Capítulo IX

Una visita inesperada

Se había levantado de la cama con mucho cuidado, para no despertar a la muchacha que aún permanecía dormida entre las sábanas, la contemplaba, con la espalda apoyada en la pared y el vaso de agua que había ido a buscar a la cocina, a medio vaciar en sus manos, no había podido quitarle la vista de encima, estaba tan hermosa y delicada, descansando entre la ropa de su propia cama, no pudo evitar elucubrar todas muchas de aquellas oportunidades en las que imaginó una escena como esa, la luz tenue que entraba por la ventana, de una luna que a intervalos era descubierta por entre las nubes que anunciaban una nueva tormenta, le daba justo en el rostro, como si estuviera designada para acentuar su belleza. Era verdad ya había dejado de ser un ángel, pero para él siempre lo sería, ningún pesar sostenido en su alma durante aquellos años le resultaba infructuoso ahora que podía tenerla por toda la vida. Kagome se movió un poco, extendiendo su mano en busca de algo o de alguien sobre la cama, abriendo con esfuerzo los ojos al no hallarlo, pero luego que pudo vislumbrar la figura varonil y exquisita del hombre que la observaba, sonrió de un modo tan despreocupado y dulce, abrazando la almohada en lugar de a él, logrando que el corazón de Inuyasha diera un vuelco feroz dentro de su pecho, preguntándose cómo era que había logrado vivir tanto tiempo sin tenerla, ya que ahora estaba seguro que no viviría ni un día sin ella.

"Los ojos entreabre, aquellos ojos tan claros como el día,

Y la tierra y el cielo, cuánto abarcan, arden con nueva luz en sus pupilas

Ríe, y sus carcajadas tienen notas del agua fugitiva,

Llora, y es cada lágrima un poema de ternura infinita.

Ella tiene la luz, tiene el perfume, el calor y la línea,

La forma engendradora de deseos, la expresión, fuente eterna de poesía."

Dejó el vaso sobre un mueble cercano, olvidándose de la sed que tenía, pues ahora se saciaría en ella, el solo tenerla entre sus brazos le bastaba para sentirse completo, la besó con delicadeza boca abajo en la cama junto a Kagome y acomodando un rebelde rizo tras su oreja.

No podría vivir sin ti… ya no, me moriría…- las palabras que él le susurro con un tono de seriedad absoluta, de alguna manera se quedaron grabadas de forma inconsciente en su memoria y en su corazón.

O

La puerta del departamento se abrió, dando paso a la figura estilizada y elegante de una mujer de largos cabellos oscuros, no había nadie en el lugar ya que Kagome sería acompañada por Sango hasta alguna tienda para poder comprar ropa, pues no podía seguir vistiéndose con lo que ella le prestaba, era cierto que no le costaba nada, después de todo pronto habría ropa que ni siquiera podría usar, y la muchacha se había quedado completamente sin prendas, ante la sorpresa de Inuyasha, todo lo que alguna vez fue vestimenta, amaneció aquella mañana luego de que la joven dejara su inmortalidad, convertido solo en pétalos de flores. La mujer entró con toda calma, pues aún poseía su llave, al encontrar el lugar vacío, se sintió en libertad de registrarlo le pareció algo cambiado, jarrones con flores decoraban muchos de los rincones, además de que la luz entraba a borbotones por la ventana aprovechando de entibiar el lugar con los escasos rayos de un sol de invierno, recorrió las habitaciones, entrando con total confianza, notó como el cuarto que siempre permaneció descuidado, estaba listo para recibir a cualquier invitado, a pesar de su sorpresa, nada en su rostro la delató, continuaba impasible. Su recorrido la llevó hasta el cuarto principal la habitación que había compartido con el hombre al que no pudo dejar de extrañar, era tan absurdo, cuando lo tuvo junto a ella, incluso le parecía innecesario, pero durante los meses de ausencia, comprendió que lo amaba, pero no apresuró su regreso, sabía que él respiraba de su esencia así que no temió que dejara de amarla, pero al parecer las cosas habían cambiado demasiado, para su gusto.

