Capítulo 2: La Dama

Resumen: Luego de recibir una carta del desaparecido Draco Malfoy, Blaise acude a su llamado enterándose de una supuesta reencarnación del Lord. ¿Ocurrirá realmente?

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La recordaba tal y como la vio la última vez. No era hermosa, no tenía un cuerpo llamativo ni su sonrisa era una invitación seductora al gozo. Sin embargo había algo de ella que lo hacía pensarla cada día desde que la dejó atrás, ese día en que todos se separaron jurando jamás volver a reunirse. Pobres inocentes, traidores temerosos. Jamás imaginaron que luego de las jugarretas de Potter alguien pudiera volver a hacerse del legado del mal. Efectivamente, el Lord estaba muerto, pero no por mucho tiempo.

Desvió la mirada a la ventana, afuera nevaba furiosamente. Encendió un cigarrillo mientras bebía de su copa de borgoña. Elegante, aunque encapuchado, Draco Malfoy jamás perdía su estampa. Aunque de él sólo se reconocieran sus ojos, esa mirada fría y calculadora, aunque fueran sólo sus manos lo que sobresaliera de la tela oscura que lo cubría.

Aquel día hace ya más de 7 años que la vio escondida tras el cuerpo de ese cara de niño bueno. Esa tarde cuando todos deshicieron sus votos de lealtad, cuando ella dio por sentado que habiendo rechazado todo ya nada los unía. La vio partir en compañía del que años después se convertiría en su marido, en quien compartía su vida, su cama, su deseo. Pero aguardó silencioso, esperó junto con su tesoro... Aún no era el momento, todo estaba muy verde...

"Luego... espere, mi señor, pronto..."

Se volteó hacia su espalda al escuchar la voz de su adorada inmunda, pero sólo encontró a los otros hombres que, tal como él, parecían esperar a sus visitantes. Reconocía que su tesoro no habría aprobado mucho ese lugar, lo hubiera considerado poco adecuado y pestilente. Sonrió de lado y bebió un poco más de su copa. Entrecerró los ojos y pudo reconocer las pupilas color chocolate dentro del borgoña, parecían dibujarse una y otra vez al vaivén del mecer de la copa entre sus dedos.

–Mi querida Hermione... –susurró a la copa empañándola de su aliento.

Podía recordar como se confundió aquel día, que por casualidad él acudía a la ciudad en busca de algunos textos –que conseguiría a la fuerza– y la divisó a la lejanía. Desde entonces no obligó más a su tesoro para que destiñera su cabello, porque ella ya no lo llevaba claro. Durante un año se alimentó de su recuerdo en brazos de su adoraba mugrienta, durante un año esperó tenerla nuevamente frente a él... Pero como solía decir su querida "Espere, mi señor..." Y paciencia fue lo que él tuvo. Aquella tarde cuando pasó junto a él sin reconocerlo pudo comprobar como el tiempo en ella no obraba tan caritativo como con su tesoro. Mientras Hermione Granger había dejado de ser un castor humano, Pansy era aún más bulldog que antes.

Lejos de desinteresarse en la mujer que ahora lo sobrepasaba y seguía su camino, su imagen desgastada –a su parecer– lo hizo mantener su atención. Llevaba el cabello castaño hasta poco más arriba del hombro, un flequillo recto, una tenida bastante casual. A su lado caminaba el cara de niño bueno, conversaban de algo mirando las vitrinas de las tiendas. Un año después se enteró que para entonces sus antiguos compañeros de escuela habían pasado a convertirse en los futuros forjadores de una nueva generación... Una generación que Draco Malfoy estaba pensando doblegar, tal como lo quiso Lord Voldemort.

"Pronto, mi señor... muy pronto"

–Así será, mi tesoro –dijo murmurante a su copa de borgoña.

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Un enano le abrió la puerta de aquel antro a donde Malfoy lo había citado. Los vapores de un alcohol fermentado llegaron a su nariz haciéndolo recordar cierto asado de coles que cocinaba su suegra cuando quería espantarlo en los tiempos en que con Pansy comenzaron a salir. Pero el ambiente impecable de la casa de los Parkinson no era el que ahora se respiraba. Se quedó quieto en junto a la puerta, sin saber si volver donde su mujer o si quería realmente enfrentar su pasado. Buscó a Malfoy con la mirada, si no parecía en tres segundos se largaría de esa cloaca.

