La Calma que Engaña a la Tormenta

-Ya se acercan – Hades se hizo a un lado para dejar que la barca atrancara en la orilla – Andrómaca, hija de Eetión, esposa de Héctor, princesa de Troya, presento ante ti al más valeroso de los héroes de todos los tiempos y con el que podrás hablar para conseguir la información que desees – detrás suyo, apareció un hombre joven, fuerte, de ojos azules y cabello dorado como el sol, que la miraba de forma vacía. Hades le ofreció algo de bebida la cual la acogió poco a poco.

-¿Tú…? ¿Tú quieres hablar conmigo? – Andrómaca miraba sorprendida como el alma que tenía delante la observaba claramente, ahora sí, reconociéndola completamente.

-Es un placer volver a verte Andrómaca – el joven, de mirada azulada, intentó acercarse a la mujer, pero está se apartó – no debe haber odio entre nosotros, querida. Somos familia – concluyó el rubio.

-Tú y yo no somos nada – contradijo de forma abrupta – he dado a luz un nieto tuyo, ¡Oh gran Aquiles! Pero no eres de mi familia en absoluto.

Los dioses se miraron entre sí y suspiraron. Sabían que traer al enemigo feroz que había acabado con toda su familia, era un riesgo que debían correr si es que querrían arreglar las cosas. Habían barajado la posibilidad de traer a Héctor, pero tenían miedo de que la mujer perdiera el norte y decidiera viajar con él al Inframundo.

-Tienes poco tiempo Andrómaca – intervino Hades – aprovecha para poder conseguir toda la información que precises

Andrómaca lo miró, Aquiles seguía teniendo el mismo aspecto, solo que parecía más cansado y consumido, como si no hubiera encontrado la paz eterna. Miró a los dioses y luego lo miró a él ¿qué podría preguntarle al hombre que arruinó su vida?

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No sabía cuánto tiempo llevaba sentado en aquel sillón incómodo, moviendo la pierna por puro nerviosismo y rezando a todos aquellos seres en los que nunca había creído para que, esa vez, no se quedara desamparado del todo. Apretó los puños contra sus rodillas, recordando lo feliz que había llegado a casa y como después, todo había sido una locura. Después de acabar el entrenamiento, Sōta había encontrado a Hitomi en la salida para acompañarlo a tomar algo, pero aquel simple rato se convirtió en unos de los mejores momentos de su vida. Pero todo de hundió cuando Akane, seria y con ojos fríos, llegó a la hamburguesería en la que estaba con su hermana pequeña para llevárselo al hospital.

Al joven de dieciséis años se le cayó el mundo encima. No hacía ni una semana que había perdido a su madre y ahora estaba a punto de perder también a su hermana y a su futuro sobrino o sobrina. Un bebé. Aquello parecía ilógico teniendo en cuenta que su hermana no se hablaba con Inuyahsa. ¿Cómo habían podido llegar a eso? ¿Inuyasha lo sabía? Y si, ese era el caso, ¿por qué no la había detenido? Había dejado que deliberadamente se metiera en una peligrosa investigación aun estando en aquellas condiciones ¿Qué cojones le pasaba? Suspiró y se pasó la mano por el cabello oscuro. No podía enfadarse con él sabiendo lo terca que era Kagome, más si era cierto, que aquella misión podía asegurarles quien era el asesino de su madre. A quien intentaba engañar, él habría hecho lo mismo.

Se mordió la una del pulgar derecho, una mala manía que empezó desde que tenía uso de razón y que parecía aliviar sus constantes nervios. Había muchas cosas entre su hermana y su cuñado que no entendía, pero ahora no era momento de pensar en ellas. Cerró los ojos y mordió con más ahínco, ella tenía que estar bien.

—¿Quieres un refresco? —dijo una voz a su derecha. Sōta levantó la vista encontrándose con un hombre mayor, de unos sesenta y tantos ofreciéndole una lata de algo que no supo identificar. El adulto tenía unos ojos miel hipnóticos y un cabello blanquecino extraño.

—¿Nos conocemos? —la pregunta salió entrecortada, casi como reprimiera las ganas de llorar.

—Soy Tōga, padre de Inuyasha, Sesshomaru y Riko —anunció el excapitán para sentarse al lado del adolescente—. No nos conocíamos formalmente.

—Nuestras familias nunca se presentaron formalmente, supongo —aceptó—. ¿Sabe algo de su hija?

—Por favor, tutéame, somos familia —sonrió el albino—. Riko sigue en quirófano, parece que la contusión en la cabeza era más grave de lo que creían en un principio. —aun y la pose serena del hombre, Sōta supo apreciar la desesperación en su mirada—. ¿Qué sabes de tu hermana?

—Las enfermeras no me han querido decir nada, solo que me mantenga a la espera —se levantó sobresaltado—. Esto es desesperante.

—Lo sé chico, la espera es la peor etapa.

—Estoy harto — escupió — nunca hemos tenido buena suerte en nuestra familia, pero este año se lleva la palma. Ojalá nunca hubiera dejado a mi madre sola, ojalá me hubiera quedado en casa, ojalá hubiera estado allí —las lágrimas volvieron a surcar sus ojos—. ¡Esto no hubiera pasado, joder!

