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¡Todo esto es de JKR, no mío! Excepto por unos pocos personajes que agregué.
Y también, la idea original del fic le pertenece a NieA-29. Es mi propia versión de su fic "Nueva Identidad" Tengo permiso y sabré utilizarlo.
Nota de la autora:
Todo lo que este en cursiva (ejemplo: — ¡Hola!) está hablado en Parsel.
También, contiene SPOILERS del HBP. Quién avisa no es traidor, están a su riesgo.
Sin más que agregar, ¡Qué empiece la función! Y si quieren que continúe con la historia ¡Envíenme Reviews! Pues la peor crítica de un autor de Fanfics, es que no haya crítica.
BETA: Liuny.
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Cap. VIII
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Estimado Señor,
Hacemos referencia en esta carta esmeradamente escrita, concisa y para su gozo, ilustrativa, nuestras más sinceras opiniones, teniendo así, para bien de usted, que entienda lo mucho que es apreciado por todos sus lacayos. Señor, somos sus adeptos. Sus servidores. Admiradores y creyentes, resintiendo en estos momentos la ausencia de sus magnificencias para guiarnos en el camino.
Ha sido toda una ventura en nuestras vidas, ya que estamos en un grado ligeramente independiente, y añoramos estar algún día, no muy lejano, reunirnos con nuestra figura. Sus regaños, castigos y enojos son culpa nuestra, por lo tanto hemos cambiado.
Estaremos con usted más pronto de lo que imagine, con cámara en mano para el momento, ya que se ha enviado el paquete por vía confiable. No imagina nuestras caras cuando, con pluma y pergamino, se lo dimos al ave, sonrientes de que se acuerde de nosotros.
Estaremos pronto con usted, en el esperado Día D.
Atentamente...
Nosotros.
La primera reacción del hombre, quizá fue que la releyera, o quizá fue que la rompiera, arrojando pedazo por pedazo a la ardiente ardiente chimenea la carta, quedando consternado hasta el más lejano rincón de su mente, con aire pensativo, a lo largo de su sillón. Sin embargo, se quedó la carta en sus manos, impasible, ignorando por completo a una gran ave que le clavaba sus negros ojos en él desde el brazo de la cómoda, como si así intentase descifrar cual era el pensamiento de su amo, porque estaba callado y más serio que de costumbre.
Frunció el ceño.
No reconocía la letra. Y tampoco el mensaje oculto en ella, porque el escritor o escritores le redactaron de tal manera, fino y formal, que simplemente no podía ser identificado. Releyó. En las mismas, pensó. Tal vez sea una broma. Tal vez alguien le quería tomar el pelo.
Severus Snape la dobló, ignorando el sello en la cara del sobre, más de adorno cómico que función útil, realmente. Gruñó. Menudo chiste, ¿Quién podría ser el remitente?
Acarició el cuervo que gorgojeó débilmente, intentando atrapar entre su pico la esquina del pergamino.
— Es imposible rastrear de dónde viene —le dijo, haciendo que la curiosa ave le mirara, interrogante— pero qué dices, tenemos admiradores. Lo cual es preocupante.
— ¡Confuso! —articuló el cuervo, moviendo las alas, como si entendiera.
— Sí, siempre das en el clavo...
Lo cual es patético. Aventó con brusquedad la carta encima de los libros de la estantería sobre la chimenea. Suficiente, no estaría de detective buscando quién demonios podrían ser esas gentes. Ya tenía mucho que pensar sobre mala hierva, como Leddir o Dumbledore. Más que suficiente. Toc toc toc, sonó la puerta. Quién. Soy Albus, Severus, ¿Estás disponible para una visita casual? No lo estoy, iba a contestar, pero él era el director, el sujeto que tenía la última palabra en el colegio. Él, el sujeto que le desechó, a la primera plática superficial con el maestro nuevo, que dudaba seriamente estuviese más cuerdo el anciano.
El director esperó unos segundos. Toc toc toc. Medio minuto. Toc toc toc. Otro medio minuto. Toc toc toc. Levantó la huesuda mano, con el fin de dar los siguientes tocs tocs, cuando la puerta se entreabrió. ¿Estás ocupado? —Dirigió un énfasis al mencionar ocupado— porque hoy es sábado.
— ¿Qué deseas, Albus? —dijo Snape.
— Pues quería invitarte una tacita de té en mi despacho —dijo Dumbledore, con la sonrisa amable en sus ojos.
— Estoy ocupado.
— Ya sé que lo está, pero cuando se desocupase me gustaría verlo en mi despacho. A menos, claro —se adelantó a decir, poniendo una mano en la puerta que se estaba a punto de cerrar— fuese rápido en su sala.
Si Severus puso alguna resistencia o no, Dumbledore no lo notó al empujar con suavidad la entrada, cerrándola de igual manera. Su maestro de pociones se dirigió frente al escritorio, mirándolo frío, cruzado de brazos.
No, lo que vi en el comedor no fue mi imaginación. Está siendo frío conmigo.
— ¿Quieres té, pastel o algo de comer? —invitó el anciano, una vez sentado.
Snape embozó una sonrisa. Puso el tobillo izquierdo sobre la rodilla derecha.
— Usted me invita, a pesar de estar en mi despacho —murmuró.
— Te invitaría algún dulce de limón pero sé que no te gustan... ¡Mira! —sonrió, cuando el cuervo se posó con elegancia a un lado de su amo—, Munin está muy amable hoy, ¿cómo estás, Munin?
