5. Junto al lago

La conversación con Hermione le había dejado preocupado. Harry sabía que ella solo trataba de aconsejarle para que hiciera lo mejor, como siempre, que se centrara y dedicara todos sus esfuerzos a la misión que tenían entre manos, que era lo más importante. Pero también debería saber que Harry no podía, y no iba, a ignorar que había encontrado a Malfoy después de tanto tiempo.

Harry sabía que a Hermione nunca le había llegado a caer bien Draco, a pesar del alto en hostilidades y lo determinante que resultó la información que logró filtrar en la guerra contra Voldemort. Ella nunca lo había aceptado del todo, siempre renuente a hablar con él, observándolo muy de cerca para que no hiciera nada indebido, para descubrir cualquier anomalía en su conducta que pudiese significar un peligro para la Orden. Era natural, en cierto sentido, porque nadie cambiaba de la noche a la mañana, y porque Hermione siempre había sido mucho más desconfiada que él o Ron, y solía estar en lo cierto.

Pero con Malfoy le había parecido casi personal. Como si ella esperase verlo caer, fallar y demostrar que no era más que el mentiroso que siempre creyeron que era. Harry había llegado a pensar incluso que Hermione tenía algún otro motivo para actuar de esa manera, que había algo más que a él se le escapaba que hacía que su preocupación creciera, no necesariamente su fidelidad a la Orden, sino específicamente a ellos. A él. Aunque no había tenido sentido entonces, y tampoco lo tenía ahora.

Y sin embargo… había parecido casi desesperada porque no se acercara a Draco, llegando a preguntar incluso si iba a volver cuando sabía bien que no tenía otra opción…

No lo entendía. Pero cuando todo eso acabara iban a tener una larga conversación al respecto. Harry necesitaba respuestas, y estaba comenzando a cansarse de no obtener ninguna.

~oOo~—

La esencia es el principio... y el fin.

¿Por qué ahora? ¿Por qué en este tiempo?

No debería surgir un comienzo en este final.

No están preparados. Nadie saldrá victorioso.

Ninguna paz puede surgir, no hay magia nueva por crear.

Nadie escucha mi grito agonizante.

Nadie puede ver los pedazos de mi alma solitaria.

Los sentidos no servirán ahora.

Todo está perdido.

~oOo~—

Había sido un día agotador. El pegajoso calor que solía hacer en el lugar normalmente, había sido hoy más acusado que de costumbre, haciendo que desde primera hora de la mañana la ropa se le pegara al cuerpo como si estuviera mojada. Eso, acompañado del repentino aumento del trabajo que solía tener con la nueva luna, lo había dejado agotado, con ganas de refrescarse en el lago y tenderse sobre su cama en un sueño reparador.

Ese sería el proceso habitual que llevaría a cabo el mismo día del año anterior, pero ahora había algo distinto en él, algo que no le había dejado dormir bien las últimas noches, y que probablemente tampoco le dejaría pegar ojo ahora: Harry.

Curiosamente, la mayor parte del cansancio que sentía lo había provocado el mismo Harry. No un cansancio físico, sino mental, ese tipo de cansancio que provocaba el pensar reiteradamente en algo, intentando encontrarle solución, inútilmente.

Hoy, contra todo pronóstico, no había aparecido en su puesto.

Secretamente había estado esperándolo toda la mañana, diciéndose que era mejor si no aparecía, que así no tendría que ocultar tras una máscara aquello que aun le hacía sentir al mirarlo, pero... cuando vio pasar la mañana y luego la tarde, sin rastro de su presencia, no había podido evitar sentirse defraudado.

Harry había prometido encontrarse con él para que le ayudara con la misteriosa misión que tenía entre manos, además de intentar desvelar todos los secretos que escondía, y que Draco estaba convencido de que no querría saber. Pero no había aparecido.

Y aunque era lo que él había deseado desde el principio, que lo dejara en paz y volviera a su vida como si Draco no existiera… después de haberle visto, de haberle tenido cerca y saber que Harry podía encontrarlo si quería sin posibilidad de que volviera a huir… que no apareciese le hacía sentir decepcionado, enfadado y asustado a partes iguales.

Decepcionado porque lo que parecía un deseo sincero, lo que sus ojos le transmitieron, había quedado en simples palabras.

Enfadado consigo mismo, por no poder evitar que la esperanza renaciera con una sola mirada de esos ojos verdes que tantos estragos hacían en él, a pesar de tener la certeza de que todo era imposible. Y, por extensión, enfadado con Harry por tener tanto poder sobre él aún después de tanto tiempo.

