Infierno
Capítulo Ocho: Voluntad
"En ti está el poder"
(BSO PE)
Las agujas del reloj eran como espadas. Quizá es que me esté obsesionando con la muerte, pero la visita de Bella me ha dejado totalmente confundida. Yo nunca había pensado en ese tipo de venganza. Solo en lo juegos infantiles que le había visto hacer a mi madre de pequeña.
Pero… ¿Matarle?
Un escalofrío me sube desde la base de la espina dorsal y siento un nudo en el estómago. Matar es algo muy diferente. No creo ser capaz de echarle veneno en una copa, o de clavarle un puñal mientras hacemos el amor. O lo que queda de lo que hay entre nosotros dos. Tiste pero cierto.
Estoy asustada, porque varias veces me he visto contemplando esa posibilidad, la de matarlo, y no me parece una buena opción. ¿Y si sobrevive? La muerta, entonces, sería yo. Y no estaríamos hablando de una caída seca desde un balcón, ni del apacible asesinato por envenenamiento. No, no es su estilo: Lucius sería mucho más cruel. Me demostraría que sigo siendo la misma estúpida con la que se casó por dinero y, después, seguramente me dejaría sola.
No… no me creo capaz.
No obstante, temo pensar que quizás Bellatrix me esté poniendo a prueba por algún tipo de razón. No quiero pensar cuales son sus motivos, pero intuyo que está analizando hasta donde puedo llegar por mí misma sin que se quiebre mi voluntad.
Siento decepcionarte, Bella, pero no soy lo suficientemente valiente. Fui a Slytherin, pero mi única ambición era casarme con este hombre de hielo. Ahora estoy tan arrepentida…
Miro por encima de mi hombro y el elfo desgreñado corre hacia la cocina con un cuchillo en la mano. Parpadeo. Voy a volverme loca.
Ahora que paseo por la casa con una nueva idea en la mente, me doy cuenta de la cantidad de espadas que Lucius tiene en las paredes. Nunca me había fijado y, ahora, me sorprende que todas estén en perfectas condiciones.
Camino hacia el estudio, donde encuentro a Draco enfrascado en sus libros sobre artes oscuras. Sé que a mi hijo no le gusta estudiar, que si no estuviésemos encima de él, jamás pondría los codos ni se interesaría; pero es necesario que se convierta en alguien digno, porque los inútiles no sirven y mueren, irremediablemente. Si no aportas nada al Círculo, este se encargará de eliminar tu carga.
Yo lo sé muy bien.
Draco no me mira, como siempre, y me siento terriblemente ofendida y desafiada. ¡Qué demonios se ha creído este crío para darme la espalda! ¡A mí, que soy su madre!
- Draco –le llamo con voz fría. Él se vuelve rápidamente.
- ¿Sí, madre? –esboza una mueca de fastidio que odio.
- Cuando yo esté presente, lo ideal sería que me saludases.
- Eres mi madre…
- Por eso mismo –lo taladro con la mirada.
Draco se amilana. Pobrecillo: tiene esa parte de mi temple que no le llevará a ninguna parte. Me saluda con respeto y vuelve a sentarse, poniendo sus ojos grises sobre las letras, pero sin leerlas.
- ¿Sabes donde está tu padre? – pregunto, observando su nuca.
- En casa de Lestrange.
Se me corta la respiración y el corazón me bombea con furia. En casa de Lestrange. Lestrange. Bellatrix y Rodolphus, maldita sea.
Salgo intempestiva de la sala y me dirijo hacia la cocina poniendo pies en polvorosa. Nerviosa, cojo un cuchillo y lo escondo entre los pliegues de mi vestido. Solo por si acaso.
Ah, maldito Lucius… Seguramente habrá oído la conversación que tuve con Bella y, furioso, llegará a casa con las nuevas noticias de que me he acostado con el marido de su cuñada.
Mejor prevenir que curar, siempre puedo alegar defensa propia.
El cuchillo contra mi muslo me produce escalofríos: no sé si podré, no me veo capaz.
Maldición, mi hermana se quedó con toda la determinación de nuestra familia, ni siquiera el estúpido de mi primo podía superarla en obstinación.
Estoy prácticamente muerta.
