CAPITULO 2: Un tránsito y un ocaso

'¿Qué es esto?'

Los ojos de mi tío relucían… ¿Qué placer podía encontrar en revolver las cosas de una niña de doce años? Alzaba el baúl con cara de demente, agitándolo como si con eso fuera a desentrañar su secreto. Me encogí de hombros, alzando la carta con languidez. Estaba furioso, bien… aún no lo suficiente.

Me senté en la cama a leer tranquilamente, ignorándole de manera descarada. Lanzó el baúl al otro lado de la habitación. Ahora si, me levanté con lentitud, encarándole.

'¿De donde has sacado esto?' – había vuelto a recogerlo del suelo y sacudía el baúl ante mi cara, obligándome a retroceder hasta quedar sentada en la cama, a riesgo de perder un ojo

'Es mío' – respondí desafiante

'Desde luego. No creo que hubieses tenido el descaro de robármelo. ¿De donde lo has sacado Vanozza?'

Me levanté de nuevo para poder mirarlo a los ojos. Desde luego era mucho mas baja que el, pero aun así, aparentaba más cuando estaba de pie.

'Me la regaló Maximus'

'Así que el viejo ¿eh? Ábrela'

'No se'

'¿Cómo que no sabes¿Te crees que soy idiota? Abre la caja ahora mismo'

'No-se-abrirla'

Alzó una ceja mirándome con incredulidad.

'Bien…en ese caso, permitirás que me la lleve¿no?'

'No. Es mía'

'Está bien' – susurro malhumorado tirando la caja sobre la cama – 'a las cuatro irás con Draco a comprar el material. No te retrases.'

Salió resoplando de la habitación, masajeándose las sienes con una mano, y el rostro cubierto aún por un ligero rubor. No pude evitar reírme, es TAN GRACIOSO. Siempre jactándose de ser un gran mago… el mejor, y ahí mismo, ante mi, acaba de demostrar que es un auténtico inútil. Abrí el baúl para probarme su imbecilidad, y luego me puse a recoger el estropicio que había echo en mi cuarto.

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'No es justo padre.Vanozza necesita una escoba y yo aún no tengo una decente.'

Acabábamos de volver del Callejón Diagon y Draco no podía dejar pasar la oportunidad de echarme en cara que hubiese comprado la mejor escoba del mercado. Yo le miraba desde una esquina del salón, con los pies recogidos encima del sillón, mirándole directamente y con malicia por encima de mis rodillas. Lucius sonreía condescendiente desde la otra esquina.

'¿Por eso estas a punto de llorar Draco¿Por una escoba? '– Mi querido primito bajo la cara, mirando al suelo furibundo

'No padre'

'Entonces… ¿He de suponer que lloras por algún otro motivo?' – Maestro del juego, hacía que su hijo se sintiera en un infierno

'¡NO ESTOY LLORANDO!'–Pero las lágrimas ya resbalaban por su cara, incontenibles.

Lucius soltó una carcajada hueca y sin emoción. Nadie sabía si le quería como hijo, pero siempre había cubierto todos sus caprichos, de todas formas, no era capaz de comprender porque le hacía sufrir, si esa misma noche, Draco tendría la mejor escoba. Subí a mi cuarto, hastiada de ver las infructuosas discusiones entre ellos dos, aunque principalmente lo hacía para echarle una ojeada al material que había tenido que comprar.

- Flash Back –

'Vanozzano puedes quedarte aquí todo el día'

El dependiente sonreía magnánimo mientras la chica observaba asombrada todas y cada una de las estanterías de su tienda.

'Ve tu '

'¿Qué vaya donde?' – Draco me miró sin comprender como ojeaba un libro de transformación en animales

'Ve tu a por el resto de las cosas' – le tendí la lista sin girarme para mirarlo, completamente abstraída

'Vanozzaeres tu la que tienes que probarte la ropa, la varita y la escoba… ¿No crees?'

'Da igual, puedes escogerlo todo tu'

'No, no puedo '– me tiraba de la mano con fuerza – 'vamonos'

Entonces, el vendedor de la tienda, se acercó a mi sonriente aún, pero un poco más nervioso.

