Disclaimer los personajes no son míos pertenecen a su autor y personas que tengaalgún derecho sobre ellos, que no es el caso de la autora de este fic.

Advertencias; las mencionadas en los anteriores capítulos.

Notas de la autora lo que se encuentra en cursiva son pensamientos (la mayoría intercalados en los diálogos) o flashbacks.


Capítulo cuarto : Reacciones

Llegó a su mansión sin ningún contratiempo. Desde que había salido de los dominios del Hades, estaba tentado de hacer una visita sorpresa al Santuario. La verdad es que hubiera dado la mitad de su fortuna para ver la expresión de Atenea al oír al mensajero de su hermano.

- ¡Lástima no estar allí!- dijo en voz alta Julián Solo. Tal vez podría pedir detalles a alguien más tarde, aunque ese juez no le diría nada. Y ni borracho se lo iba a preguntar a Atenea, por mucha curiosidad que sintiera.

Pero eso no es lo único que ocupa su mente, la conversación con Hades, le ha permitido comprobar sus sospechas y descubrir ciertas cosas que eran de su total desconocimiento. Alel había regresado como un caballero de Atenea. ¡Eso era ironía!

Se dirigió hacia su estudio. Cogió un lienzo y un carboncillo, empezando a hacer trazos que al cabo de unos momentos adoptaban la forma de un rostro, la imagen de alguien que sólo había visto en dos ocasiones, una persona en la que no se fijó. ¿Cómo es que no se había dado cuenta hasta ahora? Al terminar el retrato lo reconoció. No como caballero de Atenea sino como;

- Alel – apenas fue un susurro y miró temeroso a su alrededor. No había vuelto a pronunciar su nombre desde hacía milenios. Un nombre prohibido.

Si la memoria no le jugaba una mala pasada, reconocía que el nuevo Alel, tenía diferencias físicas a la primera vez , insignificantes pero diferencias. Recordaba que su nariz era ligeramente más puntiaguda y su barbilla más afilada, el color del cabello era rubio, pero el resto de sus rasgos son exactamente iguales que la primera vez que se encontraron, bajo aquellos árboles milenarios, ya extinguidos. Con el sonido de esa melodía cálida y dulce que oían con más intensidad a medida que se internaban en el bosque hacia los dominios de ellos, los que esperaban que fueran sus aliados en su lucha contra los titanes.

Apretó los puños con fuerza, sintiendo como las uñas se clavaban en su piel, también recordaba perfectamente la última vez que le vio. Se dirigía al Rey de los Dioses Olímpicos, con paso firme y sin ningún rastro de temor en su rostro, algo inaudito ya que el todopoderoso Zeus estaba manifestando su cosmos en su máxima expresión de poder.

- No permitiré que hagas a la humanidad ningún daño - decía el joven sin apartar su mirada de los ojos del dios.

- No puedes hacerme nada- dijo Zeus avanzando a la figura del joven.

- Ya está hecho.

El resto estaba confuso. Una luz cegadora y luego oscuridad absoluta. Ni siquiera Zeus sabía muy bien que había pasado, en realidad nadie sabía que acababa de ocurrir, pero cualquier manifestación de Alel desapareció, al igual que su pueblo. Y el Rey ordenó que jamás se hablará de ellos y de Alel, bajo pena de pasar la eternidad con Cronos. Nadie volvió a mencionarlos, ni siquiera Hades, encerrado en su mundo, en sus dominios, vistiendo luto por la desaparición del ser amado. Más de una vez se preguntó por qué Hades no busco venganza. Aunque ahora comprendía los motivos de su hermano mayor, esperaba el momento oportuno y este había llegado. Sí la paciencia es una virtud de Hades, a veces confundida con su indiferencia, pero también es cierto que cuando el mayor de los hermanos decidía actuar nada lo detenía, ni nadie, no es bueno tener en tu contra al dios de la muerte, ya que él es como ella implacable y sin piedad. Pero ahora Alel había regresado, para terminar algo o para vengar a su pueblo o por otra razón que no podía intuir, y Hades no iba a permitir que nada ni nadie se lo arrebatara nuevamente, esto es algo de lo que no cabe dudas para el señor de los mares.

- Señor he cumplido con lo que mandaste, el caballero Fénix sabe lo que tiene que saber.

Poseidón conocía la voz a sus espaldas, su marina había cumplido con el encargo. Se dirigió hacía el sillón cubierto de telas, percatándose que su general tenía la vista fija en el retrato que acababa de realizar.

-¡Olvídalo ya, Sorrento!

- Perdón mi señor¿a qué se refiere?

- ¡A él! -exclamó señalando elretrato - Puedes tener a cualquier hombre o mujer, a quien sea. Pero a él no. NO.

