CAPÍTULO 8: HE VUELTO A CASA.

Nada más aparecerse por la chimenea de la cocina, del número doce de Grimmauld Place, la señora Weasley se abalanzó sobre ellos llorando, y los abordó a preguntas. Algunos miembros de la Orden, como Kingsley o Hestia, habían llegado antes del callejón Diagón, sin noticias sobre ellos y habían informado a la señora Weasley de lo ocurrido.

El señor Weasley les contó todo lo que había pasado y cómo habían logrado encontrar a los chicos, afortunadamente a salvo.

-¿Y qué pasa con Fred y George?- preguntó Ginny, una vez su madre le puso una taza de té delante.

-Tranquilos, Fred y George llegaron antes que vosotros, junto con Kingsley y Hestia, y están bien- explicó la señora Weasley, sirviendo el té a todos.- Se les ocurrió lanzar un encantamiento de invisibilidad a su tienda, así que los mortífagos no pudieron destruir algo que no veían. Ayudaron también a la Orden con sus artículos...creo que dijeron que soltaron unos fuegos artificiales con forma de dragón...y ahuyentaron a los mortífagos. Ahora se han marchado a ayudar a los aurores.

-¡Los Magifuegos Salvajes Weasley!-exclamaron los chicos a la vez.

-¿Sabéis lo que son?- preguntó ceñuda la señora Weasley.

-Bueno... -dijo Ron haciéndose el inocente, cosa que no logró.- Fred y George los usaron contra la profesora Umbridge el año pasado.- la señora Weasley abrió la boca para protestar, pero la volvió a cerrar. Estaba clarísimo que tenía un conflicto interior. Por una parte, el recuerdo de que sus hijos abandonaran el colegio de esa forma y que se dedicaran a lanzar sus inventos contra los profesores, no le era de ningún agrado, pero por otra parte, detestaba a la profesora Umbridge, y más aún cuando sus hijos le habían contado lo injusta que llegó a ser con Harry y que había sido la responsable de mandarle los dos dementores en verano; como no encontró nada que decir, se dedicó a sorber su taza de té.

-Ha sido todo espantoso- el señor Weasley rompió el silencio, pasándose una mano por el poco pelo que tenía en la cabeza.- No creí jamás que volvería a ver a gente huyendo de esa manera. No había pasado en quince años...- miró de soslayo a Harry, pero cuando se dio cuenta de que el muchacho también lo miraba, retiró los ojos de él.

-Ahora que Voldemort ha regresado estos ataques serán muy frecuentes- se lamentó Lupin. Algunos se estremecieron. Harry miró hacia Ginny y vio que unas lágrimas silenciosas caían a través de sus mejillas y se le contrajo el estómago. La niña temblaba de arriba abajo.

-Ginny...- el señor Weasley se acercó a ella y la abrazó para reconfortarla.- ¿Ginny qué...? ¿Por qué lloras? -ella se aferró a su padre y arrancó todo lo que tenía por dentro.

-Una niña...una niña pequeña...yo...y Harry...la...la vimos muerta...estaba muerta...papá...su madre la abrazaba y...y lloraba...

El señor Weasley no preguntó nada más. Se limitó a seguir abrazando a su hija, mientras apretaba los dientes con furia. Ron y Hermione se llevaron un sobresalto igual, al que ellos habían sufrido al verla muerta. Harry no sabía qué hacer o qué decir. Se sentía sucio, contaminado, arrastrando una terrible verdad consigo mismo, y a la vez dolido. Quería correr y abrazar a Ginny, no sabía porqué, pero pensaba que si se unían, igual que lo habían hecho en el callejón, se olvidarían de todo recuerdo.

-Yo...creo que me voy a acostar un rato- dijo levantándose de pronto. Lupin lo miró fijamente.

-¿No vas a comer nada?

-No tengo hambre.- contestó sinceramente y sin esperar más reproches subió corriendo las escaleras.

-Vamos con él- dijeron Ron y Hermione levantándose también, pero Lupin los cogió a ambos del brazo.

-Dejadle solo un rato.

-¿Pero...?

-Quizás quiera llorar a solas y le vendrá bien poder desahogarse.- Ron y Hermione no objetaron nada más y se sentaron al lado de Ginny para cubrir a su padre y consolarla ellos también.

-Por cierto...¿dónde está Christine? -preguntó la señora Weasley, extrañada de no encontrar a la mujer allí. Lupin se encogió de hombros.

-La perdimos durante el ataque. No sabemos donde puede estar.

-¿Queréis decir qué...?

-No- aseguró Moody.- consultamos las listas de muertos y por el momento no figuraba en ellas. Suponemos que comenzó a luchar contra los mortífagos y en cuanto se detuvo la batalla, fue a informar a Dumbledore de lo ocurrido.

-¿Y cómo fue que lograsteis echarlos del callejón Diagon?- inquirió la señora Weasley. No podía estarse quieta, se sentía muy preocupada por Harry, así que se puso a lavar las tazas de té.

-Te aseguro que hubiéramos sucumbido, Molly.- narró Moody.- De no ser por unas extrañas personas que aparecieron de la nada y nos ayudaron.

-¿Quiénes?

-No sabemos quiénes eran -suspiró el señor Weasley.- En el ministerio de magia no saben nada, osea que no eran aurores ni nada por el estilo, además, eran bastantes.

-Nosotros también los vimos- titubeó Ginny. Había dejado de llorar. -Iban vestidos con túnicas rojas y nos salvaron.

-Cuando venga Dumbledore le preguntaremos -dijo Lupin.- Pero si son aliados, serán bien recibidos entre nosotros, a fin de cuentas, salvaron nuestras vidas.

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Ni Harry ni los demás, bajaron en todo el día de sus habitaciones. Habían sufrido una terrible experiencia y no se sentían con ganas de afrontar las conversaciones acerca de muertos o heridos, que los adultos discutían en la cocina. Aunque la señora Weasley subió con una bandeja de comida y acompañada de Dumbledore, ninguno comió en exceso, y en el caso de Harry, apenas la tocó.

Dumbledore trató de tranquilizarles, diciéndoles que a pesar del ataque, había que estar contentos, puesto que se había ganado esa pequeña batalla y capturado a algún que otro mortífago. Para ellos, aquello no fue una gran alegría, porque aunque se reducía el número de aliados en las filas de Voldemort, ninguno de los mortífagos estaba dispuesto a declarar y no tenían más remedio que llevarlos a Azkaban, sin acercarse si quiera, al territorio del mago tenebroso.

Hasta altas horas de la noche, estuvieron comentando quiénes podían ser aquellos extraños individuos de capas rojas y no llegaron a ninguna clara conclusión. Harry les reveló sus sospechas, pero aquello solo hizo aumentar las dudas de los adolescentes.

-¿Y dices que era Christine la que os salvó? -preguntó Ron por enésima vez.- Es muy raro...

-Sé que suena extraño, pero era ella, yo la reconocí. -dijo Harry exasperado, sus amigos no acababan de creerse que la mujer se encontrara entre aquellos raros individuos.

-¿Tú también la viste, Ginny?

-No, pero si Harry dice que era ella, lo era- dijo con rotundidad la chica. Ron frunció el entrecejo.- Yo estaba algo más alejada, pero Harry y ella se encontraron cara a cara.

-Es posible...pero si ella estuviera en ese grupo, Dumbledore lo sabría. Él conoce a fondo el pasado de todos los miembros de la Orden.

-No estés tan segura de eso, Hermione- la contradijo Harry.- No sabemos mucho de ella, ¿no? Quizás sea muy buena para la Orden, algo así como Mundungus, aunque no sea del todo...buena. No sé, hay algo en su forma de ser que me enferma, y nunca habla de sí misma.

-Yo sigo pensando que si Dumbledore confía en ella, igual que confía en Snape, es por algo.- frunció ligeramente el ceño, Hermione. Harry soltó una expresión vehemente, no soportaba que nombraran a Snape delante suyo. Todavía estaba demasiado reciente el incidente con él y Harry no se lo iba a perdonar jamás.

