Silver Card: Hola a todos!! Si!! Es verdad!! Soy yo, su pobre escritora que finalmente ha hecho un capítulo en un relativo corto tiempo!! ¬ ¬... Vamos... que esta vez no me he demorado tanto como con los otros caps y espero que lo puedan reconocer un poquito no?. Prometo que seguiré intentando hasta que logre actualizar por semana. )

Finalmente ha llegado lo interesante de este Fanfic; y es ahora donde comienzo a romperme la cabeza para ver cómo carazos haré para cuadrar la historia de Kate con la magnífica historia del Señor Tolkien. Ahora, antes de dejarlos con este cap (entre otras cosas, es el más largo que he escrito y podrán darse cuenta) debo decirles que van a ocurrir muchas cosas que se habían estado esperando (si... incluyen a Kate y Legolas, gracias... pero hay otros personajes no se olviden!).

Por último, los dejo con una advertencia: Es la primera vez que escribo la escena de una batalla tan grande como la del Abismo de Helm, así que tal vez no esté descrito a la perfección; aunque les aseguro de todo corazón que sufrí bastante en la creación de esta especial parte de la historia! Solo espero que sea de su agrado y no se aburran con un capítulo tan largo.

Ahora si, sin más preámbulos; los dejo con:

Capítulo 16:

La batalla en el Abismo

Se había levantado con cierta incertidumbre aquella mañana. ¿Qué día sería? No estaba segura. Según sus cuentas, faltaba poco para su cumpleaños; lo que quería decir que estaban en algún lugar entre los primeros días de Enero. Habían pasados 2 mañanas desde la partida de Edoras, y la triste rutina comenzaba a afectar a Kate. Claro, le encantaba montar en su caballo y sentir el viento de la llanura; disfrutaba conversar largo rato con Gimli sobre las cavernas de los enanos y de vez en cuando hablar con Éowyn sobre la historia de Rohan. Todo aquello era mucho mejor que correr tras la pista de dos hobbits en medio de la nada.

'¡Valar! ¿Por qué estoy tan intranquila?'- Pensó Kate divisando el Horizonte. ¿Cuándo llegarían a un lugar seguro?

Pero hoy la joven maga había amanecido un poco perturbada; se sentía inquieta por alguna extraña razón y, aunque todo parecía normal y la gente hablaba tranquilamente mientras recorrían el camino al Abismo, Kate no podía suprimir aquella sensación que la obligaba a mantenerse alerta en todo momento. Desde que se había levantado hasta que el Sol estaba llegando casi a la mitad del cielo, la joven había recorrido 4 veces la larga hilera de gente y, atenta como un elfo, escuchaba retazos de conversaciones entre los Rohirrim, asegurándose de que no hubiera amenaza cercana.

"¿Kate?" –una suave pero profunda voz interrumpió las divagaciones de la joven.

Kate apartó su mirada del horizonte y dejó caer sus ojos en la figura del elfo frente a ella. "Legolas..."- Dijo entre susurro y ligera sorpresa.

El elfo del Bosque Negro galopaba junto a ella. Arod avanzaba a paso lento, acompañando al azabache Therod. Legolas se veía calmado pero a la vez imponente en su caballo. Su esbelta figura y espalda recta, le daban un aire de sobriedad y orgullo, pero sus ojos decían otra cosa. Toda su gracia élfica y seguridad propia de su raza se veían traicionadas por aquellos ojos azules que se mostraban inseguros, dudosos... arrepentidos.

"¿Interrumpo tus ocupaciones? Porque de ser así puedo venir más tarde cuan—

"No interrumpes nada, Legolas" –aseguró Kate impidiendo que el elfo continuara. Su voz sonaba seria y ligeramente distante.

Legolas bajó la cabeza y centró su mirada en la nuca de su caballo. Valar! Más de dos mil años vivo y se sentía como un niño junto a ella; las palabras escapando de su mente, dejándolo solo con un enorme vacío por expresar. Podía sentir la distancia de la joven que, a pesar de estar junto a él, podía percibirse lejos y fría... su corazón se encogió con aquel pensamiento. "Yo... Kate..." –levantó su mirada para encontrarse con una Kate mirando al horizonte... sus labios se entreabrieron para decir algo más pero no salía palabra alguna de su boca. ¡Dioses! ¡Era sumamente bella! En aquella ropa de un futuro lejano cabalgaba una maga, una guerrera... una mujer. Su rostro frío y altivo le daba un toque casi irreal... como si traicionara su raza humana y se volviera un ser aún más exquisito... más elegante, casi etéreo. ¿Qué estaba sucediendo? El elfo no lo sabía, pero la joven a su lado finalmente estaba mostrando su verdadera identidad... aquella que él se había negado a aceptar. Podía percibirlo... magia era irradiada de su cuerpo y ella no hacía nada para ocultarlo.

Sin aire... así se encontraba... y no había nada que pudiera hacer. Ella lo había acabado; había tomado su corazón sin si quiera darse cuenta y lo había proclamado suyo. El príncipe, el guerrero, el orgulloso y estoico elfo había perdido en el juego y ahora debía redimirse.- "Lo siento..." –su voz era igual de seria y no se escuchaba temor alguno al decir aquellas palabras que pocas veces en su vida había llegado a pronunciar.

Fue como si aquella imagen de mujer irreal y perfecta se desvaneciera y se esfumara con las brisa de la llanura de Rohan. Legolas pudo observar como la mirada de la joven se ablandaba y aquella impenetrable seriedad que tenía era ahora reemplazada por un rostro perturbado y ligeramente dolido. Una vez más su corazón se encogía; una vez más el aire se negaba a entrar en sus pulmones; una vez más la sorpresa invadía su ser. ¿Cómo era posible que una mujer pudiese mostrar tantos sentimientos en tan poco tiempo? ¿Qué clase de ser era este?

"Yo también lo siento, Legolas" –fue su respuesta. Su voz apacible y neutra jugaba con el viento hasta llegar a los oídos del elfo. Legolas no comprendía nada.

Kate volteó su mirada al elfo... su corazón dio un vuelco. ¡Dioses!... Era hermoso, era completo, era apacible, era serio, era elegante... era él. Legolas Hojaverde, el gran guerrero estaba junto a ella, pidiendo perdón por su actuar, cuando Kate en el fondo sabía que el error había sido de ambos. "Legolas ambos hemos cometido demasiados errores últimamente. Las disculpas no deben salir de un solo lado" –agregó Kate intentado hacerse entender.

Últimamente Legolas hallaba cada gesto de la joven mujer una sorpresa para él. Ella era simplemente impredecible. "Es cierto... pero de los errores, el más absurdo e inadmisible ha sido el mío... es por ello que ofrezco mis más sinceras disculpas" –respondió el elfo.

Kate sonrió. Una sonrisa cálida y armoniosa que trajo inmediato calor al corazón de Legolas. Una sonrisa que quedaría por siempre grabada en cada célula de su cuerpo... una que serviría de luz en medio del olvido.... ¡Oh Valar! ¿Cuánto podría hacer una sonrisa? "Y me atrevo a decir que dichas disculpas han sido aceptadas" –agregó el elfo sonriendo también.

Kate levantó sus cejas con sorpresa "No se atreva a asumir demasiado señor Elfo. Sus disculpas han sido aceptadas, pero pasará algún tiempo antes de que las aguas regresen a su cauce..." –respondió Kate sin poder evitar otra sonrisa aparecer en su rostro.

Era el turno de Legolas para levantar, esta vez, solo una ceja "Con que así se ve el panorama?"- dijo ahora frunciendo el ceño ligeramente e inclinando un poco su cabeza –"Entonces cumpliré mi condena sin queja alg - -

Un rugido de bestias oscuras interrumpió la paz del viaje de los Rohirrim. Legolas y Kate miraron con rápidos reflejos hacia el Oeste.

Los gritos de un hombre que alertaba a los demás Rohirrim no se hicieron esperar. La maga y el elfo cabalgaron a toda prisa hasta llegar a donde Aragorn.

"Qué ha pasado?!" –indagó Kate a penas llegó al lugar. Frente a ella yacía el cuerpo inerte de Háma, aquel guardián que les pidió sus armas cuando llegaron a Edoras. Junto a él se hallaba otro soldado herido y no muy lejos el cuerpo inerte de un Wargo y un orco. Aragorn miró con desconcierto a la joven "Sirvientes de Saruman" –fue la única respuesta del montarás.

Legolas no pudo evitar mostrar disgusto ante la imagen frente a él. "Vienen cerca... puedo sentirlo" –aseguró dando un pequeño rodeo- "Decenas de ellos deben estar aquí en momentos"

Aragorn no dudó un segundo y se dio la vuelta. Pronto el pueblo de Rohan avanzaba lo más rápido posible hacia el Abismo y los Rohirrim comenzaban a reunirse. Kate divisó a lo lejos a Éowyn discutiendo con el rey Théoden; el rostro de la joven mujer se mostraba ansioso por pelear en contra de las fuerzas de Saruman, pero la negativa del rey era obvia.

"Kate! –oyó decir la joven al elfo junto a ella- "Cabalga hacia el Abismo lo mas pront - -

"Ni lo pienses orejitas" –interrumpió la joven maga- "Guarda tus palabras antes de que salgas lastimado"- su voz sonó seria y determinada. Al instante partía con Therod a la cima de la colina.

"Kate!! Espera!!" –La voz de Legolas no lograría detenerla- "Demonios!"

La joven maga no tardó en llegar a la cima. La vista que se desplegaba frente a ella era completamente amenazante: Decenas de Wargos conducidos por Orcos y Goblins se acercaban a ellos a gran velocidad. Como una ola, Kate sintió la energía densa de aquellos seres golpear su aura, haciendo que retrocediera un poco sobre Therod. La maga sintió su corazón palpitar con fuerza al percibir esto. Con una rápida exhalación cerró su aura completamente para no verse afectada por ellos y se preparó para la batalla. Una flecha pasó por su derecha y derribó al primer Orco.

La joven volteó su mirada y vio a Legolas cabalgar a gran velocidad mientras disparaba con alta precisión sus flechas. Tras él venía una centena de hombres listos para el combate. De repente, Kate se sintió pequeña en medio de la batalla: La única mujer entre ambos bandos... la única maga en el lugar y la única que no podía utilizar sus poderes.

Los vio pasar junto a ella. Como ráfagas de viento, decenas de hombres sobre sus caballos avanzaban hacia los Orcos y con gritos de guerreros anunciaban su llegada. Inmóvil los vio pasar a su lado e inmóvil vio como las espadas se preparaban para el combate. Kate comenzaba a quedarse atrás, asombrada por la furia y la resolución de los Rohirrim a no dejarse atacar; dispuestos a pelear contra lo que fuera... ¿¿y ella?? Kate abrió sus ojos en sorpresa. Como si hubiese sentido un rayo recorrer su columna, recordó que no había llegado a Tierra Media a presenciar una batalla sino a pelear en ella. No permitiría que un grupo de Orcos la intimidara. No... ya había sentido eso antes. Ahora no era momento para sorprenderse ni para huir: Era hora de pelear. Uniéndose a los gritos de batalla de los Rohirrim, Kate sacó su espada con elegante gracia y avanzó al combate.

Gimli la vio pasar a su lado; con su grito de guerrera la vio enfrentarse al combate. Aragorn vio su mirada; aquellos ojos cafés llenos de determinación y fuerza; la vio pelear como cualquier otro... estrellándose contra la muralla de Wargos frente a ellos. Legolas vio su espada; vio el mortal brillo violeta que emanaba de ella; la vio como cortaba inclemente cada bestia en su camino... vio a la maga blandir su espada con impecable destreza sobre el cuello de un Orco más.

Y fue así como comenzaba todo. Entre gritos y aullidos los Rohirrim tuvieron su primer encuentro con los sirvientes del lado oscuro. Las espadas se alzaban y las flechas volaban dando de baja a humanos y bestias... dándoles a los hombres una pequeña prueba de lo que sería la guerra. Y en medio de todo se hallaban los miembros de la comunidad. Los valientes guerreros que habían partido de Rivendell con la esperanza de un futuro incierto, ahora combatían para sobrevivir tan solo un día.

