CAPÍTULO 6: REGRESO AL CALLEJ"N DIAGON.
Cuando se levantó al día siguiente, Harry creyó que iría al Callejón Diagon, muy a su desgana, pero no ocurrió así. La escolta que debía llevarle a él y a sus amigos para que compraran los libros, había tenido que acudir a París para ayudar en la catástrofe. Lupin y Christine se habían quedado en la casa para cuidarles y junto con la señora Weasley, eran los únicos miembros de la Orden que se encontraban allí. Harry sabía que no había razones para alegrarse porque el ataque había sido una tragedia, pero no podía evitar sentirse contento con retrasar su visita a Gringotts.
Tanto Ron como él se habían despertado muy temprano. El primero obligado por Hermione para continuar con sus deberes, y el segundo porque no había pegado ojo en toda la noche.
-¿Ya has terminado tus deberes, Harry?- le preguntó Hermione mientras bajaban a la cocina.- Seguro que sí, tú siempre aprovechas cuando estás con los Dursley, no como Ron que...
-En realidad no los he hecho- confesó Harry. Hermione se paró en seco y lo miró como si hubiese dicho la peor de las palabrotas.
-¡Pero Harry! ¡Solo nos quedan dos semanas para terminar las vacaciones!
-Lo sé, Hermione- se excusó el chico, enfadado con que siempre le dirigiesen su vida.- pero es que mira... -meditó un momento si confesarles a sus amigos que no pensaba volver al mundo mágico, pero desechó esa idea de la cabeza.- ...no tenía ganas, eso es todo.
-¿Qué no tenías ganas? -se alteró Hermione mientras cruzaban la puerta de la cocina. Ginny, Lupin, Christine y la señora Weasley ya se habían levantado. Los gemelos no estaba en la mesa.- Harry, si el profesor Snape descubre que no has hecho tus deberes, le quitará a Gryffindor...
-¡Déjale en paz, Hermione!- gruñó Ron sentándose fastidiado a la mesa.- Harry ya es mayorcito para que le estés diciendo lo que tiene que hacer.- Hermione se mordió el labio inferior, pero se sentó sin decir nada al lado de Christine, que volvía a tener puesta la mirada en Harry. El chico al percatarse, comenzaba a hartarse de ella. Una cosa era que lo vigilaran y otra muy distinta que no apartaran la vista de encima suyo.
-¿Cómo es eso de que no has hecho los deberes?-preguntó Lupin muy serio, sorbiendo el contenido de café de su taza. Harry le echó una mirada recriminatoria a su amiga.
-Me pondré a ello- se apresuró a mentir. -Ya me queda sólo pociones.- Hermione iba a protestar diciendo que únicamente les habían mandado deberes de pociones, pero Ron le dio un pisotón a tiempo para que se callara y dejara de meter a Harry en problemas.
-Siento mucho que no podamos ir al Callejón Diagon, Harry.- suspiró Lupin.- El ataque ha sido catastrófico. Harry se limitó a encogerse de hombros y a observar con desgana las tostadas con mermelada y el zumo de calabaza que la señora Weasley le había puesto enfrente.
-Me hubiera gustado ir- suspiró Ron. -quiero ver cuál es el nuevo modelo de escoba que han sacado este año. Seguro que será una pasada. -Hermione puso los ojos en blanco.
-Y hablando de Quidditch -dijo Ginny entusiasmada. -Este año se tendrán que elegir a un montón de jugadores nuevos.
-¡Es cierto!-exclamó Ron alegremente.-Nos hemos quedado sin cazadoras.
-Y sin buscador- le recordó Harry simulando beber un poco de zumo.
-Eso no es cierto, Harry. Ginny renunció porque ella prefiere ser cazadora pero ahora que esa Umbridge se ha largado de Hogwarts, tú podrás volver a tu puesto.
-¿Eres buscador?- preguntó repentinamente Christine. Parecía muy interesada, pese a que se mostraba tan fría como siempre.
-Lo era- corrigió Harry. -me echaron del equipo el curso pasado. Hermione soltó un suspiro de desesperación.
-¿No has oído a Ron? -dijo muy enfadada por la actitud de su amigo.- La profesora Umbridge ya no está en Hogwarts. En cuanto comience el curso, estoy segura de que la profesora McGonagall te pedirá que vuelvas al equipo.
-¿Qué hiciste para que te expulsarán? -preguntó Lupin severamente.
-La culpa fue de Malfoy- soltó Ron despectivamente.- Insultó a nuestra familia y a la de Harry.
-¿Insultó a los Dursley?-preguntó la señora Weasley con incredulidad.- Bueno, no tendrías que haberlos defendido, después de todo...
-Insultó a mi madre- refunfuñó Harry. En ese instante pegó un bote del susto. A Christine se le había caído el vaso en el que bebía.
-Disculpad -dijo indiferentemente. -¡Reparo!- el vaso se recompuso.
-Malfoy siempre está tratando de provocar -dijo Hermione comprensivamente, tratando de romper el silencio que se había hecho tras las palabras de Harry.- Debes pasar de él.
-Si este año se cruza en mi camino una sola vez, le echo una maldición- gruñó Harry enfadado. Aún recordaba el último enfrentamiento a finales de curso, donde de no haber sido por la intrusión de Snape, le habría echo pedazos.
-Harry, no quiero que este curso te busques problemas, ¿has entendido?- le recriminó Lupin. Su cara se mostraba muy seria.
-Yo no me busco problemas- se defendió Harry.- Los problemas me acuden a mi.
-¿No crees que eres un poco impulsivo? -soltó Christine de improviso. Ni siquiera miraba a Harry a los ojos al hablarle, sino que bebía el café tranquilamente. Esto le molestó mucho al chico.
-Oiga...usted no me conoce, así que...
-Es posible- interrumpió la chica. Lupin no se perdía detalle. -Pero puedo verlo en tu forma de ser. Deberías relajarte, solo tratamos de ayudarte.
-No necesito su ayuda -contestó Harry malhumorado y vio el momento propicio para levantarse de la mesa y marcharse, y librarse de las reprimendas por no haber desayunado correctamente.
-¡Harry!- le llamó Lupin, pero el muchacho ya había subido las escaleras corriendo. El profesor suspiró.- No sé que vamos a hacer con él.
-No debiste decirle nada, Christine- gruñó enfadada la señora Weasley.- Ahora ni siquiera ha desayunado.
-Solo buscaba una excusa para no hacerlo- dijo ella simplemente y continuó bebiendo tranquilamente su café.
Harry no se metió en su habitación cuando llegó al primer piso. Sabía que si iba allí Ron y Hermione no tardarían en ir a molestarle. Estaba harto de que le dijeran lo que tenía que hacer, de que trataran de adivinar lo que pensaba, cómo se sentía o cómo era. No le caía nada bien Christine, había algo en su forma de ser que lo ponía nervioso y deseaba que lo dejara en paz. Se sentía prisionero en la casa, en su casa, y hubiera deseado encontrarse solo en el mundo para gritar.
Se dirigió hacia las escaleras y continuó subiendo hasta la habitación de Buckbeak. Abrió la puerta lentamente y ésta chirrió. El animal estaba tumbado en el polvoriento suelo, observando al visitante que acababa de entrar por la puerta. Instintivamente, Harry observó la pared que había a su izquierda. Se había encontrado a Sirius sentado allí un montón de veces, cada vez que se acercaba la hora de que él y su padrino se separaran. Habían permanecido allí, los dos metidos, durante horas, contándose cosas y charlando de lo que harían si Sirius hubiese estado en libertad.
Dio unos pasos al frente y se inclinó hacia el hipogrifo. El animal escudriñó la mirada segura de Harry y luego también hizo una inclinación.
-¿Cómo estás Buckbeak, viejo amigo? -dijo Harry acariciándole las plumas al majestuoso animal.- Te he echado de menos.