-Pues yo estoy con Harry- opinó Ron.- Es una mujer desagradable...y muy parca en palabras.

-Que no quiera hablar de sí misma no quiere decir que sea mala, Ron. No puede haber sido ella la que os salvo, insisto, Dumbledore lo sabría. Ni siquiera él sabe nada acerca de ese extraño grupo y eso quiere decir que podrían ser enemigos.

-¿Enemigos?- se burló Ron. -Hermione, nos salvaron la vida.

-Eso no quita que sus intenciones a la larga sean buenas, Ron. Quizás solo querían una maniobra de distracción, quizás el mismo Voldemort los mandó para que confiáramos en ellos y luego apuñalarnos por la espalda.

-Te has vuelto muy desconfiada.- le dijo Harry. No entendía porqué Hermione se empeñaba siempre en llevarles la contraria.

-En estos tiempos hay que ser desconfiado. No sabemos si nos estarán escuchando, con quién hablamos o quiénes son en realidad los que nos rodean...

-Si continuas así te volverás paranoica.- le susurró Ron. Hermione sólo se encogió de hombros.

Fred y George regresaron a la casa bastante tarde. Se aparecieron en la habitación de los chicos y les contaron cómo iba todo por el callejón Diagon. Afortunadamente, muchos magos se habían solidarizado con la causa y había acudido a ayudar. Los heridos estaban todos en San Mungo y la lista de muertos se limitaba a diez personas, tres niños entre ellas. Lo peor que había resultado eran los desperfectos. El Ministerio de Magia se había comprometido a cargar con los gastos de los destrozos y reparar las tiendas a los dueños, pero el comercio iba a bajar considerablemente, por temor a otro ataque y mientras se reparaba todo, no iban a tener ganancias.

Los gemelos estaban bastante molestos y pidieron ayuda a los chicos para que colocaran carteles, cuando llegaran a Hogwarts, de sus artículos y venderían los productos por vía lechuza.

Aunque Hermione era un poco reacia a acceder, tanto Harry como Ron se comprometieron a ayudarles y los gemelos se pusieron muy contentos.

Aquella semana pasó tan rápida como la anterior, y se plantaron a tres días del regreso a Hogwarts. Cuando la señora Weasley se lo comunicó a Ginny, durante el desayuno del domingo, Harry se dio cuenta de que le quedaban muchos asuntos por resolver antes de comenzar a hacer su baúl. Entre ellos, preguntar a Lupin por Christine y pedirle a alguien que le firmara la autorización para comenzar las clases de aparición.

Esto último se le resistía, porque suponía otra prueba verídica de que Sirius había muerto. No había comentado con nadie lo que contenía la cámara de su padrino y sus amigos, prudentemente, no habían preguntado.

Además, no se atrevía a pedir a nadie que le firmara la autorización, porque no encontraba un sustituto digno para Sirius y temía ser rechazado. En su mente en seguida apareció la idea de la señora Weasley, por el comentario que la mujer le hizo a su padrino el año pasado, cuando recalcó que para ella, Harry, era como otro de sus hijos. Pero le daba muchísima vergüenza pedirle que ejerciera de tutora suya y tenía miedo de ser rechazado.

Su otra idea era Lupin, pero sus temores se intensificaban con él. El profesor había demostrado en numerosas ocasiones que se podía confiar en él. Y desde que lo conociera como profesor suyo, Harry le había tenido mucha confianza y Lupin le había devuelto esa confianza, mostrándole su apoyo incondicional y adornándole con sus sabias palabras. Cuando Harry había querido hablar con Sirius de algo, Lupin siempre había estado delante, incluso cuando había hablado de su padre, pero le parecía que el profesor era demasiado reservado y aunque era el último amigo de su padre, con quién se podía contar, se le hacía difícil reemplazar a Sirius.

-¿Qué te ocurre, Harry? Estás muy callado...- la señora Weasley le estaba sirviendo tostadas y un poco de leche, y Lupin se había dado cuenta de sus inquietudes.

-Sólo...sólo pensaba en las nuevas asignaturas que tendremos en Hogwarts... -mintió el muchacho, dando un sorbo a su taza.

-Sexto es un curso difícil, pero empezaréis a estudiar cosas más serias.- recordó Bill nostálgicamente.- Creo que es en este año cuando se ven las maldiciones imperdonables. Harry se estremeció, gesto que no pasó desapercibido para Lupin.

-Nosotros ya hemos estudiado las maldiciones imperdonables.- dijo Ron moviendo la mano indiferentemente, como si fuera un tema muy simple.- Moody...quiero decir, Barty Crouch nos las enseñó en cuarto curso.

-Y menos mal que lo hizo- pensó Harry en voz alta. Un segundo después de haberlo dicho, se dio cuenta de su imprudencia.

-¿Lo dices por...por lo que pasó en el cementerio?- le preguntó Hermione tímidamente. Harry tragó saliva y se quedó callado sin saber que contestar.

-Por todo -se apresuró a decir Ron, sacando a su amigo de un aprieto.- Hace un año y pico que quién-tú-sabes regresó...y comenzaron a usarse las maldiciones. Teníamos que saber a qué nos enfrentábamos.

-¿Por qué nos las enseñaría?- preguntó Harry en voz alta.- ¿Por qué quiso que las viéramos? Estoy seguro de que Dumbledore no se lo dijo, tal y como nos contó...él quería que las viéramos...

-Es una respuesta dura y sencilla, Harry- suspiró Lupin. No le miraba a los ojos directamente, tenía la vista clavada en su taza de café.- Quería que os interesarais por ellas, que aprendierais desde pequeños lo que son las artes oscuras...para ver si alguno de vosotros se interesaba por ellas...es lo que hacen ahora los mortífagos con los aprendices...les muestran el poder de las artes oscuras, una rama interesantísima de la magia, aunque muy peligrosa, para ver si tienen esa ansia de poder, que caracteriza a un buen mago tenebroso.

-Se equivocaba al juzgarnos- dijo Harry apretando los puños con rabia.- Se equivocaba....

-No sólo veréis las maldiciones imperdonables- recordó Charly.- Los que hagan pociones comenzarán con los venenos y los antídotos. Esas clases son sumamente entretenidas.

-Toda clase con Snape en la que esté yo, es entretenida.- dijo Harry soltando una risita. Todos rieron por su comentario. Sabían la aversión que el profesor y él se tenían.

En ese momento llegó Kingsley, con aspecto cansado y trayendo consigo un periódico que Harry reconoció como El Profeta.

-Ya hay un nuevo ministro, o ministra debería decir.- anunció dejando el periódico en el centro de la mesa, donde se mostraba en primera página el rostro sonriente de una mujer, que Harry había visto el año pasado.

-¡Amelia Bones ha ganado!- gritaron todos al unísono.

-¡Es magnífico!- Bill y Charly chocaron sus manos.

-Dumbledore estará muy contento -dijo la señora Weasley.

-La verdad es que la gente la ha votado mucho.- contó Kingsley.- Saben que Dumbledore la recomendó y desde que se descubrió que quién-sabéis había regresado y sobretodo, desde que Fudge dimitió, Dumbledore se ha ganado el apoyo incondicional de la gente, de nuevo.

-Demasiado tarde,- gruñó Moody.- podían haber confiado en él desde el principio.

-Lo que importa es que Amelia Bones sea una buena ministra.- susurró Hermione.- Susan debe de estar muy contenta.

-¿Susan?

-Susan Bones, Ron- contestó Hermione exasperada.- La de Hufflepuff, la chica que venía a las reuniones del ED.

-¡Ah! ¡ya sé quién me dices! Sí, supongo que estará contenta.

-Si miráis la página diez, también podréis encontrar los datos definitivos del ataque al Callejón Diagon- informó Kingsley soltando un bostezo.- Creo que me voy a dormir un rato, he estado de guardia toda la noche.

-¿Qué sabes de Tonks? -le preguntó Lupin antes de que el auror saliera por la puerta.