Su sangre le disgustaba, su hedor le disgustaba... todo sobre ellos perturbaba su ser pero aún así seguía peleando. Legolas sabía que ganarían este pequeño combate, y también sabía que solo alguien más en esta batalla sentía tanta repugnancia como él: Kate Connors. El elfo la buscó con la mirada mientras que, con uno de sus cuchillos, acababa con la negra vida de un Orco. Allí estaba... ella era la única que podía sentir la verdadera suciedad de aquellas bestias. Él lo recordaba muy bien; aquel día en Rivendell cuando la vio estremecerse y sufrir como un elfo cuando Gandalf habló en la lengua oscura de Mordor... La joven maga, como él, sentía un inmenso desagrado por los Orcos; y como él, peleaba igualmente contra ellos... y qué bien peleaba.

Pero no todo podía ser perfecto. Simplemente la vida nos presenta momentos en los que olvidamos que no solo debemos preocuparnos por la seguridad de los nuestros sino también por la propia; y eso fue algo que Kate había olvidado: No ataques sin defensa. Cuando la maga vio a Gimli aplastado por varias bestias, no dudó un segundo en ayudarlo y, con su espada élfica, acabó con la agonía del pobre enano que al tener a tantos enemigos cerca, tenía muy asegurado el camino hacia la oscuridad. Pero un acto desencadena otro más, y fue este favor que Kate le hizo a Gimli, el que provocó que la maga descuidara su defensa y se viese expuesta a un Orco cercano y su Wargo: una presa tan descubierta a una distancia tan corta.

Aragorn lo vio venir. Vio aquellos ojos brillantes enfocar su mirada en la joven mujer... lo vio avanzar hacia ella mientras que la joven intentaba ayudar a su compañero. No había tiempo de gritar ni prevenir; solo podía hacer una cosa y esa era defenderla. No permitiría que le sucediera nada. Con una lanza cercana apuntó al Orco y pronto el cazador se convirtió en presa... la bestia caía a escasos metros de Kate.

La maga volteó con sorpresa al ver que por su descuido habría podido convertirse en una víctima más. Pero ¡ay de la sorpresa que ahora vendría! ¡Ay de la oscura hora en la que tendría que ver lo que iba a suceder! Sin poder hacer nada, ni si quiera gritar, observó con angustia como Aragorn era derrumbado de su caballo por un Wargo más y ahora este lo tenía atado a si mismo. Con sus ojos cafés bien abiertos vio como el montarás luchaba por zafarse de su nudo, por deshacerse de su atacante; y con esos mismos ojos lo vio caer por el precipicio que los rodeaba.

"¡¡AAARRRAAAGORRNN!!"- Su gritó se oyó en todo el campo de batalla. Aquel llanto se escuchó cuando ya todo había acabado. Los Wargos y los Orcos habían muerto, y en el aire se sentía el hedor a muerte. Los Rohirrim se levantaban y recogían sus armas en silencio, casi sin comprender ni asimilar el grito de la joven maga... la misma que peleo como ellos y que ahora se arrastraba por el pasto amarillento hasta llegar al sitio donde lo vio caer.

"¡Aragorn!" –se oyó gritar al rey Théoden mientras con su mirada buscaba al montarás. Nadie respondía.

"No...." –susurró Kate sin poder ocultar el impacto de tan trágico final; sus ojos cafés abiertos de par en par.

Legolas corrió hacia ella sintiendo cómo una sombra negra se posaba sobre Rohan en aquella mañana. De alguna manera todo alrededor de él parecía transcurrir lentamente... los rostros de los soldados, el correr del viento... la voz de Gimli que sonaba lejana y débil. ¿Aragorn? ¿Dónde estaba? ¿Qué le había sucedido?

La joven no supo explicar. Sus labios no podían articular palabra alguna; su mirada extraviada y respiración agitada no le permitían relatar lo sucedido. El viento frío de la mañana erizó la piel del elfo cuando la vio frente a él; cuando en medio de la confusión la tomó en sus brazos y la sintió temblar junto a él; cuando sintió su cálido aliento salir en torpes exhalaciones y rozar su cuello con sutil fragilidad.

"Kate... calma... ¿Qué ha sucedido?"- preguntaba una y otra vez el elfo que comenzaba a temer lo peor.

Théoden llegó con la preocupación impresa en su mirada; su rostro agitado por la batalla esperaba con ansias palabra alguna de la joven que al parecer entendía todo lo que había pasado.

Kate se separó con dificultad de Legolas; en parte porque no deseaba romper el abrazo, y en parte porque el elfo no deseaba soltarla- "Ha caído..." –dijo con la voz entrecortada pero lo suficientemente fuerte como para que el mismo Théoden escuchara la noticia.

Los ojos azul celeste del elfo se abrieron incrédulos "¿Caído dices? Kate, no es cierto. Él no ha podido... él no..." de repente la respiración de Legolas se agitaba también.

La mano derecha de Kate se abrió lentamente; como no queriendo revelar lo que dentro de ella se guardaba –"A caído defendiéndonos" –dijo la joven revelando la cadena élfica con el resplandeciente dije que jamás abandonaba el cuello del montarás- "Y solo ha quedado esto..." –agregó dejando que una lágrima corriera por su rostro.

Legolas miraba la cadena sin poder asimilar completamente lo que había sucedido. Aún a un elfo se le hacía difícil entender cómo la fría mano de la muerte tomaba deliberadamente la vida de aquellos que más amamos. Sus ojos levantaron la mirada y ahora podía ver el rostro pálido de Kate contemplar la cadena con profunda afección.

La voz de un soldado interrumpió el doloroso momento –"Señor ¿Qué hacemos ahora?"

Théoden apartó la mirada de Kate y Legolas. Conmovido por la súbita muerte de Aragorn y la manera en la que el elfo y la joven humana intentaban comprender lo sucedido, posó su mirada en el horizonte –"Recoged a los heridos. Dejad los cuerpos de los muertos" –ordenó con pesar. Sabía el cuerpo de Aragorn no estaría lejos, pero una búsqueda en medio de la guerra no era una buena idea. Por el bien de los demás, los cuerpos debían ser abandonados.

Kate levantó su mirada hacia el soberano de Rohan "Lo siento" –dijo Théoden con compasión en su mirada. La joven entendía su decisión.

"Vamos, Kate" –dijo Legolas en voz baja mientras ayudaba a la joven a levantarse. La maga miró una vez más al vacío sintiendo el malestar que le producía todo lo ocurrido. Su mirada cayó sobre Legolas "Es mejor que esté contigo" –dijo en un murmullo audible solo para el elfo, mientras depositaba en sus largas y blancas manos la cadena y el pendiente del hijo de Arathorn.

El Sol había cruzado la mitad del cielo cuando partieron hacia el Abismo de nuevo. Los Rohirrim no marchaban alegres por haber ganado un combate más, ya que sus miradas y corazones cargaban con el crudo peso de la muerte cercana. Ninguno hablaba mientras la tarde llegaba como un manto gris que caía sobre la llanura de Rohan. Gimli no dijo palabra alguna y se conformó con ir en el mismo caballo que la maga, seguidos no muy lejos por un Legolas silencioso y pensativo; un elfo que, aunque de mirada fría y distante, se hallaba lidiando con el dolor de una pérdida inesperada; y con la terrible angustia que traía la posibilidad de perder a alguien más.

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Kate salió de la sala principal con pisadas fuertes y el rostro oscuro por la frustración. Sus ojos cafés tenían un matizado rojizo causado por la reciente discusión. ¡Oh Dioses! ¡¿Qué había hecho ella para tener tantos contratiempos en medio de una guerra como esta?! Al parecer no había sido suficiente con haber tenido que enfrentar, sin mencionar el hecho de aceptar, la muerte de Aragorn; sino que ahora el destino se preparaba para ponerle un obstáculo más, y ese por ahora no era otro más que el soberano de Rohan.

La llegada al Abismo la tarde anterior se había visto oscurecida por la muerte, no solo de Aragorn, sino de muchos otros hombres del pueblo de Rohan. Aún peor había sido enfrentar a Éowyn y explicarle lo sucedido; ver su rostro palidecer al entender el trágico hecho y observar como la joven mujer quedaba sin palabras para expresar su duelo. Había sido terrible ver los cientos de rostros de niños, adultos y ancianos con el temor impreso en sus miradas. Intolerable fue el silencio durante la simple y desanimada cena que habían tenido en la gran sala cuando la noche por fin acabó con tan lúgubre día. Sin mencionar lo vacíos que se sentían Gimli, Legolas y Kate al comprender que una vez más lo que quedaba de la Comunidad del Anillo se veía disminuida con la partida de uno más de sus miembro.

Aquella noche había sido amarga. Lejos de sus dos compañeros, Kate intentó dormir en compañía de una Éowyn muy callada; y por primera vez desde que llegó a Rohan, la joven maga se halló deseando aquellas noches en las que, junto con sus amigos, se sentaba alrededor de una fogata en medio de la nada y el enano Gimli contaba alguna historia sobre su peculiar pueblo. Por primera vez desde que llegó al reino de los señores de los caballos, Kate se sintió sola y con la necesidad de correr por los pasillos de la fortaleza hecha en piedra y llegar hasta la habitación de Gimli y Legolas y allí, pasar la noche con un poco más de tranquilidad.

Pero a la mañana siguiente, se había tenido que enfrentar a la dura realidad de la ausencia de Aragorn. Se había tenido que enfrentar a la ausencia de un Gandalf que aún no regresaba y, con lo que quedaba de la compañía, había tenido que participar en el consejo de guerra. Si... ella; la que procuraba alejarse del combate ahora estaba enfrentándolo sin poder huir de él. Frustrada, había tenido que escuchar durante toda la mañana a varios consejeros exponer los posibles ataques; explicar las distintas estrategias y ayudar al rey a tomar una decisión. Si... también era cierto que nunca había estado en un consejo de guerra; pero no era tan estúpida como para entender que, con el paso de casi una mañana, por lo menos el bosquejo de un ataque ya debía tenerse listo. Pero la verdad era que, después de discusiones y voces levantadas, no se había llegado a concluir absolutamente nada. Y Legolas y Gimli poco hacían para mejor la situación en la que se hallaban. El enano y el elfo solo hablaban cuando se les pedía su opinión y nunca tomaban la iniciativa propia para proponer alguna idea nueva; algo que Kate hallaba muy extraño ya que sabía que ambos eran consumados guerreros que conocían muy bien las artes del combate y la defensa. La maga, aunque en un principio decidió seguir el ejemplo, pronto se halló lo suficientemente desesperada como para hablar.

Y así lo hizo; habló y en medio de su desesperación expresó su gran descontento por la decisión de Théoden de partir hacia el Abismo en el que ahora se encontraban. Criticó la torpe manera en la que agrupaban el ejército, dejando las paredes del Abismo sin vigilancia interna. Habló sobre la posibilidad de movilizar el ejército a un campo de batalla plano, en vez de estar escondidos en medio de una estructura que, aunque fuerte por cientos de años, no garantizaba el mantenerse en pié por otros cientos más. Sin prestarle atención al disgusto de Théoden, pidió que alertaran a Gondor con urgencia; que pidieran ayuda a alguien más ya que solos no podrían vencer a un ejercito Uruk-Hais. Todos los hombres la escucharon hablar y desde un rincón Éowyn se maravilló con el brillo en los ojos de la joven. Con voz fuerte, Kate hizo valer su opinión dejando a más de uno sorprendido con su fluidez y seguridad al hablar; pocos conocían a mujeres que fueran tan sagaces y pocos habían escuchado a alguien enfrentarse a un consejo de guerra.

Legolas y Gimli estaban atónitos. Kate expresaba todas las dudas que los miembros de la comunidad tenían sobre esta guerra. La joven no tuvo recato en hacer objeciones y críticas a todo, y a la vez proponer nuevas estrategias de ataque. El elfo vio cómo, con astuta elegancia y respeto, Kate se valió de sus conocimientos para ser escuchada y, aunque al principio intentó detenerla, sabía que por más fuerte que sostuviera su brazo, no podría callar su voz. Gimli no pudo evitar sonreír levemente; la pícara mueca mostraba lo satisfecho que se sentía al escuchar a la joven maga hablar.

