CAPÍTULO 7: UN MISTERIOSO ENCUENTRO.

Salieron de la tienda de túnicas cargados con bolsas repletas de nuevos uniformes. Ginny, pero sobretodo Ron, estaban muy contentos con sus nuevas compras. Por primera vez, iban a llevar túnicas nuevas y eso era a debido a que los gemelos cedían la mitad de sus ganancias a sus padres. Este hecho, había puesto a la señora Weasley muy contenta, que había abrazado a sus hijos gemelos y les había repetido cientos de veces lo buenos hijos que llegaban a ser.

-Podíamos ir a visitar la tienda de artículos de broma de Fred y George- propuso Harry.

-¡Eso sería genial!- dijeron entusiasmados Ginny y Ron. Desde principios de verano habían estado encerrados en Grimmauld Place y no habían podido ver todavía, la tienda de sus hermanos.

-Está bien- cedió Lupin, que los seguía muy de cerca.- Pero eso será después de que compremos todo lo que necesitáis. Veamos...las túnicas ya las tenemos, faltan los libros...

-Yo quiero ir a la tienda de escobas -dijo Ron.

-Y yo necesito más ingredientes para pociones -dijo Hermione.

-Y yo una pluma nueva- apuntó Ginny. Lupin, Moody y Tonks palidecieron.

-¿Todo eso? -preguntó Lupin.

-Es que no hemos salido de la casa en dos veranos- protestó Ron.

-Está bien- suspiró el profesor.- Harry, ¿tú no...? -se detuvo en seco, porque Harry se había quedado algo rezagado y había caído al suelo de rodillas, sujetándose la cicatriz y haciendo gestos de dolor. Para su alivio, había mucha gente y todos pasaron tan rápidos, que ninguno se percató de que en una esquina, un muchacho de dieciséis años, se había caído al suelo.

-¡Harry!- gritaron Lupin, Ron, Hermine y Ginny a la vez. Christine que estaba vigilando muy bien todo a su alrededor fue la primera en acercarse a él.

-¿Qué te ocurre?- preguntó asombrada.

-La cicatriz... -logró decir Harry apretando los dientes de dolor.- Voldemort...

-¿Qué ocurre con él, Potter? ¿Está aquí?- preguntó Moody sacando la varita y recorriendo con la mirada a toda la gente.

-No...- contestó Harry, y de nuevo las palabras le salían sin pensar.- Está muy contento, mucho más de lo que ha estado en su vida...

-¿Qué quieres decir?- le preguntó Christine con una voz glacial.

-Ha pasado algo muy bueno para él...algo que él ha estado esperando desde hace quince años...

-¿Qué? -susurró Tonks. Estaba aterrada.- ¿Cómo...cómo lo sabes? -Harry negó con la cabeza y Lupin lo ayudó a levantarse.

-¿Te sientes mejor?- le preguntó. Harry se quitó la mano de la cicatriz y notó como, poco a poco, el dolor iba remitiendo, pero no la sensación de triunfo.

-Ya ha pasado- jadeó y levantó la vista hacia Lupin.- No sé lo que ha ocurrido pero está muy contento. El año pasado, cuando los Mortífagos escaparon de Azkaban se puso también muy contento, pero ahora ha sido algo muchísimo mejor. Creo que va a ocurrir algo muy grave.

-No te angusties -le dijo Lupin colocándole una mano en el hombro. -Venga, será mejor que nos demos prisa en comprar todo y nos vayamos de aquí.- A pesar de que su voz sonaba tranquila, Harry pudo comprobar como los cuatro miembros de la Orden se habían puesto muy nerviosos. Ron y Hermione encabezaron el grupo en dirección a la tienda más cercana, donde comprarían los ingredientes para la clase de Pociones.

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Dumbledore llevaba toda la mañana en el Ministerio de Magia. Hacía un par de días que la Alianza había sido presentada en la Confederación Internacional de Magos y aceptada por sus miembros. Los hombres que la componían permanecerían en absoluto secreto, y únicamente la Confederación sabía sus verdaderas identidades.

Dumbledore estaba en el despacho del Ministro de Magia, Cornelious Fudge, viendo como éste último recogía sus cosas, puesto que al día siguiente, el nuevo ministro ocuparía su lugar.

-¿Estás seguro de lo que has hecho, Cornelious?- el director le había repetido la misma pregunta durante toda la última semana.

-Completamente. Ya ves que la Confederación está contenta con mi decisión, las peleas se han solucionado.

-Te repito que tu actitud ha sido de una cobardía que no esperaba en ti, Cornelious.- dijo Dumbledore exasperado. -El mundo mágico te necesita.

-El mundo mágico tendrá a un nuevo ministro en pocas horas- se excusó Fudge sin mirar directamente a Dumbledore a los ojos, mientras convocaba con su varita los libros de la estantería más cercana y los colocaba ordenadamente en una caja de cartón.

-Sí, pero un nuevo ministro necesitará ponerse al día y ese tiempo que perdamos puede ser de vital importancia. Voldemort nos está alcanzando con demasiada rapidez.

-No te preocupes -sonrió Fudge amargamente.- Estoy seguro de que Amelia Bones ganará las elecciones.

-¿Y en qué cambiará eso las cosas?- preguntó Dumbledore con voz cansada.

-No hace falta que finjas conmigo, Dumbledore. Ya sé que propusiste a Amelia para actuar a través de ella- el director bajó la mirada y suspiró.- Y me parece muy bien, tú eres el único que puede detener esto...siempre debiste ser el ministro.- Dumbledore levantó la mirada y vio el rostro consumido de Fudge, hundido en la amargura.

-¿Por qué no quisiste creerme, Cornelious? -susurró el director abatido.- ¿Por qué dejaste que tus celos echaran a perder tantas vidas humanas...?

-Porque no quería creerlo- confesó Fudge y tras colocar los últimos papeles dentro de la caja, se dejó caer en su sillón.- No quería creerlo...

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Después de comprar todos los accesorios necesarios para los nuevos cursos, los chicos entraron en Flourish y Blotts para recoger sus libros, que era lo único que les faltaba. Desde que Harry había tenido el dolor en la cicatriz, Moody iba apuntando con su varita a todo el mundo, lo que ocasionaba continuos malentendidos. Christine también estaba bastante inquieta, aunque su rostro se mostraba más frío, si cabe, que nunca. Mientras Tonks y Lupin entraban a la librería con los chicos, ellos se quedaron fuera patrullando.