-¡Ah! Está mejor, creo que en un par de días saldrá del hospital. Llegará a tiempo de escoltar a los chicos hasta King Cross.

Después de tomar el desayuno, Ron, Hermione y Ginny se dedicaron a preparar su baúl y tenerlo listo cuanto antes. La señora Weasley subió a recogerles todas las túnicas para lavarlas y plancharlas y así, tenerlas a punto para el uno de septiembre.

Harry se sentó en su cama y abrió su baúl, pero sin ninguna intención de organizarlo.

-¿Qué es eso?- le preguntó Ron cuando vio que el muchacho sacaba un pergamino.

-Sólo es la autorización para las clases de aparición.- contestó Harry taciturno. Y miró la caligrafía curvada con adhesión.

-¡Ah! Mis padres ya me han firmado la mía- dijo Ron rebuscándola entre su baúl. -Estoy impaciente por aprender, aunque Fred y George me han dicho que el examen de final de curso es muy difícil.

-¿Firmaron tus tíos la autorización, Harry?- le preguntó Hermione, ignorando lo que Ron estaba diciendo. Él hizo un gesto de negación con la cabeza.

-Bueno...dile a Dumbledore que lo haga.-propuso Ron, intercambiando miradas nerviosas con la chica.

-Sí, lo haré -mintió Harry y se metió la autorización en el bolsillo.

-¿No vas a preparar tu baúl?

-Después, voy a hablar con Lupin un rato. Hasta luego.- dejó a sus amigos con la palabra en la boca y se apresuró a recorrer la casa en busca del profesor.

Primero miró en la cocina, donde la señora Weasley empezaba a preparar la comida, pero como no lo encontró, se dirigió al comedor. Christine, el señor Weasley y Lupin estaban allí. Hablaban tranquilamente, cuando Harry los interrumpió.

-¿Ocurre algo, Harry?- preguntó el señor Weasley inquieto.- ¿Te ha vuelto a doler la cicatriz? Remus me lo estaba contando...

-No, no- se apresuró a decir Harry, y como no encontró una buena excusa, sacó el pergamino de autorización del bolsillo.- Es solo que...que...

-¿Qué es eso que llevas?- inquirió Lupin señalando el papel que colgaba de la mano de Harry.

-Es la autorización para...para las clases de aparición- se decidió a decir.- Yo...me preguntaba si...es que...mis tíos no la firmaron...y como Sirius...- hizo un gesto violento con la cabeza. No tendría que haber nombrado a su padrino, siempre que lo hacía los demás intercambiaban miradas y su estómago se contraía desagradablemente.- Olvidadlo...voy a buscar a Ron y a Hermione... -se giró para salir por la puerta, pero Lupin se levantó del sillón y lo detuvo.

-¡Harry!- se acercó lentamente a él y le arrebató el papel de las manos, para observarlo después.

Harry evitó mirarle, sentía como el rubor subía por sus mejillas. Después de leerlo, Lupin preguntó:

-¿Quieres que te firme la autorización? -Harry levantó la mirada y notó como se le empeñaban los ojos. Vio como el rostro de Lupin irradiaba confianza y seriedad y asintió con la cabeza.

Lupin se dirigió hacia el mueble más cercano y abrió uno de los desgastados cajones, mientras el señor Weasley miraba a Harry con tristeza, como si tuviera compasión de él y Christine con su característica mirada de frialdad.

El profesor sacó una pluma y un tintero y se apoyó en la mesa para escribir. Garabateó unas palabras y se acercó a Harry para devolverle el pergamino.

-La próxima vez que quieras que te firme algo, sólo tienes que pedírmelo, ¿de acuerdo?

-Yo... pensé que... -Lupin sonrió tranquilizadoramente.

-Sé muy bien lo que pensaste. Pero ya te dije que no estabas solo, ¿recuerdas? Anda ve -hizo un gesto con la cabeza.- tendrás que preparar tu baúl.

-En realidad...quería hablar de otra cosa...er...- miró hacia donde estaban Christine y el señor Weasley. -en privado...si puede ser... -Lupin dirigió miradas hacia los dos y luego cogió a Harry del brazo para llevárselo a la habitación de al lado, que estaba vacía y llena de trastos viejos.

-Dime, ¿qué es lo que pasa?

-Christine- dijo Harry sin cortarse un pelo. -ella estaba en el Callejón con esos extraños individuos.

-¿Los de las túnicas rojas?- Harry asintió.- No, no es posible -titubeó Lupin sumido en sus pensamientos. -Harry, Christine es miembro de la Orden y si perteneciese a otro grupo, lo sabríamos, Dumbledore lo sabría...

-¡Pero yo la vi! ¡Desvió un hechizo que iba dirigido a nosotros! Profesor Lupin, le juro que era ella. -Lupin pareció meditar las palabras.

-Escúchame, Harry- le puso una mano en el hombro.- Conozco a Christine desde hace muchos años y sé que se puede confiar en ella. Ni siquiera Dumbledore sabe quiénes son esas personas que nos salvaron y ella jamás mentiría a Dumbledore...jamás.- como Harry seguía dudando añadió. -¿No te cae muy bien, verdad? -Harry le miró a los ojos directamente y le pareció ver un brillo inusual en ellos, como si recordase algo lejano.

-De acuerdo, lo reconozco, ella no me agrada, pero eso no significa que...

-Christine se ha preocupado mucho por tu seguridad, Harry.

-¡Ella no me conoce! -protestó el chico, dejando notar su disgusto. Lupin suspiró.

-Harry, sólo te pido que le des una oportunidad, ¿de acuerdo? Sólo una oportunidad...

-¿Para qué?- gruñó él hablando con rencor en la voz.- Estoy harto de dar oportunidades...Dígame para qué...porqué si bien recuerdo usted me dijo lo mismo el año pasado con Snape, me dijo que aunque no me gustara tratara de no pelearme en sus clases y él sólo las utilizaba para mortificarme...

-Harry...

-¡No!- sus ojos se iluminaron de un brillo simultáneo.- No me equivoqué con Snape y no creo equivocarme con Christine...

-Está bien -cedió Lupin sonriendo amargamente.- Entonces...te daré tiempo, y cuando realmente sepas quién es, quizás...puedas calar hondo en su interior...

-¿A qué se refiere?

-Lo sabrás muy pronto. Ella no siempre ha sido lo que ves ahora... -Lupin se alejó paseando tranquilamente.

-¡Sé que ella estaba allí! -le gritó Harry antes de verlo desaparecer otra vez por la puerta del comedor. Y aunque el profesor no contestó, a Harry le pareció ver una sonrisa irónica en su rostro, antes de que cruzara el umbral.

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La mañana del uno de septiembre fue un auténtico calvario para todos los miembros de la casa. Como el callejón Diagon estaba en alerta y se estaban reconstruyendo los edificios, Fred y George se habían quedado en la casa para "ayudar" a sus amigos y hermanos a preparar más cosas, pero lo único que lograron fue entorpecer.

Iban de un lado para otro siguiéndoles, recordándoles lo duro que sería el curso y en el caso de Ginny, la que estaba a punto de sufrir un colapso nervioso, lo difíciles que serían los TIMOS.

-¡Fuera, fuera! ¡Marchaos donde queráis, pero dejad de estorbar!- les gritó la señora Weasley al final, cuando no pudo aguantar más a sus hijos gemelos. A partir de ese momento, Fred y George se dedicaron a confeccionar la lista de bromas, que Harry y Ron se llevarían a Hogwarts, para colgar en el tablón de anuncios.

Una vez Harry consiguió que Hedwig entrara en la jaula, Ginny y Hermione encontraron sus insignias de prefectas, que amablemente Fred y George habían escondido, Ron metió a apretujones sus últimas cosas y la señora Weasley revisó la lista de las cosas que se tenían que llevar, por si habían olvidado algo, bajaron a desayunar.

Harry tardó un poco más, porque tenía que envolver una cosa y cuando elevó su baúl, y lo dejó con la jaula de Hedwig junto a las cosas de sus amigos, en el recibidor, entró en la cocina cargado con un paquete alargado.