La mirada de Sorrento cambió a una más molesta y preguntó por primera vez a su dios lago personal.

- ¿Acaso usted le ama?

- No.

Amor. No él hacía mucho tiempo que no amaba, desde que su reina le dejo, él no había vuelto a amar a nadie. Juró que nunca más amaría como la amo a ella. Y eso no admitía discusión alguna.

- En ese caso no comprendo como mi señor me niega el derecho a amar a la persona que he escogido. Sé que es un caballero de Atenea, para ser más exactos el de Andrómeda. Juro que mis sentimientos no interferirá nunca con mis obligaciones para usted- el general avanzó hacia el retrato y con sus dedos recorrió el rostro dibujado. - Él volverá a mí, otra vez.

El hombre de cabellos celestes se levantó del sillón. ¿Había escuchado bien?. Acaso su marina había tenido algo con el joven de ojos esmeralda. Miró a los ojos violáceos, no necesito preguntar. Pero¿cuándo?. El mismo se contestó y recordó los eventos de hacía dos años. Después de todo estuvo viviendo unos meses en Japón y ahora entendía el porqué.

- Yo iluso pensaba que realmente estabas disfrutando de unas vacaciones. Unos meses sabáticos me dijiste. Debí sospechar algo cuando distes aquel concierto benéfico en Tokyo. Tu música fue más que extraordinaria, fue divina, porque tocaste para él - se acercó a su marina. - Cuando lo sepa, va a matarte.

- Ya lo sabe.

-¿QUÉ?- el dios le agarró de los hombros.

- Sí, el fénix lo descubrió y no me quería cerca de su hermano. Aún lo ve como a un niño pequeño e indefenso, pero hace mucho tiempo que Shun dejó de ser un ser indefenso, dentro de él hay tanto poder, yo lo sentí, su fuerza es abrumadora. No se preocupe mi señor sé lidiar con hermanos celosos.

- ¿Fénix? .¡No es eso Sorrento!. ¡A mi no me preocupa ese hermano!

El general del Atlántico sur le miró sin entender. Pero Julián Solo sabía muy bien a quien se refería. Realmente apreciaba y estimaba a su general, era el último que le quedaba, él más fuerte de todos, incluso más que el Dragón de los Mares aunque él mismo no lo supiera. No iba a permitir que Hades se lo arrebatara, porque si estaba seguro de una cosa es que su hermano mayor no asumiría muy bien la idea que su ángel había estado con otro.

Julián soltó a Sorrento y volvió a sentarse en el sillón.

- Ese joven- dice señalando el retrato que el mismo ha hecho- Lo conocí hace miles de años, aunque en aquella ocasión se llamaba Alel y era mi amigo. Fue al principio de nuestros tiempos, ni siquiera nos llamábamos dioses, los señores eran los titanes y nosotros no éramos nada.

El general lo miraba extrañado.

- Olvida todo lo que sepas de los orígenes de los dioses olímpicos, porque es mentira. Tal revelación supone una castigo ejemplar por parte de Zeus. Pero como vamos a entrar en guerra con él y nada volverá a ser lo mismo sea cual sea el resultado de la contienda, poco importa ahora dicho castigo.

Y así es como Julián Solo reencarnación de Poseidón contó lo que nadie se había atrevido contar jamás, ni siquiera entre aquellos que conocían la verdad. Para algunos dioses como el de los mares era un deshonor tan grande que estaba en su alma y aunque luego se arrepintiera, no podía olvidar que había traicionado todo lo que el creía que jamás se tenía que traicionar. Fueron peores que los Titanes. Se convirtieron en lo que más odiaban, aunque muchos dioses no lo vieron de esa forma. Zeus siempre creerá que hizo lo correcto.


El salón estaba ricamente decorado con mosaicos en las paredes, eran hermosos, aunque no le agradaba nada el motivo de estos, la victoria sobre el dios Hades, es decir está última guerra santa. Desde luego Atenea mostraba su disconformidad con la presencia del espectro, seguro que había más salas en este Santuario con otro tipo de decoración. Aunque era una representación curiosa, no sabía quien lo habría hecho pero desde luego había detalles curiosos, realmente curiosos. En la composición, Atenea se encontraba en el centro sujetando a ese caballero tan persistente, Pegaso, pero ahora tiene otro rango, es un dorado, la deidad estaba rodeada por los demás caballeros, pero Andrómeda tenía su rostro hacia donde se suponía que había caído su señor, al mismo tiempo que sujetaba la mano de Pegaso ¿Quién lo habría hecho?. Tendría que comentárselo a su emperador.