—Siéntate muchacho —dijo con voz autoritaria. Sōta lo observó con la ceja alzada, pero fue incapaz de llevarle la contraria—. Voy a decirte algo que no te va a gustar, pero deberás aceptar. Tu intervención no habría cambiado nada —soltó sin miramientos, mirando hacia la puerta de la habiitación de Kagome. El pasillo estaba desierto por lo que su voz dura, resonó por todos los espacios—. No lo digo para que te sientas mejor, es un hecho. No tienes formación como para poder defenderte, mucho menos para defender a alguien, por lo que habrías muerto de un balazo en la cabeza o algo peor. Lo único que conseguirías es que tu hermana sufriera no por una pérdida sino por dos.

—¡Podría haberlo intentado al menos! —gritó el joven—. Al menos sabría…—no supo que más decir, su mente se quedó en blanco. ¿Habría podido salvarla? Llevaba años siendo agredida por Mūsō durante años y él no puco hacer nada más que llorar en un rincón. ¿Habría podido salvarla de aquello?

—Hace años estuve en una discusión mental similar a la que estás teniendo ahora mismo —comenzó Tōga— Cuando aún no era capitán, investigué un caso de asesino en serie, llamado el Inquisidor, que utilizaba pasajes de un libro llamado Maelus Maleficarum, para matar a mujeres inocentes como si fueran condenadas por brujería. —Sōta lo miró sorprendido—. Sí, en este trabajo te encuentras de todo —agregó con algo de ironía—. En aquella época era bastante más alocado, virtudes de la juventud, y, además, me sentía el hombre más poderoso del mundo porque era padre de dos niños y una niña medio adolescente que me veían como un héroe cada vez que entraba en casa, por lo que cuando creí tener la oportunidad de salvar a una de las víctimas antes de que muriera, me salté cualquier protocolo de actuación y me dirigí allí, como en las películas.

—¿Qué ocurrió?

—Aquel malnacido había jugado conmigo. Me había estudiado, sabía cómo era y quería hacerme sufrir. Por aquel entonces, teníamos una consultora, alguien que no pertenece al departamento, pero ayuda en la investigación. Sakamoto Shiori era una joven que estaba acabando su tesis sobre los juicios cristianos en Europa y decidió ayudarnos para encontrar a aquel malnacido. Ella me siguió sin dudar un solo segundo de mí, pero al final no pude protegerla —tragó con dificultad, como si le costara continuar—. Nos atrapó y me obligó a mirar cómo los inquisidores torturaban a una joven inocente para que se declarara culpable de brujería. Cuando ella no pudo aguantar más y se declaró culpable, la quemó ante mis ojos. Salí vivo de milagro.

—No fue tu culpa.

—Igual que tampoco fue la tuya —dijo con una sonrisa triste—. Al final conseguí darle caza y, con suerte, se pudrirá en una celda el resto de su vida, pero eso no me devolverá a aquella joven chica que tenía toda la vida por delante. —Sōta se fijó en los ojos dorados de Tōga y por un momento sintió pavor—. No sé quién ha destrozado tu familia, pero ahora tú y tu hermana sois parte de la mía. No podré salvar a tu madre, por desgracia, fui tan lento como con el Inquisidor, pero no pienso dejar que esto suceda de nuevo. Removeré cielo y tierra para que estéis a salvo y le arrancaré los ojos a quien se le ocurra haceros daños.

—Eso es un alivio —contestó el joven con lágrimas en los ojos.

—El último que se metió con mi familia acabó en la morgue hará siete años y yo no tuve necesidad de intervenir. —Aunque parecía decirlo en un tono relajado, el Higurashi sabía que aquello era una amenaza velada a quien los hubiera tratado así. Entonces, recordó el embarazo de su hermana ¿Él lo sabría?

Aquella mirada le decía que sí, con total seguridad.

Casi sentía penda por el malnacido que se había puesto en su camino. Casi.

—Por fin lo peor ha pasado —dijo el médico de nombre Shon con ojeras y algo cansado, pero con una sonrisa en el rostro, apareciendo por una de las puertas laterales—. Ha sido algo complicado practicar la cirugía puesto que la zona estaba cerca de feto, pero ambos están bien. Ahora solo queda reposo.

—¿Puedo entrar? —preguntó esperanzado. El médico asintió y le indicó que suguiera a una enfermera. Se giró hacia el patriarca de los Taishō e hizo una revenecia parcial —Muchas gracias por todo.

—No hay que darlas —contestó con una sonrisa. Luego se giró hacia el Shon—. ¿Qué sabes de Calediona Taishō? —Éste lo miró sin comprender—. La paciente de Inuyasha —aclaró.

—Está siendo difícil —suspiró entristecido—. Inuyasha es un cirujano espléndido, pero las heridas son muy feas — Tōga asintió. Sōta se acercó a él y le presionó el hombro, brindándole apoyo.

