Capítulo VIII
El vuelo del ángel
La cocina estaba nuevamente en orden, luego del juego que se apoderó de ellos, dejándolos exhaustos, la noche ya había caído, dejar todo en orden, no resultó ser tarea fácil, Kagome permanecía sentada en el amplio sillón de la sala, luego de haber sido la primera en darse un baño, intentando secar con una toalla su cabello, pero sin mucho suerte, ya que la abundante melena aún se mantenía muy húmeda, la noche ya estaba algo fresca, pues la estación los estaba abandonando, así que se dirigió con cautela hasta la puerta del baño, mientras que Inuyasha se escuchaba en la ducha, pero no se atrevió a preguntar aún, quería usar un secador para el cabello, así que solo se quedó esperando fuera de la puerta, apoyando la espalda en la pared, vestida con ropa de dormir, como no contaba con ropa mas abrigadora, su compañero de vivienda le había proporcionado una camisa de pijama que le quedaba varios centímetros sobre las rodillas, de color celeste, la que traía con las mangas algo recogidas o de lo contrario sus manos se perdían dentro de ellas.
La puerta finalmente se abrió, dando paso a un joven que se veía bastante atractivo, quién ya traía puesto el pantalón de su pijama, que era de color oscuro, azul tal ves, el pecho descubierto, la cabeza algo inclinada, ya que intentaba secarse algo el cabello, cerrando con su mano la toalla atrapando las hebras con ella. La observó algo extrañado, estaba tan hermosa con aquella ropa improvisada, intentaba mantener la mirada en algún sitio neutral, mientras Kagome aún permanecía esperando por él, sonriendo con suavidad cuando lo vio aparecer.
¿Tendrás un secador para el cabello?...- consultó la muchacha distraídamente, sin prestar atención a la mirada algo confusa que Inuyasha le dio por un segundo.
Si… claro…- respondió ya un poco mas centrado el hombre, retirando la toalla de su cabello, lo que permitió que se escaparan algunas gotas de agua de el -… en mi habitación…- dijo indicando el lugar, ella solo lo siguió.
Había estado en esa parte del departamento en incontables oportunidades, pero siempre sola, ordenando un poco el cuarto, dejando entrar en el la luz del día, pero en esta oportunidad era diferente, estaba junto a él, quien camino hasta el armario y tomó de lo alto una pequeña caja, la que extendió hasta las manos de la muchacha amablemente, ella observaba como las oscuras hebras del cabello de Inuyasha destilaban aún liquido y concluyó que él necesitaba del secado mas que ella, de hecho, podía enfermar si continuaba en aquellas condiciones.
¿Me dejarías secar tu cabello?…- preguntó algo tímida, sobre todo luego que él se le quedó mirando algo vago por su proposición.
Inuyasha solo asintió, sentándose en el borde de la cama, mientras ella intentaba encontrar la mejor posición para tomar su cabello y secarlo, él tomó el cable para conectarlo en un lugar cercano, con suerte de que éste era bastante largo. Kagome se arrodillo tras del hombre y puso en funcionamiento el aparato, al menos para quitar la mayor cantidad de agua posible.
El silencio entre ambos, se hizo presente, solo el sonido del secador era lo que había en la habitación, ella tomaba porciones de cabello y lo movía con suavidad, hasta que este parecía mas seco, mientras que Inuyasha se mantenía calmo, sin movimiento alguno, disfrutando de las delicadas caricias que recibía, cerrando sus ojos y percibiendo a la perfección. Así fue como permanecieron por varios minutos, cuando al fin ella apagó el sonido del artefacto en sus manos y se lo entregó al hombre, quien lo acerco hasta la mesita de noche, volviendo a su lugar.
¿Haz sabido algo de Sango y Miroku?...- consultó la muchacha tímidamente
Hoy vi a Miroku – respondió con calma, cerrando los ojos mientras sentía las manos de Kagome entre su cabello - …me comentó algo de una visita al médico con Sango – el tema del deseo de sus amigos de ser padres era algo que ambos ya habían conversado en alguna oportunidad.
Lo sabía…- dijo la joven, más para sí misma que para su acompañante – serán premiados…
¿Por qué lo dices?...- preguntó Inuyasha algo curioso por el comentario de ella.
No por nada…-respondió restando importancia a su palabras, formulando una nueva pregunta que cambio por completo el rumbo de la situación - ¿Puedo cepillarlo?...- fue la siguiente consulta por parte de la mujer.
Me encantaría…- respondió dócilmente, percatándose de la sinceridad de sus palabras, claro que quería que lo hiciera, el sentir sus manos tomando, poco a poco las hebras de su cabello, lo relajaba muchísimo, no recordaba desde cuando que no le daba a su cabello un buen cuidado, de hecho le sorprendía poder aún mantenerlo largo.
Kagome se puso de pie, deslizándose por un costado de la cama, y dirigiéndose a su habitación por un cepillo de los que ella utilizaba, sin dejar de ser observada por los ojos dorados del hombre, al regresar, retomó su posición inicial, arrodillándose, tras él, esta vez, erguida para poder tomar el cabello de Inuyasha con el cepillo desde arriba.
Tus manos son muy suaves…- le dijo el hombre en un tono de voz algo adormilado, dócil y relajado, provocando en ella un sonrojo que él no pudo percibir.
Gracias…- se limitó a responder con un hilo de voz, que en este caso Inuyasha si pudo captar, pero sobre el cual no reaccionó.
Me gustan tus caricias…- continuó, como si estuviera hablando para si mismo, más que para ella, como si estuviera perdido en alguna clase de sueño.
Y antes de que ella lograra contestar nada, él tomó la mano que Kagome acababa de poner en el cabello, bajo su nuca, para continuar con su labor, tirando con suavidad de ella para llevarla hasta sus labios, y depositando un beso, con los ojos cerrados, una caricia suave y profunda que logro estremecerla, para luego de aquello, pasar a otro y otro beso mas en la misma porción de piel, era algo extraño, pero podía sentir el amor que él intentaba traspasarle a través de ese roce, se enmudeció sin saber que decirle o hacer, solo esperando lo que seguía.
Kagome…- fue lo que le oyó musitar entre los besos a su piel, y de pronto, la caricia comenzaba a extenderse hacia su brazo, mientras Inuyasha comenzaba a girar en su lugar, para quedar casi frente a la muchacha, con los labios listos para besar su cuello, aún con los ojos cerrados, respirando sobre su piel, quizás esperando una señal, para seguir, ella sentía como si el corazón le volara en el pecho, con un descontrolado latir, el tenerlo así de cerca le hacía florecer una serie de sensaciones que había estado inmovilizando durante este tiempo en su forma humana, pero ya no más.
