4. Dolor

Esta vez fue Draco el que abrió desmesuradamente los ojos, comprendiendo lo que significaban sus palabras, pero sin entender el porqué. ¿Hermione no estaba ahí? ¿No había venido a su luna de miel? ¿Había ocurrido algo? Un millón de preguntas se agolpaban en su cabeza, mientras los latidos de su corazón aumentaban el ritmo a cada pregunta no formulada, a cada duda sin aclarar.

—¿Qué? —preguntó por fin Draco.

De todas las preguntas que le pasaban por la cabeza, fue esta, la más simple, la que escapó de sus labios, quizás por la confusión que regía en su mente, quizás porque ninguna palabra más podría atravesar el nudo de su garganta.

Harry se giró a mirarlo. Draco lo miraba fijamente, expectante, sin ápice de esa indiferencia que había mostrado hasta ahora, y era completamente consciente de ello. A ojos de un extraño tenía que estar dando la impresión de ser errático e impredecible, un hombre con doble personalidad porque solo necesitaba un parpadeo para pasar de frío e indiferente a desesperado.

Pero no le importaba.

—Hermione está en Londres, ocupándose de algo importante.

—¿Qué? —repitió Draco incrédulo. No podía entender nada.

—¿Por qué crees que he venido con ella? —preguntó Harry, inclinando la cabeza con obvia curiosidad.

—Pensaba… —comenzó, pero ni siquiera fue capaz de terminar la frase de forma coherente.

Todo lo que se sentía capaz de hacer era mirar a Harry intensamente, tratando de encontrar respuestas en esos ojos, bebiendo de él como si fuese el elixir del conocimiento.

Obviamente a Harry le divertía su actitud, a juzgar por la sonrisa que se dibujó en sus labios.

—¿Por qué piensas que he venido con ella?

—Suponía que… la luna de miel…

Rió. Harry se atrevió a reírse ante su insinuación, como si estuviese contando el mejor chiste de la historia, y Draco no pudo evitar fruncir el ceño en respuesta.

—No sé dónde has leído acerca de mi boda, pero me atrevo a pensar que este no es el lugar más apropiado para estar al día con las noticias. Nos casamos hace meses, la luna de miel apenas duró una semana.

Draco apartó la vista, sintiéndose idiota. Por supuesto que había terminado, ¿cómo no se le había pasado por la cabeza? Ahora, recordando aquella amarillenta y arrugada hoja de periódico donde había leído la noticia, parecía obvio. Debería haberse dado cuenta de que el tiempo no era exactamente lineal en esa parte olvidada del mundo, si no se tenían en cuenta todos los factores.

Y aun así no pudo evitar sonreír, moviendo negativamente la cabeza. Era tan estúpido…

—Ni siquiera lo había pensado —dijo, volviendo a mirarlo, aun sonriendo ante su propia estupidez—. Supuse que era la razón obvia para que hubieses terminado en este lugar. ¿Por qué estás aquí entonces?

Harry suspiró involuntariamente antes de responder.

—Por trabajo.

—¿Aquí? —preguntó Draco simplemente, como el idiota que era, sin comprender nada.

Harry volvió a sonreír ante su reacción, sin poder evitarlo.

—Sí. Sé que parece extraño, cuando tu mismo has dicho que no hay magos en la zona. Pero todos nuestros estudios llevaron a la conclusión de que algo de vital importancia se encontraba en la zona. Sin tiempo para más estudios, alguien tenía que venir a comprobarlo.

—No parece un trabajo para un ministro —replicó Draco, entrecerrando los ojos.

Resultaba obvio que había mucho más que no le estaba contando y suponía que, si seguía siendo el mismo de hacía unos años, respondería mejor ante afirmaciones que a preguntas directas.

Harry asintió con la cabeza, humedeciéndose el labio inferior con la lengua sin disminuir su sonrisa ni un ápice.

—Ya… depende de lo que se busque. Y de las circunstancias. Nadie más podía hacerlo.

—Para alguien a quien escuché quejarse tantas veces de lo críptico que era Dumbledore, le haces la competencia bastante bien.

