CAPÍTULO 2: LECHUZAS MENSAJERAS.
El último día de Julio había amanecido muy caluroso, exactamente igual al resto del mes. En el colegio Hogwarts, los pájaros revoloteaban animadamente, el viento silbaba sin mucha intensidad y todo signo de naturaleza proseguía su ciclo, ignorando por completo la guerra que se vivía en esos tiempos.
En una de las torres del colegio, la luz del sol iluminaba más claramente el despacho del director de Hogwarts, mientras una mujer, alta y de enorme melena negra, contemplaba el estadio de quidditch. Tenía unos ojos azules intensos, que brillaban inusualmente y a pesar del sofocante calor, vestía una túnica y una capa, ambas negras. Miraba con melancolía el estadio sin saber, que unas semanas atrás, un muchacho de quince años lo había contemplado en su misma posición.
-...te estoy pidiendo que lo pienses, no que me contestes ahora mismo.- decía un anciano de pelo y barba plateados y gafas de media luna; era Dumbledore, el director del colegio.
-No puedo- negaba la mujer de mirada fría, con palabras igual de congelantes.- Si estoy tanto tiempo junto a él acabará por enterarse...
-Es por él por lo que te pido que aceptes. Necesito que los prepares a todos, pero a él en especial.- el director trataba de hacer entrar en razón a la mujer.
-No puedo enseñarle del modo en qué me pides. Sufrirá muchísimo y yo no podría soportarlo. Ya le hice bastante daño.
-No fue culpa tuya- interrumpió el director. Las circunstancias surgieron así, ocurrió lo que tenía que ocurrir y...
-Nada de lo que ocurrió aquella noche, debió ocurrir, Dumbledore- cortó la mujer bruscamente.
-Bien -cedió el director sentándose detrás de su escritorio.- Si ésa es tu postura la aceptaré, pero no la comparto. Te sientes culpable, de acuerdo, entonces pasa el resto de la vida compadeciéndote de lo que ocurrió y observa desde lejos como perdemos esta guerra.- la mujer se giró rápidamente y escudriñó los ojos ancianos del director.
-¡No vamos a perder! Hallaremos la manera...juro que...aunque sea lo último que haga...
-No es el mismo que tú conociste. Ahora posee mucho más poder.- aclaró Dumbledore que a diferencia de la mujer, estaba muy tranquilo. Ella volvió a darle la espalda y mirar por la ventana.
-¿Estás dispuesto a hacerle padecer ese sufrimiento?-preguntó al fin.
-Lo superará.
-Tienes mucha fe en él, pero has olvidado mis métodos.- volvió a mirar al director a los ojos.- Seré muy dura, le haré revivir momentos que él ni imagina, le haré pasar por todas aquellas horribles experiencias y enfrentarse a cosas insospechables...tendrá que cambiar su modo de pensar, de vivir, de luchar...
Dumbledore se levantó de la silla y se acercó a mirar también por la ventana, suspirando.
-Es el único modo...solo podrá resistir el dolor llevando esa...máscara. No quisiera hacerla pasar por esto pero si quiere vivir, ése es el precio que tendrá que pagar.
-Aún no sé nada de él, no sé como está, como ha vivido, no me has contado nada...- protestó la mujer fríamente.
-Lo sé, y es necesario. Prefiero...que aprendas a conocerlo, que sea él mismo quién te lo cuente, quién confíe en ti...
-Si dices que es como James, jamás me lo contará.- aseguró la mujer perdiendo la paciencia. No entendía porqué el director trataba de ocultarle detalles.
-Gánate su confianza y lo hará.- dijo Dumbledore simplemente.
-No puedo hacerlo...no merezco su confianza.
-La va a necesitar, te lo aseguro. El Harry que tú verás será muy diferente a todos los chicos que encontrarás en Hogwarts...y deberás ayudarle.
-Está bien- cedió por fin la mujer.- Lo haré. Pero si fracasamos en nuestro plan...él no volverá a ser el de antes.
La mujer se puso la capucha por encima, observó unos instantes más al ensimismado director y luego desapareció rodeada en una luz blanca intensa.
-Lo sé... -susurró el anciano cuando se quedó sólo.- Espero que alguna vez me perdonéis...ambos, por haceros pasar lo que pasaréis.