Soltó el cepillo que todavía mantenía en su mano derecha, para luego acercar esta hasta el cabello recién ordenado y entrelazando sus dedos en el, logró que Inuyasha la mirara con los ojos a medio abrir, y la boca entreabierta, expulsando a intervalos el aire que salía de ellos como una suave brisa, seguramente tan extasiado como ella. Y fue entonces que tomó aquel beso, abriéndose paso con sus inexpertos labios, por entre los de él, probablemente guiada por el sentimiento más que por otra cosa, sabía que antes de dejar que sus cuerpos se fundieran amándose, debía decirle todo, hablarle de lo que era, y de cuánto lo amaba, era algo inevitable… pero por ahora solo quería probar de un modo mas tangible, su amor.
Sintió como poco a poco, el beso le fue siendo devuelto, mientras que Inuyasha comenzaba a convertirse en dueño de la situación, abrazando con sus labios los de Kagome, envolviéndolos con su humedad mientras la iba recostando y en instantes estaba siendo aprisionada entre la cama y el fuerte cuerpo de su amado, sentía como él la iba besando con fuego en los labios, aún con su mano atrapada en la de él, solo que en esta ocasión contra la blanca colcha, se sentía agitada y moribunda, era como si aquella simple caricia fuera capaz de extirparle la vida, revolucionando todo en su interior.
La tenía atrapada, pero ella lejos de resistirse a sus caricias, las respondía lo mejor posible,… cuánto soñó con tenerla entre sus brazos de este modo,… cada vez que se sentaban horas enteras a contemplar el cielo desde la terraza, la tenía ahí junto a él y sus besos le quemaban en la boca, quería besarla y tocarla infinitamente, como desde hace tanto tiempo,… cómo desde hace tantos años… y de pronto aquel solo pensamiento lo espantó, rompió el beso de forma abrupta, y sin mirarla a los ojos se volvió a sentar en el borde de la cama, sosteniendo la cabeza entre sus manos, dejándola ahí, recostada, agitada y confusa. Y entonces Kagome se volvió a arrodillar tras de él, como lo hizo mientras cepillaba su cabello, pero esta vez cuidando de no dejar espacio entre ellos, poniendo ambas manos sobre los hombros de Inuyasha, indicándole que seguía ahí.
Cómo te puedo amar...- dijo visiblemente apesadumbrado, moviendo levemente la cabeza de un lado a otro, mientras ella mantenía el abrazo -… si no sé si es a ti a quién amo…- concluyó sintiéndose demasiado confuso, esta mujer le había devuelto la ilusión y reencontrado en él el amor mas grande que poseyó, pero seguía sintiendo en el alma que era su Kagome, la niña de la que se enamoró y el recuerdo que jamás logró dejar de amar, pero la lógica le hablaba de un imposible.
Shhh…- silenció ella con toda calma, sabiendo el conflicto que se gestaba en el interior del alma de Inuyasha -…tranquilo…
No me pidas que este tranquilo si…- intentó continuar, pero entonces ella lo abrazó aún más fuerte y acercó sus labios hasta su oído.
Estoy aquí… - le dijo, los brazos que lo rodeaban con tanto amor, él ya los había sentido, tenía un recuerdo vagó de ellos, entre el licor y sus ansias de abandonar la vida, logrando captar su atención ya que el sonido de las palabras de ella, fueron casi como un susurro traído por la brisa, una suave caricia para sus sentidos, y aquel enigmático aroma llegó hasta él -…solo escucha a tu corazón...
Pero es que…- no logró decir más, ya que fue silenciado por la voz delicada de Kagome, que comenzó a susurrar, algo para él, demasiado familiar-
Que callado se queda todo mi dolor, cuando el alma parece mirar asombrada, en algún rincón de mi habitación, tu esbelta figura, te he perdido, estas ausente de mi, cuando camino por el sendero de mi angustia y la palabra perdón me despedaza…- hizo una pequeña pausa, para agregar -… estoy aquí…
Inuyasha escuchó cada palabra salida de la boca de la muchacha, sin poder creerlo, era lo que él le había escrito a Kagome cuando ella murió… las palabras que le había leído en su tumba… su despedida, que grabó en un papel que luego de eso había quemado. Y de pronto una extraña sensación tras de él, como si una suave brisa se apoderara de todo el lugar, se puso de pie y se volteo, soltando el abrazo de la joven, cuando se giro no pudo mas que abrir enormemente sus ojos y retrocedió hasta dar con la pared en la espalda, sin lograr mantenerse en pie, se sentó sobre la alfombra, demasiado pasmado, al ver como a ella le comenzaban a salir desde la espalda… unas hermosas alas… mas maravillosas que cualquier cosa que él hubiera visto, desplegadas a lo ancho de la habitación casi transparentes, daba la sensación que si las tocabas se desharían con el solo contacto de los dedos… ¿pero sería acaso esto una realidad?... o todo lo que vivió junto a esta mujer tan parecida a su Kagome, ¿no sería mas que una alucinación?...cerró los ojos esperando que la visión frente a él desapareciera, demasiado incrédulo para pensar que esto era verdad, no podía creer en ángeles… pero cuando abrió los ojos, se encontró sin mas frente a uno y la habitación impregnada al aroma de la flor de cerezo.
Inuyasha…- otra vez aquella suave voz que parecía un cantó, mas que simples palabras -… no me temas mi amor…he venido a protegerte – suplicaba sin ser oída –… mi decisión fue tomada, debías saberlo… para poder quedarme junto a ti…
Quién eres,…no se quién eres…- decía mientras continuaba observando al ser frente a él, sin poder comprender lo que estaba sucediendo, demasiado convencido que aquello no podía ser más que una alucinación.
Soy yo, tu Kagome… tu niña,…tu amor…- pero sus palabras no parecían tener efecto en el hombre, el solo negaba con levedad.
No… dijo abruptamente, casi en un grito,-… ella murió… no está aquí…- insistía – tu nunca serás ella…- concluyó con una voz tan fuerte, que ni él mismo se reconoció, cerrando los ojos y con la cabeza agachas.
La voz de ella se silenció y la brisa comenzó a cesar, al igual que la fragancia que caracterizaba a la muchacha, abrió lentamente los ojos, solo para encontrarse frente a la soledad de su habitación, se apoyó nuevamente la cabeza con las manos y se quedó en aquel lugar desconcertado, comprendiendo en ese momento el por qué de tantas situaciones, pero sin poder aún unir sus sentimientos con su razón… ¿cómo era posible que le pidiera creer en algo tan insensato?...
