Los personajes son de S. M., la trama es de mi autoría.

Una mujer sin corazón

de la saga La vida de ellas

Sobre cómo superar un miedo

Angielizz (Anbeth Coro)

Sobre cómo superar un miedo

Contenido sensible (si no quieres leer puedes saltar el recuerdo)

Muerdo la almohada mientras las lágrimas brotan a montones. No grites, no llores, no pasa nada. Yo lo he querido así.

—Eres deliciosa —gruñe el idiota tras de mí mientras sigue entrando sin piedad. Intento moverme y alejarme, pero su mano contra mi hombro me deja fija contra el colchón.

Quítate. Por favor, para.

Intento jalar mis brazos, pero las cuerdas sólo consiguen lastimar mis muñecas. Yo acepté esto. Sigo jalando esperando soltarme, pero mi mano izquierda está alejada de la derecha y no puedo usarlas para liberar a la otra. Basta, detente, pero no salen de mi boca las palabras. Respiro hondo, despacio, intentando tranquilizarme. Él vuelve a embestirme con fuerza y mi grito se ahoga contra el colchón cuando él aplasta mi cara contra la cama.

—Espera —pido elevando mi rostro, en apenas un susurro. Se detiene.

—¿Dijiste algo? —sí, para.

—Me… duele.

—No te entiendo—pero sé que lo hizo, yo lo hice, sin embargo no vuelvo a repetirlo, no le pido que pare, no grito de nuevo. Intento mover mis brazos, pero los nudos están tan bien hechos y las cuerdas tan apretadas que no puedo escapar. Vuelve a moverse sobre mí, aplastándome con su cuerpo.

Basta.

—Di que eres una perra mala —ahogo en mi garganta el grito cuando añade a sus embestidas un golpe con su palma abierta en mi trasero.

Pero no lo digo. Ni lo que me pide que diga ni le pido que pare. En su lugar intento sólo dejar de sentir, aunque es imposible. Siento como si me estuviera partiendo en dos, como si estuviera desgarrando algo por dentro, estoy segura que podría morir.

¿Por qué estoy aquí? Porque acepté dejarlo llevarme a su casa incluso cuando le dije que estaba en mis días, porque él dijo que eso no importaba, porque yo pensé que se refería a que le daba igual la menstruación. No pensé que hablara de sexo anal, no pensé que fuese tan horrible cuando lo propuso, no pensé en nada.

Y ahora estoy aquí llorando mientras sigue entrando en mí sin control ni piedad...

Uh. Mierda. ¿Cómo se lo digo?

—¿Te duele aun la cabeza? —asiento, masajeando mi frente sin que me duela nada. Compramos un consolador, el que había probado, un desinfectante de juguetes y lubricante. Le dije que estaba sintiéndome mal por no haber desayunado y lo creyó. Aunque eso no evitó que al estar en la caja tomara un lubricante.

¿Por qué? Supongo que porque mi entusiasmo por los juguetes anales pareció real y seguro creyó que estaba lista para eso también. Me duele la cabeza y mi corazón no ha dejado de bombear con tanta fuerza que puedo sentir mis latidos dentro de mí.

Lo que me ocurrió entonces fue culpa mía, si hubiese dicho que no, si le hubiese pedido a ese idiota que se detuviera entonces la culpa sería de él, pero no lo hice y la culpa es mía. Me tengo que recordar.

Como finjo que tengo dolor de cabeza, cancelamos ir a un bufete para desayunar, en su lugar Jasper baja al restaurante que ofrece ese servicio y pide diferentes platillos para llevar a casa. Aunque no tengo hambre, me he tragado el miedo y no hay espacio para comida por ahora.

Intenté distraerme con la música de su lista musical para la señorita perfecta, pero eso no funcionó.

Tal vez deba iniciar sutil, decirle que solo dejaré que use el consolador conmigo, pero no lo otro. Que puede revender el lubricante o guardarlo para la siguiente novia que tenga. Aunque no soy su novia, la siguiente mujer con la que esté. Eso. Miro hacia el restaurante, aun no viene.

Y como no tengo idea de cómo decírselo, llamo a la única persona imprudente capaz de hacerlo por mí.

—¿Sargento? Es domingo e intento dormir.

—No puedo creer que sigas dormido.

—Así es. Así que habla rápido antes de que pierda el sueño.

—Bien, rápido. Dile a Jasper que no quiero tener sexo anal.

Listo.

—¿Qué? —ahora suena completamente despierto.

—Ya lo oíste.

—No creo que esa sea la clase de conversación que yo quiera tener con él.

—Pues lo harás, porque me la debes.

—No te debo nada, y no lo haré.

—Por favor, si yo se lo digo preguntará porqué y no quiero decírselo.