— ¡Anciano!
— ¡Tan sincero como siempre!
— Cómo diga, Albus.
— Severus —luego de unos momentos, Albus se hizo para delante, más serio— ¿qué es lo que tienes? Por lo general, eres frío con todos pero, te he sentido diferente últimamente, ¿qué te pasa?
— Nada, director.
— Severus... —musitó como reproche—, ya sabes que puedes confiar plenamente en mí, nunca te haría daño, lo sabes bien, si algo te molesta, lo que sea, dímelo.
— Lo tomaré en cuenta, director.
— ¿Severus? —le miró a los ojos, estudiándolos... Percibió que Snape bloqueaba su mente. Oclumancia.
— Director —se levantó gravemente, sin parpadear, de un tono silbante, capaz de congelar a cualquier alumno—, si viene a sermonearme con esos actos moralistas le agradezco que sea luego, tengo trabajo como, no sé, calificar trabajos, o salir a Hogmeade a conseguir algunos ingredientes.
— ¡Severus! —exclamó el director, sorprendido. Quizá su mente esté bloqueada, deducible, pero al tirarse el fugaz comentario aventó a propósito cierto tono, capaces de crear un eslabón. Dijo sin preámbulos, acertando en su pensamiento—. Tu actitud es por reprimirle ayer para que dejase a Tom en paz, ¿No es cierto? —Silencio— ¡Severus, por Merlín! No puedes pensar en serio. Te creía más grande para entrar en tales berrinches.
— Que sea así o no, no es su problema, señor director.
— ¡Es ridículo! —Se levantó de golpe, empezando a irritarse—, ya le dije que Tom es nuevo y raro por sus costumbres, pero sin duda es buen maestro, acaso... ¿no pueden hacer las paces y ya?
— ¡Confía ciegamente en él, y tiene menos de un mes! —reclamó Snape.
— ¡Y qué! Hice lo mismo contigo, Snape ¡A pesar de ser un mortífago!
No era de él la voz, sino un desconocido cuyas palabras impredecibles le sobresaltaban. Un desconocido imprudente que ignoraba la urgencia del silencio en esos temas. Severus debió de intuir algo de eso, pues lo miró sorprendido, impactado de aquella agresión tan ajena del anciano, que sentía sus músculos paralizados, en un punto perdido del terror o la angustia.
— Señor, le pido que regrese después. Estoy ocupado.
El desconocido dio un paso al frente, obligándose a doblegar la cabeza, incapaz de decir nada, o ánimos para aquello. Se retiró de forma silenciosa, seriamente pasmado por la reacción del hombre frío y hostil que había rendido todo el peso en su sillón. Sintió a cada segundo la mirada del hombre por la espalda. Dio un leve adiós.
Dumbledore suspiró, similar a las personas que retén la respiración. Al cavo, concluyó, de que algo no salía bien. Quizá algo se le había pasado en aquello, se dijo mientras reflexionaba a pasos lentos por los obscuros y laberínticos calabozos. El eslabón donde todo se empezó a deteriorar la tranquilidad acostumbrada que poseía la escuela.
Y si hablo de deteriorar, murmuró en voz alta, sería entre Severus y yo. Experimentaba ahora un odio similar a los años de estudiante. Cayó en cuenta que jamás lo observaba a él directamente, ya que su mirada estaba sobre el joven Potter, como un artículo más alrededor de las grandes listas que rodeaban a sus cuatro estudiantes favoritos. De ahí debieron de empezar los problemas. Está mal de la cabeza, dice una canción. Ya nada es diversión.
El curioso ruido de hechizo golpeando una puerta a pocos tramos de distancia lo sorprendió. Dobló un pasillo, para ver a Tom cómo empujaba la entrada hacia delante, haciendo un hechizo iluminador ya adentro.
— Hola, Tom, ¿qué haces aquí?
Si se asustó, dando un salto, lo ocultó magistralmente.
— ¡Ah... Albus, qué agradable verte!
— Igual digo, Tom, pero, ¿qué haces aquí?
— ¿No es acaso el lugar de reserva de ingredientes de pociones? —preguntó inocente, manos en la espalda, amable sonrisa.
— Sí. De la cual, sólo Severus tiene permiso de entrar o dejar pasar —contestó, sin inmutarse—. ¿Le preguntaste acaso si podrías coger algo?
— Pensaba que como soy maestro de Defensa, tenía derecho de coger reservas para la clase de tercero de Hufflepuff ¡ya sabes! El truco ese de "¿Quién es más rápido en hacer explotar esta cosa?".
Albus soltó una sonrisa a la elocuencia del chiste, pues Tom había soltado una risilla mientras movía las manos, como si de un comediante se tratase. Aún así, Albus dijo que estaba mal, podría enojarse si se entera.
— Un poco más, un poco menos —Riddle ladeó la cabeza, separándose discretamente de un pulpo vivo gigante en una pecera, que amenazaba a tirársele encima—, siempre está igual, no hay problema.
— Tom...
— De acuerdo, a la siguiente lo hago, pero por favor ¡sólo esta vez libre! Me quiero ahorrar problemas, no tolero al hombre. No le digas que cogeré unas vísceras de conejo y alguna que otra parte de murciélagos, ni siquiera lo notará.