Miró a sus guardianes. Sabía desde el primer momento que pisó el Santuario de Atenea, que una vez que se presentaran no iban a dejarle ni por un solo instante. Él hubiera hecho lo mismo, si la situación fuera a la inversa. No, él simplemente les hubiera matado, y si se sentía misericordioso de una forma rápida. Considera que esta Alianza es una tontería. Aunque claro, de su mente no se le olvidaba que estos inútiles, como los llamaba, le habían derrotado. Pero había sido hace más de siete años y él no había descansado ni un instante para ser mejor que su vencedor, para ser él el vencedor.

Volvió a ver a sus guardianes, uno lo conocía demasiado bien, Kanon de Géminis y el otro era Hyoga de Acuario. Aunque éste último miraba más bien al caballero de Andrómeda, a su señor. Y eso resultaba más incomodo que la mirada de odio que le lanzaba el otro dorado.

- ¿Vas a seguir mirándome así? - dijo Radamathys a Kanon. – Te veo un poco acabado. Los años no perdonan, viejo.

- Por favor, Radamanthys- a pesar de que el tono empleado por el caballero de Andrómeda es suave, pero el espectro reconoce la orden dada, no empeores la situación.

Tampoco la frase, no pasa desapercipbida para uno de los dorados, el tono con que ha pronunciado ese nombre Shun, llama toda la atención de Hyoga, no hay frialdad, más bien confianza. ¿Confía en él?.¿En su enemigo? Además por qué no hay odio ni desprecio en la mirada de Radamanthys. Incluso afirmaría que el espectro mira a Shun con respeto a un superior, pero eso no tiene el más mínimo sentido, Shun ya no es la reencarnación de Hades, entonces por qué o acaso está demasiado abrumado por la situación que empieza a ver cosas raras. Definitivamente hoy nada es normal, los enemigos supuestamente muertos se presentan para pedir alianzas.

Pasaron unos instantes, hasta que vinieron otros caballeros de oro. Podía reconocer la armadura de Aries pero ahora su portador es otro, alguien que no estaba en la última batalla y el nuevo caballero de Libra.

- Antes de dar una respuesta, la diosa Atenea quiere hablar contigo primero, caballero de Andrómeda. Por favor, acompáñame- dijo el que en un tiempo fue caballero del Dragón y siempre sería recordado como tal.

Shun dudó un momento, miró a Radamanthys . Se levantó he hizo una reverencia a los otros caballeros de oro, no olvidaba que es un simple caballero de bronce, y aunque hubiera pasado momentos variados, teniendo una relación de amistad fraternal con uno y otra de cordialidad con el otro, son sus superiores y merecen su máximo respeto. Y esto es algo que no entiende Hyoga, jamás le han gustado estas formalidades como a Seiya, aunque a diferencia de éste las acata, después de todo se ha casado con una princesa y entiende un poco del protocolo.

Una vez fuera de la sala, el mensajero preguntó lo que Shun esperaba desde que habían llegado al Santuario. Ya habían caminado unos cuantos pasos, su amigo Shiryu se volteó y preguntó.

- ¿Qué está pasando?

El caballero de Andrómeda por unos segundos estuvo tentado en contarle todo lo que sabía, pero no podía ya que el mismo no terminaba de entender la situación, o más bien ellos no entenderían la situación. No aceptarían quien era él. Ni si quiera el mismo terminaba de comprender quien es.

- No estoy muy seguro- respondió.

- Shun, crees que no me he dado cuenta. Tú no eres el mismo desde nuestra última guerra santa. Apenas hemos tenido noticias tuyas durante estos años, la última vez que nos vimos fue en mi boda. Ahora te presentas en el Santuario con un espectro y nos enteramos que Hades sigue vivo.

El joven de ojos verdes le miró directamente a los ojos grises de Shiryu. No era el lugar ni el momento de hablar de ello, pero si para preparar el terreno para hacerlo más adelante.

- ¿Qué quieres que te diga Sirius? No tengo ni siquiera posibles respuestas de lo que preguntas- Shun continúo caminando un poco más deprisa – Además yo no soy el único que cambio después de esa batalla, todos cambiamos. Allí ocurrieron muchas cosas extrañas y después muchas más, siempre le hemos dado la repuesta más sencilla.

- ¿A que te refieres? – preguntó el caballero de Aries.

- Creo que eso lo sabes muy bien Kikerain, sólo es que no te atreves a decirlo en voz alta.

Por suerte llegaron en seguida a la instancia donde se encontraba la diosa. Los caballeros que le habían acompañado cerraron las puertas al salir, Atenea no estaba sola, a cada uno de sus lados tenía a los Patriarcas, el oficial, Mu antiguo caballero de oro, y él todavía caballero de Virgo, Shaka.