—¿Quieres pasar un momento? Mi hermana estará encantada de saludar cuando despierte. —El albino sonrió y asintió, entrando juntos dentro de la habitación.

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Inuyasha salió de quirófano después de casi cinco horas de intenso trabajo por la vida de su hermana. Riko tenía una herida de bala en el tórax, que había destruido varias costillas a su paso y parte del pulmón derecho, esparciéndose varios fragmentos de huesos que se habían incrustado en lóbulo inferior. Después de extraerle parte del tejido pulmonar afectado, procedió a eliminar la coagulación de sangre creada por el hematoma bajo la capa ósea del cráneo. Mientras realizaba la sencilla operación, algo los alertó cuando el corazón de su hermana empezó a fallar, causando que todos los presentes en la sala se movieran con rapidez y precisión.

El albino dejó a otro médico la absorción del coagulo, para dirigirse con el desfibrilador hacia su hermana. Después de varias descargas, Riko no respondía, provocando el desánimo de todos al conocer el desenlace de aquella intervención. Pero Inuyasha, a riesgo de que lo echaran del quirófano por su loco comportamiento, aprovechó la cicatriz para volver a abrir el tórax y practicar un masaje directo al corazón. Después de varios segundos, un latido resonó en el quirófano, devolviendo el ánimo a todos.

Con la tensión de la operación y la preocupación no conocer noticias de Kagome reflejadas en su rostro, Inuyasha se dirigió a la sala de espera para encontrar a toda su familia, deseosa de noticias. Izayoi, al ver la cara de su hijo, rompió en llanto pensando lo peor. A él mismo se le escaparon varias lágrimas cuando sintió el abrazo de su madre y de Kagura, también llorando desconsoladas por lo que creyeron la pérdida de Riko.

—Tranquilas — consiguió vocalizar — está estable — ambas mujeres dejaron de llorar al instante mirando al cirujano como si fuera de otro planeta. Un grito de júbilo resonó en la sala y fue su padre, quien abrazó a Inuyasha riendo como un loco.

—¿Por qué llorabas imbécil? —espetó el siempre frío Sesshomaru—. Hemos pensado lo peor.

—Casi la pierdo. —Fue lo único que susurró a su hermano. El mayor se quedó rígido por un momento, suspirando también, abatido—. ¿Sabéis algo de Kagome?

—Hace un par de horas que la subieron a planta —comentó Tōga abrazando a su mujer — ¿Cuándo podemos ver a Riko?

—Cuando la suban a planta —aseguró Inuyasha—. Están esperando a que acabe de expulsar la anestesia para poder administrarle los antibióticos. No creo que tarden mucho más.

—Gracias al cielo. —Una voz de mujer resonó en la sala de espera. Sango junto a Ranma, Akane y Ayame aparecieron en la sala de espera—. No he pasado tanto miedo en años.

—¿Qué te ha ocurrido? —Inuyasha se acercó a Ayame al ver las marcas en la cara. Un ojo morado, el labio cortado y la nariz vendada. El médico recordaba a la joven vagamente, sabía que había participado de alguna forma en la caza de Naraku, hará ya siete años.

—Nada especial —aseguró con una sonrisa algo forzada—. Los dos francotiradores no estaban solos, un matón resguardaba sus espaldas —la pelirroja levantó la mano restándole importancia—. Pero tranquilo, si yo he quedado mal, tendrías que ver cómo han quedado esos tres.

—O como quedarán cuando Kōga lo sepa —aseguró Sesshomaru.

Inuyasha reconoció el apellido. La familia Ōkami había sido un dolor de cabeza para la policía durante años. Habían sembrado el terror al más estilo Al Capone, extorsionando al pequeño empresario y a familias sin fondos monetarios. Recordó vagamente que Kōga, el hijo del jefe de la organización, había decidido acabar con la dinastía de su padre ayudado por Ayame, quien después se convirtió en su pareja sentimental. Sí, definitivamente si Inuyasha fuera uno de los matones que había dañado el rostro de la mujer de un Ōkami, temería por su vida.

—Mientras Riko despierta, deberíamos hablar con Kagome, le interesará las nuevas pistas que han surgido en el caso —comentó emocionada Sango.

—Kagome está embarazada Sango, mantenla fuera de esto —el médico se giró hacia la detective privada, encarándola—. Necesita recuperarse —sentenció.

—Con todos los respetos, Inuyasha. —Ranma se adelantó algo más serio hacia el albino —. Entiendo tu frustración y tu agonía, pero en definitiva es Kagome quien tiene que decidir si ella sale del caso o no. Es más —continuó antes de que el pequeño Taishō le interrumpiera—, si le prohíbes investigar la muerte de su madre, posiblemente vuelva a ponerse en peligro.

—Intentaremos que ella quede en un segundo plano, pero no pensamos mentir a nuestra compañera —aseguró Akane—. Eres bien libre de venir con nosotros o no, pero ella es parte de nuestra pequeña familia y no pensamos defraudarla.