Registró el armario y encontró las ropas que recordaba eran del hombre con el que se desposaría, y nada extraño, de seguro había contratado a alguna mujer que le mantenía el departamento en las condiciones en las que se hallaba, comenzó a cerrar las puertas del closet, pero algo la detuvo y volvió a abrirlas de par en par…un vestido de color azul, lo tomo y observó, comprobando por la talla de este que le pertenecía a una figura bastante bien constituida, su quijada se tensó por unos instantes, para luego poner la prenda en el lugar en que la había encontrado, volvió a registrar con los ojos oscuros y fríos la habitación y de pronto la imagen de Inuyasha con otra mujer sobre la cama que tenía enfrente, le laceró el intestino.

Abrió la puerta ya sin aquel temor al vacio, aquella sensación en él se había desvanecido de seguro Kagome habría vuelto de sus compras, pero de todas formas, Inuyasha traía consigo una serie de bolsas con lo necesario para encargarse hoy de la cena. Al ingresar sintió un sonido en la cocina, por lo que se dirigió hacía allá directamente.

Hola amor – dijo desde la sala aproximandose al umbral de la puerta del lugar en el que esperaba encontrar a Kagome, pero se llevó una enorme sorpresa.

Hola amor – fue la respuesta que recibió de la mujer que se encontraba en aquel sitio, con la voz suave, pero irónica.

Kikyo, perfectamente metida dentro de un traje de dos piezas de color marengo, y tacones altos, perfilando en detalle sus piernas, asegurados en los delgados tobillos por una pulsera. Alzado en la mano un cigarrillo que se veía algo más largo que el normal de ellos, debido al protector que traía, ella no permitiría el contacto directo del filtro con sus labios, el cabello libre por su espalda, divinamente alisado. Inuyasha dejó las bosas sobre la mesa central y la volvió a mirar, quizás meses antes habría descargado su ira y su frustración en ella, o tal vez los besos que reservaba para su mujer amada, pero ahora no guardaba sentimientos por la mujer con la que convivía, comprendiendo que solo buscaba suplir un vacío que ciertamente jamás llegó a llenar.

Veo que haz vuelto a fumar – dijo Inuyasha como único saludo.

Bueno, de hecho fue solo antes de volver al país – respondió apagando el cigarrillo dentro de una taza de café que se había servido.

¿A qué haz venido? – Consultó el hoibre bastante distante.

Es obvio que no era a mí a quien pensabas encontrar – dijo ella como respuesta - ¿vives con alguien? – Continuó.

Las cosas estan diferentes ahora Kikyo – sentenció con la voz calma

Puedo notarlo – dijo acercandos a él que se mantenía erguido y sin inmutarse ante la cercanía – debo ir por algunas cosas que dejé – continuó ella - ¿debo suponer que no te haz deshecho de ellas? – Exclamó algo risueña, como restándole tensión a la situación.

No, aún las tengo – dijo dirigiendose al cuarto que ahora compartía con Kagome, seguido de la mujer con un paso seguro y fino.

Una vez que se encontraban en la habitación, Kikyo se sentó en el borde de la cama, probando con sus movimientos la resistencia que recordaba de ella, el tiempo alejada de aquel hombre que ahora buscaba en la parte alta del armario, dándole la espalda y con ello una vista excelente de su anatomía, le habían hecho comprender lo mucho que en realidad lo necesitaba y había vuelto para retomar la relación que mantenían, sin contar con que él la reemplazaría tan pronto, parecía tan enamorado que no dudó un segundo en pensar que la recibiría de brazos abiertos, pero ahora que notaba que las cosas no serían tan fáciles, debía de jugar sus cartas con habilidad. Inuyasha se volteo con una caja en sus manos y se la extendió, la mujer la recibió y la puso sobre su falda y poniendo sus manos sobre la cama le pidió que se sentara.

Ven sientate un momento – le pidió, él obedeció ante el tono conciliador que utilizó Kikyo.

El tocador esta ahora en la bódega del edificio, me dices dónde y te lo envió – dijo el hombre con la mirada fija en el lugar que ahora acupaba un mueble diferente.