"1"

Algunos de los hombres de la taberna voltearon a ver al nuevo integrante de su reunión, casi todos voltearon desilusionados al comprobar que no era a quien esperaban sentados en aquellas butacas bebiendo sus cervezas. Una mujer sentaba junto a la barra lo miró fijamente y le guiñó un ojo. Blaise la observó despectivamente y volteó hacia el otro rincón del antro.

"2"

El mismo enano le indicó un asiento vacío junto a un encapuchado de estatura alta y delgada complexión. Nadie estaba junto a él, era como si tuviera una especie de enfermedad repelente o, simplemente, todos esos gandules le temían. Acortó la distancia con algo de reticencia.

"3"

–El cara de niño bueno... –dijo el encapuchado y Zabini enarcó una ceja sin ocultar su sorpresa. –Hace mucho tiempo que no nos veíamos o, tal vez, que tú no me veías...

–Intuía que no estabas tan lejos, Malfoy –respondió el recién llegado sentándose ante un amable gesto de su compañero de indicarle el asiento frente a él. –Pero nunca pensé que fueras del estilo paparazzi –sonrió algo burlesco.

Malfoy desvió la mirada de su copa para mirar a ese individuo a los ojos. Casi sintió asco cuando Zabini habló en jerga muggle, nunca él ni nadie sería digno de merecer el grandioso futuro que estaba preparando... Ninguno, pero tal vez sí ella. Vio como el enano ofrecía un vaso limpio a su antiguo compañero, el que lo negaba algo nauseado del ambiente y, seguramente, también por la situación. Zabini siempre fue un asqueroso gusano cobarde, seguramente estaba que se meaba como...

–¿Qué tal tu hijo, Blaise? –preguntó Draco sonriendo de lado con malicia, sonrisa que su acompañante pudo leer tras la copa de cristal. –¿Sigue tan tierno –agregó con maldad– como se lo veía para su cumpleaños?

–¡Dime qué mierda quieres, Malfoy! –exclamó golpeando la mesa con los puños, la mitad de la taberna se volteó sorprendida.

–Siempre tan escandaloso –rió el rubio platino mirando el mecer de su borgoña dentro de la copa. –No querrás llamar demasiado la atención aquí, Zabini, no nos gustan los niños buenos, menos los que son de escándalos, golpes y gritos desmesurados... Ante todo, mantén tu compostura. –miró al castaño a los ojos. –Y no me has respondido a la pregunta... ¿Cómo lo llamaste?

Blaise frunció el ceño. ¿Hasta cuando pretendía Draco seguir jugando? No le interesaba sentarse a charlar, debía estar al amanecer en casa. No quería preocupar a Pansy, no más de lo que ya estaba. Sabía que eso de los escritos la traía de cabeza y, aunque quisiera detenerlo, ya se había convertido en una compulsión. También extrañaba la vida normal, el meterse a la cama sin tener que agarrar los pergaminos.

La mirada de Draco era penetrante y fija, casi parecía no pestañar cuando se fijaba en él. Tragó saliva habiendo olvidado de pronto llegar temprano a casa.

–David –respondió sin saber porqué, tal vez no había demasiado que ocultar después de todo.

–David... –repitió Draco como saboreando cada sonido que conformaban el primogénito de su antiguo compañero de escuela.

–Así es, David... A Pansy le gustaba el nombre...

"Le gustaba verle su vientre hinchado de vida, admirar el milagro de la creación, ser testigo que no toda la magia llevaba un nombre ni un conjuro. Podía recordar su mano sobre aquella piel tensa y blanca, los pequeños golpecitos que podían sentirse bajo él, las vibraciones de sus propios labios al hablarle directo a su futuro hijo. David, así lo llamarían... porque a la madre le gustaba ese nombre."

Draco se le quedó mirando fijo y una sonrisa gélida se atravesó en su rostro como una daga.

–Es tiempo de la encarnación, Zabini –dejó caer logrando que Blaise frunciera el ceño. –Y tú y Pansy deben estar presentes, así también el pequeño David. –sus ojos brillaron ambiciosos –Estarán todos los viejos amigos, Zabini. ¿Los recuerdas? –Blaise asintió levemente sin quitarle la vista de encima. –Todos nos reuniremos a celebrar el regreso de nuestro formador, de nuestro vástago, a quien le debemos todo...

