Los personajes de Ranma no me pertenecen, escribo esta historia sin ánimo de lucro y por el mero hecho de entretener
Lost in my memories
Capítulo 5
Aún no había amanecido en Shanghai pero Ranma llevaba levantado desde la madrugada, hacía mucho tiempo que no conseguía dormir una noche del tirón, a excepción de cuando se tomaba la dichosa pastillita, la cual decidió abandonar casi de inmediato. Ya había hecho ejercicio, había tomado una larga ducha, se había preparado la comida y limpiado a fondo, lo prefería a las horribles pesadillas que tenía noche tras noche. Se levantó de la silla tras tomar el último sorbo de su taza de té. Decidió que ya no iba a esperar más para ir al cuartel, así aprovecharía para continuar mirando los informes recientes que parecían interminables junto con mil pendientes más. Además, hoy recibiría la llamada del Dr Tofu para seguir con las sesiones. ¿Cuándo acabaría todo aquello? Estaba verdaderamente harto de todo ese asunto, aunque en el fondo sabía que él jamás podría finalizarlo.
―Bu-buenos días, coronel… ―El suboficial Ming se puso inmediatamente en pie en cuanto vio a Ranma entrar por la puerta, junto con otros oficiales que estaban por terminar el turno de noche. Ranma inclinó levemente la cabeza en señal de saludo y entró a su despacho.
―¿Ya es hora del cambio de turno? ―preguntó el alférez Kirin que se había incorporado como un resorte a la par que sus compañeros cuando vio entrar a su superior.
―Aún faltan dos horas ―contestó Ming―. ¿Es que este hombre no duerme?
Suyin, una de las secretarias del ejército, se levantó de su silla, se atusó la falda y el cabello y se dirigió al despacho de Ranma con una sonrisa nerviosa.
―¿Se puede ser más descarada? ―le dijo Lychee, una chica de pelirroja de cabello rizado que ostentaba el rango de teniente a Kirin, del cual estaba profundamente enamorada en secreto, o al menos ella lo creía así porque era más bien un secreto a voces.
―Desde que llegó a todas se os caen las bragas con él, no sé qué le veis ―respondió el susodicho despectivamente.
―A mí no me ha pasado eso que dices… ―miró a Kirin de reojo.
―Y todos sabemos el porqué ―intervino Ming haciendo que los demás compañeros estallaran a carcajadas y sonrojando a Lychee, la cual se excusó diciendo que iba al baño para poder huir de allí.
Suyin golpeó dos veces la puerta del despacho de Ranma y abrió cuando escuchó que le dieron permiso desde el otro lado ―Buenos días coronel Saotome… ¿le apetece que le prepare el té ahora o más tarde? ―preguntó con las mejillas encendidas.
―Acabo de tomarme uno en casa, tráigalo antes de que acabe su turno, gracias ―respondió con la mirada fija en los informes.
―Así será coronel… ―La chica hizo una reverencia y salió cerrando la puerta.
A las 7 de la mañana, Ranma se tomaba su segundo té del día a pesar de que el Dr Tofu le hubiera prohibido cualquier estimulante. Miró la hora, en treinta minutos aproximadamente recibiría la llamada de su psiquiatra desde Japón. Se levantó para estirar un poco las piernas y decidió comprobar si Hibiki había llegado, necesitaba un dossier adjunto a un caso que estaba revisando y no lo encontraba por ningún sitio, escuchó mucho alboroto fuera y decidió salir a poner orden. Cuando abrió la puerta de su despacho se encontró al capitán Hibiki siendo el centro de atención de todos sus compañeros.
―¿No deberían estar trabajando? En una hora tienen instrucción y quiero esos informes sobre mi mesa antes de que se vayan.
En un abrir y cerrar de ojos todos volvieron a sus respectivas mesas, quedando el capitán solo en mitad de la sala. Ranma enarcó una ceja, comprendió en ese instante el porqué del revuelo que se había formado alrededor de Hibiki ―Capitán, ¿puede pasar a mi despacho? ―Era más bien una orden, no una petición. Ranma caminó de regreso a su mesa.
―Sí, mi coronel ―Ryoga resopló y se dirigió al despacho de Ranma, después de la mala noche que había pasado lo que menos le apetecía era un sermón a primera hora de la mañana.
―¿Y bien? ―Ranma se recostó en su sillón y entrelazó los dedos.
―Bueno… ¿se acuerda del local por el que tuvimos que pasar aquella vez? El de mi amigo ―Esperó la respuesta de Ranma pero solo encontró su silencio, el cual significaba que quería que continuara relatando por qué aparecía con el ojo morado y el labio hinchado―. Ayer me encontraba estresado de más y decidí participar en una de las peleas, eso es todo. No volverá a ocurrir.
El silencio de Ranma hacía sentir a Ryoga extremadamente incómodo hasta que finalmente se pronunció: ―¿Cuál fue el resultado de la pelea? Porque viendo sus heridas me da que pensar que no le fue como esperaba —esbozó una ligera sonrisa.
Ryoga esperaba cualquier tipo de respuesta excepto esa, la cual le sorprendió y le hirió en su orgullo al mismo tiempo, sobre todo por la risita de autosuficiencia que la acompañaba ―Me pilló con la guardia baja, es obvio que debo entrenar más.
―Si no quiere acabar muerto en el campo de batalla así debería ser. Puede retirarse y vaya a enfermería a que le curen debidamente, va a necesitar puntos en la ceja.
―Sí… coronel ―contestó apretando los dientes.
―Ah, cuando regrese búsqueme el dossier adjunto al informe Nekonron, tengo una reunión con el general Zhào y lo necesito. ―Le dio un sorbo a su té medio helado y continuó con el papeleo.
Ryoga salió del despacho hecho una furia, bastante humillado se sintió el día anterior al comprobar que no era capaz de frenar los ataques de Taro como para tener que soportar la burla de parte del coronel de repuesto. Si no llega a ser porque Mousse apareció en ese instante a saber cómo hubiera acabado. Encontraría la manera de quitarse de en medio a esa rata callejera. Tenía los medios pero, estando Ranma allí, no quería mover ficha. El poco tiempo que llevaba conociéndolo era más que suficiente para saber que era demasiado perspicaz y que, aunque no parecía haberle dado más importancia al Black Ahiru, estaba convencido de que lo tenía en su punto de mira.
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Taro intentaba abrir los párpados pero le pesaban como un quintal cada uno, se debatía entre levantarse ya o darse la vuelta y continuar durmiendo. Estiró el brazo buscando a Akane pero solo encontró el vacío, eso lo hizo reaccionar. Se sentó y miró alrededor del refugio pero no había señales de ella, ni siquiera su futón estaba allí, al lado del suyo como siempre. Se llevó las manos a la cabeza, que sentía como si fuera a estallarle, ¿qué había hecho? Decidió que saldría a buscarla pero antes de incorporarse oyó que alguien entraba.