Y asustado por no tener control sobre lo que sentía, por temor a no poder controlar sus reacciones cuando lo tuviera delante. Y no volver a verlo más, esta vez por decisión de Harry…

Caminó despacio hacia su casa. Quedaba algo lejos, pero con suerte cuando llegara podría darse un relajante baño en el lago. Sus pies lo llevaban solos, conocedores del camino, mientras su mente no paraba de divagar absurdamente acerca de las mismas cuestiones.

Pero cuando llegó al sendero que lo llevaría directo hacia su casa, sus pies perdieron el compás, quedándose parados sin voluntad propia, y su mente abandonó cualquier pensamiento para deleitarse en la imagen que tenía ante sí.

Había un hombre junto al lago, de espaldas a él, pero Draco podría reconocerlo en cualquier parte.

El escaso aire que ya hacía a esas horas, revolvía su cabello y acariciaba su rostro, dándole un aspecto más jovial y a la vez más sereno. El agua del lago jugaba con sus pies descalzos, mojándolos suavemente en un suspiro y permitiendo que casi se secaran completamente antes de volver a reclamarlos como suyos, mientras el sol poniente se perdía en el horizonte a su derecha, dándole un aspecto etéreo al paisaje, convirtiendo los verdes arbustos en una mezcla perfecta entre luz y oscuridad, un contraste único que hacía aparecer colores imposibles en los objetos... y en él. El sol que perfilaba su figura le daba un aspecto sin igual, tiñendo su piel de oscuridad, remarcada con un halo dorado destellando más allá de la penumbra.

Como si esa bella postal de un atardecer cobrara vida, el sol siguió con su descenso, mientras una sonrisa se extendía por el rostro del hombre junto al lago, tan solo un segundo antes de que girara su cabeza hacia su inesperado observador y lo saludara sin dejar de sonreír:

—Hey, no esperaba verte aquí.

Draco se dio cuenta de que en algún punto sus labios se habían separado para dejar entrar el aire, provocando que su boca se secara por completo al contemplar con ojos no tan inocentes la imagen ante él.

Guardó silencio un segundo, reagrupando su voz dispersa en el nudo de su garganta, y finalmente dijo:

—Esa es mi línea —su voz sonó segura, incluso había algo de humor en ella, mientras dejaba que una pequeña sonrisa asomara a sus labios. Ante la evidente confusión de Harry, añadió—. Mi casa está un poco más al sur, siguiendo la orilla del lago. Este es el único camino para llegar hasta ella.

Señaló vagamente en dirección a su casa, y Harry la siguió con su mirada justo cuando el sol terminaba de perderse en el horizonte, dejándoles contemplar ese efímero momento de colores explosivos antes de que las sombras lo bañaran todo.

Se quedaron así un momento, en silencio, pero a diferencia de los anteriores no era un silencio incómodo. Y luego Harry rompió esa quietud acercándose de nuevo al agua, hasta que sus pies volvieron a ser acariciados por olas invisibles.

—Creo que empiezo a comprender por qué fuiste capaz de vivir aquí estos años sin todas las comodidades que podrías encontrar en Londres —dijo, la sonrisa serena aún en sus labios—. Pensaba que en este país no encontraría más que arena y matorrales, pero empiezo a comprender que hay mucho más de lo que se ve a simple vista. Con cada segundo que paso aquí comprendo más por qué es el lugar perfecto para lo que he venido a buscar. Hay… otro tipo de magia en el ambiente que es imposible ignorar.

Draco se acercó hasta quedar al lado de Harry, pero sin llegar a tocar el agua.

—Es curioso lo que podemos ignorar si nuestros ojos se niegan a ver —dijo sin poder contenerse, sin referirse precisamente al paisaje—. Yo nunca hubiera aprendido a disfrutar de lo que me rodea si hubiera seguido en Londres. Allí todavía creía que no había nada que yo no pudiera conseguir con un puñado de galeones, porque desde pequeño fue lo que me enseñaron. Cualquier cosa que no se pudiera comprar carecía de valor o le hubieran puesto precio. Al venir aquí descubrí lo equivocado que estaba en muchas cuestiones.

La mirada de Harry era extraña, oscura, Draco no tenía claro si por la falta de luz o por algo más. Y cuando inclinó la cabeza, parte de su cabello voló hacia un lado, volviendo la tarea de intentar descifrarlo mucho más complicada.