Blaise casi sintió pena por Draco en ese minuto. ¿Reencarnación¿Reunión? Era como si se hubiera pegado varios años en el pasado, cuando aún no tenían vello facial, aún soñaban con perder la virginidad con la chica más guapa de Hogwarts o cuando subirse a una escoba y ser capitanes era lo más fantástico que podía ocurrirles. Entendió que Malfoy estaba completamente fuera dejuicio, que lo que necesitaba era un sitio en San Mungo y no una reunión de excompañeros. Sonrió amistoso.

–¿Si? Entonces mantennos avisados a mí y a Pansy, estaremos encantados de participar –le dijo en tono amable, pero dejando en claro que no creía nada de aquello. –Si esto era todo, me retiro, mi mujer me espera en casa y debe estar nerviosa con esta tormenta que hay...

Malfoy sonrió tras su copa y bebió un sorbo. Pobre Zabini¿qué no sabes, niño bueno, que por la boca muere el pez? No lo siguió ni lo detuvo cuando el ex Slytherin abandonó el antro para volver a su hogar, a los brazos de Pansy. Pero sólo un nombre quedó dando vueltas en su cabeza para escapar de entre sus labios y mezclarse con el aroma del borgoña.

–David...

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Regresó poco antes del amanecer, la espesa tormenta de nieve lo obligó a recorrer gran distancia a pie envuelto en la oscuridad de la noche. No recordaba otro clima parecido a aquel, quizás sí el día que todos decidieron dar la espalda al Lord, aquella noche cuando Potter logró romper la maldición y librarlos a todos de ese yugo insalvable.

"Ha pasado mucho tiempo..."

Se volteó al escuchar aquella voz, la reconocía. Una ráfaga de viento arremetió contra él, mas no logró hacerlo caer. La nieve parecía quemarle la piel, mojar su ropa con flamas de fuego que querían incendiarlo. Limpió su rostro de la humedad, frotó sus ojos para poder aclarar la vista. Otra arremetida del viento gélido.

"No está mintiendo... renacerá entre nosotros, pronto"

Miró hacia todos lados, sólo la oscuridad lo rodeaba, la oscuridad y el sonido del viento, el frío que parecía incendiarlo. Buscó nuevamente con la vista, pero estaba vez retomaría su camino. Faltaba poco para llegar a casa, quizás muy poco.

"Zabini..."

Blaise volteó por última vez, pero ésta divisó una figura delgada, tan sólo cubierta por una delgada camisola blanca de franela. Sus cabellos castaños con ligeros brillos dorados flotaban al viento, pero sin ser embastidos por el viento cruel. Su rostro parecía tranquilo y lo observaba con una ligera sonrisa.

–¿Granger?

Ella sonrió ampliamente y el viento se interpuso entre ambos, él cerró los ojos y se cubrió el rostro un segundo. El viento se detuvo, alzó la mirada. Sólo estaba él y la oscuridad nuevamente, había dejado de nevar. El sol se asomaba a la distancia láguido y adormilado. Bajó la vista al suelo, justo donde estuvo detenida la misteriosa mujer, ahí estaba aquella lechuza loca. Tan muerta como la dejó luego de irrumpir en su cuarto. Parpadeó nerviosamente para cuando sintió un peso cálido y ligero sobre sus hombros.

–Blaise...

Se volteó bruscamente logrando que su mujer se echara hacia atrás asustada. Tanteó sus hombros, tenía una frasada en la espalda, estaba completamente mojado, respiraba agitado y Pansy sólo lo observaba con los ojos muy abiertos y una expresión sobresaltada.

–Te salí a buscar luego que salió el sol... –aclaró ella con voz trémula –Temí que te hubiera pasado algo. Pero se me ocurrió que estaría perdido por aquí, suerte que la tormenta se hubiera detenido. –sonrió tratando de borrar de su mente la actitud atormentada de su marido. –¿Estás bien?

Blaise asintió suavemente mientras repasaba el rostro de su mujer con la vista. Estaba finalmente en casa. Por un segundo se sintió aliviado, pero recordó su encuentro con Malfoy, la extraña visita de Granger... No, seguro fue producto de su mente, entre el sueño y el recuerdo. Miró a Pansy a los ojos.

–¿Quién está con el niño?

–Nadie, aún está dormido... –respondió ella con voz calma.

Blaise la miró un segundo, parecía que hubiera visto un fantasma... o más bien hubiera revivido con mayor atención su charla con Malfoy. Pansy frunció el ceño al verlo taciturno, pero no pudo siquiera detenerlo cuando partió corriendo a todo lo que le daban las piernas hacia la casa.