―Akane… ―le llamó la atención.
La chica dio un respingo al escuchar su nombre, se giró y sonrió forzadamente ―Bu-buenos días…
Él la observó durante unos instantes antes de hablar, estaba incómoda y esquiva, se lo notaba, la conocía demasiado bien. Seguramente era lo normal, ellos habían cambiado esa noche completamente su relación. Ya no era su hermana pequeña, la había hecho su mujer. Ella debía de estar nerviosa por aquello, había sido su primera vez. Se levantó, aún estaba desnudo, Akane desvió la mirada inmediatamente.
―¿Dónde estabas? ―preguntó cuando llegó a su altura, la chica seguía mirando hacia otro lado totalmente colorada.
―Y-yo he ido a lavar mi futón… es que… bueno… estaba manchado de sangre…
Taro abrió los ojos al darse cuenta de lo que eso implicaba ―¿Te hice daño? ― Cuando Akane sintió que le tocaba el brazo, retiró el contacto por acto reflejo. Para Taro ese rechazo fue como si mil cuchillas afiladas le estuvieran atravesando el pecho todas a la vez. Se dio la vuelta y se puso un pantalón, en ese instante comprobó que él también tenía restregones de sangre seca alrededor de su miembro ―Maldita sea… ―murmuró. Se giró buscando de nuevo a la joven―. Lo siento… la primera vez es normal que te haya dolido, verás como luego…
―V-voy a curarte las heridas… ¿Me cuentas lo que pasó cuando me fui? ―La morena le hablaba sin mirarle.
Lo había arruinado todo, la mejor noche de su vida pero ahora de qué le servía, cuando la chica que amaba apenas podía mirarlo a la cara. Pero ella se entregó a él voluntariamente, entonces, ¿por qué le rehuía? Ninguna mujer lo había despreciado jamás pero Akane… Intentó apartar esas ideas de su mente, seguro que ella necesitaba más tiempo para asimilar todo, le era algo completamente nuevo y desconocido. Sólo era un mal comienzo pero con el tiempo las cosas mejorarían, Decidió actuar como si aquello realmente no le afectara de la forma que lo estaba haciendo, así que caminó de nuevo en su dirección y se sentó. Akane puso su cara de concentración cuando curaba las heridas de Taro y éste comenzó a relatar lo ocurrido.
―Ese Hibiki es un cabrón con demasiada suerte, apenas estaba calentando con él cuando apareció Mousse con uno de los gorilas de la entrada, entre los dos consiguieron separarnos… Te juro que si hubieran llegado cinco minutos más tarde hoy estarían en el velatorio de ese malnacido.
Akane tragó en seco, Ryoga se merecía una paliza pero no deseaba la muerte de nadie y menos por su culpa, aparte no quería que Taro sufriera las consecuencias. Todo había ocurrido por ser demasiado ingenua ―¿Y… Shampoo…? ―preguntó la chica de cabello corto de forma casi inaudible.
Taro frunció el ceño ―No quiero ni que la menciones, es por ella que te viste en esa situación. Aunque ya hablaremos largo y tendido de tu responsabilidad en este asunto. Ella… intentó protegerme de Mousse, suplicando que por favor no me hicieran nada, que asumiría toda la culpa ―La chica de ojos color avellana comenzó a temblar, intentó controlarse para que el castaño no se diera cuenta. Sí, Shampoo había hecho algo horrible, pero muy a su pesar seguía queriéndola y no deseaba que nada malo le ocurriese―. Mousse la golpeó duro durante un rato, delante de mí… Yo… me tenían retenido… ―apretó la mandíbula y miró hacia otro lado. Akane se tapó la boca con las manos y las lágrimas comenzaron a surcar por su pálido rostro, había llorado en silencio durante toda la noche y pensaba que ya no le quedaban más lágrimas por derramar pero todo aquello la superaba.
―¿E-e-está bien…? ―preguntó la chica con la voz temblorosa e hipando.
―Estaba viva cuando me fui, no creo que Mousse se deshaga de ella, pero de todas formas te debería de dar igual, se lo merece por traicionarte.
Akane negó con la cabeza y lo miró asustada ―Nadie merece eso…
Taro se quedó mirándola, ¿por qué a pesar de la vida que había llevado aún confiaba en la gente? ¿Es que no había aprendido nada? Decidió cambiar de tema porque, aunque sus palabras eran duras, una parte de él, una parte que odiaba, estaba preocupado por Shampoo.
―Mousse me prohibió regresar al Black Ahiru, ya no volveré a pelear allí.
―Tampoco querría que volvieras a ese sitio ―respondió la chica secándose las lágrimas.
—Pues las peleas eran nuestra mayor fuente de ingresos, tendré que involucrarme más con Mao y su gente.
―O yo podría buscar trabajo, en el centro comercial hay muchos…
―¿¡Cuántas veces más tendremos que discutir esto!? ―bramó el luchador― ¡No quiero que vuelvas a sacar el tema!
Akane se quedó callada pero su mirada hablaba por ella misma, lo retó durante unos instantes donde ambos se miraban sin pronunciar palabra. Habían pasado demasiadas cosas en unas horas y no se sentía lo suficientemente fuerte para pelear con él pero algo tenía claro, si ella aportaba trayendo dinero alejaría a Taro de Mao. Era mayor de edad y empezaría a tomar sus propias decisiones, esperando que esta vez fueran las correctas.
―He conseguido un poco de leche y pan, voy a ir a ver si mi futón se ha secado ―dijo secamente.
Cuando Akane salió del refugio Taro se llevó las manos a la cabeza, lo único que estaba haciendo era arruinarlo todo pero no permitiría que ella saliera a buscar trabajo, él era el hombre y debía mantenerla y protegerla.
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Oscuridad, Shampoo no sabía si tenía los ojos abiertos o cerrados, intentó enfocar pero el resultado era el mismo, todo a su alrededor era negro. Le dolían hasta las pestañas, sus músculos estaban atrofiados por haberse mantenido en posición fetal toda la noche, intentando calentar su magullado cuerpo sobre el frío suelo. No sabía las horas que llevaba encerrada en esa minúscula habitación, si era de noche o ya había amanecido. A pesar del dolor físico eso no era lo que peor llevaba, jamás debería haber accedido a las amenazas de Mousse, jamás debería haber puesto en peligro a Akane. Afortunadamente llegaron a tiempo pero, aún así, los había perdido a ambos y eso la tenía rota por dentro. Ya no le quedaban lágrimas por derramar. Su castigo era leve para lo que ella se merecía por haberlos traicionado.
La puerta se abrió y la luz cegó a Shampoo, que se puso las manos delante de los ojos.
―¿Qué tal has pasado la noche, cariño? ―una fría y conocida voz le habló.