En el número doce de Grimmauld Place, los sucesos se arremolinaban entre los perplejos miembros de la Orden, que estaban en casa en esas horas. Desde que el señor Weasley había logrado reparar con ayuda de los padres de Hermione, un viejo televisor muggle, los Weasley que pasaban por allí se divertían de lo lindo. No obstante, las noticias que acaban de escuchar los había dejado totalmente descolocados. Nymphadora Tonks y Alastor Moody, se habían apresurado en abandonar el cuartel e ir en busca de Dumbledore para anunciarle la catástrofe. Por su parte, el señor Weasley y Kingsley, que trabajaban en el Ministerio, se habían marchado a ayudar en todo lo que pudieran.
-Es horrible...- susurraba Hermione en la vieja cocina de la mansión Black.- Han muerto muchos muggles...
-Lo peor es que los muggles se están empezando a dar cuenta de lo que pasa- dijo Bill pasándose una mano por la cara.- Es lo último que le faltaba al Ministerio para que se originara un revuelo, que los muggles se enteraran de todo.
-No hay porqué exagerar, Bill -dijo Fred despreocupadamente -Los muggles son estúpidos y no se dan cuenta de nada.
-¡Fred!- gritó la señora Weasley golpeando a su hijo con un paño de cocina.- ¿Qué formas son ésas de hablar? Tu padre trata de enseñarles a los magos a respetar a los muggles y tú, que eres su hijo, te dedicas a menospreciarlos y...
-No he querido decir eso, mamá -se disculpó Fred. -Pero es que es cierto, ellos no quieren darse cuenta de que existe la magia y...
-¡Suficiente!- exclamó la señora Weasley exasperada mientras removía con la varita el interior de un caldero.
-¿Quién será el hombre que han secuestrado?- preguntó Ron tratando de cambiar de tema.- Seguro qué era un mago pero...
-Mira que a veces eres tonto, Ron- suspiró Hermione.- Tantas veces que vimos a Karkarov por Hogwarts y todavía no te suena la descripción...
-¿Karkarov?- preguntó Ron alarmado.- ¿El de Durmstrang?
-El mismo- confirmó Hermione mirando de reojo a Fred y George que en esos momentos negociaban con Mundungus sin que su madre se diese cuenta.- ¿No recuerdas que Harry nos contó que Voldemort lo había nombrado en el cementerio?- Ron se estremeció.- Ron, por favor si dejaras...
-Si, si -interrumpió el chico.- Lo recuerdo...el que había sido Mortífago y no lo era...nos lo dijo Si... -Ron se calló de repente y miró a su alrededor. Era evidente que los demás se habían dado cuenta de que había nombrado a Sirius, pero trataban de disimular. El rostro de Lupin palideció, pero no hizo ningún comentario.
-Espero que Harry no haya visto las noticias...- susurró Hermione apenada, tratando de desviar la conversación a un campo menos peligroso.
-No creo que Harry no se haya enterado, Hermione- opin George guardándose algo en la túnica que le acaba de dar Mundungus.- El año pasado nos dijo que escuchaba las noticias a escondidas de sus tíos y ahora esos muggles lo deben de estar tratando mejor, después de las advertencias.
-Por cierto, ¿ha escrito hoy? -preguntó Lupin mirando a los demás.
-No, no ha dicho nada.- respondió Hermione.- Nosotros le escribimos para mandarle sus regalos, hoy es su cumpleaños. Supongo que nos contestará, aunque espero que sea una carta más larga que la que suele enviar.
-¿Os habéis cuidado de no decir nada importante, verdad?- preguntó la señora Weasley mirando de reojo su caldero.- Ya sabéis que las lechuzas podrían ser interceptadas.
-Hemos sido muy prudentes -aseguró Hermione.- No hemos puesto nada acerca de lo que está ocurriendo...pero estamos preocupados.
-¿A qué te refieres?
-Sí, yo también lo he notado- dijo Lupin anticipándose.- Sus cartas, a eso os referís, ¿verdad?- Hermione y Ron asintieron. Siempre contesta lo mismo, no nos dice como se siente, como está, si le duele la cicatriz...nada. No sé si empezar a preocuparme de verdad...
-Pero tiene vigilancia, ¿no es cierto?- preguntó Ron.- La chica esa nueva tan extraña...y Tonks se encargan de vigilarlo...
-Es cierto, Ron. Pero es que por lo que nos han contado, Harry no sale apenas de casa. El año pasado iba a dar una vuelta por los alrededores de Privet Drive, pero ahora ni eso. Lo han visto semiescondido alguna vez entre los árboles de su casa, pero nada más. Ni siquiera lo han visto de cerca y testificar que se encuentra bien.