Kingsley y Tonks llegaron exhaustos al medio día del ministerio de magia. Siguiendo las órdenes de Dumbledore, ambos se marcharon a descansar después de haber comido un poco. Traían unas noticias bastante malas. En el diario el Profeta, se anunciaba el abandono de Cornelious Fudge como Ministro de Magia y se convocaban elecciones durante toda la semana, para elegir a un nuevo ministro. La noticia había caído como una jarra de agua fría para la Orden, que no daban crédito a lo que oían.
-¿Se marcha? -gruñó Ron arrojando el periódico contra el pudín de su madre. -Osea que primero nos llama mentirosos y después nos deja en la estacada. ¡Pues menudo ministro!
-Dumbledore ya se lo esperaba- suspiró Lupin. -Fudge no ha podido con la presión de la Confederación Internacional de Magos.
-¡Por su culpa estamos en esta situación! -protestó Charly.- Si hubiera creído a Dumbledore y a Harry desde un primer momento...
-No es fácil aceptar que Voldemort regrese -dijo Christine, algunos se estremecieron.
-Sí, pero ahora debería asumir sus errores.-opinó el señor Weasley. Tenía ojeras a causa del cansancio.
-El Ministerio entero es un desastre- explicó Moody.- No me extrañaría que los Mortífagos aprovecharan el momento de confusión para atacarlo.
-¡No seas pájaro de mal agüero, Alastor!- le recriminó Mundungus.- Hay infinidad de aurores controlando la zona, y no creo que haya tenido tiempo de programar otro ataque a gran escala.
-¿Y quién va a ser ahora el nuevo ministro? -preguntó Ginny.
-Dumbledore ha propuesto a Amelia Bones para el cargo-explicó Bill. -Pero hay otros candidatos en el Ministerio...por ejemplo, está Thomas Grint, que es el jefe supremo del cuartel de los aurores, y también Stuart McMiller que es el nuevo jefe del Departamento de Cooperación Mágica, después de la muerte de Crouch. Durante esta semana se tendrá que escoger a uno de los candidatos.
-¿Estáis seguros de que esos hombres son de confianza? -inquirió Hermione pensativa.- ¿Qué os hace pensar que Voldemort no va a aprovechar la oportunidad para introducir a un Mortífago como Ministro de Magia?
-Eres una chica muy audaz- le felicitó Moody. -Deberías ser auror.- Hermione sonrió satisfecha.
-No creas que no lo hemos pensado, Hermione, pero Dumbledore también tiene a una serie de espías que los vigila, y confía en ellos. Son miembros respetables en el Ministerio y llevan muchos años escalando para llegar al puesto que tienen actualmente.
-También Malfoy era un miembro honorable en el ministerio- soltó Ron. -Y todos sabíamos que era un Mortífago.
-Sí, pero esto es diferente, Ron- explicó Bill. -Estos hombres lucharon la otra vez contra quién-tú-sabes y han dado muestras de rechazar el lado oscuro.
-Y sin embargo, Dumbledore opina que Amelia hará un mejor papel- dedujo Ginny astutamente.
-El hermano de Amelia era miembro de la Orden del Fénix la última vez -explicó el señor Weasley. -Murió defendiendo una buena causa y Amelia Bones es justa y Dumbledore la conoce muy bien.
-¿No es la que juzgó a Harry en la vista del año pasado?- preguntó Ron rascándose la cabeza.
-La misma- confirmó Hermione. -Su sobrina va a Hogwarts con nosotros, ¿recuerdas? Está en Hufflepuff y pertenecía a... -Hermione se quedó en silencio un momento, no sabía si acababa de meter la pata.
-¿Al Ejército de Dumbledore? -preguntó Moody irónicamente.- Un nombre muy apropiado señorita Granger.
-Bueno...esto...nosotros...yo... -Hermione se había puesto muy roja, puesto que había sido de ella la idea de combatir a Umbridge.
-Fue una gran tontería -protestó la señora Weasley mirando de soslayo a Ron, a quién había prohibido rotundamente entrar, y no le había hecho caso.
-Pues yo creo que fue una idea estupenda- opinó Mundungus y la señora Weasley le miró frunciendo el entrecejo.
-Teníamos que hacer algo para combatir a esa arpía de Umbridge -dijo Ginny muy decidida.
-¡Ginny! -le riñó la señora Weasley. -Recuerda que ahora eres Prefecta y tu deber es dar ejemplo a los demás, no meterte en tonterías de ejércitos.
-¡Combatir a Voldemort no es ninguna tontería, mamá!- gritó Ginny dolida. -No podíamos quedarnos de brazos cruzados sabiendo que esa mujer no nos iba a enseñar a defendernos.
-¡No pronuncies ese nombre!- le gritó la señora Weasley. Le temblaba el labio inferior. -Y la lucha que se desarrolle fuera de los muros del colegio no es asunto vuestro.
-¡Se llama Voldemort! ¡Es solo un estúpido nombre! ¡Y debo decir que de esa guerra que se desarrolla fuera del colegio como tú dices, depende nuestro futuro! ¡Y por si lo has olvidado, Harry está metida en ella!- y levantándose bruscamente de la silla, se marchó de la cocina dando un portazo, bajo la mirada sorprendida de todos los demás.
-Otra señorita con temperamento -comentó Christine para sí misma, aunque Lupin la escuchó.
La señora Weasley temblaba de arriba abajo. Sin decir ni una palabra, se giró hacia los cacharros y comenzó a lavarlos con furia, murmurando de vez en cuando frases por lo bajo.
-Por cierto- dijo Moody cuando el ambiente se hubo suavizado un poco.- ¿Dónde está Potter?
-Creo que sigue en la habitación de Buckbeak -dijo Hermione preocupada. -No se ha movido de allí en toda la mañana.
-¿No ha bajado a comer?- preguntó Lupin muy serio.
-Creo que mi madre le llevó algo de comida.-susurró Ron. Lupin miró a la señora Weasley, que en esos momentos estaba siendo consolada por su marido.
-Será mejor que vaya a ver como está.
-No se lo recomiendo, profesor Lupin- titubeó Hermione. -Ron y yo fuimos hace un rato y nos dijo que quería estar solo.
Ginny subió las escaleras echando pestes contra su madre. Se sentía muy impotente ante los adultos que la consideraban todavía la pequeña niña que había entrado en Hogwarts, hacía cinco años. Y pese a lo que los demás pensasen, ella se sentía mucho más madura y preparada de lo que en apariencia se veía. Había estado poseída por Voldemort en su primer año, había crecido en la sombra de sus hermanos, sin que ellos diesen muestras de percatarse y el año pasado había formado parte de la comitiva de alumnos que luchaban contra Umbridge y se preparaban para la guerra que, actualmente, había estallado.
Había arriesgado su propia vida para ayudar a Harry a rescatar a Sirius, y aunque todo hubiese sido una trampa, gracias a su preparación habían salido ilesos del ataque Mortífago. Subiendo las escaleras, llegó hasta la habitación de Buckbeak y la encontró entreabierta. Asomó la cabeza y se encontró a Harry echando ratas al hipogrifo, en un estado taciturno. Ginny abrió totalmente la puerta y entró. Harry se giró para mirarla y sorprendentemente no comenzó a gritarle como había hecho con Ron y Hermione. La chica pensó que seguramente el muchacho, se sentiría igual de impotente que ella. Observó la bandeja repleta de comida y que Harry no había tocado.
-No has probado la comida de mi madre...está muy buena- aseguró Ginny sentándose a su lado.
-Lo sé, me gusta mucho como cocina tu madre, pero es que no tengo hambre -contestó él indiferentemente.
-Harry, -Ginny trató de hacerle entrar en razón.- No es posible que no tengas hambre, desde que llegaste aquí no has probado bocado.
