3. Gritando en silencio
Apagó el despertador con un golpe seco y se dio media vuelta para seguir durmiendo. ¿Por qué diablos sonaba tan temprano? Había sido un viaje muy largo y se había acostado muy tarde por intentar dilucidar la actitud de Draco…
Draco.
Se sentó de golpe en la cama, retirando las sábanas con brusquedad, y comenzó a vestirse con una rapidez inusitada. De pronto todos los recuerdos del día anterior acudieron a su mente y la decisión que había tomado al respecto.
Iría a ver a Draco hoy, mañana, pasado, toda la semana si hacía falta para hacerle hablar, para poder entender su actitud del día anterior.
No sabía realmente que estaba haciendo aquí, al igual que no sabía nada de lo que había pasado en todo ese tiempo, pero quería averiguarlo. Aunque pareciera extraño, se había acostumbrado a su presencia durante el entrenamiento y la batalla, y lo había echado de menos al desaparecer.
Terminó de vestirse, tomó un trago de la botella de agua que había sobre su mesa de noche, y salió de la habitación sin ni siquiera molestarse en cerrar la puerta.
Caminó mirando el paisaje, pero sin verlo realmente, concentrado en la única persona que conocía en el lugar, la única a quien jamás soñó tan siquiera encontrar ahí. Cinco largos años habían pasado desde su último encuentro, y todavía podía recordar a la perfección las últimas palabras pronunciadas por el rubio, como si se hallara allí de nuevo, extenuado tras la batalla.
Tras el último hechizo Harry se había dejado caer al suelo, exhausto, sintiendo que todas las fuerzas le abandonaban, que todo llegaba a su fin. Había vencido, poniendo fin a la oscuridad. En aquel momento ni siquiera sabía cómo se sentía, si la paz duraría o volvería a alzarse algún señor oscuro, corroído por la maldad, los celos, la envidia..
Harry se había recostado en la tierra húmeda, respirando con dificultad. Las heridas producidas por la larga batalla habían poblado su cuerpo, trayendo consigo todo el dolor que la tensión del enfrentamiento había relegado. Su cabeza resonando con la certeza de que todo había terminado, que al fin podría llevar una vida normal, que era libre.
Había pensado "¿Y ahora qué?", pero había estado demasiado agotado como para encontrar una respuesta a su propia pregunta. Harry nunca se lo había planteado antes, no realmente, porque su vida había estado marcada por la certeza de que tarde o temprano se enfrentaría a Voldemort, y secretamente había estado convencido de que no habría un futuro para él tras eso. Sí había fantaseado durante unos meses en volverse auror, pero tras el incidente en su quinto año en Hogwarts su entrenamiento se había precipitado, volviéndose el punto central de su vida.
Después de esa victoria, tal vez inesperada, no quería más violencia en su vida.
Harry había cerrado los ojos, dejándose llevar por el cansancio, dispuesto a descansar en ese mismo lugar, sin fuerzas para moverse, mucho menos para ir a buscar al resto de sus compañeros, los que habían luchado con valentía a su lado. Le habían preocupado, por supuesto, pero… no había encontrado las fuerzas para moverse.
Y entonces había sentido cómo alguien se acercaba, a pesar de su aturdimiento. Suave y lento, como si se estuviese arrastrando para llegar hasta él. Harry ni siquiera había necesitado abrir los ojos para saber quién era, porque podría reconocer su energía en cualquier parte. En su lugar, había sonreído.
"Lo lograste" había dicho Draco. Dos palabras que lo resumían todo. Expresaban triunfo, gratitud, respeto e incluso admiración, aunque probablemente lo último lo había imaginado. Ni siquiera le había hecho falta abrir los ojos para saber que estaba sonriendo del mismo modo que él. Y cuando lo sintió recostarse a su lado, igual de extenuado que él, Harry se había sentido feliz de compartir el silencio con él, sus respiraciones acompasándose lentamente.
"Tuve ayuda" había respondido al final, tras demasiados minutos en silencio "no lo hubiese logrado yo solo".
"¿Qué harás ahora?" había preguntado Draco tras otro eterno silencio, haciéndose eco de los pensamientos que habían pasado por la mente de Harry justo unos minutos antes de que llegara junto a él.
"No lo sé… esperaré a ver lo que me ofrece la vida ahora que puedo decidir".
"Es un buen plan".
"Tal vez".
El silencio les ganó otra vez. Habían estado demasiado cansados para seguir hablando, o quizás habían llegado ya al punto en que no necesitaban palabras para entender lo que sentía el otro, como si en verdad, en algún punto de toda esa locura, se hubiesen convertido en amigos.
