobre las nubes, como si sus pies no tocaran el piso, embelesada por la suave melodía, sintiendo como él iba apretando aún mas el abrazo, sintiendo como se le escapaba inconscientemente el aire y de pronto sus emociones se liberaron a través de aquel perfume que por alguna razón desconocida, él había aprendido a amar.

Hueles tan bien…- le dijo el hombre, cerrando por un momento los ojos, mientras aspiraba aquel inigualable aroma a flor de cerezo.

Mmm…- respondió Kagome solo con un manso sonido, sin saber que mas decir, algo confundida por la certeza de las palabras de él.

¿Te quedarías conmigo?…-preguntó él, algo temeroso, pero embelesado al igual que ella, envueltos en la sensación de tenerse, mientras ella lo abrazaba un poco mas, apoyando la cabeza sobre su pecho.

Estoy contigo…- respondió con una voz, casi ida, como cuando te comienzas a sumergir en algún maravillosos sueño.

¿Por siempre?...- siguió consultando, necesitaba saber si ella comprendía su proposición, jamás pensó en que le sería tan simple preguntar aquello que llevaba semanas comiéndole las entrañas, pues cada vez que creía que lo iba a hacer, el estomago lo traicionaba y debía detenerse.

Kagome, lo estrechó un poco más, mientras le daba internamente una respuesta, pues ella sabía que deseaba estar junto a él por siempre, venir cada noche a acompañarlo y verlo solo dormir, con eso se conformaba, pero no podía permanecer a su lado, al menos no del modo que él deseaba.

Quisiera…- respondió, sintiendo un nudo enorme en la garganta, y las lagrimas a punto de caer de sus ojos.

Ya veo…- respondió Inuyasha con un dolido tono en la voz, no se había sentido tan vivo, desde que corría cada tarde para poder ver a su niña ensayando aquellas obras de teatro que tanto le gustaban a ella.-… ¿amas a alguien más?...- pregunto, mientras sentía como ella tomaba aire para su respuesta, soltando el enlace de sus manos y abrasándose a él con mas fuerza, esta vez, escondiendo el rostro en su pecho.

Algo así...- respondió Kagome, sintiendo como le dolían a ella sus palabras.

Debí saberlo…- decía él mientras sentía como ella comenzaba a sollozar, así que no pudo mas que abrazarla, posando la mano, del roto enlace, sobre su cabello, intentando decirle que todo estaba bien, después de todo lo menos que deseaba era que ella sufriera, aunque su propio corazón se estaba rompiendo.

No es fácil elegir…- continuó ella entre las lagrimas suaves -… solo sé que a ti también te amo…

Los días luego de aquella cena pasaban lentamente, él no volvió a tocar el tema pero sentía como ella estaba mas apagada que de costumbre, aquella alegría que siempre irradiaba era algo mas escasa, no podía evitar preocuparse, le parecía algo extraño en aquella confesión que le hiciera, si había alguien mas, en dónde estaba,… finalmente terminaba cada día con esos pensamientos, pero el que lo gobernaba finalmente era aquella frase…" solo sé que a ti también te amo…"… y sonreía al recordarla, pues la sintió en su alma, ella no mentía lo sabía bien así que solo esperaría.

Era demasiado difícil tomar una decisión, Kagome sabía que su mundo era algo completamente distinto a este, y seguía recibiendo mensajes, incluso de las personas que iban a comprar a la tienda de flores, el último fue un "tu debes elegir", lo sabía bien, aquella tarde oró mucho frente a aquella imagen de Jesús que tenía en su habitación, sabía que podía hacerlo en cualquier parte, que su Padre de todos modos la iba a escuchar, pero quiso que fuera ahí, la respuesta le había sido entregada, así que solo le quedaba hacer lo correcto.

Podía estar nuevamente entre los seres humanos, ser una de ellos, libre albedrío, le dijeron, pero si era para compartir su vida con otro humano, este debía aceptar la verdad, no era un proceso de solo uno, el amor incondicional y sublime, era el único que lograba el milagro y ese le debía ser entregado de parte de su ser amado, aquel ser especial por el cual ella abandonaba la eternidad.