―Mousse… por favor…
El hombre se agachó, la agarró del cabello y la acercó a él ―Me desobedeciste… preferiste quedar bien con tu amante y al final lo has perdido porque no te volverá a mirar a la cara después de lo que le hiciste a su amorcito. Seguro que eso lo llevas peor que estar aquí encerrada. ―Mousse la soltó bruscamente y la chica retrocedió arrastrándose hasta dar con la pared. El hombre empujó una bandeja que contenía un vaso de agua y un mendrugo seco de pan―. Eres demasiado valiosa en el club pero puedo prescindir de ti unos días. Te quedarás aquí para que recapacites y medites a quién le debes lealtad pero solo te daré esta oportunidad, a la siguiente que me falles serás pasto de los gusanos, ¿hablé claro? ¡CONTESTA!
―Sí…
―Muy bien, que disfrutes de tu nueva habitación ―Se levantó y cerró la puerta, volviendo a sumir a la joven en una profunda oscuridad, ella volvió a encogerse sobre sí misma y sus fantasmas regresaron a atormentarla.
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Sin apenas darse cuenta había pasado un mes y parecía que el terrible frío invernal les estaba dando un descanso a los habitantes de Shanghai. La nieve que había cubierto la ciudad poco a poco estaba desapareciendo por los rayos de sol que asomaban tímidos durante algunas horas del día, aunque la noche seguía sin dar mucha tregua.
―Yan, ¿a dónde vamos? ―preguntó Akane a su amigo.
―He descubierto un nuevo supermercado que poca gente conoce aún y que trasladan los productos con fecha de caducidad próxima a unos contenedores más alejados, no los que ellos tienen al lado.
―¿En serio? ¿Y por qué harían tal cosa? ¿No quieren que gente como nosotros puedan recuperarlos? ―comentó indignada.
―Es posible, mira, es aquí, ya está llegando la furgoneta ―Yan sujetó a Akane de la muñeca y tiró de ella hacia abajo para esconderse detrás de un coche―. Sólo tardan 10 minutos y podremos acercarnos sin problemas.
―Te lo agradezco… desde que Taro no pelea nuestros ingresos han bajado muchísimo… y aparte de eso… él… «se gasta una gran parte en alcohol»―decidió omitir lo último, no quería preocupar a su amigo que la miraba fijamente.
―¿Todo bien? ―preguntó alertado por la interrupción de su amiga.
La chica sonrió ―Sí, todo bien y gracias a tu nuevo descubrimiento esta noche podremos darnos un festín.
―Eso espero. ―La furgoneta dio marcha atrás y se alejó―. Ahora, vamos.
Yan y Akane salieron de su escondite, ellos y unas cuantas personas más. Se acercaron y abrieron el contenedor.
―¡Te lo dije! ―El chico sacó dos bandejas de carne y se las enseñó victorioso a Akane. Se acercó una y la olió―. Mmmmm esto es todo un manjar. Huele. ―Acercó la bandeja de carne a la nariz de Akane que lo observaba divertida, pero en cuanto se aproximó a olerla tuvo que retirarse de inmediato, no pudiendo evitar dar una arcada.
―¿Estás seguro de que eso está en buen estado? ―preguntó con la mano cubriéndose la boca y con cara de asco.
Yan volvió a acercarse la bandeja haciendo hincapié en la fecha de caducidad antes de volver a olerla ―¿De qué hablas? Pero si huele que alimenta. ―Estiró el brazo para que Akane pudiera volver a oler la bandeja pero lo único que consiguió es que ella diera un paso atrás conteniendo una nueva arcada.
―A-aleja eso de mí…
Yan se acercó a Akane que se había sentado en el suelo ―¿Estás bien? Te has puesto blanca, pareces un fantasma.
La joven lo miró haciéndose la ofendida ―Gracias por lo de fantasma…
―¡No, no, no me malinterpretes! ―movió la cabeza y las manos con nerviosismo―. Sólo es porque me preocupo por ti… Llevas unos días algo extraña, parece que siempre estás cansada, tú nunca has dormido tanto y ahora esto.
―Estoy comiendo mucho menos, entre lo poco que tenemos y que todo me da asco… apenas pruebo bocado.
―Akane, debería verte un médico.
―No podemos permitirnos uno. Ayúdame a ponerme de pie ―La morena le ofreció la mano y Yan tiró de ella para levantarla. Tuvo que sujetarla porque un leve mareo casi la hace caer.
―Vamos a que te vea el Dr Wú ―dijo Yan con tono preocupado.
―¿Ese borracho del sector 5? No, gracias. Acabó ahí por culpa de la bebida y las drogas, lo perdió todo, su mujer, sus hijos, su licencia…
―Pero antes de eso era considerado uno de los mejores médicos de Shanghai.
―Disculpad que me meta, jóvenes ―Una anciana de cabello blanco y largo se acercó a la pareja de amigos―. No he podido evitar escuchar vuestra conversación, ¿me permites? ―Se acercó a Akane y comenzó a pasarle las manos alrededor del cuerpo, sin llegar a tocarla, con los ojos cerrados y murmurando algo para sí.
―¿Quién es usted? ―preguntó Akane.
La anciana cesó de murmurar y volvió a abrir sus enormes ojos negros ―Sólo alguien que quiere ayudaros. Jovencita… tienes la salud débil pero eso no es lo que te pasa, estás esperando un bebé, felicidades.
―¿Q-q-q-q-qué estoy…
―¡Akane! ¡Akane! ―Fue lo último que escuchó antes de desmayarse, la voz de Yan.
―Que coma bien y mímala mucho, se repondrá pronto ―Fue lo último que la anciana le dijo a Yan antes de darse la vuelta y alejarse de ellos.
―¡Oiga, oiga! ¡No se vaya! ¡Ayúdeme!
La gente comenzó a dispersarse sin reparar en el chico que sujetaba el cuerpo de su amiga, supo que nadie acudiría en su ayuda así que la cargó a sus espaldas y corrió lo que pudo hacia el sector 5 del gueto, en busca del Dr Wú.
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Taro llegó al refugio recién anochecía, sólo pasaba a cambiarse de ropa para volver a salir con Mao y su banda, esa noche tenían planeados varios golpes de los que seguro sacaría buena tajada. Quería comprarle algo bonito a Akane. Desde esa noche, ella había intentado actuar con normalidad pero se le notaba que seguía muy incómoda, Taro había hecho todo lo posible por acercarse a ella, deseaba volver a poseerla pero no quería forzar las cosas, sería paciente, llevaba esperándola años, podría esperar un poco más, aunque se le hacía tremendamente difícil. Cada vez soportaba menos la presencia de cualquier chico cerca de ella porque ahora la sentía como suya y eso hacía que tuvieran peleas constantemente, esas y cada vez que llegaba bebido. Pero no podía evitarlo, era la única manera de evadir el sentimiento de rechazo que sentía de la chica que amaba, ni siquiera estar con otras mujeres le calmaba esa angustia, la quería a ella.