-Hogwarts, sexto año- pidió Ron amablemente acercándose el primero al mostrador. El dependiente era el mismo que Harry había visto en su tercer curso, cuando vino a comprar los libros. Por aquel entonces empezarían a estudiar Adivinación y también Cuidado Contra las Criaturas Mágicas. Harry nunca imaginó, cuando cogió su libro de Disipar las Nieblas del Futuro, que una materia como la Adivinación, tuviese tanto que ver en su vida, que la marcara para siempre, y que alguien como la profesora Sybill Trelawney que la impartía, fuera precisamente la que lo condenara a ello.

-Veamos...- dijo el dependiente con una pila de libros en la mano.- las materias fijas...Transformaciones...- cada vez que nombraba una materia, aparecían tres libros y se colocaban en frente de Harry, Ron y Hermione respectivamente.- Encantamientos..., Herbología...Cuidado de las Criaturas Mágicas...Defensa Contra las Artes Oscuras...Historia de la Magia...Astronomía...Bien, y ahora...¿quién estudiará Aritmacia?

-Yo- respondió Hermione de inmediato y un libro muy gordo, cayó sobre su montón.

-Bien...Y Pociones para los tres, ¿no es así?

-Para mi sí -dijo Hermione, y Harry y Ron se miraron.

-No sé si comprar el libro de Pociones- dijo Harry. -Seguramente no cursaré esa asignatura, y sería una tontería comprarlo.

-Vamos Harry, estoy segura de que harás Pociones, y además, no te vendrá mal tenerlo para estudiar...

-Está bien -cedió el muchacho y el dependiente colocó el libro de pociones en su montón.

-Yo no, gracias- dijo Ron. -Si lo necesito para estudiar ya me lo prestaréis.

-De acuerdo...¿Y entonces que cogerás en vez de pociones? -preguntó el dependiente, algo fastidiado.

-¿Por qué no coges Aritmacia, Ron?- preguntó Hermione entusiasmada. -Es una asignatura fascinante y...

-No, gracias -dijo Ron mirando horriblemente la tapa del grueso libro, lleno de ecuaciones complicadas.- En realidad hemos venido a comprar los libros sin saber las opciones que tendremos para elegir...

-Ya deberíais haber elegido- intervino Lupin rascándose la barbilla.- Sino me equivoco, las asignaturas optativas se escogen a finales de sexto.

-Escuché decir a Parvati en el banquete de fin de curso, que ellos ya habían escogido las asignaturas, justo después de acabar los TIMOS -explicó Hermione pensativa.

-Debió ser cuando nosotros estábamos en la enfermería... -suspiró Ron.- Y ahora no sabemos que elegir...

-¿Nos podría decir que asignaturas quedan? r-ogó Harry, mirando la cara ceñuda del dependiente.

-Veamos... -susurró el hombre ojeando una lista de libros.- Los que no escojan Pociones tendrán que elegir entre Aritmacia y Remedios Curativos, que es el suplemento más parecido a Pociones que hay, y normalmente lo escogen alumnos que necesitan Pociones para los EXTASIS.

-¡Eso Ron! -gritó Hermione.- ¡Elige Remedios Curativos!

-¡Buaj!- se quejó Ron.- Seguro que la imparte Snape, también. Pero bueno, todo sea por ser auror...póngame un libro de esos, por favor...- el dependiente obedeció.

-Y bueno...ahora tendréis que elegir entre unas de éstas dos...- consultó la lista.- Estudios Muggles o Adivinación.

-¡Estudios Muggles! -dijeron los tres a la vez. La respuesta tan clara de los muchachos sorprendió tanto a Lupin y a Tonks como al dependiente.

-Muy...muy bien- susurró el hombre y tras colocar los últimos libros de sexto, les entregó tres bolsas muy pesadas.

Después esperaron a que Ginny recogiera sus libros, la cual tardó mucho menos que ellos tres y salieron de la tienda, en dirección al local de artículos de broma, que sus hermanos tenían alquilado.

Iban tranquilamente comentando con entusiasmo las nuevas asignaturas que cursarían y lo agradable que sería dejar de dar Adivinación, cuando se escuchó una gran explosión cerca suyo y varias tiendas comenzaron a arder.

Por instinto, Tonks y Lupin que iban por delante de ellos, se colocaron delante extendiendo un brazo y sacando su varita para protegerlos. La gente comenzó a gritar y a correr despavorida, se oían a lo lejos lanzamientos de hechizos y se podían vislumbrar las sombras de las luces, correr de un lado para otro.

-¿Qué está ocurriendo?- preguntó Ginny asustada mientras trataba de mantenerse cerca de sus amigos, algo que era muy difícil, puesto que la gente corría de un lado a otro, dando empujones a su paso.

-¡Es un ataque!- gritó Moody y se colocó también delante de ellos. -¡Tenemos que ir hasta allí! ¿Dónde está Christine?

Harry miró de un lado a otro, pero no la encontró. Estaba atrapado entre el tumulto de gente que los arrastraba en todas direcciones. A su lado, Ron y Hermione se habían caído al suelo y trataban costosamente de mantenerse unidos.

-Debe haberse perdido entre la gente- le gritó Lupin a Moody, pero sus palabras se perdieron en el aire, porque una ventana se reventó a su izquierda, a causa de un rayo aturdidor. La gente comenzó a gritar más fuerte, algunos sacaban sus varitas, pero otros cogían a sus hijos y se los llevaban rápidamente del lugar. Harry observó como una serie de encapuchados, se acercaba hacia donde estaban ellos, rompiendo todo a su paso y aturdiendo a todo mago que trataba de detenerles.

-¡Tenéis que marcharos de aquí!- les gritó Lupin, cogiendo a Harry de un brazo y empujándolo en dirección contraria a los enmascarados.-¡Id a esconderos al Caldero Chorreante y decidle a Tom que os proteja! ¡Más tarde os iremos a buscar! ¡Deprisa!

-¡No!- gritó Harry esquivando a la gente y agarrando a Lupin de la túnica.- ¡No podemos dejaros solos! ¡Son muchos, os ayudaremos!