James suspira. Él sabe esa historia, él me llevó al doctor después de eso. No fue nada del otro mundo, no un desgarre aunque casi. Me tomo más tiempo superarlo emocionalmente y volver a salir con desconocidos que lo que me tardé en recuperar físicamente.

—Va a preguntármelo a mí.

—Pues… dile que me operé el trasero y no quedó bien, yo que sé.

—Alice —usa el tono de hermano molesto.

—No quiero hablar de eso.

—Las relaciones funcionan en base a la sinceridad, y las relaciones son de dos. Así que no.

No le digo que no tengo una relación y no debo darle sinceridad ni nada de eso a Jasper.

—Te odio un poco más justo ahora.

—Suerte, Sargento.

—Odio cuando me llamas así para burlarte de mí.

Se ríe esta vez.

—No lo hago por eso, te llamo así cuando necesitas ser valiente.

—Me llamaste así cuando me atrapaste besuqueándome con Jasper en el elevador —le recuerdo.

—Pues porque necesitas ser valiente y dejar los juegos, Alice.

—Odio cuando usas mi nombre con ese tono —replico ignorando a propósito lo que antecede a mi nombre.

—Te hace falta sexo, estás de un humor insoportable y tengo migraña. Moléstame cuando se trate de algo serio.

Y me cuelga.

Idiota. ¿Qué puede ser más serio que esto?

Una vez que estamos en su apartamento, Jasper arma todo un día de campo en su sala, con almohadas, cobijas y frazadas. Mientras tanto yo busco en su cocina vasos, platos y cubiertos.

No tengo idea de por dónde empezar. Así que dejo que nuestro día de películas inicie. Tenemos hotcakes, huevos, chilaquiles, quesadillas, avena y fruta.

—Yo tomo estas pastillas cuando tengo dolor de cabeza —me dice al volver del baño con una cajetilla de pastillas para mí, la tomo y saco una, me la trago sin necesidad de agua— ¿segura que quieres ver películas? La luz es molesta con el dolor de cabeza.

—Ya casi no me duele —no me duele nada para ser honesta.

Alargo el desayuno tanto como puedo. Como despacio, platico mucho, le hago preguntas para que converse él. Comer se siente como algo seguro, evito los temas con dobles intenciones, nada de mencionar temas sobre el sexo ni hablar sobre nuestra sexta cita.

A veces olvido lo sencillo que es conversar con él, siempre lo ha sido. Desde que era una niña y nuestras conversaciones se limitaban a la música y el cine. En esos días todo era muy sencillo y podía quedarme por horas conversando con él, aunque usualmente no teníamos horas para conversar, sino esos breves intermedios en que Edward salía de la casa o iba a la cocina.

Miro a Jasper mientras él se entretiene observando su plato con hot cakes mientras le pone de todo: mermelada, mantequilla, crema de cacahuate, miel, rebanadas de platano y chispas de chocolate. Es asqueroso. No puedo creer que sea malo incluso en decorar su propio desayuno.

—¿Quieres probarlo? —niego con mi cabeza.

Nunca va a pasar, me recuerdo. Me queda claro que jamás tendré una relación de verdad, mucho menos con Jasper. Ahora sí he perdido el apetito. Aunque, me convenzo, esto que tenemos me gusta. Es diferente a todo lo anterior y es mucho mejor de lo que pensé que pudiera aspirar tener.

Lo único malo de esto es que él quiere subir de nivel y llegar al sexo anal.

Sólo tengo que ser honesta y él lo entenderá… ¿no?

Cuando apenas van quince minutos de la primera película ya estamos besándonos, yo sentada en su regazo atrayéndolo hacia mí, sus dedos recorren la piel de mi espalda bajo mi blusa. Mientras hago fricción contra su cuerpo.

—¿Recuerdas hace un par de años que James llego golpeado de la cara porque se metió en una pelea?

Pésimo inicio.

—Sí. En un bar, ¿no?

No precisamente.

Sacudo mi cabeza y lo intento de nuevo. Mientras yo me rebano el cerebro pensando en cómo formular las palabras, él sigue besando mi cuello y bajando lentamente a mi escote.

—¿Ya te conté de esa vez que terminé en urgencias?

Venga, fatal.

—¿Cuándo te rompiste el brazo? —sonríe burlon contra mi piel, mientras sus manos van a mi espalda para desabrochar el brassier.

—Eh, no.

—¿Cuándo te caíste del brincolín? —levanta una ceja al tiempo que sus manos jalan los tirantes de la ropa interior por mis brazos.

—No.

—¿Cuándo casi te ahogas patinando sobre hielo? —muerde ahora la sonrisa con sus labios, entrecierro mis ojos. Levanto ambos brazos como me pide y me quita la blusa.

—No, tampoco —me distraigo terminando de desabotonar su camisa. Jamás me cansaré de la vista de sus pectorales.