-¿Qué es eso que llevas ahí? -le preguntó Ron con curiosidad. Lupin le miró y sonrió, y Harry le devolvió la sonrisa antes de sentarse y hacer un hueco en el centro de la mesa para el paquete.

-Un regalo.

-¡Un regalo? ¿Un regalo para quién? -preguntó Ginny dubitativa. No recordaba que fuera el cumpleaños de alguien. Y tenía muy buena memoria para esas cosas.

-¿Por qué no lo compruebas?- le incitó Harry sonriendo ampliamente. Le encantaba hacer rabiar a los demás.

-¿Yo?

-Sí, ábrelo, vamos.- Ginny dudó. Miró a su madre y a su padre que a su vez le hicieron gestos para que abriera el paquete, y por fin, ayudada por su hermano, desenvolvió el regalo.

Nada más terminar de desliarlo, una radiante escoba, perfectamente brillante y de color plateado, rodó por la mesa. Ginny ahogó un grito y se tapó la boca con las manos.

-¡Es una Flecha Plateada! -exclamó Ron asombrado. Se conocía todas los catálogos de escobas que habían habido hasta la actualidad.

-Eso es exactamente lo que es.- confirmó Lupin.- La eligieron patrocinadora de los mundiales en su tiempo, es muy parecida a la Saeta de Fuego y además es una escoba soberbia. Salvo la propia Saeta no creo que ninguna más la supere.

-¡Pero eso es imposible! -gritó el señor Weasley que parecía igual de emocionado. -¿Dónde la conseguiste, Harry? Esta escoba dejaron de fabricarla hace mucho tiempo, fue una edición limitada...

-Lo sé.- sonrió el chico amargamente.- es un regalo para Ginny.

-¿Para mí? -titubeó la chica asombrada. Se le apagaba la voz y no terminaba de poder creerlo.- Pero Harry...esta escoba debe valer una fortuna...

-Sí, tienes razón- confirmó el chico, restándole importancia con el brazo.- Es para los mejores, y Gryffindor necesita que una cazadora soberbia vaya montada en ella, para que podamos ganar la copa.

-Yo...yo... -Ginny no podía articular palabra de la emoción.

-Pero Harry,- dijo Hermione repitiendo la pregunta que había hecho el señor Weasley y que Harry no había contestado.- ¿De dónde la has sacado?

-Era de Sirius- contestó al final él, mirando de reojo hacia Lupin.- Estaba en su cámara...era su escoba... durante unos instantes, todos los presentes se lanzaron miradas expectantes.

-No puedo aceptarla, Harry- susurró Ginny mirando a la escoba con pesar.- Era de Sirius...y él te la dejó a ti, tú deberías montarla....- se hizo un silencio molesto en el que Harry contempló los ojos entristecidos de Ginny, y volvió a sonreír, bajo el asombro de todos. Era la primera vez que Harry no atribuía nombrar a su padrino a algo doloroso.

-Sirius me regaló la Saeta de Fuego. Me la regaló con todo su cariño y yo no podría guardarla en un cajón y montar otra escoba. Todo lo que hay en su cámara ahora es mío y estoy seguro de que si Sirius estuviera aquí, también querría que tú aprovecharas su escoba para ganar la copa de Quidditch -Ginny miró a Harry sorprendida.- Yo quiero que tú la montes, no podría verla guardada a muchos metros de profundidad del metro de Londres, o expuesta en algún museo. Con esa escoba, no te quepa duda de que serás una de las nuevas cazadoras del equipo.

-Harry...yo... -Ginny estaba visiblemente emocionada.- Gracias.

-Considéralo un regalo de cumpleaños. El once de agosto no te regalé nada, así que...- Ginny se abalanzó sobre Harry y lo abrazó. Esto le sorprendió mucho, porque no esperaba una reacción así y provocó que a muy pesar suyo, se sonrojara ligeramente.

Después, los señores Weasley también le dieron las gracias y Ron y Hermione se maravillaron con la escoba y estuvieron contemplándola hasta que sonó el timbre y la madre de Sirius comenzó a dar gritos, mientras Tonks se disculpaba una y otra vez, por haber olvidado llamar con la mano.

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Amelia Bones estaba colocando en las estanterías su cosas, después de que el anterior ministro, Cornelious Fudge, hubiera dejado vacío el despacho. Se sentía extraña en aquella situación, se había dedicado a ser la juez de los juicios en su anterior departamento( regulación y cumplimiento de la ley mágica), desde que Edgar Bones, su hermano, había sido asesinado por los mortífagos.

Y ahora estaba allí, era ministra de magia y tenía frente a ella la situación más delicada que habían vivido hasta la fecha. Voldemort había regresado, ella lo sabía, y hacía sólo unas horas que Dumbledore le acababa de revelar una serie de confesiones. Sabía por ejemplo, que la Orden del Fénix, a la que su hermano había pertenecido, estaba instaurada de nuevo y que hacía todo lo posible para detener y averiguar cosas de los mortífagos; también sabía que el principal objetivo de Voldemort era matar a Harry Potter, el niño al que había juzgado el año anterior en un juicio, el mismo que derrotó antaño al señor tenebroso y del que hablaba la profecía que Dumbledore le había revelado a ella y a la Confederación Internacional de Magos.

Todavía estaba sorprendida con la cantidad de información que el director de Hogwarts había tenido que salvaguardar, enfrentándose a la mismísima justicia el año anterior y desafiando toda ley que pusiera más en peligro el mundo mágico y facilitase las cosas a Voldemort.

Dumbledore era, sin lugar a dudas, una de las personas más valientes y fuertes que conocía, ahora comprendía muy bien porqué su hermano lo admiraba tanto, porqué había arriesgado su vida, por esa causa que ella nunca entendió. Y sin embargo, Dumbledore había confiado en su buen juicio y su buena fe, había puesto la gran responsabilidad, pero también el gran privilegio de dirigir al mundo mágico en esta guerra absurda.

Y hasta ahora no habían logrado más que fracasos y pérdidas, pero una vez más, el director, mostrando una personalidad única y envidiable, había encontrado un pequeño alivio para los continuos ataques. La Alianza, una organización secreta, había evitado la muerte de miles de personas y había frenado el avance mortífago.

Sacó de la caja de cartón un viejo marco con una fotografía antigua, en la que se mostraba a ella, siendo aún una adolescente de quince años y a su hermano mayor, tomándola por los hombros. Por aquel entonces, solo faltaban un par de años para que Edgar entrara en la Orden del Fénix, y la alegría de sus rostros no reflejaba la terrible guerra que estaba a punto de estallar.

Colocó el desgastado marco sobre la estantería, en primera plana, su hermano siempre le había inspirado esa fuerza necesaria para ser justa, para seguir adelante y una vez más iba a hacerlo.

Se escucharon unos golpecitos en la puerta y distraídamente, la nueva ministra, cedió el paso al visitante.

Dumbledore, con su rostro anciano, cargado de arrugas, su pelo largo y plateado, su nariz aguileña y sus gafas de media luna, entró con una radiante sonrisa al despacho.

-Estaba terminando de colocar mis cosas- dijo Amelia, que todavía estaba de espaldas a la puerta, viendo la fotografía. Sabía que era Dumbledore quién había entrado, porque solo había permitido el acceso a él.

-Me alegro que te estés acoplando tan bien -dijo amablemente el director, avanzando unos pasos y cerrando la puerta tras de sí.- A partir de ahora estaremos en contacto por la red Flu, no creo que pueda abandonar el colegio dadas las circunstancias...

-No te preocupes- dijo ella dándose la vuelta, sentándose en el sillón e indicándole al director que la imitara. -Tendré muy vigilada la red Flu para que no puedan interceptarnos. No confío en las lechuzas en estos tiempos...