-¿Tú también vas a empezar como los demás?-preguntó Harry fastidiado.
-No, no- se apresuró a decir Ginny para que no se enfadara.- solo estoy preocupada por ti.- Harry se sorprendió al escuchar aquella respuesta.
Ginny no dijo nada más, se limitó a mirar al frente y observar como Buckbeak trataba de sacar una rata muerta de la bolsa. Harry volvió a encontrarla más hermosa de lo que la conocía y se dio cuanta de que su presencia no le perturbaba como la de los demás. Se sentía a gusto, allí sentado en silencio, junto a Ginny, sentía que el nudo que le aprisionaba a la altura del estómago, disminuía.
-Gracias Ginny -dijo Harry al cabo de un rato sin mirarla directamente a la cara.
-¿Por qué?
-Por estar aquí conmigo.
-No tienes porqué agradecérmelo.
Continuaron hablando durante un largo rato, sin percatarse de que los demás habitantes de la casa estaban preocupados por ambos y los buscaban por las habitaciones. Harry se decidió a preguntarle algo que le rondaba por la cabeza.
-Ginny, ¿sabéis ya algo de Percy?- lo dijo con prudencia, porque sabía que el curso anterior, Percy, había sido un tema muy delicado a tratar con cualquiera de los miembros de la familia Weasley.
-Percy se ha quedado sin trabajo- contestó Ginny con una nota de dolor en la voz. -Renunció cuando el Ministerio reconoció el regreso de Voldemort.- Harry se sorprendió una vez más de oírla nombrar ese nombre. -ya sabes lo orgulloso que es.
-¿Y no...ha vuelto a casa?
-¿Volver a casa? -dijo Ginny despectivamente.- No. Sigue viviendo sólo. Mamá ha ido varias veces a tratar de decirle que está perdonado y que vuelva con nosotros, pero él sigue renegando de nuestro apellido y dice que le da igual lo ocurrido, que él sigue creyendo que ascenderá mejor sin nosotros.
-¿Pero y en qué trabaja?- preguntó Harry extrañado. -de algo tiene que vivir.
-Nadie lo sabe.- dijo Ginny encogiéndose de hombros. -Mamá ya no ha ido a verle desde mediados de Julio.
-Qué extraño...- susurró Harry.
-¿Me llamaba, director? -el cuerpo de Snape salió de las llamas verdes que emitía la chimenea del despacho del director de Hogwarts. Tras sacudirse el hollín de su siempre túnica negra, miró con detenimiento al anciano hombre que se encontraba sentado tras su escritorio.
-Siéntate, por favor- pidió Dumbledore, señalando con la mano la silla que tenía enfrente. Snape obedeció. -¿Y bien?
-No pude hacer nada, director- se excusó el hombre, parecía inquieto, pese a que su carácter era bastante tranquilo. -no hacía mucho que se había producido otro ataque y yo estaba destinado a él, tratando de salvar...
-No me estoy refiriendo a eso- interrumpió Dumbledore levantando la mano.- preguntaba por las marcas de tu cuerpo... -Snape se quedó algo aturdido. Había pensado que Dumbledore estaba enfadado por no haber podido detener el ataque a gran escala que se había producido en Francia, y sin embargo, el director le preguntaba por los moratones de su cara.
-No es nada importante- susurró Snape con voz casi inaudible.- Él trataba de averiguar quién era el traidor...eso es todo.
-¿Eso es todo?- sonrió Dumbledore. -Te advertí de que no debías arriesgarte tanto. Voldemort sabe que entre sus filas hay un traidor y tus antecedentes...
-Fingí muy bien. Soy de los pocos que puede mentirle, gracias a mi habilidad con la...Oclumancia.
-Eso te hace más sospechoso.- le recordó el director.- Quiero que me prometas que a partir de ahora vas a mantenerte más al margen, Severus, de lo contrario me veré obligado...
-Están muriendo demasiadas personas -dijo Snape enojado. -No puedo permitir...
-Puedes y lo harás.- aseguró Dumbledore escudriñándole con la mirada, tras sus gafas de media luna.- Ya he puesto medidas para que tengamos más defensas contra los ataques. Tu misión será averiguar que se trae entre manos, dejarás que estos medios se encarguen de evitarlos.
-¿Qué medidas?
-La Alianza -susurró Dumbledore levantándose de su asiento y paseando de un lugar a otro. A su izquierda, se encontraba un magnífico fénix del color de las llamas. En apariencia, dormía plácidamente.
-No es posible... -susurr Snape muy sorprendido. -Creí que jamás...
-Tengo pensadas las personas a las que encomendaré para que representen a Inglaterra.
-Su seguridad y la de los que las rodean está en peligro- dijo Snape furioso.- Es algo muy arriesgado.
-Lo sé- aseguró Dumbledore mirando al vacío.- Pero no tenemos otra opción. Las personas a las que he elegido saben muy bien las consecuencias que esto acarrea y están dispuestas a cargar con ellas. No podemos impedir que se pongan en juego vidas humanas si se trata de detener a Voldemort -Snape se estremeció.
-Está bien- cedió. -Supongo que esto se llevará en absoluto secreto.
-Por supuesto. Ni siquiera la Orden del Fénix estará enterada. Te ruego discreción, Severus.- el hombre asintió.
-Bien...si no quiere nada más...
-Solo un asunto más, antes de marcharte.- comentó el director sentándose de nuevo en su butaca.- Se trata de Harry.- Snape hizo una mueca de desagrado, y aquello provocó una sonrisa por parte de Dumbledore.- De sus TIMOS.
-¿Qué ocurre con ellos?- inquirió Snape de mala gana.
-Como sabrás, ha aprobado Pociones con Supera las Expectativas...y ha alcanzado las notas requeridas para ser auror en todas las demás asignaturas.
-En Pociones no -susurró Snape y una sonrisa maliciosa se asomó por su rostro.- No me explico como logró aprobar su TIMO, porque sus notas durante el curso fueron lamentables...- y añadió al ver la cara sonriente de Dumbledore. -Sabe que no acepto a ningún alumno en mi clase, que no haya obtenido un Extraordinario en sus TIMOS de Pociones y como puede comprobar...Potter no está a la altura.
-Lo entiendo, Severus- cedió Dumbledore.- Pero me interesa, no, corrijo, nos interesa que Harry curse la carrera de auror y si no lo admites en tus clases, no podrá hacerlo...
-Me es indiferente- dijo Snape sin mirar directamente a los ojos a Dumbledore.
-Severus, no se trata de una discusión por la carrera de un simple alumno, ¿me entiendes? Necesito que Harry esté preparado y tú eres el mejor para hacerlo en Pociones. Tiene que ser auror o de lo contrario no estará preparado para... -el director se detuvo bruscamente.
-¿Para qué?- inquirió Snape mirando a Dumbledore extrañadamente. -¿Qué iba a decir?
-No importa -se disculpó Dumbledore cerrando los ojos.- Lo que se trata es de que Harry ha obtenido muy buenos resultados en sus TIMOS y no sería justo arrebatarle la ilusión que tiene por ser auror solo porque no ha llegado al nivel máximo en pociones. La ha aprobado con muy buena nota y te ruego que lo aceptes en tus clases.
-¿Por qué habría de hacerlo?
-Porque sabes que no estás siendo justo con él -dijo Dumbledore simplemente. -Te estás dejando llevar una vez más por los fantasmas del pasado y no te pones en el lugar de la situaciónen la que vivimos. -hizo una pausa y suspiró. -He ido a ver a Harry y debo decir que me ha impresionado mucho su estado.
-¿Qué quiere decir?- preguntó Snape prestando verdadera atención por primera vez.
-Se niega a comer, a hablar con sus amigos, a afrontar la muerte de Sirius Black...si sigue en ese estado tendré que internarlo en San Mungo para que le suministren la comida a través de alguna poción.