-¿Habéis informado a Dumbledore?- preguntó la señora Weasley descuidando por primera vez la comida.- Él tiene que saberlo...
-Alastor le comentó algo cuando se apareció el otro día en la chimenea, pero no ha podido venir. Ha estado muy ocupado últimamente y trata de preparar las defensas- explicó Lupin.- Si los ataques continúan... miró a los chicos y se detuvo. No podía dar excesiva información delante de los muchachos.- Pero dijo que pronto iríamos a buscarle y le traeríamos aquí...
-¿Crees que es prudente que vuelva a este lugar?- preguntó Mundungus interviniendo por primera vez.- Ya sabes...después de lo qué ocurrió...
-Sé que no es el mejor sitio pero...estoy seguro de que preferirá estar aquí que con sus tíos.
Un hombre de aspecto pálido se encontraba sentado en un sillón mullido frente a una chimenea, contemplando el crepitar de las llamas mientras disfrutaba de una copa de vino. Estaba satisfecho por los últimos acontecimientos y aunque no se había podido acercar demasiado a su principal objetivo, las cosas estaban saliendo muy bien. Junto a él se encontraba su fiel compañera, Nagini, una larga serpiente que disfrutaba de un merecido descanso, después de haber recorrido los largos corredores del castillo, en busca de las personas que le había ordenado buscar su amo. Se oyeron unos golpecitos en la puerta que rompieron el mágico silencio que se disfrutaba en la estancia.
-Adelante- susurró el hombre con una voz fría y calculadora.
Tres hombres ingresaron por la puerta. Uno de ellos, el más alto, lucía una larga cabellera rubio plateado y vestía una elegante capa que le llegaba hasta el suelo. El del medio tenía el rostro oculto en una capucha blanca, pero también era bastante alto y el último era pequeño, algo gordo y era el que más temblaba de los tres.
-¿Qué informes me traes, Lucius?- preguntó Voldemort al hombre de la larga melena.
-Señor- dijo éste haciendo una pequeña reverencia.- como usted bien sabía, está muy bien vigilado. La Orden del Fénix lo protege...
-Aunque no lo protegiera yo jamás podría tocarlo mientras permanezca en ese lugar...- la copa de vino que Voldemort sostenía entre sus mano se rompió en mil pedazos. Los tres Mortífagos temblaron.- Pero no importa, llegará un momento en el que ni siquiera Dumbledore será una protección para él. Está bien, que la Orden del Fénix siga rondando su casa..., que sigan vigilando y descuiden las defensas...en otros lugares...- giró bruscamente el sillón en el que se encontraba para encarar a los tres hombres. -Lucius, retírate y tenme informado de los movimientos de esos guardianes...
-Sí, mi señor- dijo Malfoy haciendo una gran reverencia.
-Y...Lucius- el hombre se dio la vuelta.- No olvides que he hecho un esfuerzo considerable al liberaros de Azkaban...averigua quién es el espía... -Voldemort entornó los ojos.- y tráemelo...vivo.- Malfoy tragó saliva con dificultad, asintió y salió rápidamente de la habitación, dejando a los otros dos hombres a la espera. -¿Y bien, Nott? -preguntó Voldemort al cabo de unos instantes.
-Señor todo está saliendo según lo previsto- aseguró el Mortífago arrodillado en el suelo.- Los gigantes, los dementores, las banshes y los hombres lobo ya residen a la espera de sus órdenes...- respiró hondo para dar ahora la mala noticia.- pero todavía no ha habido un claro acuerdo con los duendes...no olvidan la matanza de hace quince años, señor. Parece ser que la Orden también está en contacto con ellos...- el rostro de Voldemort se crispó de rabia, pero dejó acabar al Mortífago. -Y en cuanto al número de seguidores, sigue en aumento, señor. Se han preparado los campamentos en todos los países de mayor número de seguidores para preparar a los novatos...
-Bien- interrumpió Voldemort con la mano.- Retírate Nott y sigue en alerta...espero que el asunto de los duendes se aclare pronto de lo contrario... -Voldemort no terminó la frase pero bastó con la mirada amenazante que le lanzó al hombre. Nott se levantó, hizo otra reverencia y se marchó por donde había salido Malfoy. Hubo una pausa hasta que Pettrigrew se decidió a hablar.