Harry volvió a reírse, esta vez con más ganas, y Draco se encontró disfrutando de esa risa que parecía tan fácil, ahora, tan relajada, lejos de las veces que lo había visto reírse antes de la batalla.

—Supongo que sí —replicó—. Puede que ahora lo entienda mejor. En cualquier caso, que tú estés aquí es, en cierto sentido, una prueba de que los estudios no erraban —añadió, dejando que la sonrisa se desdibujara de sus labios, trayendo de vuelta cierta gravedad—. Contra todo pronóstico. Porque no hay magos en la zona… pero lo que me ha traído aquí busca y necesita de magia para 'sobrevivir'.

—¿Estás insinuando que "algo" se alimenta de mi? —preguntó incrédulo, elevando ambas cejas con escepticismo.

—De tu magia, sí.

—Hace mucho que no uso mi magia.

—Lo sé. Sino hace tiempo que te habrías dado cuenta de lo que va mal.

Durante unos minutos solo se miraron, en silencio, como si estuviesen intentando descubrir en los ojos del otro todos los secretos que escondía. Porque ahora resultaba aún más obvio que Draco no era el único que tenía algo que ocultar. Que lo suyo fuese personal y en el caso de Harry profesional carecía de importancia. Porque eso sólo le daba una excusa para pasar más tiempo a su lado, si decidía ayudarlo con su empresa.

No debía. Iba en contra de todo lo que se había propuesto, de su vida en ese lugar apartado, lejos del mundo.

Y aun así…

—Draco —dijo Harry, quebrando primero el silencio, como casi siempre—, si estoy en lo cierto, voy a necesitarte para encontrar lo que busco —se hizo eco de sus pensamientos, como una mala broma del destino.

—Tengo trabajo… —se resistió, aferrándose a los últimos vestigios de lógica que podía reunir.

—Trabajo que no necesitas para vivir, y que no es más que una excusa para seguir evitando mi presencia.

Merlín, ¿por qué podía leerlo tan bien? ¿Tan transparente se había vuelto con el tiempo? ¿Tan descuidado? ¿O siempre lo había sido para Harry sin darse cuenta?

—Llevo demasiado tiempo sin tocar el dinero de mi familia, no quiero empezar ahora. Aquí gano lo que me hace falta, y tampoco hay demasiados sitios donde gastarlo.

—¿Sabes? Cuando íbamos a Hogwarts nunca imaginé que algún día podría oírte decir algo así.

—Todos cambiamos al crecer, ¿no? —preguntó, sin poder evitar que una pizca de amargura se colara en su voz—. Ese niño que recuerdas era un iluso.

Apartó la mirada y volvió a centrarla en el horizonte, donde Harry no pudiera ver lo mucho que le molestaban sus propias palabras. Porque era cierto. El Draco Malfoy de aquel entonces no sabía lo que era el dolor, o la soledad. Creía que todo estaba a su alcance solo con desearlo, y que nada, ni nadie podría negárselo.

Harry representaba todas las cosas que le habían sido negadas: su amistad en primer año, su fama, sus logros, y en última instancia eso que aún latía bajo su piel después de tantos años, lo que le había hecho abandonar todo lo demás.

El niño que fue no reconocería al adulto que ahora era. Se avergonzaría de él.

—Supongo que tienes razón —dijo Harry suavemente, tras unos instantes de reflexión silenciosa—. Pero no todos cambian, y hay veces que las ilusiones, aunque infantiles, pueden ser muy beneficiosas. Es bueno tener un sueño.

—Los sueños, sueños son —replicó con voz apagada.

—Si no buscamos el modo de lograrlos, sí. Pero siempre es por el esfuerzo que nos cuesta lograr lo que queremos que se disfruta más cuando al fin se consigue, ¿no?

Se ríe, sin humor, volviendo a negar con la cabeza.

—Tu optimismo conmueve. Cuando lo embotelles y lo vendas, te compraré un par de frascos.

—Hablo en serio, Draco.

—Yo también. No todos los sueños se pueden cumplir. Es iluso creer lo contrario.

No podía seguir sentado, hablando de sueños incumplidos con Harry. Era demasiado para manejar, en una atmósfera repentinamente íntima que no ayudaba para nada a su control.