―Akane, estoy en casa pero voy a volver a salir. ―No había nadie en el refugio y eso extrañó muchísimo a Taro― ¡Akane! ―Al volver a salir para ver si la chica se estaba bañando se topó con Yan, que traía un semblante preocupado― ¿Dónde está Akane…? — preguntó amenazante.
―L-la llevé a ver al Dr Wú, ella… ella se desmayó mientras recogíamos la comida…
Taro abrió los ojos de par en par ―¿Que se desmayó? ¿¡Y la has dejado allí sola!?
El joven negó con la cabeza asustado ―Shu está con ella.
El castaño corrió en dirección al sector 5, sabía cuál era la residencia de ese doctor, él y su historia eran muy conocidos en el gueto. Llegó casi sin aliento y entró sin llamar a la puerta.
―¡Akane!
―¿Qué modales son esos? ―dijo el Dr Wú volviéndose hacia Taro.
―Hola Taro… ―saludó Shu totalmente colorada cuando lo vio irrumpir en la estancia.
El castaño hizo caso omiso a las palabras del médico y de Shu y avanzó hacia la Akane, que justo en ese momento estaba incorporándose.
―¿Qué haces aquí? ―preguntó con un hilo de voz.
―¿¡Que qué hago aquí!? ¿¡Es cierto lo que me ha dicho Yan!? ¿¡Te has desmayado!?
La chica se sonrojó avergonzada por el espectáculo que estaba protagonizando Taro ―¿Podemos hablar en casa? ―Se acercó y lo tomó del brazo para sacarlo de allí.
―El señor Ling, ¿cierto? Por favor, le pido que no arme escándalo en mi casa ―intervino el doctor.
―¿¡Qué es lo que le pasa!? ¿¡Es algo grave!? ¡Respóndame!
―¡Taro, estoy bien! ¡Te lo explicaré luego! ―La morena de melena corta estaba empezando a ponerse extremadamente nerviosa.
―¡Está embarazada!
―¡Shu! ―La reprendió Akane.
Taro la miró con los ojos desorbitados ―¿E-es eso cierto? ―preguntó.
Akane bajó la cabeza, avergonzada ―¿Podemos hablar en casa… por favor?
―Eso será lo mejor, aquí ya no tienen nada que hacer, le pasaré la factura señor Ling. Ahora si me disculpan…
―¿Có-cómo…? ―Taro la cogió de la muñeca y la sacó de la casa del doctor.
―¡Me haces daño! ―La chica se soltó del agarre y se tocó la muñeca que le había apretado.
―¿Quién es el padre? ―preguntó siseando. Akane lo observó perpleja sin creerse las palabras que estaban saliendo de su boca.
―¿Qué estás insinuando? ―Frunció el ceño y lo encaró.
―No me dejas tocarte, sólo lo hemos hecho una vez, ¿y quieres que me crea que es mío? ¿¡Con quién has estado acostándote!?
―Akane, ¿estás bien? ―Yan acababa de llegar casi sin aliento, Taro era demasiado rápido y no pudo seguir su ritmo, el castaño giró la cabeza poniéndolo en su punto de mira y luego volvió a mirar a Akane.
―¿¡Es él!? ¿¡Te has estado acostando con él a mis espaldas!?
―Q-q-qué… ―tartamudeó Yan.
Akane no pudo aguantar más las terribles acusaciones de Taro, desde esa noche él se había vuelto demasiado posesivo, le debía muchísimo por todo lo que había hecho por ella pero jamás aguantaría que le faltase el respeto, así que le dio una fuerte bofetada. Taro no se esperaba esa reacción y se quedó congelado en el sitio. La chica sintió unas ganas horribles de llorar pero no pensaba hacerlo delante de él, así que se dio la vuelta y corrió de regreso al refugio.
―Akane y yo sólo somos amigos y si piensas así de ella es que no la conoces en absoluto, se te debería de caer la cara de vergüenza por tratarla así. Vámonos Shu. ―Yan no supo de dónde pudo sacar la fuerza para enfrentarse a Taro pero no iba a quedarse de brazos cruzados viendo cómo humillaba a su amiga de esa manera.
El castaño se quedó en la misma postura durante unos minutos, asimilando lo cabrón que acababa de ser, su frustración por no poder tenerla como él quería no justificaba lo miserable que había sido. Lo único que estaba consiguiendo era alejarlo de él.
Una vez que reaccionó salió corriendo rezando porque ella hubiera ido directa a casa. Cuando por fin llegó pudo dejar escapar el aire al verla acostada de lado en su futón. El castaño se acercó y se tumbó detrás de ella, abrazándola, Akane se quedó rígida, desde esa noche no podía soportar que Taro la tocase, no tenía fuerzas para hablar con él, no quería ni verlo. Primero debía asimilar la noticia, ¿cómo iba a tener un bebé? ¿Cómo lo iban a criar? Si apenas podían mantenerse ellos dos.
―Lo siento… Lo siento tanto… ―Taro le besó la coronilla esperando alguna respuesta de Akane, la cuál no llegó. Lo esperaba, ella tenía un corazón que no le cabía en el pecho pero también era tremendamente orgullosa―. Akane, perdóname… no creo lo que te dije sólo que me cegaron los celos… Solo pensar que te vayas con otro, que te entregues a otro hombre que no sea yo me llena de ira. Te quiero demasiado y estoy muy feliz de que vayamos a ser padres. ―Le acarició el vientre y la chica continuó estática y sin abrir la boca, Taro resopló, la conocía demasiado bien para saber que en esos momentos era imposible tratar con ella. Le volvió a besar la cabeza―. Lo arreglaré, no nos va a faltar de nada, yo os cuidaré a ti y al bebé, te lo prometo… ―Después de decir eso se levantó y volvió a salir.
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No podía creer que estuviera de nuevo allí pero después de meditarlo no encontró una mejor opción, ahora más que nunca necesitaba el dinero y sólo había un sitio dónde podía ganarlo fácil y rápido.
―Vengo a hablar con Mousse ―dijo Taro al gorila de la puerta.
El robusto hombre se cruzó de brazos delante de él ―El señor Tzu me ordenó que no te dejara pasar, Ling.
―A ver cómo te lo explico, voy a pasar por las buenas o por las malas, ¿estás seguro de que quieres enfrentarte a mí?
El hombre tragó en seco, sabía que no era rival para Taro y no le apetecía que le rompiera los huesos, así que se echó a un lado y le dejó pasar. Sin siquiera mirarlo, el artista marcial entró y caminó directo al despacho de Mousse.
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Taro regresó al refugio de madrugada, se acercó a Akane, ella fingía dormir pero él sabía que no lo estaba. Se sentó a su lado ―Vengo del Black Ahiru, he hablado con Mousse y me va a permitir volver a pelear…
Akane se giró y se sentó, Taro sonrió de medio lado, la conocía tan bien… ―¿Por qué has vuelto allí?