Llevaba varios días de soledad había intentado obviar todo lo sucedido y atribuírselo a alguna confusión, pero le resultaba cada vez mas difícil, añoraba mucho de lo vivido, las sonrisas de la muchacha, a la que evitaba nombrar, incluso en su mente, pues aún no lograba darle un nombre, su preocupada espera, las largas conversaciones que tenían junto a un té… su aroma…
Puso la llave nuevamente en la puerta antes de entrar, sintiendo por primera vez, desde que ella había llegado a su vida, un vacío nacer de dentro de su alma, sabía muy bien que una vez más no estaría en el departamento, llevaba demasiados días sin ella y aunque aún mantenía una ardua batalla con su lógica, de cierto modo odiaba sentirse solo, se sentó en el balcón nuevamente con aquella copa que hacía tanto que no tomaba y una botella de whiski aún cerrada, se frotaba la frente con el vaso intentando quizás pensar, preguntarse si la volvería a sentir, aunque solo fuera en espíritu, pero nada le indicaba, si se encontraba ahí.
Kagome primero prefirió dejar su labor y volver como se lo habían pedido inicialmente, pero no podía dejar a Inuyasha, se sentía tan ligada a él, que permanecía horas en el departamento vacío, solo que en esta ocasión lo hacía en su forma etérea, sin alterar en lo absoluto nada, solo recorría el lugar una y otra vez evocando los recuerdos que tenía del tiempo juntos, observándolo mientras paseaba en silencio, preparar su alimento, tal y como lo hacía ella para esperarlo, dormir… y cuando lo hacía deseaba recostarse junto a él y no separarse jamás, pero se sentía demasiado culpable, y a la vez, dolida, no debió pensar en que le comprendería, no debió enfrentarlo a un mundo que él no lograría entender y ahora estaba ahí, de nuevo con una copa en la mano, le lastimaba el alma al sentir su confusión… ya no podía más, no estaba segura de cual sería su destino,… un ángel perdido por el amor de un humano que no la quiere junto a él…esa noche, finalmente, decidió partir…
En conclusión la copa jamás se llenó, la botella de licor, nunca fue abierta, solo se quedó por un largo tiempo en el mismo lugar, haciendo lo posible por unificar sus sentimientos con su lógica y recordó aquel libro que ella le dio y que no llegó a leer. Se sentó en la alfombra de la sala, en el lugar que ella había adoptado para conversar con él y se quedó nuevamente observando por largo tiempo la tapa de aquel texto, por alguna razón aquella ilustración lo atrapaba, leyó por incontables horas, aquello que parecía una especie de Biblia hecha para graficar los mundos que habitan a nuestro alrededor y que no logramos percibir a causa de nuestra constante lucha por vivir solo de lo material, olvidando que es el espíritu el que alimenta nuestra existencia, intentando comprender, apoyado en alguna clase de Teología que por error tomó en la Universidad, recordando en forma fugaz, la forma en que por una equivocación al entrar en el salón del maestro Myoga, tuvo que oír su teoría del Paraíso y el Infierno, a pesar de que llevaba bastante tiempo peleado con sus creencias religiosas y le resultaba complejo entender que el ser enviado para protegerlo, abandonaba todo solo por estar con él, el amor inmenso que se albergaba en el alma de un ángel y el papel que él jugaba en todo esto, su decisión estaba tomada, Kagome se lo había dicho y entonces la luz del alba le mostró que un nuevo día se hacía presente, quizás como el augurio de un nuevo futuro.
Una sonrisa lacónica se dibujo en sus labios, al comprender que de alguna manera siempre tuvo un consuelo al pensar en que el alma de la niña de la que se enamoró, habitara un mundo maravilloso libre del sufrimiento que él llevaba por no tenerla, pero a pesar de ello, aún había algo que no le permitía tener la fe que necesitaba, para creer totalmente en esta situación tan fuera de cualquier contexto que él manejara.
Inuyasha durmió un par de horas, para salir nuevamente a su trabajo, bastante desanimado, debido a la falta de consenso dentro de sí, al llegar a la oficina revisó algunos papeles sin prestar la importancia necesaria a ninguno de ellos, era una suerte que no estuviera en medio de algún juicio o de lo contrario no contaría con la concentración necesaria para enfrentarlo, su mente solo divagaba entre el recuerdo del último tiempo y la imagen casi surrealista de un ángel sobre su cama, con aquellas asombrosas alas extendidas… era definitivamente una ensoñación…pero de pronto el sonido de dos golpes en la puerta de la habitación, lo trajeron de vuelta.
Adelante. – exclamó con cortesía, mientras observaba una figura conocida entrar al lugar.
Hola amigo – saludó Miroku con una visible alegría en el rostro - ¿tienes un minuto?
Claro, pasa – respondió Inuyasha intrigado por el brillo que traía en los ojos el hombre, quien de inmediato se acerco a la silla que se encontraba al lado contrario del de Inuyasha y dejo salir de un golpe el motivo de su dicha.
-Inuyasha, Sango esta embarazada…- dijo en un tono muy apacible, con los brazos apoyados en el borde del escritorio, mirando la reacción de su amigo, el que no lograba salir de su asombro, respondiendo ante la noticia, con algo que Miroku no logró comprender.
Ella lo sabía…- fue lo que el hombre indicó, ante las palabras de su amigo, recordando a la perfección lo dicho por la muchacha con la que compartía su hogar, días antes.
Quién…- preguntó algo curioso su acompañante.
Kagome…-respondió, demasiado sorprendido
Esa muchacha es especial – señaló Miroku, haciendo una pausa – ¿sabías que ella llegó al departamento el mismo día en que llamé para poner el aviso en el periódico? – Inuyasha solo escuchaba las palabras de su amigo, sin lograr emitir un juicio al respecto - … no te preguntaste jamás ¿por qué no hubieron mas interesados en el alquiler?
Realmente jamás se lo preguntó, pero de pronto aquellas simples preguntas que le hacía el hombre frente a él hallaron una respuesta en su interior, algo que probablemente sería muy difícil que alguien que se considerara en sus cabales podría considerar, pero en cuestión de segundos llegó a él la certeza que estaba buscando, la fe que necesitaba para creer en un mundo mas allá de lo tangible un mundo sublime en el que ella se hallaba, un mundo, más allá de los sueños. Horas más tarde se dirigía nuevamente a su departamento, solo que el regreso, tenía una parada hacía la cual no iba desde hacía muchísimo tiempo.