-Señor...he...he hablado con los responsables del ataque tal y como me pidió.- Voldemort le miró esperando la respuesta.- Ha sido todo un éxito, han muerto muchos muggles y hemos causado estragos al Ministerio... el traidor ha sido capturado.
-¿Dónde está?
-En las mazmorras, señor. Se le ha aplicado el castigo pertinente.
-Aún no ha recibido el castigo que se merece... -susurró Voldemort, y Pettrigrew se estremeció.- Nadie se burla de Lord Voldemort... tráemelo...
A pesar de que había cumplido dieciséis años, Harry no se sentía para nada contento. En medio de su habitación tenía a unas cuantas lechuzas esperando a que se les retirarán sus correspondencias, pero el muchacho no se veía con fuerzas. Al cabo de un rato, pensando en que no podía seguir ignorando el ulular indignado de las aves, se dispuso a abrir todas lar cartas, muy desganado.
Tomó la primera lechuza, la reconoció al instante porque parecía una pequeña snitch revuelta en plumas. Era Pig, la lechuza de su amigo Ron. Dejó aun lado el paquete que llevaba y se dispuso a leer la carta:
"Querido Harry:
¿Cómo estás? Hace mucho que no nos escribes más de cuatro palabras, estamos todos preocupados. Espero que estés pasando un verano más asequible que el anterior, debido a las advertencias que mi padre y Moody hicieron a tus tíos. Cuando nos veamos ya te contaremos las novedades que se ciernen aquí, recuerda que las lechuzas podrían ser interceptadas. Cuídate Harry, nos veremos pronto.
Ron"
Harry arrugó la carta de Ron con mucha furia y la arrojó a la papelera. Por las escuetas palabras de su amigo, pudo deducir que todos se encontraban en el número doce de Grimmauld Place y eso lo hizo enfurecer. Estaba decidido a no regresar al mundo mágico pero no podía evitar sentir celos de sus amigos, porque estaban juntos, superando más fácilmente las adversidades. Él se encontraba allí, sólo, reviviendo la muerte de Sirius una y otra vez, siendo consciente de que no tenía a nadie más y que jamás tendría el cariño que un padre o un hermano le proporcionarían.
Tratando de contener la enorme rabia que sentía, apartó el regalo de Ron sin abrirlo, en la mesita de noche y cogió otra lechuza conocida para él: Errol. Desenvolvió el paquete que ésta llevaba y se encontró una caja llena de las deliciosas pastas caseras que la señora Weasley solía cocinar. Sintiendo terribles ahorcadas en el estómago, puesto que no le apetecía nada comer, las introdujo bajo la tabla suelta de debajo de su cama, donde también guardaba los dulces que Ron y Hermione le habían enviado en otra ocasión, y que utilizaba para alimentar a Hedwig.
La tercera lechuza no la reconoció. Era de un color negro vivaz con una extraña forma blanca en el pecho. Era tan pequeña como Pig, pero se veía más tranquila. Extrañado, desató la carta y se quedó asombrado al reconocer la caligrafía de Hermione.
"Hola Harry:
¿Qué tal va todo? ¿Has recibido ya los resultados de los TIMO? Ron y yo todavía esperamos impacientes. Espero que trates de seguir adelante, porque tu eres fuerte Harry, y te vamos a ayudar en lo que podamos. Imagino que estos días habrán sido muy duros, pero verás como pronto podemos volver a estar juntos. Ginny está aquí conmigo y te envía recuerdos.
Besos de
Hermione.
PD: ¿Te gusta la nueva lechuza de Ginny? Se llama Argo y se la han regalado sus padres porque la han nombrado prefecta. "
Harry se imaginó lo contenta que debía de estar la señora Weasley en aquellos momentos y sonrió interiormente. Si alguien se merecía ésa felicidad era la familia Weasley. Miró por encima de nuevo, la carta de Hermione y se dio cuenta de que no había pensado en sus TIMO desde que llegó a Privet Drive. Sinceramente, le era indiferente si había logrado las calificaciones suficientes para llegar a ser auror puesto que estaba decidido a no volver al mundo mágico nunca más. Se quedaría en Privet Drive con sus tíos, hasta que fuera mayor de edad y después se marcharía para vivir en el mundo muggle. Se imaginó la cara de Ron y Hermione cuando se enteraran de que no iban a verle pronto, como ellos decían en sus cartas y se entristeció aún más. Pero si quería alejar a Voldemort de sus amigos y evitar más muertes, era necesario.