―No sirvo para nada, sólo soy bueno peleando, ahora necesitamos dinero, dentro de unos meses seremos una boca más. Tengo que cuidaros, es mi responsabilidad.
―No me hace ninguna gracia, no me fío de Mousse y mucho menos de Ryoga… Seguro que es una trampa. ¿Cómo te han dejado volver?
―Bueno… hemos negociado y llegado a un acuerdo ―Desvió levemente la mirada, Akane se dio cuenta, sabía que le estaba mintiendo. Taro no podía decirle que había pasado la mayor humillación de su vida, teniendo casi que suplicar por su regreso al hombre que desearía ver muerto.
Akane suspiró, cuando él decidía algo no daba marcha atrás, tampoco tenía una mejor idea de lo que debían de hacer ahora y no pensaba sacar el tema del trabajo, aunque ahora sí lo tendría difícil para que alguien le diera una oportunidad laboral ―¿H-has visto a…?
―Sí.
Akane exhaló y cerró los ojos, llevaba un mes con el estómago cerrado pensando si Shampoo estaría bien.
―No he hablado con ella pero sé que me ha visto.
―Sólo con saber que se encuentra bien me quedo más tranquila. ¿Este viernes peleas?
Taro asintió y sonrió al ver la cara de preocupación de Akane ―No pongas esa cara, estoy en plena forma. Y ahora descansa, debes de estar exhausta.
La chica bostezó dándole la razón, volvió a recostarse y se quedó dormida enseguida. Taro se levantó y sacó una botella de baijiu, un aguardiente que tenía entre 40 y 60 grados de alcohol, que tenía escondida, necesitaba tranquilizarse y no conocía mejor manera.
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Ranma abrió los ojos de golpe y miró a su alrededor totalmente desorientado, tardó unos instantes en recordar que se encontraba en casa, concretamente en su habitación. La luna llena inundaba su dormitorio con una luz tan brillante que le hizo pensar que ya había amanecido. ¿Qué hacía de pie? Miró la hora del reloj que tenía en la mesita de noche, apenas pasaban las dos de la madrugada. Se revolvió los cabellos y se acercó a la ventana, abriéndola con premura y sacando medio cuerpo a la intemperie. Inhaló fuertemente dejando entrar a sus pulmones el frío aire invernal de la ciudad.
Notó algo de escozor en los nudillos y comprobó que estaban ensangrentados —Maldita sea… —murmuró. Volvió a echar un vistazo al lugar y notó un desconchón en la pared con restos de sangre. De nuevo había vuelto a pasar. No era la primera vez ni sería la última. Era su castigo por haber sobrevivido a sus compañeros.
Abrió el cajón con manos temblorosas, buscó desesperado el bote de clonazepam que tenía recetado para las noches, lo abrió y cogió una de las pastillas. Tomó la botella de agua que siempre tenía en su mesita y se la tragó.
¿Cuándo iba a asimilar que ya no estaba en el frente?, ¿cuándo aceptaría que lo que pasó no había sido culpa suya? Aunque en parte sí lo era… Si hubiera sido más cauteloso ahora estarían todos en Japón, contando anécdotas del infierno que habían padecido, haciendo los planes que tenían pensados una vez acabara la guerra; como montar una tienda de katanas, viajar por todo el mundo, escribir un libro contando sus hazañas, casarse, tener hijos…
Sueños que sus compañeros ya no realizarían y todo por su culpa… Porque era su culpa, él estaba al mando. Su psiquiatra, el Dr Tofu Ono, le decía lo que él quería escuchar para no sentir esa opresión en el pecho cada vez que revivía ese fatídico día una y otra vez.
Apretó los puños con fuerza y ahogó un grito de rabia y dolor. Estaba furioso, furioso con el mundo, furioso con él mismo. Se acercó al armario, tomó de la percha unos vaqueros desgastados, una camiseta de manga corta verde militar y una chaqueta marrón de cuero. Se ató unas zapatillas de deporte blancas, volvió a recogerse el pelo con su característica trenza, se dirigió hacia la puerta, se guardó las llaves de casa y salió como una exhalación.
Anduvo sin rumbo durante más de una hora, sin avanzar hacia ningún sitio en concreto. Cuando se quiso dar cuenta estaba frente a lo que parecía un antro de mala muerte. Los hombres que se encontraban conversando animadamente en la puerta se giraron y lo observaron con desdén y desconfianza. Ranma ni siquiera se percató de su presencia, aguzó el oído y escuchó voces de hombres exaltados dentro del local. Caminó para entrar, esa noche necesitaba ahogar sus problemas en el alcohol más fuerte que tuvieran.
Paró en seco cuando un hombre alto y robusto le impidió el paso —Es mejor que te des la vuelta por donde has venido si no quieres hacerte daño —. Los hombres de alrededor rieron con sorna la supuesta gracia del gorila de la puerta.
Ranma levantó la cabeza para encontrarse con unos ojos oscuros que lo observaban con burla y superioridad. Resopló —Solo quiero tomar un trago, no busco problemas.
Intentó rodear al tipo pero éste le sujetó por el hombro —¿Acaso estás sordo, canijo? Yo decido quién puede entrar y quién no. ¡Lárgate!
Ranma cerró los ojos e inhaló despacio —Quítame la mano de encima ahora mismo… —murmuró apretando los dientes. Escuchó al grandullón reír a carcajadas.
—¡Atízale, Bao! —dijo uno de los hombres que se encontraba en la puerta.
—Ya lo has oído… si no te vas de aquí me veré obligado a... ¡AHHHHHH! ¡HIJO DE PERRA!
En cuestión de un segundo, Ranma le sujetó la mano, giró sobre sí mismo y le partió la muñeca.
El hombre robusto se sentó en el suelo aullando de dolor. Ranma entrecerró los ojos mirando la escena sin un ápice de sentimiento por su parte, desde hacía mucho tiempo estaba roto por dentro, vacío, nada de lo que hiciese le proporcionaba ningún tipo de sensación. Estaba muerto en vida.
—¡Te vas a enterar bastardo! —Los dos hombres que estaban en la puerta del local sacaron unas navajas de su bolsillo y amenazaron a Ranma. El joven de la trenza suspiró cansado. No se movió, esperó paciente a que los hombres le atacaran y no tardaron demasiado en abalanzarse sobre él.
En menos de un minuto, los dos hombres yacían inconscientes en la puerta del local. El gorila cogió su walkie-talkie con la mano sana y presionó para hablar.
—No hace falta que me llames, Bao. —Un hombre alto, con el cabello negro como el de Ranma, pero más largo y suelto que portaba unas gafas gruesas apareció en la entrada.