Para Shun ahora venía la prueba de fuego, tenía que convencer a Atenea de la alianza sin que ella o alguien sospechara quien es, aunque él mismo no está seguro de eso, lo único que tiene claro es que desde que hubo el combate con Hades, hay recuerdos, sensaciones como prefiere llamarle él y una de estas le provocan que la mera presencia de Atenea le ponga nervioso, por algún motivo no le gusta estar cerca de ella, sus sentidos le dicen que tenga cuidado.

- ¿Es cierto que Hades vive? - preguntó la diosa de la sabiduría.

- Sí, mi señora. Le he visto con mis propios ojos y no se trataba de ninguna ilusión.

- ¿Sabes por qué no murió?

- Porque matar a un dios no es tan fácil. Porque Hades es un dios de la muerte y hay muy pocos que la conozcan mejor que él o porque todo fue una artimaña para engañarte, para engañar a todo el mundo - pensó pero prefirió responder – No lo sé, esperaba que mi diosa pudiera explicármelo. Ya que el dios no lo ha hecho.

- ¿Por qué ha contactado contigo?

- Eso llevaría mucho tiempo explicarte. Me dijo que necesitaba un intermediario entre el Santuario y el inframundo. Pensó que yo era la mejor opción, ya que fui su reencarnación.

- ¿Estás insinuando que confía en ti?- ahora es Mu quien preguntaba .

- Sí. No. Hades no confía en ningún caballero de esta orden y mucho menos en su reencarnación que se negó a servirle.

- Como has llegado más tarde Shun no sabes que hoy en la mañana Hermes, mensajeros de los dioses me ha dicho que el gran Zeus quiere instaurar un nuevo orden, no me ha dicho de forma clara que quiere hacer a la humanidad, no ha dicho nada de destrucción, pero su solicitud de que yo no intervenga deja entre ver que no es nada bueno para ella. Así que cuando tú has llegado con el espectro con ese mensaje, no puedo negar que después de la sorpresa me he alegrado un poco, de ver que no voy a estar sola pero no puedo olvidar los dos mil años de hostilidades entre nosotros lo que me hace suponer que tiene más en contra de mi padre que contra mí y la humanidad. ¿Qué opinas de esto¿podemos confiar en él?

- Así que Zeus ya se ha descubierto ante ti, más pronto de lo que cabía esperar. Eso significa que está todo muy avanzado. No sabía nada mi señora. Yo no soy quien para opinar. Pero ruego a mi señora que tenga en consideración esta posible alianza. Sería una ocasión para que hubiera paz en un futuro, aunque sea una alianza para la guerra – y añadió. - Respecto a la confianza me atrevo a pensar que ... Podemos confiar en él. Tienes razón Atenea está tan enfadado con Zeus que se ha olvidado que no te soporta. Creo que podríamos intentarlo. Aunque es una posibilidad que se ha de tener en cuenta que la alianza se rompa cuando la batalla con Zeus terminé.

- ¿ Hay algo más verdad? – es la primera vez que Shaka, caballero de Virgo y consejero del Patriarca tomaba la palabra.- Algo que tú sabes y no quieres decirnos. Algo que él te ha confiado.

El joven caballero adopta una expresión de sorpresa, teme que este hombre que es el hombre más próximo a un dios haya podido leer en su interior, o peor haya leído en sus miedos e inseguridades. Así que habría que decir algo más y sabía hacerlo bien tal vez la diosa le podría contestar alguna pregunta.

- Hades me pidio que no dijera nada de esto. Vamos tú puedes hacerlo, llévala donde tu quieres.

- ¿Qué es Shun? Dímelo ahora mismo- la diosa se levanto de su trono parecía un poco disgustada.- Sabes que lo que aquí estamos tratando es algo muy grave y no puedes ocultarme cosas. ¡Soy tu diosa!

Los tres la miraron un poco sorprendidos, jamás habían visto esta faceta de Atenea. Tal vez Shaka tendría que haber formulado la pregunta a los dos y no únicamente al caballero.

- Creo que es algo que tiene que ver con el pasado. Algo con que el poder absoluto ha corrompido del todo a Zeus. Ahora es el momento. Un crimen que se cometió en el pasado, algo tan abominable de lo que no puede ni siquiera hablarse.

- Nuestros aliados, Guardianes de ...- Atenea apenas susurró las palabras como sino fuera conciente de que eran dichas como un acto reflejo se tapó la boca.

- ¿Habéis dicho algo mi señora? Por favor, di como se llamaba mi pueblo. Necesito saberlo - dijo Shun con su cara de inocencia.

- Nada Shun, son divagaciones. Te agradezco tu sinceridad, mañana tendrás mi respuesta. Ve a descansar. Todos necesitamos descansar- salió de la instancia ante el asombró de los demás.

- Gracias Shun, puedes retirarte- dijo Mu.

El joven no dudo ni dos segundos en cumplir la orden, hizo una reverencia a los patriarcas y salió por la puerta de madera de olivo.