-Potter solo trata de llamar la atención- trató de excusar Snape. Dumbledore presentaba una aspecto mucho más cansado y viejo, detalle que no dejó escapar el profesor.
-Te lo ruego, Severus, no te estoy pidiendo que olvides tus rencores, que trates a Harry diferente, que lo ayudes...solo te pido que lo aceptes en tus clases, proporciónale la oportunidad de salvar su vida, de hallar un motivo que logre levantar su ánimo... -durante unos segundos los dos hombres se quedaron clavados observándose mutuamente, hasta que al final Snape retiró la mirada.
-De acuerdo -cedió.- Aceptaré a Potter en mis clases sólo porque ha obtenido buenas calificaciones -hizo una pausa.- pero no espere un trato distinto por mi parte.- Dumbledore sonrió satisfecho, mientras su profesor de pociones de acercaba hacia la chimenea y tomaba unos polvos verdes. -De todas formas, sigo pensando que hay algo más acerca de Potter que usted sabe...- añadió mientras desaparecía entre una llamas esmeralda.
-Lo hay... -susurró el cansado director.- Pero por ahora...mejor que no lo sepa la Orden...
-Con que estabais aquí -dijo una muy enfadada Molly Weasley cuando abrió la habitación que actualmente ocupaba un hipogrifo. Detrás de ella estaban Lupin y Christine, todos tenían el rostro crispado, a causa del enfado.- ¿Os dais cuenta del miedo que hemos pasado? Hemos recorrido toda la casa buscándoos...
-No veo porque habrías de tener miedo, mamá -solt Ginny descaradamente. Todavía no se le había pasado el enfado.- Ron y Hermione sabían que Harry estaba aquí.
-Sí, pero eso era antes de la hora de comer- comentó Lupin seriamente. -¿tenéis idea de la hora que es?- los chicos negaron con la cabeza inocentemente. -¡Son las ocho de la tarde!
-¿Estamos bien, no? -dijo Harry de mala gana levantándose y ayudando a Ginny a hacerlo. -Pues entonces no os quejéis. -tanto él como Ginny salieron rumbo a las habitaciones sin hacer ningún comentario más, dejando a los adultos con la boca abierta.
-Hablaré con Dumbledore- aseguró Lupin minutos después, cuando los tres se encontraban en la cocina, preparando la cena. -Si Harry sigue así...
-No creo que Dumbledore pueda cambiar mucho las cosas- comentó Christine, removiendo con su varita el contenido de un caldero.- No sé porqué, pero Harry parece molesto, como si hubiera perdido la confianza en él.- Lupin y la señora Weasley se miraron, pero no quisieron decir nada de sus sospechas. Sabían acerca de una conversación a finales de Junio entre el chico y el director, y conocían el estado en el que Harry se había puesto con Dumbledore. Quizás, desde entonces, el muchacho ya no confiara para nada en el anciano.
A las diez en punto de la noche, la señora Weasley subió a las habitaciones para avisar a los chicos de que la cena estaba lista. Respiró hondo al comprobar que tanto Harry como Ginny se encontraban hablando más tranquilamente con Ron y Hermione y que no parecían enfadados.
-¿Dónde están Fred y George?- preguntó Harry mientras la señora Weasley le servía una suculenta sopa caliente.- No los he visto en todo el día.
-Fred y George se han ido a trabajar a su tienda de artículos de broma -explicó Ron que a diferencia de Harry, comía como una engullidora. -No han podido abrir todos los días debido a los ataques, pero hasta principios de verano se marchaban siempre a trabajar y no regresaban hasta la noche.
-Pero ya deberían estar aquí, ¿no crees? -preguntó Hermione nerviosa, observando el reloj que colgaba de la pared de la cocina y que marcaba las diez y diez de la noche.
-No tienes de qué preocuparte, Hermione- aseguró Ron.- Muchas veces Fred y George se quedan a dormir en la tienda, si ven que no es prudente salir a la calle en horas altas de la noche, cuando el Callejón Diagon está vacío. Hay que ser muy prudentes en estas fechas. En el almacén tienen dos camas.
-Todavía no me explico como consiguieron el dinero para abrir la dichosa tienda -comentó de mala gana la señora Weasley, mientras observaba de reojo el plato lleno de Harry. Éste al notarlo, tomó una cucharada de la sopa.
-Bueno...- trató de explicar Ron, mirando también hacia Harry disimuladamente.- Ellos tenían muchos ahorros...de cuando vendían sus bromas en Hogwarts y...
-¡Por Merlín, Ron! ¿No creerás que un local se alquila solamente con el dinero de unas pocas bromas vendidas a un par de estudiante, verdad? -gruñó la señora Weasley enfadada.
-Bueno...quizás llevaban mucho tiempo vendiendo y...
-Cada vez que trato de preguntarles se escabullen, pero ¡ah! ¡qué no se crean que lo voy a dejar pasar, no, eso sí que no! ¡Seguro que están metidos en algo ilegal! ¡Y cuando los coja...! -Harry casi se atragantó con la sopa. Se quedó mirando preocupado hacia sus amigos. No quería meter a Fred y George en un lío por su culpa, y pensó que había llegado el momento de confesar, aunque eso significase perder el cariño de la señora Weasley.
-No es nada ilegal -dijo tímidamente, y todos se quedaron mirándole. Harry respiró hondo antes de continuar. -Yo les di el dinero a Fred y a George para que montaran su tienda- confesó.
-¿Tú...? -titubeó la señora Weasley. Se había puesto muy pálida. -Pero...¿por qué? Es mucho dinero y tú lo necesitas para...
-No lo necesitaba ni lo quería- aseguró Harry rotundamente. Había algo extraño en la forma de mirar de Lupin, era como si supiese la verdad y sonriera satisfecho. -Les di el premio del Torneo de los Tres Magos. Traté de ofrecéroslo y también... -hizo una pausa porque recordar aquello todavía le producía una tremenda angustia.- y también a los señores Diggori, pero ninguno lo aceptasteis. Yo no gané el Torneo, no merecía ese premio, lo merecía...Cedric. -bajó la cabeza, tratando de ocultar el enorme vacío, pero después la volvió a subir y sonrió. -Les dije a Fred y a George que montaran su tienda porque a partir de entonces nos iba a hacer mucha falta a todos reírnos. Lo siento señora Weasley yo...- pero la señora Weasley no parecía en absoluto enfadada. Se levantó y abrazó a Harry para su sorpresa, tratando de retener las lágrimas.
-Eres...eres tan bueno, Harry -sollozó. -Muchas gracias, muchas gracias de verdad- el muchacho se sintió cohibido, pero agradeció enormemente esa muestra de cariño.
Durante la media hora venidera, ninguno habló demasiado. Cada uno parecía estar pensando en sus cosas y se preguntaban el número de muertos que habría ascendido la cifra en las últimas horas. Tonks y Kingsley no habían descansado demasiado, y se habían vuelto a marchar al Ministerio.
Sobre las diez y cuarenta, Ginny anunció que se marchaba a la cama, porque no se encontraba muy bien. Después de tocar su frente, la señora Weasley notó que tenía fiebre, y se subió con ella a acostarla, para darle una poción. Ron y Hermione no tardaron en seguir su ejemplo, puesto que la chica había estado incordiando a su amigo todo el tiempo para que se pusiera a terminar los deberes. Afortunadamente el enfado del mediodía le valió a Harry para que Hermione no viera prudente atosigarle a él también, y cuando se subieron a la habitación, no le dijo nada.
En la mesa se quedaron solos, Lupin, Christine y él. Los dos adultos ya habían tomado postre incluido y bebían lentamente una cerveza de mantequilla, pero Harry seguía con el plato de sopa al completo, mirando taciturno su contenido como si esperase que se consumiera, o que Lupin se apiadase de él y lo mandara a dormir, cosa que no ocurrió.