—Has estado varias veces en urgencia… —sus manos juguetean con la piel de mis muslos, porque llevamos rato tocándonos y mis botas, calcetas y pantalones desaparecieron hace rato. Al igual que los suyos. Ahora ambos solo estamos en ropa interior. ¿Cuándo te caíste de las escaleras eléctricas por querer llegar a unas rebajas? —jalo las mangas de su camisa para terminar de quitárselo.

—No. Y no eran rebajas. Era la apertura de una tienda de ropa.

—Ah… ¿Cuándo te mordió un perro? —me he quedado sin ropa y sin manera de distraerlo para lo que viene, mierda.

—No —por eso no me gustan los perros grandes. Jasper deja sus manos en mis caderas haciendo círculos con sus pulgares.

—¿Cuál entonces?

No, esto tampoco funciona. Cepillo el cabello de Jasper intentando pensar en otro modo de iniciar.

—¿Te conté que una vez tuve sexo y terminé en el hospital? —pregunto intentando sonreír sin dejar de mirar el punto donde inicia el cabello de Jasper. Concentrada en parecer tranquila y como si eso no me importara, como si hubiese una anécdota graciosa detrás. Los besos de Jasper se detienen, paso saliva y me esmero en jugar con su cabello.

—No, no lo sabía —y detecto el cambio de tono en su voz, sin gracia ni diversión. Mierda— ¿y eso cómo pasó? —echa su cabeza hacia atrás para mirarme y yo evado sus ojos.

Abro y cierro la boca. Mierda. ¿Cómo hago que eso suene divertido? No hay manera. No sé cómo responder a una pregunta tan directa como esa. Y por supuesto Jasper es bueno en hilar ideas así que pregunta:

—¿La supuesta pelea de bar de James está relacionada con esta historia? —¿por qué debí comenzar la historia recordándole eso?

Tampoco sé cómo responder a eso. Suena peor. Y si no se lo cuento ahora, igual se enterará por James.

—¿Alice?

Incluso si quisiera bromear el ambiente entre nosotros es tenso y sé que Jasper está mirando mi cara intentando encontrar las respuestas, aunque yo evito mirar sus ojos. Sigo jugando con mechones rubios de Jasper mientras hago carne molida a mi cerebro sin que se me ocurra nada inteligente. Porque no hay nada inteligente en esta historia, ni gracioso. Y la única manera de iniciar y terminar pronto es siendo directa.

Solo debo decírselo.

—Ehmm… fue hace unos años, uhm… conocí a este sujeto, fuimos a su casa —miro un punto en el sillón sobre su cabeza— propuso amarrarme y pensé que sería —me recorre un escalofrío al recordarlo, amarrada de brazos y piernas a la cama, estúpida e ingenua sin tener idea de lo que vendría después— divertido —lo siguiente lo digo de prisas para terminar pronto—, tuvimos sexo anal y después terminé en urgencias —y entonces como si pudiera bajar la tensión añado con falsa voz risueña—, qué loco ¿no?

Pero Jasper se queda en silencio y tengo que obligarme a bajar la mirada para ver su expresión. Su frente está llena de arrugas que intento alisar con mis pulgares y sus labios están tan apretados que pareciera que se comen entre sí.

Parece que va a decir algo, pero cambia de parecer y vuelve a cerrar la boca. Pone su mano en mi nuca y me acerca a él hasta hacer que sus labios chocan contra mi frente. Suspiro.

—Al menos dime que James lo dejó peor de lo que él quedó —sonrío apenas, James quedó con un golpe encima de la ceja y un ojo morado. Aunque el otro tipo definitivamente quedó peor, lo siguiente que hice cuando pude ponerme de pie e ir al baño del sujeto, fue llamar a James. No tenía idea de qué hacer con el dolor.

—Por supuesto —se hace un manojo en mi interior con mis tripas esperando que el momento tenso se derrita y nos deje seguir en nuestro momento de besos y faje.

Agarra mi mano que juega con su cabello y la lleva a sus labios, deja un beso sobre mis nudillos mientras me mira directamente a los ojos, me obligo a sostener su mirada, pero apenas consigo mirarlo un par de segundos antes de terminar mirando hacia su pecho, sintiendo la incomodidad y vergüenza instalarse en mí.

No dice nada, aunque sus ojos oscuros se ven preocupados. Paso saliva sin saber qué decir, así que elijo las peores palabras que se me podrían ocurrir:

—Pero puedes quedarte con el lubricante, eh.

Esta historia ridícula tiene una finalidad: hacerlo entender que no tendré sexo anal. Que ese es mi límite y que hay una buena razón para marcar mi frontera. Las cejas de Jasper se elevan al mismo tiempo.

—¿Crees que… —pero no termina la pregunta, respiro despacio y hondo armándome de valor.

