La semana pasada comencé con una nueva, digamos, tónica en esta historia: contarla desde el punto de vista de Inuyasha. Me imagino que quienes lo leyeron se sorprendieron (voy a pensar que gratamente).

¿Por qué surge esto? Shiroi Hana es una historia que creé hace mucho tiempo en mi mente (más o menos 5 años) pero cuando la creé solo tenía tres escenas: la primera, cómo Inuyasha se convertía en niño; la segunda, la que le da título a la historia; y la tercera, la que resuelve el problema y lo concluye todo, o más bien lo continúa, dado que esta historia no rompe el argumento de la historia original, sino que es más bien un paréntesis en la trama. Pero esas escenas se tienen que unir y esa unión no podía ser de golpe o perdía la esencia. Siempre pensé desde el principio que la comencé a escribir, relatarla en el papel de Kagome, pero algo pasó…

Comencé a cocer otra historia en el caldero que vendría siendo una continuación de esta y que va a tener el punto de vista de Inuyasha, por lo que se me ocurrió que en esta también estaría increíble ponerlo. Espero que les esté gustando.

Tengo que admitirlo, aunque me duela: la humana llamada Kagome es más resistente de lo que yo pensaba, lo cual si lo pienso detalladamente no es muy halagador considerando que no le atribuyo muchas buenas cualidades a los humanos. Pero en este caso estoy… voy a ir con… sorprendido. Todavía no sé si es una buena o una mala sorpresa, pero definitivamente no me lo esperaba.

Puedo detectar perfectamente su frustración aunque esté algunos metros separado de ella y la escucho refunfuñar palabras sin sentido como "me encantaría una pastilla para los nervios" o "¿de dónde saca tanta energía, de una central termonuclear?" y, aunque no tengo idea de qué significan esas frases, sé que son dirigidas a mí, aunque no sé si Kagome sabe que la escucho tan claramente como si me las dijera al oído. Aunque tal vez sí lo sepa, no parece ser ajena a mis capacidades extraordinarias.

Cuando finalmente ella, sus amigos y la pulga traidora de Myoga decidieron terminar con su reunión y acordaron separarse y que ella se quedaría conmigo, consideré escapar. En serio lo hice. Si el resto de la pandilla estaba lejos buscando "no sé qué agua" para regresarme a la "no sé qué normalidad", y solo ella quedaba conmigo, mi huida sería infinitamente más fácil. Esquivarla a ella no debía ser un problema. Es solo una humana.

Pero no fue fácil y definitivamente es un problema. No porque no quisiera alejarme de ella o no pudiese hacerlo. He tenido varias oportunidades. Llevamos varias horas caminando prácticamente sin descanso y sé que Kagome está agotada. Incluso trató de que durmiéramos un rato, pero llevo años valiéndome por mí mismo y el sueño reparador es un lujo que no he podido darme en mucho tiempo, así que he aprendido a caer en una especie de sueño semialerta que solo dura una hora, a lo mucho dos, y luego funciono a plena potencia. Incluso en el tiempo que ella se quedó dormida, mi escape hubiese sido extremadamente fácil y ella no lo hubiese notado hasta que yo estuviera a millas de distancia.

La cuestión es que por alguna extraña razón que no comprendo en lo absoluto, me siento diferente cerca de ella. No sabría explicarlo, incluso si lo intentara, pero hasta cierto punto siento que me resultaría doloroso si me alejo. No es una sensación del todo desconocida para mí porque ya hubo alguien con quien la experimenté antes: mi madre. Sin embargo, aunque es muy similar, al mismo tiempo no es la misma. Quiero decir, es la misma calidez en el pecho, pero no de la misma intensidad o por el mismo motivo. ¡ARGHH! Ni yo mismo me entiendo. Lo que pienso no tiene ningún sentido.

Sé que Kagome detecta mi malhumor, y sé que trata de ser comprensiva. Pero también sé que estoy jugando con su paciencia y algo me dice que las explosiones de su carácter son tan brutales que es mejor no estar cerca.