-¡Eso ni se te pase por la cabeza, Harry!- le gritó Lupin apartándolo hacia Ron y Hermione y haciéndoles gestos para que se marcharan.- ¡Escondeos! ¡No os preocupéis, pronto llegarán los aurores del ministerio!

-¿Cómo sabrán...?

-¡Detectarán la magia! ¡Vamos iros! -dijo Tonks exasperada y se fue en busca del mortífago más cercano que había.

Ron y Hermione se levantaron y comenzaron a correr, pero Harry se quedó estático. ¿Y si les pasaba algo a los miembros de la Orden? Mirase por donde mirase, la gente se alejaba huyendo y no eran muchos los magos valientes que se detenían a ayudar. Sintió un tirón en la túnica y al darse la vuelta se encontró con el rostro preocupado de Ginny.

-Vayámonos Harry- le rogó la chica. Harry dirigió la vista hacia donde habían salido corriendo Ron y Hermione, pero no los encontró. El tumulto de gente se los había tragado y los Mortífagos cada vez estaban más cerca.

"Harry, sujeta bien la profecía, coge a Neville y corre" "Corre, corre, corre, corre Harry"

El eco de esas palabras lo hizo reaccionar. Le martilleaban la cabeza, debía irse de allí, debían salvarse y dejar que la Orden lo arreglara todo. Ginny estaba a su lado, suplicándole con la mirada que se marcharan y él no iba a ponerla en peligro.

-¡Venga, corramos!-exclamó Harry tomándola de la mano y echando a correr. Le resultaba muy difícil distinguir por donde pasaban, mientras la gente les empujaba y gritaba despavorida.

El sonido de una tienda explosionar a su lado le hizo detenerse en seco sobresaltado. Una serie de lechuzas, ratas, sapos y otros animales, salieron volando en jaulas y se iban estrellando contra el suelo o contra la gente. Harry reconoció la tienda que acababa de explotar, era el Emporio de la lechuza, donde Hagrid le había comprado a Hedwig.

¡¡¡¡AHHHHH!!!!! sintió el grito de Ginny a su izquierda y vio como la chica se soltaba de su mano y era lanzada dos metros para atrás, chocando con una señora gorda, la cual fue derribada también.

-¡Ginny!- gritó Harry y fue a su encuentro. La chica se incorporó doliéndose de la muñeca, pero parecía en perfecto estado. -¿Estás bien?

-Sí...¡tenemos que salir de aquí! ¡Cuidado!- el mismo mortífago que la había expulsado contra el suelo, trató de atacarles con una rayo rojo. Ginny empujó a Harry y ambos rodaron por el suelo, mientras el enmascarado se acercaba a ellos para volver a atacarles. Rápidamente, Harry se levantó de un salto y sacó su varita.

-¡Impedimenta!- gritó y afortunadamente, de su varita salió un rayo que paralizó al mortífago. Después se giró hacia Ginny y la ayudó a ponerse en pie. -¡Tenemos que encontrar a Ron y a Hermione y llegar al Caldero Chorreante! ¡Estamos muy cerca!- la muchacha asintió y comenzó a correr detrás de él.

Pero era demasiado tarde. Los mortífagos habían alcanzado terreno muy deprisa. Los miembros de la Orden habían salido de su campo visual y ahora observaban como magos normales y corrientes trataban de enfrentarse a los enmascarados, para defender a sus familias. Distinguieron por lo menos a doce mortífagos cerca suyo.

-Ya eres mío, Harry Potter.- Harry y Ginny se dieron la vuelta sobresaltados y se toparon con un hombre de túnica negra y rostro tapado. Por los agujeros de la máscara, Harry distinguió perfectamente unos ojos grises, que centelleaban bajo la luz del sol.

-¡Lucius Malfoy!- titubeó Ginny, que también había reconocido al hombre. Desde el incidente en el Departamento de Misterios, a ninguno de los miembros del ED que fueron allí, se les olvidaría jamás los rostros de sus captores.

Malfoy levantó la varita, pero en el momento en que iba a efectuar su hechizo, una figura, vestida con una túnica roja sangre y una bola del mundo dibujada en su espalda, se apareció en medio y conjuró un potente hechizo, que lanzó a Malfoy por los aires y lo dejó inconsciente.

Harry y Ginny miraron anonadados como figuras idénticamente vestidas y con capuchas tapándoles la cabeza, acorralaban el movimiento mortífago y los hacían retroceder.

-¿Estáis bien los dos?-pregunt la figura que acababa de salvarles. Tenía la voz fría, congelante y los ojos azules le brillaban inusualmente. Harry asintió y se quedó pensativo, creía conocer a la persona que estaba oculta tras esas vestimentas tan llamativas, pero no estaba seguro del todo.- Tenéis que marcharos.

Sin hacerse de rogar, Harry tomó a Ginny del brazo y ambos salieron corriendo otra vez.

Pero no llegaron a avanzar demasiado. Pese a los refuerzos de aquellos extraños personajes, los mortífagos eran muchos e iban acorralando el callejón Diagon, impidiendo huir a la gente.

-¡No podremos salir de aquí! -jadeó Ginny. Respiraba entrecortadamente a causa del esfuerzo.- ¿Qué hacemos, Harry? -Harry miró de un lugar a otro. La gente seguía gritando, había pequeñas batallas personales por todas partes, si se quedaban allí parados algún hechizo los acabaría alcanzando, pero la salida hacia el Caldero Chorreante estaba bloqueada por un número importante de Mortífagos, jamás lograrían llegar hasta allí con vida.

Harry apretó los puños y miró a Ginny. La chica estaba dispuesta a luchar, y aunque tenía miedo, mantenía firmemente cogida la varita en su mano libre. Pero Harry no podía ponerla en peligro otra vez, si muchos mortífagos se percataban de que él estaba en el Callejón Diagon irían a buscarlo y la vida de Ginny peligraría. Lupin les había advertido que se ocultaran.

-Tenemos que escondernos- dijo con seguridad. Giró la cara en ambas direcciones, buscando un lugar apropiado y de pronto lo encontró. Era un pequeño callejón muy estrecho, lo reconocía, era la calle que conectaba el callejón Diagon con el callejón Knockturn. Había estado allí con Hagrid y parecía despejado.- ¡Vamos!- le gritó a Ginny arrastrándola con él. Nadie se dio cuenta de que dos figuras se escabullían entre medias de la gente y se introducían en una pequeña callejuela.