—Estoy segura que no quiero. No está a discusión —aunque mentalmente estoy cruzando los dedos para que no insista, porque entonces no sé si sabré mantenerme tan firme como parezco, ceder es algo que se me da muy bien, sobre todo cuando se trata de sexo.

—Aclaremos tres puntos importantes primero.

Pongo mi mejor rostro inexpresivo, mientras le presto atención.

—En primer lugar, si compré el lubricante fue porque compramos el consolador —levanto una ceja sin entender su punto, me rueda los ojos—. Ya te lo demostraré.

—Tampoco quiero que me metas eso por el culo —le digo cruzándome de brazos. Aprieta sus labios luchando ahora con su sonrisa estúpida.

—Por supuesto que no. Así entra más sencillo, incluso si no estás excitada por completo.

Paso saliva.

—¿Y en segundo lugar? —pregunto para cambiar de tema.

—Sé que el vendedor nos mostró el área de juguetes anales, pero yo no creí que tus comentarios fueran otra cosa que juego y sólo te seguí la corriente para incomodar al joven.

—¿Qué tú me seguiste la corriente? Pero si fuiste tú el que empezó.

Jasper mueve los ojos de un lado a otro y luego vuelve a mí.

—Tal vez sea cierto. Pero no espero que cualquier acuerdo o cambio entre nosotros lo vayamos a discutir frente a un vendedor en medio de una sexshop, al menos otórgame ese punto de confianza.

Ruedo mis ojos, por supuesto, tiene sentido.

—¿Y el tercero?

—Debes saber que no debió ser así. El sexo también es acerca de la confianza que le das a la otra persona. Ese idiota debió asegurarte que estuvieras bien y tú tendrías que haber sentido la confianza de pedirle que se detuviera. No voy a insistir con este punto, pero tienes que saberlo, Alice, yo jamás haría nada que pudiera lastimarte. Absolutamente nada.

Muerdo mi labio inferior para no sonreír como estúpida. Sujeta mi mejilla y me acerca a él para besarme.

—Nunca te lastimaría.

Al menos no lo hará físicamente, pienso y luego lanzo a la pila de pensamientos cobardes esa idea. Me quedo viendo sus ojos negros y me doy cuenta que en realidad le creo. Que él no me lastimaría, al menos no a propósito.

—Muéstrame —le pido, niega con su cabeza.

—No tenemos prisas, Alice.

Y entonces uso una carta que no podrá rechazar, la de la lástima.

—Podría ser la primera vez que lo disfrute.

Vuelve a negar. Elijo cuidadosamente mis palabras.

—Podría ser la primera vez que supere un miedo.

Porque es lo que ese recuerdo se convirtió, en un miedo. Tengo miedo de ser sujetada a la cama porque tengo miedo de ser usada con brutalidad sin poder escapar.

—¿Por favor?

—¿Estás segura? Hace un minuto dijiste que jamás ibas a… —cubro su boca con mi mano.

—¿No tengo derecho a cambiar de opinión? —le levanto una ceja.

—Nada de hacerte la valiente, ¿de acuerdo?

Asiento. Aunque siento incrustarse un remolino en mi interior, sí, sí tengo miedo y sí, me estoy haciendo la valiente, pero quiero hacerlo. Jasper me hace moverme y va en busca de la bolsa de papel que tiene nuestra compra de juguetes.

—Ven conmigo.

—Aquí.

No quiero estar en la cama, no quiero que ese recuerdo sucio se mezcle con esto.

No es nada difícil convencerlo, por supuesto. Me hace ponerme hincada frente al sillón con mi pecho sobre el asiento. Mi respiración está acelerada y aunque intento bloquearlos, los recuerdos se filtran haciendo que mis nervios aumenten.

Sus manos recorren mi espalda hasta llegar a mi trasero y luego deslizarse entre mis muslos para volver a subir hacia mi centro. Respiro hondo, la mano de Jasper se desliza cerca de mí y se aleja, torturándome y excitándome al mismo nivel.

Agarro aire y lo voy soltando lentamente mientras Jasper introduce un dedo en mi interior, su otra mano se cuela hacia mis pechos, acariciando el contorno y haciéndose espacio entre mi pecho y el sillón.

Me quedo quieta al principio, pero lentamente voy dejando que mi cuerpo se suelte recibiendo y buscando sus caricias, relajando mis músculos. Estoy en sus manos, por completo entregada a él. Retira sus dedos de mi interior y posiciona su pene en mi entrada, la tradicional. Y entonces siento un líquido espeso y tibio que baja desde ese orificio a mi vagina. Agarro sin poder evitarlo la almohada con mis uñas y luego respiro hondo intentando calmarme. Jasper se queda quieto en la entrada de mi vagina un segundo más antes de entrar, el calor de su cuerpo hace que pueda sentirlo por completo, no había apreciado eso mientras estábamos debajo del agua caliente, pero ahora entiendo que el calor que sentí no era del agua sino de su piel.

