Capitulo X

Sentimientos que devoran el alma

Ante la llegada de la mujer, Miroku se hizo a un lado, dejando el espacio suficiente para que entrara Kikyo, y luego se encontró con los castaños y molestos ojos de su esposa, que apretó los labios en señal de desaprobación ante la inesperada visitante, temiendo el encuentro entre Kagome y la ex novia de Inuyasha, y entonces fue que la muchacha, que se hallaba de espalda a la puerta, ante el repentino silencio en los presentes, se giró, para ver al o la recién llegada, causante de él. Vio como la mujer a la que por una cosa de instinto, reconoció de inmediato, se acercó a paso seguro hasta el hombre, con el que había llegado a pasos del altar, montada en sus tacones, tan altos que le permitían llegar perfectamente hasta la mejilla de él, empinándose solo un poco, poso sus labios en el rostro masculino, que tenso la quijada, oprimiéndolos con intensidad, con su mano apoyada sobre el pecho de un algo tenso Inuyasha.

Felicidades mi am...Inuyasha...- dijo rectificando una frase intencionalmente fuera de lugar.

Gra...cias...- se limitó a decir un desconcertado, ya que luego de haber dejado claro el día en que ella estuvo en el departamento, que él no estaba solo, lo menos que se imaginó fue que volviera.

Bienvenida Kikyo...yo soy Kagome...- interrumpió la muchacha, mientras que le extendía un pequeño trozo de pastel con el rostro adornado por una tranquila sonrisa. La mujer recibió lo que le era ofrecido y lo miró sin mucho interés.

Oh...Kagome- dijo como reparando en que finalmente conocía el nombre y la figura de la mujer que estaba usurpando lo que ella consideraba su lugar en el corazón de Inuyasha – gracias – respondió, observando de reojo, como el hombre tomaba la mano de la muchacha para entrelazar sus dedos -¿me permites el baño? – le consultó al hombre, dejando el trozo de pastel sobre una pequeña mesa cercana, sin haberlo tocado.

Esta por allá...- exclamó Kagome indicando en dirección al baño amablemente, como toda una anfitriona.

Lo sé...- respondió con una sonrisa plena, después de todo había vivido en aquel departamento por casi un año.

De cierta forma los invitados, y principalmente Inuyasha, permanecieron expectantes ante cada palabra dicha por las mujeres y él a pesar de saber lo especial que es Kagome, sabe que ahora ella ya es humana. Kikyo dio unos pasos en la dirección que le había sido señalada, la conocía bien, sabía que estaba siendo observada por los presentes y a corta distancia de Inuyasha se giró.

-¿No habré olvidado mi prendedor aquí la otra tarde? – consultó, notando la sorpresa que sus palabras producían en el hombre, pero frustrada por no ver el más mínimo cambio en la sonrisa amable de la mujer que lo acompañaba.

-No... no lo creo – respondió él, comprendiendo que debió decirle a Kagome sobre la repentina aparición de Kikyo, ya que en cuanto se alejo, la muchacha soltó el enlace que mantenían y salió de la habitación en silencio.

Inuyasha sentía en su interior las evasivas de la joven, buscaba una mirada, una caricia, quizás un roce, pero este no llegaba, aunque debía reconocer que en cuestión de minutos Kagome con su alegría y su presencia tan solo, había sido capaz de revertir la tensión que se había producido.

Kikyo por su parte, ya llevaba mas tiempo del que era capaz de soportar en aquel lugar, las personas ahí presentes, jamás fueron de su agrado, y por más que luchó por, según como ella lo llamaba, mejorar el ambiente en el que se desenvolvía su futuro esposo, no lo logró. Y ahora que había tenido la oportunidad de observar con detención a la mujer que consideraba abiertamente su rival, debía dar el golpe de gracia, que le permitiría, liberar el camino al corazón de Inuyasha nuevamente. Debía lograr el colapso en la relación de él con esa "Kagome".

Kagome, podía percibir perfectamente las miradas de el hombre de largo cabello oscuro, por el que había vuelto a vivir como una humana, la seguía con sus dorados ojo de un lugar a otro de la habitación, no podía negar que los celos habían golpeado las puertas de su alma, peor ella sabía que esos eran sentimientos que debía controlar, pues no podían tener cabida en su espíritu, conociendo el amor celestial, pero le resultaba divertido hacer que Inuyasha escarmentara, nunca era bueno ocultar nada a los que amas, fue entonces que decidió pasar ante él, como si no advirtiera su cercanía, y liberó algo de aquel aroma a flor de cerezo que aún conservaba y que a él tanto le gustaban, como si fueran esporas invisibles que lo disponían al amor. Inuyasha la observó en cuanto capturó aquella esencia, mientras que Kagome se giraba a menos de un metro de él, regalándole una previsora sonrisa, que le hablaba del regalo de cumpleaños que podía esperar, para cuando finalmente se encontrarán a solas y pudo con ello al fin sentir alivio.