- Felicítate Shun, todo ha ido bien. Ya obtendrás las repuesta más adelante.

Levanta la vista esperando encontrarse con los caballeros que le habían acompañado, pero no, delante de él se encuentra con su amigo, vistiendo ropa como la gente corriente, sin la armadura dorada que vio a su llegada.

- Hola Shun. Ha pasado mucho tiempo.

- Hola Seiya¿cómo van las cosas?

- Como siempre- el caballero de Sagitario miró a su alrededor, no había nadie.- Por que no vamos a dar una vuelta a Atenas conozco un restaurante cerca de aquí donde sirven la mejor musaka de toda Grecia.

- Suena bien, ya tenía un poco de hambre.

Sí,Seiya es su mejor amigo, todo el mundo piensa que con él que siente más cercano es Hyoga, pero no, es Seiya, se conocen desde hace mucho, después de todo son los pequeños del grupo y no es de conocimiento general que son confidentes de muchas cosas. En las batallas estuvieron codo con codo. Quien estuvo a su lado cuando ocurrió la tragedia en la isla de Andrómeda, la segunda tragedia para ser más exactos, ahora la vida resulta imposible allí, nadie sabe lo que paso, pero todos su habitantes murieron.

Seguramente resultaría muy difícil mentirle a Seiya, al contrario de lo que cree mucha gente el caballero de Sagitario se percata de todo, aunque prefiere hacerse el desentendido en la mayoría de los casos. Según él porque vive más feliz, lo cual es falso pues fue Seiya quien le enseñó a mentir.


Acostada en su cama, la princesa Hilda de Polaris descansaba después de las audiencias del día, cada día le costaba más estar despierta solo quería volver a sus sueños donde se encontraba con él, con su amante muerto. Le costó mucho superar la muerte de sus guerreros divinos, aunque todo el mundo le decía que no era así no podía dejar de sentirse culpable, si ella hubiera sido más fuerte, sino se hubiera dejado dominar por el Anillo de los Nibelungos, todas aquellas muertes y aquellos sufrimientos no hubieran sido necesarios. Estarían vivos y probablemente felices, aunque eso nunca lo sabrá.

Hace unos meses cuando creía que había conseguido superarlo un poco, por primera vez en años los guerreros divinos se fueron presentando en sus sueños, sin recriminaciones. Pero ella volvió a caer en su sentimiento de culpabilidad, en especial cuando veía a Siegreif, y en las últimas semanas se presentaba con más frecuencias, haciéndole sentir lo que habría sido posiblemente su vida si aquello que la mortificaba no hubiera sucedido nunca.

- Mi hermosa princesa Hilda.

Ella se sobresalto en su cama, aquella era la voz de su amante que le visitaba en sueños, pero ahora no estaba soñando, está despierta. Busca por la habitación el origen de esa voz y al lado de la puerta hay una figura traslúcida, con la forma igual que hacía ocho años.

- Siegreif- susurró Hilda incapaz de mover un solo músculo de su cuerpo.

- No tengo mucho tiempo. Ragnarok, ha empezado, pero no tiene nada que ver con el de las escrituras antiguas.

- ¡Por Odín, no es cierto lo que me dices!- se levantó en su cama dirigiéndose al fantasma del guerrero divino. - ¿Por qué no me lo has dicho antes?

- Porque no he podido mi señora, Zeus no me ha permitido acercarme a vos. Pues es él quien os visita en vuestros sueños y no yo, siempre es él. Ningún guerrero divino ha podido acercarse nunca. El rey de los dioses olímpicos lo ha hecho para que no os dierais cuenta de lo que pasaba en la Tierra, porque Odín ya no os responde en vuestras llamadas.

El horror se refleja en el rostro de la representante de Odín en la tierra. Alguien se ha vuelto a burlar de ella, otro dios olímpico la ha utilizado para algún propósito, el de no cumplir correctamente con su función de sacerdotisa.

- Los dioses nórdicos no pueden ayudaros mi princesa, están encerrados en el Valhalla por obra de Zeus, sólo yo he podido salir para avisaros del terrible peligro que se cierne sobre los humanos, sobre nuestro pueblo, debéis ayudar a Atenea.

- ¿Cómo?

- La armadura y los zafiros de Odín os darán la respuesta. Mi hermosa Hilda, tengo que irme.

- ¡No por favor, espera!- no puede evitar que las lágrimas salgan de sus ojos.

- Ahora que estoy muerto puedo deciros esto; recordar Hilda que no hay nada que perdonar, todos sabíamos que ese era nuestro deber, lo único que lamentamos es no estar a vuestro lado en está batalla. Y que siempre os amaré – con estas últimas palabras el fantasma desapareció.