Aw, qué tierno se veía haciendo ese puchero, dijo el anciano enternecido. Está bien, yo no seré que se lo diga, pero a la siguiente, pídeselo. Leddir asintió con la cabeza, sin embargo, no le quitó la vista. Albus frunció el ceño.
— ¿También busca algo señor o...? —empezó Tom, al ver que el anciano sentimentalista no se movía. De repente reaccionó.
— ¡Oh, no, nada...! Bueno, iré a mi oficina o un paseo por el lago, hace buen día y tengo libre. Por si quieres platicar, Tom, ya sabes dónde estoy.
Se dio media vuelta, en lo que Leddir sonreía —increíble actor—, y apenas cruzó y cerró la puerta, la sonrisa de esfumó como si en esa cara jamás hubiese conocido la palabra nunca. Le hizo un gesto con el dedo anular levantado. Volteó alrededor, a buscar lo suyo.
Estaba tan acostumbrado a aquellos desagradables desperdicios que le ahorraron las ganas de vomitar, aguantando una levísima arcada. Se alejó un tanto del pulpo, lanzando un hechizo que cerraba herméticamente el techo de la pecera, por si las dudas, y algunos más a otras bestias e insectos en contenedores trasparentes, haciendo una mueca. Perfecto. Debió de traer a esa serpiente loca, o al avesón para que le quitaran de muchos problemas, pero su atención estaba concentrada en las estanterías ocultas y cajones bajo hechizos y candados puestos por el maestro de pociones, en los rincones más apartados de la puerta. Aquella carta de Bulltone era una completa sandez, sin embargo, las fichas que el apunto, examinando el libro, le dejó inquieto, buscando en las páginas que hacía señalado, páginas que estaban pegadas por los años o con maldiciones poderosas, pero no muy complicadas para expertos.
Su mal, en términos simples, según el resumen ligeramente exacto, ya que, por supuesto, nada tenía sentido, o al menos no mucho para todos en realidad, era un estado de alergia a las toxinas combinadas entre si sobre su piel, que con el paso del tiempo se va asimilando cada vez más y más a la piel, y mientras más tiempo dure, más tiempo tarda uno en quitarse la apariencia, así que por ese lado estaba aliviado de que ningún momento a otro entrará al baño de hombres del segundo piso como Tom Riddle y saldrá de ahí, chiflando, como el mismísimo Lord Voldemort.
La página número 756 decía, en una borrosa esquina "... el precio es algo más caro que el dinero, o la simple avaricia de sangre. Quita la energía, volviéndolo débil, peligroso para seres inferiores, alteraciones en su estado de salud..." luego, página rota.
Perfecto.
Ahora buscaba algo, que le devolviese la energía. Página 367 "Afinaciones de Vida".
Carne de unicornio. Pelo de veela. Sangre de Sirena. Escamas de Dragón del Norte, agua purificada de la cima de una montaña, nervio de vampiro...
Cosas normales, que con esperanza estarían en ese cuchitril.
Momento... acá había algo... nada de lo que buscaba, por supuesto, pero algo al fin. Era un antiquísimo cuaderno sin pastas y varias hojas arracadas, aplastadas entre el montón, sin orden. Le abrió. Conservaba la caligrafía de Snape. Curioso... muy curioso.
Le golpeó, levantando una nube de polvo. Estornudó. Mierda.
Cuando fue capaz de observar algo, agitó el aire con la mano, y deslumbró una imagen borrascosa y confusa, negra, en una hoja abierta a la suerte. Ladeó la cabeza, acercando la varita al cuaderno para distinguirla. Era como una mujer, en una pose imposible, tocando con la parte trasera de la mollera un punto más bajo que los muslos, también por la parte de atrás. Imposible. Eso no es posible a menos que te mueras al instante por partirte la columna en dos, pero la expresión de la mujer estaba sonriente, como si disfrutase esa postura...
¡Snape es un enfermo...!
Pero arriba, decía, con letra fina —no tanto como la de él— y muy pequeña —ahí, sí, tal vez—, que decía "Doblatus Invertal-nvbl. Doblar los huesos a 360° sin fractura." Siguiéndola una amplia hipótesis, números y movimientos dibujados de la forma de mover la varita. Experimental. 100. Resultados No.1: Miembros extremadamente flexibles. Resultados No.2: Correr sin hacer ruido y embutirse en túneles. Resultado No.3: Black y Pettigrew estancados majestuosamente dentro de los engranajes del reloj de la torre astronómica.
Snape es un enfermo...
Pero no dejó el libro. Dobló un par de páginas más, quebradizas y resecas. El dibujo de una gallina que se trasformaba (dibujó también de la trasformación), en un auténtico y peligroso Troll. Sin chiste, aunque levantó una ceja al leer la leyenda "McGonagall no sabe nada. Es posible trasformar aves y bichos en criaturas míticas y peligrosas, casi auténticas. Perra".
Siguiente página... una persona gritando de dolor, con estelas fugaces hechas de tinta, parecidas a cuchillas, que desgarraban al enemigo. Le llamó particularmente la atención.