Pero no le duró demasiado, ya que casi de forma inmediata, sintió una mano posarse en su brazo, y en cuanto miró de quien se trataba, se encontró con los ojos marrones de Kikyo muy cerca y de pronto sus labios humedecidos por un beso completamente reconocible, su boca estaba siendo abrazada por los labios de la mujer con la que estuvo a punto de contraer matrimonio, con la única añoranza de que con el tiempo algo más que su simple apariencia se pareciera a la muchacha de la que se enamoró, le costó por un momento reaccionar a la situación, ante la mirada pasmada del resto de las personas en la habitación, hasta que al fin la conciencia volvió a él, desaprobando por completo el gesto de la mujer, comprendiendo entonces el motivo real de tanta amabilidad por parte d ella, la sostuvo con fuerza por los brazos, intentando sacársela, ella un momento mordió con inquietud su labio inferior, pero aquello no lo detuvo, deseaba sacarla de enfrente, que lo soltara de una buena vez, no quería lastimarla, pero lo que ella intentaba, era demasiado bajo... por unos segundos no se escuchó la voz de nadie, él miró a un costado a ella... a Kagome...y sintió un dolor enorme en el corazón...hasta que finalmente se liberó de lo que le parecieron las garras de Kikyo, y ésta alisó un poco su blusa, mientras lo observaba sonriente...

-Adiós amor... tu regalo vendré a entregártelo cuando estemos solos...- dijo la mujer con una sonrisa complacida. Entonces sintió que era tomada por la parte de arriba de su brazo izquierdo, lugar en que la blusa de seda marfil, se arrugó ante el agarre fuerte de el que difícilmente podría soltarse.

-Vamos Kikyo – exclamó Sesshomaru, mientras literalmente tiraba de ella hacía la puerta – creo que tu presencia aquí, dejó de ser tolerable.

Ni siquiera usó la palabra "bienvenida", ya que desde que cruzó la puerta, solo fue tolerada por quienes se encontraban en el lugar y por ser conocidos y amigos de Inuyasha conocían a la perfección la historia de aquel noviazgo afortunadamente frustrado y que estaban correctamente invitados. Habían aceptado su estancia en el lugar por una cuestión meramente de cortesía. Cortesía que a Sesshomaru se le atragantó al ver la mirada consternada que le daba Inuyasha a Kagome, la que se había apoyado disimuladamente con sus manos en la pared, para mantener el equilibrio. Muchas veces le dijo e incluso le pidió a Rin que le hiciera ver que la zorra con la que había decidido casarse no era buena, pero Inuyasha no oía razones, decía que ella era la mujer que amaba y aunque él sabía que desde que su hermano sufrió la perdida de aquella novia, en su adolescencia no había logrado concretar nada con nadie, sabía que la mujer que ahora llevaba tomada con gran malestar y con intenciones fijas de sacar del lugar, no era digna de Inuyasha, que aunque no siempre estuvieran de acuerdo, era su hermano menor y él debía protegerlo.

Caminó descalzo en la penumbra, en dirección a la sala al no encontrar a Kagome en la cama y su lado de ésta perfectamente ordenado, lo que solo le hablaba de que ella no había llegado a descansar, como le había prometido y al final, esperándola el cansancio lo venció.

Lamentaba haber enfrentado a su ángel a esta situación tan terrenal y vana, pero no tenía mucho más que ofrecer que sus sentimientos, que eran los que la habían devuelto a esta tierra que ella llamaba Gaia.

Estaba ahí abrigándose un poco con sus brazos, inspeccionando el cielo por un momento, él pensó que tal ves estaría preguntándose si podría regresar a su existencia etérea, ya que Inuyasha sabía bien que al volver a se humana sus emociones se acentuaban cada vez más.

Estaba ahí, con el cabello suelto, llegando sus rizos justo a la cintura, rozando con suavidad al curva que ahí se formaba, estrenando un pijama de color rosa que había escogido junto a Sango, la luna menguando en una noche estrellada, que reflejaba su luz blanquecina en su rostro. Se aproximó y a pesar de la tensa situación vivida, la abrazó desde la espalda, sabiendo que él era el responsable de su felicidad y ella puso sus manos sobre las del hombre, que se cerraban en su vientre. Tenía tantas emociones en su interior y el equilibrio ahora era tan frágil.

"Pero no es fácil ya lo ves, somos humanos

Sentimos todo y no podemos evitarlo

Hemos nacido por amor y casi siempre por amor

Es que lloramos

No es nada fácil si se tienen sentimientos

Por que la vida no es como un libro de cuentos

Es que no siente su dolor, es solo por una razón

Por que esta muerto"

Inuyasha se inclinó lo suficiente para quesos labios rozaran el oído de la mujer que se mantenía apresada, sin poner objeción, entre sus brazos y le susurró unas palabras.

-Lamento tanto todo esto…- Kagome dejó descansar su cabeza sobre el hombro de él y cerró los ojos - … pero te amo… por favor, cree en mí - suplicaba con suavidad, temiendo tal vez que lo sucedido mancillara su felicidad, y lo peor, la de ella, entonces fue que Kagome se giró, aún entre sus brazos, para quedar de frente, tomó el rostro de el hombre entre sus manos y fijó con gran serenidad sus ojos sobre la dorada mirada.

