Holaaas muchas gracias por sus reviews! Me alegra que les haya gustado el primer capi, y espero a que este no los defraude u.u sus comentarios me animan mucho jeje :P n.n Arigatou!


Las imágenes se volvieron fugazmente. No tardó en ver nuevamente la última imagen que había visto la vez anterior y sus ojos rápidamente se volvían de un color escarlata intenso, sintiendo el calor y el ardor que le propinaban las imágenes. Esta vez se veía todo deforme y desdibujado, digno de un sueño, pero frente a él, parecía estar una pantalla que había parado de rebobinar las imágenes y ahora lo arrastraba a dentro de él, siendo un participante testigo de los acontecimientos que empezaban a suceder, aunque siempre, sin intervenir.

Abrió los ojos perezosamente, por fin era sábado! El bendito día de la semana que más le gustaba. Quizás por el simple echo que se reunía toda la familia. Sonrió. Realmente toda la familia, era TODA la familia. Sentados alrededor de una mesa, compartiendo. Lástima que, como siempre, faltaban algunos al almuerzo, pues siempre tenían sus propios asuntos y no tenían tiempo para una vida social digna.

Suspiró pesadamente. No debería haberle dado permiso a su hijo, para que un sábado tan radiante como este, se desapareciera de la tribu y fuera a la ciudad a quien-sabe-que.

Abrió la puerta de su pequeña y apacible morada, y al ver a los pequeños niños jugando cerca del río, y las madres cocinando y hablando amistosamente entre ellas le dio gran ánimo. Se acomodó su fiel pendiente en la oreja y con pasos firmes caminó entre los pequeños

tío! – gritaron los niños emocionados que corrían hacia él

A lo lejos se escuchó como un susurro la voz de una madre que gritaba 'tengan más respeto con Kurapika-sama'. El hombre alto y de fornidos brazos solo rió y levanto al más pequeño del pié y le dejó colgando de cabeza, mientras los demás trataban trepar por su cuerpo para poder mirar más allá de lo que sus alturas les permitían.

como están mis pequeños? Es hora de bañarse! – con otra carcajada tiró al que tenía colgando de su mano al río, este no era muy profundo y tampoco tenía mucha corriente, así que no había peligro alguno de que los pequeños se ahogasen o algo así. Hizo lo mismo con los demás, mientras estos trataban de correr de las manos gruesas del mayor.

No deberías haber echo eso, ahora tendremos que cambiarlos a todos! – replicó su mujer con una miraba severa. Parecía una mujer de cristal. Era fina, de largos cabellos blondos y unos intensos ojos azules. Daba la impresión de poderse quebrar de un momento a otro si no se le tratase con la delicadeza que necesitaba.

m…- Kurapika sólo abrazó a su mujer y ella suspiró resignada

nunca cambiarás – negó con la cabeza y luego le abrazó

mejor así no? Que sería se una mujer tan hermosa como tu sin un macho como yo que la proteja- ella solo rió suavemente, al igual que él. Eso era todo lo que el necesitaba oír y ver, una hermosa sonrisa de aquella hermosa mujer, su mujer.

El sol comenzaba a ponerse ya en el medio del cielo, ofreciendo su esplendor a toda la tribu que hacía sus labores diarias, típicas de un día sábado, mientras los jóvenes conversaban entre ellos y alguno que otro miraba distraídamente las nubes que irrumpían el nítido color del cielo.

La fría brisa que corría a través del bosque donde habían instalado su tribu, zarandeaba con brusquedad las llamas que desprendían las fogatas echas por las mujeres de la tribu para poder cocinar el almuerzo para todos. Pequeñas llamitas se despegaban de la fogata e iban a parar indefensas a la tierra.

hoy hace un día bueno, ne? – le comentó una de las ancianas de la tribu a una muchacha más joven que picaba con afán los tomates rojos sobre la tabla de picar. La anciana miró el cielo, donde unas nubes juguetonas se movían entre el mar de aire gracias al viento alocado.

La joven sólo le sonrió afablemente, mientras el viento le removía todos sus cabellos castaños.

