Capítulo 3: Pasión y voluntad
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Todo terminó. Fue tan rápido como unas simples palabras, una salida, la luz. En dos segundos años de disputas, de miedos y pesadillas convertidas en realidad cesaron sin siquiera dejar rastro. Aquellos que estaban ligados a aquel movimiento se ocultaron en las sombras, sus nombres fueron acusados, mas nunca realmente comprobados. Todos prefirieron vivir el silencio y lanzar todo al olvido.
Eran sólo unos niños, absortos de una verdad en la cual no alcanzaron a creer. Simplemente no correspondían a aquel mundo forjado en las tinieblas, a las esperanzas de una utopía irrealizable. Podrían ser bien denominados como una generación perdida, de conocimientos vagos, de mentes frágiles. Hicieron como todos, huyeron. Aún sin marcas en sus pieles, sin manchas de batallas, sin muertes en sus hombros... Libres de toda culpa.
Todos huyeron menos él. Desamparado y descorazonado al ver que aquel sueño de sus padres, de sus abuelos, un Macondo por el que cada uno de los de su sangre combatió, al contemplar el esfuerzo desperdigado en nada más que sonrisas y festejos. Nada había valido realmente la pena, nada. ¿En qué quedaban sus enseñanzas¿Dónde estaba la verdad que de niño le fue develada¿Cuando se perdió la fe en recuperar la esencia que los embargaba convirtiéndolos en seres diferentes? Y, desde ese momento, todo se volvió confuso y su vida perdió el rumbo. Hasta que aquella tarde, a la distancia, reconoció a su único triunfo sobre ellos, sobre quienes arruinaron su ideal, el ideal de sus padres.
Ella se pensaba invencible, inalcanzable. Siempre fue así, la valiente Hermione. Tan valiente como para enfrentarlo cuando él la interceptó en aquel pasaje en el centro de Londres. Había pasado tanto tiempo, pero en sus ojos castaños reconoció la misma pasión y energía que, alguna vez, él mismo tuvo. Y la deseó, deseó para sí ese sentimiento que de ella brotaba como un delicioso manantial. A través de ella quería volver a vivir, volver a creer con la misma vehemencia que ella creía en ese ideal que tras aquella tarde había sobrevivido por sobre el de Draco. Ella vivía de su victoria, él viviría a través de ella. Ella sería su pasión, él sería su voluntad.
No podía describir lo que por ella sentía, menos cuando esa tarde desató sobre la mujer la misma pasión que ella mostraba antes que las nubes del imperio enturbiaran su mirada. Era frágil, pero afiebrada como una cálida brisa de verano, su cuerpo tenía el sabor de lo prohibido, exquisito pecado. Era ella la negación a sus propias raíces y su fortaleza en las mismas. Someterla era su derecho, desearla su placer culpable.
Era la dueña de la oscuridad de su habitación, tibia compañía ausente, insaciable sedienta de él... Todo lo que él desearía de ella. Admiraba su silencio, pero a su vez le temía. Quería saber que sentía ella, cómo lo sentía a él. Quería la verdad y no el imperio... Nunca tuvo el valor de preguntárselo, pues temía que ella respondiese que lo odiaba. Buscaba en su vientre el afecto, en sus pechos el calor y entre sus brazos una acogida, que aunque sabía no sincera, gustaba en soñar que así fuera. Ella lo haría grande, ella la mugrienta, ella su tesoro. Sería grande entre los grandes gracias a su entrega, a todo lo que ella era... Gracias a su coraje, a su pasión ahora convertidos en valores arrebatados que él consumió para sí.
La vio tendida en aquel espacio de su escritorio, parecía dormida, extendida lánguida y hermosa en sus ropajes lujosos que él mismo elegía. Le gustaba verla siempre perfecta, reluciente y admirable. Sería siempre brillante, aunque sus ojos ya no destellaran. Se arrodilló junto a ella y se descubrió el rostro. Acercó su boca y el aliento a borgoña empapó la tez nacarada de la castaña, su respiración de ondeó los cabellos, sus manos recorrieron su cuerpo con suavidad. Estaba tan fría.
–Mi tesoro... –murmuró al oído del inerte cuerpo. –Lo he visto hoy... él y los demás vendrán...
Ella permanecía con aquel gesto tranquilo en el rostro, como si todos los demonios la hubieran abandonado finalmente. Descansaba en paz.
–Y cuando estén entre nosotros, él regresará... –continuó el rubio acariciando la melena de la mujer –Tomará el lugar que merece, yo le daré ese lugar... Te lo prometo.
La tomó por los hombros y la atrajo hacia él para acunarla entre sus brazos. Descorrió algunos mechones de cabellos que le cayeron sobre el rostro con delicadeza. Cerró los ojos y comenzó a mecerse como si quisiera tranquilizar a un bebé.
–Ella volverá y ya nunca más estaré sólo, mi tesoro... –le dijo en voz de arrullo. –Había olvidado contarte... Ella y yo tendremos un hijo... –pasó una mano por el cabello de la mujer –Un varoncito, hemos decidido llamarlo...