—Mi hijo tiene que ducharse antes de verla. —Izayoi, perspicaz, se acercó a su hijo y lo abrazó del brazo—. Una vez hecho, irás a ver a mi querida nuera. —Sin más remedio que asentir, Inuyasha fue arrastrado por su madre a la salida.

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Kagome despertó, algo dolorida y entumecida. Tenía cables por todas partes y no sentía nada de cintura para abajo. Asustada se tocó el vientre bajo, como intentando sentir a su pequeña criatura dar alguna muestra de vida.

—No te preocupes, el bebé está bien — Sōta se levantó del sillón y se dirigió a la camilla desde donde su hermana lo miraba sorprendida—. Inuyasha se ha dedicado a entonarlo a los cuatro vientos. No sabía que iba a ser tío tan joven.

—¿Cómo…? ¿Cuándo…? Es decir… Dios — los ojos se le llenaron de lágrimas y suspiró entrecortadamente — Ya eres tío —fue lo único que atinó a decir.

—Espero poder jugar más con éste que con Hakudoshi —sonrió entristecido—. Pero, quiero ser un buen tío con él o ella—tocó el vientre algo abultado de su hermana con una sonrisa—. Vamos, si te parece bien.

—¡Claro que sí! Ve aquí —lo atrajo del brazo derecho y lo abrazó. Ambos hermanos podían respirar tranquilos, pues pese a las dificultades, aun se tenían el uno al otro.

—Dices que Inuyasha lo sabe y no ha venido a verme ¿cierto? —preguntó entristecida.

—Es lógico que lo sepa ¿verdad? Quiero decir, él es el padre —Kagome puso su mejor cara de póker, no tenía fuerzas de explicarle todo el lío sentimental que tenía con Inuyasha ahora mismo—. Aun así, estaba operando a su hermana. Creo recordar que tenía una herida de pecho.

—¿Caledonia? ¿Qué le ha ocurrido? —se incorporó asustada.

—Estaba contigo en el bar ¿no la recuerdas? — Kagome abrió los ojos. La única que estaba con ella en el bar era… ¿Sims era Riko? Si lo pensaba con calma, ambas se parecían muchísimo. ¿Y ella era detective?—. Los médicos dijeron que había intentado protegerte y que, si no hubiera sido por su temeridad, tú no lo habrías contado.

—Creo que tengo mucho que agradecerle —suspiró.

—Ya lo harás cuando ambas salgáis de aquí —comentó optimista—. Pero a lo que íbamos… ¿Cuándo vamos a comprarle una cuna al bebé? Habrá que montarle una habitación y comprarle ropa ¿Qué quieres que sea niño o niña?

—Relájate. —con ambas manos, Kagome intentó que su adolescente hermano se calmara—. Primero déjame hablar con su padre y luego decidimos.

—Por favor, Inuyasha estará encantado —sonrió lleno de júbilo—. Pero, eso me hace pensar ¿Era por eso que quieras espacio? ¿No querías que él lo supiera tan pronto?

—Inuyasha no quería ser padre, él mismo lo gritó en la cafetería —aseguró dolida.

—¿Lo escuchaste? —preguntó el adolescente sorprendido— ¡Por eso te comportabas tan rara! Creíste que él no quería al niño.

—Sōta, no hace falta que te escuchen en Alaska —susurró la detective.

—Deberían haberlo escuchado en Alaska, así no nos encontraríamos en esta situación. —Por la puerta, apareció la doctora Wo junto a Tofu. Ambos miraban serios a la detective que parecía hacerse más pequeña—. ¿No me dijo que su actividad dentro de la policía era secundaria? —preguntó la ginecóloga.

—No podía dejar este caso, es personal —protestó Kagome.

—Lo único personal que debe importarle es el ser que lleva dentro señorita Higurashi — argumentó Shampoo. Se acercó a la carpeta médica y observó los resultados y barómetros del paciente—. Parece que todo está en orden y que el feto crece sano y salvo.

—Ha tenido muchísima suerte —comentó Tofu—. Sino llega a ser porque la bala pasó rozando y no hirió ninguna parte vital, posiblemente no estaríamos hablando tan tranquilos.

—Es a mi madre a quien asesinaron a sangre fría. Y alguno de ellos está implicado —se vio obligada a aclarar Kagome—. Entiendo que debo permanecer lo más lejos posible a un arma, pero no pienso quedarme de brazos cruzados mientras los asesinos de mi madre quedan en libertad.

—Mi madre me ha puesto al tanto del caso —aseguró la ginecóloga de forma más amigable—. Entiendo tus razones y espero que tú puedas entender las mías.

—¿Se puede? —la voz interrumpió nuevamente la conversación de la habitación. Acto seguido aparecieron por la puerta de la habitación Akane, Ranma, Ayame y Sangoria, esta última con un enorme peluche. Kagome sonrió y les permitió pasar con una sonrisa—. No sabíamos que ya tenías compañía.

—Ono ¿Qué tal? —Akane se acercó al doctor y lo abrazó—. ¿Cómo está mi hermana? Y ¿los niños?

—Deseando ver a su tía preferida —sonrió afectivo—. Tu hermana lleva años esperando a que aparezcáis por casa, ambos. —Ranma sonrió nervioso y Akane se sonrojó.