A decir verdad, aquel viento que llegaba del Norte no le auguraba nada bueno, es más, tenía la tenue sensación que algo de desproporcionada fuerza se acercaba velozmente hacia la tribu y, junto con ello, el arremolinado viento le abría la marcha.

Sacudió su con ímpetu su cabeza, otra vez estaba dejado volar su imaginación.

Miró con recelo hacia el norte – como esperando alguna anomalía - y con un largo y cansado suspiro volvió a su labor de día sábado. Picar tomates.

Las risas, conversaciones y las protestas de parte de los niños más pequeños no se hicieron esperar.

Inhaló hondamente con los ojos entrecerrados y emitió un largo, satisfecho y sonoro suspiro. Delante de él se encontraba – casi – toda la tribu, felizmente colocada frente a sus platos y comiendo vigorosamente, sin contar claro, los niños pequeños que hacían berrinches porque no querían comerse sus vegetales, y a sus lados, las madres disgustadas riñéndoles su terquedad.

El viento había disminuido su ferocidad y el aroma de la humeante comida puesta sobre la mesa (que consistía de una simple madera puesta sobre 4 patas de madera también) llegaba sin dificultad alguna a sus pulmones y seguía su rumbo más allá de la copa de los árboles.

El tintineo de los servicios chocar contra los platos producía un pequeño murmullo que se camuflaba con las voces de los Kurutas.

Todo el panorama era perfecto. Ancianos conversando con los más jóvenes, alguno que otro adulto contándoles enigmáticas anécdotas sobre la vida de los yetis que habitaban las altas montañas en el interior del 'Reino Prohibido' a los más pequeños, que – algunos muertos de miedo – escuchaban atentamente mientras comían.

Miró con nostalgia el puesto a su izquierda. Podía sentir como el vacío de la silla lo carcomía por dentro. Por una parte estaba bien que el muchacho quisiera y se esforzarse por ser uno de los mejores de la tribu y así poder sobrellevar mejor el cargo que unos años después tendría que tomar si su padre desistía, pero aún así, no le quitaba el derecho de divertirse como un niño de 12 años propiamente tal, ni menos el tener que faltar a uno de sus entretenidos almuerzos grupales por estudiar o que-sabía-él en la gran ciudad, a unos demasiados kilómetros más allá de la tribu.

Volvió a centrarse en su comida, por nada del mundo dejaría que algo como aquello le quitase el apetito, ni que Kurapika fuese a morir por exceso de estudio o algo así.

Kurapika es igual a ti, ne? – le comentó su mujer sacándolo de sus pensamientos

que dices? – le respondió su marido con una sonrisa – es igual de inteligente que tu, además, sacó tu belleza Kirishima… - miró a la mujer sentada a su derecha con una pícara sonrisa. Al parecer, los demás estaban inmersos en su propia charla

no te hagas – se sonrojó ligeramente – sabes que cuando quiere hacer algo, lo hace sin importar si se rompe el cuello, la pierna, o lo que sea de paso – protestó – es igual de terco que tú

Kurapika rió calladamente y le robó un beso a su mujer, en un despiste de su parte.

Ella solo le miró entre enojada y avergonzada, con el ceño ligeramente fruncido

nuestro hijo será mejor que yo, solo mira la mezcla que lleva en la sangre – le guiñó un ojo y sonrió

ojalá nuestro hijo no sea tan picarón como tú cuando crezca – el joven rodó los ojos

que va… no soy picarón… solo soy un buen amante… - rió ante la cara de desesperación que había puesto su mujer

como digas – se permitió esbozar una pequeña sonrisa. Después de todo, no era tan malo que su marido fuera tan 'cariñoso', mientras sólo lo fuese con ella… -nuestro niño crece muy rápido, ne?

si… y yo cada vez me vuelvo más viejo – suspiró falsamente acongojado

pues si, mira esas canas que amenazan por salir de tu cabeza – rió la joven

gracias, amor, eso era todo lo que yo necesitaba escuchar – dijo con una sonrisa sarcástica

Su mujer le acarició su cabeza suavemente y depositó un beso en su mejilla en modo de disculpas. El kuruta miró a la mujer y sonrió

definitivamente nuestro hijo va a ser un buen líder…