"He creado una maldición poderosa, que muy pocas personas son capaces de utilizar, aun más difícil y hermosa que el Avada Kedravra. Desangra al enemigo, lo noquea, lo tortura, con un "Hechizo Sentimental" (así le he inventado), que uno tiene que tener alma artística (musical, en este caso) para que funcione. Contra hechizo, algo parecido a una entonación en DO, SOL o FA. Sectusempra. Vbl-nvbl"
Parpadeó ¡Ése maldito hechizo no se lo sabía! Lo releyó otra vez, hojeando las páginas, hasta el inicio, con súbito interés. Era un libro clandestino de hechizos creados por Snape. El muy bastardo debió de ponerlo al tanto de sus trabajos... como sea. Estaba roto y desvencijado, tanto que hasta el "Este libro es propiedad del Prín... Prín..." en una esquina de la primera hoja estaba quemado, roto, corrosivo. Terrible estado. Pero aun así lo guardó en un bolsillo. Ya lo observaría más tarde.
Buscó por todos lados los ingredientes. Y como en todas las cajas, no había ningún inicio de tener esas cosas en la gaveta. Lanzó un bramido, pateando el primer objeto cercano. No tenía nada ese cretino pelo grasiento. Aunque no se sorprendió mucho de aquello. Parece que tendría que pedirlos a su guarida, donde los mortífagos, sus mortífagos, se harían la tarea de buscarlos, quieran o no. Pero eran muy raros y grandes, en especial la carne de unicornio, y ni siquiera él se imaginaba la caras de todos los del comedor cuando Ripper, su buitre, se los tirase sobre su plato.
Primero muerto Potter.
Tendría que empezar a comer esa asquerosa receta de los elfos domésticos. Le daba asco. Le dio asco. Pero si no quería caer desmayado o vomitar debajo de la mesa como la otra vez...
Santo cielo. Se imaginó regurgitando su comida en un baño, tal cual como una adolescente.
Se sintió mal. Le aventó un crucio al pulpo que había logrado salir de la pecera, y lo metió a uno con hurones. Ahí que ellos se matasen.
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Son esa clase de días, cuando desea Voldemort no habérsele dado la regla "no matar al primero quien te hable".
Porque de no ser así, ya para estas horas uno ya debería de extrañarse de que más o menos de la mitad del colegio hubiesen desaparecido. Habiendo acabado la cena, que no fue, pasó cerca de los campos, que no salió, y terminó en la librería, que no entró, notando que varias niñas, algunas maestras y hasta varios niños le seguían muy a la distancia con risitas y caras risueñas, como si así voltease les saludara e invitarlos a la cama.
Los perdió al doblar un pasillo que sabía que había en el séptimo piso, que terminaba, como de caracol, descendiendo directo hasta la entrada de las cocinas. Je, era tan oculto que no debía de aparecer en el Mapa del Merodeador —suponiendo que supiese.
Brincó de una pequeña compuerta oculta a la vista tras una viga, doblándose un poco con el impacto a tierra firme. Volteó alrededor. Esas eran tres horas libres de obstinaciones por personas extrañas. De haber sido afuera del colegio, o de no existir un molesto Dumbledork a esas horas en su oficina ya descubrirían por qué es El-quién-no-debe-ser-nombrado.
Su estómago estaba vacío desde la escasa cucharada con clara de huevo semi cocido de la mañana. Sentía sus jugos gástricos revolverse con agitación en la bolsa encogida, quemándole al elevarse como el mercurio de un termómetro entre el esófago.
Caminó un par de pasos hacia la estatua de una bruja con una cesta amplia de comida. Con un dedo, dio ligeras cosquillas a una pera, y se hizo aun lado, mostrando un pequeño y corto túnel, que desembocaba a una amplia sala aun más amplia que el gran comedor, pero con cosas reducidas. A la derecha, una cocina gigante, donde cientos de elfos domésticos limpiaban y recogían restos de comidas arduamente, restos que aparecían en unas mesas larguísimas, al centro de todo. Sintió como mucho de esos bichitos se le acercaban, con sonrisas y ojos gigantes, que le parecieron inusualmente a pescados.
— ¡Señor Leddir, señor Leddir, señor Leddir! —chillaban esos bichos. Uno especialmente largo y moreno se abrió paso, frente a él. Le graznó, en vez de hablar, que si qué deseaba su señor ¡Todo lo que quiera!
— Algo de cianuro o una pistola —pensó—. Un licuado de papaya y una tostada, sin nada.
Los 50 elfos domésticos dieron un gritito y saltaron, corriendo en maratón al gran refrigerador, como si cada uno quisiese servirle primero al maestro. Riddle soltó un leve suspiro, leve, ya que no estaba acostumbrado a ello, y se sentó en el extremo de la mesa, teniendo enfrente la entrada por si alguien entraba. No ocupaba vigilar, claro está, pero la costumbre hace a uno tener principios inconscientes. La multitud de elfos se peleó por ponerle los cubiertos, las copas y servilletas, hasta el detallito de una velita para ambiente y un crucigrama del Quisquilloso. No habló, dejándose atender. Uno de los elfos sacó una garra exageradamente llena del licuado de papaya, otro cogió un cucharón y llenó la copa, otros dejaban la tostada en un platito, al lado de otras tres en canastilla por si acaso, enseguida de unas tacitas con cucharilla con tres diferentes tipos de mermelada y mantequilla.
Masticó una de las esquinas del pan. No tenía ni ganas de gritar, pero no fue necesario. Sólo cinco elfos se quedaron atentos a él por si se le ocurría pedir algo más. Los otros, que eran setenta y tantos regresaron a sus quehaceres. Miró por encima del Quisquilloso. Menudo crucigrama barato. Era sencillo. Lo levantó a unos centímetros de su cara... 11Horizontal, Pantalones; 9Vertical, Felix Felixis; 67Diagonal, Dumbledore... 79Horizontal, Él...