'Chiquilla… ¿es cierto lo que dice tu amigo?'

Asentí con la cabeza imperceptiblemente

'Entonces has de hacerle caso, ve con el, ya podrás pasarte luego por aquí, no nos vamos a ir '–afirmó con una sonrisa cacareante

Salí de allí detrás de Draco, completamente asqueada, y el me llevó directamente a Madame Malkin de donde salimos con varias túnicas rojo sangre y tres capas de piel, además de guantes y otros complementos.

'¿Vamos a por la varita?'

'Aún no'

Me agarró de la mano para introducirme entre la multitud de gente que rodeaba algún punto, pero yo me solté con brusquedad. Le odio…odio que crea que me domina, en fin, me compré la mejor escoba que había, Nimbus 2001, sabía de sobra que Lucius lo aprobaría, siempre aprobaba todo en ese sentido.

Y ya no me dejé llevar mas por el joven de los Malfoy, me dirigí con paso seguro a Ollivanders, y entre en la tienda, dejando tras de mi a un Draco muy confuso…Tanto mejor

Tengo entendido que todos los magos, al menos los poderosos, dan indicios de su magia antes de tocar su primera varita. Pues bien, yo elegí el día que iba a comprarla. Estaba muy nerviosa y muy cansada, el dueño me miraba con curiosidad y descaro, finalmente consiguió cabrearme. No hacía más que traer varitas para encantamientos y transformaciones, viejo estúpido. No se como lo hice, pero de pronto, el viejo había dejado caer la varita que me tendía, y volaba descontrolado hacia un estante sobre el cual se estrelló. Tan solo cayó una caja, y era la de mi varita. Eran 32cm de ébano con un diente de thestral en su interior. No es algo de lo que me sienta orgullosa, de echo me avergüenzo bastante de mi comportamiento en la tienda, digno de mi querido primo Draco Malfoy, pero en ese momento, pienso que no era consciente de mis actos, y a eso me acojo para que nadie se forme una opinión equivocada de mi, aunque de poco sirva explicarlo en un diario que no lo leerá nadie mas que yo, y eso si algún día necesito rescatar algo de la oscura fuente de mis memorias.

-- ( Fin Flash Back ) --

Bien, como iba diciendo, después de mi imperdonable comportamiento, decidí que teníamos que irnos, y a Draco no le quedo más opción que venir conmigo. Llegamos a casa rápidamente, le tiré las compras encima a un elfo, que subió a colocarlas, y bajé a la sala que estaba bajo el comedor, no esperaba encontrarme a nadie allí, pero ya que Lucius estaba presente leyendo con calma El Profeta, decidí aclarar con él algunas cuestiones.

'¿Qué contenía la varita de mis padres?'

No era mi costumbre saludar, ni dar muestra alguna de educación cuando hablaba con los Malfoy, tampoco recibía nada de eso de su parte, el asco era mutuo.

'¿Por qué tendría que saberlo?'

'Porque los conoces mas de lo que dices'

'¿Cómo sabes…?'

'No sabía nada, pero tu mismo te pierdes Lucius'

Gruñó como un niño pequeño, antes de seguir hablando.

'No tengo porque decirte esto, y lo hago tan solo para que me dejes continuar leyendo el periódico en paz. La varita de Bellatrix tenía algo de un thestral…creo que era de ébano, la de Rodolphus, no tengo ni idea'

'¿Bellatrix y Rodolphus son mis padres¿Cuál es su apellido¿Cuál es mi apellido?'

Me estaba poniendo muy nerviosa, Lucius había bajado la guardia y ahora yo estaba excitada, pendiente…trastornada. Me miró con los ojos desorbitados ante su fallo, pero pronto su cara se relajó, como sopesando sus ideas.

'Tu apellido es Lestrange,Vanozza Lestrange.'

