Infierno
Capítulo Siete: Simple
"Animal de bajas pasiones"
- Estabas aquí...-la voz helada de Bellatrix Black no tiene efecto aparente en mi; pero por dentro, el estómago se me revuelve de miedo y vergüenza. Hay que creerme si digo que, peor que la muerte, es el desprecio de una hermana como la mía.
Yo, que siempre había deseado ser como ella, superarla en todos los aspectos, me veo obligado a soportar su burla.
Hace una semana que el elfo doméstico -esa infame criatura a la que maldeciré por el resto de mis días- me encontró tirada en el césped.
El medimago me diagnosticó toda una serie de traumatismos, pero la medicina mágica lo cura todo en un santiamén, restándole dramatismo al asunto.
La próximo vez utilizaré veneno.
- ¿Me buscabas? –sé que mi voz suena monótona y, tal vez, a Bellatrix le parezca infantil.
- En realidad, buscaba a la princesa de Slytherin, no a la niña llorona.
- Pues coge cita, porque la niña llorona se va a quedar un tiempo -siseo, harta de que me recuerde lo que, en su opinión, fueron mis "días gloriosos".
- Narcisa...- arrastra las palabras con frialdad.
Intenta abrazarme por la cintura y darme un beso en la mejilla, pero me levantó y la miro con seriedad, advirtiéndole de que deseo que se me aleje lo más posible. Los abrazos de Bellatrix son fríos y sus besos parecen morder la carne que acarician, la quiero bien lejos.
- Quiero que te vayas –le doy la espalda y me siento frente al tocador. Mi orgullo está herido y el pulso de mi mano, aún débil, tiembla levemente. No es a causa de la convalecencia, empero.
- Calma, pequeña tórtola- se sienta en la cama y me mira, curiosa de mis movimientos-. Sólo vengo a por respuestas.
De reojo, reitero mis pensamientos acerca de ella: no es en absoluto una puta barata, no, es la zorra más cara que he conocido. Con reincidencia y elitismo. Me enferma.
- Entonces pierdes el tiempo. ¿Crees que te lo diría a ti, Bella? –apreto los puños con desesperación. ¡Quiero que se vaya!– Eres la última persona a la que le confesaría nada. Siempre he dicho que de tu boca entran y salen cosas retorcidas y sucias.
La desafío con la mirada. Ella calla un momento, estudiándome.
- En más de un sentido –añado.
Y supongo que esa es la gota que colma el vaso.
Bellatrix se me acerca serena: contonea las caderas a un lado y a otro, de forma casual y mística. De repente, me encuentro en sus zarpas, que se han enterrado en mi pelo y tiran de él hacia atrás. Furiosa, pega su mejilla a la mía con brusquedad. Mañana tendré un moratón enorme, pero no es lo que me preocupa en estos momentos.
- Dime, Narcisa, la princesa… -siseó con odio acumulado, tirándome del pelo-. ¿Qué sientes cuando ves como de derrumba tu mundo y solo eres una espectadora del fin? –se ríe con cinismo, calladamente.
Mi corazón se ha disparado de miedo.
- Suéltame –suplico.
- Ssssshhhh -pone su dedo en mis labios–. Has intentado buscar la aventura y, jugando con fuego, al final te has quemado –ríe–. Yo puedo enseñarte muchas cosas.
Clava sus uñas en mi cuello y después, como solo ella puede lograr hacerlo, posa sus labios en la herida sangrante y succiona, pasiva.
Sé lo que piensa, sé lo que anhela: sentirse poderosa. Y lo está consiguiendo. Yo lloro sin poder reprimirme. Tengo miedo, pero estoy furiosa.
Me giro violentamente y le estampo un beso rotundo en los labios.
- ¿Enseñarme? –lloro, abriéndole la túnica con una celeridad casi bestial, sin despegar mis labios de su boca-. ¡Tú no tienes nada que enseñarme, puta!
Una furia desconocida nace en mí de pronto. No tengo más límite que hacerle pagar mi dolor a esa hermana matratadora. ¡Como la odio! Su veneno ha inyectado hasta la última gota de mi sangre, ha obnubilado mi mente y ha emponzoñado mi familia.
Pero como siempre, me olvido de con quien estoy tratando. Bellatrix no es otra Claire comprensiva. Es una Black, una mortífaga. Y siempre será un error subestimar a la mano derecha del Señor Oscuro.
Unas uñas se entierran en mi mejilla. Yo grito de dolor, apartando de mi a mi hermana, que cae al piso. Bellatrix ya no sonríe, ni siquiera de desprecio. Me mira con ojos de serpiente y, si no fuese humana, creería que la he visto pestañear en doble sentido.
Se levanta.
Se acerca.
Y contrario a todo pronóstico, contrario a toda su naturaleza sanguinaria, cruel y vengativa, Bellatrix me encierra entre sus brazos y me besa con suavidad.
Aprieto los labios con fuerza, cerrando los ojos. El beso de Bellatrix es calmo, pero me repulsa.
Aunque de todas formas, mi cuerpo acaba por destensarse e, inevitablemente, languidezco como una flor.
Porque aunque sea una zorra, sigue haciendo bien lo que más le gusta. En muchos sentidos, sé por qué ha durado tanto con Lestrange, un hombre tan exigente: Bellatrix es una mente poderosa, pero también un personaje atrevido. Siempre lo he dicho.
Sus caderas, tan parecidas a las mías, se estrechan, sin previo aviso, con brusquedad. Bella me arrincona en la pared y me mira a los ojos.
- Quince minutos… -murmura con seriedad–, sólo quince minutos, Narcisa.
- Quince…-acepto en un susurro, perdiendo la mirada en las luces distantes de la balconada, cuando Bellatrix me sube el vestido y entierra su rostro entre mis tensas piernas, el mundo cambia en torno a mi.
Para qué perder el tiempo diciéndole que esto está mal, ella no escucharía. Quince minutos con la boca cerrada, me ha pedido, me ha ordenado.
Y sinceramente, prefiero someterme y esperar a ver que pasa, a sentir su crucio en mi cuerpo. Sí, mejor así.
La lengua cálida y femenina degusta con exclusividad las paredes de mi sexo tembloroso. Me da asco pensar que quien lo hace es mi hermana, pero podría cerrar los ojos y pensar que es otra persona. Lo hace realmente bien.
Jadeo, exhalando tibios gemidos de vez en cuando. A ella le encanta oírme, saber que tiene el poder y ha ganado.
Son sus manos ahora las que hacen el trabajo, las que se vengan.
Me echo a llorar, no puedo creer lo que estoy haciendo.
- Sssshhhh, quince minutos Narcisa… Recuérdalo, quince…. –me dice, moviendo sus dedos mientras me besa, mientras me muerde el labio hasta hacerme sangre.
- Basta…-gimo.
- Calla, o perderás el juego.
- Bellatrix, por favor…-suplico, dejándome caer en el piso. Bella se aparta y atusa sus ropas, mirándome con desprecio luego.
- Eres hermosa Narcisa –admite–, pero no tienes lo que hay que tener. Eres una vergüenza, la desgracia de todas la mujeres -ríe suavemente, chupándose los dedos-. ¿Vas a seguir compadeciéndote de ti misma o vas a ponerle las cosas claras a Lucius? No dejarás que se divierta sin ti, ¿verdad?
Levanto la cabeza y la miro con furia.
- ¿Y qué demonios quieres que haga?
Ella, mirando en derredor, sugiere con voz traviesa:
- Mátale.
Así de simple.