—¿Realmente eres feliz aquí? —preguntó de pronto, y luego se mordió el labio inferior, como si la pregunta hubiese sido hecha sin su consentimiento.

Draco se encogió de hombros levemente.

—Depende del concepto de felicidad que tenga cada uno. ¿Es lo que soñaba cuando era niño? No. ¿Lo cambiaría? Tampoco.

—Eso no es una afirmación.

—No puedo afirmar algo que ni yo mismo sé. No sé si he sido feliz, realmente feliz, alguna vez.

Harry sonrió ante su respuesta, aunque no era una sonrisa feliz, o tan siquiera irónica, sino contemplativa, el tipo de sonrisa que expresaba gratitud o comprensión, que lograba empatizar de forma más efectiva que cualquier palabra. Y luego asintió, como para dar énfasis a sus siguientes palabras.

—Sé exactamente a qué te refieres.

Draco frunció el entrecejo, desconcertado. No podía imaginar un mundo en el que Harry supiese exactamente a qué se estaba refiriendo. No quería imaginarlo.

—¿No eres feliz con… tu vida? —terminó, antes de pronunciar "tu esposa" como había sido su intención.

—¿Qué? No, Merlín, no… —dijo, negando con la cabeza, con el ceño fruncido y sonriendo a la vez en una caótica muestra de emociones—. No me refería a ahora mismo. Pero lo que describes es… probablemente lo que más se acerca a lo que sentía antes de ir a Hogwarts, cuando vivía con mis tíos.

Draco asintió y apartó la mirada, en parte porque no quería saber cuán feliz era realmente con su vida actual, en parte avergonzado, porque aún podía recordar con precisión las veces que se había metido con la familia de Harry, celoso de toda la atención que recibía en Hogwarts, sin saber que la realidad era peor que sus pullas malintencionadas.

Guardaron silencio un momento, quizás porque la conversación se había vuelto más personal de lo que ninguno de los dos pretendía, quizás porque el ambiente era demasiado íntimo, con los dos parados a la orilla de un lago, bajo la luz de las estrellas, mientras oscurecía.

Se aclaró la garganta, otra vez seca sin razón aparente, pero no volvió la vista hacia el hombre junto a él.

—Siento haber sido tan hostil cuando nos encontramos. Obviamente no te esperaba. No sabía si me odiarías por irme del modo en que lo hice, y no quería descubrir si lo que recordabas era al idiota que se metía contigo en el colegio, o el que trató de ayudar en la batalla.

Sus palabras parecieron sorprender a Harry, que exhaló bruscamente a su lado, pero Draco no volvió la vista hacia él para comprobarlo.

—¿Pensaste que te odiaría? —preguntó, incrédulo, elevando la voz más de lo necesario, como si fuese totalmente incapaz de comprender tal concepto—. Merlín, Draco, ¿por qué iba a odiarte?

Volvió a encogerse de hombros.

—El tiempo a veces se convierte en olvido, y ha pasado demasiado desde la última vez que nos vimos. Suponía que lo único que habrías querido sería dejar atrás todo lo relacionado con la guerra. Como nuestro pasado como compañeros cordiales no existe sin ella, si olvidabas lo primero, olvidarías lo segundo.

—No te ofendas, pero eres idiota, Draco —dijo con obvia diversión en la voz—. Hay cosas que no se pueden olvidar aunque uno quiera, y la guerra es una de ellas. Fue una mierda, en general, y todavía hay cosas que me provocan pesadillas por las noches. Pero también tuvo sus cosas buenas, y conocerte a ti, lo que había tras tu fachada de niño malcriado, fue una de las mejores.

No había posibilidad de interpretar sus palabras erróneamente, y Draco sintió cómo el nudo volvía a apretarse en su garganta, secuestrando su voz, mientras sus ojos volvían a encontrarse con los de Harry, escapando a su voluntad. Tragó, con fuerza, intentando deshacerlo sin éxito. Ya estaba demasiado oscuro como para poder ver sus ojos con claridad, pero la calidez era tan palpable que ni siquiera hacía falta.

—Supongo que siempre he sido desconfiado —dijo al final, demasiado bajo, apenas un susurro.

—¿Significa eso que no vas a seguir fingiendo que no estoy aquí? —bromeó Harry, ampliando su sonrisa.

—Significa que voy a ayudarte con lo que te traes entre manos, si eres capaz de dejar de ser tan críptico al respecto —respondió, en el mismo tono, elevando una ceja, lo que provocó una carcajada en Harry.