-Lo sé. Debemos ser muy cautos, Voldemort podría tener espías muy cercanos a nosotros... -Amelia se balanceó en su sillón durante unos instantes, con la mirada perdida en el techo y luego susurró:

-¿Qué hay de Harry? ¿Él sabe lo que dice esa profecía?

-Sí -aseguró el director, con voz queda. -Pero he encontrado a la persona perfecta para cuidarlo. Espero que todo salga bien...está muy afectado después de la muerte de Sirius Black.

-Me parece todavía muy sorprendente lo que me has contado, Dumbledore. Peter Pettrigrew con vida...si no te tuviera tanta confianza pensaría que estás chiflado.- Dumbledore sonrió.

-Algunos aún lo creen.- Amelia también sonrió.

-Sólo aquellos que no quieren creer en la verdad, que viven ocultos en una realidad creada por sus propios cerebros que se niegan a aceptar...pero los que todavía nos mantenemos cuerdos, somos los que debemos tirar del carro.- hizo un gesto con su cuerpo para balancear más fuerte el sillón. -Me gustaría compensar a Potter por lo que ocurrió. Si pudiéramos dar con Pettrigrew, aunque solo fuera verlo...podría declarar un juicio y otorgar a Sirius Black la inocencia...aunque esté muerto.

-Sería reconfortante- opinó Dumbledore apoyando las manos sobre la barbilla. -Lástima que él no haya podido disfrutar de esa libertad...

-Lo lamento- aseguró Amelia.

-Tú no tienes la culpa. Por aquel entonces, Barty Crouch estaba de jefe en tu...ex departamento y él envió a Sirius a Azkaban sin juicio...y no lo culpo- añadió mirando fijamente a Amelia.- Fueron tiempos terribles...el pobre Barty pensó que el ojo por ojo era la mejor solución...tuvo una final fatídico...

-El-qué-no-debe-ser-nombrado nos ha hecho cambiar a todos, Dumbledore. A mí la primera. Mírame, de ministra de magia, cuando ni siquiera hice un esfuerzo por entender a mi propio hermano -señaló la fotografía de la estantería.- Y ahora busco desesperadamente su perdón, al tratar de hacer lo correcto...

-Solo eras una niña- dijo Dumbledore tratando de aliviar el peso de la culpa de la mujer. -No podías entenderlo, no lo entendiste hasta que viste con tus propios ojos que tu hermano sacrificó su vida para salvar muchas más vidas humanas...Voldemort nos confunde, nos hace caer en una oscuridad que absorbe nuestros sentimientos, nos llena de rencor y de odio, nos arrebata todo atisbo de esperanza...y solo los más fuertes de corazón, logran aguantar...

-Entonces, seamos fuertes, Dumbledore. Plantémosle cara y esperemos...tiempo al tiempo...quizás algún día haya esperanza...

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-¡TRAIDORES A LA SANGRE! ¡RATAS DE CLOACA, MANCHAS DE DESHONRA, SANGRES SUCIAS, HIJOS DE LA INMUNDICIA! ¡FUERA, MARCHAOS DE LA CASA DE MIS PADRES!-el retrato de la madre de Sirius se puso a chillar como loco una vez más.

La señora Weasley exasperada y ayudada por Lupin trató de cerrarlo con mucho esfuerzo, mientras Moody reprendía a Tonks.

-¡De verdad que lo siento, Ojoloco! ¡No me acordaba que no debía tocar al timbre!

-Está bien, está bien -dijo Lupin una vez pudieron cerrarlo. -Saquemos los equipajes, vamos a llegar tarde.

Fred y George se despidieron de ellos mientras todos sacaban los equipajes, Hedwig y Argo ulularon indignadas cuando Tonks dejó caer las jaulas donde estaban, algo bruscamente. Harry fue el último en salir, y cuando estaba a punto de cruzar el umbral de la puerta, la voz chillona, pero perversa de un elfo domestico lo detuvo.

-Por fin se largan estos mocosos de la casa de mi ama.- Harry se dio la vuelta y vio como Kreacher le lanzaba una mirada maliciosa.

-Esta casa, ahora es mía- le recordó Harry.

-Lo que usted diga- Kreacher hizo una inclinación, y en voz más baja añadió -Se cree el amo legítimo de Kreacher, pero Krecher no lo obedecerá, no señor. Kreacher espera no volver a ver jamás a Harry Potter, Kreacher sabe que el Señor Tenebroso se ocupará de ello...

-Volveremos a vernos muy pronto, Kreacher- le aseguró Harry.- Y entonces quizás...no tengas la oportunidad de hablar más.- ignorando las miradas de odio del elfo y los murmullos que éste formulaba, Harry, cerró la puerta de la casa tras de sí, y se apresuró a reunirse en el centro de la explanada, donde lo esperaban sus amigos.

-¿Cómo vamos a llegar hasta la estación?- preguntó Ginny jadeando. Había arrastrado su pesado baúl desde el umbral de la puerta.

-Nos dividiremos. -respondió Lupin consultando un reloj de cadena. No era un reloj corriente, era de oro, tenía doce manecillas y ningún número, pequeños planetas se movían por el perímetro del círculo, pero para el profesor debía tener sentido.- Harry y Hermione se vendrán con Tonks y conmigo y vosotros dos iréis con Arthur y con Moody, ¿entendido?

-¿Por qué no podemos ir todos juntos?- protestó Ron, parecía incómodo de llegar a King Cross con su hermana pequeña. Ginny frunció el entrecejo.

-Porque sospecharían que Harry y Hermione siempre pasan los veranos con vosotros y no me extrañaría nada que Voldemort tuviera espías en la estación -contestó Lupin consultando de nuevo su reloj.

-Vosotros dos- gruñó Moody, señalando a Ron y a Ginny,- venid, tomaremos un traslador.

-¿Cómo iremos nosotros, profesor Lupin?- preguntó Harry. Todavía miraba al número doce, recordando las últimas palabras de Kreacher.

-Con el autobús Noctámbulo- murmuró Tonks entre dientes. Era evidente que odiaba esa forma de viajar.

-¡Nos encontraremos allí!- se despidió el señor Weasley. -Los chicos no subirán al tren hasta que lleguéis.- Mientras Lupin les hacía una seña de aprobación,. Tonks hizo aparecer de su varita unas chispas rojas. Al tiempo que un gigantesco autobús de dos plantas, pintado de rojo vivo, se aparecía de la nada, Ron, Ginny, el señor Weasley y Moody desaparecían en un remolino de colores.

Un chico joven con muchos granos en la cara y de orejas grandes, salió del autobús para dar su habitual discurso:

-Bienvenido al autobús noctámbulo, transporte de emergencia para...

-Sí, sí, ya lo sabemos -gruñó Tonks empujando a Harry y a Hermione para que subieran. Stan Shunpike carraspeó ofendido y se introdujo de mala gana en el vehículo. Era evidente que recordaba a Tonks del año pasado, y que los clientes no solían interrumpir su pequeña serenata.

-¿Adónde os llevamos? -preguntó fijándose por primera vez en los otros viajeros. Al ver a Harry se sobresaltó en exceso. -¡Pero si eres tú, Harry!- dos señoras mayores que estaban sentadas cerca del conductor, dejaron de hablar para fijarse en Harry. En cuanto vieron su cicatriz se taparon la boca con la mano y comenzaron a susurrar por lo bajo. Harry se puso colorado. -¿Has visto quién está aquí de nuevo, Ernie? ¡Es Harry Potter! ¡Ya sabía yo que no estabas loco!

Lupin ignoró las palabras de Stan y condujo a Harry y a Hermione hasta el final del autobús, lejos de las miradas curiosas de las dos ancianas. Tonks se sentó cerca del conductor para evitar que Stan contara a cada persona que subiera al autobús que Harry estaba allí, y les indicó donde iban.