Harry se había abandonado al cansancio, dejando que sus extremidades se relajasen hasta dejar de sentir el dolor, y su mente había entrado en esa espiral de irrealidad que precede al sueño, donde aún llegan los sonidos, aunque no del todo el significado.
Y en ese estado había escuchado la voz de Draco, demasiado suave como para considerarse algo más que un susurro, con demasiada emoción contenida bajo la superficie como para ser real.
"Ha sido un honor luchar a tu lado, que fueses capaz de confiar cuando nadie más lo hacía. Gracias. Por demasiadas cosas que no entenderías. Espero que encuentres esa vida que deseas. Yo… te echaré de menos".
Harry nunca pudo averiguar si esas palabras habían sido producto de su imaginación, una broma de su cerebro cansado, o si habían sido reales. Pero no había podido olvidarlas. Porque esa voz, esa emoción que había en cada sílaba, seguían calentando su alma incluso años después.
Tardó dos días en despertar después de ese momento, en la enfermería de un colegio al que técnicamente ya no pertenecía. Y Draco ya no estaba.
Según la señora Pomfrey, Malfoy se había levantado nada más despertar, y en contra de sus recomendaciones, se había marchado sin mirar atrás, alegando que tenía demasiados asuntos que atender.
Harry no había vuelto a verlo.
Cuando dejaron de agobiarlo los medios, los periodistas, la gente, cuando por fin pudo volver a su vida 'normal', Draco ya no estaba en el país, imposibilitando que fuese capaz de seguir su estela mágica.
No entendía esa huída, ese silencio respecto a Draco Malfoy. Y a nadie parecía importarle que se hubiese ido. Muchos todavía no confiaban en él, e incluso habían dicho que era lo mejor. Otros habían especulado con la idea de que ahora querría alzarse como nuevo señor tenebroso, que estaría reuniendo su ejército para enfrentarse a él, conociendo ahora su forma de luchar.
Harry no había podido aguantar tanta hipocresía, especialmente cuando muchos de los que decían esas cosas habían alentado en su día a Draco para seguir pasando información a la Orden, aun a costa de su propia vida.
Harry lo había buscado incansablemente, había tratado de encontrarlo de mil maneras distintas, de forma casi obsesiva. Quería… necesitaba darle las gracias por su ayuda, preguntar qué estaba mal y ofrecer su mano a cambio en lo que pudiese necesitar, ofrecerle un trabajo a su lado si quería, donde pudiesen desarrollar ese compañerismo que tan buenos resultados había dado hasta transformarlo en una verdadera amistad…
Pero había sido inútil.
Draco había desaparecido, y era obvio hasta para el más ingenuo sobre la faz de la tierra que no quería ser encontrado, ni siquiera por él.
No sabía qué lo mantenía lejos, pero había imaginado que, fuese en el lugar que fuese, estaría levantándose de sus cenizas, creando una fortuna similar a la que tenía, quizás se habría casado ya y tendría un montón de pequeños Malfoy a su alrededor, tan estirados y repelentes como lo había sido su padre de niño.
Qué estúpido fue.
Cualquiera que viera ahora a Draco Malfoy, donde había hecho su hogar, donde trabajaba, no creería que se trataba de la misma persona. Quizás sí que tenía esposa, e hijos, pero eso nunca explicaría su silencio, ni su huida tras la batalla.
Harry se detuvo a cierta distancia, sus ojos clavados en el puesto más alejado, donde el hombre que había sido su compañero atendía a la misma niña del día anterior.
Sonreía. Con esa misma sonrisa lampiña que había visto veinticuatro horas antes. Trataba a la niña con una ternura que nunca creyó posible en su viejo enemigo, como si mirara a una hermana pequeña, a su ojito derecho. Y la pequeña lo miraba embelesada, hablando rápidamente, como si le estuviera contando la más fascinante historia que hubiese escuchado jamás, gesticulando ampliamente con los brazos para dar más énfasis a sus palabras. Su negro cabello le caía en cascada por la espalda, moviéndose con ella a cada gesto, guiño o salto que dirigía a Draco, haciendo caso omiso de todo lo que los rodeaba.
Se quedó observándolos un rato, en mitad del camino, incapaz de moverse. Era como si Draco fuera dos personas distintas: el arrogante, frío e hiriente que había visto el día anterior, y este nuevo Draco, cariñoso, tierno, complaciente, atento. De alguna manera, no encajaba con él esa forma de comportarse, de actuar, sin embargo, algo le decía que era en ese momento, en ese preciso instante, cuando estaba siendo realmente sincero, porque nadie, ni siquiera Draco Malfoy, sería capaz de fingir esa sonrisa.