—Prometo intentarlo. Aunque es… complicado.

—Y eso no suena críptico para nada…

Harry volvió a reír, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón, completamente relajado. Y luego su sonrisa fue cayendo lentamente mientras se daba la vuelta y se alejaba del agua hasta sentarse en una roca, apoyando los codos sobre las rodillas.

—Supongo que puedo resumirlo en que la magia está desapareciendo del mundo, y estamos tratando de evitarlo.

Draco hubiese esperado cualquier cosa antes que esa declaración. Si no se tratase de Harry, que por lo que recordaba no era especialmente dado a las bromas pesadas, y si no pudiese ver la gravedad en su rostro a pesar de la poca luz que aún había, hubiese pensado que solo quería divertirse a su costa.

—¿Qué? —fue todo lo que pudo articular.

—La mayoría de los magos y brujas ya no pueden realizar hechizos complicados, no sin agotarse por completo. Algunos ni siquiera los sencillos, lo que les convierte en squibs funcionales —levantó la mirada hacia él, volviendo a morderse el labio inferior en esa forma de 'control de daños' que Draco estaba empezando a reconocer—. ¿Recuerdas que ayer te dije que si hubieses estado usando tu magia te habrías dado cuenta de que algo va mal?

Lo recordaba, vagamente, entre imágenes de sus ojos profundos, el sonido de su voz calmada, y el calor de su hombro contra Draco.

—Pensaba que te referías a ese "algo" que dijiste que buscabas, lo que se alimentaba de magia.

—No. Curiosamente significa lo contrario. Es pura especulación, pero creo que al no haber usado tu magia durante años has hecho más difícil que desaparezca. Si te hubieses quedado sin magia lo sabrías —dijo frunciendo el entrecejo—. Parece ser que es… extremadamente doloroso. Todo el tiempo —negó con la cabeza, como intentando apartar de su mente pensamientos perturbadores, y luego añadió—. Y lo que busco habría desaparecido para siempre, condenándonos a todos.

Era un escenario difícil de imaginar. No parecía real. Era como si todo lo que Harry estuviese diciendo fuese un relato de miedo, una de esas historias que los niños querían escuchar antes de irse a dormir, que transformaba sus sueños en pesadillas. ¿Un mundo sin magia? ¿Dolor atroz? ¿Solo una oportunidad para salvarla?

Demasiado para cualquiera.

Pero por supuesto, se trataba del puñetero Harry Potter.

Draco suspiró, intentando no poner los ojos en blanco.

—¿Y qué es exactamente lo que buscas?

—Esa es una buena pregunta —dijo, esbozando una sonrisa llena de ironía—. Si conociese la respuesta, te la diría.

—¿Perdón?

—Ya he vuelto a sonar críptico, ¿verdad? —Draco no se molestó en responder, simplemente elevó una ceja, pero fue suficiente—. Quizás si empiezo por contarte los hechos de forma cronológica puedas llegar a comprenderme mejor.

—Por favor —dijo Draco alentándolo con la mano en un gesto grandilocuente.

Harry rió, volviendo a mostrar esa sonrisa que parecía venir a él tan fácilmente, aun cuando lo que estaba contando no tenía ni un poco de gracia, si era cierto. Pero Draco aun disfrutaba de cada una, sin poder creerse del todo que estuviera ahí y que no fuese a despertar de un momento a otro y descubrir que fue solo un sueño.

—La alerta nos llegó desde San Mungo en primer lugar, cuando comenzaron a darse los primeros casos —comenzó Harry—. Magos que repentinamente se sentían extenuados tras realizar hechizos, brujas con lagunas de memoria que se desmayaban sin razón aparente, hombres, mujeres y niños que se quejaban de dolores infernales que ni los hechizos ni las pociones podían sofocar.

Por supuesto el caso era lo suficientemente misterioso como para que el equipo de Hermione se pusiera a investigar. Todos los inefables se dedicaron intensamente a ello y descubrieron que era la magia en sí misma lo que estaba fallando, por eso no había explicación para los síntomas, ni remedio que funcionase en ellos.

Hermione —continuó, con un sonrisa algo más cálida, consentida, que hizo que Draco apartara la vista—, que había leído todos los libros del departamento cuando se convirtió en inefable, recordó un texto antiguo que hablaba de la esencia de la magia, celosamente guardada, y creía que estaba en el propio departamento de Misterios.