-No has comido nada, de nuevo, Harry- le riñó el profesor. -¿Crees que puedes seguir así?
-No tengo hambre -dijo éste de mala gana. Lo último que necesitaba era otro sermón.
-Sí, eso ya me los has dicho las otras tantas veces que te he preguntado.
-Pues si ya conoce la respuesta, no me diga nada más- dijo Harry bruscamente. Sabía que estaba siendo maleducado, pero estaba harto de todo el mundo, harto del lugar en que se encontraba, harto de todo.- Quiero volver a casa -añadió removiendo la sopa con la cuchara. Tanto Lupin como Christine se quedaron de piedra.
-Creí que esto ya estaba arreglado.
-No, no lo está -dijo Harry enfadado.- No quiero estar en este lugar donde... -miró a su alrededor y lo primero que se encontró fue la chimenea donde Kreacher le había mentido acerca del paradero de su padrino.- no quiero estar aquí...volveré a Hogwarts, pero quiero pasar el resto de las vacaciones en Privet Drive.
-¿Para qué, eh? -inquirió Lupin de golpe. Volvía a perder los nervios.- Para que nadie te pregunte si has comido o no, para estar encerrado en tu habitación pensando y recordando lo que ha ocurrido...
-Exacto- soltó Harry. -No soporto que me miren así como si, como si...- las palabras volvían arremolinársele en la si estuvieras muy cambiado- terminó la frase Lupin. Christine estaba sorprendida con la situación.- Pues lo siento, pero no vas a volver allí. Te quedarás aquí y afrontarás la situación, afrontarás lo que ocurrió y te resignarás como nos resignamos los demás. -y con un golpe de varita calentó de nuevo la sopa del chico.- Y ahora no nos moveremos de aquí hasta que te acabes todo el plato, ¿has entendido? Si te tengo que tratar como un bebé para que comas, lo haré.
-No quiero comer- gritó Harry.- quiero salir de aquí, ya no me importa, ya no quiero...¡no soporto estar aquí!- sin darse cuenta se había puesto en pie y las copas de la mesa se habían reventado.
-Haz el favor de controlarte- pidió Lupin con voz tranquila. Había hecho caso omiso a lo que acababa de ocurrir. -Te pongas como te pongas permanecerás aquí, y vas a cenar como es debido, así que te recomiendo que empieces pronto para que podamos irnos a descansar.
Harry observó los cristales rotos de las copas y se percató de que había perdido el control. Incapaz de convencer a Lupin, se sentó tratando de serenarse y comenzó a comer la sopa. A cada cucharada que se metía en la boca, sentía una opresión más fuerte en el estómago y unas terribles ganas de vomitar, pero no le importó. Siguió comiendo, consciente de que Lupin no le iba a dejar levantarse de la mesa, y que tanto él como Christine lo observaban pacientemente. Cuando llevaba engullido la mitad del recipiente, su estómago ya no aguantó más y sin querer se calló de la silla a un lado para comenzar a vomitar.
-¡Harry! -dijo Lupin preocupado y se acercó para sujetar al chico mientras echaba la comida por la boca.- ¿Qué le ocurre? preguntó a Christine muy nervioso.
-Debe llevar mucho tiempo sin comer debidamente- explicó la chica.- La agonía que siente su cuerpo le impide ingerir alimento con normalidad y en cuanto ha forzado a su estómago éste ha respondido mal. Cuando una persona deja de comer, el estómago va encogiendo y desaparecen las ganas de comer, por eso él nunca tenía hambre y no notaba como su cuerpo se iba debilitando.
-¿Qué podemos hacer?
-Por lo pronto informar a Dumbledore. Pero es algo que tiene que superar él. Cuando logre disminuir la opresión que siente, podrá volver a comer con normalidad.
-¡Cough, cough!- tosió Harry limpiándose la boca con la manga. Se había puesto muy pálido y tenía la cara totalmente roja, a causa del esfuerzo.
-¿Te encuentras mejor? -le preguntó Lupin sentándolo en una silla.
-No -contestó él sinceramente. Se dio cuenta de que tenía lágrimas en los ojos y se apresuró a enjugárselas. -Me siento muy mareado y me duele mucho la cabeza.
-Siento haberte forzado- se disculpó Lupin amargamente.
-Quiero acostarme.- pidió Harry sin prestar atención a las disculpas del profesor. Entre Lupin y Christine consiguieron llevarlo hasta su habitación, que afortunadamente estaba vacía. Ron debía estar con Hermione haciendo los deberes. Lo acostaron en la cama y con un gesto de varita le cambiaron la ropa de vestir por el pijama y lo arroparon. En cuanto Harry se encontró entre sus mullidos cojines, se quedó profundamente dormido, consciente de que sus fuerzas, cada vez menguaban más.
-Perdóname -le susurró Lupin apartándole un mechón del pelo y revelando así la profunda cicatriz en forma de rayo, que residía en su frente. Le pasó la mano por ella, estaba más brillante de lo normal y quizás eso tenía que ver algo con Voldemort.
-¿Te importa mucho, verdad?- le preguntó Christine con su voz tan fría como el hielo.
-Sí.- reconoció Lupin.- Pero debo ser fuerte y ocultar lo que siento.
-Así es mejor para él.
-Tal vez, pero el pasado cada vez es más costoso de aparcar. También para él.
-¿Qué...? -iba a preguntar la chica, pero Lupin la interrumpió.
-Pronto lo averiguarás. Va a ser muy difícil para ambos saber lo que sois y aceptaros.
-Él nunca me perdonará -dijo Christine con sinceridad. Sus ojos brillaron intensamente.- Pero me conformo con que aprenda lo que voy a enseñarle este año.
-Serás una buena profesora de Defensa Contra Las Artes Oscuras- le dijo Lupin para animarla y le colocó una mano en el hombro antes de salir por la puerta.
-No sólo de Defensa...mi mayor reto no se quedará en eso...pero esto, no podéis saberlo nadie.- añadió mientras ella también se marchaba.
Lupin y Christine advirtieron a Dumbledore de lo que había ocurrido con Harry al día siguiente, muy temprano. El director se mostró muy preocupado por el muchacho, pero no tuvo más remedio que rogarles a los dos que cuidarán de él, y de que trataran de que aguantara hasta Hogwarts, donde el ritmo acelerado de las clases y el revuelo de la vida estudiantil, no le dejarían tiempo de pensar en lo que aquella casa le recordaba.
Durante toda la semana, Harry durmió mal. Tenía pesadillas con la muerte de Sirius casi a diario y aunque el Departamento de Misterios ya no ofrecía un gran interés en Voldemort, el muchacho no podía dejar de soñar con él, y la habitación del velo. Como Voldemort seguía obsesionado con el contenido de la Profecía, Harry tenía extraños suelos donde una figura de un blanco nacarado comenzaba a relatar el comienzo del contenido, y se detenía a mitad, puesto que como era lógico, Voldemort no conocía el resto. Aquellos sueños y dolores de cicatriz no pasaban inadvertidos para el resto de los habitantes de la casa.
Ron, muy preocupado por su amigo, había puesto al tanto a Hermione y a Ginny de que Harry solía pronunciar el nombre de Sirius en sus pesadillas. Hermione, escarmentada por la experiencia, no dudó en acudir a Lupin para contárselo.
Lo que ninguno sabía es que, cada noche, una figura invisible vigilaba al muchacho en la más absoluta discreción y que lo despertaba repentinamente cuando veía que la pesadilla empezaba a afectarle en exceso.
Mientras tanto, la Orden del Fénix seguía ayudando en el incidente en París, donde la cifra de muertos ya se había disparado a más de setecientas personas; y no fue hasta una semana después del ataque, cuando Tonks, Lupin, Christine y Moody, estuvieron listos para llevar a Harry y a sus amigos al Callejón Diagon, donde comprarían sus nuevos libros, y en el caso de Harry, firmaría la correspondiente herencia de Sirius.