Su mano tantea por encima de su pene, jugando con ese otro espacio que me está poniendo los nervios de punta.

Besa mi espalda mientras sale y entra de manera lenta en mí, estoy demasiado tensa, lo sé y sé que él lo sabe.

—¿Estás segura? —asiento aun así.

Un dedo sigue haciendo círculos alrededor, intento no pensar, enfocarme en las sensaciones, en la tibieza del líquido, en Jasper moviéndose dentro de mí en su mano jugando con mis pechos. Pero de alguna manera siempre vuelvo al recuerdo de mi espantosa experiencia.

—Dejémoslo para otro día —insiste. Pero quiero deshacerme de ese recuerdo.

—He dicho que quiero, así que n… —la palabra se queda atascada en mi garganta por la sorpresa. La presión no es dolorosa, es extraña. Respiro hondo porque sé que apenas ha tocado la entrada. Sigue moviéndose lentamente su miembro dentro de mí mientras su dedo espera a que mi cuerpo se adapte y luego milímetro a milímetro se va haciendo también espacio en mí.

No sé qué esperaba que él hiciera, pero no es esto. Lo que agradezco, porque descubro que no me lastima.

—Dime si quieres que me detenga.

Sigue entrando, aprieto los ojos en espera del dolor, pero no llega. Su dedo comienza a entrar y salir de mí y entonces yo comienzo a gemir sin control. Totalmente ajena a lo que es quedarme callada.

—¿Te gusta? —asiento unas diez veces sin lograr recuperar el control de mis labios que siguen gimiendo por él. Sigue moviéndose despacio.

Es como si tuviera mil pulsaciones nerviosas y él tocara todas en el mismo subiéndome momento, soy totalmente ajena a lo que es tener autocontrol, y pronto comienzo también a moverme para encontrar tanto a su dedo como a su miembro en mí. Gimo más alto cuando sus embestidas suben de intensidad, aunque su mano sigue moviéndose lento, sin asustarme ni causarme daño, todo lo contrario. Jasper. Jasper. Jasper. No soy capaz de pronunciar su nombre o nada en realidad.

—Eres hermosa, Alice.

Cierro los ojos antes de que me convierta en un remolino de espasmos y temblores tras el primer orgasmo. Intento moverme para buscar más placer, pero me detiene con su mano en mi cadera.

Suelto el aire por mi boca y sale como un gemido ronco.

—Más —imploro—, Jasper, más.

El dedo de Jasper sale de mí y ni siquiera puedo quejarme porque las embestidas de Jasper aumentan, sus manos ahora están en mis caderas empujando con más fuerza. Grito sintiendo el éxtasis de sus caricias, sujeta mi cabello y tira suavemente de él hacia atrás mientras yo me aferro con las uñas al sillón.

—Quiero verte —me pide.

Me deslizo sobre el sillón saliendo de Jasper y luego voy de regreso hacia él, dejándolo contra las cobijas del suelo. Me muevo a su ritmo y luego él se mueve al mío. Agarro tanto como puedo de su piel y él también hace lo mismo con cada uno de mis rincones.

—Alice —mira hacia el techo y hace intento de levantarme, pero no se lo permito, en lugar de eso insisto con los movimientos de mis caderas, aferrándome a él, a poseernos los dos—, el condón. Olvidé ponerme el condón —dice mientras vuelve a intentar quitarme. Esta mañana mientras estábamos en el jacuzzi se vino fuera de mí, lo agradecí, por supuesto, porque no estaba del todo segura de querer que lo hiciera.

Pero uso pastillas, soy puntual, compro las más caras del mercado. Agarro sus muñecas y las aprisiono con mis manos y el suelo mientras mis caderas siguen moviéndose con movimientos duros y constantes.

—Alice.

Me agacho hasta que mis labios quedan en su cuello, beso su piel.

—Vente conmigo.

No tengo que decir más, sus embestidas vuelven a ser las de antes. Captura mi pezón con sus labios mientras sus manos me empujan hacia él desde mi espalda, enterrándose en mi carne. Sus labios suben de mi pecho a mi cuello hasta tenernos de frente.

Lo beso, demandante, sin cerrar los ojos y él tampoco lo hace. Quiero esto, quiero verlo, quiero sentirlo.

—No tienes idea de lo hermosa que eres.

—Yo… creo que sí.

—No, la opinión que tengas no te hace justicia.

Una sonrisa se hace espacio en mis mejillas, y me quedo sin palabras, así que vuelvo a besarlo y aumentar el vaivén de mis caderas contra él.