Pero al final, el silencio llenó la gran sala y Kate, al no escuchar ni la más mínima respuesta del rey, partió del lugar con furia en su mirada. Un descontento que sólo se podía ver en los magos y que no se molestó en ocultar. Había actuado como su conciencia se lo había indicado y, aunque sabía que probablemente la excelente relación que tenía con Théoden ahora se habría arruinado completamente, prefería sacrificarla a tener que pelear sin antes haber sido escuchada. Finalmente actuaba como maga ¡Cuánto hubiese deseado su guardián Dave haber visto el momento en el que finalmente Kate Connors había asumido su cargo en el mundo de la magia!

Ahora sus pasos la guiaban a la parte inferior de la fortaleza. No deseaba hablar con nadie y le molestaba el hecho de encontrarse tan arriba de la llanura. Con ágiles pisadas terminó llegando a un escondido jardín en el interior del Abismo. Era pequeño y silencioso, y además parecía encontrarse lo suficientemente lejos como para que ningún Rohirrim guardara sus provisiones en el lugar. Con tan solo un gran árbol en el fondo y decenas de pequeños arbustos regados por todos lados; aquel jardín parecía ser el único dentro de la estructura de piedra y, aunque ni remotamente parecidos a los parajes élficos, era sumamente acogedor para que una persona tan intranquila como Kate se sentara a organizar sus pensamientos y regresara un poco más clamada para hablar nuevamente con el rey. La joven se sentó recostando su espalda en el árbol del fondo; ya casi era medio día.

"Cuánto me gustaría hablar contigo ahora, Dave" –dijo la maga para si misma. Su guardián era la persona indicada en los momentos donde la joven perdía el equilibrio y necesitaba consejo- "No saben cuanto los extraño" .agregó sin importarle quién la escuchara. A pesar de lo insoportables que eran sus amigos en su Era, Kate los consideraba su tesoro más preciado.

Ahh tesoros... La vida está lleno de ellos y todo ser guarda los suyos con sumo recelo. Pero ¿cuáles eran los tesoros de Kate? No eran joyas ni dinero; la riqueza nunca había sido su mayor interés, aunque nunca le había faltado nada. Lo que más añoraba la maga eran la Sabana Africana, el dorado de la hierba seca, la risa de Dave cuando bromeaba y las quejas de Elizabeth cuando las cosas no funcionaban. Eso extrañaba la maga... eso y sin lugar a dudas la magia. Antes no le había dado tanta importancia; pero desde el día que llegó a Tierra Media, Kate se dio cuenta que la magia hacía parte de ella y que ese era un tesoro más que nadie le podía quitar.

'Tesoros...' –pensó con tristeza la joven- 'Tesoros que no puedo ni ver, ni utilizar' –agregó acariciando una suave hoja verde-azul. Era cierto; no estaba cerca de su querida Sabana, no vería a Dave ni a Eli, no podía utilizar su magia para nada. Dentro de su blusa la joven buscó la cadena con el pendiente de caracteres ilegibles que representaba su energía mágica. '¿A qué mago se le prohíbe usar magia?" –pensó agarrando el pendiente con fuerza. La brisa de la mañana sopló con delicadeza. La joven dejó el pendiente y pasó a su muñeca derecha; con cuidado quitó el retazo de tela que la cubría y observó la pequeña marca que había en ella. "¿Cuándo podré usarte y gritarle al mundo en verdad quien soy?" –dijo en un suspiro.

"Creo que a penas acabe todo esto tal vez podrás al menos usarla libremente" –se oyó decir a una voz frente a ella.

Kate alzó su mirada. Había estado tan metida en sus pensamientos que no había percibido la presencia de alguien más en el lugar. Alguien que nunca hacía ruido al caminar "Legolas" –dijo con una leve sonrisa- "¿Cómo sabías que yo - -

"A penas saliste del salón fui a buscarte. Es peligroso que una maga con miedo a las alturas ande sola por un Abismo" –respondió el elfo sin dejarla terminar. Una amigable sonrisa mostrándose en su rostro.

Kate rió levemente. Al menos de una cosa estaba segura: Ella y Legolas habían regresado a la normalidad. "¿Y eso me lo dice un elfo que se cae de los árboles?"

Legolas se sentó junto a ella con aquella gracia élfica que lo caracterizaba "¿Fue tan llamativo mi accidente que vais a recordármelo por siempre?" –indagó fingiendo estar dolido.

"Bueno" –pensó Kate inclinado la cabeza a un lado- "Llamativo, no tanto; más bien fue traumático. No todos los días a uno le cae un elfo encima" –respondió la joven burlonamente.

Legolas miró al suelo por un momento, como dando a entender que había perdido en la sarcástica discusión "Me rindo, es imposible ganarle a una humana que con sus trucos hace de las situaciones una trágica burla" –dijo levantando la mirada para encontrarse con una Kate que no sonreía. Legolas frunció el ceño "Lo siento ¿he dicho algo que os halla ofendido?"

La joven maga sonrió melancólicamente "Me has recordado a un amigo muy especial" –dijo mirando en aquellos ojos azules que ahora se mostraban ligeramente ansiosos por escucharla terminar su respuesta –"Alguien que ya no está más entre los vivos, pero que siempre decía que yo podía hacer de cualquier situación una completa burla".

Legolas sonrió comprendiendo. Aunque Kate no sabía que él había escuchado su última conversación con Aragorn, el elfo se dio cuenta de que aquella persona no era otra sino William –'Alguien muy importante para ella sin duda alguna'- pensó.

Un apacible silencio impregnó el jardín, dejando a Legolas y Kate contemplando el pequeño y limitado paisaje. El elfo del Bosque Negro dejó que su mirada terminara en la ahora descubierta muñeca de Kate. Lo que vio le llamó mucho la atención "¿Qué es esa marca en tu muñeca?" –preguntó sin recato. Ambos se encontraban tan relajados que de repente parecía que cualquier barrera entre ellos hubiese dejado de existir.

Kate se sobresaltó con la pregunta y como reacción inmediata se cubrió su muñeca; pero luego de recordar que Legolas conocía la verdad, la dejó al aire libre mostrando así la marca impresa en ella. "No estoy segura" –respondió después de pensarlo mucho.

Legolas levantó una ceja con curiosidad. Su rostro antes estoico y serio ahora se mostraba ligeramente inquisitivo "¿No sabes que hay marcado en tu muñeca?" –indagó como si hallara la situación algo inaudita. Además de que encontraba los tatuajes algo extraños ya que los elfos no hacían cosas de ese tipo.

"No es un tatuaje, si es lo que piensas" –dijo Kate como adivinando el comentario mental de Legolas- "Es una marca y hasta ahora lo único que sé es que, al igual que el dije en mi cadena (y diciendo esto le sacó el dije escondido debajo de su ropa) representa a mi magia. Todo mago tiene algún carácter que lo represente" –agregó esperando que su explicación hubiese sido suficiente.

Legolas se mostraba sumamente curioso "Eso lo sé. Lo extraño es que la mayoría de magos, sin importar su raza, conocen lo que significa su marca. Tú, por el contrario, no tienes ni la más remota idea" –comentó tratando de observar mejor la marca.

Kate sintió pena ante el comentario. Sus mejillas se sonrojaron ligeramente al verse expuesta de tal manera. Era cierto: debería conocer su significado "Es cierto; pero en mi época no existe lengua que se exprese con estos caracteres, ni tampoco libro que los contenga"

El comentario llamó más la atención de Legolas que, sin darse cuenta, había tomado la mano de Kate para poder observar mejor la imagen. El sentir tan leve contacto con la piel de la maga agudizó todos los sentidos del elfo y fue casi como sentir una corriente cálida recorrer por su columna. Por su parte, Kate, al principio sorprendida por el acto, se hallaba ahora sintiendo lo mismo que el elfo. Sus delicados y a la vez masculinos dedos acariciaban con delicadeza su muñeca mientras comprendían lo escrito en ella; algo que hizo latir con fuerza el corazón de la joven. La maga sentía el aura de Legolas tocar la suya en tan sencillo roce y sin poder controlarse, comenzaba a disfrutar de la simple conexión.

Aunque se hallaba perdido mientras percibía la textura y delicadeza de la muñeca de Kate, Legolas hizo lo posible por concentrarse en observar los caracteres. A pesar de todas las emociones que sentía pudo llegar a una conclusión. Su mirada se levantó para chocarse con la de Kate; sorpresa evidente en aquellos ojos azules –"Es élfica. Completamente. Élfico antiguo... aún para los mismo elfos" –dijo el príncipe del Bosque Negro sin apartar la mirada de la joven "Solo los elfos de este linaje y aquellos que hallan investigado esta lengua pueden entender su significado"

Kate se hallaba perdida en la voz melódica y la mirada apacible del elfo frente a ella –"El cual es..."

"Estrella del Oeste" –respondió sin vacilar el elfo, dejando caer renuentemente la mano de la joven.

La joven maga se hubiese sorprendido más con tal descubrimiento de no haber sido porque se hallaba perdida en las órbitas azules del precioso ser frente a ella. De repente, tanto Legolas como Kate se hallaban en otro mundo; aparte de la guerra y la discordia... resguardados en el silencio de su mutua compañía. Café con azul, maga y elfo, noche y día se hallaban perdidos uno en el otro.

"Ejem..." –se atrevió a interrumpir Kate; sacando a ambos de tan preciado momento. Sabiendo que de continuar así las cosas tal vez irían por otro camino- "Interesante descubrimiento, Legolas"

El elfo se mordió la lengua para acallar las ganas de decirle a la mujer frente a él cuánto la deseaba "Gracias, Kate. Espero te sirva de algo"- respondió sin dar pista alguna sobre lo que sentía

Otra vez el silencio... Kate miró hacia todos los lados para hacer algún otro comentario. ¡Flechas! ¡Las flechas del carcaj de Legolas! – "¿Construyes tus propias flechas?" –indagó tomando una deliberadamente.

Legolas entendió el súbito cambio en la conversación –"Si. Cuando tengo tiempo y nadie necesita de mi servicio; construyo una que otra. Sino, procuro recogerlas en el campo de batalla"

Aunque a Kate no le interesaba mucho saber cómo Legolas hacía una flecha; era preferible escucharlo a enfrentarse a otro momento como el sucedido anteriormente; y era mejor que hablar de la ausencia de Aragorn "Interesante" –dijo acariciando una flecha perfectamente hecha.

"Deberías aprender a lanzar una. Después de todo; sería lo único que haría falta en tu defensa o ataque" –dijo el elfo poniéndose de pié. También él había sentido la necesidad de hacer algo diferente a quedarse callado o hablar de Aragorn... o mirarla para luego sentir su rechazo.

Confundida, Kate miró la mano extendida del elfo frente a ella "Legolas ¿Qué haces?"-indagó aceptando su mano y levantándose. Otra vez la cálida corriente por su columna.

"Enseñándote a usar el arco" –respondió el elfo tomando la flecha de las manos de Kate y agarrando su arco de Lothlórien- "Después de todo. Esto era algo que he venido queriendo hacer desde hace rato" –agregó mirándola con ligera expectación ¿Aceptaría su propuesta?

Kate se notó vacilante por unos segundos. No sabía si era un buen momento para aprender a lanzar una flecha, cuando Gimli debía estarlos buscado por todo el Abismo o alguien tal vez necesitaba de su ayuda para acomodar a más gente en el lugar "Bueno..." –miró dudosa el arco frente a ella- "Esta... bien" –respondió tomándolo aún con vacilación- "Pero te advierto que mi puntería no es la mejor, Legolas"

El elfo sonrió.- "También dijiste que no sabías manejar una espada y sin embargo Gimli está muy agradecido con la ayuda del día de ayer"

Kate suspiró- "Una cosa es la espada. Otra el arco. Hagamos el intento pero no os prometo nada" –advirtió tomando la posición indicada por el elfo.