Cuando en la mañana del martes, durante el desayuno, Lupin se lo anunció, Harry palideció de golpe. Había esperado que con todo el ajetreo de los ataques, su visita no pudiera efectuarse y se marchara a Hogwarts antes de que pudiera firmar nada, puesto que solo quedaban tres días, para su regreso.
Muy a su desgana y el entusiasmo de sus amigos por salir por fin de la casa, usaron los polvos Flu para viajar hasta el Caldero Chorreante.
-Menudo aterrizaje más forzoso- protestó Tonks, que aquella mañana vestía túnica violeta a juego con el mismo color del pelo.
-No habría sido así si no te hubieras introducido tan rápido en la chimenea.- le recriminó Moody, sacudiéndose el hollín de encima.
En el Caldero Chorreante, todos los magos y brujas que habían por allí se quedaron observando a Harry, entre cuchicheos. Probablemente ahora que se había confirmado el regreso de Voldemort, todos volvían a pensar que era un héroe e incluso alguno esperaba que el muchacho volviera a hacer un milagro para derrotarle. Fue esto lo que más nervioso puso a Harry. Ver a todos aquellos magos observándole, sabiendo que se preguntaban cómo se había tomado el regreso del asesino de sus padres, y conociendo el contenido de una estúpida profecía que era lo que le marcaba y distinguía de la gente corriente. Algunos incluso se acercaban al pensar que Harry y Voldemort volverían a vérselas cara a cara en un duelo a muerte, pues él sabía que los dos no podían vivir en el mismo mundo y que tarde o temprano, ese enfrentamiento se produciría.
Nada más salir del Caldero Chorreante, lo primero que hicieron fue dirigirse a Gringotts. Harry y Hermione sacaron de sus respectivas cámaras algo de oro mágico, y luego Lupin y él se acercaron, a solas, a un rincón donde había un gnomo con aspecto antipático, enfrascado en un montón de pergaminos.
-Ejem, ejem- tosió Lupin para captar su atención. Aquello le recordó a Harry a la profesora Umbridge.- Buenos días, veníamos a firmar un documento de una herencia.- el gnomo observó unos instantes a Harry y a Lupin y luego sin ofrecer ninguna explicación de su comportamiento, se levantó de su silla y se marchó a buscar a otro gnomo que estaba algo más alejado y tenía una extensa barba. Le comentó algo al oído, el gnomo viejo, se acercó a ellos con una amplia sonrisa.
-Buenos días, señores. -saludó amablemente.- Ustedes deben ser los hombres que el director Dumbledore nos avisó que vendrían.
-En efecto -confirmó Lupin.
-Bien, síganme, por favor- les pidió el gnomo y se encaminó hacia una puerta de hierro, al fondo del pasillo. Harry miró hacia atrás y vio como sus amigos los esperaban sentados en unos sillones muy desgastados, vigilados muy de cerca por Christine, Tonks y Moody.
El gnomo les hizo subir a un carro movedizo, tal y como había ocurrido en su primer año, y los condujo a través de largas minas por donde las vías de los vagones se entrecruzaban entre sí. Unos minutos después, llegaron a una cámara con una puerta muy desgastada y vieja. El gnomo se bajó del carro y presionó una abertura con el dedo índice de su mano. La puerta vieja se abrió, dando lugar a que unas cuantas telarañas cayesen al suelo, y luego entraron. La cámara estaba llena de estanterías con documentos muy estropeados, y una pequeña mesa. El gnomo rebuscó entre las estanterías hasta encontrar lo que buscaba y luego tomó asiento detrás de su mesa, indicándoles lo mismo a Harry y a Lupin. Una vez se hubieron sentado, el gnomo les entregó el documento que había cogido de las estanterías.
-Necesito comprobar si es usted el señor Harry Potter, al que va dirigida la herencia del señor Black.- Harry lo miró algo receloso, esperando a ver que prueba tendría que pasar. -¿Tiene usted su carné de identificación de mago?
-¿Carné?- preguntó extrañado el chico. Pero antes de que pudiera decir algo más, Lupin había sacado de su cartera una tarjeta con una foto mágica de Harry, la dirección donde vivía, y algunos datos personales, y se la había entregado al gnomo, que tras examinarla minuciosamente, se la devolvió a Lupin.
-Bien, ahora solo tiene que firmar. -dijo, entregándole a Harry una pluma.
El chico la cogió nervioso y comenzó a leer el documento sin perder detalle. Era claramente la letra de Sirius, se notaba que era bastante reciente, mucho más reciente que cualquier otro documento de las estanterías. Le concedía todas sus pertenencias que estaban guardadas en su cámara, así como la casa que poseía en Grimmauld Place. Harry terminó de leer el documento y pasó una mano por la firma de Sirius. Su padrino se habría encontrado en su misma posición antes de firmarlo.
-¿Qué ocurre, señor Potter?- preguntó el gnomo. -¿hay algo incorrecto?
-No, todo esta bien -dijo Harry mirando hacia Lupin. Le temblaba el pulso.
-Vamos, Harry, nos están esperando- le apremió el profesor. Harry miró una vez más el documento, aquello sin lugar a dudas era la prueba más clara de que Sirius había muerto, el documento lo decía. Si lo firmaba, convertiría la muerte de su padrino en algo real, algo irremediable. ¿Pero qué otra cosa podía hacer? Sirius le había otorgado sus bienes con el mayor de los cariños, y Harry no tenía valor para rechazar algo tan grande. Tomando aire, plantó una rápida firma y le entregó el documento de nuevo, al gnomo.
-Bien- dijo éste contento de que por fin el chico hubiera firmado.- Aquí tiene, la llave de la Cámara 711- añadió y le entregó una pequeña llave algo oxidada.- Y ahora podemos ir a...
-Un momento- interrumpió Harry haciendo que el gnomo tomara asiento de nuevo. -quisiera hacer testamento antes de ir a ver la cámara de Sirius.
-¿Testamento? -preguntó desconcertado la criatura y miró a Lupin que estaba igual de desorientado.- Pero señor Potter, ¿usted realmente quiere...?- hizo una mueca extraña.- ¡Caray! Bueno si eso es lo que desea... -el gnomo abrió uno de los cajones del escritorio y sacó un pergamino en blanco. -Solo tiene que indicar a quién van dirigidos sus bienes y firmar.-Harry cogió el pergamino y comenzó a escribir.
"Yo, Harry James Potter, cedo mis pertenencias a los siguientes comensales:
-La casa del número doce de Grimmauld Place, Londres, a Remus Lupin con la condición de que sea cedida a cualquier necesidad de la Orden del Fénix.
-El contenido de la Cámara 711 a los miembros de la familia Weasley, como a sí, mis objetos personales y mis pertenencias más valiosas.
-El contenido de mi cámara personal a la señorita Hermione Jane Granger.
Siendo éste mi deseo:
Harry Potter."
Cuando hubo acabado de firmar, le entregó el pergamino al gnomo y éste lo selló con un escudo de Gringotts y lo colocó en una de las múltiples estanterías.
Después, se encaminaron hacia la cámara de Sirius y Harry la abrió con su llave. Lo que encontró dentro lo dejó de piedra. El contenido de la cámara de Sirius era dos, no, tres veces mayor que el de la cámara de sus padres. Harry jamás había visto tanto dinero junto. Y observó que a parte de dinero, habían otras pertenencias. En una especie de baúl, se encontraban un montón de túnicas, entre ellas la de Hogwarts y mucha otra ropa. Harry cogió una capa negra del baúl y se la puso por encima. Podía sentir el olor de Sirius, había algo que le reconfortaba en ese aroma de su ropa. Era como si el tiempo no hubiese pasado para las prendas, y que tanto tiempo allí guardadas no hubiesen afectado en absoluto su buena calidad.