Cuando llegó al lugar, solo restaban algunos minutos, para que este fuera cerrado al público, compró algunas flores antes de ingresar y camino por los jardines silenciosos, una sensación de paz inmensa era la que llenaba el lugar, aún habían algunas personas sentadas admirando el paisaje, o tal ves elevando alguna oración al cielo, que esta vez le parecía mas claro y transparente, hacía mucho que no miraba a las alturas indagando del modo que lo hacía hoy, las nubes danzaban, no eran escasas y a lo lejos se divisaban muchas más, examinaba con ahínco, quizás esperando que le devolvieran lo que venía a buscar.
En el momento en que llegó hasta el sitio al que se dirigía, se sentó en una banca del lugar que parecía un enorme y hermoso parque, miró a su alrededor y pudo ver en algunos lugares a otras personas sentadas al igual que él, frente a la tumba de algún ser amado.
Hola Kagome…- dijo mientras enfrentaba la lápida que tenía delante, esbozando una forzada sonrisa – es extraño venir a visitarte ahora…- decía mientras bajaba la mirada aún con las flores entre sus manos -… te traje lavandas, dijiste que te gustaban…- seguía observando el ramo que traía, mientras encontraba en su interior la fuerza para decir lo que llevaba dentro -… ha sido difícil estar sin ti,…vivir cada día sin tenerte, durante estos años, llevándote en el alma…- hacía pequeñas pausas, como intentando ordenar sus palabras-…y de pronto descubrir esta verdad…- en ese momento volvió a mirar a la loza en la cual aparecía el nombre de ella, Kagome -…una verdad que estoy viviendo, con una convicción enorme en el corazón…
El viento comenzaba a soplar con un poco más de brío, las nubes en el cielo empezaban a cerrarse, la pausa en este momento se hizo algo mas extensa, tomó aire suficiente, se puso luego de pie y se inclinó sobre la lápida, dejando el ella, las flores que traía.
Bueno… solo espero, que aún quieras estar junto a mí…- diciendo aquello, metió sus manos en los bolsillos del pantalón y sonriendo con un dejo de melancolía se dio la vuelta y se fue.
Entró en el departamento e inmediatamente fue alertado por un exquisito y añorado aroma que le resultaba inconfundible, logró que su corazón galopara dentro de su pecho levantó la mirada, para encontrarse con la figura delicada de ella que permanecía de pie junto al ventanal del balcón, vestida con una indumentaria de una delicada tela, delgada y liviana como la gasa, y visiblemente suave como la seda, de un ligero color azulado, el atavío era cruzado sobre el pecho, por un cordón de un tono algo mas oscuro que el resto, semejante a las vestimentas griegas, el cabello cayendo suelto por su espalda casi hasta la cintura en infinitos rizos, tan perfectamente definidos que parecía como si acabaran de peinárselos, la piel mantenía un fino brillo, ante la luz tenue que aún entraba por la ventana, apagándose poco a poco y entonces lo miró, sabiendo desde hacía algunos segundos que se encontraba ahí contemplándola, su ojos parecían destellar pequeñas y hermosas luces, como si escondiera un mundo inmenso en su interior, si no fuera por la seguridad que tenía de que era ella, juraría que estaba teniendo frente a él la mas bella alucinación que jamás imaginó.
Kagome en tanto, percibió su presencia desde que había abierto aquella puerta, y sintió de modo casi inmediato sus dorados ojos fijos en ella, había venido hasta él respondiendo al llamado que con tanta sinceridad le entregó, un cúmulo de emociones inexplicables comenzaban a emerger desde su interior, sintiendo como aquellas incansables mariposas iniciaban su trabajo, y entonces lo miró y aquellos hermosos ojos que la llevaban a la paz mas estupenda que pudiera imaginar, la estaban observando con inquietud, examinándola como si quisieran grabar en su retina cada centímetro de ella.
El hombre cerró finalmente la puerta, para quedarse apoyado en ella, seguía sin saber que hacer, si acercarse y estrecharla en un abrazo o continuar contemplándola por horas, por primera vez, después de estos días de soledad, se volvía a sentir completo, y entonces una sincera y pequeña sonrisa se dibujo en sus labios, mientras que el correr agitado de su corazón comenzaba a volver a un ritmo algo mas calmo, pero entonces fue, que observo los rosados labios de Kagome, curvando una dócil sonrisa… y era perfecta. Avanzó entonces por la sala, hasta llegar a corta distancia de la mujer, se sentó en el borde de un sillón cercano y la observó unos segundos mas sin decir nada, el silencio era absoluto y por qué no exquisito, hasta que la lluvia comenzó a golpear el cristal, tras la figura de la joven, y ambos fijaron su mirada en aquello, la primera lluvia de la estación.
¿Quieres un té?...- fue la pregunta simple con la cual Inuyasha se dirigió a Kagome, la que volteo a mirarlo sabiendo lo que disfrutaban junto a una simple taza de té.
Me encantaría…- respondió sonriéndole, esta vez de forma mas alegre.
De ese modo Inuyasha se dirigió hasta la habitación, dejo ahí su chaqueta y corbata, para dirigirse a la cocina de vuelta subiendo un poco las mangas de su camisa, observando en el camino como Kagome comenzaba a pasear por la sala, con una calma singular, ambos sabían que aquel reencuentro, a pesar de que solo fueron algunos días, era de gran importancia, para su futuro, pero se encontraban tan alegres de estar nuevamente juntos, aunque no se hubiesen tocado si quiera, solo con respirar el mismo aire les era suficiente, comprendiendo quizás en sus almas, que el amor tiene una infinidad de matices, que en ocasiones nos sorprenden, pero que todos convergen en un mismo sitio, …el alma.
Minutos después llegaba hasta la sala el hombre, trayendo en sus manos una bandeja no muy grande con dos tazas que iban dejando escapar el vapor dada la temperatura de su contenido, Kagome ya estaba sentada sobre la alfombra, como tantas otras noches, esta vez tenía entre las manos el libro aquel que le había regalado a Inuyasha, ya que se encontraba sobre el sillón de la sala, junto a ella estaba la manta que Sango le dio al joven como regalo de bodas, de alguna manera la había adoptado como propia y ahora que la lluvia golpeaba el cristal y caía por las calles ahuyentando a las personas y obligándolas a permanecer en sus hogares, él no tuvo ni siquiera que preguntar en dónde servir el té, ya lo sabía de antemano, puso aquella bandeja, donde siempre acostumbraba, en una de las mesitas laterales de la habitación, pero esta vez, contrario a las anteriores, no ocupó su lugar en el sillón, se sentó sobre la alfombra junto a la muchacha, quien permanecía ojeando las páginas.