Cuando termina me quedo quieta contra su pecho escuchando el ritmo de su corazón mientras siento las palpitaciones de su miembro dentro de mí, derramándose en mi interior. Estoy muerta, son demasiadas emociones para un día o una vida. Así que sin pedir permiso cierro los ojos aun encima de él y luego mi cerebro se apaga como cada encuentro con él.

/

Unas horas más tarde, después de tres horas largas de siesta, una comida y ver a Jasper hacer la cena, estamos en la barra de su cocina. Defectos de Jasper: es terrible cocinando. Podría resultar una exageración, pero no lo es. Es malo a un nivel que debería catalogarse de alto riesgo para la supervivencia de los vecinos del edificio.

En la comida yo preparé algo para los dos, pero él insistió que la cena era su turno, porque él cree que sabe cocinar. Lo pruebo y aprovecho que él se da la vuelta para ir por un vaso para agarrar una servilleta y escupir la más asquerosa pasta de todos los tiempos. Demasiado ajo, sal, crema, agua, qué se yo, ¿cómo puede ser malo en hacer una pasta?

—¿Y bien?

—La verdad sigo llena con la comida—digo en su lugar.

Y mientras lo veo comerse la pasta sin quejas a mí solo se me revuelve el estómago. ¿Cómo puede odiarse de ese modo? ¿Habrá perdido el sentido del gusto?

—¿Qué piensas? —pero no le diré eso.

—Nada. ¿Tú?

—Pensaba que te daré a elegir entre irte en taxi o quedarte aquí —miro hacia la ventana y descubro que está anocheciendo.

—Taxi, será.

Me rueda los ojos.

—Mañana tengo trabajo y puede que tu sentido de la moda no esté tan mal, pero no tienes vestidos y tacones en tu guardarropa, ¿o sí?

Sonríe.

—Me atrapaste, aunque después del sexo que sigue de esta cena posiblemente duermas toda la noche —se burla por la siesta que tomé después del sexo del mediodía, lo que es injusto porque sólo me quedé dormida una vez, porque sí, follamos también antes de la comida y durante la segunda película cuando le dije que sí follábamos de nuevo rompería mi record personal de veces que había tenido sexo en un día. Supuse que él pensó que yo me refería a alguien más, cuando en realidad hablaba de la primera vez que estuvimos juntos. Considerando que terminamos de tener sexo durante la madrugada, y al día siguiente repetimos en el desayuno y también después del desayuno, eso era tres. Ahora mi record es cuatro. Y confirmo que pensó eso cuando me lo preguntó.

—¿Y hace cuanto no tenías tanto sexo en un mismo día?

—La primera noche que pasamos juntos tuvimos sexo tres veces.

—Fueron cuatro —me contradice.

—La primera vez no era el mismo día —le recuerdo.

—¿Y antes de eso?

—Nunca.

Y entonces volvimos a besarnos, sin manoseos ni caricias, nos besamos tanto que me dejó entumido los labios.

Estoy por replicar a su comentario burlón cuando mi celular interrumpe nuestra pelea infantil, le doy una mirada a Jasper que dice que esto no ha terminado y respondo, pongo mi dedo índice sobre mis labios para indicarle que no puede hablar. Pongo el altavoz.

—¿Aloh? ¿Llamándome un domingo en horario no laboral, hermanito? —Jasper se acerca a mí para poner sus labios sobre mi cuello. Lo aparto dándole la espalda aunque eso no detiene a sus labios.

—Ja. Ja. —hace Edward una falsa risa y yo me río cuando la boca de Jasper encuentra mi punto débil en mi espalda. Pongo el altavoz dejando el celular en la barra, mientras me giro en mi lugar para agrandar mis ojos y apuntar a Jasper amenazadora.

—¿A qué debo el gusto?, ¿Necesitas ayuda?, ¿Un cadáver que enterrar? —pregunto con prisas, lo que sea que tenga que decirme debe decirlo ya antes de que este zopenco me saque un orgasmo con mi hermano al otro lado de la línea. Aunque si me lo pide no me importaría ayudarlo a enterrar a Peter.

—Necesito un pequeño favor —ruedo los ojos alejándome de Jasper y poniendo mi mano sobre su pecho cuando intenta acercarse para seguir con su juego.

—Lo sabía.

¿Acaso no conozco a este hombre? No hay nada que Edward pueda hacer que me tome desprevenida.

—¿Tienes espacio para un trabajador en tu cafetería?

Olvida lo que he dicho antes. Jasper y yo miramos al celular con una ceja levantada, pensaría que después de todos estos años sabría que soy lo suficientemente capaz para manejar la cafetería por mi cuenta.

—Edward, sabes lo exigente que soy con mi personal. Estamos llenos, jamás dejaría un espacio sin cubrir —escucho su suspiro cansino del otro lado. Y si tuviera a Edward de frente sé que ya le estaría mostrando mi dedo medio.