Pero en la cámara no sólo había ropa y dinero. Harry pudo ver cientos de fotografías de todas las épocas, que su padrino guardaba en cajas y encontró una magnífica escoba, algo polvorienta.
-Sirius era un buen cazador- le dijo Lupin con nostalgia cuando Harry le quitaba el polvo a lo que parecía una soberbia escoba de carreras. Era plateada y se conservaba en perfectas condiciones.- Esta escoba es la Flecha Plateada, un modelo único que sacaron cuando Sirius y tu padre jugaban en el equipo. Era algo así como una Saeta de Fuego en estos tiempos...
-Tengo a alguien perfecto para que la monte.- dijo Harry entregándole la escoba a Lupin. -Yo no podría montar en otra escoba que no fuera la Saeta de Fuego que Sirius me regaló..., pero no pienso dejar una escoba tan magnífica apartada en un rincón. ¿Podría encogerla para que pueda guardármela en el bolsillo? No quiero que la vean mis amigos, será una sorpresa...
-Como quieras. Ahora es tuya y puedes usarla como desees. ¡Reducto!- la escoba se hizo tan pequeña que Harry pudo introducírsela en el bolsillo sin ningún problema.
-Toda esta ropa...creo que deberíamos sacarla de aquí. -susurró Harry mirando los baúles repletos.- Quédesela profesor Lupin. Estoy seguro que más o menos Sirius y usted tenían la misma talla. Hay muchas cosas que no le servirán, como esas túnicas viejas de Hogwarts, pero puede dejarlas en la habitación de Sirius.
-No...yo...no..., no podría Harry. Son tuyas -dijo Lupin cohibido, pero Harry no pudo dejar de observar la remendada túnica de Lupin y compararla con la Cámara tan repleta de oro que poseía.
-Yo no puedo ponerme eso. -dijo el chico tratando de sonreír.- Me viene enorme, pero usted sí que puede. Por favor, quédeselas...a él...a él le hubiera gustado que las llevara usted. -Lupin lo miró meditando.- Y... también quiero que se quede con una parte de lo que hay aquí.
-No, Harry, eso sí que no.- negó con rotundidad el hombre.- Todo esto es tuyo, yo no soy nada de Sirius y él te lo ha dejado a ti...
-Porque él sabía que estaríamos juntos. -dijo Harry con tristeza.- Por favor -dijo dirigiéndose al gnomo. -Que trasladen la mitad del oro que hay aquí a la Cámara de señor Lupin.
-Harry...
-No puedo quedarme con todo esto- añadió el chico desesperado.- Es...es demasiado...no lo merezco. Y no es justo que usted no tenga empleo solo porque sea un hombre lobo. Es el mejor profesor de Defensa Contra Las Artes Oscuras que he tenido jamás, y eso no vale todo el oro que hay en esta cámara...
-Gracias Harry- contestó Lupin agradecido.
Después de que el gnomo se comprometiera enviar la ropa de Sirius mediante magia hasta Grimmauld Place, y de trasladar el dinero a la Cámara de Lupin, se encaminaron de nuevo por las vías ,de regreso a la superficie. Allí, algo exasperados se encontraban los chicos y los adultos que los acompañaban.
-¿Por qué os habéis demorado tanto?- gruñó Moody cuando los vio venir.
-Lo siento -se disculpó Lupin. -Hemos tenido que hacer algunas cosillas extra... -miró de soslayo a Harry.
-¡Vaya, Harry!- dijo Ron sorprendido.- ¡Qué capa más bonita! ¡Parece de piel de dragón! -Harry se limitó a sonreír, dando a entender que la había cogido de la cámara de Sirius.
Una vez las explicaciones, se pusieron de acuerdo para ir primero a por túnicas nuevas, ya que los chicos habían crecido bastante y las antiguas ya se les quedaban pequeñas.
-¿Por qué has hecho testamento, Harry?- le preguntó Lupin discretamente, mientras andaban por el callejón, algo rezagados.
-Tengo mis motivos -aseguró el muchacho sin dejar de observar los escaparates de las tiendas. Hacía mucho tiempo que no visitaba el Callejón Diagon. Lupin lo cogió de los hombros y lo frenó, obligándole a mirarle a los ojos.
-¿Estás insinuando que vas a morir? -dijo afectado. Harry estaba muy fastidiado por el interrogatorio.
-Yo no he dicho eso. Los tiempos que corren...no me pareció prudente no hacerlo, quiero dejar todos los asuntos aclarados por si... -Harry se detuvo en seco.
-¿Por si qué?- le insistió Lupin.- Harry, ¿qué me estás ocultando?
-Nada- se defendió él, tratando de zafarse del profesor. -Pero ya que estábamos en Gringotts... no sabía cuando iba a volver y aproveché la ocasión, eso es todo- pero Lupin sabía perfectamente que el chico no estaba siendo del todo sincero.
-Escúchame, Harry. Me da la sensación de que...
-¡Harry! ¡Remus! ¡Os estáis retrasando!- les gritó Tonks. Harry aprovechó el momento para correr tras ella y Lupin se vio obligado a seguir su ejemplo, y entrar a la tienda de ropa.
Hacía semanas que no salía de aquella habitación, más concretamente desde que decidió hacer una visita al Ministerio de Magia, cosa de la que estaba enormemente arrepentido. Quizás era el hecho de que había permanecido muchos años sin hogar, huyendo de un lado a otro de los Aurores, cobijándose en el abrazo de aquellas criaturas a las que poseía su cuerpo, y que nunca llegaron a dudar mucho; o quizás era el reconfortante crepitar de las llamas, lo que lo mantenían atado a aquella sala.
No tenía calor, le había echado un sencillo encantamiento al fuego para que no quemara, pero la tranquilidad que emanaban las llamas, era más poderosa que su voluntad por salir. Poder, de eso se trataba, había recobrado más poder que cuando gobernó la última vez y sin embargo, se sentía vacío, al haber perdido para siempre la oportunidad de acabar con lo único que ponía en riesgo su existencia.
Se escucharon unos toquecitos en la puerta y tras una respuesta gélida, un pequeño hombre encorvado y temblando de pies a cabeza, entró en la habitación.
-¿Si Colagusano?- preguntó Voldemort sin dejar de observar el baile que producían las llamas.
-Se...señor- respondió el hombre, removiéndose nerviosamente las manos. Ocurría siempre que estaba asustado. -Hemos atrapado a un hombre...lo encontramos merodeando cerca de donde se produjo el último ataque...insiste en hablar con usted...le hemos aplicado la maldición Cruciatus, pero él insiste en...
-¡Idiotas! ¿Por qué lo torturáis sin mi permiso? -Colagusano empezó a temblar más, si cabe. Las gruesas gotas de sudor le resbalaban por el rostro.
-Lo...lo lamento señor...¿se lo traigo? -Voldemort meditó unos instantes.
-Sí...hazlo pasar y dile a Crabbe y a Goyle que se marchen ya a efectuar el ataque. Es de suma importancia que todo salga bien, es un lugar demasiado controlado por magos, quiero hacerlo desaparecer...
-Como digáis señor -Colagusano se inclinó torpemente y después salió corriendo para acatar las órdenes de su señor.
Voldemort se quedó esperando en la misma posición. Echó un vistazo al lado de su mullido sillón y comprobó que su serpiente, Nagini, no estaba. Algo parecido a una sonrisa se asomó en su rostro. Sabía que el animal había ido de caza, esa palabra siempre le había gustado, cazar..., eso era lo que él pretendía con sus presas, atraparlas, corromperlas y después...destruirlas.