Lo leí por horas…- comentó Inuyasha mientras acercaba la taza de Kagome hasta sus manos, tomando luego la suya mientras que se apoyaba en el mueble tras de él, ella bebió con cautela un sorbo del contenido y luego la dejo a un costado sobre la misma alfombra –
Y qué concluiste…- fue la pregunta que la muchacha le formuló sin dejar su posición, observando el libro, mientras acomodaba unos hebras de su cabello, tras su oreja, entregándole a él una mejor visión de sus facciones, delicadas y pálidas, las pestañas largas y definidas, oscuras, sus ojos vivos… y por fin pudo unificar su sentimiento y su razón al tenerla en frente, era su Kagome, bella como la recordaba, simple y dócil,…suya –… dime qué concluiste…- volvió a preguntar la muchacha esta ves girando para quedar de frente al notar que Inuyasha no respondía y mirando en plenitud los ojos dorados de él que aún la contemplaban, y entonces el joven reaccionó.
Que lograste poner mi mundo de cabeza…- dijo haciendo una pausa para suspirar quitando sus ojos de los de ella, mientras apoyaba su cabeza en el asiento tras él, luego recobró su posición anterior, fijando nuevamente su atención en la mirada oscura y mística de la mujer , y continuó -… otra vez, de un modo diferente, pero igual que hace siete años…- entonces acercó sus manos al rostro de Kagome, y lo encerró con suavidad entre ellas, quizás de algún modo intentando captar toda su atención, aunque ya la poseía -…cambiando todo en lo que creía… solo para concebir la idea de que estas aquí otra vez…
Y si tú lo deseas… no me iré mas…- respondió ella con la voz en un suave susurro, mientras acariciaba con su mano una con las que Inuyasha cercaba su semblante, sin dejar de mirar aquellos ojos dorados en los que se perdía, inmersa en un sentimiento que le resultaba maravilloso.
Quédate conmigo…- fue lo que susurro, casi como una suplica mientras que poco a poco reducía la distancia entre sus labios y los de Kagome, cerrando sus ojos a medida que se acercaba mas a ellos, respirando con suavidad, logrando que la joven sintiera su aliento como una brisa, mientras se iba entregando.
Toco su boca tan levemente, sin tomarla aún solo tocando con sutileza los rosados bordes, haciendo de aquella caricia algo sublime, un mimo entregado con el alma, víctima de la añoranza, muy despacio ella ponía su otra mano sobre la de él, instándolo a hacer de ese, un roce algo mas profundo, comenzando a experimentar el deseo de amarlo de infinitas maneras y entonces fue que el hombre abrigo con sus labios los de ella, de un modo mas real, logrando con la presión que la muchacha abriera el espacio que necesitaba para explorar su boca, logrando convertir un beso en la puerta hacía el desborde de sus emociones, consiguiendo el rojo encendido en el cual permanecía ahora la boca de la mujer, que fue liberando las manos de Inuyasha, mientras él comenzaba a bajar las suyas, hasta sostener a Kagome por los hombros, férreamente, sin romper aún el beso, que era manso, pero no por ello menos intenso, hondo, una caricia que lentamente los estaba llevando a un estado de ansiedad, deseosos de amarse plenamente, agitados,… entonces el joven atrajo la figura fina de la mujer hacía su cuerpo, con premura, estrechándola en un abrazo que ella correspondió, dejando que sus manos se deslizaran hasta la espalda varonil y ayudar con ello a minimizar el espacio entre ambos, haciendo inminente la unión, pero de pronto él rompió el beso con suavidad, y manteniéndola aún entre sus brazos, comprendiendo que el amor que sentían los estaba llevando inevitablemente a una entrega maravillosa, que sin embargo para Kagome significaba el fin del mundo en el cual vivía.
No debo…seguir…- decía con la voz algo cortada debido a su agitado respirar -…no puedo pedirte que…abandones la eternidad solo por mi – sus ojos dorados, mostraban un perenne sentimiento, deseaba tenerla junto a él para siempre, pero la amaba y el solo pensar en un mínimo sufrimiento para ella, lo hacía desistir-… si realmente pudiera decirte cuánto te amo…porque un te amo, no me basta…- entonces Kagome dejo de abrazarlo, para aferrarse al pecho de él, sosteniendo la camisa del hombre con la frente apoyada en el pecho-
No me importa… mi amor…quiero quedarme contigo…dónde tu estés…no existe eternidad que me pagué el estar a tu lado…- sus palabras estaban cargadas de emoción, mientras que en sus ojos al mirar nuevamente a los de él, se dejaba ver algunas cristalinas gotas asomarse con timidez.
OH…mi ángel…- fue lo que logro musitar, con un nudo en la garganta a causa de la conmoción que le producían las palabras de la muchacha y el amor en ellas, aferrándola con fuerza a su cuerpo, con los labios sobre el negro cabello, depositando un beso que fue lentamente descendiendo, para llegar luego a su frente, y a sus ojos y sus mejillas, el cuello, la garganta que comenzaba a ahogar ya un suspiro suave, y subir desde ahí hasta su boca, tomándola esta vez de una forma férrea, obligando a Kagome a dejar escapar un suave quejido ante la presión el abrazo.
Que exquisito se sentía recibir las caricias de los labios de su amado, dejando atrás todos los temores, incluso desalojando de su interior a las mariposas que la mayoría de las veces interrumpían sus deseos de demostrarle un poco mas de su amor,… ahora por primera vez, desde que comenzó a amarlo, se sentía libre, permanecer atrapada entre aquellos brazos era todo lo que anhelaba y mientras en su mente divagaban una serie de ideas, sintió como él la privaba de sus besos y de pronto estaba en el aire, tomada firmemente por Inuyasha, quién la apresaba de un modo tan estrecho, que no le permitía mirarlo, pero Kagome sabía perfectamente hacía donde la llevaba, lo abrazó aún mas por el cuello, como intentando transmitirle seguridad, que él tuviera la confianza de que era lo que ella deseaba, unificarse y convertirse en un solo ser en cuerpo y alma.