Entre risas e intentos fallidos. Los minutos pasaron convirtiéndose en algo más que una hora. Juntos se encontraban y juntos disfrutaban de su mutua compañía. Era como si nuevamente estuvieran en otro lugar; como si, aunque ambos intentaran no acercarse al otro, sus cuerpos les pidieran a gritos algún contacto.

"Mejor. Ahora intenta que le dé al blanco" –aconsejó con ligera burla el elfo, después de otro intento fallido que, por lo menos, llevaba una buena velocidad.

"Gracias maestro" –respondió con sarcasmo la joven maga. Definitivamente prefería la espada.

"Debes abrir un poco más las piernas, para un mejor equilibrio al momento de soltar la flecha" –dijo el elfo ahora más serio. Colocando sus manos alrededor de la cintura de la joven abrió un poco más sus piernas empujando delicadamente una de ellas con su pié. "Ahora, intenta de nuevo" –dijo en voz baja, sin darse cuenta que tal vez su boca estaba demasiado cerca del cuello de la joven. Sin darse cuenta que su susurró erizó la piel de ella; que sus manos ahora se ajustaban más a su cintura.

Kate cerró sus ojos al sentirlo tan cerca. Al sentir su aliento sobre ella ¿qué estaba pasando? ¿por qué no detenía todo esto antes de que fuera tarde? Soltó la flecha sin poder detenerla por más tiempo. Su corazón latía con la misma rapidez de aquella vara de madera; su pulso aumentando con cada exhalación del elfo... ya no quería estar lejos de él.

"Justo en el blanco" –susurró Legolas sin poder controlar el tono de su voz; ahora más grave y profundo... mostrando lo que su alma estaba queriendo decir desde hacía tanto tiempo.

Kate volteó su cabeza para encontrarse frente a frente con el príncipe del Bosque Negro. Los ojos de Legolas ya no se veían claros como el cielo; un azul oscuro reemplazaba el suave color y ahora su mirada se veía deseosa de algo que no podía nombrar; ansiosa por sentir algo que no se atrevía experimentar. El elfo no brillaba aquella aura delicada que siempre cargaba consigo; ahora brillaba de otra manera, ahora reflejaba una necesidad interna.

"Legolas" –dijo Kate sin darse cuenta de que su voz salía en el mismo mortal susurro que revelaba más de lo que se deseaba contar. La maga podía percibir el aura del elfo... de un verde oscuro y brillante a la vez.

"Justo en el blanco" –repitió el elfo acercándose a sus labios; ya sin poder evitar lo que durante tanto tiempo había deseado.

Kate soltó el arco a penas sintió aquellos labios sobre los suyos. Su corazón estalló en latidos incoherentes; su cuerpo reaccionó de maneras inesperadas y se halló deseando con ansias que el momento, antes temido, no acabara jamás.

Legolas sintió su alma abandonar su cuerpo para entrar nuevamente a gran velocidad en él. Como reflejo agarró el brazo de la joven, previniendo una posible bofetada. Bofetada que jamás llegó a darse... reacción que fue la menos esperada. El sentirla debilitarse frente a él; el sentirla sucumbir a lo que él hacía tanto tiempo se había rendido; el sentirla suspirar mientras le daba acceso a su boca... aquella con la que más de una vez se había atrevido a soñar despierto.

Sus labios eran eternamente suaves; cálidos a la vista y como fuego al ser tocados. Kate se sentía arder bajo sus besos, y aquella sensación le encantaba ¿qué había pasado? No lo entendía; pero de pronto todas las leyes, las prohibiciones, las limitaciones... todo se había desvanecido y nada más quedaban ellos dos. Sin saber que hacer, puesto que nunca había besado de esa manera, simplemente se dejó llevar por su instinto... uno que le decía que lo abrazara y no dejara que ese momento terminara.

Legolas notó su reacción y no pudo dejar de agradecerle a los Dioses por haberle concedido tan preciado momento. Con el más sutil de los movimientos tomó los brazos de Kate y los llevó alrededor de su cuello, guiándola hacia donde tenía que ir. Enseñándole cuánto tiempo había querido tenerla cerca.

Kate tembló cuando la lengua de Legolas comenzó a jugar con la suya; era impresionante la manera en como en tan solo unos segundos la joven maga comenzaba a acostumbrarse a la guía del elfo. Sin pensarlo dos veces hundió sus manos en su suave cabello, sintiendo su fresco aroma herbal... masculino... penetrante. Sus manos comenzaron a acariciar, a conocer, a sentir. Había dejado de ser la seria maga... la joven de África, para convertirse simplemente en una mujer.

Y Legolas había olvidado que era un elfo, había olvidado el estoicismo de su raza para perderse en la pasión humana... pasión solamente incitada por ella. Se olvidó de la delicadeza y tranquilidad de su linaje para dejar que sus manos desabrocharan, sintieran... se abrieran paso entre la tela y lo hicieran olvidarse de que se encontraba en medio de un jardín, que Kate estaba contra aquel roble que recordaba haber visto en algún momento de su llegada, y que ahora su chaqueta estaba en el piso y sólo su túnica cubría su pecho. Que ella... ella respiraba con agitación y que su abrigo estaba junto a la chaqueta de él.

...

Pasos...

Rápidos y agitados pasos...

"¡Legolas!"- entre susurro y exclamación Kate empujó el elfo al piso ¿Reflejos? Tal vez; últimamente la joven estaba adquiriendo unos reflejos de elfo.

No podía haber más confusión en la mirada de Legolas -"Kate... ¡¿Qué demonios...?! ¡¿Qué - -

"¡¡¡Shhhh shsh!!!" fueron las únicas 'palabras' de la joven.

Legolas abrió sus ojos en sorpresa "¡Alguien viene!" –dijo levantándose y tomando su ropa.

"¿Realmente crees eso?" –indagó Kate con increíble sarcasmo mientras se arreglaba su blusa- "Vaya Legolas ¡Me sorprenden tus sagaces comentarios!".

Acababa de besarla; acababa de fundirse en sus labios... de encender su pasión de la manera más absurda e incomprensible... entonces ¿por qué ahora tenía unas inexplicables ganas de hacerla desapare - - ??

"¿Maese Legolas? ¿Joven Connors?" –un exhausto Rohirrim llegó en el instante en el que Kate intentaba una vez más reacomodar su abrigo. Legolas de pié a su lado, vestido impecablemente- "Son solicitados con extrema urgencia en la gran sala"

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¿Qué había sucedido? Esa pregunta corría por las mentes de Legolas Hojaverde y Kate Connors. El Rohirrim iba adelante, casi como apartando a la gente del medio; haciéndoles camino al elfo y la joven maga que aún no entendían el porqué de la urgencia en su llamado. Por un momento, Kate pensó que tal vez había una muy cercana amenaza de Orcos; pero la gente en el Abismo parecía estar aún calmada, por lo que descartó su hipótesis.

Por otro lado, Legolas se sentía inquieto, expectante; como preparándose para una gran noticia y, sin quererlo, tomó en sus manos la hermosa cadena élfica que guardaba en su bolsillo. La gente los veía correr con curiosidad. No era común ver a un elfo (aún en estos tiempos antiguos) y Legolas no podía evitar sentirse observado por todo el mundo. Kate no se quedaba atrás; más de uno miraba a la joven con precaución y admiración. Las mujeres de esa época no peleaban y ver a una en el campo de batalla era casi inaudito.

Las grandes puertas de la sala principal se abrieron de par en par. No habían anunciado los nombres de Legolas y Kate cuando éstos ya estaban dentro de la instancia; Kate con la respiración agitada, mientras Legolas parecía no haber hecho esfuerzo alguno.

"Comenzaba a preguntarme por qué tardaban tanto" –se escuchó decir a una voz frente a ellos. Kate y Legolas voltearon su mirada a la mesa principal. Ahí, de pie y apoyado con las manos en el gran mesón, estaba Aragorn observándolos con detenimiento.

El corazón de Kate pareció detenerse por un momento; de repente la respiración agitada no se escuchaba. Los ojos azules de Legolas brillaron con súbita alegría; una cálida sonrisa apreció en su rostro, iluminándolo como sólo era posible para los de su raza.

"Ahora sería un buen momento para decir: 'Aragorn, bienvenido de nuevo'; por citar la más común de las bienvenidas" –se escuchó decir a un Gimli que estaba sentado en la mesa muy cómodamente. El enano se deleitaba como nunca con los rostros del elfo y la joven; especialmente con el de la joven.

Un impulso energético saco a Kate de su estado sorprendido. Parpadeando un par de veces, como para asegurarse de que la imagen frente a ella fuera real, comprobó que Aragorn, el montaras, el hijo de Arathorn... aquel que había llegado a ser su guía y ejemplo a seguir durante su tiempo en Tierra Media; estaba vivo y listo para continuar con la batalla.

"¡ARAGORN!" –La voz de la joven se escuchó en toda la sala. Kate, llena de una inmensa alegría y emoción corrió a donde estaba el montaraz y lo abrazó con toda su fuerza. Las lágrimas no tardaron en caer por sus mejillas.

"Pensé que os había aniquilado con mi aparición" –dijo el montaraz sin poder evitar un inesperado nudo en la garganta. El abrazo de Kate era tan sincero y lleno de un amor tan incondicional... tan distinto a los demás que haya podido sentir en el transcurso de su vida; que no pudo evitar sentirse momentáneamente sentimental al abrazarla... la joven sin duda alguna había cambiado algo en él.

Kate dejó de abrazarlo para mirarlo con detenimiento. Cada hueso en su lugar; aparentemente saludable aunque sin duda alguna igual de sucio... quizás aún más- "No todos los días alguien regresa del mundo de los muertos, Aragorn" –respondió la joven finalmente.

El montarás la miró con una paternal sonrisa- "No alcancé a llegar al mundo de los muertos, Kate; aunque puedo asegurar que estuve bastante cerca" –respondió mirando a un Legolas que se acercaba lentamente.

Kate se apartó un poco; de seguro Legolas querría saludar al recién aparecido. Ahora que lo pensaba... las jugarretas del destino eran muy impresionantes: Dos miembros de la Compañía, creídos muertos, habían regresado del mundo de las sombras y una vez más estaban dispuestos a batallar por la libertad de Tierra Media.

"Legolas" –saludó Aragorn con un rostro lleno de la alegría que solo puede ser sentida cuando un hombre vuelve a reencontrarse con sus más preciados amigos.

"Aragorn..." –respondió el elfo, por dentro tan emocionado como Kate, pero por fuera manteniendo siempre la reservada postura característica de todo elfo. Sus manos se posaron una en cada hombro del montaraz; por un momento guardando silencio mientras se miraban sonrientes- "Te vez terrible" –finalmente dijo el elfo. Kate sonrió ante el comentario ¡Finalmente alguien decía algo sobre aquella apariencia!

Aragorn rió levemente "No esperaba ese comentario de ti, Legolas" –dijo el heredero al trono de Gondor- "Se ve que has comenzado a tomar ciertas actitudes similares a las de Kate aquí presente"

La joven maga cruzó sus brazos aparentando estar rabiosa "No son actitudes, mi querido Aragorn" –dijo levantando una ceja- "Es higiene personal. Algo que todavía le hace falta a muchos hombre de Tierra Media"

Todos rieron con aquel comentario. Gimli se levantó de la mesa "Joven Kate, definitivamente se nota que no es de esta era ¿Higiene Personal? Concepto casi desconocido para cualquier enano"

Otra carcajada se oyó en el salón. ¡Dioses! ¡Qué bueno era tener a Aragorn de vuelta! Entre risas, Kate miró al montaraz sintiendo una cálida corriente en su corazón; una sensación que le producía paz y tranquilidad... seguridad 'papá' –pensó la joven con nostalgia- 'cuánto me recuerdas a papá'.

Gimli y Kate todavía se burlaban de la situación cuando Legolas apartó a Aragorn del grupo por un momento, obviamente buscando un poco de privacidad para lo que le iba a decir. No muy lejos, Kate observó al radiante elfo entregarle la cadena de Undómiel al montaraz. Una sonrisa apareció en su rostro mientras regresaba su atención al hijo de Glóin.