-¿A dónde vamos?- preguntó Ginny, mientras seguía el ritmo de su amigo.- ¡Por aquí se va al Callejón Knockturn, no podemos ir allí, es muy peligroso!

-Lo sé -aseguró Harry sin detenerse, todavía se acordaba del pequeño percance que sufrió.- Pero no entraremos, nos esconderemos entre aquellos escombros. señaló un montón de ruinas de edificios y restos de basura.

Nada más entrar en el callejón, una oscuridad los recubrió, era como si el cielo se hubiera apagado, y un frío intenso les caló los huesos. Podían sentir cuán tenebroso era ese lugar, pero debían permanecer ocultos allí, hasta que la batalla terminara o menguara, para llegar hasta el Caldero Chorreante.

Ambos se apoyaron en la sucia pared y resbalaron hasta el suelo, respirando con dificultad.

-Ha estado cerca.- jadeó Ginny.- ¿Cómo vamos a salir de aquí?

-Esperaremos a que la situación mejore- respondió Harry, que estaba de rodillas asomando la cabeza entre los escombros, para comprobar que no había peligro.

-¿Dónde estarán Ron y Hermione? Espero que estén bien...

-Conociendo a Hermione, seguro- contestó Harry para tranquilizarla.

A pesar de que estaban algo alejados de la batalla, Harry escuchaba perfectamente los gritos de la gente, los llantos y las maldiciones correr de un lugar a otro. Llevaban más de diez minutos esperando, pero no había ninguna señal que les indicara que el camino estaba más despejado. El muchacho cada vez estaba más nervioso, temía que Lupin o cualquier miembro de la Orden los estuviera buscando, pero no tenían más remedio que permanecer ocultos, hasta que la batalla finalizase. Cuando escuchó un susurro de voz, pensó que se lo había imaginado, y no fue que se dio cuenta de que era real, hasta que Ginny le agarró de la túnica y le hizo darse la vuelta.

-Tú eres Harry Potter...

Harry se sobresaltó al oír una voz que salía de la nada. Avanzó unos pasos, mirando en ambos sentidos, buscando su fuente. A su lado, Ginny parecía igual de confusa. Era una voz de mujer, muy pausada y serena. No encontró rastro de donde provenía y pensó que quizás había sido producto de su imaginación...pero...

-¿Ya te vas, Harry Potter? ¿Por qué te marchas ahora, cuando hace un momento estabas dispuesto a velar por tu seguridad y la de tu acompañante?

Harry se detuvo, pero no habló. Siguió contemplando el vacío espacio de donde provenía la voz sin saber que hacer o qué decir, se sentía tan frustrado como esas semanas en la casa de los Dursley. Entonces la sombra que parecía cubrir el callejón se difuminó notoriamente y Harry pudo ver la sombra de una figura. Se asomó despacio y cauteloso y en las penumbras vislumbró la silueta de una mujer, sentada en una especie de alfombra gastada. Estaba muy quieta, vestida con una túnica negra de tela, que brillaba a contraluz, pero de apariencia algo antigua; con las manos entrelazadas, apoyadas sobre sus rodillas. No era una mujer joven, pero tampoco muy vieja y llevaba un pañuelo cubriéndole la cabeza. Tenía el rostro notablemente pálido, pero lo que más llamó la atención de Harry eran sus ojos, trasparentes, cristalinos, tan incoloros como el agua, como si hubiesen borrado su color.

Su voz pareció anclarlo en el suelo. Harry se colocó justo enfrente de ella y la miró con desconfianza, su aspecto le recordaba claramente al de una vidente, de esas que había visto en la televisión muggle, y fue eso lo que más le inquietó.

-¿Cómo sabe mi nombre?- preguntó Harry. Ginny estaba a su lado, pero parecía igual de desconfiada.

-El cómo no importa, Harry Potter, tampoco el cuándo, pero sí el porqué.- Harry no se acercó más a ella. Le parecía que con estar a esa distancia ya era suficiente para escuchar, las palabras confusas y revueltas que le habían atormentado hasta entonces.

-¿Qué quiere de mi?- preguntó Harry incómodo y desconfiado, observando a la mujer fijamente...

-No te asustes, Harry Potter... -ella le hablaba pausadamente y muy calmada, como si saboreara cada palabra y la pensara con sumo cuidado, antes de pronunciarla.- Pensabas en tus seres queridos, en proteger a los que quieres, has aprendido de la experiencia que ser tú el que trate de arreglar las cosas...no es siempre el mejor camino...has lamentado tú error desde el momento en qué ocurrió, sin preocuparte por argumentar, por saber, que las cosas siempre tienen un porqué para ocurrir...sin percatarte de que lo que ocurrió ese día, que tratas de rememorar...quizás...te salve la vida en el futuro...

-¿Es una clase de adivina? -le cuestionó él sorprendido, desconfiado y algo molesto por las palabras, era como si fuera capaz de leerle la mente y lo odiaba. No debió haberse acercado a la voz...

-¿Te molestaría si lo fuera?...Oh, porque tu detestas tu clase de adivinación, y sin embargo, muchos sucesos han ocurrido allí, ¿me equivoco? Cosas que sabes que son importantes...siempre lo has sabido y aún así, te cierras a los acontecimientos, sigues pensando o sigues tratando de pensar que es una tontería, un fraude....y te cierras a las palabras sabias...sigues siendo débil...

-¡Yo no soy débil! -gritó Harry olvidándose de que estaban ocultos.- ¿Por qué dice eso?

-Lo eres...Harry Potter...y tú lo sabes...por eso tus sueños te siguen atormentando, cada vez con más frecuencia...-Harry se dio la vuelta para salir de allí, cuando se acordó de que estaban atrapados. Tenía dos opciones: o se quedaba allí escuchando las bochornosas y confusas expresiones de la mujer, o se enfrentaba a los mortífagos poniendo su vida y la de Ginny en peligro.

-Harry... -titubeó Ginny sin saber qué hacer o qué decir. La mujer siguió hablando como si la chica no estuviera con ellos.