Se llevó levemente el licuado a la boca, mientras volteaba el Quisquilloso. Escupió, atragantado. Dejó sobre la mesa con brusquedad el vaso. Observó entonces la nítida imagen de una caricatura de un mortífago que abría la boca, sacando la lengua bífida, pintando con plumones y crayones sobre su Marca Oscura, de un ridículo tono crema, una flor entre los dientes con el maquillaje de una mujer gorda y flamenca que trabajan en la calle.
Basta de preocupaciones o sospechas, ¿faltas de seguridad, pertenencias vacías y personas queridas en la mira? Es hora de reír y de cantar, porque los Hermanos Weasley te vamos a presentar una tienda de artículos donde te vas a despejar.
Desde sombreros y capas protectoras hasta cachivaches nombra cuentas ¡Es acá dónde la preocupación a esas arpías de dilatan! El Quién-No-Quiere-Ser-Nombrado no ha aparecido, y sus cachorritos en la sala de recuperaciones están, luego de que Harry Potter con compañía les dio la paliza en aquél lugar especial; vendemos su autógrafo y camisas oficiales, y él muy contento se presta ayudar.
Así que brujas y magos no se dejen preocupar, llamando al Quién-Sabe-Es-El-Nombrado al más bonito y musicalito LV.
¡Venga a la Tienda Sortilegios de los Hermano Weasley!
Aliada con la Tienda Mágica de Zonko.
Número Tanto del Callejón Diagon.
Lord Voldemort tenía la boca en par en par, con la vista clavada en el chiste del periódico. Todos los elfos le miraron con miedo, algunos se les cayeron los trastes y otros se encogieron, cuando una risa fuerte y fría salía de la garganta con mucho pegue del maestro de voz suave. Rompía en carcajadas, moviéndose espasmódico sujetando el dolor del valido de su costado con una mano, golpeando con violencia la otra sobre la mesa, volcando cuanto todo cercano de ahí. Perdió la respiración, no pudiendo controlar el ataque histérico retenido desde hace años, pegando su nuca contra la mesa, intentando controlarse. Se cayó del asiento, oculto a las miradas de los paralizados elfos, escuchándose sólo el sonido liso y áspero por varios minutos. El hombre gemía, eufórico. Soltó una carcajada. Temblaba sudoroso, mientras hacia fuerzas para regresar al asiento, asfixiado, dejándose tirar, con la cabeza ladeándole suavemente hacia atrás, tomando bocanadas.
— Voy a... voy a... voy a —risa fuerte, sujetándose el costado— a... a matarlos... jajajajaja...
Alguien le pasó agua, y Tom, con el cabello revuelto y febril miró al elfo en cuestión. Le embozó una gigantesca sonrisa, modulando su respiración entre cortada.
Se acabó la bebida de un tragó, acomodándose levemente la túnica.
— Me siento mejor, más animado, más... benevolente. Tú —señaló el elfo del vaso con agua— ¿Me harías un favor? Llévame la cena a mi habitación. Un gran bistec crudo (sí, crudo, así se acostumbra allá en Alemania) de cordero y quédate ahí hasta que yo llegue, porque te quiero mandar a un encargo. Sólo tú ¿está bien?
El elfo sonrió radiante, y todos, ya más tranquilos, empezaron a cortar dicha carne. Sí, muy benevolente, para sus mascotas el buitre y la serpiente.
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Día siguiente. Lunes. Semana número Tres de la misión.
Se extraño. Su plan se estaba alargando. Inevitable. Llegó tarde a desayunar, si es que tuvo tiempo para ello porque despertó con horribles dolores en el estómago, dignos de una gastritis tipo seis, ardiente la garganta con el ácido gástrico que por suerte, fue leve. Estaba tan pálido que Nagini soltó un grito y le empujó a la regadera, con los harapos todavía. No se dio cuenta de aquello por un dolor continuo de cabeza, hasta que con su cola, abrió de golpe el agua helada.
— ¡NAAAAGGGIIIIIINIIIII!
La reptil desapareció, debajo de la cama.
Así, quitándose la ropa empapada, se dio un regaderazo rápido. Salió, y estiró la mano para coger la toalla, la cual había desaparecido. Se quitó con una mano el agua en los ojos, enfocando con ojos enrojecidos al gran buitre Ripper que la tenía en su pico, allá arriba, en un gancho cerca del techo.
— ¡SUÉLTALO, BESTIA DEL DEMONIO!
Pero Ripper puso ojos de cachorro. Estaba celoso ¿Por qué no lo trataba como a esa serpiente molesta? Él seria mejor mascota ¡Mira, te puedo llevar y traer mensajes! Quiéreme a mí ¡No a ella!
Tom cogió la barra de jabón y le pegó en el pico. Cachó la toalla, caminando irritado al cuarto, tallándose el pelo.
Nagini sacó la cabeza, ya segura de que su amo estaba muy ocupado sacando su ropa de un baúl, revolviendo todo a su paso. Tanto el buitre como la reptil albina se miraron mutuamente, para luego observar la silueta de su amo, desnudo, que hacía intentos para ponerse los pantalones, recargado en una pared, con las calcetas entre los dientes y su camisa arrojada por el suelo.