Por segunda vez, unos golpecitos en la puerta lo interrumpieron y dos hombres encapuchados, cargando a un tercero, se presentaron en la habitación. Después de soltarlo bruscamente e inclinarse hacia su señor, desaparecieron tras la puerta. Entonces el silencio se apoderó de la sala, donde el único sonido era el mismísimo silencio.
Voldemort dio una vuelta a su sillón y se fijó por primera vez en el hombre que estaba tirado en el suelo, moviendo asustado la cabeza de un lado a otro. No parecía muy alto y tenía las extremidades muy cortas y delgadas. Llevaba una túnica de mago azulada, con lujosos cordeles rodeándole cuello y mangas. No era muy mayor, pero tampoco muy joven, en su rostro, se asomaban las primeras arrugas y llevaba el pelo muy bien peinado y amarrado, como si usará un tupé. Era claramente de una posición social elevada.
-Así que... -susurró Voldemort.- Querías ver al mismísimo señor oscuro en persona... -el hombre se estremeció. -¿Y bien? Ahora que estás frente a mi...¿en qué puedo ayudarte?
-He venido a aportarle una información muy valiosa. -dijo el hombre, tratando de vencer su miedo. Hablaba inglés, pero tenía un destacado acento francés en la voz. Voldemort se mostró interesado enseguida.
-Te escucho. -aseguró. -¿Qué es eso tan importante que debes decirme?
-Primero quisiera poner una serie de condiciones.
-¿Condiciones? -se burló Voldemort, soltando una estruendosa carcajada. -No estás en posición de poner condiciones. Te encuentras enfrente del mago más poderoso de todos los tiempos, sin varita y sin protección alguna. Puedo matarte si así lo deseo, ¿por qué tendría que escuchar tus estúpidas condiciones cuando torturándote no tendría ningún problema en que confesaras?
-Porque la información que voy a entregarle tiene mucho que ver con algo que usted desea por encima de todas las cosas.- encaró el hombre valientemente.- Y porque el precio que pido es insignificante comparado con esa información.
Voldemort se quedó parado ante tan buena contestación. Al fin de cuentas, el día podría ser más provechoso de lo que ya esperaba que fuera.
-Entonces, dime primero cuáles son esas condiciones tan sencillas que me pides. -accedió al final. El hombre suspiró aliviado.
-Solo pido que mi familia y yo estemos a salvo para siempre, nada más. Sé que va a conquistar el mundo y sé que con la información que le otorgue, el último paso hacia esa conquista será relativamente sencillo, así que, cuando eso ocurra, quiero estar protegido. -Voldemort escudriñó los ojos y sonrió satisfecho.
-¿Sólo deseas la protección de los tuyos?- preguntó, el hombre asintió.- Está bien, si me ayudas, te doy mi palabra de que nada malo te ocurrirá ni a ti ni a tu familia. Lord Voldemort siempre recompensa a los que lo ayudan. ¿Cuál es tu nombre?
-Mil gracias, señor- dijo el hombre respirando con normalidad.- Me llamo François Llelterair.
-Muy bien, François, cuando salgas de aquí dale todos tus datos personales y los nombres de los miembros de tu familia que desees proteger, al Mortífago que habrá esperando en la puerta. Él tomará nota y luego te llevará a tu casa. Y ahora...dime cuál es esa información que me tienes preparada.
-Puedo decirle de alguien que conoce el contenido de la Profecía que usted fue a buscar al Departamento de Misterios del Ministerio de Magia Inglés, a finales de Junio y que estará encantado de facilitársela.
-¿Qué has dicho? -gritó Voldemort levantándose precipitadamente de su asiento. -¿Qué hay alguien que conoce la existencia de esa profecía? ¿Cómo?
-Verá señor, yo trabajo en el Ministerio de Magia Francés, en el Departamento de Cooperación Mágica. Hace unos días, la Confederación Internacional de Magos, se reunió para entablar unas defensas en el mundo mágico.
-Lo imaginaba -gruñó Voldemort apretando los puños.- Sino me equivoco, Dumbledore lo organizó todo.
-No se equivoca señor -confirmó François. -En esa reunión, Dumbledore reveló el contenido de la Profecía.
-¿Dumbledore lo dijo en la Confederación? -se sorprendió Voldemort. -Ya veo. No le quedó otro remedio para que los ministros volvieran a confiar en el ministerio inglés. Estaban muy enfurecidos con Fudge. -se giró para mirar fijamente al hombre.- Pero eso no cambia mucho las cosas. Los ministros de magia están muy bien protegidos, mi red de Mortífagos aún no está preparada para introducirse como espía en ningún Ministerio y llegar hasta el ministro para obtener la información.
-A eso quería llegar, señor. No necesitará infiltrar a nadie porque yo sé de alguien que le dirá el contenido de esa profecía.
-¿En serio?- preguntó Voldemort irónicamente. -No pienso que nadie tenga el suficiente valor como para traicionar a Dumbledore.
-Sí, si es un ministro que no lo conoce lo suficiente.
-¿A qué te refieres?
-Señor, el ministro de magia francés, es un hombre que fue nombrado ministro hace tan solo siete años. No conoce realmente de qué va la Confederación, ni tampoco a qué gran escala Dumbledore tiene influencia en ella. Desde el ataque a París, la gente se le ha echado encima. No está preparado para asumir una guerra mundial y un enfrentamiento tan grande.
-Entiendo- siseó Voldemort con una sonrisa perversa.- Así que tenemos a otro de la misma calaña que Fudge.
-Señor, si usted prometiera la seguridad para Francia, el ministro le revelaría a cambio el contenido de la profecía. -Voldemort comenzó a pasearse de un extremo a otro, pensando detenidamente que hacer.
-La seguridad para Francia...¿eso significaría el mundo muggle también?
-Sí, señor. Si atacara el mundo muggle los aurores se enfrentarían a los Mortífagos y entonces habría muertes. -Voldemort contrajo el rostro.
-Está bien.- cedió. -Ve y dile a tu ministro que en poco tiempo me pondré en contacto con él para quedar en un lugar seguro, para ambos...nadie puede enterarse de este encuentro, o de lo contrario...sería peligroso para el funcionamiento del plan.
-Sí, señor.
-Asegúrale a tu ministro que tiene la palabra de Lord Voldemort de que Francia no sufrirá ningún daño, si me revela el contenido de esa Profecía. -el hombre asintió y se dispuso a salir por la puerta.- Y...François...cuentas con mi gratitud.
Una vez escuchó los pasos alejarse por los corredores, Voldemort se giró hacia las llamas y comenzó a reírse con una sonrisa demente en el rostro. Había logrado lo que había estado buscando durante años, pronto, no sabía cuando, pero muy pronto, la destrucción de Harry Potter sería más que un hecho.
N/A: Olaassss de nuevo. Aquí tenéis el sexto capítulo!!!! Y muy pronto estará también el séptimo. Espero que os esté gustando la historia y como veis poco a poco van sucediendo nuevos acontecimientos...
Por favor dejadme reviews vale? Es que sino no sé si os gusta y voy por buen camino!!!!
Agradezco a los que leéis mi historia y me dejáis opiniones y también a los que la leéis y no dejáis, pero insisto, mi mesenger es y podéis agregarme si queréis. Besossss!!!!!!
Ahora contesto a los reviews::
TheHard: Olasss, muchas gracias por tu opinión. Sí q va a haber amoríos, ya lo verás, aunq las cosas a su tiempo. Christine es un personaje muy complejo y tendrán q pasar muchas pistas sobre ella antes de saber qién es. Espero q te siga gustando!!!!!
jarlaxe-Bregan: Olassss muchas gracias por tu review, me alegro de q te vaya gustando. Será un entrenamiento bastante duro como ya se verá, lo explicaré muy pronto en un capitulo, de momento, "tiempo al tiempo", solo te diré q Harry va a tenher q sudar mucho!!!!!