El viaje fue tan ajetreado como siempre, Hermione se pasó todo el viaje tapándose los ojos con las manos, y Harry y Lupin tampoco hablaron en exceso. Harry estaba más preocupado por volver a Hogwarts, que por las palabras parcas del profesor, y aunque se sentía feliz de que acabaran las vacaciones, todavía no estaba cien por cien seguro de su vuelta al mundo mágico. Error o no, ya estaba hecho, y el muchacho tenía una ganas enormes de volver al bullicio de las clases y recorrer los pasadizos de Hogwarts, de nuevo. Volvería a casa, y quizás se alejaría de los fantasmas relacionados con la muerte de Sirius y de las continuas noticias de ataques.

Bajaron del autobús a las once menos cuarto y tras cargar los equipajes en un carrito, se apresuraron a llegar al andén nueve y tres cuartos. Tal y como Lupin les indicó, Hermione y él traspasaron la barrera charlando tranquilamente, mientras sus protectores vigilaban que no hubiese peligro.

No tardaron en encontrarse con Ron y Ginny, el muchacho parecía impaciente.

-¡Por fin llegáis! ¡Hemos estado esperando media hora!- Hermione se encogió de hombros.- ¿Sabéis a quién he visto?

-¿A quién?- preguntó Harry interesado.

-A Malfoy, y por supuesto iba acompañado solamente de su madre. A puesto a que este curso nos podemos mofar un poco de él.

-No tiene gracia que su padre fuera uno de los mortífagos que trató de matarnos en el callejón Diagon, Ron- le recriminó Ginny.

-Pues yo no pienso aguantarle una a Malfoy.

-Malfoy es solo una pequeña mota de los problemas que tendremos, Ron -aseguró Hermione.- Sexto es un curso muy serio...

Harry apenas atendió al último comentario de su amiga. Acababa de ver pasar a Cho Chan , acompañada de su amiga Marietta y se sintió satisfecho al comprobar que no sentía ningún tipo de sensación en el estómago.

-¡Eh Harry! ¡Hola Harry!- Colin Creevey y su hermano Dennis lo saludaron al pasar la pared del andén y dirigirse al tren. Harry les hizo un gesto con la mano por cortesía.

Se escuchó un silbido y el aviso de que los estudiantes debían subir al tren. La señora Weasley abrazó a Ron y a Ginny y luego hizo lo propio con Hermione y Harry.

-Cuidaos mucho, ¿de acuerdo?- dijo mirando hacia los cuatro.- No os metáis en problemas y sed buenos prefectos... había una sonrisa de amargura en su rostro.- Nos veremos pronto...espero... -Ginny se aferró a su madre y Harry se dio cuenta de que la mujer tenía lágrimas en los ojos.- Bueno...ya está...vendréis a pasar las navidades en...ya sabéis- los chicos asintieron.

-Pasároslo bien y confiad en Dumbledore -les advirtió el señor Weasley.

-Abrid mucho los ojos, muchachos. Alerta permanente. -les recordó Moody.

-Os echaremos de menos.- dijo Tonks.

Entre abrazos y despedidas, se metieron en el tren, pero antes de que Harry lo hiciera, Lupin lo detuvo. Harry lo miró extrañado.

-¿Tienes el espejo de doble sentido? -le preguntó el profesor. El chico asintió. -No olvides ponerte en contacto conmigo siempre que lo necesites, ¿de acuerdo?

-Lo haré- aseguró Harry con rotundidad.

-Ten mucho cuidado y no te separes de Dumbledore. Si tienes dolores en la cicatriz o sueños no dudes en ir a verle antes de...bueno, tú ya me entiendes. Trabaja muy duro Harry, y evita problemas con Snape, ¿entendido?

-Lo haré si él los evita conmigo -dijo Harry con testarudez. Lupin sonrió.

-Te llevarás una sorpresa cuando vayas a Hogwarts, ya lo verás. No olvides nuestra última conversación.- Harry no entendía lo que quería decir Lupin. De lo último que había hablado con él seriamente era sobre Christine. Lupin le apretó el hombro cariñosamente y luego se fue a reunir con los demás. Harry lo vio alejarse y sintió una punzada de vacío en el estómago. No lo volvería a ver hasta navidad y para eso faltaban muchos meses, eso si lo veía...

-¡Profesor Lupin!- el aludido se dio la vuelta y Harry lo miró con ojos tristes.- Hablaremos por el espejo de doble sentido. Y...tenga mucho cuidado.- Lupin sonrió y sus ojos brillaron durante un instante.

-Lo tendré. Cuídate tú también, Harry.

El segundo pitido del tren, anunció como las puertas se cerraban de golpe. Harry fue a reunirse con sus amigos y se despidieron de los adultos, saludando con la mano por las ventanillas. Cuando los perdieron de vista, se marcharon a buscar un vagón que estuviera vacío.

Mientras iban pasando por los diferentes vagones llenos de estudiantes, la gente se quedaba mirando a Harry detenidamente. Algunos lo saludaban efusivamente, otros se limitaban a sonreírle y algunos lo miraban con lástima. Fuese cuál fuese la opción, a Harry le molestaba. Los comentarios siempre iban a rondarle y aún cuando ahora, en esa parte de su vida en la que todo lo relacionado con su pasado, antes de la muerte de su padrino, había dejado de cobrar sentido, la necesidad de que los demás dejaran de tratarlo diferente, más diferente de lo que ya era, le hacía entrar en una estado somnoliento e incrementaban sus ganas de "escapar" de toda esa basura psicológica, permanecer en el olvido del mundo mágico, y todas aquellas personas que habitaban en él.

Se encontraron por el camino con Dean y Seamus, también con Luna y con Parvati y brevemente se preguntaron por las vacaciones, antes de refugiarse en el penúltimo vagón, donde había espacio libre para los cuatro.

Cuando Ron, Hermione y Ginny se marcharon a recibir sus órdenes como prefectos, Neville entró en el vagón, con su Mimbulus Mimbletonia en sus brazos y se sentó con Harry.

Durante el primer cuarto de hora estuvieron hablando tranquilamente, sobre como habían pasado el verano y comentando los ataques que se habían producido, pero después, ambos se quedaron callados, contemplando el paisaje a través de las ventanillas, y sumidos en sus propios pensamientos.

Harry no podía deja de pensar en Sirius, era superior a él, repasaba en su mente una vez más los hechos, sin poderse creer la mala suerte que había tenido. Si Snape no lo hubiera ignorado de aquella manera, o si la profesora Umbridge no se hubiera interpuesto en su camino...sin querer y poder evitarlo, el contenido de la profecía volvió a su mente, atormentándolo, igual que lo había hecho durante las últimas semanas.

Con un gesto negativo con la cabeza, trató de alejar los oscuros pensamientos de su cerebro y se dedicó a contemplar al muchacho que tenía enfrente.

Neville tenía la mirada perdida en el paisaje, su cara redonda tenía un claro gesto taciturno y de vez en cuando suspiraba. Harry se preguntó si el muchacho estaría pensando en sus padres, con los que seguro, y aunque él no se lo había dicho, habría pasado gran parte del verano.

-Es curioso- soltó Harry de improviso, mirando a Neville con una sonrisa amarga. El muchacho se sobresaltó. -lo distintas que podían haber sido las cosas.

-¿A qué te refieres? -preguntó Neville. La actitud de Harry lo había pillado desprevenido.

-Sólo pensaba en la vida...en las cosas que nos han sucedido...¿Sabes? Aunque no lo creas tú y yo nos parecemos muchísimo. -Había algo en la forma de hablar de Harry que Neville notó distinto. Sentía en su voz una nota de amargura que hasta ahora, no había conocido en el muchacho. Harry hizo un gesto brusco con el cuello y fijó la mirada en la ventanilla.- Los dos nacimos a finales de Julio...los dos tenemos rasgos físicos parecidos- se señaló el pelo negro azabache.- los dos...tuvimos padres que desafiaron y escaparon de Voldemort en tres ocasiones... -a Neville no le gustaba el rumbo que estaba tomando la conversación. -y los dos crecimos sin ellos... -Harry dejó de sonreír y se puso serio, mientras volvía a dirigir la mirada hacia su amigo. -Pero las cosas pudieron haber sido muy distintas...Neville, muy distintas...