Hilda de Polaris, no sabe cuanto tiempo estuvo llorando. Pero cuando dejo de hacerlo su rostro ya no mostró ningún síntoma de tristeza sino una furia que prometía ser recordaba.

- ¡Maldito seas Zeus! Tal vez sea humana, pero vas a pagarme esta afrenta.


La paciencia no era su fuerte, la espera tampoco. Por eso se decía una y otra vez que se tranquilizará, lo cual no servía de mucho. De hecho no servía de nada, pero el que su padre le hubiera amenazado con echarle al Tártaro si se le ocurría la brillante idea de desobedecerle, se obligaba a tener paciencia. Aunque deseará en esos instantes ir al Santuario a rebanarle el cuello a Atenea y esos caballeros que le derrotaron, bueno que le echaron. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces había perdido ante su hermanita, la fabulosa grandiosa diosa de la sabiduría. En esta ocasión estaba seguro de vencer, había cambiado de técnica, había ideado una estrategia. Sin embargo, había vuelto a sucumbir. Pero había aprendido la lección, la próxima vez no delegues has el trabajo tú mismo.

Así que, cuando su querido padre le dijera encárgate de Atenea y sus caballeros, él los mataría uno a uno, de forma lenta y dolorosa, y sería extremadamente concienzudo con el Pegaso y su hermana. Sólo pensarlo le provoca la más grande de las alegrías.

- Otra vez pensando en como matar a Atenea- la voz pícara de Hermes le saco de su deleite.

- ¡Por qué no vas a molestar a otro, Hermes!- dijo el dios de pesada y oscura armadura.

- Quería tomarme un descanso Ares, además estoy aburrido de buscar a los demás dioses.

- ¿Todavía no has encontrado a Afrodita?

- No, ni a Hefesto, ni a Hécate, ni Démeter, ni a Dionisio.

- Esos no son necesarios. No sé para que nos pueden servir, no son necesarios, ni siquiera Hécate es una de nosotros.

- A diferencia de ti, Ares, yo llevo a cabo las órdenes dadas y soy un hijo obediente que cumple con lo que se le manda- la risa de Hermes parecía que iba a reventar los tímpanos de Ares, al tiempo que se marchaba para proseguir su tarea.

- Ríe hermanito, un día no muy lejano pasaremos cuentas. Y ahora volvamos a pensamientos más felices, matanzas, guerras, en especial los conflictos bélicos en África. ¡Oh sí, me encanta! No pensemos en esas malditas ONGs que me impiden sumar muertos - miró su espada que descansaba a escasos metro de él . - Tengo que encargarme de ellas. Eso haré, seguro que será muy divertido.


Llevaban media hora hablando de los últimos acontecimientos que habían compartido, de eso ya hacía casi un año, en la boda de su amigo. Fue en la única ocasión que Shiryu dejó ver su nerviosismo, y sobretodo no poder controlarlo.

- Tenías razón Seiya, está es la mejor musaka del mundo- dijo Shun quien degustaba cada bocado.

- ¿Has vuelto a ver a Sorrento?- la pregunta tomó al otro joven por sorpresa.

- No desde que rompí con él hace ya año y medio, a veces me llama, otras me envía emails... No quiero hacerle sufrir, lo mejor era acabar con esa situación antes de que le hiciera daño y que la relación se mantenga terminada- tomó un sorbo de vino.

- Nunca he entendido por qué no le has dado una oportunidad a Hyoga.

- Seiya, ya hemos hablado de ese tema en demasiado ocasiones. Yo no le amo, como no amaba a Sorrento.

- Podrías haberlo intentado al menos. Seguro que con el tiempo, tal vez...

- Tal vez nada Seiya. Yo no les amo, les quiero, sobretodo a Hyoga y por eso no pienso fingir, darle esperanzas de algo que jamás va a pasar. Además él ahora está casado y tienen una hija. El tema de Hyoga está cerrado.

- ¿Quién es?

- No entiendo a quien te refieres – dejó los cubierto en el plato, ya había terminado de comer.

- ¿ A quien amas Shun? Porque debe haber alguien, si estás tan seguro que no puedes amar a Hyoga o a Sorrento. Dime quien es el afortunado, porque supongo que es afortunado, me sorprendería un poco que fuera afortunada.

- Mejor cambiemos de tema¿qué tal te va con la deidad?- era una de las formas como se refería a Atenea en presencia de Seiya.

- Eso ya te lo contesté antes y dije: "como siempre". Y yo si estoy aburrido de contarte de mi relación imposible e improbable, que jamás se producirá, porque avanzo al mismo tiempo que retrocedo. Por suerte la mayoría lo ven como extrema devoción, siho creo que me sentiría más mal. Fin. Volvamos a lo de antes – hizo una señal al camarero. Éste se acercó a la mesa tomo nota del pedido, los postres.