"Gracias, Legolas" –dijo Aragorn inclinando su cabeza levemente. Lo que acababa de devolvérsele significaba demasiado para su vida. Un profundo sentimiento de agradecimiento para con Legolas llenó el corazón del hijo de Arathorn.

"No debes agradecérmelo a mi, Aragorn" –respondió Legolas con una sonrisa al ver la reacción del hombre frente a él- "Deberías agradecérselo a Kate, quien fue la que encontró tan preciada joya" –agregó sin poder ocultar el brillo en sus ojos azules al nombrar a la joven. Ligeramente desvió su mirada un momento hacia la maga que, en aquellos instantes, intentaba explicarle a Gimli que la tardanza de ella y Legolas fue a causa de la distancia y nada más.

Aragorn frunció el ceño pensativamente. Legolas se notaba ligeramente diferente. Por su puesto que la luz que siempre emanaba de él, gracias a sus orígenes, seguía intacta, por no decir aún más fuerte. El elfo seguía siendo el estoico y reservado ser que había conocido siempre. Pero su mirada; aquella que intentaba ocultar mientras observaba a otros lados. El constante jugueteo de sus manos... extraño... Legolas parecía no poder quedarse quieto en un mismo sitio "Se lo agradeceré en cuanto pueda, Legolas" –respondió Aragorn después de un tiempo. Ohh... aún había otro detalle.

"¿Qué sucede?" –Indagó Legolas levantando una ceja- "¿Aragorn?"

El montaraz acarició su mentón con lentitud. Algo no encajaba en este cuadro... Legolas jamás era así de descuidado con su vestimenta. "Señor Elfo... sus pantalones... ¿supongo que la carrera por llegar a la gran sala no le permitió vestirse adecuadamente?"

Por un momento Legolas no entendió el mensaje. Luego, sin poder ocultar la sorpresa en sus ojos, bajó la mirada a su cintura: Sus pantalones se encontraban mal abrochados; dejando ver un poco de su ropa interior... ahora que lo pensaba ¿no sería esta la causa de las constantes miradas de todo aquel por donde él pasaba? Si los elfos pudieran sonrojarse, Legolas lo hubiera hecho ampliamente. Su mirada corrió de Aragorn a Kate y de Kate a sus pantalones; en un instante había compuesto su vestimenta y no pronunciaba palabra alguna.

Aragorn siguió la mirada del elfo y su comportamiento. De repente una duda comenzaba a formarse en su cabeza. ¿Dónde y... con quién había estado Legolas? El elfo no dio oportunidad de responder "Creo que sería mejor que regresáramos a donde los demás"-dijo el príncipe mirando a Gimli y Kate.

El heredero de Isildur entendió la indirecta. No era momento de indagar sobre lo sucedido "Por su puesto"- dijo desapareciendo el frunce en sus cejas.

Los miembros de la compañía se sentaron a comentar sobre lo ocurrido recientemente. Al parecer Aragorn traía consigo noticias que, de no haber sido por su accidente, jamás hubiesen sido descubiertas a tiempo. Definitivamente el destino tenía su propia idea de cómo manejar el juego. En silencio, Kate, Legolas y Gimli escucharon a Aragorn relatar lo que había visto; por su puesto, esta noticia ya la sabía Théoden con anticipación, que había visto al montaraz primero que sus amigos. Las malas nuevas eran claras: Al menos 10.000 Uruk-Hais venían hacia el Abismo de Helm. 10.000 Uruk-Hais sedientos de sangre y dispuestos a acabar con cada mujer, cada niño, cada ser viviente a su alrededor. Un escalofrío recorrió la columna de Kate; la joven miró de reojo a Legolas... el elfo tenía la mirada turbia.

"Tenemos que prepararnos para lo peor" –concluyó Aragorn- "Todo el que pueda deberá pelear"

El impacto de un combate tan cercano dejó a todos en silencio. El elfo, los dos humanos y el enano acallaron mientras cada uno asimilaba la idea de una batalla en la que a leguas se veían en desventaja: No habían suficientes hombres para pelear.

"Se que no hay muchos de nuestro lado, y he insistido a Théoden en que pida ayuda a otros reinos. Pero su negativa es rotunda y no hay marcha atrás. Tendremos que pelear desde el Abismo y con la cantidad de hombres que tenemos" –dijo el montaraz rompiendo el silencio- "Aunque no sé exactamente qué sucedido en el consejo de guerra de esta mañana. Théoden no pudo evitar manifestar su extremo asombro en la manera en como Kate actuó en dicha reunión"- las palabras de Aragorn sonaban muy serias y puntuales. Kate se sintió pequeña en su silla... de pronto era una niña regañada por sus padres otra vez.

"Yo... bueno... la verdad es que no quise..."-era inútil. Kate suspiró. Nada podía justificar su actuar.

"No estoy pidiendo justificaciones por tus acciones, Kate" –dijo Aragorn ablandando su tono de voz- "Y debo agregar que la sorpresa del rey Théoden fue muy favorable y en ningún momento mostró rencor alguno por tu comportamiento... aunque creo que sería mejor dejar que ÉL tomara las decisiones" –dijo haciendo un gran énfasis en 'ÉL'. Después de todo; Théoden podía estar muy fascinado con el carácter de Kate; pero eso no le daba derecho a la joven de protestar por las decisiones ya tomadas.

Kate sonrió levemente. Nunca pensó que el soberano de Rohan tuviera una idea como esa de ella; y de cierta forma le complacía que su relación con él siguiera en buenos términos.

"Entonces..." –dijo Gimli después de un rato. No sabía por qué, pero se sentía orgulloso de su joven Kate... de esa actitud desafiante que solo pudo haber aprendido de... de un enano por qué no- "Finalmente estaremos en una verdadera batalla no?"

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Cuando Aragorn había dicho que todos los pudieran deberían pelear; Kate jamás imaginó que niños con no más de 12 años estuvieran ahora cargando espadas y largas cotas de malla, aparentando ser guerreros que aún no conocían nada de la vida... y que ahora la podrían perder tan fácilmente. La joven quiso gritar; protestar por semejante decisión tan inhumana... tan ilógica ¿Qué clase de defensa podría tener un niño que apenas comprendía la magnitud de esta guerra? ¿Cuántos morirían bajo las manos de los monstruosos Uruk-Hais? ¿Cuántas madres quedarían sin hijos? ¿Por qué? 'Es la guerra' le dijo Aragorn al ver sus ojos cafés decaer al ver a tantos infantes cargando armas 'Es la crueldad de la guerra... la crueldad del mundo'. Entonces lo había comprendido... esa crueldad de la que él hablaba no solo era de esta era. La injusticia de la guerra no pertenecía solo a Tierra Media; había estado tan ciega que no recordaba los días grises en los que veía decenas de niños correr con ametralladoras por los valles y casas semi-destruidas de lejanas colonias africanas. No había recordado las cientos de veces que la televisión mostraba a decenas de infantes yacer inertes en los centros afectados por actos terroristas. Tanta muerte y destrucción no era solo de un tiempo... habían existido siempre y era aún más triste el saber que por ahora no habría cambio alguno en dicha situación. Que los niños seguirían tomando armas; que los hombres seguirían muriendo a mano de Uruk-Hais o de otros hombres... no importaba. La luz de la esperanza se hacía cada vez más lejana. Siglo XXI... Tierra Media: Todo era lo mismo.

Pero alguien no lo entendía tan fácilmente. Ella lo vio abrirse paso entre la gente. Legolas no lo había entendido y ella sabía que su fe en esta guerra comenzaba a decaer. Lo vio discutir con Aragorn en su lengua y, extrañamente, había comprendido su mensaje: Nunca podrían contra los Uruk-Hais. Demasiados viejos; demasiados niños... era una tragedia. Primero había partido Aragorn, con su mirada seria, dejando a Legolas y Gimli entre la multitud. Después lo había seguido el elfo que, aunque no iba tras él, necesitaba con urgencia salir de la multitud. Kate levantó la mirada y vio a Gimli; el enano le indicó que fuera a hablar con Legolas en cuanto pudiera.

Y así, abriéndose paso entre niños y viejos había llegado a una habitación que no tenía ventanas. Un pequeño recinto gris con una mesa y un par de sillas en madera rústica. El olor de aire viejo emanaba del lugar pero no era sofocante... a pesar del tiempo seguía limpio. Se notaba que nadie había estado allí en mucho tiempo y, lejos del bullicio y el caos, allí estaba Legolas sentado, mirando un estandarte Rohirrim; la imagen de un joven guerrero Señor de los Caballos estaba dibujada bellamente en él.

"Legolas..." –dijo Kate acercándose al elfo- "No puedes perder tu fe; no puedes perder las esperanzas en los hombres"

El elfo del Bosque negro se mantenía de espaldas. Ni una palabra salía de su boca. Kate caminó hasta llegar a él y, dándose la vuelta quedaron frente a frente. La mirada de Legolas se veía perdida y melancólica; como de aquella persona que en vano intentaba recordar mejores tiempos y se había dado cuenta de que con recordar jamás convertiría en realidad las viejas memorias. "Legolas, no es momento para retroceder, no es momento para rendirse... aun no"

El elfo la miró. Sus ojos azules como el cielo mismo miraban a Kate como pidiendo auxilio. La joven maga vio por primera vez cómo un elfo guerrero había optado por dejarse llevar por la melancolía "Los hombres están solos Kate. ¿De qué sirve una alianza entre las razas de Tierra Media cuando ninguna de ellas viene a ayudar a este pueblo?" dijo el elfo con la voz pausada y sin emoción alguna- "Dime, Kate... ¿soy el único elfo que va a pelear en estas guerra? ¿el único de mi pueblo que prefiere ayudar en vez de partir a las costas?"

La joven maga abrió los ojos con ligera sorpresa. Eso era... el joven príncipe no estaba desilusionado de los hombres ¡Estaba desilusionado de su propio pueblo! La mirada de la joven se ablandó y acarició una mejilla del elfo con delicadeza; la suave piel de aquel ser se sentía fría pero a la vez perfecta bajo su tacto "El final de esta guerra ya está escrito, querido Legolas. Y tu raza aún no ha decidido su papel en esta historia... falta mucho por contar y no sabemos lo que nos depare el mañana" –dijo dándole un beso en la frente. El más suave y delicado beso que Legolas jamás haya podido recibir- "Aún no pierdas la fe en tu raza... tu pueblo... aún no" –y diciendo esto Kate partió del lugar. Sabía que el elfo tenía mucho que pensar y necesitaba hacerlo en compañía de la soledad. Por más que su corazón le pedía a gritos que regresara junto a él y lo besara con todas sus fuerzas; su razón la convenció de que ahora no era el momento de continuar lo que él y ella ya habían comenzado.

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Kate suspiró viendo lo que estaba frente a ella. Estaba sola en una pequeña recámara en una de las torres más altas de la fortaleza. Cualquiera diría que una joven sola en medio de una alta torre de concreto indestructible, no era más que una princesa esperando por la llegada de su príncipe azul... pero la realidad no podía ser más contraria a dicha afirmación: Ni ella era la princesa a rescatar; ni Legolas el príncipe azul que vendría por ella. No... Kate no era princesa en este cuento y no se iba a poner un vestido largo de terciopelo. La cruda verdad era que Kate debía ponerse la cota de plata frente a ella y utilizar las hombreras protectoras que yacían en la cama. 'Adiós al vestido de terciopelo ¿No?' –pensó la joven mientras tomaba la hermosa cota- 'Aunque de todas formas no usarías uno, Kate... de todos los papeles en la historia, el último que querrías sería el de la princesa' –agregó colocándose la cota de plata. Pronto estaba lista.

La joven maga no se podía ver. No había espejo alguno; pero de haberlo se hubiera sorprendido: de no haber sido por la orejas cualquiera diría que era una elfa. La ropa élfica que traía puesta se le ajustaba un poco más gracias a la cota que traía debajo, dejando ver las curvas femeninas tras el atuendo. Sus hombreras habían sido ajustadas a su tamaño y aparte de aquellas dos piezas, poco era nuevo para ella. Traía consigo su espada y el cuchillo de Éomer en la espalda. La daga y, como olvidarla, su navaja- '¡Ja! ¿por qué diantres Elizabeth metería una navaja en el fondo del maletín?' –pensó guardando la pequeña, pero útil pieza, en un bolsillo.