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Pansy volvió a la casa siguiendo a duras penas las zancadas de su marido, escuchó el subir apresurado de las escaleras se apresuró a alcanzarlo. Lo buscó por el pasillo avanzando acelerada hasta la única puerta abierta, se precipitó al interior.
–¿Y a ti que rayos te picó? –preguntó angustiada pero se quedó más tranquila cuando vio una escena de arranques paternales, donde su esposo sostenía a su primogénito entre los brazos, el pequeñito sonreía divertido. -¿Qué pasó con Malfoy¿Por qué estás como si hubieras visto a una banshee?
–Sólo fue una mala broma de Malfoy... –contestó Blaise mirándola con su rostro repuesto –Creo que su locura es contagiosa, casi me mata... Pero ahora todo está bien...
La mujer se acercó a su marido, le quitó el niño de los brazos en un gesto sobreprotector y lo miró amenazante.
–Antes de evitarme, como sueles hacerlo, vas a soltarlo todo, Blaise Zabini –gruñó Pansy mientras el chiquito le jalaba el pelo. –No puedes llegar como enajenado, dejarme sola en medio del jardín huyendo como un completo enfermo mental y ahora ponerte a jugar con el niño y hacerte el desentendido...
Blaise la observó un segundo dubitativo. ¿Para qué reproducirle las sandeces de Malfoy? No quería consternarla, no tenía sentido. Además, todo estaba en orden, todo menos la cabeza de su ex compañero de escuela.
–Y no me digas que "nada" –imitó su tono de voz algo despistada. –Porque ya te demoraste mucho en responder y eso significa que me quieres o pretendías esconderme algo... Anda suéltalo que tengo dos orejas limpias para escucharte.
–Verás, Pansy... –se limitó a decir mientras craneaba como contarle todo sin que sonara chocante y también ocultando sus miedos que lo llevaron volando a esa habitación. –Ese idiota de Malfoy está completamente loco... Me habló de una supuesta reencarnación del Lord, de una reunión... –Pansy lo miraba interesada, pero muy escéptica. –Preguntó por David...
Aquella última parte del relato escueto de su marido no le agradó. Frunció el ceño y, sin notarlo, apretó al niño más contra ella.
–Supongo que...
–No ocurrirá nada malo...
–Claro, como tú eres el dueño de la verdad –canturreó ella burlona. –Tú eres el hombre de la casa, Blaise, tú ves como arreglas esta, pero quiero a ese Malfoy bien lejos de mi casa, de mi hijo y de mí misma...
–Claro y a mí que me coman los perros –refunfuñó el hombre acercándose a su esposa –Créeme cuando te digo que Malfoy no es una ninguna amenaza, es un pobre tipo que aún cree que tenemos 18 años. No tiene nada mejor que hacer que crearse historias e investigar la vida de los demás... –tomó a Pansy por los hombros –Te prometo que no sucederá nada...
La mujer lo miró seriamente.
–Cito tus palabras cuando te recuerdo que las promesas de un Slytherin no son confiables...
Blaise frunció ligeramente el ceño.
–Te recuerdo que aparte de un Slytherin soy tu marido.
–¿Entonces las promesas de un marido Slytherin si valen? –preguntó intrigada. –Me encanta como acomodas las cosas a tu favor, Zabini –suspiró casi risueña. –Pero quiero algo más que tus promesas... Vete averiguando con quienes está en contacto Malfoy y si las bromitas van sólo con nosotros ándate alistando para dormir todo el resto del año en el sofá junto a la puerta.
El hombre hizo un puchero pequeño que nada conmovió a Pansy.
–Ahora te metes a la ducha, bajas a desayunar y partes al trabajo... –dijo ella cantarina saliendo de la habitación –El tiempo es dinero, rápido, rápido.
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"Estimados compañeros:
Como conmemoración a los 7 años del egreso de la escuela hemos citado a todos nuestros colegas a una reunión a realizarse el día primero del mes entrante. El lugar será el pintoresco palacio campestre de Royalbright al mediodía. Pueden traer consigo a sus familias.
Se ruega acusar recibo y posibilidad de asistir, número de personas y nombres.
Atte.
H. Granger
Secretaria del Comité Exalumnos"
Millicent dobló nuevamente la carta tal como venía dentro del sobre y desvió su mirada hacia su novio que no podía creer lo recientemente escuchado. ¿Una reunión dentro de una semana¿Organizada por la misma escuela en manos de la sangre sucia¿Realmente iría dirigida a ellos? Bajó la vista al sobre y el destinatario era correcto y, por alguna razón, el emisor de la misiva sabía que ella y Gregory vivían juntos pues no se molestó en enviar una personal sino más bien una a ambos.
–¿Y? –preguntó la rubia con cara de incredulidad.
–¿Y qué? –interrogó Gregory Goyle alzándose de hombros. –No me pierdo eso ni loco... Habla con Pansy y los demás, para esto hay que estar preparados de lo lindo.
–No seas infantil, Greg –suspiró la mujer tomando un trozo de torta para desayunar. –Ni me digas que planeas algo contra los Gryffindor... –los ojos de Gregory brillaron emocionados. -¡Cómo eres infantil, Goyle!
El robusto hombre sonrió macabro fijando su vista nuevamente en la invitación, casi ya estaba disfrutando de aquel reencuentro estudiantil.