Está bien... Eso es, raro, raro, raro... No daban credibilidad a sus ojos a sus ojos cuando se tiró a la cama, poniéndose a golpes los zapatos café claro. Explotó en un pequeño grito, tirándose hacia delante, con los codos sobre sus rodillas y las manos sobre su frente. Nadie dijo nada. Nagini, con sumo cuidado, cogió con sus anillos entrenados la camina, y la puso al lado de su amo, alejándose con prudencial respeto. Su respiración era agitada, e intentaba de alguna forma normalizarla.
— ¿Qué hora es?
Nagini no sabía hablar humano, pero por estar cerca de él ya había aprendido a interpretar lo que decían. Así que miró el reloj.
— 8:48.
— 12 minutos para clase.
— Tom... creo que deberías de descansar este día, te ves enfermo.
Tom le miró de mala forma.
— No soy un débil.
Nagini soltó un soplido.
— Ya sé que no, pero te ves mal, deberías de comer, no lo has hecho en dos semanas.
No contestó, y se puso ya correctamente los zapatos, la camisa verde claro y una túnica canela encima, cerrada para abajo, con botones del pecho para arriba, que dejó desabrochada menos los dos tres botones más abajo. Se colgó la Piedra de la Proyección. La varita, un libro abandonado en su escritorio, y cerró de un portazo, caminando directamente a su clase.
Se detuvo ante la puerta cerrada. Ya habían dado el timbre, y por ende, todos los estúpidos estudiantes ya estaban adentro. Escuchaba desde ahí sus risas y alguno que otro grito. A pesar de ser de los de quinto, estaban las cuatro casas reunidas. Hizo con un gesto de la mano que la puerta se azotase, entrando dominante en el repentino silencio. Se dio vuelta y apuntó la puerta con la varita, con un portazo que hizo que las vigas del techo temblasen, tirando un tanto de ceniza.
Muy bien. Sus años le habían enseñado a improvisar, y era buen maestro, al fin y acabo, en todos los sentidos. Así que pidió que abriesen sus libros en la unidad dos, en lo que preparaba las cosas; es decir, abrir en una página diferente su libro que traía. Tomó lista en una sola mirada, apuntando sólo aquellos quienes habían faltado. Nadie.
Pero no pudo evitar reposar su mirada en Ginny Weasley, casi al fondo del salón, con la mirada directo a su libro de texto. Valla que sí la recordaba.
— Señorita Weasley —su voz fue baja, pero todos le escucharon. Ginny miró confusa, tensándose un poco—, ¿Qué entiende usted por Asociaciones Mágicas?
— Un grupo exclusivo para magos, de cualquier cosa.
— Ejemplos.
— Mnemosyne, Wizengamot y la Brigada Inquisidora.
— Escuché también —continuó frío, sin inmutarse— que era parte de una Asociación creada aquí, en Hogwarts, hace unos meses.
— El Ejército de Dumbledore, sí, señor, así es.
— ¿Es aquella que peleó contra el Quién-No-Debe-Ser-Nombrado en el Ministerio de Magia? —siguió con aquella voz tersa. Ginny por alguna razón se le hacia conocido el hombre.
— Así es, señor.
Gruñó hastiado. Movió la varita hacia la pizarra, llenándose de fluidos nombres de lugares. Existes cientos de Instituciones, Organizaciones y Asociaciones en el Mundo Mágico a niveles globales, cada uno curioso, especiales o inútiles según sus aportaciones; en Europa, el número es tan destacante que por ello es visto como uno de los más poderosos y antiguos que hay, como Hogwarts, Beauxbatons, Durmstrang, San Mungo, donde espero que la gran mayoría, a menos que sean hijos de muggles, sepan dónde estén. Hoy hablaremos de las Asociaciones. Señor Tonels, 40 puntos menos para Hufflepuff, siseó cuando vio al gordo chico comentarle en susurro a su compañero.
La clase pasó rápido, y cómo no. Puro teórico. No tenía humor ni energías para ponerlos a partirse la madre entre ellos, ya que el ruido sólo duplicaría el dolor de cabeza. Estaba especialmente susceptible, y nadie le agradó que el ambiente se pusiese pesado como si el maestro simpático fuese Snape, en un día de mala gaña. Por cualquier ruido, susurro, estaba prohibido. Sandra Bullock, de Ravenclaw, perdió 60 cuando se cayó del asiento al recoger su pluma tirada, dando un grito.
Aunque cuando un Slytherin se le cayó el pergamino y la botella de tinta no dijo nada, ni siquiera prestó atención.
Tal vez no lo escuchó.
— ¡Cielos, qué le pasa profesor! —exclamó alguien cuando notaron que Leddir respiraba con dificultad, tenso y sudoroso sobre la silla, con una mano fuertemente en las sienes.
— ¡Silencio! —bramó, ignorando la bomba en su mente.
Nadie se atrevió a abrir la boca. Intentó levantarse pero las piernas le fallaron y quedó en la silla, ahora era más notorio que nunca.
— Señor —una temblorosa Gryffindor levantó la mano, con semblante preocupado—, ¿Está usted bien?
— ¡Por supuesto, McFrey! —Bufó sarcástico, con matices de la voz normal— ¿Por qué, tengo mala cara?
— Está más pálido que Snape.
— Eso, Lovegood, no le incumbe. Así, y precioso número del Quisquilloso sacó su padre ayer, sobre el anuncio de los Hermanos Weasley, me reí de lo lindo por media hora.
Lovegood, que estaba al lado de Ginny, tuvo una mirada llena de lucidez risueña, mientras se movía a los lados.