-Harry Potter...este año tendrás la oportunidad de acabar con tu enemigo, pero sólo siendo consciente de que un gran poder, conlleva una gran responsabilidad, sabrás aprovecharla...y aún así, tú no puedes salvar el mundo... -hizo una pausa para observar la reacción del muchacho.- Tienes en tus manos la fuerza que podría salvarlo...sin embargo, tú no la deseas...prefieres que otros más mayores que tú, carguen con ese peso, y luego les dices que quieres luchar...una parte de ti piensa que es tú pelea y es valiente...y la otra huye de ella y se niega a creer que la mejor forma...no está siempre en la punta de una varita...

-Yo no tengo miedo- dijo Harry despacio.

-¿Alguien ha dicho que lo tengas?- Harry se dio la vuelta sorprendido y miró a la mujer. Ella sonrió.

-¿Lo ves, Harry Potter? No soy yo, sino tú quién sabe que tienes miedo...

-¿Por qué ha venido?- preguntó Harry desesperado por cambiar de tema.- ¿Cómo sabe que estaba aquí, cómo conoce tanto de mi?- La mujer volvió a sonreír, pero no era una sonrisa burlona, ni tan solo hiriente, era más bien forzada, incluso triste...Harry se contagió de esa extraña aura que parecía envolver a la mujer...

-Solo conozco lo más profundo de los corazones humanos. Pude ver tu inquietud en la oscuridad, pude ver tu espíritu tratando de proteger a los que te quedan...tratando de no creer que la muerte se ha llevado a la persona más importante en tu vida...

-¿Leyó mi mente?-La adivina no contestó, pero Harry estaba seguro de que podía adivinar todo lo que él pensaba, igual que la profesora Trelawney trataba de hacer sin éxito.- ¿Por qué dijo que yo no podía salvar el mundo?-añadió tratando de encontrar respuestas.

La mujer fijó su mirada cristalina en él, su expresión cambió a seriedad, pero no a dureza.

-Porque a ti te falta algo que se necesita para acabar con tu enemigo. Algo que tienes a tu alcance, que posee la persona que está a tu lado...

Harry miró a su izquierda y se encontró con Ginny. Le pareció ver un brillo de tristeza en sus ojos.

-¿Y qué es?

-Esperanza...- susurró la mujer simplemente.- Alguien como tú no puede salvar al mundo. No alguien que se acuna en sus recuerdos esperando a que la muerte se lo lleve, no alguien que no es capaz de asumir que si te eligieron a ti, sería porque eras el más indicado, porque las cosas suceden con un fin, un fin que tu enemigo no entiende y que si tú no logras entender al final, tampoco ganarás...no, tú no puedes ser el que hemos estado esperando, siendo alguien que vive oculto en sus pesadillas y sus pensamientos sin mirar hacia delante...

-¡Usted no lo entiende!- bramó Harry.- ¡Usted no sabe nada! ¿Cómo cree que me siento sabiendo esta gran verdad? ¡¿Cómo cree que es levantarse cada mañana sabiendo que puedes ver morir a tus amigos, que arriesgan su vida por una lucha inútil cuando la victoria o la derrota se decide entre dos?!

-Volviste a comprar tu tiempo con esos mortífagos, Harry Potter, pero tu tiempo se agota...eres tú el que no entiende, eres tú el que se niega a ver el sufrimiento en las caras de los que te rodean...has olvidado, Harry Potter, que la gente aún guarda un pedacito de esperanza en su corazón, que aún creen que mientras el niño-qué-vivió esté a su lado, existe un futuro para ellos y para sus hijos...has olvidado que albergan en sus corazones la luz que se produjo cuando tú le derrotaste la primera vez, en sus corazones, Harry Potter, sigues estando presente y por eso, por mucho que los diarios y los ministerios traten de desacreditarte, siempre habrá gente que esté dispuesta a vivir o a morir por ti...

-Está loca...¿sabe?...No confío en usted...está tan loca como la profesora Trelawney....

-¿De veras?- sonrió la mujer. -Yo creí que pensabas que tu profesora podía realizar predicciones verdaderas...

Harry se quedó callado. La adivina había vuelto a acertar y no sabía como afrontar aquello.

-Recuerda...Harry Potter...tu tiempo se agota...debes actuar rápido o tus enemigos se apoderarán de tu vida...sin fe, no puedes ganar ni vidas, ni nada...recuerda...que habrá más muertes...¿te sacrificarías tú, Harry Potter?...Porque si no haces un gran sacrifico pronto...el mundo acabará por darte la espalda...eres tú y no otros el que tiene que luchar por su vida...por su huída...y deberás hacerlo, Harry Potter...aunque te pese, deberás hacerlo...

Harry oyó ruidos provenientes del callejón, pero no les hizo caso. Continuaba absorto en las palabras de esa bruja, que con su aura lo había hecho perder la noción del tiempo y del espacio, lo había arrastrado con su embrujo hacia un lugar donde nada más que seguir escuchándola, tenía sentido.

-Las cosas no ocurren porque sí...supera los percances del pasado y empieza a vivir en el presente...te aguardan muchas sorpresas y muchas de ellas grandiosas...abre tus ojos...elige bien...Christine es sabia en ía en ella...deja que los que te rodean se acerquen a ti para darte las fuerzas necesarias...deja que la solución...no esté al alcance de la punta de una varita...

-¡Harry!- Ginny le tiraba de la manga. Oía gritos, pero se negaba a dejar de observar la transparencia de los ojos de la extraña mujer. -¡Harry tenemos que ocultarnos!

-¿Qué?- se dio la vuelta hacia Ginny y entonces volvió a la realidad. Los gritos se hacían más presentes, más claros y unos pasos se acercaban hacia ellos, acompañados de voces.

-Tienen que estar por aquí. -era una voz grave la que hablaba, a Harry le resultaba familiar, pero no la asociaba a nada conocido. -Malfoy dijo que estaban cerca... -Ginny y él se sobresaltaron. Eran mortífagos los que acababan de entrar en el callejón y estaban muy cerca de ellos. Se dio la vuelta hacia la mujer, pero ésta había desaparecido. Trató de vislumbrarla a lo largo del callejón, pero no había ni rastro de ella y los pasos se escuchaban a un par de metros suyos. Se dio cuenta de que Ginny temblaba y la cogió por los brazos.

Desesperado, miró de un lugar a otro tratando de encontrar una vía de escape, pero estaban rodeados de ruinas y basura y no había salida.

-Quizás estén en el Callejón Knockturn... -dijo la voz de otro de los hombres.