El hombre fornido se puso en pie —S-señor Mousse… este tipejo…
—Lo he visto —Mousse miró a Ranma, que se encontraba serio y calmado, al menos en apariencia, con las manos metidas en los bolsillos.
—Solo pretendía echar un trago. Si me hubieran dejado tranquilo no tendría que buscar a un gorila sustituto ahora mismo —dijo como si la cosa no fuera con él.
—Me parece que me equivoqué al contratar a este inútil. Pase a mi local, le invito a lo que desee por las molestias ocasionadas.
—P-pero señor Mousse… —El dueño del antro solo necesitó una mirada para callar a su empleado.
Ranma entró y se quedó observando aquel lugar un rato. Como escuchó fuera, una veintena de hombres gritaban animando a otros dos que se estaban peleando justo en el centro —Este es el mismo local al que vine con Hibiki la otra vez —pensó el joven coronel por fin dándose cuenta de que, inconscientemente, había acabado en el mismo lugar del que huyó.
—¡Mei-Lin! Ponle a este caballero una botella del licor que desee. Corre de mi cuenta —ordenó Mousse a una de las camareras—. Espero que disfrute del espectáculo, incluso si lo desea puede participar.
Ranma chasqueó la lengua —No creo que ninguno de ellos me durara ni medio asalto. —Señaló una botella de Baijiu.
—Buena elección —apuntó Mousse cuando Mei-Lin cogió la botella y le sirvió un trago al desconocido.
—Gracias —dijo Ranma secamente tomando de una vez el contenido del vaso. La camarera se sonrojó y le volvió a llenar cuando lo colocó encima de la barra.
—Igual se sorprende de los luchadores que tenemos en China… yo no perdería detalle del siguiente combate. —Y se alejó dejando a Ranma con una ferviente curiosidad.
—¡Tenéis cinco minutos para apostar por vuestro vencedor! —Un hombre enjuto, con la cara cadavérica se colocó en el centro del bar—. ¡El siguiente combate tendrá lugar entre Herb y Taro!
Los hombres aplaudieron con fuerza y gritaban de emoción.
—¡El combate del siglo!
—¡Pedazo de pelea!
—¡Esto va a ser interesante!
Eran algunas de las frases que Ranma escuchaba y, aunque elogiaban a los dos luchadores, había un nombre que destacaba en sus apuestas, Taro. ¿Sería tan bueno como decían? Tomó el vaso y le dio un sorbo al licor, ya más tranquilo, aunque era evidente que se le había subido a la cabeza. La escasa cena más la mezcla con la medicación estaba haciendo que Ranma se sintiera ansioso y su rabia aumentara por segundos, a pesar de que el efecto de esa mezcla debería ser justo al contrario.
El combate comenzó y la euforia de los espectadores resonó en cada rincón del local. Ranma se levantó de la barra y se acercó curioso para corroborar qué tan bueno era ese tal Taro. Observó detenidamente los movimientos de ambos, ninguno tenía una técnica muy pulida, parecía que hubieran aprendido artes marciales de la calle –¿Cuál de los dos es Taro? –preguntó a uno de los hombres que animaba fervientemente la pelea.
―¿Bromeas? ―se giró impresionado de que Ranma no tuviera conocimiento de quién era el mejor peleador de Shanghai para todos los allí presentes. El coronel levantó una ceja y antes de poder hablar el hombre le contestó―. Debes de ser nuevo, es el del pantalón verde. ¡Mira su técnica! ¡Es el mejor luchador que he visto en mi vida!
Ranma dejó escapar una sonrisa socarrona, el hombre le escudriñó con la mirada ―¿Es que crees que podrías con él?
El joven de la trenza hizo caso omiso al comentario y prestó atención al combate, aunque le pareció bastante interesante el estilo de lucha de Taro y el tal Herb, estaba seguro de que no habían estudiado con un verdadero sensei. De pronto le entraron unas ganas inmensas de medirse con el luchador castaño.
El combate terminó con el resultado esperado, Taro salió vencedor y el público presente estalló en vítores y elogios para el campeón.
―¿Alguna vez te has enfrentado a alguien que esté a la altura o prefieres a pobres hombres indefensos que no saben ni moverse en el tatami?
La voz grave de Ranma resonó en todo el local, se hizo un mudo silencio y todos se volvieron hacia el desconocido de trenza.
―¿Qué coño estás insinuando? ¿Que no sé pelear? ―gruñó Herb dirigiéndose encabronado hacia Ranma.
―¿Acaso no ha sido obvio? ―respondió con una amplia sonrisa. Desde un rincón del bar Mousse observaba la conversación, parecía estar divirtiéndose de lo lindo.
―¿Quieres que te lo enseñe, extranjero?
―Déjalo Herb, ¿no ves que está borracho? No merece la pena ―dijo Taro mirando fríamente a Ranma.
―No sabía que en China había tantos cobardes… ―Ranma arrastró la palabra cobarde e hizo que todo el local comenzara a gritarle improperios, algunos de los presentes intentaron golpearle pero él los esquivó con una facilidad asombrosa, algo que a Taro le llamó soberanamente la atención.
Herb se dirigió como una locomotora hacia Ranma ―¡Bastardo! ¿¡Cómo te atreves a insultarnos!? ¡Voy a hacerte tragar esas palabras ahora mismo! ―Ranma sonrió sin moverse del sitio, cuando tenía a Herb a escasos milímetros con el puño en alto a punto de embestirle, el azabache se movió levemente hacia su izquierda, le sujetó la mano y le propinó tal rodillazo en el estómago que lo dejó momentáneamente sin respiración, haciéndolo caer de rodillas.
Taro abrió los ojos sobremanera y se volvió a hacer el silencio. Antes de que todo el local se alborotara de nuevo Mousse se acercó ―¿Te ves en condiciones de enfrentarle?
El castaño lo miró escudriñando la mirada ―No me va a durar ni un asalto.
―¡Señor, le ofrezco demostrar en un combate lo que acaba de decir! ¿Acepta el desafío?
La respuesta de Ranma fue quitarse la camiseta y los zapatos y entrar a la duela.
―¡Tienen cinco minutos para hacer sus apuestas! ¡Nuestro campeón frente al extranjero!
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Akane despertó sobresaltada al escuchar un fuerte ruido muy cerca de donde Taro y ella dormían, instintivamente se tocó la barriga sin creer aún que una vida estuviera creciendo dentro de ella. No había planeado ser madre, y menos aún con Taro, al que seguía considerando su hermano mayor a pesar de lo ocurrido entre ellos, pero parecía que el universo tenía otros planes. Cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra vio que él no estaba allí. Desde que se enteraron de que iban a ser padres, Taro visitaba el Black Ahiru más a menudo, volvía a repetir una y otra vez que su deber era cuidar de ella y de su hijo y que tenía que ganar mucho dinero. Se recostó de nuevo para intentar conciliar otra vez el sueño pero una sensación amarga la invadió, un mal presentimiento que la hizo incorporarse de nuevo. Se levantó, se puso una chaqueta raída y salió en dirección al bar.