—¿Este es tu cuñado médico? —Kagome no se salía de su asombro—. ¿Me ha estado tratando tu cuñado?

—Que pequeño es el mundo —sonrió irónica Ayame— ¿Cómo te encuentras? —preguntó con una mirada penetrante, una mirada que decía que iba a matarla por no haberle explicado lo del emebarazo.

—Algo dolorida, pero fuera de peligro, algo que no debe tomarse a la ligera —añadió algo intimidada mientras se acomodaba en la cama —. ¿Cómo va el caso? ¿Tenéis algo?

—Por ahora hemos inspeccionado el bar —Ranma se acercó a Sōta y le saludó con su puño alzado—. Hay diferentes cosas que no nos cuadran y como por ahora eres la única que no estás sedada, querríamos hacerte algunas preguntas, si estás con fuerza.

—Estoy deseando pillar a esos hijos de mala madre, llevo preparada, semanas —aseguró severa la detective.

—Para empezar, me gustaría saber cuántas personas estaban contigo en el bar —Akane sacó una libreta esperando la respuesta.

—Seis — contestó Kagome sin duda — Yura, Hiromi, Suikotsu, Sims — cerró los ojos y negó con la cabeza — quiero decir, Riko, Renkotsu y yo. —tanto Ranma como Akane miraron sorprendidos a la morena—. ¿Qué pasa?

—Os dije que eran seis personas —objetó la pelirroja.

—Renkostu no estaba en el bar cuando entramos —apuntó Akane —y como Ayame no pudo reconocerlo pensamos que no se había fijado bien.

—Renkotsu tenía una herida de bala en el brazo, sino recuerdo cual —Kagome cerró los ojos intentando recuperar las imágenes de lo que parecía haber pasado hace siglos—. Cayó al suelo y no participó durante el tiroteo.

—Eso explica entonces, la mancha de sangre al lado de Suikotsu —corroboró Sango.

—En el bar también se encontraron diferentes objetos extraños —Akane movió las hojas de la libreta—. Lo que más nos llamó la atención fue una maceta que había en una de las mesas y que sorprendentemente no fue destruida después del caos.

—Creo recordar que Yura habló sobre qué tipo de droga estaban fabricando y como pensaban distribuirla. No sé qué tendría que ver la maceta —Kagome se puso un dedo en el mentón—. Por curiosidad ¿Qué planta era?

—Ya lo preguntaré, no tengo la menor idea sobre hierbas —contestó Akane.

—¿Te ves con fuerzas para explicar que sucedió? —le preguntó Sango con delicadeza.

—Riko y yo hablábamos sobre… bueno, sobre temas cruciales —decidió no explicar lo estúpida que fue al acusar a la hermana mayor de Sesshomaru y Inuyasha de intentar separar al inspector albino de Kagura—, cuando escuchamos un disparo. Yura disparó a Renkotsu y a Suikotsu. Yo y Riko nos protegimos detrás de la barra con Hiromi a nuestro lado. Entonces, ésta salió del escondite e intentó hacer entrar en razón a la mujer de la floristería, pero esta simplemente le disparó a sangre fría —cerró los ojos—. Yo intenté meterla dentro de la barra otra vez para intentar cortar la hemorragia cuando me dispararon. No recuerdo nada más.

—Riko vio que alguien pensaba dispararte y salió del escondite —suspiró entristecida Ayame—. No llegué a tiempo y no pude evitar que uno de los francotiradores disparara. Me sorprendió que la policía llegara tan rápido.

—Riko llamó Sesshomaru unos momentos antes —fue la escueta respuesta de Ranma—. Nos preparamos y salimos a toda prisa hacia el bar, pero ya todo había acabado.

—¿Cómo esta Hiromi? —se atrevió a preguntar Kagome. Aunque fuera la mujer de un criminal, siempre se había portado bien con ella, cuidándola y protegiéndola.

—Yura disparó directamente en la arteria subclavia izquierda —Sango reprodujo las palabras de Miroku quien se encargaba de la autopsia.

—En otras palabras —empezó Tofú miró entristecido a Kagome—, cuando los paramédicos llegaron al lugar, la mujer ya habría muerto desangrada. —La morena cerró los ojos conteniendo las lágrimas.

—No deberías tener tanta empatía —Akane cerró la libreta de golpe con una inusual frialdad—. Seguía siendo la mujer de un criminal.

—En realidad Suikotsu fue acusado injustamente —anunció Sango sin ningún tipo de tacto. La sala se quedó en un incómodo silencio.

—¿Cómo? —casi chilló la detective de pelo azulado, después de procesar las palabras— ¿Estás defendiendo al hombre que arruinó mi vida?

—Akane, cálmate —Ranma se acercó a ella— Sango, tú especialmente sabes lo mal que lo pasó, deja el tema —aseveró la voz el joven de la coleta.

—Solo estoy aclarando un hecho —argumentó ella— preferiría hablar con Akane a solas, necesita saber qué ocurrió en realidad, aunque sea doloroso.