-Harry...no entiendo qué...¿qué es lo que ocurre? -el rostro de Harry se ensombreció. Neville estaba empezando a asustarse.

-Pero hay algo que nos diferencia claramente. Algo que te han ocultado Neville, algo que a mi me ocultaron hasta hace tan solo un par de meses...

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Se escuchó un golpe seco en el despacho del director de Hogwarts y los pájaros que estaban posados sobre el árbol más cercano a la ventana, alzaron el vuelo asustados.

Una mujer, de cabellos negros azabache y ojos profundamente fríos, acababa de golpear la mesa con furia, bajo la mirada inquisitiva del director del colegio. Aquello por lo que le habían asignado la ardua tarea, tenía ahora su lógica, aunque nunca se lo habían explicado. La historia, podía haber tomado otro rumbo, pero por culpa, no, por causa de aquel silencio, se había perdido dos...cuatro...vidas humanas.

Y las que podrían perderse todavía, la más importante de todas quizás, si esa gran verdad llegara a bocas...equivocadas.

Christine cogió el vaso de agua que el director le ofrecía y se dejó caer pesadamente en el asiento. Desde un principio había sabido que la misión que tenía no era fácil, pero ahora lo era mucho menos. Si tan solo pudiera dejar a un lado sus sentimientos, pero por mucho que lo había intentado, con él nunca había tenido éxito. Quizás era que mirar sus ojos le causaban un profundo remordimiento, o quizás era que, a muy pesar suyo, el cariño que sintió en el pasado por él, estaba resurgiendo con más fuerza y comenzaba a llenar del todo su corazón, cerrando así una herida...demasiado profunda.

Después de lo que sabía, ¿cómo iba a afrontar su trabajo?

-Debiste contármelo antes, Dumbledore- titubeó sorbiendo un poco de agua.- Cuando acepté nunca...

-Lo sé- se disculpó el director. -pero no podía hacerlo, no hasta que estuviera seguro de que te ibas a encargar de él.

-No puedo hacerlo- protestó ella con voz suplicante.- Si fallo...le matará. Si no logro prepararlo...yo no...Dumbledore no puedo ponerlo en peligro.

-Ya está en peligro. Siempre lo estuvo- el director se acercó a mirar por la ventana y observó como su guardabosques iba y venía de un lugar para otro, organizando el material para sus clases.- Sé que no tengo derecho a pedírtelo, pero siempre fue tu obligación. Tú eres la única en quién confío para ello... -Christine dio un largo suspiro y cerró los ojos.

-¿No existe ninguna posibilidad de error?

-Me temo que no. Ya viste lo que ocurrió.- los ojos de Dumbledore brillaron.- No puedo detener los acontecimientos, pero sí puedo ayudarle a afrontarlos y ahí es donde entras tú.- se giró para encararla.- Se lo debes. -sabía que había puesto el dedo en la yaga, pero era necesario para la aceptación de la chica.

-Sabes que lo haré, sabes que no lo dejaré en la estacada, pero ahora más que nunca, es necesario que nos preparemos...para lo que pueda ocurrir.- Dumbledore asintió y Christine se levantó del asiento, dando por finalizada la conversación.

-Ven a mi despacho después del banquete.

-Lo haré -sonrió la muchacha, pero era una sonrisa fría, distante.- Y Dumbledore... -añadió.- Él sí tiene ese poder, pude verlo en sus ojos...sólo que aún no lo entiende. Sabes que no me equivoco al juzgar un corazón...siempre tuve ese...llamémosle don...- y desapareció en un resplandor de luz blanca, dejando al director sumido en sus pensamientos.

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Neville tuvo que sujetarse bien al asiento para no caerse de bruces. Sin duda se trataba de una broma pesada de Harry, pero no podía evitar ver como esos ojos verde esmeralda le estaban diciendo la verdad. No era posible, no quería creerlo, no podía.

-Él solo tuvo que elegir- sonrió Harry poniéndose en pie y yendo hacia la puerta del vagón, aunque no salió. Se quedó contemplando como se formaba el vaho en el cristal, al golpear su aliento contra él.

-¿Y si se equivocó?- titubeó Neville acobardado. -¿Y si eligió mal?

-Ya te he dicho que eso no es posible. Dumbledore me lo confirmó, mi cicatriz lo demuestra... -Harry se llevó instintivamente la mano a la marca de su frente.- No hubo un error, él me eligió a mí.

-¿Pero por qué?-preguntó exasperado el muchacho.- ¿Por qué pensó que tú...?

-Supongo que se identificó conmigo, o eso dijo Dumbledore- Harry se encogió de hombros. En realidad no le interesaba los motivos que tuviera Voldemort para elegirlo como a su igual.

-Entonces...- el cerebro de Neville funcionaba a mil por hora. -Él acabará matándote o tú lo tendrás que matar a él. -Harry asintió.- Pero...no es posible... -susurró.- Ningún destino está escrito...

-Por lo visto, el mío sí. -Harry sonrió.- Mis padres seguirían con vida si esa profecía no hubiera llegado a sus oídos...mis padres...

-Lo siento- Neville lo miraba apenado.

-No tienes porqué. Tú no tienes la culpa, además, también creciste sin tus padres...es como si él se hubiera encargado de quitarlos de en medio... -el rostro de Neville adoptó un profundo resentimiento. Ya no había miedo en su voz, sino rabia.

-Ojalá esa profecía no existiera, Harry, ojalá tuviéramos el suficiente poder como para acabar con él y con...sus mortífagos...

-Lo dices por Bellatrix, ¿verdad? -se atrevió a preguntar Harry.- ¿La odias, no es cierto?

-Sí, la odio -contestó Neville con sinceridad.- la odio con toda mi alma.

-¿No recuerdas nada de lo que ocurrió?

-Mi abuela me contó que me echaron un fuerte encantamiento desmemorizante, porque presencié el ataque...no puedo recordar nada. De todas formas solo tenía un año.- tanto para Harry como para Neville era extraño estar hablando de aquello sin ningún dolor aparente. Ninguno de los dos había hablado abiertamente de lo que sentían, ni siquiera con sus mejores amigos, pero se sentían extrañamente unidos, a raíz de lo de la profecía. Era como si los lazos de sus vidas se ataran, para seguir unidas más fuertes.

-Yo también la odio- confesó Harry, pero sus ojos reflejaban tristeza. Neville lo miró apenado.

-Por la muerte de Sirius Black... -susurró.

-Sirius era mi padrino- confesó Harry. -Peter Pettrigrew era el verdadero guardián secreto de mis padres. Él sigue vivo...pero algún día, me encargaré de que todo esto salga a la luz.- los ojos de Harry inspiraban determinación. Se hizo un incómodo silencio entre los dos, hasta que Neville se decidió a preguntar.

-¿Por qué me lo has contado, Harry? ¿Por qué me cuentas todo esto?

-Porque pensé que merecías saberlo. Y porque...- apartó la mirada de su amigo.- necesitaba hablarlo con alguien y fuiste el único con el que me atreví.

-Tu secreto está a salvo conmigo- le aseguró Neville.

-Gracias.- Harry sonrió.

-Pero...¿cuál es ese poder qué tienes, Harry?- la puerta del vagón se abrió y Ron, Hermione y Ginny entraron de golpe.

-¿De qué hablabais?- preguntó Ron despreocupadamente, mientras se sentaba al lado de Harry y le cogía una rana de chocolate de las que habían comparado con el carrito de la comida. Harry y Neville continuaron mirándose seriamente como si no los hubieran interrumpido, hasta que Hermione comenzó a mirarlos, juzgándoles de arriba a bajo.

-De...quién ganará la copa de quidditch este año- se apresuró a mentir Harry.

-Eso ni se pregunta. -soltó Ron.- La ganará, Gryffindor...

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Voldemort se acercó al espejo que había cerca de la chimenea. Era el único adorno que colgaba en la habitación. Se pasó una mano por su pálido rostro, como si quisiera confirmar que seguía allí. Tenía esa costumbre desde que recuperó su cuerpo. Le atormentaba recordar lo que había sido durante trece años y pensar que podría volver a ocurrir era una de las cosas que le robaba el sueño.