Por fin ella se alejó, despidiéndose enérgicamente con la mano y Harry salió de su aturdimiento para acercarse hasta su puesto. Vio como el cuerpo de Draco se tensaba antes de llegar junto a él, antes siquiera de mirarlo, y observó como la calidez que hasta ese momento habían tenido sus ojos se volvía frío hielo al encontrarse con la suya.
Ninguno de los dos dijo nada durante unos instantes, desafiándose mutuamente a romper el silencio, a perder esa muda batalla entre los dos. Y finalmente Harry se dio cuenta de lo inútil de seguir peleándose como antaño, aunque fueran sus miradas, y rompió el silencio.
—Esto es absurdo. ¿Podrías dejar de comportarte como un niño pequeño? —Draco lo miró indiferente, como si no hubiese oído sus palabras, y siguió en silencio, imperturbable—. Quiero hablar contigo.
—Estás hablando —contestó Draco. No había frialdad en su voz, pero tampoco la calidez del amigo, del compañero. Sonaba indiferente, incluso... aburrida, como si mantener esa conversación con él fuese la cosa más tediosa del universo.
—Que yo hable y tu guardes silencio aburrido, no es lo que yo definiría como una conversación. Tenemos... tienes —se corrigió— que contarme muchas cosas. Vayamos a algún sitio.
—No puedo, estoy trabajando —el mismo tono de voz, la misma frialdad en sus ojos.
—Eso no te importó mucho ayer —contestó mordaz—. Necesito respuestas, quiero… necesito saber qué ha pasado todo este tiempo, qué es lo que te ha traído aquí... quiero saber por qué desapareciste sin dejar rastro como si te hubiese ofendido profundamente… —se mordió el labio inferior para recuperar el control de su voz, y repitió su petición—. Tenemos que hablar.
Draco suspiró, cerrando los ojos un segundo.
—Hablas demasiado. Las palabras a veces no son importantes.
—Creo que en este caso sí. No entiendo nada... no encuentro una sola razón para… esto —dijo, elevando los brazos como si pudiesen abarcar todo lo que había a su alrededor.
—Quizás no hay nada que entender.
—¿No lo hay? ¡Venga ya! Nadie se va de su ciudad, de su hogar, de su cómoda posición para perderse entre desiertos, trabajando de una forma tan dura sin tener necesidad. Tiene que haber una razón, y muy poderosa, y te aseguro que yo no he podido encontrarla por más vueltas que le he dado, que no han sido pocas. Quiero una explicación para todo esto, me lo debes, Draco.
El rubio ya se preparaba para volver a negar, pero algo en su discurso pareció aplacarlo, y a Harry le llevó más segundos de los que debería darse cuenta de por qué.
Lo había llamado 'Draco'.
Ni aun estando en el mismo bando lo había llamado nunca por su nombre de pila. Ni en el entrenamiento, ni en las misiones, ni en la batalla…
Jamás lo había llamado así, salvo en su mente.
El pronunciarlo ahora de forma inconsciente, casi con familiaridad, implicaba una confianza mayor de la que debería, la que se ofrece a familiares y amigos en los que se piensa con regularidad. Implicaba irreflexión, un deseo cumplido porque lo había encontrado, porque estaba ahí frente a sus ojos, al alcance de su mano como había imaginado tantas veces. Implicaba que el tiempo no había alejado su recuerdo y su valor, sino todo lo contrario, porque nadie había perdido tanto en esa batalla como Draco, y seguía volviendo a sus pensamientos una y otra vez.
Implicaba que en su mente, había sido, y seguía siendo, un amigo.
Y de algún modo hizo mella en esa máscara imperturbable que llevaba Draco. Bajó la mirada, pero no con la suficiente rapidez como para que Harry no viese esa vulnerabilidad que ya había estado presente el día anterior. Y tampoco pudo ocultar cómo la tensión en su cuerpo descendía, apenas visible en hombros, brazos y cuello, pero suficiente para él.
Volvió a suspirar, con los ojos aún cerrados, y luego se irguió, como si se infundiese valor antes de responder:
—Está bien. Vayamos a algún sitio más tranquilo.
Harry esbozó una sonrisa complacida y esperó que Draco recogiera todo. No sabía si lograría sacarle respuestas claras, si hallaría en sus palabras las razones que no podía comprender, pero al menos, había conseguido que aceptara hablar con él.
Y eso ya era un triunfo.