No se equivocaba. El propio Merlín había guardado el objeto, bajo cientos de complicados hechizos en una de las salas blindadas del departamento de Misterios. Contenida en una vasija mágica que, cuando al fin pudimos acceder hasta ella, después de demasiado tiempo empleado anulando los hechizos, encontramos rota.

Draco volvió a mirarlo cuando guardó silencio. Harry inspiró largamente, llenando sus pulmones, como si estuviese intentando darse valor para continuar o los recuerdos fuesen tan abrumadores como para hacerle perder el hilo. Pero un instante después se recuperó, continuando como si nada.

—Para entonces, todo el mundo mágico era un caos. La noticia de que la magia se estaba perdiendo había trascendido y los casos de squibs funcionales se habían multiplicado como la espuma. Incluso en el Ministerio. La histeria colectiva se volvió difícil de contener, con todo el mundo exigiendo una solución a cualquier coste. Hubo muchos altercados, demasiados y tuvimos que blindar el acceso al Ministerio para todo aquel que no pudiese realizar un hechizo estándar de nivel medio.

La solución era obvia para todo el mundo que conocía los detalles de lo que ocurría: encontrar la esencia y volver a meterla en una vasija mágica contenedora. Pero llevarlo a cabo, no era tan sencillo, como puedes imaginar —negó con la cabeza, casi inconscientemente—. En primer lugar, ¿cómo encontrar algo que no sabemos exactamente qué aspecto tiene? En segundo, ¿cómo volver a meterlo en una vasija y evitar que vuelva a desaparecer? Y en tercero, y no menos importante, ¿con qué magia si nos estábamos quedando sin ella, y por tanto sin tiempo para llevarlo a cabo?

Por supuesto, Hermione encontró una solución temporal, por así decirlo. Podíamos ganar tiempo concentrando la magia remanente de varias personas en una sola, lo que le permitiría viajar largas distancias y le facultaría para ser más sensible a dicha esencia mágica. ¿A que no adivinas quién fue el afortunado al que se premió con tal honor? —preguntó irónicamente, mientras alzaba una mano como diciendo "hey, estoy aquí, ¿me veis?".

Draco no pudo evitar sonreír, negando con la cabeza, porque a pesar de lo grave de la historia podía imaginar perfectamente a todo el Ministerio en pleno señalando a Harry con el dedo porque, si había podido salvarlos una vez, ¿por qué en esta ocasión iba a ser diferente? Al fin y al cabo era el Ministro, era su responsabilidad. Y era el puto Harry Potter.

—Hermione también encontró el hechizo sellador que había empleado Merlín para la vasija, y mediante un complicado ritual, una marca en el mapa señalando el lugar donde se escondía —hizo una pausa, tragando saliva, y volvió a mostrar su sonrisa irónica para añadir—. Y ahí viene lo complicado, porque si bien sabemos el sitio, la esencia puede esconderse en un objeto inanimado o en un ser vivo, lo que incluye plantas, animales, insectos o seres humanos. Todo lo que necesita cerca, para no extinguirse para siempre, es una fuente de magia. Y ahí entras tu.

Harry amplió su sonrisa, de forma un tanto maníaca, como si le estuviera ofreciendo un fantástico regalo que no podía rechazar.

—Creo que no quiero jugar a esto —dijo, incapaz de contenerse, porque de repente se estaba sintiendo como si todo el Ministerio le estuviese apuntando a él.

Harry rió, volviendo a ponerse en pie y acercándose hasta detenerse frente a él.

—Ya somos dos. Pero aquí estamos —su sonrisa volvió a desaparecer, en apenas un parpadeo, y toda la gravedad volvió a su rostro—. Hermione estima que tenemos al menos una semana, pero yo creo que nos queda menos. Ya no puedo aparecerme, y los polvos Flu están fallando, me he pasado el día aterrizando en los sitios más remotos.

Eso explicaba su ausencia, después de lo decidido que había estado el día anterior. Y quitaba un peso invisible de los hombros de Draco que ni siquiera había percibido que llevase encima.

—Es tarde, y por experiencia te diré que las noches son especialmente oscuras aquí. Dudo que podamos hacer nada hasta que amanezca —dijo Draco, subiendo los ojos hacia el cielo, cada vez más negro. Y antes de poder contenerse y meditar las consecuencias de sus propias palabras, añadió—. Puedes quedarte en mi casa, si quieres.

La respuesta de Harry fue una sonrisa que casi brillaba más que todas las estrellas del cielo.