Draco se puso en pie, sacudiéndose apenas la arena de la ropa, y comenzó a alejarse con paso decidido, sin mirar atrás, con apariencia de llevar el peso del mundo sobre los hombros.

Y aún así, fue incapaz de contenerse lo suficiente como para decir.

—Te veré mañana, si aún necesitas mi ayuda.

No estaba lo suficientemente lejos como para no escuchar el "gracias" que Harry susurró.

~oOo~—

Llegaba tarde. Habían quedado hacía más de media hora y todavía no había llegado. Vale, eso podía significar que había avanzado en su trabajo, o que estaba a punto de lograrlo, pero... ¿tan pronto? Era un poco inverosímil, aun tratándose de Harry. Además, ni siquiera tenían la certeza de que estuviera en ese lugar.

No es que Harry hubiese sido siempre lo más puntual del mundo, pero desde que era ministro había aprendido a no retrasarse en sus citas, más si era para tratar algo tan importante para todos.

Al fin el fuego de la chimenea se volvió verde, creciendo en intensidad, y la silueta de Harry salió de él, con aspecto desconcertado y bastante lleno de tierra. La miró, sonrió y se acercó para darle un abrazo y un beso.

—Ni se te ocurra acercarte a mi en ese estado —dijo a medio camino entre el horror y la diversión—. ¿Dónde diablos has estado?

—Hola Herm, yo también me alegro de verte —sonrió a su vez—. Oh, estaba en un partido de Quidditch, ya sabes. Pasando el rato…

—No bromees, Harry —respondió ella, poniendo los ojos en blanco.

—Entonces no hagas preguntas absurdas —sin dejar de sonreír se acercó al sofá para sentarse junto a ella.

—¿La encontraste? —preguntó ansiosa, entrando directamente en la materia que le interesaba, haciendo caso de las últimas palabras de Harry—. ¿De verdad está allí? Me sigue costando mucho creerlo, a pesar de los hechizos…

—No, no la encontré todavía. Pero está allí, Herm —dijo, completamente convencido.

—¿Qué te hace estar tan seguro?

—Creíamos que no había magos en la zona, dado que la actividad mágica en todo el país ha sido inexistente desde… bueno, desde hace demasiados años. Pero estábamos equivocados.

—En los registros no aparece ninguna comunidad mágica, ni residencias temporales de magos, ni siquiera hay indicios de magia descontrolada de niños nacidos de muggles. Absolutamente nada…

—Exacto, por eso nos confundían los hechizos que apuntaban a esa zona. Pero resulta que sí vive un mago allí, alguien que no ha usado la magia en años, que ha pasado totalmente desapercibido por voluntad propia —sonrió, todavía incrédulo y emocionado por su hallazgo, y añadió—. Herm, he encontrado a Draco Malfoy.

Durante un segundo se quedó sin palabras. Abrió mucho los ojos, sorprendida, pensando que había escuchado mal, o que era una broma. Pero la sonrisa en los labios de Harry, enorme y sincera, y la franca ilusión que se podía leer en sus ojos despejó todas sus dudas.

—¿Malfoy? —preguntó quedamente, solo para asegurarse.

—Sí. Aunque… apenas te lo creerías si lo hubieses visto —confesó, frunciendo levemente el ceño, confuso—. Lo encontré trabajando en un puesto callejero, en una de las calles del mercado local, vendiendo cestos y sandalias hechas a mano. Con sus propias manos. ¿Te lo imaginas?

No, no se lo imaginaba. ¿Draco Malfoy trabajando como un lugareño? ¿Con sus propias manos? ¿A pleno sol?

Era imposible.

Un sin sentido.

Draco Malfoy había muerto mucho tiempo atrás, tenía que haberlo hecho, era lo único que había parecido razonable para su desaparición. Era lo que la mayoría de los magos pensaban, lo que ella misma había asumido hacía tanto tiempo.

El único que había mantenido la esperanza, sin importar sus muchos fracasos a la hora de encontrar tan siquiera una pista, era Harry.

No podía ser cierto que ahora, precisamente ahora, lo hubiese encontrado sin ni siquiera buscarlo.