Se sentó lo más al centro posible de la cama, con Kagome aún en su regazo, la acomodó de modo que la figura de ella quedara entre sus piernas sosteniendo y rodeando con su brazo derecho la espalda de la muchacha que permanecía medio oculta y abrazada a él, hasta que comenzó a buscar la mirada dorada de Inuyasha, pero en cuanto dio con ella, el hombre con la mano que le quedaba libre rozó los parpados de aquellos ojos oscuros obligándola a cerrarlos.
Cierra los ojos…- la suavidad con que la varonil voz hacía su petición, fue suficiente para obedecer.
El joven comenzó lentamente con sus dedos y con total delicadeza a acariciar las formas del rostro de ella, tomándose todo el tiempo que deseaba para hacerlo, por el contorno de sus mejillas, para llegar luego a los rosados labios tocándolos con sutileza, los que se entreabrieron ante el contacto. Necesitaba reconocer cada lugar de ella, ya que mantenía plasmada en su mente una imagen que jamás llegó a palpar como deseaba, así que continuó rozando el mentón y luego el cuello, justo en la garganta, entonces Kagome tragó saliva arqueando con levedad la espalda y moviendo la cabeza hacía atrás, logrando que su cuello pareciera mas extenso dejando de este modo los labios tan cerca y a merced de él, provocando que el hombre humedeciera su boca, tentado acortando notoriamente la distancia, deteniéndose a centímetros, mordiéndose para contener el deseo, pues pretendía amarla más que poseerla.
El recorrido de sus dedos continuó, haciendo un suave zigzagueo sobre la parte superior del pecho, para rozar peligrosamente el borde de los senos de la muchacha, que iban mostrando pruebas visibles de su exaltación, notando la falta de ropa intima en aquel lugar, por la perfección con que ellos se marcaban bajo la delgada tela, jugaba entre los pliegues de la vestimenta, escuchando los leves sonidos que ella iba emitiendo, respirando de su aliento agitado ya que continuaba inclinado sobre su rostro con un escaso espacio entre sus labios, cada vez con mas deseos de besarla. Descendía con el pulgar oprimiendo el estómago justo al centro, con el resto de la mano extendida por el costado de la esbelta figura, bajando de este modo hasta el ombligo y lánguidamente por el vientre, arrancando de Kagome un gemido ansioso y ahogando el suyo, respirando a cada momento con mayor dificultad.
Deseaba que la amara, al sentir la delicadeza con que la acariciaba, algo en su interior se iba encendiendo al punto que ya no lograba controlar los sonidos que se escapaban desde su boca, sentía como las manos de Inuyasha la iban explorando de un modo exquisitamente sensual, no podía negra que era una vehemente tortura, una verdadera contradicción, se desesperaba al punto en que rogaría por que no la atormentara mas, y sin embargo se moría por sentir aquellos roces de forma mas intensa, bebiendo su aliento que sentía tan agitado como el suyo.
La mano de él se deslizó hacia un costado, justo antes de llegar a tocar mas íntimamente a Kagome, la que suspiro por anticipado, oprimiendo con fuerza la colcha entre sus dedos, logrando inquietarlo al borde de su resistencia, palpando de este modo el inicio de la pierna y descendiendo por ella, hasta que la tela acabó, permitiéndole entonces tocar la piel desnuda y entonces se escapó, esta vez de su boca un gemido ronco e turbador, cargando el aire que respiraban de una sensualidad electrizante, mientras que el agarre tras la espalda de la muchacha se estrechó mas, pegándola a su cuerpo y tomando finalmente, y ya sin voluntad los labios de la joven, que se encontraban cada vez mas rojos, acumulándose la sangre en ellos, besándolos con una intensidad incendiaria y recibiendo una caricia de igual ímpetu, dejando que su mano iniciara el recorrido de vuelta por la piel blanca, esta vez bajo la tela, llegando por el centro de sus piernas a corta distancia de aquel sitio deseado, agitado y aún temeroso, dudando irrumpir en ella, anhelando amar a aquella mujer, con cada parte de si mismo.
Kagome que estaba completamente entregada a los brazos del hombre que amaba, dispuesta a ser suya probando aquel amor incondicional y sublime que necesitaba y aspiraba para ser nuevamente una humana y estar junto a él, tenía en el corazón la certeza de que este paso era el correcto, el hombre que con cautela y delicadeza la tenía en un estado de ardor desesperante, la estaba amando del modo mas maravilloso que hubiera podido imaginar, y ante la indecisión de Inuyasha para continuar, concluyó que era su turno, asó que tomando con la suya la mano que él mantenía perdida bajo su falda, se incorporó quedando arrodillada frente al joven, que la miraba expectante y esperando por lo que ella pudiera hacer, pero en cuanto sintió como Kagome intentaba con sus dedos, torpemente desabotonar su camisa, comprendió que necesitaba buscar por si misma su lugar en esta cesión de caricias, la observaba con aquellos rojos labios adornando su rostro sonrojado, intentando concentrarse en liberarlo de la prenda, que a ella le parecía tan difícil quitar, y fue entonces que él acarició suavemente una de las mejillas prendidas de color y se acercó a su boca, buscando apresarla entre sus labios y lamiendo con cuidado entre ellos, Kagome se quedó inmóvil, aún con los dedos fijos en el primer botón y su otra mano enlazando la de Inuyasha, cerró sus ojos, mientras era tomada con suavidad por la cintura, él la pegó con sutileza a su cuerpo, para luego de algunos segundos, acercar la mano unida de la muchacha hasta el broche, indicándole que siguiera, con su tarea, ubicando sus manos en los hombros de ella, contemplándola.
Eres tan hermosa…- le dijo, mas como un pensamiento, a lo que ella respondió con una sonrisa, concentrándose luego en el siguiente botón y el siguiente, tenerla ahí le parecía realmente una visión inquietante y anhelada, medio pegada a él, sintiendo el roce de sus dedos que buscaban la piel desnuda, llegando al ultimo broche, tocando entonces con suavidad su estómago y luego su pecho. Kagome mordía su labio inferior, con algo de nerviosismo, deseando hacer mas, pero temerosa por su falta de experiencia.
Nada que hagas estará mal…solo siente…- fue lo que Inuyasha dijo, casi como si estuviera leyendo su mente.