- Digamos que lo nuestro es un poco difícil- comentó Shun.

- ¿Por qué?

- Nada importante, sólo es que ha intentado matarme, contigo lo consiguió. Pero antes empleó mi cuerpo como un traje. Ha intentado destruir la humanidad desde hace unos dos mil quinientos años, seguramente más. Y se llama Hades. Por cierto, me he casado con él en dos ocasiones, pero eso eran reencarnaciones del pasado, de las cuales por cierto tengo sensaciones – pensó Shun pero se convenció que Seiya se atragantaría con esa tarta de chocolate. Entonces dijo – Tenemos ciertas complicaciones en nuestras vidas y prioridades que no parecen ser compatibles. Aparte de que es un poco celoso y posesivo. Por lo que recuerdo.

- ¿Y don celoso y posesivo tiene nombre?

- Búscale otro nombre que no sea ese- el caballero de Andrómeda esperaba que la conversación se terminara.

- Debe ser alguien que conozco o que puedo encontrar fácilmente, porque ni siquiera me dices su nombre de pila. Esta tarta de chocolate está buenísima, voy a pedir otro trozo. ¡Camarero!

Suponía que ahora vendría la segunda parte de la noche, en realidad sería una continuación de la anterior conversación aunque Seiya no se lo imaginaba ni por casualidad. Hades. El joven caballero optó por lo que hizo Atenea, decir las cosas justas y necesarias, además de alguna mentira, o mejor dicho disfrazar la verdad un poco. El día que sepa la verdad, está convencido que Seiya no va a hablarle en una temporada larga, o algo peor, le haría preguntas que se vería obligado a responder y a soportar los reproches.

- Seiya, creo que esta batalla no tiene nada que ver con las que hemos luchado en el pasado- dijo Shun de regresó al Santuario.

- Seguro que saldremos victoriosos como siempre. No es la primera vez que nos enfrentamos a los dioses. Ya derrotamos a Ares, a Eris, a Poseidón y Hades. De acuerdo que hemos tenido algunas bajas, no lo niego y que algo nuestro ha sido destruido en cada combate. Cada uno de nosotros mira de recuperarlo de alguna manera.

- Amigo mío, te aseguro que esta vez es diferente. No es una guerra entre dos dioses y sus protectores, es una guerra entre los dioses. Es una guerra entre hermanos, entre padres, madres e hijos. Es una guerra a muerte. Muchos dioses pueden desaparecer. Sea cual sea el resultado todo va a cambiar.

- ¿Tan grave es?

- Sí. Hades es cinco veces más fuerte que antes y estoy seguro que va a ser más poderoso, aún no hemos visto de lo que es capaz de hacer. Seguramente ya habrá conseguido alguna alianza con Poseidón. Sí, Seiya me encantaría decirte que el dios de los mares o al menos una parte de él se ha fusionado con Julián Solo, ahora son uno. Y Atenea aún no se ha dado cuenta – y añadió - Por lo que he podido ver, escuchar y suponer, hace mucho tiempo que Zeus planea esto. En Africa he oído los susurros, algo incita a los hombres a luchar, a matarse los unos a los otros y te aseguro que es un dios, hasta ahora solo hacía conjeturas sobre ello pero ante los recientes acontecimientos, ya no tengo duda.

- Solamente conozco a un dios olímpico que es capaz de hacer eso, pero lo vencimos.

- No Seiya, expulsamos a Ares del Santuario, pero no le vencimos.

- ¡Mierda! Detestó pensar estas cosas, prefiero no hacerlo, vivo mejor y más tranquilo- Seiya consiguió que Shun riera, hacía tiempo que no oía la risa cristalina de su amigo.

- Buenas noches, Seiya – se despidió entre risas Shun.

- Sabes donde tienes que ir a dormir.

- Donde siempre cuando estoy aquí con los caballeros de bronce, con los niños. Espero que ya estén durmiendo, no tengo ganas de contar historias en estos momento.

- ¡Qué descanses Shun!

El caballero de Andrómeda camino tranquilamente hacia donde estaba el edificio reservado para los del rango de bronce, si bien es cierto que Shun es uno de los caballeros de la orden más poderoso y se habían oído voces de que debería compartir otra estancia, a él nunca le molesto donde dormir, con tal de estar tranquilo.

Sintió como una sombra le seguía y sonrió, en realidad la había sentido durante la cena, apenas una leve percepción, que paso desapercibida para su amigo, pero no para él. Le conocía demasiado bien, había sido su guardián en varias ocasiones, cosa que le molestaba. Y le había hecho jurar que no diría nada de lo que viera o hiciera cuando tenía esta tarea, la de protegerle.

- Me puedes explicar como te has librado de la presencia de Kanon y Hyoga, Radamanthys- exigió Shun a la sombra.