—Cualquier cosa que me digas la puedes decir con todos ellos presentes —aseguró Akane—. Yo no hice nada y si estás dispuesta a insinuar que yo provoque a ese asqueroso a violarme, date por muerta —inquirió con rabia.

—Cuidará sus palabras ¿verdad? —la amenaza velada de Ranma irritó a Ayame.

—Más te vale mantenerte alejado de esto amigo —la pelirroja se puso al lado de Sango—. Como se te ocurra acercarte a esta mujer serás comida para los peces —Ranma avanzó hacía Ayame mientras esta se preparaba para contratacar en cualquier momento.

—¿Queréis hacer el favor de calmaros? —el grito, casi gutural, de Sōta provocó que todos lo observaran—. Como se os ocurra pelear en la habitación de hospital donde está la herida y embrazada de mi hermana, llamaré a Tōga Taishō ¿queda claro?

Las palabras de su adolescente hermano tuvieron el efecto esperado. Al escuchar el nombre del excapitán los cuatro implicados decidieron bajar la mirada y separarse, templando sus mentes.

—Akane —alzó la voz Kagome— no puedo imaginarme por lo que sufriste cuando eras adolescente —comenzó con cuidado— pero sé, por experiencia, que, si la información de Sango puede ayudar a curar tu maltrecho corazón, deberías escuchar. Conozco a esta mujer de hace años y pondría mi mano en el fuego por ella. Escúchala.

—Dime lo que tengas que decirme —aceptó a regañadientes.

—Suikotsu no pudo hacerlo aquella noche. —Aquella simple frase despertó varias reacciones, sorpresa general, ira descontrolada por parte de Ranma y un carcajeo desquiciado de Akane.

—¿Estás insinuando que nos inventamos la agresión? —Dispuesto a arrancarle el pescuezo, Ranma casi saltó encima de Sango. El detective fue aplacado por Ayame quien lo inmovilizó al instante. Sōta se dispuso a cumplir su amenaza, pero Kagome lo detuvo.

—¿Te estás escuchando? —Akane dejó de reír y Ranma de forcejear al escuchar la voz quebrada de Sango—. ¿Quién estuvo contigo las noches en las que tenías pesadillas y no estaban ninguna de tus hermanas? ¿A quién llamabas? ¿Crees que si por un momento dudara de ti habría removido cielo y tierra por saber la verdad? —preguntó al borde del llanto—. Investigué a fondo a Suikotsu porque Riko tuvo una corazonada, pensó que algo no cuadraba con la personalidad de ese hombre y los crímenes de los que se le acusaban y era cierto.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Kagome estupefacta.

—Que esa noche, el agresor se hizo pasar por Suikotsu, pero no era él.

—Eso es imposible… —refutó Ranma.

—¿Le viste la cara? —preguntó agresiva— El archivo dice que solo de forma parcial ¿verdad? Pero sí escuchasteis que el otro le llamaba por su nombre —ambos detectives asintieron—. Sin embargo, esa misma noche, el auténtico Suikotsu estaba firmando los papeles para comprar el bar que ha sido destruido esta noche.

—¿Cómo puedes estar tan segura? ¿Y si es una falsificación? —preguntó Ranma, tozudo.

—Tengo pruebas de ello —Sango se acercó lentamente—. Ranma le hizo una cicatriz en el bazo ¿verdad? —El detective de ojos azules asintió—. Bien, pues en un reconocimiento médico de la cárcel, pura rutina, los médicos sacaron fotos del cuerpo de todos los presos, para buscar cualquier indicio de pertenecer a una banda en su piel —sacó su móvil y les pasó las imágenes—. Si os fijáis, él no tiene ninguna marca en ninguno de los dos brazos.

—No puede ser —Ranma se sentó al lado de Akane, temblando aterrado—. Entonces ese hijo de puta sigue en la calle y ni siquiera sabemos quién es.

—Pero estoy en ello. —La detective pirvada volvió a tomar la voz—. Tengo algunas pistas. En cuanto sepa que Riko está bien, me pondré a ello. Cogeremos al auténtico hijo de perra y le haremos pagar todo el daño ¿de acuerdo? —Akane asintió y Ranma intentó disculparse—. Ni lo menciones. Siempre he sabido cómo te pones cuando se trata cualquier cosa relacionada con Akane —le hizo una señal a Ayame y ambas salieron por la puerta.

—Tiene carácter la pelirroja, me gusta —sonrió Wo—. Bien, por ahora no estás castigada —se dirigió a Kagome—, pero haz bondad y ni se te ocurra correr detrás de una mujer armada ¿estamos? —La susodicha asintió—. Y tú —señaló a Akane— esta noche estáis ambos invitados a casa y no aceptaré un no por respuesta.

—Sí, y mañana toca en casa de los Tofu —sonrió el galeno—. Cuando Inuyasha esté en plenas condiciones avisadme, estaré encantado de hablar con él. —Ambos médicos salieron de la habitación.