Un cuerno sonó... uno muy particular. Kate se dio la vuelta y se asomó por una pequeña ventana en la recámara. "¿Qué demonios?...¿Qué- - "Abajo, muy abajo sobre el puente de entrada iba movilizándose un ejercito imponente y maravilloso; una visita inesperada pero que traía gran alegría al corazón. Los ojos de Kate se iluminaron al verlos marchar con estoicismo y seguridad; iluminando con su aura todo el lugar "¡Elfos! ¡Legolas Hojaverde se cumplió tu deseo!" –Pronto la joven corría escaleras abajo, lista para recibir a los nuevos aliados.

La maga corría con rapidez por los pasillos y pronto llegó a la entrada. Ahí, frente a ella, se veía perfectamente al ejército de elfos. Todos cubiertos con túnicas del color de la noche y con hermosos cascos de Oro y plata. Los Rohirrim estaban sorprendidos; llenos de precaución y admiración miraban a los recién llegados con expectativa. Habían quizás unos cuantos cientos de ellos; todos sosteniendo esos bellos y grandes arcos de Lórien- "¿De Lórien?" –susurró Kate acercándose un poco más.

"Venimos a honrar esa alianza" –dijo el elfo que se encontraba al mando de aquel magno ejercito. De lejos todo parecía un sueño: Aragorn corría y le daba la bienvenida junto con Gimli y Legolas. Arriba en las escaleras Kate estaba muda y quieta.

'¿Arcos de Lórien...?' –repitió una vez más en su mente. El imponente elfo que guiaba al ejército de la Dama volteó a verla desde abajo. Su armadura de oro y plata relucía con la luz de la Luna; su arco y su espada los más bellos entre todo el ejército. El rostro de aquel ser irradiaba con luz propia. El corazón de la maga dio un salto de alegría al ver quien era en realidad- "¡Haldir!" –exclamó bajando los escalones con la misma rapidez de Aragorn- "¡Haldir de Lothlórien ha llegado!"

Ella quiso abrazarlo como aquel amigo que no había visto desde hacía incontables años. Pero el elfo de cabellos claros tenía otra idea: Con una elegante reverencia se arrodilló frente a ella. Todos guardaron silencio por un momento. ¿Quién era aquella mujer a la que un elfo de los Bosques de Oro se le arrodillaba con tanto respeto? Detrás de Haldir, Legolas sonrió.

"¡Haldir!" –susurró la joven sintiendo que todos la veían. La pena comenzaba a notarse en sus mejillas- "¿Qué está haciendo?" –y diciendo esto se arrodilló junto a él. El elfo con sorpresa levantó la mirada. No se suponía que la maga hiciera eso. Aunque al parecer nadie pensó que Haldir de Lórien se arrodillaría frente a una humana jamás.

"Hago lo que todo ser debe hacer al encuentro de un personaje como tú, Kate Connors. Nunca imaginé que serías una maga tan importante para el destino de Tierra Media" –respondió el elfo en un susurró solo audible para ella. Luego se levantó –"La Dama Galadriel envía un mensaje conmigo..." –agregó entregándole un pequeño pergamino de papel pálido y brillante- "Espero llegue a tiempo a las manos de esta maga". Detrás, Legolas miró con curiosidad el objeto entregado.

Un momento de silencio llenó la noche. Kate no lograba comprender la magnitud de todo lo que acababa de suceder; y tampoco veía las miradas de todos a su alrededor que, aunque no habían escuchado las palabras de Haldir, se encontraban sumamente sorprendidos de ver un elfo que sintiera tanto respeto por una común y normal humana. Una humana vestida como elfo.

"Sería mejor que comenzáramos a organizarnos" –se oyó decir a la voz del rey Théoden no muy lejos de Kate- "Solo los dioses sabrán en qué momento llegarán los Uruk-Hais. Debemos estar preparados" –agregó mirando a Aragorn. El montaraz asintió y pronto todo el mundo corría a sus lugares.

Kate quería hablar con Haldir. Quería estar de nuevo en Lórien y preguntarle por Oreissë; aquella elfa que Kate sabía, había robado el corazón del guerrero de la Dama. Kate quería dejar las reverencias de lado y abrazarlo como a un hermano. Detestaba las formalidades y ahora sabía que Haldir nunca la vería con los mismos ojos. Ahora no sería Kate, la joven de Tierras Lejanas; ahora sería Kate una maga en Tierra Media.

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"¡¡No tengan piedad alguna, porque no recibirán alguna!!" –exclamó Aragorn caminando entre las filas de soldados. El silencio circundante hacía que su voz se escuchara aún más fuerte. Como todo un general verificaba que todo estuviera en orden.

Hacía frío; demasiado como para estar usando una cota de plata debajo de la ropa. El cielo oscuro cubría como un pesado manto toda la llanura Rohirrim: No muy lejos estaban ellos. Como un mar de oscuridad; como una ola que borraba todo a su paso; como una pesadilla de la que cualquiera desearía despertar. Su energía emanaba desde lejos y su hedor, cada vez más cerca, avisaba lo que se venía encima. Cargaban antorchas que eran como diminutas luces en medio de aquella mancha negra. Kate respiró profundamente. Estaban listos.

"¿Estamos listos?" –indagó Gimli con cierto desgano. El pobre enano no podía ver nada de lo que sucedía frente a él. Claro que Kate consideraba su posición excelente, ya que no tenía que observar la terrible amenaza.

"Supongo..." –respondió Legolas vacilante. Comenzaban a escucharse los tambores de guerra cada vez más cerca. El elfo volteó su mirada a Kate. La vio imponente en su traje élfico y por un momento creyó que era de su raza. Los ojos cafés de la joven, ahora oscuros como la noche, miraban con suma cautela al ejercito de Uruk-Hais acercarse. El príncipe del Bosque Negro recordaba haberle insinuado a la joven, la posibilidad de que permaneciera en las cavernas; pero aquella risa sarcástica y la palmada en la espalda habían sido suficientes como para entender que ella no faltaría a batalla... y ahí estaba... junto a él... bella y amenazante; imponente y distante- 'Quiero besarla... besarla una y otra vez hasta que olvide todo lo que está sucediendo' –pensó el elfo, sorprendiéndose un poco con semejantes ideas- '¡Estamos en plena guerra y tengo estás ideas! ¡¿qué me hiciste Kate Connors?!'

"¿Qué miras?" –indagó Kate al ver a Legolas con sus ojos sobre ella. No había luz de luna que mostrara muy bien sus facciones y, a pesar del brillo élfico que de su rostro siempre emanaba, no podía ver los ojos oscurecidos por el deseo del elfo.- "¿Se te perdió algo?"

Legolas levantó una ceja. Adiós al deseo de besarla- "No, tengo todo lo que necesito a mi alcance, gracias" –respondió con una falsa sonrisa.- "¿Preparada?"- preguntó cambiando el tema.

"Si... creo"- dijo Kate asomándose por el borde del Abismo... y vaya abismo que era- "Un poco mareada tal vez" –agregó con voz temblorosa. Todo su estómago daba vueltas en aquel momento ¿por qué tenían que combatir en un abismo?. La joven dio unos cuantos pasos atrás; decidida a esperar a cualquier Uruk-Hai en la segunda fila.

"Oh... pensé que habías superado ese pequeño inconveniente" –señaló Legolas con una sonrisa burlona. Kate esta ligeramente pálida.

"Existe algo llamado recaída, Legolas" –respondió la joven respirando profundamente- "Y suelo sufrir de ellas constantemente... algo así como tu con tu problema de caerte de los árboles y todo eso" –agregó sonriendo maliciosamente. El elfo no tendría el placer de burlarse de ella.

Legolas no alcanzó a responder con otro comentario sarcástico. En aquel momento un grito ronco y grotesco se oyó en toda la llanura. Al instante todos los Uruk-Hais respondieron: Su líder llamaba a su ejército y los oscuros soldados respondían con sed de guerra.

"¿Qué es lo que está sucediendo, Legolas?" –indagó Gimli con ansiedad en su voz- "¿No pudiste encontrar unos mejores puestos?".

El elfo rió levemente- "¿Te lo describo? ¿O quieres que te busque un banquito?" –respondió mordazmente.

"¡Legolas!" –exclamó Kate pegándole levemente en la espalda con la empuñadura de su espada.

"¡Elfos!" –refunfuñó el enano ligeramente molesto- "¡Y ahora no es solo uno sino cientos de ellos!"- Legolas frunció e ceño con el comentario, mientras que Kate mostraba una amplia sonrisa- "No tenemos suficientes soldados, estamos a decenas de metros del suelo, es de noche y un ejército de 10.000 Uruk-Hais viene hacia nosotros. Esto no puede ser peor" –agregó meneando la cabeza. Casi al instante los dioses del universo decidieron que tal vez las cosas pudieran empeorar un poco más... solo un poco. Delicadas gotas de agua comenzaron a caer... pronto era una tormenta.

"Gimli..." –dijo Kate apartando un poco de cabello mojado de su cara. Su expresión ligeramente irritada- "¿Nunca te dijeron que no tentaras al destino? Nunca digas que nada puede ser peor... ¡Todo siempre puede ser peor!" –exclamó impacientemente. Ahora era Legolas el que meneaba la cabeza.

... .Los Uruks habían frenado. La ola negra se había detenido a una docena de metros de la fortaleza en piedra.

"¡Listos para disparar!" –Una vez más la voz de Aragorn hizo eco en el Abismo.

... Los Uruk-Hais gritaron estrepitosamente mientras sacudían con fuerza sus escudos. Kate miraba fijamente a la mancha negra. Todo aquel odio... toda la ira y el rencor... todo junto para atacar.

"No hay armadura en el cuello y bajo los brazos" –susurró Legolas tensando su arco. Las gotas de lluvia corrían por su rostro delineando su perfil- "Ahí va la flecha..."

Kate nunca había estado en una batalla. No había presenciado los segundos previos al combate. Nunca había sentido su estómago dar cientos de giros y sus manos sudar al sentir la empuñadura de su espada... nunca había escuchado latir su corazón con tanta fuerza. La ansiedad por la lucha y el deseo de correr y salvar su vida chocaban dentro de ella ¿Era esto lo que todo guerrero sentía antes de comenzar a pelear? ¿Era esto lo que Legolas, Gimli o Aragorn sufrían antes de blandir la espada?

"¡¡DISPAREN!!" –El grito fuerte y determinado de Aragorn resonó entre las paredes. Cientos de flechas volaron por el aire y al instante decenas de Uruk-Hais caían al piso.

... No había marcha atrás.

... No había forma de esconderse... de huir.

... Sus gritos... su ira estaba allí y ahora corrían hacia ellos.

Kate sacó su espada con la destreza solo adquirida por la práctica. Estaban cerca, muy cerca. Una escalera negra apareció de la nada, apoyándose en el borde del abismo. Como un macabro efecto dominó, decenas de escaleras como aquella se apoyaban en la gran muralla de piedra y al instante sus dueños aparecían, trayendo consigo el putrefacto olor de su raza.

"¡Tráiganmelos!" – exclamó Gimli clavando su hacha en el cuello de un Uruk-Hai que apareció de la nada.

La joven maga veía atónita la escena frente a ella. Miraba a los Uruks subir y a los hombres caer por el abismo. Todo el silencio se había roto y ahora los gritos de los combatientes impregnaban el lugar y el olor a sangre no se hacía esperar. No sabía a donde mirar... todo era caos y terror. Sus manos temblaban y su rostro desencajado mostraba su desesperación por salir del lugar.

Legolas volteó su cabeza para verla. Sabía que estaba tras él. Sabía que no se estaba moviendo... que no luchaba... que no hacía el más mínimo intento por levantar la espada "¡KATE!" –gritó sacándola del trance- "¡KATE, PELEA!" –exclamó mientras mataba a un orco más.