- Sencillo, esconder la energía y las ilusiones se han convertido en mi pasatiempo predilecto, pero no se lo comente a Hipnos, mi señor, sino me quedaré sin diversiones- contestó el espectro.

- ¡Claro que no! Siempre y cuando no comentes nada de mi conversación con Seiya a nadie, ni siquiera a Hades – la mirada dulce cambió a una fría, el juez Radamanthys no dijo nada pero implícitamente aquello significaba un sí.

Entró en el edificio, el guardián saludo con una inclinación, estaba ante el caballero de Andrómeda conocido por su piedad, su bondad, su poder y por su belleza interior y exterior, pero sólo se percato de la presencia de una persona, del caballero de bronce. Avanzaron los dos hacia la estancia que ocuparía Shun, pero a mitad de camino ambos se detuvieron.

- Será mejor que vuelvas a donde se supone que debes estar. Yo me encargaré de Acuario- dicho esto el espectro desapareció y Shun prosiguió su camino hacia su cuarto, el último a la derecha y como suponía seguía sin tener vecinos en los otros cuartos contiguos.

Se detuvo ante la puerta, respiró profundamente y la abrió. La decoración de la habitación seguía siendo igual de austera que siempre, un camastro, una mesa, una silla y un mueble para guardar algo de ropa, todo ello le recordaba a su época de entrenamientos en la isla de Andrómeda.

Apoyado contra la ventana iluminado por la luna y las estrellas, estaba él con sus ojos azul claro y cabello dorado, la persona que quería como a un hermano, la persona que salvo su vida en varias ocasiones, la persona que no podía corresponder sus sentimientos, el señor de los hielos, el único que queda hasta que tome algún aprendiz. Hyoga de Acuario, aunque para él siempre será del Cisne. Porque así es Hyoga, un cisne de hielo con un corazón humano, majestuoso y elegante, también mortal y sin piedad como el frió de los hielos árticos donde se entrenó, conocedor de la muerte fría y eterna.

- Tenía ganas de hablar contigo, de oír tu voz.

- Yo también quería hablar contigo, Hyoga.

- Fui a buscarte, después que encerrásemos en una cómoda habitación a ese maldito juez del inframundo. Pero te habías marchado, supuso que estarías con Seiya.

- Sí, no te equivocas. Fuimos a comer musaka, muy buena por cierto. ¿Cómo está tu hija?

- Hermosa, cada día crece más. Es muy buena, apenas llora y duerme toda las noches, tienes que venir a verla, cuando... cuando esto termine o acaso volverás a alguna parte de África – dijo esto último en un tono un poco molesto.

- Por supuesto que iré a verla, al igual que a Flareng¿ella se encuentra bien?- dijo Shun sentándose en la cama.

- Sí, ella está muy bien. Siempre irradia felicidad, está muy feliz de ser madre- Hyoga se sentó junto a él en la cama. – Yo soy feliz de tener a mi hija, pero sería plenamente feliz si...

- No, Hyoga ya lo hemos hablado tantas veces que nos hemos quedado sin saliva- interrumpió Shun. – Disfruta de lo que tienes y no de lo que no tienes, o mejor dicho lo que no puedes tener.

A Shun le dolía ver la mirada dolida de su amigo, pero no podía permitir que Hyoga tuviera esperanza alguna con él. No quería hacerle más daño del que fuera necesario. La mano del más mayor acarició su pelo, peinándoselo.

- Parece que es definitivo que vas a llevar el pelo corto- la mano de Hyoga se atrevió un poco más acariciando su rostro.

- Será mejor que te vayas - atrapando la mano grande entre la suya más fina, apartándola de su rostro. Acción que aprovechó el caballero de acuario, para llevársela a los labios y besarla- ¡por favor, Hyoga! No lo hagas más difícil.

El rubio se levantó, dirigiéndose a la puerta que permanecía abierta desde que había entrado Shun. Antes de irse pronunció lo Shun temía.

- Yo sé que tú no me amas, pero yo nunca he podido dejar de amarte desde el primer momento que te vi en la mansión cuando éramos niños, aunque en ese momento no lo sabía. Da igual el tiempo que pase y la distancia que haya o que tú ... o que tú ames a otra persona, yo siempre te amaré. Siempre.

La puerta se cerró, Shun se recostó en la cama y no pudo evitar que las lágrimas se le escaparán de sus ojos.

- Lo siento Hyoga, de verdad que lo siento mucho.

Al otro lado de la puerta, una solitaria lágrima bajaba por su rostro del frió caballero de Acuario.


Nota de la autora: muchas gracias por leer y perdón por la tardanza.

Quiero agradecer de todo corazón aquellas personas que me han dejado un comentario y que me ayudan a mejorar y corregir errores.