-Te creo Inuyasha- dijo con tanta suavidad y amor en su voz, que el alma de él no pudo menos que dar un respiro aliviando la incertidumbre - … y aunque ya no puedo leer las emociones en tu corazón, como lo hacía siendo un ser de luz, vi el amor en ti y sé que lo haz sentido desde mucho antes y lo seguirás sintiendo al igual que yo…- sus palabras sonaban llenas de una gran convicción, mientras sus dedos pulgares acariciaban con suavidad las mejillas de el joven que sonreía de forma leve.

Ella sabía que él la amaba, pero enfrentarse a la difícil tarea de vivir como un ser humano, a pesar que su tiempo en el mundo del amor divino, le enseñó a amar a las almas imperfectas de sus "hermanos", estaba conciente que era algo que la pondría a prueba, no solo ahora, muchas veces. Inuyasha quiso besarla, estrecharla, no sabía bien, solo pegarla a él del modo que fuera, pero Kagome lo detuvo, poniendo una de sus manos en el pecho del hombre.

-Espera…- sentenció – hay algo más que debo decirte.

-¿Algo más?- consultó un poco temeroso

-Si…- al dejar mi inmortalidad, atraída por la fuerza de tu amor – hizo un pausa reflejando en su mirada algo cristalizada, la emoción que la embargaba - … pasaste a ser mi protector, así como yo lo fui de ti…todo lo que siento aquí – continuó, indicando su pecho, es más intenso, bueno o malo… y solo tu me puedes ayudar con ello…- concluyó.

-Lo sé… lo leí ¿recuerdas?...- respondió Inuyasha, refiriéndose al libro aquel que resultó ser una especie de mensaje del cielo – y aunque no lo hubiera sabido, de todos modos lo haría, mi amor por ti no me permite otra cosa…- la aferró un poco más en el abrazo, sin dejar de tener aquella sonrisa tranquilizadora, y Kagome se miro a través de los dorados ojos que le devolvían la paz ente cualquier situación.

En ese momento Kagome dejó escapar sus lágrimas, y una sonrisa suave se reflejó en su rostro, él llevó una mano hasta las mejillas y con el torso de ella, limpio el líquido que caía silencioso, eran lágrimas de emoción, su amor que brotaba a través de sus ojos, incapaz de mantenerse dentro de ella, era una sensación de desborde que la invadía pero que la hacía inmensamente feliz.

Inuyasha sonrió también, comprendiendo a la perfección la razón de aquel sentimiento, por que a su manera lo experimentaba, besando con adoración el cabello oscuro de la mujer que le parecía tan indefensa, aquel exquisito aroma que lo cautivaba, aflorando desde ella, embriagando sus sentidos y de pronto su risa suave.

-Eres una coqueta ¿sabías?...- acusó, sabiendo que ella reía ante la reacción que él tenía frente a su fragancia.

-No – respondió negando con la frente apoyada sobre el pecho del hombre – solo juego un poco – al decir esto, levantó la mirada libre ya de las lagrimas que la adornaban, observándolo coqueta, tal y como él afirmaba .

-Oh, ya veo…juegas…- exclamó suavemente el joven, respondiendo a su mirada con un dorado de malicia.

-Mmmjjjj…- fue el sonido que ella musitó, moviendo su cabeza en señal de acuerdo. Inuyasha observó a un costado, encontrándose uno de los tantos jarrones con flores que decoraban el lugar, hallando en él, justo lo que necesitaba, un botón de rosa, perfecto, abierto solo un poco dejando los pétalos levemente separados unos de otros en las puntas.

-Bueno, pues yo tengo un juego, que quisiera practicar contigo – sentenció extendiendo una de sus manos, para sacar del jarrón la roja flor. Enlazó los dedos de Kagome y caminó con ella a paso lento, hasta la penumbra en que se encontraba la habitación.

La luz de la lámpara sobre la mesita de noche de Inuyasha era lo único que iluminaba el lugar, afuera la lluvia comenzaba a caer, manteniendo la temperatura extrañamente baja, un vehículo de color acero, seguí estacionado frente al edificio desde hacía horas, desde que la sacaron del piso dieciséis, las pálidas manos, sostenías su rostro oculto en el cabello, suelto y algo desordenado, no se había dado el trabajo ni siquiera de encender la calefacción del automóvil, estaba helada, muy fría, y lloraba, incontables lagrimas que le hablaban de un amor perdido, no deseaba resignarse a perderlo… ella amaba a Inuyasha, él era suyo y nadie se lo iba a arrebatar…

Alzó la mirada ennegrecida por el maquillaje y la furia, miró sin ver, como el agua golpeaba el parabrisas, apretó los dientes con ira, para luego dejar salir unas palabras tan frías como la noche en la que se encontraba.

-Disfrútalo ahora que puedes…Kagome…por que Inuyasha será mío, o no será de nadie…

Continuara…

Hola a todos y gracias por continuar leyendo, no he tenido la suerte de dejar capítulos más extensos, pero intento actualizar un poco más rápido… el próximo "episodio", jejeje… será de amor, amor, amor, y bueno luego… prepárense por que será difícil digerir lo que siga…

Besitos y dejen mensajes si?

Anyara