-No creo que se hayan atrevido a entrar ahí... estaban muy cerca, -Harry escuchaba sus respiraciones. Nervioso, empujó a Ginny hacia un hueco tras una caja de cartón de su misma altura y la apoyó contra la pared, para después juntarse a ella. No había separación entre sus cuerpos, su pecho rozaba el de Ginny y podía sentir su aliento ajetreado rebotar contra el suyo propio. Sintió un bombeo cerca del pecho y se dio cuenta de que era el palpitar acelerado de la chica. Fijó sus ojos esmeralda en los de ella y la miró fijamente, al tiempo que ella le miraba a él. En silencio, dejaron que se escucharan sus propias respiraciones. Estaban pegados, unidos contra la pared, pero al menos estaban a salvo, la caja de cartón los ocultaba en gran medida y los pasos de los mortífagos se alejaban hacia el callejón Knockturn.

Y aún cuando los pasos dejaron de escucharse, ninguno de los dos hizo intento por separarse. Algo estaba brotando en el corazón de Harry, algo que no había sentido hasta entonces. Jamás había estado tan cerca de una persona y la había protegido con su cuerpo como lo hacía con Ginny, no había tenido la maravillosa experiencia de escuchar el palpitar acelerado de su corazón y mirarla a los ojos como la miraba ahora. Y no fue hasta que el ruido de un hechizo cercano los sobresaltó, que la magia del momento se rompió y Harry asomó la cabeza para comprobar que no había peligro.

-¿Se han ido?- preguntó Ginny tímidamente.

-Creo que sí. -se aproximó hacia los escombros que lo tapaban antes de su encuentro con la adivina y observó como los gritos y las peleas en el callejón Diagon disminuían.- Parece que la batalla está terminando. Tenemos que salir de aquí, los mortífagos podrían volver. -Ginny solo asintió y se limitó a seguir a su amigo.

Muy cautelosamente, se acercaron al final de la oscura calle perpendicular al callejón Diagon. Los gritos había cesado, pero seguían escuchándose hechizos en algunos puntos cercanos. Esto hizo que Harry dudara si salir o no. Al final optó por asomarse a la esquina y se dio cuenta de que los hechizos provenían de medimagos y aurores del ministerio, tratando de proteger a la gente de un posible desprendimiento por parte de los edificios, y en el caso de los medimagos, para curar a los heridos.

Ginny y Harry salieron completamente de su escondrijo y se encontraron con un panorama totalmente distinto al que, a penas una hora atrás, habían disfrutado. Había mucha gente tirada en el suelo, algunos heridos, otros simplemente asustados y muchos lamentando las pérdidas y sin poderse creer lo que había ocurrido. La mayoría de las tiendas estaban semiderruidas, y las que quedaban en pie, conservaban secuelas del ataque. Los aurores corrían de un lado para otro comprobando cadáveres y desalojando a las personas que parecían ilesas, mientras que los medimagos se dedicaban a atender en el suelo a los heridos más graves y ofrecer trasladores a los más leves, para que los transportaran al hospital.

Harry vio como unas cuantas figuras, vestidas como la que los había salvado a ellos, estaban de pie, contemplando el desastre producido. Cuando captaron varias miradas de la gente, se pusieron de acuerdo entre sí y desaparecieron.

¿Quién eran aquellos extraños individuos? Los habían salvado, pero ¿por qué iban con máscaras? Ginny soltó un grito ahogado y se tapó la boca con las manos, Harry se sobresaltó y miró al lugar donde señalaba su amiga. En la acera, tirada en el suelo, se veía a una mujer madura con el cuerpo sin vida de una niña que no tendría más de seis años, llorando desconsoladamente. Los aurores trataban de calmarla y de convencerla para que tomara un traslador.

-¡Noooo! ¡Mi hija, mi hija!- sollozaba, mientras agarraba más fuerte a la pequeña, que tenía la cara manchada de sangre. Harry cogió a Ginny y le tapó los ojos para que no viera el cadáver, pero él se quedó observando, como anclado a una realidad, que hacía tan solo una hora, no existía. -¿Por qué, por qué ha tenido que pasar esto, por qué?

-Cálmese señora, por favor, tome el traslador, la ayudarán, se lo aseguro. Vaya al hospital, se lo ruego.

-¡Déjenme, déjenme!- la mujer se derrumbó sobre el hombro del joven auror, que trató de consolarla.- ¡mi pequeña, mi niña...! ¿Por qué nos está pasando esto, por qué ese hombre ha vuelto, por qué? ¿Es qué no existe nadie que pueda detenerlo? ¡mi pequeña...!

A Harry se le contrajo el estómago. Esa imagen, del cadáver de una niña, y su madre llorando sobre él, no se le olvidaría jamás. Era Voldemort, pensó, Voldemort hacía todo esto, él estaba destruyendo todas aquellas familias igual que había destruido la suya con anterioridad. Atribuía ese dolor al suyo propio, a la muerte de Sirius, cuando él se sentía incapaz de seguir adelante, incapaz de hablar con nadie, distinto, sin poder pensar o hacer otra cosa que correr detrás del velo, donde su esperanza estaba puesta, donde creía, no, más bien sabía, que una parte de su padrino se había quedado. Sí, era esa terrible verdad, si Lupin le hubiera dejado llegar hasta el velo, asegurarse de que Sirius había caído realmente, tener donde llorar su pérdida, donde jurar venganza, donde maldecir a la persona que lo había llevado a esa terrible experiencia; entonces él no se sentiría de esta manera. Se le había quedado una espina clavada en el alma, la necesidad de encontrar una explicación a todo esto, de calmar la sofocante culpa que lo consumía por dentro...

¿Y si no hubiera dejado escapar a Colagusano, y si hubiera dejado que lo mataran, y si se hubiera tomado más en serio la predicción de la profesora Trelawney, y si nunca le hubiera propuesto a Cedric coger el traslador, y si hubiera huido cuando su nombre salió en el Caliz de Fuego cuando mil veces lo había pensado, y si se hubiera tomado más molestias en aprender Oclumancia, y si hubiera escuchado los consejos de Hermione cuando le decía que trataba de hacerse el héroe y que Voldemort lo sabía, y si hubiera usado el espejo de doble sentido para comunicarse con Sirius? Esas preguntas...sin respuesta...lo atormentaban, lo alejaban de aquella realidad, que parecía un cuento de ciencia ficción, de esos en los que el protagonista nunca muere, en este caso, qué equivocados estaban...