—~oOo~—
Draco lo llevó cerca de allí, a una zona bastante solitaria, y se acomodó a la sombra de una gobernadora. Durante todo el camino no pronunciaron una sola palabra, caminando uno junto al otro, como si hiciesen eso todos los días. Aunque no era un silencio cómodo, probablemente por todas las palabras que había inconclusas entre ambos, por los secretos, de uno y de otro, y porque a pesar de todo, en realidad nunca habían sido amigos.
Harry se sentó junto a él, apoyando la espalda en el estrecho tronco, sus hombros tocándose a través de la fina tela de sus camisetas. Y Draco esperó en silencio a que Harry hablara, repasando mentalmente las respuestas que tenía preparadas.
—Yo no llego a comprender algunas de tus acciones —comenzó, como si estuviese continuando una conversación anterior—, ni antes, ni ahora. No sé nada de tu vida en este momento, pero sí sé lo que dejaste atrás, y me cuesta imaginar una razón legítima para que lo cambiases por… esto.
No respondió, porque sabía que no había terminado. Harry ni siquiera lo miraba, sus ojos estaban centrados en el suelo, pero sabía que en realidad ni siquiera lo estaba viendo. Era su forma de reorganizar sus pensamientos, de centrarse, una que aprendió a reconocer durante el tiempo que compartieron.
Reconocer ese gesto en él era como volver a encontrarse otra vez como el día anterior, otro impacto brutal contra el pobre muro que había erigido alrededor de su alma. Otro recuerdo de que no era un sueño.
—Creo… sé —se corrigió, elevando la mirada por fin hacia él—, que de algún modo tiene que ver conmigo. Es lo único que tiene sentido, por así decirlo. Pero te juro que no sé que fue lo que hice para obligarte a esto.
Fue Draco quien apartó la mirada en esa ocasión, incapaz de sostenerla ante la intensidad con que los ojos de Harry lo atravesaban, su voz atrapada en un nudo en el fondo de su garganta. Porque dolía, aún dolía. Y porque las mentiras ensayadas no iban a funcionar, no ante esas certezas, ante esa mirada capaz de hacer estragos en su autocontrol.
—Sólo… —continuó Harry ante su falta de respuesta—, sólo te pido que no me mientas, como estoy seguro que pretendías. Y que no vuelvas a desaparecer. Si quieres mantener tus secretos está bien, tu silencio es bienvenido, pero no desaparezcas. Confiaste en mi una vez, durante el entrenamiento y la batalla, me gustaría una oportunidad de intentar ganármela otra vez algún día…
Sus palabras se clavaron en él como dardos envenenados. Porque eran igual de certeras, haciendo diana sin pretenderlo. Y lo odiaba, porque a pesar de los años separados seguía conociéndolo demasiado bien. Había adivinado que iba a mentirle y esa era su forma de desarmarle.
No podía responder. ¿Qué iba a decir? ¿La verdad? Imposible. Pero tampoco podía prometer que fuese a darle la oportunidad que pedía, porque eso sería volver atrás, admitir que todos esos años no habían sido más que una pérdida de tiempo.
Todo lo que podía ofrecerle era su silencio.
—Está bien —suspiró Harry ante la ausencia de respuesta, sin poder disimular la decepción en su voz—. Sólo una pregunta más, ¿por qué aquí? ¿por qué este lugar en medio de la nada?
No esperaba esa pregunta, y por un segundo su mente se quedó en blanco. Y luego sonrió, sin poder evitarlo, porque de todo lo que podría haber preguntado elegía lo más insustancial de todo.
—Sabía que no había magos en la zona, no hay un mundo mágico paralelo como ocurre en la mayoría de países. Pensé que nadie me buscaría aquí.
No se atrevió a mirarlo, a pesar de todo, sus ojos contemplando el horizonte como si fuese lo más interesante del mundo.
—Comprendo —dijo Harry, con tono de no tener ni idea de nada.
—Sencillamente busqué una población que no estuviera demasiado lejos del agua, para que mi estancia aquí no fuera más incómoda de lo necesario —esta vez fue Draco el que giró su cabeza para contemplar a Harry, y añadió, sin poder contenerse—. Ahora pregunto yo: ¿Porqué este lugar para tu luna de miel?
Harry abrió los ojos con sorpresa y se giró también para ver a Draco.
—¿Cómo sabes...?
—Lo leí —contestó a la pregunta que no había acabado de formular.
Esta vez fue Harry el que tardó en contestar a su pregunta, como si no pudiese comprender del todo las palabras de Draco. Y luego, inclinando la cabeza con algo demasiado cercano a la curiosidad, dijo:
—Hermione no ha venido conmigo.
