Capitulo 1
Una fiesta para recordar
Los inmortales se reunieron mucho tiempo después para celebrar el nacimiento de uno de los dioses más importantes de la historia: Draco Malfoy, hijo de Neville y Siniestra, su hermana y esposa.
Todos se encontraban reunidos en una gigantesca habitación del Monte Grimmlaud Place. Las columnas no estaban adornadas, pero aún así reinaba un espíritu alegre. Una música no muy agradable sonaba no muy fuerte. A pesar de esto, nadie bailaba, ya que esperaban la indicación del dios del rayo para hacerlo.
-Con permiso, con permiso-pedía una diosa con cabellera despeinada y enmarañada. Se acercó a Siniestra y le puso un ramo de flores en frente de los ojos.
-¡Oh, Hermione! Son tan bellas-exclamó la esposa del dios más poderoso.
-Orfeo hizo el arreglo. Es lindo, ¿verdad?-replicó la mensajera entre mortales y divinidades (otra chupamedias). Luego se volvió a Neville y con una profunda alegría reconoció:-¡Qué fabulosa fiesta, jefe! No había visto tanto amor aquí desde que Narciso se descubrió a sí mismo.
Ambos dioses lanzaron una mirada divertida a una curiosa divinidad que se observaba en un espejo y se lanzaba besos a sí mismo.
-Oh, soy tan guapo-murmuró Narciso, mirando su reflejo-. Tetis, ¿no tendrás un poco más de rimel?-preguntó después, volviéndose a una diosa.
-Ejem, ejem-pronunció el poderoso Neville, con sus poderosos labios, haciendo que todos los poderosos invitados lo miraran poderosamente-. En nombre de mi hijo, quiero agradecerles a todos sus magníficos regalos…
-¿Y el nuestro, dónde esta?-interrumpió su esposa, con una sonrisa en los labios.
-Em… déjame ver, ¿qué le daré? ¡Ya sé!-tomó una nube y comenzó a modelarla, como si fuera plastilina. No se detuvo hasta poder darle forma de escoba-. Su nombre es Saeta de Fuego, y es toda tuya, hijo-comentó Neville dulcemente, mientras le entregaba a su hijo la nube. Draco, de una forma que nadie pudo descubrir, logró sacar de la envoltura, una escoba auténtica.
Todos exclamaron un "¡Oh!", completamente perplejos a lo que acababa de ocurrir: no había duda de que el niño tenía un don excepcional.
De pronto, todo quedó en silencio. La puerta de la habitación acababa de abrirse, y una persona cubierta por sombras miraba a todos.
-¡Qué conmovedor!-exclamó, falsamente. Luego comenzó a caminar a lo largo de la sala, de modo que esta divinidad tan sorprendente quedó a la vista de todos: se trataba de una diosa que pareciera tener dieciocho años (aunque sin duda tenía más, puesto que entre los dioses no hay edad). Llevaba un vestido negro y tajado. Su pelo era largo y rubio como el color del sol y sus ojos eran color verde intenso. Llevaba tachas en ambos brazos (existían las tachas?) y sus zapatos tenían la plataforma más grande que jamás nadie hubiese visto.
-¡Casandra!-exclamó Neville, con alegría-. No creímos que vinieras.
-Tuve un problema con las moiras, pero ya está solucionado.
-Necesitamos que predigas el futuro de mi hijo, ¿podrías hacerlo más tarde?
Entonces, el aspecto de la diosa se tornó más serio y maduro, y su voz se volvió apenas más grave:
-Será uno de los héroes más importantes de la historia, pero se verá amenazado. Tendrá que luchar contra el león de Nemea y pelear contra otros obstáculos para poder defender su honor propio.
Después de decir esas palabras, la voz y la expresión de la diosa volvieron a como estaban anteriormente.
-Oh, Casandra, no trates de hacer las cosas apurada: nunca te salen bien.
A pesar de ser la diosa del destino, las predicciones hechas por Casandra nunca eran tomadas en serio hasta que ocurrieran. Esto se debía a una maldición. La divinidad podría hacer predicciones, pero nunca nadie las creería, y siempre vería lo malo del futuro.
-Ve a sentarte, si quieres, Casandra. La música comenzará en un momento.
Todos los dioses miraron a la chica e intentaron hablar con ella, puesto que era muy hermosa y siempre atraía la atención de todos.
-Hola, padre-exclamó una voz, detrás de Neville-. Perdónanos por llegar tarde.
Se trataba de Sirius, dios del sol, de las artes, de la música y del oráculo de Delfos. Era acompañado por Luna Loovegod, su hermana, diosa de la caza y de la luna y por una joven ninfa hermosísima, de la cuál Neville desconocía su nombre.
-Te presento a Dafne. Es mi novia-informó Sirius, como si leyera el pensamiento de su padre.
-Un placer-saludó el dios del trueno-. ¿Cuál fue el motivo de su llegada tarde?
-Nos cruzamos con Cho, nos preguntó si estábamos teniendo una fiesta. Como no está invitada no quisimos decirle que sí. Nos costó trabajo pensar una mentira.
-Han obrado bien, hijos míos. Ahora vayan a divertirse-ordenó su padre.
Artemisa se marchó del lado de su hermano, mientras que éste se quedaba hablando con Dafne.
De pronto, todos hicieron silencio, una música se empezó a escuchar:
"Cumbia Romana… ¡Se te ve la armadura!".
Todos los dioses bailaban al compás de la música.
Casandra se encontraba con Ares, dios de la guerra, quién intentaba conquistarla. Ella le sonreía de una manera provocativa y no pasó mucho tiempo hasta que se pusieron a bailar.
MUSICA: SI TU VIEJO ES ZAPATERO…
"Si tu viejo es guerrero…
Zarpale la armadura
¡Zarpale la armadura!
El que quiere que se la preste
Que levante la espada
Y las espadas ahí, ahí, ahí, ahí, ahí.
Saltó el oráculo del Tebas,
Y Prometeo lo anda buscando
Ya lo conoce… ya sabe sobre Zeus
Del regalito que tiene para él.
Con la jarra y Pandora
Así pasan las horas."
-No puedo creer que los jóvenes de hoy escuchen esta música tan desagradable-comentaba Minerva Mcgonagal, diosa de la sabiduría (que espere dentro de unos años).
-Oh, Minerva, no seas así-los defendió Siniestra-. Mira cómo se divierten los niños.
-Lo siento, Siniestra, pero creo que Minerva tiene razón-Trawenley estuvo de acuerdo con la diosa de los conocimientos-. Son muy jóvenes para escuchar… ¿qué es esto?
Mientras tanto, Sirius y Dafne, su novia se hallaban bailando aquella música de tan mal gusto, como dirían las diosas con experiencia.
-Sirius-murmuró Dafne, mientras observaba al dios con timidez-, hace tiempo que quiero que hablemos…
-Bueno, si ya has esperado tanto, ¿por qué no esperar más?
-En serio, Sirius, quiero…-comenzó Dafne. El dios de las artes se quedó mirándola sorprendido al ver su firmeza y seriedad-…quiero que cortemos…