Dime...¿ella cómo es?...- Consultó ante la sorpresa de Inuyasha, la mujer junto a él nunca se mostró tan vulnerable, por más de cinco minutos, incluso cuando hacían el amor, era la primera en abandonar el lecho para darse un baño.

El hombre se puso de pie mirándola, intentando comprender por qué se mostraba tan frágila ahora, que lamentablemente para ella no había modo que él cambiara sus sentimientos.

No te hagas esto Kikyo – fue lo que respondió. Ella le sonrió con suavidad y se puso de pie acercándose a él, puso los labios en su mejilla y luego de dejar aquel beso lo miró.

Puedes contar conmigo, para lo que sea, aunque las cosas no terminaron muy bien, me gustaría conservar tu amistad. – su tono sonó tan sincero que Inuyasha no pudo menos que asentir con una sonrisa, aliviado de ver el plan en que su ex novia había vuelto.

Me gustaría – respondió

La mujer salió del departamento, dejando el aroma de su pefume deambulando en el aire. Inuyasha se mantuvo pensativo, algo perdido, hasta el momento en que Kagome cruzó la puerta a solo minutos de que Kikyo abandonara el lugar, él la recibió con un beso enorme, concluyendo que lo más probable era que se hubieran cruzado sus asensores, pero conservó solo para sí la visita de la mujer, para qué preocupar a Kagome, pensó...

O

Estaba llegando a casa un poco más tarde de lo habitual, Miroku lo había entretenido bastante y venían aún conversando en el vehículo acerca del mejor modod de conseguir la victoria en un caso de tutela infantil que llevaban. En cuanto entró al departamento, notó que el lugar estaba en completo silencio y en una oscura penumbra las cortinas de la sala, extrañamente cerradas, buscó el interruptor y en cuanto dio con el, sintió el calor de unos labios posarse con algo de dificultad en su mejilla y luego una manos apoyada en su hombro.

El beso debía de ser en los labios – rezongó Kagome, como una niña mimada - pero estas muy arriba...feliz cumpleaños mi amor – concluyó sonriendo.

Inuyasha miró dentro de la sala y vio a Sesshomaru sentado con su actitud reservada y a Rin que se aproximaba con una gran sonrisa, como siempre, a Myoga junto a su esposa Shyoga y a Shippo, con Satsuki, ambos varones compañeros del despacho, Miroku que se unía a Sango y unos cuantos globos decorando, un pastel sobre la mesa, además de otros preparativos. Miró a la muchacha que tenía junto a él visiblemente emocionado, sabiendo que todo esto debía de ser iniciativa suya, la tomó por la cintura y se inclinó para besarla, un beso corto, pero profundo, dado el público presente, un peque ño roce que le agradecía el estar en su vida, el que hubiera fianlmente decidido en convertirse en parte de su existencia, por qué el la amaba tanto. Sesshomaru observó de reojo y sonrió levemente, el resto de sus amigos aplaudió con animo.

Iré por tu regalo – dijo Kagome en un susurro, mientras que intentaba liberarse sin mucho entusiasmo, pues ya se sentía perdida una ves más en aquellos dorados ojos que le daban tanta paz, además de que él la sostuvo con mayor fuerza.

Mi mejor regalo eres tú...- musitó – lo sabes...sin ti me muero...- ella asintió con suavidad.

O

Acababa de soplar las veinticinco velas del pastel, entre las bromas de un posible incendió de no apresurarse en hacerlo, y Sango, en compañía de Kagome eran quienes preparaban las porciones para los invitados, entonces fue que sonó el timbre, escuchado entre la música y las conversaciones, por Miroku, quien abrió, para encontrarse con el rostro extrañamente amable de Kikyo.

Buenas noches Miroku – dijo con una sonrisa amable, pero demasiado estudiada para el gusto del eventual portero - ¿puedo pasar, deseo saludar al festejado – consultó fijando su mirada en los dorados ojos de el joven que reaccionó ante el sonido de la voz de la mujer.

Continuara...

Hola a todos y gracias por leer y permanecer, saben que los aprecio, es importante saber que lo que haces le agrada a otros, intentaré les prometo no tardar tanto, pero estoy con una crisis con el computador y hago lo que puedo...

Besitos y dejen mensajitos

Anyara