'Mis padres eran los…'

'Si, mortifagos. Espero que seas consciente de esto, y no repitas mis palabras a nadie'

'Quiero ver mi verdadera casa'

El crujido de al puerta al abrirse la sacó de su mutismo, y se giró lentamente mientras el diario caía al suelo a cámara lenta. Aleeke lo recogió con paciencia y lo depositó sobre la mesa mientras miraba a la joven con preocupación. Se fijo detenidamente en su pelo enredado y las ramas que se escondían entre los mechones, su ropa hecha harapos y su cuerpo cubierto de barro. Se sacudió su atuendo con presteza, limpiándolo de motas de polvo invisibles. La túnica negra caía con elegancia sobre su cuerpo, y el alzacuellos realzaba su contorno, pero el pelo despeinado y el brillo travieso de sus ojos hacían que parecíera mas joven de lo que era en realidad.

'Una ducha no te vendría nada mal' – comentó como quien habla del tiempo

Ella giró su cara, mirando a través de él el tapiz que estaba detrás.

'No todos vamos a morir'

'Te equivocas Al, todos vamos a morir'

'Me refiero a…'

'Se a que te refieres'

Se instaló un incomodo silencio entre ellos, finalmente, el se acercó a la puerta y la abrió con suavidad.

'Deberías bajar a cenar'

'Lo pensaré'

Aleeke salió del cuarto moviendo la cabeza con desesperación

Me caí desvanecida

Faltaban 6 hojas… las 6 hojas en las que se describía su verdadera casa y que había arrancado y destruido cuando supo que si alguien lo leía podía encontrar su ubicación.

Me había desvanecido, pero veía claramente el cuarto a través de unos barrotes, los barrotes de una cuna.

Había cuatro personas en la habitación. La mujer era mi madre, estoy segura porque era igual que yo. Un hombre tras ella le acariciaba la cintura mientras los cuatro hablaban de algo que me es imposible recordar. El ambiente tenía un desagradable olor a sangre seca.

Un ruido fuerte derribó la puerta y las maldiciones salieron de las varitas antes de que los escombros dejasen ver de quien se trataba. Mi madre se ocupaba de dos de los aurores, así como un joven de pelo color paja, mientras que los otros dos, tenían a uno cada uno, que cayeron muertos rápidamente. Un hechizo lanzado por uno de los aurores que aún podían hacerlos golpeó la cuna donde yo me encontraba, volcó, y yo salí rodando de ella envuelta en una manta fina, situada en medio de la batalla, temí por mi vida, sobre todo cuando otros 4 aurores entraron en escena. Mi madre aún seguia con sus dos aurores, al igual que el joven de pelo color paja, pero este último, prefirió rendirse por motivos que aún desconozco. Así fue maniatado y arrojado a un rincón, y con ese gesto entregó a sus compañeros. La superioridad numérica causo estragos. El hombre de pelo negro había caído de lado, con toda la cara ensangrentada, la mujer luchaba aún con un tajo profundo en el brazo, y gritaba desesperada al otro hombre que me sacara de allí so pena de muerte. Una maldición cayó sobre ella mientras gritaba, y el hombre moreno se dio por vencido. Azkaban sería su lugar de retiro hasta la vuelta de aquel que llaman Señor

Cerró el diario arrojándolo a un rincón. Después de haber visto como cogieron a sus padres, tan solo pensó en ello unas semanas, aún era joven, y el mundo estaba en sus manos. Haberlos visto caídos, sin triunfo ni gloria no le proporcionaba ningún consuelo, ni mucho menos cierta alegría por haber tenido una fugaz imagen de ellos. Para ella, haberlos visto en ese momento, era lo peor que podía haberle deparado el destino. No tuvo derecho a imaginarse una lucha heroica, en la que cayeron por superioridad numérica, sino una retirada, como su primo, como todos los que llevaban la marca.

Se lo frotó con fuerza y desesperación, el tiempo la había hecho enterrar esa escena en lo más profundo de su mente, y no pensó las consecuencias que tendría sobre ella si salía de nuevo a la luz.

'Lo que hago no está bien…' – dijo con voz trémula – '¡NO ESTÁ BIEN!'

Un aura diabólica la rodeaba, ofreciendo una imagen magnificente, elevándose unos centímetros del suelo en una manifestación involuntaria de poder. Luego cayó exhausta, y salió del cuarto rápidamente, como si algo en el la amenazara.