—Déjame decirlo de otra manera, ¿podrías crear un nuevo puesto?

—No te haré el gerente –¿pero de qué va todo esto?

—No, boba, es para alguien más.

—¿Qué tipo de puesto?

—El que quieras.

—¿Quién es? ¿Tiene experiencia?

—No tengo idea, ¿qué tal si la pones a lavar trastes? ¿meserear?, ¿recibir a los clientes? —la pones. Se trata de una mujer.

—¿Es para una mujer? –¿acaso no sabía estar solo por un par de semanas? Al parecer no porque quería un puesto para alguna chica a la que impresionar o a la cual hacerle un favor, hombres—. Tengo todo ocupado, Edward. ¿Por qué el repentino interés en la cafetería?

—Te lo diré, pero no puedes decirle nada a mamá.

No pude evitar reír, no sabía que era más gracioso que él pensara que podía meterse en problemas a su edad con mamá o que le importara caer del pedestal del hijo perfecto.

—¿Qué podrías hacer tú que pudiera molestarla a ella?

Veamos. Intentaré resumir lo siguiente que escuché de Edward. Y es que la historia es larga e inverosímil por donde se le vea. Después de que consiguió escabullirse del plan estúpido de James de ir a ver bailarinas desnudas, condujo por una zona de mierda porque solo James sabría dar con esos sitios a las orillas de la ciudad y encontró lo que claramente era un intento de secuestro.

Una joven a la que intentaba un idiota subir a la fuerza a su automóvil durante la madrugada. Y no pude evitar pensar en mí misma y esa noche donde dos hombres me arrastraron a un callejón, así que una parte de mí se enorgulleció por completo de mi hermano, era un caballero con armadura capaz de salvar jóvenes desconocidas de gigantescos imbéciles borrachos. Hasta que siguió hablando.

La chica, obviamente, estaba tan asustada y posiblemente en shock que no paró de llorar todo el camino en el automóvil, y Edward la llevó a su apartamento para tranquilizarla. Se quitó el alcohol de sistema con muchos vasos de agua, porque lo que menos quieres después de ser rescatada por un posible violador borracho es encontrarte con un héroe igual de ebrio.

Y Edward, borracho y tonto, decidió darle a elegir entre dejarla irse en taxi o quedarse a dormir en la habitación de invitados. Lo entiendo hasta ahí. Ni de broma me habría subido a un taxi sola y de noche después de ser casi secuestrada. No estoy segura que habría aceptado dormir en la casa de un extraño, pero no me iría en taxi. Aunque he dormido con muchos extraños, por lo que es probable que hasta en ese punto pudiera entender la historia.

Lo inverosímil no es eso. Tampoco es el modo en que describió a detalle cómo la chica devoró todo el desayuno como si no hubiese comido en días. Que el hambre es real y algunas personas lo tienen más difícil que otras eso lo sé. Lo inverosímil es que mi hermano después de llevarla a donde ella vivía, se encontró con un edificio horrible lleno de putas y drogadictos y decidió adoptarla. Como yo cuando adopté a Coco y Channel. No así, pero se entiende la idea.

—¿Ella vivirá contigo?, ¿te has vuelto loco? —¿acaso Daiana lo había jodido por completo?

Si él era el hijo perfecto, no tenía idea de dónde terminaba mal parada yo en comparación.

—Sí y no, sólo intento ayudarla.

—Eso es muy considerado y estúpido de tu parte, Edward.

—Alice —James y él comparten el don de decir mi nombre de una manera que me dan ganas de raparme.

—No. Ni siquiera sabes quién es.

—Lo que sé es que esa chica se comió todo el desayuno como si no hubiese comido en dos días. Que vive en un lugar de mierda y que perdió a sus padres y su hogar. Necesita ayuda.

—¿Y qué edad tiene? ¿planeas adoptarla?

—No. No. No.

—Estará aquí hasta que consiga un salario que le dé para sobrevivir en una zona céntrica y segura.

—¿Por qué no le das mejor tu puesto?

—Alice –¿cree que hablándome dulce cambiaré de opinión?

—Es una tontería. Yo si fuera tú pondría cámaras de seguridad en el apartamento.

—Ya tengo cámaras —¿qué?

—¿En serio? —Jasper me da una mirada entrecerrada antes de sacudir su cabeza.

—Así es.

—Mierda.

—¿No tienes tu propio apartamento? —ahora sí que suena molesto.

—Mierda, Edward, eso debiste haberlo dicho hace tiempo. ¿Dónde están las cámaras? —me jalo el cabello.

—No hay en las habitaciones.

No se lo creo.

—¿Ni en la tuya? —que jamás tendría sexo en su cama, eso sería asqueroso, pero sólo así podré asegurarme que tampoco en su habitación de visitas.