Y la joven lo vio. Su corazón dejó de latir por un momento al verlo pelear; al verlo matar sin si quiera dudar. Sabía que eran orcos... que eran seres llenos de odio y que no debían vivir en este mundo; pero aún así el ver a Legolas acabar con ellos sin vacilar... como un asesino que no duda en acabar con la vida de su víctima... era algo que no dejaba de impresionarla. El elfo que con delicadeza había acariciado su espalda esa mañana, era el mismo que con elegancia arrasaba con cualquier bestia en su camino.

"¡KATE!" –Legolas la observaba de reojo mientras ella lo veía. Debía sacarla de la impresión de la batalla. Su corazón comenzaba a temer lo peor... a imaginar lo que sucedería si ella no despertaba de su sorpresa- "¡Kate, despierta!" –le dijo tomándola por los hombros- "¡Estamos en guerra! ¡O mueres o peleas!" –dijo sacudiéndola con fuerza.

Kate escuchaba sus palabras con lentitud. Cerró sus ojos con fuerza 'Despierta Kate, despierta...' pensó dejando que la lluvia mojara su rostro. Una flecha negra paso por su lado. Legolas la miró consternado "No te apartes de mi lado... jura que no te apartaras de mi lado, Kate" –dijo mirándola fijamente a los ojos.

"¡Vienen Orcos hacia la puerta principal! ¡Orcos en la puerta principal!" –la voz de Aragorn se oyó distante pero aún fuerte entre el combate.

Kate apretó con fuerza la empuñadura de su espada. Sus ojos se veían nuevamente oscuros y determinados. La impresión ya había pasado y ahora solo quedaba la necesidad de combatir y defenderse "Voy abajo; necesitan ayuda cerca de la entrada" –dijo apartándose de Legolas

Legolas mató a un orco que venía hacia él. Una de sus dagas blancas cortando su garganta –"Kate!"

"¡No te preocupes por mi, elfo!" –respondió Kate siguiendo el ejemplo de Legolas. Un orco caía inerte a sus pies- "¡Pelea como lo hace tu raza... yo lo haré a mi manera!" –y diciendo eso se escabulló entre los hombres.

Legolas sonrió levemente... la joven nunca haría lo que él le pidiese 'Que los Valar te protejan, Kate Connors... que si no lo hacen juro que se las verán conmigo'

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Pero las cosas no se veían tan fáciles y pronto el abrumador número de orcos comenzaba a diezmar a hombres y elfos. La lluvia caía inclementemente mojando los pisos de piedra y dificultando el combate. Todos peleaban y no se detenían a mirar el horizonte. Flechas surcaban el cielo negro con gran velocidad, incrustándose con perfecta maestría en los cuerpos de cientos de Orcos... y donde uno caía, otro más aparecía. Era un ataque constante... un enemigo aparentemente omnipresente que rompía lentamente las defensas de los Rohirrim. La noche corría y no se veía vestigio del final.

Y entre los hombres y elfos, Kate peleaba; blandía su espada con implacable fuerza y acababa con cualquier orco frente a ella. Su mirada impasible y fría era igual a la de Legolas al momento de divisar al enemigo, igual a la de Aragorn al atacarlo... igual a la de Gimli a hundir su hacha sin remordimiento alguno; y todos alrededor de ella actuaban igual. La joven miraba a su alrededor, siempre alerta de quien estuviera cerca. A su lado se hallaban quizás una decena de hombres más y un par de elfos de Lórien... y la siempre constante presencia de los Uruk-Hais de Saruman.

"¡Mátalo, Legolas! ¡¡Mátalo!!" –otra vez la voz de Aragorn se escuchaba a través de la batalla. Un sentimiento de angustia llenó el corazón de Kate y su mirada fue en busca de Legolas ¿qué sucedía?

Ahora ella se encontraba en el nivel superior de la muralla y pudo ver claramente a Legolas apuntar con desesperación hacia un orco que corría con una antorcha encendida...'¡¿Antorcha?!' –pensó Kate con ansiedad. ¿Para qué el fuego?

"¡MATALO LÉGOLAS!" –los gritos de Aragorn seguían escuchándose con fuerza. Legolas disparaba una y otra vez.

'Fuego... ¿para qué el fuego?' –pensaba Kate. Nuevamente todo parecía ir lentamente. Los hombres blandiendo sus espadas y sus rostros mojados por la lluvia reflejando el cansancio de la batalla... la angustia de lo incierto.

"¡¡LEEEGOLAAASSS!!" –ahora Aragorn clamaba por la ayuda del elfo.

Kate desvió su mirada momentáneamente del orco y miró a su alrededor. Un elfo de Lothlórien corría hacia a ella. Le decía algo pero sus gritos no era escuchados... le hacía señas frenéticamente... hacia el piso... señas hacia el piso.

...

El estallido no se hizo esperar. La fuerza de la explosión voló en pedazos casi un tercio de la antigua pared de piedra. Los escombros volaban por doquier matando a hombres, orcos y elfos. La onda, potente y destructora, mandó al piso a todos. Kate cayó y a su lado cayeron decenas de piedras, hombres y armamento. No escuchaba nada... solo un incesante chillido en sus oídos, producto de la devastadora onda explosiva.

Kate intentó enfocar su mirada. Todo se veía borroso y un gran peso presionaba sus piernas. Intentó moverse más no pudo. El polvo de los escombros le entraba en sus pulmones y la hacía toser con fuerza. Una mano se extendió hacia ella.

Al instante sintió que la jalaban. El cuerpo de un Uruk-Hai que había caído sobre sus piernas fue removido y con delicadeza fue puesta en pié nuevamente. Toda la zona central del Abismo había sido destruida y por alguna protección del destino, Kate y los sobrevivientes se encontraban justo a la distancia suficiente como para no morir por la explosión. La joven maga se limpió los ojos y levantó la mirada.

Una cálida sonrisa la recibió. El rostro élfico se mostraba sorprendido por lo sucedido, pero mucho más despejado que el de Kate. "¿Oreissë, eres tu?...¡Oreissë!" –exclamó la joven abrazando con fuerza a la joven elfa vestida con su armadura de Lórien.

"No pensé encontrarte en estas circunstancias, Kate Connors" –dijo la elfa respondiendo al abrazo- "Y tampoco esperaba que las cosas comenzaran a explotar por aquí" –agregó mirando con cuidado a la joven- "¿Te encuentras bien?"

"Si" -Kate sonrió con alegría. ¡Dioses! ¡Finalmente un rostro conocido! Y uno que la había sacado de los escombros. Aún así la joven maga sentía un ligero malestar en su cabeza y perdió el equilibrio momentáneamente.

"¡Hey! No te hagas la valiente ahora diciéndome que estás bien. ¿Quieres que te lleve abajo?" –indagó Oreissë con preocupación en su mirada.

"Nah... estoy bien. Dame unos segundos y estaré lista para acabar con más orcos" –respondió Kate limpiándose el rostro. Su mano izquierda quitando el polvo de su mejilla y palpando algo de humedad cerca de su oído.

"Acabas de sonar como una enano, querida amiga. Pero acepto tu proposición" –respondió la elfa buscando a dos de sus compañeros. Ambos elfos buscaban sobrevivientes y se preparaban para pelear una vez más.

...Humedad justo bajo su oído izquierdo. La maga sintió una pequeña punzada de dolor al tocarlo. Lentamente tocó un poco del líquido debajo de la oreja.

"¡Eldah! ¡Mirius!" –exclamó Oreissë llamando a sus compañeros- "Vamos al nivel inferior. Nos deben necesitar los demás"

...Kate miró sus dedos con la escasa luz que había.

"Siento mucho el no poder conversar contigo ahora, Kate; pero debemos ir al nivel inferior. Cientos de Orcos invaden la fortaleza" –dijo la elfa tomando sus pertenencias y verificando que todo estuviera en orden.

...Sangre en sus dedos. Su oído izquierdo. Aquella molestia en la cabeza. Kate estaba escuchando muy mal... escuchaba por un solo oído. La maga frunció el ceño con preocupación: La onda explosiva había acabado con su tímpano en un abrir y cerrar de ojos.

"¿Lista?" –indagó Oreissë volviendo su mirada a Kate.

La joven maga escondió perfectamente su dolor... el impacto de saber que estaba escuchando a medias y que su oído no dejaba de sangrar. "Claro que si, vamos" –respondió tomando su espada, tratando de asimilar el nuevo estado de precario equilibrio que tenía consigo.

La madrugada iba terminando y nuevas escaleras se apoyaban en lo que quedaba de la muralla de Helm. Orcos con fuerzas renovadas invadían la fortaleza y la lluvia no cesaba en ningún momento. Con dificultad, Kate corría a través de la gente, deteniéndose por momentos a ayudar a los Rohirrim a defenderse, y otras veces haciendo una pausa para limpiar la línea de sangre que corría bajo su oreja. Con su audición a medias y con un inestable equilibrio, Kate intentaba no perder de vista a Oreissë y los demás elfos. Pero pronto se halló nuevamente sola en medio de la batalla.

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Aragorn corrió lo más rápido que pudo a la entrada. Los orcos estaban invadiendo la fortaleza y el diezmado ejército de Elfos tras él no lograría contenerlos por mucho tiempo. Estaba preocupado; pronto acabaría la noche y los hombres estaban cansados. Frente a él estaba Gimli, golpeando ferozmente con su hacha a todo Orco cercano. Los gritos de dolor y furia llenaban el ambiente, abrumando a cualquiera que estuviera cerca. El montaraz miró al cielo con angustia. ¡Por los Valar! ¡Necesitaban ayuda y pronto!.

Una flecha pasó por su lado y derrumbó a un Uruk-Hai que venía hacia él. El hijo de Arathorn dio la vuelta y se encontró con Legolas; el elfo del Bosque Negro respiraba agitadamente y se veía preocupado.

"El Bloque Central ha desaparecido, Aragorn" –dijo sacando su espada; se le habían agotado las flechas- "Perdimos al menos un centenar de hombres con la explosión y nos quedamos sin refuerzos en el flanco izquierdo" –agregó con la mirada inquieta y oscura. Acababa de bajar desde lo más alto de la fortaleza y ahora no podía dejar de pensar en Kate; no sabía dónde se encontraba y no podía evitar pensar que tal vez se hallaba en el Bloque Central del ejército.

"Ordena la retirada en el flanco izquierdo. Que todos vayan a la puerta principal" –le dijo Aragorn dando una vuelta y corriendo hacia los demás. Legolas se quedó en su puesto por unos instantes.

... Tanto odio

"¡¡RETIRADA!!" –La voz Aragorn se abría paso entre los gritos de guerra

... Tanta muerte

"¡¡A LA CIUDADELA!!" –Todos los combatientes corrían a resguardarse.

... Tanto caos y no podía encontrarla en medio de la batalla ¿Dónde estaba?

El elfo corrió hacia el flanco izquierdo. Todos debían resguardarse lo más pronto posible. En su corazón, una angustia indescriptible comenzaba a formarse. No había rastro de Kate ni nadie sabía de ella. Abriéndose paso entre las espadas y defendiéndose lo mejor que podía, el elfo gritaba que todos partieran a la Ciudadela.

"¡NOR AN I OTHROND!" –gritaba el elfo- "¡CORRAN A LA CIUDADELA!"- pronto amanecería.

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Se había perdido. En medio de la carrera hacia el nivel inferior, Kate había perdido de vista a Oreissë y los dos elfos y ahora nuevamente estaba sola. Combatiendo con fiereza buscaba a alguien conocido mientras que orco tras orco caían a su lado. Había escuchado gritos, o al menos eso creía: El constante chillido en su oído era insoportable y más de una vez había perdido el equilibrio y terminaba en el piso. Se sentía sucia y olía a sangre de orco. El malestar en general se estaba apoderando de ella, pero la maga no iba a dejar que la oscuridad la tomara por sorpresa.