— Seh, aunque no me imagino la expresión del LV. Pero aseguró que tendrán una visita curiosa una noche.
— ¿DEL QUIÉN?
— Del LV.
— ¡200 PUNTOS MENOS PARA RAVENCLAW!
Hubo un ruido incrédulo en toda la sala, con las bocas abiertas la casa de las águilas; pero la expresión del Maestro de Defensa era terrorífica, tanto que nadie se atrevió a criticarlo, pero eso no impidió que Luna siguiera con la cara risueña.
— ¿No puedo llamarlo así? —dijo, risueña.
— No, no puede.
— ¿Por qué, profesor?
— ¡Porque hasta a mi me insulta! Y si no se calla, Lovegood, yo mismo te pondré una detención por un mes que no te gustará nada —amenazó, levantando la varita, pero se contuvo de arrojarle un crucio, ya bien por estar en medio del salón ante las caras pasmadas de los imbéciles consumidores, así que pasó al inicio de la clase. Su cara era de un desagradable color lechoso. Su cabeza, ante el repentino movimiento, le dolió de los mil demonios, tambaleándose. Pero estaba rabioso y ya no podía seguir sentado ¡No podía!
— ¡Mortífagos! Todos ustedes los conocen. Pienso que es muy importante ver este tema sobre ellos puesto que son tan sonados por todos y algo sin saber, es peligroso. Puede incluso que los favorezca.
— Yo no apoyo a los mortífagos...
— 30 puntos menos por hablar sin permiso. Y no, ciertamente pocos lo están, casi toda Europa está en su contra ¿Pero saben por qué?
Un chico desconocido levantó la mano.
— Matan a la gente por diversión.
— ¡Incorrecto! —anunció, entre la sorpresa de todos—. Los Caballeros de Walpurgis, nombre original de esa asociación mágica, matan pues su filosofía es que un mundo de sangres puras es mejor y digno que uno indeciso entre negro y gris, como los mestizos y muggle, deformaciones ambulantes y squib. Y ahora ¿Por qué la mayor parte de Europa y el metiche de Estados Unidos está en su contra?
— Porque... —un Slytherin levantó la mano—, la mayor parte del mundo son muggles y mestizos, señor.
— Exacto.
— Pero —Voldemort gruñó cuando una Hufflepuff habló sin permiso— si aniquilasen a los hijos de muggles, ya no habría nadie ¡están mal...!
— 30 puntos menos por hablar sin permiso —sonrió. En realidad no se los quitaba por eso—. Es el punto objetivo de las personas. Ellos, los mortífagos y su líder tienen aquella forma de pensar. Son tan decididos que tienen como consecuencia un genocidio contra los muggles. No me mal interpreten. Yo estoy en contra de ellos, porque soy mestizo, pero hablo en general.
— Señor, ¿cómo sabe de ellos?
— Alemania está estrechamente entrelazado con la comunidad mágica francesa, burguesa e inglesa. Voldemort viajó por ahí, es más, hace mucho, muchos años, te lo garantizo, y dejó fomentada su religión, tan así que hay mortífagos también. No activos y famosos como los de aquí, pero personas con la marca si hay, definitivamente. Es más, sé mucho porque tenía un amigo que llevaba la marca. Negra y fea, claro, pero me contó todo lo relacionado. Y... —inventó de repente, un justificante— es por eso... que me alteré tanto con la señorita Lovegood. Allá están común decir el nombre de Lord Voldemort que lo interpreté como un insulto. Costumbres extranjeras...
— Yo he ido a Alemania...
Nadie peló a Lovegood. Pero perdió otros 50 puntos —¡Ido, no vivido!— y todos los Ravenclaws como las otras cuarto casas —menos Ginny— le miraron mal, que no insultara de tal manera al profesor, que de por si, está enfermo el pobre.
— Señor, ¿puede decirnos más sobre los mortífagos? —suplicó Creevey.
Voldemort estaba más que encantado. Fingió dudar, si era muy adecuado por las normas del colegio. Pero una Slytherin, con lentes y cabello castaño oscuro, dijo de que lo contara a su perspectiva alemana, ahí no habría problema. Embozó una sonrisa. Claro, contestó.
Ginny no perdía ademán del profesor. Estaba seria. Aparte de ella y Luna y alguien de Hufflepuff atrás del salón, los demás estaban encantados a las palabras del profesor, el cual sacó una fluida y casi amena explicación sobre los mortífagos, dando mucho énfasis al Mago Oscuro. Una forma un tanto diferente de ver las cosas, un aspecto sutil, para no llamar la atención en lo más mínimo, pero fascinante al fin y acabo. Cada vez que alguien le criticaba, 30 puntos menos, y cuando le apoyaban, buena observación, y si realmente parecía ser algo favorecedor para Tom, decía que tenía un punto más, un premio por la buena contestación. Como el premio del perro cada vez que hace una pirueta, que luego hace sin premio, inconsciente, como si aun se lo darán.
Faltaban cinco minutos y Tom dio un alto, magistral, mientras más de uno estaba fascinado. Ahí, de repente Ginny levantó la mano, por primera vez. Tenía un toque serio.
— ¿No hablará de Asociaciones favorativas de liberación?
Tom soltó una sonrisa, perspicaz
— ¿Cómo cuales, señorita Weasley?
— El P.E.D.D.O.
— ¿El qué?