—¿Por qué? —suena asqueado con la idea.

—Porque no quiero que esos locos extraños con los que me acuesto sepan donde vivo. Así si se convierten en la clase de personas que no entiende un no, tocaran a tu puerta y tú te encargaras de ellos.

Jasper se cruza de brazos y niega con su cabeza, ósea, lo entiendo, mi plan podría solucionarse si hubiera dejado el sexo con extraños hace años.

—Alice. Quiero mis llaves de regreso.

—Oh no, me las gané a pulso.

—Y las perdiste.

—¿Quieres el puesto para tu roommie o no? —no puede venir a exigirme cosas y además quitarme sus llaves.

—No la llames así.

—Lo es. Tienes una compañera de piso, vaya, ni siquiera en la universidad tuviste un compañero de cuarto –me burlo, Edward tenía su propio apartamento pagado por su papá, en un lugar bonito, céntrico y con todas las comodidades que un universitario requiere.

—Olvídalo, ¿a qué hora puede ir mañana? —al menos cede a lo de las llaves, o eso creo. ¿A qué hora?

—Haz que madrugue, la quiero a las siete en mi oficina, la entrevistaré primero —le digo para retomar el control. No dejaré que crea que puede venir y darme órdenes y exigirme contratar a una desconocida sólo porque es mi hermano mayor.

—Y un segundo favor.

—¿Otro?

—Tuviste sexo en mi apartamento, en mi cama y a saber dónde más —en muchos lugares, hermanito.

—Bien. Dime.

—¿Podrías llevarla de compras? —Jasper se rasca la cabeza mirando el celular, muriéndose de ganas de intervenir, estoy segura.

Agarro el teléfono y camino hacia la sala intentando retomar un poco de control.

—¿Es tu nueva zorra? —sólo quiero asegurarme.

—Alice —tono de "estás siendo una perra, Alice"

—¿Has escuchado que un clavo no saca otro clavo? —le recuerdo.

—No es eso, llegó aquí con toda su ropa en una mochila, no debe tener ni siete cambios y solo llegar Diana, la vecina del piso 32, ¿la recuerdas?

¿Cómo olvidarla? La madre de Peter se mudó al mismo edificio de Edward luego de enviudar, su casa era demasiado grande para ella.

—¿La presumida de Tiffanys? —Conozco tres Dianas: Diana "la modelo" que era la exnovia de Edward de la universidad. Diana "cabeza hueca" que era una exnovia de Jasper que me caía mal y Diana "la presumida de Tiffanys", la madre de Peter, que se ganó el apodo porque siempre trae joyería, posiblemente sea la única pintora en la ciudad que viste como empresaria y actúa como dueña de todos los diamantes en el mundo. Venga, que era un encanto conmigo cuando yo era una adolescente, pero la enfermedad de su esposo y su muerte la cambiaron.

—La misma. Se puso a agredirla por su ropa —como dije, esa mujer era otra.

—Es imposible que no sienta lástima por tu amiguita cuando lo dices así. Bien. Pero nada de ropa cara. Algo bonito y tolerable ante los ojos de tus vecinos quisquillosos —me siento en el sillón masajeando mi frente.

—Gracias —suena honesto y yo ruedo los ojos.

—Nos veremos mañana. Y más vale que sea de mi agrado.

Cuando al fin cuelgo la mirada de Jasper sigue sobre mí, se cruza de brazos y camina hasta pararse a un metro de mí. Le sostengo la mirada.

—Parece que la falta de sensatez lo llevan en la sangre —dice mientras acorta la distancia, me pone de pie y luego quitándome su camisa me hace olvidar mi enojo por Edward.

Levanto los brazos para facilitarle el trabajo, me baja las bragas y me quedo quieta en espera de cumplir todas sus perversiones, aprieto los labios cuando lo veo ir por la bolsa de papel que tiene el consolador nuevo. Saca el juguete y le pone alrededor lubricante, lo miro tan seria y tranquila como puedo, aunque ya tengo la respiración acelerándose de expectación.

Pero por su mirada lo sé, estoy en problemas, pero creo que quiero esta clase de problemas a partir de ahora.

—Abre las piernas.

Sí. Esto es lo que quiero.

Chan, chan, chan. Quería contarles que ya tengo todos los capítulos terminados de esta primera parte. Así que los iré subiendo quizás dos por semana. Como se darán cuenta la historia de Una dama de burdel y esta historia comienzan a hilarse.

Si no has leído Una dama de burdel, te recomiendo leerla hasta que termine la primera parte de Una mujer sin corazón. Para evitarte spoilers y arruinarte la sorpresa.

Si ya estás leyendo Una dama de burdel, estoy segura que disfrutarás de conocer cómo ocurrió todo de lo que apenas se habla en esa novela sobre ellos.

¿Qué te ha parecido el capítulo?