—Inuyasha, por favor, ¿te podrías detener un rato? Necesito descansar y tú tienes que comer algo. ahí está nuevamente ese tono, como de quien busca una paciencia que normalmente posee pero que perdió hace tiempo en medio de la desesperada frustración a la que está sometida.

—Te dije que no me voy a detener. — tal vez sea tonto jugar de la manera que lo hago con sus límites, pero no me puedo dejar llevar por la sensación extraña, quién sabe lo que eso podría provocar.

—Y también te dije que lo deberías hacer. Hasta tú tienes que reponer energías.

—Eres una humana insoportable. Aléjate de mí.

—Inuyasha, escúchame, por favor— detecto en ese "por favor" un cierto énfasis que viene siendo una advertencia de lo que me esperará si no lo hago, pero la verdad sea dicha, ya sé que llevaba rato perdiendo la paciencia, —tienes que alimentarte. Y yo necesito descansar. Hemos estado caminando desde el amanecer sin descanso.

—Ya te dije que no iba a descansar, no voy a comer nada que me des y por última vez, ¡aléjate de mí!

En el momento en el que dejo salir esas últimas palabras me arrepiento de haberlas dicho. Kagome no me dice nada, solo se me queda mirando como si le hubiera destrozado el alma con lo que dije. Es decir, lo dije para herirla, pero no era esa mi intención real. Fue lo que dejé salir en medio de mi confusión y no sé qué hacer ahora. Lo peor es que veo sus ojos brillar por las lágrimas y por la expresión de dolor que yo le ocasioné, por el daño que yo le hice. Siempre me he considerado un superviviente, pero nunca me vi como alguien cruel. Supongo que estaba equivocado.

Estoy tratando de buscar algo que decirle, pero una voz a mi espalda me lo impide.

—Vaya, vaya, vaya… pero miren lo que tenemos aquí: una humana enclenque y un niño débil.

Atraje un demonio. No solo soy cruel, sino que también soy idiota. Me olvidé por completo de dónde estábamos y que soy constantemente cazado por toda clase de demonios. Y este no es de los más agradables.

Mide más de dos metros, con un cuerpo humanoide, cuernos como de búfalo y la piel de un color verde macilento. Sus colmillos afilados no logran ser contenidos por su boca. Este es del tipo que suele perseguirme todo el tiempo. No es que el hecho de comerme ahora los fortalezca, pero impide que yo lo haga. Tengo que idear un plan para que Kagome y yo logremos salir de esta con vida. Ya después veré cómo disculparme.

—¡INUYASHA, CORRE! — ¿En serio esta tonta me dice que huya y la deje a ella sola y herida, además de cansada (eso último mi culpa) para enfrentarse a un demonio que casi le dobla en estatura? Definitivamente no me conoce.

—Pero, ¡¿quién te has creído que eres?! No voy a correr a ninguna parte.

—Inuyasha, por favor…

Es lo último que logro escuchar que me dice. Por alguna extraña razón (lo cual va siendo común desde que la conozco), me olvido de protegerme del demonio para protegerla a ella, con tan buena suerte que quedo indefenso ante el ataque del monstruo. Cuando lo veo venir, ya es demasiado tarde.

Pero el zarpazo del demonio no llega, y lo que sí me llega es un grito de dolor procedente de Kagome en el instante en el que siento un empujón que me saca del camino de la zarpa. Y al abrir los ojos me quedo completamente en blanco.

Kagome se encuentra dándole la espalda al monstruo, mientras me abraza protegiéndome con su cuerpo y lo que ocurre me golpea con más fuerza de la que hubiera empleado el demonio para acabarme.

Ella me quitó del camino.

Kagome me apartó del camino de las garras de ese demonio para salvar mi vida.

Su agarre no es igual de fuerte que hace unos instantes y percibo rápidamente el olor de su sangre con la misma intensidad que lo hice la noche anterior. Eso solo quiere decir que está herida y que eso le ocurrió salvándome.