"... corran a la ciudadela..." –podía escuchar una lejana voz. Era conocida... en extremo familiar... pero aún así muy lejana. Kate resbaló una vez más; el piso de piedra mojado no era la mejor superficie para combatir. Todos se dirigían al interior del abismo y ella también lo haría. Podía darse cuenta: Los orcos eran demasiados; necesitaban replegarse. A lo lejos vio un rostro familiar.

"¡Haldir!" –gritó con todas sus fuerzas. Aún así se le hacía difícil escuchar su propia voz.

El elfo no respondía. Estaba demasiado ocupado defendiéndose. Aún así, una voz lo distrajo: al parecer alguien más lo llamaba.

"¡Haldir!" –intentó una vez más Kate; lo mejor sería acercarse a él... ¡Vaya la jugada que el destino haría en aquel momento!

...

La joven maga vio como la espada lo hirió en el brazo. Lo vio retroceder y perder el equilibrio... intentando aún mantenerse con vida.

"¡HALDIR!" –Kate sintió que su voz le fallaba. Haldir de Lothlórien caía y ella debía hacer algo...

...

El elfo de cabellos claros y brillantes sintió la muerte pasar a su lado; decidiéndose en el último momento a dejarlo con vida. Asombrado, vio cómo su atacante caía de bruces y se estrellaba torpemente en el piso. Justo en el centro de su espalda negra se hallaba una delicada daga blanca hundida hasta el fondo. El elfo aún estaba con vida.

"¡Haldir!" –exclamó Kate corriendo lo más rápido que podía- "¿Por qué no escuchas cuando se te está llamando?" –indagó la joven con la respiración agitada. Una sonrisa de satisfacción y tranquilidad se mostraba en su cara.

"Hola, kate" –respondió el elfo sobreponiéndose de su pequeño vistazo a la muerte- "Lo siento. Supongo que estaba un tanto ocupado" –respondió presionando la herida en su brazo con fuerza.

"Eso veo... gracias a ti ahora mi hermosa daga está... sucia" –dijo sacando el arma del cuerpo inerte del Uruk-Hai. Una expresión de disgusto obvia en su rostro.

"Gracias a ti ahora puedo seguir hablando" –dijo Haldir muy cortésmente, levantándose y extendiendo una mano a Kate.

"Uruk a tu derecha" –respondió la joven mientras tomaba su espada. En un instante Haldir lo había acabado.

"Creo que es mejor que salgamos de aquí..."-agregó recogiendo su arco- "Diez más vienen hacia nosotros"

"Vamos" –dijo Kate empuñando su espada y partiendo del lugar- "Tal vez nos encontremos a Oreissë en el camino"

Haldir la siguió sin comprender muy bien lo que le habían dicho "¿Oreissë?" –preguntó mientras se abría paso entre Uruk-Hais- "¡Oreissë está en Lothlórien!" –exclamó el elfo.

"¡Imposible! ¡Oreissë me salvó de la caída del Bloque central, Haldo!" –respondió la joven perdiéndose entre el combate.

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"¡Deténganlos!" –la voz del rey Théoden hacía eco en la gran entrada, y podía ser escuchada desde el otro lado de la puerta.- "¡No permitan que invadan el lugar!"- Los orcos empujaban con fuerza mientras que los hombres intentaban bloquear la entrada con pesados troncos. Afuera, Gimli y Aragorn harían la jugada más arriesgada de su vida.

"Lánzame!" –la voz del enano sonaba un poco dudosa. Ambos miembros de la compañía se escondían tras una paredilla que daba a la entrada principal. Podían ver a una larga y densa fila de orcos golpear las grandes puertas de madera- "No puedo saltar tan lejos ¡Lánzame!"

Aragorn lo miró con precaución. Sabía que era la única salida. Él solo no podría contra los orcos y necesitaba del apoyo de Gimli –"¿Seguro?" –preguntó acercándosele

"Si..." –respondió el enano. Su rostro ligeramente apenado -"¡Pero no se lo digas al elfo!" –agregó con voz amenazante.

"Ni una palabra" –respondió el montaraz. Pronto estaban peleando entre los Orcos y dando el tiempo suficiente como para salvaguardar la entrada.

Los dos rompieron las filas de los sirvientes de Saruman y lograron que la amenaza de Isengard retrocediera por unos preciados minutos. Casi enseguida una cuerda élfica bajaba desde el nivel superior de la muralla. Legolas desde arriba rescataba a sus amigos atrapados en el mar negro de Orcos y los llevaba a la seguridad de las alturas. Ahora todos entraron a la gran sala.

"¡Están por todos lados, Aragorn!" –dijo Gimli el enano, limpiándose el sudor de su cara- "Y por alguna razón parece que se multiplicaran en el mismo campo de batalla"

"Los hombres están cansados y ellos lo saben" –respondió el montaraz tomando asiento por un instante. No muy lejos Théoden limpiaba una herida en su brazo.

"Han cerrado las puertas"- señaló Legolas buscando otra posible entrada- "¡Aragorn han cerrado las puertas!"-dijo esta vez con un tono de preocupación inevitable en su voz.

"¡Legolas se supone que eso es lo que necesitamos! ¡Oíste lo que dijo Gimli: Hay orcos por todos lados!" –respondió el montaraz sin comprender a su compañero elfo.

Legolas caminó con rapidez hacia el montaraz. Sus ojos preocupados, inciertos y atemorizados; su piel más pálida de lo normal y su respiración agitada – "¡¿No lo entiendes?! ¡Kate está allá afuera!" –le dijo mirándolo seriamente. Aragorn abrió los ojos en terrorífica sorpresa. ¿Cómo había podido olvidarse de la joven que había traído tanta paz a su corazón? ¿De la maga de la que Gandalf hablaba con tanto respeto? Un momentáneo silencio llenó la gran recámara.

"¿La joven Kate está afuera?" –indagó Théoden dejando a un lado el paño con que limpiaba su herida- "Pero ¿Cómo pudieron dejarla so- -

Alguien tocaba desesperadamente la puerta que daba a un pasaje interno de la muralla. Por un momento todos se quedaron quietos pensando que sólo podía ser una persona. Legolas corrió a la puerta y la abrió con ansiedad.

"¡Han destrozado el flanco izquierdo de la muralla!" – entró Haldir con unos 3 elfos más. Uno tras uno pasaba acabando con la esperanza de verla entre ellos. Legolas sintió su corazón derrumbarse ante la realidad- "Hemos perdido casi un 40 por ciento de territorio al este de la muralla y no tenemos más refuerzos para combatir" –agregó el guerrero de Lórien con seriedad en su voz. El panorama era desolador. Ni una gota de esperanza se veía en el rostro de los soldados ni sus comandantes –"El ejército de la Dama no resistirá por mucho tiempo"

Nadie respondía. Todos, aunque entendían la gravedad de la situación, siempre recordada por los gritos de cientos de orcos afuera; tenían en su mente a una joven de especiales cualidades.

"¿Dónde está Kate?" –indagó Haldir mirando a su alrededor- "Venía delante de mi y se dirigía a este lugar ¿Ha marchado a las cavernas?" –agregó con cierta preocupación en sus voz al ver la mirada desolada de Legolas, quien no se molestaba en ocultar lo que sentía.

"¿La has visto?" –indagó el elfo del Bosque Negro tomando su arco mientras se dirigía al guerrero de Lothlórien- "¿Cómo está? ¿Por qué no vino contigo?" –preguntaba una y otra vez. Haldir lentamente comenzaba a comprender el porqué de la preocupación de todos. Era la misma incertidumbre que él sentía al pensar en la absurda posibilidad de que Oreissë, después de haberle negado el permiso de asistir a la batalla, se encontrara afuera peleando en medio del mar de Orcos.

"¿Qué pueden hacer los hombres contra tanto odio sin sentido?" –dijo de repente el soberano de Rohan. Sus ojos oscuros mirando a la nada y su expresión vacía y derrotada –"Contra tanto mal... tanta desesperanza?"

Aragorn se levantó de su silla. No estaba dispuesto a perder esta batalla con tanta facilidad. No después de saber que uno de los suyos se encontraba afuera peleando con su vida; porque sabía que donde quiera que estuviese, Kate estaba dando todo de sí para defender a Rohan. Todos ellos debían hacer lo mismo. Debían salir y enfrentarse una vez más al terror de Isengard y gritar el nombre de los Rohirrim en toda la fortaleza "Cabalga conmigo" dijo el montaraz frente al rey –"Cabalga conmigo por tu gente" –agregó. Su mirada desafiante y segura; sus ojos grises brillantes y vivos. Un nuevo impulso apoderándose de su espíritu.

"Si... si" –respondió Théoden con súbita fuerza –"El cuerno de Helm sonará en el Abismo una vez más" –dijo tomando su espada. Su voz firme contagiando a todos los que se encontraban cerca. Legolas, Gimli y Aragorn lo miraron con admiración. La batalla no había terminado.

"¡Por el odio! ¡Por la ruina! ¡Y por un amanecer rojo!" –exclamó montándose en su caballo. Pronto todos hacían lo mismo. Rohan daría una última estocada antes de rendirse al enemigo- "¡POR EORLINGAS!" –su grito resonó antes de que las puertas se abrieran de par en par.

Arriba, en lo más alto del Abismo; Gimli hijo de Glóin hizo sonar el gran cuerno de Helm una vez más.

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'¡Demonios!' –pensó Kate tropeándose con el cadáver de un orco; su cara evitando el piso al poner las manos como protección. Detrás de ella dos orcos caían por flechas élficas. Se encontraba en lo que quedaba del frente derecho del Absimo y desde ahí pudo ver al rey Théoden, Aragorn, Legolas, Gimli y Haldir salir por el puente principal, acabando con los orcos que intentaban entrar en la fortaleza por aquella vía. Sus ojos cafés se abrieron con sorpresa al ver a hombres y elfos demostrar con valentía que aún no iban a darse por vencidos. El corazón de la joven latió con renovada fuerza al verlos blandir sus espadas y, aunque ahora no lograba escuchar casi nada; pudo oír levemente el grito de guerra del rey Théoden y por un momento se sintió parte de los Rohirrim.

La joven tomó su espada nuevamente y se dispuso a combatir. Dos Uruks se aproximaban a ella con espadas de acero bastamente forjadas. La joven dio un paso atrás y extendió su brazo. Su espada brilló con aquella luz violeta y desde abajo podía verse como dicho brillo distraía a los orcos atacantes, y la misma hoja metálica que lo producía se clavaba en sus costados y en sus cuellos, frenando el ataque y terminando con la existencia de dos sirvientes de Saruman. Kate frenó por un momento. Entonces pudo percibirlo.

El sol salía por el este iluminando las primeras nubes del cielo. Aquella inconfundible energía, poderosa e imponente, se hizo presente en el Abismo.

... Una flecha pasó por el lado de Kate. La maga no la vio.

La poderosa presencia se acercaba cada vez más y una cálida sensación invadió el corazón de la joven, haciendo que sus ojos brillaran con súbita alegría. Ahí estaba...

... Otra flecha más... negra como ninguna otra. Demasiado lejos como para que Kate le prestara atención.

'Gandalf' –pensó la joven viendo al mago descender con un ejercito de bellos caballos de los Señores de Rohan. Cientos de Hombres fuertes y de cabellos largos venían en compañía del mago... hombres que venían a salvar los vestigios de la fortaleza.- 'Gandalf el blanco' –repitió la distraída joven, llena de gran alegría.

...Una flecha más. Los ojos de Kate se abrieron en sorpresa y dolor. Tierra Media se desvanecía lentamente ante ella.

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Silver Card: Ejem... bueno... les ha gustado? Si... dejé como medio cortada la escena, pero les aseguro que mis motivos son buenos y que pronto publicaré el resto (eso será si les pareció bueno el cap). Como pudieron haber visto, cambié algunas cosas en la trama y dejé a algunos personajes vivos, que en la película habrían muerto. Todo esto tiene un propósito lectores y espero que les haya gustado tanto como a mi! Por favor... ahora les pido amablemente que dejen sus comentarios (no se demorarán mucho, créanme) y me digan si la batalla en Helm fue lo que esperaban.... Saludos... Ale. (Prometo responder mis reviews en el próximo capítulo!! Chau!!)