La cuarta lechuza resultó ser de Hagrid que le enviaba unos dulces que él mismo había hecho. Igual que con las pastas de la señora Weasley, Harry los metió en la tabla suelta de debajo de su cama. La carta ni siquiera la terminó de leer porque Hagrid, mostrando una vez más su poca sutileza había vuelto a nombrar a Sirius imprudentemente.
La quinta lechuza era de Lupin. Harry leyó la carta mucho más emocionado que con ninguna otra. Lupin era el último de los amigos de su padre con el que Harry tenía contacto y era de las pocas personas que podían entender su dolor a la perfección. Sin poder evitarlo, su mente se trasladó momentáneamente al departamento de misterios...
"-¡Sirius! ¡Sirius! Había llegado al fondo del foso respirando entrecortadamente. Sirius debía de estar tras el velo; Harry iría y lo ayudaría a levantarse...
Pero cuando llegó al suelo y corrió hacia la tarima, Lupin lo rodeó con los brazos y lo retuvo.
-No puedes hacer nada, Harry...
-¡Vamos a buscarlo, tenemos que ayudarlo, sólo ha caído al otro lado del arco!
-Es demasiado tarde, Harry.
-No, todavía podemos alcanzarlo... Harry luchó con todas sus fuerzas pero Lupin no lo soltaba.
-No puedes hacer nada, Harry, nada. Se ha ido.
Harry abrió los ojos de golpe, respirando tan agitadamente como si hubiera corrido hacia el arco. Sí, sin duda Lupin lo entendería mejor que nadie, él había sufrido tanto como Harry la muerte de Sirius. El muchacho, apretó la carta del profesor con fuerza y también la arrojó a la papelera. Lentamente, se llevó una mano a los ojos y se enjugó una lagrima que trataba de salir a flote.
Mostrando una valentía que lo caracterizaba, alejó los oscuros pensamientos de su mente y abrió el paquete que llevaba la lechuza de Lupin. Lo deslió y se encontró con que era un cofre de madera. Parecía desgastado y viejo, pero la calidad de la madera era muy buena. En ella, estaba dibujada una gran "M" y las marcas de las palmas de cuatro personas que llevaban sus firmas. Harry leyó los nombres de: Canuto, Lunático, Cornamenta y Colagusano. A su lado, había una nota escrita por Lupin.
"Este cofre guarda todos los recuerdos de los Merodeadores. Tanto James como Sirius siempre quisieron que te lo quedaras. Sirius lo conservó cuando tus padres murieron y me lo entregó a mí para que te lo remitiera si le pasaba algo a él, como tutor tuyo. Espero que lo consideres un regalo de cumpleaños de tu padre, tu padrino y mío, y que lo guardes con mucho cariño"
-Es demasiado... -susurró Harry pasando una mano por donde estaba la marca de la palma de su padre. Se dio cuanta de que las huellas coincidían.- No lo merezco...
Lentamente y con sumo cuidado abrió la tapa del cofre. Lo primero que encontró fue un montón de fotografías. Algunas eran antiguas y muy viejas, pero otras parecían más recientes. En una se veía a Harry, siendo tan solo un bebé, en los brazos de Sirius y de Lupin, que sonreían abiertamente. Siguió buscando entre las cosas y encontró entre ellas recortes de periódicos de equipos de quidditch, algunos pergaminos que parecían ser los antecesores del mapa del merodeador, una pequeña snitch dorada, que Harry recordaba haber visto en las mano de James cuando éste la había robado; también aparecían títulos de magia, como el de aparición de los cuatro amigos, o el de graduación en Hogwarts. Se encontró con dos títulos muy especiales, eran de aurores y pertenecían a Lily y a James. Harry se quedó perplejo, no sabía que sus padres habían sido aurores, a decir verdad, nunca lo había preguntado. También encontró los anillos de compromiso de su padres, un pañuelo bordado en oro blanco, un navaja de gran calidad y una serie de posesiones de los cuatro amigos. Harry rebuscó entre todas las cosas y cuando las estaba colocando de nuevo en el baúl, se le cayó una pulsera de entre los papeles. Estaba hecha con hilo grueso y en un color azul intenso ponía el nombre de "Sirius". Harry agarró los dos cordones de los bordes, y se la puso en su muñeca derecha. Si Sirius la había guardado allí era porque tendría un valor muy especial para él, así que una parte de él, siempre estaría con Harry.