"Y habrá más muertes...Harry Potter" las palabras de la adivina...ella lo había predicho, y ahí enfrente lo tenía.

-¿Qué hacéis vosotros dos aquí?- una voz lo había sacado abruptamente de sus pensamientos. Harry miró en dirección a ella y se encontró con la cara de uno de los aurores del ministerio.

-Nos...nos hemos perdido- respondió Ginny nerviosamente. Estábamos ocultos mientras sucedía el ataque y nos hemos separado de los nuestros...

-¿Quién estaba con vosotros? -suspiró cansadamente el viejo auror.

-Dos de nuestros amigos...y...unos adultos.- dijo Harry. -Nos gritaron que corriéramos al Caldero Chorreante, pero no pudimos llegar a tiempo.

-Ya ha pasado el peligro. Id al Caldero Chorreante a ver si están allí y si no...volver a ver si están en la lista de heridos o de..., bueno, id.- aquella duda no le gustó para nada a Harry. Estaba seguro de que la otra lista se refería a las personas muertas, pero no se lo quiso decir a Ginny para no ponerla más nerviosa.

Pasaron muy deprisa entre la gente, conforme se alejaban de donde habían estado ocultos, las tiendas estaban más intactas, y no había tantos heridos. Parecía que el centro del ataque estaba más hacia el final del callejón.

-Harry, -susurró Ginny preocupada.- ¿Crees que la tienda de Fred y George habrá sido atacada? -Harry dio un respingo e hizo un esfuerzo sobrehumano por sonreír despreocupadamente.

-No te preocupes, estoy seguro de ellos están bien. Son demasiado listos para los mortífagos. -Ginny no contestó. Se veía muy pálida y afectada con lo que acababa de ocurrir. Continuaron andando a paso ligero hasta que llegaron al Caldero Chorreante y tras cruzar la puerta, un hombre se abalanzó sobre Ginny y comenzó a abrazarla y darle besos.

-¡Oh, Ginny, hija! -era el señor Weasley. -Temíamos los peor, creía que estabas muerta, no te encontrábamos y...- no pudo acabar porque tanto él como ella se derrumbaron y comenzaron a llorar desconsoladamente. Harry se dio cuenta de que Ginny se había estado conteniendo por el camino. Una mano se le puso en el hombro.

-Menos mal que estás bien, Harry -era Lupin y parecía muy preocupado. Tenía el pelo muy revuelto y la ropa más desgarrada que de costumbre, pero por lo demás, estaba intacto.

-¿Dónde os habíais metido, Potter?- gruñó Moody. Estaba sentado en una silla y tenía claramente el brazo quemado. -Os dijimos que vinierais hacia aquí.

-No pudimos- se excusó Harry.- Los mortífagos cerraron filas, estábamos atrapados.

-¿Y cómo lograsteis sobrevivir? -preguntó el señor Weasley, tratando de enjugarse las lágrimas.

-No nos hubiéramos salvado sino hubiera sido por Harry- respondió Ginny afectada.- Aturdió a un par de mortífagos y luego nos guió hasta la calle que comunica el callejón Diagon con el Knockturn, nos escondimos allí hasta que pasó el peligro.

-Excelente idea, Harry -le felicitó Lupin.- Esconderos allí fue lo que os salvó la vida.- Harry solo sonrió.

-¿Dónde están Ron y Hermione?- preguntó Ginny apresuradamente.- ¿Y Tonks?

-Tonks ha sido llevada a San Mungo- explicó el señor Weasley, y al ver la cara de los chicos, añadió.- Pero no os preocupéis, su vida no peligra. Y en cuanto a Ron y a Hermione...

-Estamos aquí- dijo Ron saliendo de detrás de una columna, acompañado por su amiga.- Veo que estáis bien. Yo ya se lo dije a Hermione.

-Pues no parecías tan seguro hacía solo unos minutos- le recordó Hermione. Ambos llevaban algún que otro corte en la cara y en el caso de Ron, la mano izquierda vendada, pero parecían sanos y salvos.

-Os perdimos por el camino...- dijo Harry respirando aliviado de que sus amigos estuvieran intactos.- ¿Cómo llegasteis hasta aquí?

-Bueno, lo cierto es que nos las vimos canutas.- contó Ron.- Pero las clases del ED sirvieron de mucho, después de todo. Hermione lanzó una serie de maldiciones y yo me abrí paso entre los mortífagos, llegamos por los pelos.

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Dumbledore había regresado a su despacho, en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, tras hablar con el ex ministro y ver como los aurores se desaparecían en dirección al callejón Diagon, tras detectar un nuevo ataque.

Sabía que no podía ayudar más desde el ministerio y estaba a la espera de recibir en su despacho, los informes de dos personas que, seguramente, le resolverían más dudas que el propio ministro.

Una de ellas era Snape, y la otra...

Tras un resplandor de luz blanca, una figura cayó al suelo, ocasionando un golpe seco. Dumbledore se levantó bruscamente de su asiento, donde estaba escribiendo una carta y se acercó rápidamente a ella.

Una mujer de pelo negro suelto y mirada fría como el hielo, se había desplomado en el centro de su despacho. A penas podía respirar y unas gotas de sudor le resbalaban por el rostro, por lo demás, parecía intacta.

-¡Christine!- susurró el director ayudándola a sentarse en la silla. -¿qué ha ocurrido?

-Están...bien... -logró decir ella tras apoyarse en el respaldo de la silla y cerrar los ojos, tratando de omitir el dolor. -Tuve...tuve que soltar todo mi poder para frenar el ataque...

-No debiste hacerlo.- gruñó Dumbledore yendo a uno de sus armarios y rebuscando entre unos frascos.- Has podido morir...y ahora él sabrá que has vuelto...

-Ya no me importa- murmuró la mujer, conteniendo la respiración.- No puede hacerme más daño...

-Puede y lo hará. Sabrá que proteges a Harry y tratará de eliminarte como la última vez...

-No me eliminó a mí- le recordó Christine, abriendo los ojos como platos. Dumbledore suspiró, y tras encontrar lo que andaba buscando, se acercó a la chica y se lo entregó. Sin preguntar nada, ella desenroscó el tapón y se bebió todo el contenido del pequeño frasco.

-Christine... -susurró Dumbledore moviendo la cabeza negativamente.