—Sōta, acompáñales a tomar algo al bar —dijo Kagome recibiendo la mirada de éste, sorprendido—. Necesitan despejarse y quien mejor para eso que tú —alzó la mano antes de que el adolescente protestara—. Yo estaré bien, necesito estar sola ara ordenar mis pensamientos y poder hablar con Inuyasha —agregó. El joven asintió y se llevó a ambos detectives la cafetería de fuera del hospital, siguiendo las órdenes de su hermana.

Kagome suspiró, la vida parecía un niño macabro y caprichoso que cambiaba de parecer solo por el placer del drama. La vida, llegó a la conclusión la detective, necesitaba unos buenos azotes.

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Riko despertó unas horas después empotrada en una cama y con la luz apagada. Odiaba que no entrara luz por ningún lado, no le gustaba sentirse encerrada en un lugar sin luz, porque los demonios parecían acecharla en la oscuridad.

Odiaba recordar aquello, los años que pasó en aquel centro de acogida. Recordaba parcialmente a su madre, una drogadicta que había acabado asesinada por uno de sus camellos delante de su hija de cinco años. Caledonia, estuvo dos días enteros con su madre en el suelo, esperando a que ella reaccionara, antes de que los servicios sociales vinieran a su búsqueda, a salvarla.

Pero el orfanato no fue mucho mejor. Con pocos fondos, el orfanato Tamma Child contaba con una gran cantidad de niños mal alimentados que intentaban sobrevivir por todos los medios. Aun siendo un ambiente competitivo, los niños habían aprendido a hacer una piña y protegerse del mundo exterior. Cuando Riko entró, la regente del lugar, Kaguya, le aseguró que como no era un bebé, nadie la querría. Predicción que se acabó cumpliendo hasta la llegada de Tōga Taishō.

—No llores, todo ha salido bien —Tōga, se acercó lentamente y le limpió las lágrimas—. Gracias al cielo aun no era tu momento.

—Hola Tōga —intentó incorporarse, pero el dolor se lo impidió

—Papá, sino te importa —Riko sonrió—. Ya hemos hablado de esto, eres mi hija por ley y sé que a ti te encanta. Así que por una vez en tu vida hazme caso.

—¿Por qué está la luz apagada? —El albino encendió una pequeña luz de una lámpara para que la chica pudiera ver mejor. La sala era bastante amplia, blanca, con una televisión en la pared y un lavabo propio. A su lado derecho, cerca de la puerta, había un sillón ocupado por los integrantes de la familia Taishō. Rin, Kagura, Sesshomaru y los niños de ambos estaban dormidos en el incómodo sofá, todos con ojeras y con apariencia cansada.

—Llevamos aquí horas —susurró Tōga—. Ni siquiera he sido capaz de separarme de ti para ducharme cuando subiste a planta —Riko escondió la mirada—. ¿Cómo se te ocurrió hacer algo así?

—Kagome está embarazada —confesó la psicóloga esperando la reacción desmesurada de su padrastro, pero este ni se inmutó—. De tu hijo Inuyasha —enfatizó sin tener respuesta alguna—. ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué la dejara morir? ¿Sabes el duro golpe que le habría supuesto a tu hijo perder a la mujer de su vida y a su hijo? Mi vida en ese momento no me parecía tan importante.

—Midoriko —pronunció con seriedad Tōga sentándose a su lado y tomándole la mano—. Durante toda tu vida has intentado agradecernos a mí y a Izayoi que te sacáramos de aquel orfanato. Has conseguido que esos dos cabezones de mis hijos se soportaran e incluso que su vida fuera más fácil. Siempre que han tenido un problema ya estabas allí, para ayudar en lo que fuera aun poniéndote en peligro.

—Son tus hijos Tōga, podrías vivir sin mí, pero no sin ellos —sentenció cerrando los ojos la joven—. Es un impulso físico. No me malinterpretes, no me molesta en absoluto. Pero lo cierto es que yo nunca podré rellenar el vacío creado por la pérdida de un hijo biológico.

—Eso es lo que tu mente estúpidamente lógica no entiende, cariño —se quejó el albino presionando su mano—. Tú eres mi hija. El dolor que he sentido esta madrugada, cuando he escuchado la voz de Sesshomaru al teléfono explicándome lo sucedido, solo lo puedo comparar a la vez que casi pierdo a Inuyasha en el ejército o a Sesshomaru después de la muerte de su prometida. Es como si te arrancaran una parte de ti cada minuto que pasa.

—Eso es algo irracional, hablan tus sentimientos, pero si tuvieras que elegir… —Tōga la silenció.

—Preferiría morir yo, antes que elegir —sentenció—. Estoy seguro de que Inuyasha te agradece la ayuda, pero nunca te pediría que ésta fuera a tu costa — agregó Tōga y la abrazó, siéndole imposible a ella no mojar su cuello con lágrimas.

—Me gustaría ir a la habitación de Kagome, quiero hablar con ella sobre el caso. Hay cosas que descubrimos con Kagura que son interesantes de saber y puede que le ayude a resolver el problema con su madre.

—¿También has metido a Kagura? — preguntó el albino observando en la dirección de su hijo y a su nuera abrazados en el sillón.

