N/A:Siento mucho haber tenido que subir de nuevo el fic para los que vayan a leerlo de nuevo (y también para los que no y anden frustrados), pero he tenido la imperante necesidad de corregir los errores de trascripción que Irene ya me había señalado amablemente, como bien puedo asegurar. Me he tomado la libertad de hacer algunos cambios en los párrafos e incluso en la caracterización de algún personaje fugaz. Perdonen las molestias.


Infierno

Capítulo Uno: Patética

"Indiferente al mundo: Yo"

Narcisa Black.

Narcisa Malfoy.

O simplemente Narcisa.

¿Es la hermosura algo eterno?

¿Es la palidez de mi piel aquello que atrae y resucita?

Era hermosa, era mágica, era la Princesa, la bruja y el lobo. Tal vez solo lo imaginé y el mundo no es tal y como yo lo concebía, como las rutinas de la existencia, o como la cadencia del viento conjurado y apacible. Como yo, como el vacío y la nada que forman mis espacios y mis silencios, mis horas muertas y mal concebidas.

Me retiene la vida en una hermosa jaula, tentándome con manjares de los que nunca sabré la tesitura o el olor, porque inexplicablemente no puedo alcanzarlos, y de todas formas no hay nada que me sacie: es el eterno hambre espiritual lo que me conmueve, lo que me desgasta, y con los años el rosado de mis uñas se ha ido conviertiendo en marfil, el platino refulgente de mi pelo, en rubio cenizo. Igual, mi carne sigue siendo firme, pero le van pesando poco a poco los treinta y tres años que sostiene, que encaja con esfuerzo magistral.

No me gusta sentirme rota.

Lucius me engaña, estoy segura. No me encuentra atractiva y no le satisfago sexualmente, lo sé. Es triste pensar que yo fui tan hermosa ¿Verdad¡Yo, la sibarítica princesa de Slytherin! Los hombres me miraban al pasar, mi falda se levantaba con tentadora discreción cuando el viento golpeaba del este, bailando juguetón entre el hueco de mis piernas.

Ahora ya nadie mira, nadie desea. Soy tabú, un objeto prohibido. Soy una esposa. Patética.

Me pregunto en silencio para qué sirve mi vida, y a cambio recibo instantes de incertidumbre mal repartidos por la habitación. Me desgajo de inutilidad: he parido a un niño que solo piensa en sí mismo (un monstruo egoísta) que me trata como a una mula estúpida, imitando el proceder despreciable de su padre. Y mientras tanto, cuando verdaderamente pongo en duda que no me lo merezca después de tanta necedad, soy envidiada, odiada y admirada, y nadie sabe lo que dice ni lo que piensa, porque no es ésta la verdad de mi vida: éste trance de horas oscuras, desde que amanece hasta que se pone el sol. Me desollaría a mi misma, pero no tengo el valor suficiente. Bellatrix me lo decía a menudo.

Mi hermana, mi ejemplo y mi enemiga en dos sentidos diametralmente opuestos, tan oscura como clara soy yo. No me cuesta recordarla acariciando mi pelo, rumiando sus grandes planes de futuro mientras se lamentaba de la trágica existencia a la que su hermana pequeña (que en ese momento la había mirado con absoluta devoción) acabaría siendo el títere de los deseos de otro. Que yo era frágil y sumisa, que la rutina acabaría devorándome y que no había hombre en el mundo capaz de hacerle eso a ella..

Pero por una vez estoy saltando por encima de sus sueños: ella acabó encerrada en sus propios miedos durante catorce años, yo salvé la locura con éxito. Y aunque sé que su despiadado corazón es de piedra, me consuelo pensando en los sueños que debe haber tenido, en esas horribles pesadillas que deben haberla levantado por la noche sudorosa.

A pesar de que estoy segura de que Bellatrix jamás habría permitido su caída en los abismos.

Siempre he querido ser como a su imagen, aunque jamás vaya a saberlo. Ya es tarde, en vano y sintiéndolo mucho, me he dejado arrastrar por la marea, tal como ella predijo inteligentemente.

Me gustaría morderme un brazo, o arrancarme los ojos para dejar de llorar. Siento el ansia de mi propia sangre hervir en mi garganta. El principio de la locura, desde luego. Y es ese desatino emocional lo que me ha llevado a preguntarme quién es la amante de Lucius, esa guerrera que parece satisfacer su más bajo instinto. ¡Y cómo me gustaría, una vez descubierto, vengarme de él y su desprecio! Y la mejor forma que se me ocurre, por supuesto, es sonreírle al primer hombre que me encuentre y llevármelo a la cama, destrozarlo, aniquilarme junto a él como un conductor suicida.

Quiero cometer una estupidez, quiero nadar en ríos de lava ardiente, volver a sentirme humana, volver a arder de deseo, encontrarme en el vacío de los casos cerrados, buscar la luz de salida. Y volar, volar en sentidos contrarios, enfrentarme al animal que me devora.

Seré valiente, no flaquearé. Vengaré la destrucción de mi identidad.

La venganza es un plato que se sirve frío, muy Slytherin.