Cuando llegó, Bao, el gorila de la puerta no se encontraba allí, es más, nadie estaba vigilando la entrada, cosa que extrañó muchísimo a la chica de cortos cabellos. Lo que sí oía claramente eran los gritos eufóricos de los hombres dentro del local, sin duda seguían peleando. Taro le tenía terminante prohibido acercarse a aquel lugar, ni a ella le hacía ninguna gracia volver a ese sitio que le traía tan malos recuerdos, temblaba solo ante la idea de encontrarse con Ryoga, pero el mal presentimiento se acrecentó al cruzar el umbral y adentrarse en el bar, así que dejó a un lado el miedo y caminó con decisión.
Un grupo de hombres formaban un círculo y animaban lo que seguro era un combate. Akane aprovechó su pequeño tamaño para meterse en aquel mar de testosterona y encontrarse con un espectáculo dantesco; Taro estaba totalmente ensangrentado, intentando esquivar, sin mucha suerte, los golpes que le propinaba un hombre alto y musculoso portador de una trenza. Parecía un trapo a merced del moreno. El miedo de Akane de ver a Taro en esas condiciones hizo que actuara sin pensar en las posibles consecuencias. Se abalanzó sobre el hombre alto y lo empujó con todas sus fuerzas.
―¡DÉJALO BRUTO! ¡VAS A MATARLO ! ―bramó la chica encolerizada.
Ranma quedó aturdido unos instantes, no sabía bien qué había ocurrido. Buscó a su rival con la mirada y lo único que vio fue a una menuda chica morena de cabello corto cubriendo al castaño, que caía en ese instante de rodillas al suelo.
Observó a la joven acercarse de nuevo a él y volvió a empujarlo, esta vez de frente ―¡¿TE CREES MUY MACHO, VERDAD?! ¡¿ES QUE NO PENSABAS PARAR HASTA VERLO MUERTO?! ¡ERES UN MALDITO ANIMAL!
Todo el local comenzó a murmurar, no sabían cómo reaccionaría el extranjero ante las provocaciones de esa inconsciente.
―¡No te metas! ¡Vuelve a casa! ―intervino Taro bastante molesto.
Akane se giró indignada ―¿¡Es que quieres morir esta noche!?
Taro se incorporó y se acercó hasta ella hablándole al oído ―Me estás avergonzando…
―Pero…
―No me repliques… me haces débil delante de toda esta bazofia. Vete a casa, hablaremos cuando regrese.
Akane miró con rabia a Taro, si ella no hubiera intervenido habría acabado muy mal. Acto seguido clavó sus irises marrones en Ranma, retándolo con la mirada. El joven coronel, que más lejos de estar enfadado por la intervención de la chica, se encontraba extrañamente en calma. Su voz, a pesar del tono irritado, le hizo sentir esa paz que reconoció de cuando llegó a Shanghai y… entornó los ojos y la miró más detenidamente, pasados unos instantes la reconoció, era la chica que casi atropelló en el gueto, solo la vio unos momentos pero jamás olvidaría esos ojos. Debía de ser la novia de su oponente por cómo lo había defendido.
Akane salió corriendo del local, Ranma la siguió con la mirada hasta que desapareció por la puerta. Iba a perseguirla, tenía que hablar con ella pero la voz de su rival lo detuvo y lo sacó de su ensimismamiento.
―¡Estoy listo para seguir!
Ranma le dio la espalda y recogió su camiseta y su chaqueta del suelo, los hombres le abrieron paso con miedo.
―¡¿A dónde vas extranjero?! ¡Esto aún no ha acabado! ―rugió Taro intentando mantenerse en pie estoicamente. El hombre de la trenza hizo caso omiso a las exigencias del chino y se dirigió a la salida con una extraña sensación y pensando en la loca chica que había osado enfrentarlo, lo que le ocasionó una leve sonrisa al revivir la escena, quizá si se daba prisa podría alcanzarla.
―Se le olvida llevarse su dinero. Se lo ha ganado ―Mousse se encontraba apoyado en el umbral de la entrada al local―. Espero verlo de nuevo por aquí.
―Yo espero no tener que volver ―Estaba muy cansado de sentirse siempre furioso y de que esa ansiedad no desapareciera ni siquiera con la medicación.
Y sin mediar más palabras se subió la cremallera de su chaqueta y salió a la calle. Miró a todos lados pero no había ni rastro de la joven morena. Suspiró decepcionado y caminó hasta su casa. En escasas dos horas amanecería y tendría que enfrentarse a un nuevo día.
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Mousse entró en su local y buscó a Taro, el cual estaba colocándose su camisa a duras penas. El luchador hacía un esfuerzo porque no se le notara que estaba completamente destrozado, no descartaba tener varias costillas rotas. ¿De dónde había salido ese tipo? Su técnica era impoluta y viendo su tamaño nadie hubiera apostado a que se moviera tan sumamente rápido.
―Taro ―le llamó la atención Mousse, el susodicho se giró― ¿Me explicas qué ha pasado esta noche?
El castaño lo miró enarcando una ceja ―Creo que has sido testigo de primera mano. ―No tenía ganas de sermones, lo único que quería era irse a casa.
―Te permití regresar a las peleas incluso después de la que montaste por tu querida novia porque no hay mejor luchador que tú, das espectáculo y me haces ganar mucho dinero, ¿y te dejas vencer tan fácilmente por un extranjero?
Taro sintió una profunda ira agarrarse a sus entrañas ―¿¡Crees que simplemente me he dejado o que no he dado lo mejor de mí!? ¡Ese tipo tenía una técnica perfecta! ¡No es ningún aficionado!
―Así que una técnica perfecta… pues a Akane no le ha costado nada detenerlo. ―Comenzó a reír con sarcasmo―. ¿Qué se siente al ser salvado por una mujer? Quizá me equivoqué con ella y en lugar de quererla entre mis chicas debería haberla contratado como peleadora.
Taro se abalanzó sobre Mousse y lo cogió de las solapas de su camisa ―No metas a Akane en esto… ―siseó.
Mousse le tomó las muñecas y se deshizo de su agarre ―Ten cuidado a quién amenazas, ya tuvimos un problema y volviste con el rabo entre las piernas, no seré tan generoso la próxima vez, si sigues vivo es gracias a mí porque a Hibiki seguro que le haría mucha ilusión hacerte desaparecer del mapa.
Taro apretó los dientes y se mordió la lengua para no decirle todo lo que pensaba, necesitaba el dinero más que nunca y no podía permitirse el lujo de perder su mayor fuente de ingresos otra vez.