—¿Has… hablado con él? —preguntó, aún aturdida.

—Sí.

—¿Y te ha contado por qué desapareció de esa manera?

—No. No sé sus razones, ni el porqué de su silencio, no quiere hablar al respecto. Pero te puedo asegurar que no fue por una búsqueda personal para hallar la felicidad, o alguna idiotez semejante, porque no es feliz. No sé que lo mantiene en ese lugar, pero creo… creo que sufre.

Volvió a callar, perdido en sus pensamientos, el ceño aún fruncido, y Hermione lo imitó, mordiéndose el labio inferior. Porque a diferencia de Harry, ella podía imaginar perfectamente las razones tras su marcha, al menos la más importante.

Hermione había aceptado a regañadientes a Draco en su bando, vigilándolo de forma constante, alerta ante una posible traición que nunca llegó. Pero esa vigilancia estrecha le reveló más de las motivaciones de Malfoy que sus palabras. Porque no había que ser tan inteligente como ella lo era para descubrir la forma en que miraba a Harry cuando creía que nadie se daba cuenta, cómo se acercaba y lo buscaba, a veces con excusas tan poco elaboradas que hubiesen provocado su risa en otras circunstancias. Y como luego lo evitaba, el modo en que se apartaba como si quemase si Harry invadía su espacio personal, poniéndose rígido y volviéndose frío e hiriente para ocultarlo.

No había dicho nada en su momento, porque en cierto modo lo que Malfoy sentía ayudaba a asegurar su lealtad. Y cuando todo concluyó, cuando desapareció sin dejar rastro dejó de importar, porque al fin y al cabo solo se trataba de un capricho adolescente.

Quizás se había equivocado.

Al menos lo que Harry estaba diciendo parecía corroborar que sus sentimientos no habían quedado atrás, a pesar del tiempo y la distancia.

Y por primera vez en mucho tiempo, Hermione sintió miedo.

—¿No te ha dicho nada más? —preguntó, aclarándose la garganta, repentinamente seca.

—No, es reacio a hablar conmigo. Pero me da igual, puedo esperar —dijo volviendo a sonreír inconscientemente—. Lo importante es que lo he encontrado, Herm. Y que es la clave para hallar lo que puede salvarnos a todos.

—No sé si deberías volver, Harry —su voz sonó mucho menos segura de lo que le gustaría.

Harry la miró, frunciendo el entrecejo, y apoyó la mano en su hombro con más fuerza de la necesaria.

—¿Qué se supone que significa eso, Herm? Sabes lo que está en juego. Soy uno de los pocos que aun conserva su magia, pero no va a durar para siempre si no solucionamos este monumental embrollo —calló, mirándola a los ojos con intensidad antes de añadir—. Y aun cuando no fuese así… lo he encontrado, Herm. Sabes mejor que nadie lo importante que era para mi poder darle las gracias por todo lo que hizo, por todo lo que se arriesgó… No podría quedarme e ignorar que sé que está allí…

—Pero… dices que él no quiere verte, ¿no?

—Y eso solo corrobora mis sospechas de que fue algo que hice o dije lo que provocó su huida. Tengo que descubrir qué y arreglarlo, Herm.

Hermione volvió a morderse el labio inferior, cruzando con fuerza los brazos frente a su pecho para evitar decir algo de lo que luego se arrepentiría.

Harry parecía decidido, y sabía mejor que nadie que cuando tomaba una decisión, nada ni nadie podía hacerle cambiar.

Aun así tenía que intentarlo.

—Si vas a estar pensando en desentrañar los misterios de Malfoy, te distraerás de la misión. Y en última instancia es lo que de verdad importa.

—Eso no ocurrirá.

—No tenemos mucho tiempo. Los inefables dicen que es probable que en menos de una semana tu magia comience a fallar también, y en menos de dos podría haber desaparecido del mundo para siempre…

—Puedo hacerlo —reiteró Harry, asintiendo con la cabeza para dar énfasis a sus palabras—. Confía en mi.

—Confío en ti —replicó ella.

Pero no podía decir lo mismo de Malfoy.