Kagome no me mira, mantiene su cabeza en el hueco de mi cuello, sin embargo eso me permite ver lo que ocurre frente a mí sin obstáculos. El demonio perdió momentáneamente el equilibrio cuando se dirigió hacia mí, pero ya se encontraba recuperado y listo para atacar de nuevo.

En ese momento siento a Kagome tensar sus brazos alrededor mío y prepararse no solo para utilizar su cuerpo como escudo, sino que por la sujeción que adopta me percato que busca empujarme hacia el bosque para que escape mientras ella se convierte en comida del demonio.

Solo que eso no es algo que yo vaya a permitir.

Cuando veo al demonio acercarse lo suficiente, me deshago con relativa facilidad del agarre de Kagome y salto sobre él. Llegó el momento de demostrar cómo me mantuve vivo hasta este momento, porque no siempre conseguí huir.

Así que valiéndome de mi tamaño salto de un hombro a otro del demonio, y luego a sus muslos y rodillas, y luego a su abdomen, y lo lastimo con mis garras lo suficiente como para que el demonio pierda la concentración en la víctima que tenía a la vista (KAGOME). Estoy tan enfocado en esa misión que, cuando escucho la voz de Kagome nuevamente, ni siquiera me molesto en replicar y hago lo que me dice. Ese algo que lleva molestándome desde anoche me dice que debo confiar en ella. Al menos esta vez.

—¡INUYASHA, APÁRTATE!

Cuando salto, veo la flecha salir de su arco disparada y dar en algún punto cercano al corazón del demonio. Kagome no tiene muy buena puntería si realmente apuntó al corazón, pero ahora mismo eso no importa. Sea cual sea su blanco, la flecha logra acertar en el cuerpo humanoide y consigue su objetivo principal: acabar con esa bestia que no dudó ni un solo minuto en acabar con nosotros. Tras unos cuantos movimientos bruscos, cae cuan largo es y ahí es cuando acaba su miseria, al menos en este mundo.

En el silencio que nos rodea a partir de ese momento veo a Kagome caer arrodillada en el suelo y temblar tratando de contener el dolor que seguramente siente en la herida de su brazo que veo que fue reabierta por el demonio. Respira con dificultad y puedo ver que está débil y agotada.

Y en ese momento todo vuelve a mi mente: el momento en el que dijo mi nombre cuando salí del capullo, su forma de abrazarme mientras estaba inconsciente (incluso con una herida en el brazo muy similar a la de ahora), la manera en la que me miraba, el hecho que trató de llenarse de paciencia y tratar de mantenerse a mi ritmo mientras yo me internaba en el bosque tratando de alejarme del sitio donde nos reuniríamos con sus amigos, de ella y de todo lo que ella me hacía sentir, pero sobre todo por el miedo visceral que prácticamente no me deja respirar, el miedo a la esperanza que ella parece querer darme.

Y recuerdo sobre todo el hecho de que estuvo dispuesta a dar su vida por mí hace solo unos instantes; por mí, por un hanyō despreciado, perseguido, amargado, y a quien nadie, salvo su propia madre, ha querido jamás. Y ella, sin conocerme, iba a dar su vida por la mía.

Y ahí es cuando siento la humedad en mis ojos, una debilidad que desde que mi madre me dejó no me había vuelto a permitir. Y cuando no logro contener una de mis lágrimas la veo. Kagome me abre los brazos para que si yo lo quiero busque en ella el consuelo que me quiere dar. Tal vez sea un error dejarme llevar, pero si lo es, trataré de lidiar con ello en el futuro.

Ahora, solo corro hacia ella lo más rápido que puedo, aceptando lo que me da y, enterrando mi cara en su pecho dejo salir años de soledad, de impotencia, de frustración… Y mientras lo hago, me sumerjo en la cadencia de su respiración, en el sonido de su corazón y me doy cuenta que esa sensación extraña que me embarga cuando estoy cerca de ella, esa que era tan similar a la que sentía con mi madre y a la vez tan diferente, y que por ahora me permito disfrutar… es la sensación de hogar.

Continuará…

Gracias por leer.

Besos!