―Así me gusta ―dijo Mousse―, de momento esta noche me quedaré con tu dinero de la pelea con Herb y ya veremos si te dejo que luches durante un tiempo, ahora mismo no creo que tengas buena imagen.
―¡Me he ganado el dinero limpiamente! ¡La pelea con ese tipo no tiene nada que ver con la anterior!
―Pues eso es lo que hay, me has hecho perder dinero y así lo compensas, de momento. Y ahora piérdete de mi vista.
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Taro llegó a duras penas al gueto. Cuando entró en el refugio, encontró a Akane sentada sujetándose las rodillas.
―¿Qué haces despierta todavía? ―dijo en un tono nada amistoso.
―Estaba preocupada…
Taro se tumbó haciendo una mueca de dolor extremo ―No tienes por qué, estoy bien. ¿Por qué coño has tenido que ir allí? No quiero que estés cerca de ese bastardo de Mousse después de lo que pasó, ¿y si hubiera aparecido Hibiki? Ni siquiera sé cómo me permitieron volver a las peleas, aunque después de esta noche a saber si podré regresar nuevamente ―masculló entre dientes.
Akane se acercó para examinarlo. Taro se quejó cuando le tocó en la zona de las costillas ―¡Seguro que tienes algo roto! ¡Tenemos que ir a urgencias!
Taro rio con burla ―¿Y me puedes decir cómo piensas que paguemos la consulta? Aún no he zanjado la deuda con el Dr Wú.
―Ya encontraremos la manera, yo… solo quiero ayudarte…
―¡Pues no necesito tu ayuda! ¡Llevo muchos años cuidando de mí mismo yo solo! ¡Hasta he cuidado de ti desde que te encontré con 5 años por si se te ha olvidado! ¡No soy débil! ¡Ese cabrón me ha pillado desprevenido, solo eso!
―¡No he insinuado que seas débil! ¿Te sientes mal porque ese japonés te ha ganado? ¿Es esa la razón por la que te estás comportando como un crío?
Taro no dijo nada más, se giró como pudo hasta quedarse de lado. Al cabo de unos instantes sintió que Akane se tumbaba también ―Siempre he pensado que eres el hombre más fuerte de China, sólo ha sido un traspiés, como bien dices, te ha pillado desprevenido.
Taro cerró los ojos con fuerza, se sentía terriblemente humillado y la chica que amaba, la chica que esperaba un hijo suyo estaba compadeciéndolo, sentía su lástima y eso le hacía hervir la sangre. Sabía de sobra que ella se entregó a él por agradecimiento, que sus sentimientos no eran correspondidos de la manera que él quería, aún así no quería perderla, pero en esos momentos hubiera preferido estar solo para lamer sus heridas fuera del alcance de su compasión.
Akane, al no obtener respuesta, se giró e intentó dormir.
Cuando casi estaba amaneciendo sintió a Taro respirar agitadamente, se acercó a él y al tocarle el brazo para preguntarle qué le pasaba comprobó que estaba encendido en fiebre ―Taro… Taro… ¿me escuchas?
El castaño no respondía y Akane comenzó a preocuparse seriamente. Lo zarandeó levemente y volvió a llamarlo. Tocó su frente, estaba ardiendo, tenía que hacer algo.
Salió del refugio, cogió una palangana y corrió hacia la fuente más cercana. Después de llenarla, tomó una toalla pequeña y volvió a entrar. Mojó la toalla en el agua y se la puso en la cabeza. Esperó una hora y nada. Era urgente que lo viera un médico, sabía que el Dr Wú no se encontraba en el sector cinco esos días, ¿quién podría ayudarla?
―Shampoo… ―pensó en voz alta. Cogió dinero de las peleas de Taro, apenas les quedaba para poder comer algo decente esa semana pero era más importante su salud. Así que cogió su abrigo y corrió en busca de la que una vez fue su mejor amiga.
Continuará…
Holaaaaa, ¿qué tal lleváis estos días fresquitos? Yo estoy este finde de visita en mi tierra y menudo frío! Acostumbrada a vivir en la playa donde el tiempo es más cálido me estoy pasando gran parte del tiempo con la estufa enchufada jeje. Por otra parte pensaba que iba a publicar sin hacer el fanart oportuno porque llevo desde que publiqué sin parar… Mi novio y yo estamos buscando un piso para comprarnos y todo es una locura, ir a hacer visitas, hacer cuentas… uff No puede tocarme un poquito la lotería? Todo cuesta demasiado, en fin, soy de las que piensan que el universo siempre va a mirar por ti y que encontraremos algo que nos encante y podamos dar el paso. Deseadme suerte!
Bueno, al lío… sé que el capítulo anterior os dejó un poco boquiabiertos, finalmente Taro lo hizo… No pudo resistirse, aunque creo que más que amor está algo obsesionadillo con ella porque también parece sentir algo por Shampoo, este hombre tiene un gran corazón, las quiere a todas jajaja. La reacción de Akane, pues yo no sé si será normal, afortunadamente yo jamás he pasado por algo así, debe de ser horrible pero yo he intentado verlo desde su punto de vista. Para ella Taro es toda la familia que tiene, quizá si hubiera estado en sus plenas facultades habría detenido a Taro pero se encontraba en shock por lo que acababa de pasarle y bueno... Esa es mis triste excusa para haceros pasarlo mal... Sé que este fic es algo distinto de lo que siempre escribo pero… sigo siendo yo así que sabréis que os lo compensaré, aunque sea un poquito :P
Sé que muchos están deseando que Ranma y Akane interactúen, la verdad es que cuando escribía los capítulos yo tb estaba deseando lo mismo pero sentía que tenía que preparar el terreno mejor, desarrollar la historia un poco más. Os prometo que queda poco.
Sólo pido que por favor no me hagáis vudú ni nada de eso, os adoro aunque os haga sufrir un poco pero como siempre digo, hay que darle un poco de vida a las historias, no? Os prometo que vais a saber la historia de Akane y la de Ranma en próximos capítulos, tened paciencia.
Como siempre muchísimas gracias por los reviews! Me hacen muchísima ilusión! He contestado a veces a los que tenéis perfil pero os juro que no me da la vida, intentaré responder en estos días. Ah quiero dar gracias especialmente a una nueva lectora que se está poniendo al día con mis historias y que me deja mensajes preciosos, roxbonita-x27 Mil gracias! Intentaré responderte por privado.
A mis niñas betas y sobre todo amigas Sailordancer7, LumLumLove, Lucitachan, SusyChantilly. Os adoro! Saludos especiales a mis loquillas, Juany, Lou y Geral. Muackisssss
La siguiente actualización intentaré que sea el viernes 2 de diciembre porque el 3, que es cuando toca, estaré de viaje a Reino Unido! Con suerte me encontraré allí con mi baby Sailordancer7. Ya os contaré.
Desearos que tengáis una buen fin de semana. Nos leemos!
Sakura Saotome :)
