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TONTERÍAS A DOS

Fecha: 20/11/22

Pareja: Sorato

Tiempo: 24m y 47s

Momento—

Como un lobo enjaulado. Así estaba Yamato ante la puerta de su casa. Verificó otra vez su último mensaje, con aquel escueto «Ahora voy». Se detuvo al escuchar el ascensor. Casi contuvo la respiración aquellos eternos segundos en los que el timbre sonó. Ni dio tiempo a que terminara el timbrazo que ya había abierto la puerta.

Sus miradas se cruzaron un instante, hasta que Sora, enrojecida, quizá por el frío, quizá por encontrarse ahí, la bajó. Dándose cuenta entonces de que estaba bloqueando el paso, Yamato subió el escalón y como una autómata, Sora se deshizo de sus botas en el genkan. No dejó el abrigo, ni la bufanda que seguía rebozada a su cuello.

Se adentró un poco Yamato, llegando a la mesa de la cocina. Torpemente tomó la bolsa que había dejado ahí unas horas antes y se la entregó.

—No sabía cuál era mejor. Compré de varias marcas —dijo, extendiendo la mano, evitando el contacto visual.

Al ver que ella no tomaba la bolsa, la miró. Jugueteaba con los dedos sobre su abdomen. Dedos enrojecidos por el frío. Le pareció extraño que no llevara guantes.

—Ya no es necesario.

Yamato tuvo que hacer un sobre esfuerzo para escucharla. Ella hablaba para su bufanda. Dejó la bolsa y pestañeó perplejo. Fue a decir algo, sin saber muy bien el qué. Desde el minuto uno le había sido difícil abordar este tema, sin embargo, Sora le evitó decir nada, alzando al fin la cabeza.

—Ya está todo en orden… siento haberte preocupado.

La miró todavía inconsciente de la realidad. Su mente tuvo que esforzarse para encontrarle el sentido a sus palabras. Para entender que significaban en todo esto. Cuando lo hizo, no pudo reprimir un largo suspiro, notando de golpe el cansancio acumulado durante la noche.

—No debí haberte metido en esto, lo siento. Me arrepentí en cuanto te mandé el mensaje.

Esas palabras de nuevo descolocaron a Yamato. Sí, todo había empezado para él la noche anterior, cuando recibió un mensaje de Sora a horas tardías. «¿Puedes ir a la farmacia y comprar un test de embarazo?»

Semejante mensaje había sido chocante, creyendo a priori que se trataba de una broma. La llamó sin demora pero no obtuvo respuesta. Le mandó mensajes que tampoco tuvieron respuesta. Tuvo la tentación de ir a su casa, pero se contuvo, porque si era cierto, tan solo habría empeorado las cosas. Se la imaginó durante toda la noche, abrazada a sus rodillas en la oscuridad de su habitación. Con el teléfono apagado desde que le enviara el mensaje. Se imaginó la de días que llevaría con esta preocupación. La de presión que soportaba para no ser capaz de salir de dudas ella misma. Lo límite que estaba para haberlo involucrado a él de una manera tan poco valiente.

Obviamente, ese pensamiento era el que más le molestaba y más daño le producía.

—¿Y si no lo debes compartir conmigo con quién se supone que lo debes compartir?

Yamato apartó el rostro. Le había salido un tono más rudo de lo que pretendía pero no había podido evitarlo. Ya no solo se trataba de que Sora se guardase para sí misma sus problemas. En este caso, este problema, era responsabilidad suya también.

Con las manos a la espalda, ella se apoyó contra el refrigerador y exhaló.

—Era culpa mía de todas formas. Acordamos que yo me encargaba de que esto no sucediese.

Yamato la enfocó de nuevo. Apretó la mandíbula con disgusto. Cierto era que desde hacía un tiempo era ella la que tomaba las medidas, lo que no significaba que si sucediese un descuido fuera su culpa. Yamato se negaba a que tuviera ese pensamiento. No quiso seguir dándole vueltas o creyó que acabaría en un bucle. Llevó la mirada a la bolsa sobre la mesa.

—Será mejor que me deshaga de esto antes de que lo vea mi padre y le dé un infarto.

Miró de reojo a Sora, buscando un ápice de complicidad. Esta, todavía abrigada como si estuviera en una ventisca, mantenía la mirada en la lámpara de la cocina. Y su mente seguía lejos.

Hizo presión con los dedos en la mesa, queriendo eliminar su impotencia de alguna manera. Se irguió y, tomándola del brazo con dureza para arrastrarla contra su pecho, la envolvió.

—Basta. Solo ha sido un susto y si yo he estado de los nervios desde tu mensajito, ni me quiero imaginar cómo has estado tú los días o semanas atrás, porque a saber desde cuando llevas con esta preocupación. Así que déjalo ya. Deja de martirizarte con lo que sea que te estás martirizando.

Yamato fue relajando su respiración y suavizando su tono conforme vio que ella al fin se mostraba algo receptiva. Había escondido la cara en su pecho y sus manos, (frías, por primera vez desde que la conocía) se agarraban tímidamente a su jersey.

—¿Sabes lo más ridículo de todo esto? —musitó. Yamato se inclinó para poder escucharla—, que me acabo de dar cuenta de que una pequeña parte de mí, una parte idiota, romántica e irracional... estaba ilusionada, y no sé cómo sentirme a eso.

Esa información trastocó nuevamente a Yamato. A él no le había dado tiempo a buscar esa parte. Él solo había pensado en que acababa de empezar la universidad. En que todavía ni sabía qué hacer con su vida. En que no tenía nada que ofrecer a un bebé. En que no era el momento. Sin embargo, tras escucharlas, no le asombraban las palabras de Sora, incluso le enternecían. Acarició su cabello delicadamente y sonrió.

—Significa que hay una pequeña parte en ti que todavía disfruta con infartar a su madre.

Escuchó la risa de Sora y suspiró aliviado al fin. Volvían a estar en el mismo plano.

—Idiota.

La separó y, de cerca, Yamato pudo apreciar en su rostro su fuerte resaca emocional. Cerrando los ojos, se inclinó para chocar sus frentes. Y por primera vez, disfrutó de la convicción de una idea que hasta entonces había sido difusa. Lejana. Abstracta. Supo, sin dudas, que algún día sí sería el momento. Juntos.

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