-Ya no existen intermediarios de por medio. Ahora sólo somos Harry y yo.- el efecto de la poción, le ayudó a recobrar fuerzas. -Han muerto varias personas, no muchas, se ha podido evitar una gran tragedia...gracias a la Alianza.

-¿Qué ha dicho la gente?

-No mucho.- informó ella poniéndose en pie y mirando por la ventana, como solía hacer cuando el director la interrogaba.- Pero han confiado en nosotros y de eso se trataba.

-¿Y los miembros de la Orden y los chicos? ¿Están todos bien?- preguntó Dumbledore.

-Harry se las arregló para salvar a la hija de Arthur.- susurró Christine sonriendo.- Y los otros dos salieron impunes, son muy hábiles tus alumnos...

-No todos...solo algunos en particular. -aseguró Dumbledore sentándose detrás de su escritorio.

-Los demás están bien. Salvo Tonks...ha sido llevada a San Mungo, pero estará bien, no es grave.

-Entonces...el nuevo grupo ha sido un éxito...- murmuró el director más para sí mismo que para la acompañante de la habitación.

-Quizás...pero no es suficiente...

-Nada es suficiente cuando se trata de Voldemort...- Dumbledore levantó la mirada del suelo y la dirigió a la espalda de Christine.- Y a pesar de haber ganado esta batalla...nada podrá borrar de la mente de la gente, esta tragedia...

-Deben ser fuertes. Todos debemos serlo...

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-¿QUÉ HA OCURRIDO?- gritó Voldemort a los cinco hombres que estaban arrodillados frente a él, temblando de miedo. Ellos eran los responsables de dirigir el ataque al callejón Diagón. -¿DIEZ VÍCTIMAS, S"LO DIEZ VÍCTIMAS?

-Por favor señor...

-¡Crucio!- el hombre que había tratado de justificarse, se retorció de dolor en el frió suelo de la habitación de su señor. -¡Exijo saber lo que ha ocurrido! ¡Se suponía que era un ataque a gran escala!

-Y lo era señor. -el que habló esta vez, era Malfoy. Quizás por eso, Voldemort se contuvo de torturarle.- Estaba todo bien planeado y entonces....- se estremeció al ver la mirada asesina de su señor.- ...aparecieron un grupo de personas...unas cien...o así, iban vestidas con túnicas rojas...

-La Alianza...- murmuró Voldemort. Por sus espías en el pasado, sabía que era un grupo que se iba a formar para tratar de detener su avance y hacía unas horas, aquel hombre del ministerio francés le había dicho que Dumbledore se había reunido con la Confederación para entablar las defensas.

-Señor...- la voz temblorosa de un tercer hombre, le hizo regresar a la realidad.- No eran aurores normales, tenían cierto dominio especial de los hechizos...eran grandes magos...

-¡Por supuesto que lo eran idiotas! son los mejores magos de cada país del mundo. La Confederación los eligió para frenarnos. hizo una pausa y respiró hondo, tratando de tranquilizarse, cosa que no logró. ¿Atrapasteis a alguno?

-Ninguno señor...- dijo con temor el cuarto hombre.- Herimos levemente a un par de ellos quizás...pero nada más.

-Por otra parte, -intervino Malfoy, ahora que se había asegurado de que su señor no iba a comenzar a lanzarle maldiciones.- el callejón Diagon quedó muy destruido, no se recompondrá fácilmente y la visión de la gente será difícil de consolar... -sonrió.- señor...en el callejón estaba Potter.

-¿Harry Potter? ¿En el callejón Diagon?

-Sí, mi señor- confirmó Malfoy. Si no hubiera sido por un miembro de ese grupo, lo habríamos atrapado.

-Una vez más se ha librado de la muerte...- gruñó Voldemort mirando con asco a sus mortífagos.- Pero ahora Potter va a dejar de ser un problema...

-¿A qué se refiere, señor?- preguntó otro de los mortífagos.

-Eso es algo que no te incumbe, Nott.- el aludido bajó la cabeza avergonzado.

-Señor... -comenzó de nuevo Malfoy.- Hay algo que...que debería saber.

-¿Sí?

-La persona que salvó a Potter era Christine Byrne.

-¿Qué has dicho? -gritó Voldemort. Sus ojos de serpiente se abrieron como platos y el poco color que conservaba en su rostro, desapareció.- ¿Estás seguro, Lucius?

-Completamente. Luché contra ella y se le cayó la capucha, la reconocí, señor. Había luchado contra ella en el pasado, en numerosas ocasiones.

-¿Por qué habrá vuelto? -murmuró Voldemort pensativamente.- Creí que no regresaría después de lo que ocurrió...

-¿Supone un problema, señor?-preguntó Malfoy dubitativo. Voldemort se levantó de su asiento y observó una vez más el crepitar de las llamas, esa tranquilidad lo ayudaba a pensar con mayor claridad.

-Depende de lo rápido que actuemos. No es rival para mí, pero ofrece a Potter una protección extra con la que no contábamos. Quizás deberíamos recordarle...el porqué uno no puede desafiar a Lord Voldemort... -se giró hacia sus mortífagos, sonriendo maliciosamente.- me parece que ya lo ha olvidado...

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N/A: Olasssss de nuevo. Os prometí q actualizaría rápido y lo prometido es deuda. Me está gustando mucho escribir esta historia y he de decir que gracias a vuestras opiniones, me ayudáis una barbaridad. Muchas gracias, en serio y no olvidéis seguir mandando vuestros puntos de vista, por favor, por favor, acepto de todo, pero necesito saber si es este el buen camino....

Ya tengo casi la mitad del capi 8, así q en cuanto lo termine, actualizo. Muchos besos a todos y gracias por seguir leyendo!!!!!!!!

Y ahora los reviews::

Alma: Olass, me alegro de q te guste. A ver...sí, Ginny puede tenerr un papel importante en la historia, ya veremos!!!!

Alexia Black: Ola!!!! Sí, la verdad es q a mí también me da mucha pena Harry, pero bueno, es normal q esté así después de lo de Sirius. Besos!!!

jarlaxe-Bregan: Olasssss!!!! Nunca me sacio de reviews así q espero q me sigas escribiendo, jejej. ya ves q no he tardado mucho en actualizar, y no tardaré tampoco demasiado la proxima vez. Nos vemos!!!!