Ella levantó la mirada para encontrarse con aquellos dorados y hermosos ojos que la observaban con tanta ternura, facilitándole todo, desvaneciendo sus temores… la muchacha apoyo ambas manos sobre el torso descubierto del hombre, elevándose lo suficiente como para alcanzar sus labios abrazándolos con devoción y profunda pasión, pretendiendo traspasarle sus ansias de amarlo, sintiendo como él se aferraba con intensidad a su cuerpo recorriendo con delicadeza su espalda, erizándole la piel, obligándola a emitir suaves gemidos que se ahogaban entre los besos, permitiendo que solo algunos pudieran escapar, mientras que las manos inquietas de Kagome se asían al torso del hombre provocando en él cada vez mayores deseos.
Que bien se sentía perderse en aquel mar de caricias, la camisa de Inuyasha se encontraba colgando en uno de los bordes de la cama y su pantalón con la cremallera a medio abrir, el cordón azul oscuro que hasta hace minutos rodeaba la figura de Kagome, se encontraba ya en el piso y las manos del hombre tiraban suavemente de la tela que ella vestía, para liberarla de una sola vez de toda prenda pidiendo disfrutar de su desnudez y del calor de sus formas la que intentaba con terminar de bajar aquel broche de carril que cerraba la vestimenta de él, haciendo contacto sus delgados dedos a través de la tela de la ropa intima con una parte del cuerpo del joven que debido a las circunstancias se encontraba en extremo rígido, más ahora que continuaba cautivo dentro del pantalón, su reacción inmediata fue la de retirar su mano del lugar como si corriera real peligro, Inuyasha quien se encontraba bastante excitado, pero no por ello ajeno a las sensaciones de ella, al contrario, aquello lo mantenía mucho más alerta a todo lo que Kagome, pudiera hacer y experimentar, curvando una sensual sonrisa al notar el nerviosismo de la muchacha frente al estado de su virilidad, tomó la mano que había sido retirada con tanta premura.
No te asustes…- le dijo él, aún sonriendo con una voz, algo agitada pero suave -… no muerdo…
Acercó la mano de ella, al sitio que la había impresionado y la incitó a poner sus dedos en aquel lugar, Kagome estaba nuevamente mordiendo su labio en señal de incertidumbre, pero obedeció, recorriendo con sutileza el bulto que se formaba bajo la delgada tela de su indumentaria intima, él que permanecía conteniendo las suplicas, como temiendo asustarla con los sonidos que podía emitir, pero aquello le resultó infructuoso, cuando un gemido ronco y hondo se le escapó, al sentir que ella aprisionaba con su delgada mano su hombría, por sobre la tela, mientras que ella sintiendo como un escalofríos le recorría la espalda al percibir el agitado correr de la sangre en aquel lugar tan sensible del cuerpo de Inuyasha, ante el contacto suave de sus dedos, obedeciendo a sus instintos, lo esclavizó en su mano, arrancándole un clamor intenso que termino por convencerla y entonces se atrevió a desnudar por completo a su amante.
Era exquisito sentir que estabas al borde del abismo, respirando cada bocanada de aire, como si fuera la ultima, mientras el aliento y la piel completa se iban confundiendo embriagados de emociones que palpitaban adquiriendo vida dentro de sus vientres, Inuyasha recorría con sus manos y su boca cada mínimo segmento de la figura de Kagome, la que se contorneaba y movía de forma exquisitamente femenina y tentadora, ante cada roce, dejando escapar desde sus labios cientos de suplicas, siendo de tanto en tanto acallada por la calidez de un beso, intentando devolver de modo algo mas tímido cada caricia recibida.
De pronto la forma varonil, que entre exquisitos movimientos de había abierto paso entre las piernas de la muchacha humedecidas por el sudor y los besos, se detuvo, dejando la tibieza de su íntegra intimidad unida superficialmente a ella, respiraba agitado, al igual que la joven, apoyando ambos antebrazos a los costados de la cabeza de Kagome, quien mojaba sus labios secos como los de él a causa de la conmoción, Inuyasha entonces se tomó una pausa para contemplarla, mientras que ella le acariciaba, rozándola con sus uñas, el hombre hacía suaves movimientos con su cintura, los que lo obligaban a apretar la mandíbula, solo que esta vez, no de preocupación, era debido a las sensaciones que le arrancaba el descubrir como ella intentaba responderle, aferrando sus uñas en la fuerte espalda, notando al tacto, la rigidez de ésta, debido al esfuerzo que hacía por mantener el peso de su cuerpo.
Se acercó a los labios de Kagome y los rozó de forma mínima, bebiéndose el aliento que salía de ella, como si se tratara de su única posibilidad de vida, soñó tantas veces con este momento, primero como una posibilidad futura, cuando aún era un adolescente y luego como una ilusión imposible, el enfrentar el vacío de la muerte…sintiendo la nostalgia marcarse por un segundo en su corazón.
No te perderé… otra vez no…- susurro con sus labios tocando los de ella, respirando con fuerza y moviendo mansamente su cuerpo sobre la esbelta figura de Kagome, la que mantenía sus ojos cerrados y el cabello revuelto sobre la sabana, tomó la boca encendida de la mujer por un instante, de su mujer, pues aunque no se había consumado aún el amor, él sabía que era suya, rompió el beso y hundió el rostro en el espeso mas azabache, puso sus brazos cruzados tras la espalda de ella la alzó unos centímetros de la cama y casi le sollozó al oído unas palabras salidas desde su alma -… eres mía…mía…- liberaba el aire desde su interior con intensidad, como si se esforzara enormemente al hacerlo, respirando aún en el mismo lugar -… y no te dejaré…jamás…
…Inuyasha…- por su parte ella solo logro susurrar su nombre, rompiendo con su voz debilitada por el respirar impaciente que tenía, el último ápice de cordura que quedaba en él.
La pegó un poco mas a su cuerpo, sintiendo al tibieza de sus formas, ajustándose a las suyas, notando como el roce de los dedos en su espalda le producían un inquietante escalofríos, mientras que él besaba con deseo su cuello, escuchando las suplicas salidas desde los labios de Kagome.
...Ámame…- rogaba, abrazada con fuerza a su amado, sintiendo surgir en su interior un vacío que solo podía ser cubierto por el hombre al que intentaba apresar entre sus brazos, dejando que su voz se oyera tenuemente -… quiero sentirte…
Entonces Inuyasha sin poder contener más su afán, levantó su rostro ligeramente, para observar el mirar inquieto de Kagome, al notar el inminente contacto, que ella misma estaba solicitando, mordió una vez más su labio, como tantas otras ya y de pronto sus ojos se abrieron asombrados, mientras que los de él iban contrariamente cerrándose, como si se estuviera perdiendo en alguna exquisita sensación… estaba hundiéndose en ella, entrando lentamente, deleitándose de manera insospechada la humedad de aquel lugar, desvaneciéndose por momentos, percibiendo como Kagome sujetaba con fuerza las uñas a su espalda intentando aquietar la sensación de malestar que le ocasionaba la presencia de aquella parte de Inuyasha en su interior, el que fue cediendo poco a poco, ante los sumisos movimientos que él hacía ensamblándose dentro de ella, encontrando finalmente su lugar.