—Ella tenía problemas de autoestima desde hacía meses —soltó de golpe—. Un colega me dijo que había decidido dejar la terapia sin que él le diera el alta. Cree que Sesshomaru está enamorado de Kagome —hizo una pausa observando la cara sorprendida de él— tu hijo ha trabajado demasiado tiempo lejos de casa, casi abandonando el cuidado de ella y de sus propios hijos.

—Sino se relaja se perderá los mejores momentos, como me pasó a mí. —El antiguo jefe de policía negó con la cabeza—. Yo creí que después de encontrar al asesino de su prometida, Sesshomaru se centraría más en la familia.

—Igual que hiciste tu después de jubilarte ¿verdad? —le recriminó. Tōga mostró una mueca pícara—. Un policía rara vez se jubila y más cuando tocan de cerca. Pero si Sesshomaru me dejara ayudar, podría…

—No, Riko —interrumpió el albino—. Deja que mi hijo cometa sus errores. Si en el camino pierde a la joya que tiene por mujer, será su problema, igual que pasó con Inuyasha.

—Espero que no sea así, tenéis una muy bonita familia —comentó sin pensar. Tōga le pellizcó el hombro con suavidad, alzando una ceja, enfadado—. Perdón, tenemos una bonita familia.

—Eso está mejor —el ex agente la miró más detenidamente— ¿Qué habéis averiguado?

—Creo que tengo las bases para poder identificar a los asesinos. Acércame mis pertenencias, ahí tengo cosas interesantes que mostrarte. —Tōga le acercó el bolso— Pero prométeme una cosa. No se lo enseñarás a Kaede.

—¿Por qué?

—Necesito que confíes en mí y escuches todo lo que tengo que decirte. Si estoy en lo cierto, necesitaremos la mano de los Taishō para proteger a la familia —agregó seria. Él la observó por un momento para luego asentir—. Gracias T…—el nombre no salió de su boca. Suspiró, ella también tenía que hacer el esfuerzo— papá. Gracias por confiar en mí —agregó insegura.

—Eso está mejor — se sentó al lado de la cama y vio como ella se entusiasmaba en silencio. La abrazó por la espalda para observar los documentos y escuchar su hipótesis.

Esto iba a ser zanjado y enterrado como que él se llamaba Taishō Tōga

Continuará…


¡Hola!

¡Vuelvo una semana más con un capítulo para esta historia! Espero que hayáis tenido una buena semana y sino, que este capítulo os la haga más amena xD. Espero que disfrutéis de esta parte.

Agradecimientos:

kcar: ¡Hola! Pues bueno, hemos resuelto la duda, ambos están bien xD. Muchísimas gracias por el comentario y por las bellas palabras. Espero que este capítulo te agrade de igual forma.

Susanisa: ¡Muy buenas! Pues sí, al final las cosas parecen que por ahora se calman y, además, se ve porque Midoriko salta delante de Kagome. Muchisimas gracias por el comentario y espero que disfrutes de este capítulo también.

Marlenis Samudio: ¡Hola! Son muchas las pistas que aparecen en tu comentario… parece que estás lanzando el lazo para cazar a los enemigos xD. Si la actitud de Kaede es rara, tiene su porque, pero es rara xD. Y con respecto a la escena del bar, bueno… vemos como las cosas se van volviendo más peligrosas y que ya no es solo un juego de detectives. ¿Hasta dónde estará dispuesta a llegar Kagome para encontrar la verdad? Pronto lo veremos. Muchas gracias por el estupendo comentario y espero que disfrutes también, de este capítulo.

Tatiana Ocampo: ¡Muy buenas! Poco a poco iremos acercándonos a los culpables… es bueno que tengas hipótesis ¡Me encanta! Muchas gracias por tus bellas palabras, espero que este capítulo no baje tus expectativas.

R.T: ¡Hola! Tranquila, mejor tarde que nunca. Entiendo que si te encuentras mal, quieres descansar, espero que ya estés mejor Ciertamente a lo mejor me he pasado un poco con la acción, pero el cuerpo me lo pedía xD. Muchas gracias por tu comentario y no te preocupes, estoy intnetando que, aunque lleguemos al final, sea digno de recordar. Espero que esta parte también te agrade (de aquí poco, aparecerá la nombrada foto xD).

Como siempre agradecer a BethxAngel, Carli89, DannaLBurgos, Eren Vega, Jacqueline Mendoza, Jiyuu Akabane, Klaudia VR, Lilliana1118, Marlenis Samudio, Mar Zubia Cazares, MariaGpe, Susanisa, hadadelcementerio, jessicatoledo . barrera78, kcar y yema22 por vuestros me gusta y por seguir esta historia. Sin olvidar a todos aquellos que sean lectores fantasmas, gracias por darle la oportunidad, aunque sea por error xD! Sin todos vosotros yo seguramente no seguiría escribiendo

Bueno pues ya está, aquí lo dejo. Cualquier pregunta o comentario ya sabéis donde dejarlo.

¡Muchas gracias!

Nos vemos en los bares.