Cuando él llegó esa tarde, algo mas temprano que de costumbre Kagome se encontraba preparando un pastel, quería sorprenderlo de un modo especial, ya que sabía bien que llevaba días comportándose extraña, y ahora que ya tenía la respuesta a sus preguntas, deseaba hacerlo feliz… sería probablemente difícil decirle toda la verdad, y de hecho aún no pensaba en el modo de hacerlo. Al sentir la puerta, se lamentó por no tener todo listo aún, pero lo cierto es que eso era algo irrelevante.

¿Qué preparas?...- consultó intentando parecer distraído, mientras se acercaba a la mesa que se encontraba en el centro de la cocina, sobre la cual ella tenía una serie de implementos, entre los que se encontraban algunos huevos que no utilizó, la bolsa de la harina, aún abierta y algunas esencias.

Un pastel…- respondió orgullosa, alzando la mirada, para posarla de un modo que él notó inmediatamente diferente al que llevaba días usando, otra vez se mostraba alegre, pero no fue solo aquello lo que a Inuyasha le arrancó una carcajada - … pero de qué te ríes…

Te... ves demasiado graciosa – respondía entre risas, indicando el rostro de la muchacha que llevaba varías marcas de harina en el – tienes harina en la nariz…

A si…- dijo Kagome, mientras tomaba un poco de la harina que permanecía aún en la bolsa y se la arrojo a la cara al hombre que no dejaba de reír, pero que enseguida comenzó a toser medio ahogado por el blanco polvo y ahora la risa se había cambiado a los labios de ella.

De este modo comenzó una batalla campal alrededor de la mesa de la cocina, el la cual dos jóvenes olvidaron sus penas y sus desencuentros, jugando como dos niños, lanzándose una serie de objetos, que bien podrían haber sido los mejores ingredientes, para un pastel que jamás fue terminado.

Él intentaba atraparla y ella huía con facilidad, pero ya llevaban varios minutos en aquella labor, por lo que el cansancio era evidente, la persecución acompañada de las risas, los tenían exhaustos, y fue entonces que Kagome falló, pues Inuyasha la alcanzó, extendiendo sus brazos, y tomándola por la cintura, hasta apresarla contra su cuerpo, el juego había terminado, con un visible ganador, entre las risas que fueron cesando poco a poco.

Mantenía el cuerpo de la muchacha aprisionado contra el suyo, la diminuta espalda de ella, contra su fuerte pecho, agitados y respirando con algo de dificultad, intentando calmar su conmoción, pero sin contar con que una nueva se iba apoderando de los dos, la que era provocada por la cercanía, Kagome sentía como el hombre respiraba con urgencia, pero con suavidad, moviendo con delicadeza las hebras de su cabello algo desordenado y claro, sucio, el aire que salía por sus labios golpeaba tan cerca de su oído que le erizaba la piel aprisionó un poco las manos que él en este momento tenía entre su estómago y su vientre, sentía unas ansias enormes de voltearse y besarlo, solo que esta vez no sería como la anterior, su decisión ya estaba tomada, pero prefería esperar, había mucho que debía decir antes y si lo besaba estaba segura de que ya no podría detenerse. Inuyasha, por su parte, no podía dejar de sentir aquella cercanía como algo que deseaba, el pálido cuello, dispuesto para sus besos, la estrecha cintura entre sus brazos, anhelaba demasiado encerrarla y no dejarla ir jamás, pero él no haría nada para dañarla, pues bien sabía que lo que quería era fundirse con ella, amarla con todo su ser, pero por el momento, solo se limitaba a llenarse del embriagante aroma que una vez mas comenzaba a llenar toda la habitación, era algo que le resultaba tan particular, pero que le fascinaba, no quería romper aquel abrazo, pero no se atrevía a hacer de el, algo mas intenso, aunque su corazón estaba latiendo demasiado rápido, y sus instintos comenzaban a hacerse visibles, así que prefirió soltarla con delicadeza y cuando ella se giro para mirarlo, él simplemente le sonrió.

Hay que limpiar todo esto…- le dijo agitado aún, sosteniendo todavía su cintura, algo mas alejado.

Si…- respondió con igual agitación, con sus manos sobre las de él.

Continuara…

Aquí les va un capítulo más, espero que lo hayan disfrutado y que dejen sus opiniones, gracias… las notas de autor no son mi fuerte

Besitos

Anyara