Había tanto que el hombre deseaba decir, cientos de palabras que circulaban en su mente confundiéndose con sus emociones, formando un torbellino cargado de amor, respirando forzadamente sobre el cuello de ella, como si el aire fuera mas denso cada vez, escuchando los deseos de se amada.
Kagome sentía como algo en su interior luchaba por liberarse, abrazada con fuerza al cuerpo del hombre con quien formaba ahora un solo ser, compartiendo la increíble sensación de estar complementando su amor, sintiendo los suaves y amables contoneos de Inuyasha, mientras que ella intentaba decirla las palabras de amor que estaban embriagando su corazón, siendo estas acalladas por las suplicas y sollozos que parecían ser un lenguaje exclusivo de los amantes.
El aroma de aquella mujer, simplemente lo enloquecía y ya no podía luchar mas por contener el ritmo de sus embates, sentía que en cualquier momento moriría en brazos de ella… que maravillosos era tenerla, que no deseaba que terminara jamás… se detuvo, la miró, la muchacha abrió sus ojos, observando interrogante y buscando con suaves roces seguir con aquella danza, que la estaba transportando.
Ven acá…- dijo Inuyasha, abrazándola fuertemente y liberándola de la prisión creada entre su cuerpo y la cama, sin deshacer el enlace que los mantenía siendo un solo ser, dejándola esta vez sobre él, Kagome volvió a abrir con asombro sus ojos, al conocer una nueva forma de sentir el cuerpo de su amado dentro de ella, el hombre permaneció unos instantes erguido y besando toda la piel que le era posible, sintiendo como la joven se erizaba ante el mas mínimo contacto, notando a través de las caricias que le devolvía que su mensaje de amor estaba siendo plenamente comprendido.
La procesión continuó, recostándose sobre la sabana, observando la belleza de la desnudez de Kagome, extasiado por ella, por un momento pensó en indicarle los movimientos que debía seguir, pero no fue necesario, ya que el instinto y sus propias sensaciones la fueron guiando…Inuyasha la contemplaba, cerrando a intervalos sus ojos ante las sensaciones de placer, deseando no perderse la visión de las experimentadas por ella… y de pronto, cuando ya el amor en el alma y en la piel estaban a pasos de colapsar, sintiéndose ya sin protección posible, Kagome aferró de forma casi violenta sus uñas en el pecho del hombre al que estaba entregándose, apretando los parpados, mientras que desde su espalda emergían de manera esplendorosa aquellas mismas alas que viera antes, tan albas que parecían resplandecer, extendiéndose y dando un suave aleteo, para luego comenzar a desvanecerse, desprendiéndose de ellas lo que parecían plumas, para luego desaparecer en forma mágica antes de tocar el suelo, indicándole a él que el momento había llegado, el trastorno estaba presente en ambos, la vida se abría paso con fuerza, siendo derramada dentro de la mujer, que la recibía satisfecha, empapando su interior de todo lo que Inuyasha le concedía. La habitación se impregnaba embelesándolos de aquel aroma embriagador a flor de cerezo, por algunos instantes, no hubo caricias ni palabras, suplicas o gemidos capaces de expresar todo lo que ambos compartían, la culminación de un ritual de entrega intensa y pura…
Cuando Kagome pudo finalmente exhalar, regresando de aquel estado de inconciencia en el que se abandonó, fue observada por los dorados ojos de Inuyasha, quien volvía al igual que ella de aquel campo de sensaciones en el cual se sumergieron.
¿Por qué lloras?...- consultó algo alarmado, mientras que ella se dejaba caer dócilmente sobre si pecho, al ver unas lagrimas humedeciendo los hermosos ojos oscuros de su amada.
…Jamás pensé que el amor… pudiera sentirse así…- dijo ellas con la voz apacible, mientras que se dejaba albergar entre los brazos de él, enterneciéndolo con u respuesta.
…Mi ángel…- le respondió abrazándola un poco más, sintiendo un nudo en su garganta pro la emoción, sintiendo como el respirar de ella, hasta hacía poco notoriamente agitado, comenzaba a recobrar su calma.
Pero ya no soy un ángel…- exclamó bajito, acariciando con finura, el contorno del brazo que la apresaba, sintiendo su tibieza.
Para mi… siempre lo fuiste y siempre lo serás…- contestó buscando los ojos de la joven, ayudándose un poco con su mano, para contemplar el mirar oscuro y algo cristalizado, que lo llenaba de vida nuevamente, sabiendo que ya nunca volverían a separarse, con una convicción mas grande que cualquier otra cosa que haya experimentado, de que ella era s razón de existir -… te amo…
Kagome dejo escapar una nueva lagrima, silenciosa que fue a para sobre el pecho de Inuyasha, albergando en su alma un cúmulo, esta vez completo, de emociones humanas, las que estaban unidas a su amor por él, el hombre que le había demostrado cuanto la amaba del modo mas sublime que pudo conocer, se estiró sobre la figura masculina y alcanzó los labios, que le acababan de decir la palabra de amor mas hermosa que conocía y lo besó delicadamente.
…Te amo…- susurró, aún con sus bocas unidas y los ojos llorosos, siendo apresada con ternura experimentando algo maravilloso… comprendiendo entonces, que todo tenía un orden y ella había recibido una segunda oportunidad… la opción de amor que ahora comprendía, siempre fue suya…
En la loza del aeropuerto de la ciudad, comenzaba a descender el fuselaje de un avión de pasajeros, las horas de viaje habían sido extensas, sin embargo la figura de aquella mujer de largos cabellos negros, permanecía perfectamente arreglada, con los tacones altos que de seguro perfilaban muy bien sus piernas al caminar, la mirada impenetrable, aquellos ojos oscuros, tan iguales y a la vez tan disímiles…volvía, sin saber que después de estos meses, ya nada era como lo recordaba…
Continuara…
Esta ha sido el lemon mas largo de mi historia como escritora… espero que les haya gustado y dejen sus opiniones… estoy muy contenta… mi especialidad es esta… ya lo decidí…
Besitos
Anyara
P.D.: Chibi, lo lamento, no pude hacer eso del mapa de herramientas… luego