— P.E.D.D.O.
Tom le miró perplejo.
— ¿Qué es el P.E.D.D.O?
— Plataforma Élfica de Defensa de los Derechos Obreros.
— Explícate —ordenó.
— El P.E.D.D.O es una institución laboral mágica que intenta mejorar la situación de los elfos domésticos, hacerles cambiar la idea de que no está bien trabajar en las mejores situaciones, empezar a que le paguen un salario digno y mejores calidades de vida. Además, buscamos un elfo que trabaje a largo plazo en el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas, para cambiar sus prohibiciones de utilizar la varita. Yo conozco a un elfo llamado Dobby que...
— ¡Tonterías! —Exclamó escuetamente Tom— hasta yo sé que un elfo doméstico es para ser sirviente y nada más. No me interesa eso del peddo, y puede decirle a su creadora que apesta.
Valla que sí la recordaba. Igual de ingenua que siempre.
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Neville Longbotton es un chico menudo y torpe. Era de esos tipos que siempre tendía a olvidar las cosas más importantes, y cuando estaba asustado eso sólo empeoraba todo. Aquellos que se saltaban con facilidad. De esos que a eran capaces de asustarse por su sombra.
Era el más lento de la clase, una amenaza andante. Sólo necesitaba cinco minutos frente a un caldero para intoxicar a toda una clase. Ni siquiera él proponiéndoselo lograría hacerlo.
Fue así como, en medio de la preparación de un remedio para la hipotermia leve, de algún lugar de la última fila por el lado de los Gryffindors una explosión se escuchó, nevando misteriosamente copitos fríos y diminutos de colores claros, rosas y blancos.
Neville estaba debajo de la avalancha. Draco Malfoy soltó una exclamación ¡Su ropa estaba cubierta de nieve, como toda la mazmorra! Pero nadie dijo nada cuando miraron al frente. Snape, que como siempre, caminada de aquí y allá por todas las mesas pendientes de todos, quiso el destino que encontrarse a escasas dos mesas de distancia. Estaba todo blanco, haciendo curioso contraste con sus ojos y parte de ropa negra salvada. Parpadeó, incrédulo de la repentina visión. Soltó una sonrisa sincera, encantadora, que sorprendió a todos sus alumnos aún más si hubiera gritado.
— Longbottom —puso detención—. Quédese a terminar la clase para limpiar.
¿Y por qué no?
— Tres puntos para Gryffindor.
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¿Qué les pareció? No dejaré el proyecto ¡Estoy segura! Le terminaré, a pesar de que tarde un poco más de lo normal, pues tengo dos proyectos largos que de igual manera ocupan actualización (de HP y Zelda, respectivamente) y quién sabe, tal vez se me ocurra algo más, pero tendrá que esperar a tenerlos acabados. La escuela definitivamente me quita tiempo, con los estudios de Bachillerato, pero nah, una o dos horas pensándole acá y con poco cacho cacho le avanzo.
Y quiero agradecer a Liuny, especialmente, ya que es mi BETA en este fic XD e hizo buen trabajo al señalarme las faltas y todo eso, debió de quedar traumada, pero bueno ¡Gracias!
¡Ojalá aun sigan leyendo la historia! A mi en lo personal me encanta, espero sus reviews, ya que la peor crítica para un escritor de Fanfics es que no haya crítica.
¡Ya contesto los suyos!
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Liuny. Je, gracias por el cumplido. Estuvo gracioso leer tu review, aparte, de ser la primera dejar review desde que al fin se reinició XD sorry por eso del no Tom/Harry, pero no creo que en este fic quede mucho lo del romance. Ojalá te guste!
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Dark-Sly. ¡Hola otra vez! Acá viene un antiguo lector, me alegró un friego de que rondaras por acá. Bueno, ¿qué puedo decir? Me gusta que te agrade cómo pongo a Tom cuando se vuelve medio loco, aunque para empezar, no está muy completo él tampoco. ¡Gracias por el review!
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Nariko-Chan1. Arigato! Otra vieja cara que no veía desde hace mucho, y qué tal? Me aleeeeegro de que te siga gustando el fic luego de MESES de ausencia XD y el mega comentario también (no pude evitar fruncir el ceño al ver que estaba repetido tres veces, deduzco que por error de la pag de no serías a la primera que le pasa -.-) y, acá está la explicación de por qué Voldymort está tan enfermo XD a mi me encanta imaginarlo haciendo todas esas cosas, me parece tierno. Y tenía que ponerle una excusa por la cual dure mucho tiempo ahí metido, hasta diciembre cuando menos, y también sobre Nagini. Está algo más tierna de lo normal.
Ok, el asunto del P.E.D.D.O. le tiene totalmente ignorado, pero se va a poner más pesado, mientras que más y más elfos van desapareciendo. Por supuesto, habrá una polémica en ello, y por supuesto, Hermione intentará hace esfuerzos sobre humanos sobre los elfitos que nadie extraña. Pero Ron está en eso que el peddo es inútil, y apoyará a Leddir y... ehm... XD espérate a dos capis más y ya sabrás ¡Gracias por el review!
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Tom O'neill Riddle. ¡Gracias por el halago de que tengo talento! Me gustó mucho, XD es lo que a alguien que escribe cosas sin sentido en una PC le gusta leer ¿y qué te parece? Está listo este cap, y ojalá dejes review si lo lees ¡Bueno, acepto el abrazo y gracias por el review!