Cerró el cofre como si se tratase de la mayor reliquia del mundo y lo colocó en uno de los cajones de su mesita de noche. Ya lo revisaría con más detenimiento, pero ahora tenía que coger el sobre que le ofrecía la última lechuza de su habitación. En cuanto liberó al ave de su carga, ésta salió volando inmediatamente, como habían hecho las demás, salvo Pig, que estaba en la jaula descansando con Hedwig.
Miró el sobre con detenimiento y se dio cuenta de que llevaba el emblema de Hogwarts y que era una carta algo más gruesa de lo habitual. La desgarró, y del sobre cayeron tres pergaminos. El primero era la habitual lista de libros para sexto curso y el anuncio de que el nuevo curso iniciaría el uno de Septiembre, siendo la salida del Expreso a las once de la mañana, en la estación de King Cross. El segundo pergamino era una autorización. Aquel año comenzarían las clases de aparición y se necesitaba el permiso de los padres o del tutor. El corazón de Harry dio un vuelco al recordar la autorización de Hogsmade que Sirius le había firmado como padrino suyo. Para desviar esa opresión en el pecho, que sentía, tomó el otro sobre, que resultaron ser las calificaciones de los TIMOS. Sin darle mucha importancia, puesto que a partir de ahora todo le iba a ser irrelevante, Harry comenzó a leer:
"Estimado señor Potter,
Nos complace anunciarle los resultados de su Título Indispensable de Magia Ordinaria:
Cuidado de Criaturas Mágicas: Extraordinario.
Consigue TIMO.
Encantamientos: Supera las Expectativas.
Consigue TIMO.
Astronomía: Aceptable
Consigue TIMO:
Transformaciones: Supera las Expectativas.
Consigue TIMO
Herbología: Extraordinario
Consigue TIMO.
Pociones: Supera las Expectativas.
Consigue TIMO.
Historia de la Magia: Insatisfactorio.
No consigue TIMO.
Defensa Contra Las Artes Oscuras: Extraordinario.
Consigue TIMO.
Adivinación: Insatisfactorio.
No consigue TIMO.
Le felicitamos por sus calificaciones, siendo un total de siete TIMOS, y lamentamos comunicarle que si desea cursar la carrera de auror tendrá que tener unas calificaciones más altas en la asignatura de Pociones, dejando así la decisión de admisión o no en sus clases, al colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
Le saluda atentamente:
Griselda Marchbanks,
Departamento de Examinación Mágica."
Harry sonrió amargamente al mirar sus resultados. No había conseguido Extraordinario en Pociones, con lo que no podría continuar su carrera para ser auror. Ya se lo había imaginado, ¿cómo iba a sacar un Extraordinario en el TIMO de Pociones? A causa del profesor Snape( cuyo odio hacia él se le había incrementado durante el verano), jamás había logrado que se le dieran bien las pociones, y aunque estudió mucho y sin la presencia del profesor le resultó todo mucho más fácil, jamás iba a lograr sacar la máxima nota. De todos modos ya no le importaba, de hecho ya no le importaba absolutamente nada...tanto era así, y tan decidido estaba a no regresar, que no había hecho sus deberes, ni los pensaba hacer. La decisión se la dejaban al colegio Hogwarts, ¿qué significaba aquello? Que todavía había alguna esperanza...; pero Harry no la esperaba, únicamente, recostándose en su cama y mirando al techo, fue capaz de pensar en cómo debía estar Hermione en aquellos momentos, comprobando igual que él sus TIMOS, y si Ron habría podido sacar Extraordinario en Pociones y cursar como auror y en que la única carta que le interesaba de verdad, no había llegado y jamás volvería a llegar. Tomando un trozo de pergamino viejo, garabateó el mismo mensaje que siempre, para tranquilizar a la Orden, lo ató a Pig y luego que la lechuza salió volando de su habitación, cerró la ventana, bajo los ululatos reproches de Hedwig, que le recriminaba el no haberla utilizado a ella para llevar la carta.
-No te preocupes Hedwig -dijo Harry tratando de acariciarle las plumas, sin que ella se dejara mucho. -Tendrás muchas ocasiones de llevar ese mensaje...el mismo mensaje...
Y con un extraño tintineo en su cicatriz y un sentimiento de profunda alegría que no provenía de él mismo, se tumbó de nuevo en la cama y se quedó dormido bajo los ardientes rayos de sol del mediodía, que se filtraban a través de las polvorientas ventanas del segundo piso, del número cuatro de Privet Drive.