El espejo le devolvió unos amenazadores ojos rojos, una nariz casi carente de orificios, como de serpiente, y unos labios crispados por la humedad de la habitación, de la que no había salido en mucho tiempo.

Se colocó bien su capa y con un gesto de varita, las arrugas de su túnica negra se alisaron.

Tocaron a la puerta y un hombre, con una larga melena rubia platino y unos ojos grisáceos, entró por la puerta, haciendo su acostumbrada reverencia.

-¿Va a salir, amo?- preguntó al ver que su señor se había puesto la capa.

-Sí- confirmó Voldemort, alejándose del espejo y yendo hacia el otro hombre.

-¿Puedo preguntar a dónde?

-Puedes.- rió Voldemort. Era a una de las pocas personas a las que le diría la verdad.- Voy a citarme con el ministro de magia Francés.

-¿Señor? -preguntó extrañado Malfoy.

-He confeccionado un pequeño acuerdo con él, Lucius. Le he garantizado la paz para su estúpido país, a cambio del contenido de la profecía.

-¿La profecía, amo?- se alarmó Malfoy.- ¿La misma del Departamento de Misterios?

-La misma- confirmó Voldemort, divertido al ver la reacción de su vasallo.- te lo explicaré todo cuando regrese. Y ahora...dime, ¿querías algo?- Malfoy dio un respingo, recordando el motivo de su visita.

-Señor, hoy empieza el curso en Hogwarts y Draco me preguntó que era lo que tenía que hacer... -Voldemort se pasó la mano por la boca y reflexionó.

-Tenemos que ser muy cautos, Lucius... -susurró fijando sus profundos ojos rojos sobre el espejo, que le devolvía la mirada.- Dumbledore sabe perfectamente quiénes son los hijos de los mortífagos que Potter vio en ese estúpido cementerio.- apretó los puños con rabia.- Y sospechará de ellos...sin embargo, dile a tu hijo que su principal tarea será informarme de todos los movimientos de Potter, quiero que me lo cuente todo, sus amistades, en qué materias destaca, su ambiente fuera de Hogwarts...todo.- se giró a mirar a Malfoy.- ¿Has entendido? Quiero a Potter muy bien vigilado...si todo sale bien esta noche, necesitaré esa información...muy pronto.

-Será como usted dice, amo.- Malfoy hizo una inclinación.

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-¡No puedo creer que aprobaras pociones, Harry!-exclamó Neville entusiasmado. Faltaba muy poco para llegar a Hogwarts y la conversación se había desviado hacia los TIMOS, después de tocar el quidditch incansablemente, para desgracia de Hermione.

-No es un gran alivio...- Harry suspiró. -Si es que Snape me admite en sus clases, que dudo mucho que lo haga, -Hermione iba a protestar, pero Harry hizo un gesto con la mano, para decirle que le dejara terminar.- tendré que aguantarle otro año más.

-Tendrías que aguantarle de todas formas- sonrió Neville.- Remedios Curativos la imparte él.

-¿Cómo es eso? -se extrañó Ron.- Él nos dijo a principios del curso pasado que se despediría de muchos de nosotros...

-Sí, sí- confirmó Neville.- Pero eso es porque la gente que suspende pociones no suele apuntarse a Remedios Curativos, a no ser que tengan una carrera en que Pociones sea muy muy imprescindible. La mayoría, acaban tan hartos de Snape que escogen Aritmacia. -Ron lanzó contra el suelo el último cromo de mago que le había tocado, lamentándose de su suerte.

-Y yo que creía que nos íbamos a librar de él...- se encogió de hombros. -Bueno, no se puede tener todo en la vida. A propósito Neville, ¿qué carrera querías cursar tú?

-¿No dijiste algo sobre Herbología?- preguntó Hermione.

-Sí, eso pensé a principios de quinto, pero después... -la forma de sus ojos cambió. -después de que sobrevivimos a lo que ocurrió en el Departamento de Misterios y de que los Mortífagos escaparan de Azkaban...pues decidí que me gustaría ser auror como mis padres...

-¡Eso es genial!- exclamó Ron emocionado. -¡Podemos presentarnos juntos a los EXTASIS de pociones! ¡Hermione dijo que nos ayudaría!

-¿Lo harás, Hermione?- preguntó Neville esperanzado.

-Por supuesto que sí. -dijo la chica con indiferencia y añadió.- Además, con los tiempos que corren...se necesitarán muchos aurores...

-Yo no me haré muchas ilusiones hasta que lo consiga- suspiró Harry. -Piden unas calificaciones muy altas...

-¿Quién sabe? -Ginny se encogió de hombros.- Puede incluso que lo logremos.

-Has dicho...¿logremos?- inquirió su hermano, recalcando las últimas palabras de la chica.

-Eso he dicho- respondió Ginny satisfecha. -Yo también quiero ser auror.

-Pero tú...tú no...

-¡Ay Ron!- se exasperó Hermione.- Deja de tratar a Ginny como si tuviera tres años. Ella quería ser auror desde mucho antes que tú.

-Ya pero...

-¿Y por qué no? -Harry se encogió de hombros y sonrió. -Así estudiaremos todos juntos... -Ginny se puso colorada, pero nadie excepto Hermione, se percató.

Siguieron hablando sobre las carreras, los TIMOS y los EXTASIS hasta que el silbato anunció que quedaban cinco minutos para llegar a Hogwarts. Se cambiaron de ropa y se pusieron las túnicas del colegio, esperando a que el expreso se detuviera.

Al llegar a la estación de Hogsmade, vieron como Hagrid levantaba en alto un viejo farol y llamaba a gritos a los de primer año. Se entretuvieron un poco en saludarle y después montaron en unos carruajes conducidos por thestrals, que solo pudieron ver Harry y Neville.

Harry entró el último y lanzó una mirada inquisitiva a los animales. Pensar en ellos le recordaba su escapada al Departamento de Misterios. Estaba demasiado reciente todavía como para que cuando uno de los thestrals fijó sus ojos oscuros sobre él, el chico se estremeciera.

Veinte minutos después, un grupo muy numeroso de estudiantes entraba en el castillo. Iban comentando entre ellos lo que habían hecho en vacaciones y por primera vez desde que Harry estaba en el mundo mágico, pudo ver preocupación entre ellos.

Entraron en el gran comedor y se sentaron en la mesa de Gryffindor, a esperar la selección. A Ron le sonaban las tripas y se sentó impaciente entre su hermana y Hermione. Harry y Neville también tomaron asiento y lo primero que hicieron fue dirigir miradas a la mesa de profesores.

El profesor Dumbledore estaba en el centro, como solía estar siempre y hablaba animadamente con la profesora McGonagall, jefa de la casa Griffindor. A su otro lado estaba Snape; recorría el gran comedor con la mirada y durante un momento, sus ojos y los de Harry se encontraron, provocando gestos de incomodidad y desagrado, en ambos. En ese momento también llegó Hagrid, y se sentó al final de la larga mesa, al lado de la profesora Siniestra.

-¡No es posible!- murmuró Hermione tapándose la boca con las manos. Harry miró hacia donde su amiga dirigía los ojos y vio que el lugar del profesor de Defensa Contra Las Artes Oscuras estaba ocupado por Christine.

Se llevó tal sobresalto que casi se cae de la silla. ¿Christine iba a ser la nueva profesora de Defensa Contra Las Artes Oscuras? Aquello no tenía ningún sentido. ¿Por qué Dumbledore desperdiciaba a los miembros de la Orden en impartir clase en el colegio, cuando se necesitaba hasta el último hombre en la lucha contra Voldemort? ¿Tanto le importaba al director el buen funcionamiento de la asignatura, que arriesgaba las misiones de la Orden?

-Bueno... -suspiró Ron. a ver cuánto dura ésta... -Harry cruzó los brazos fastidiado. Había estado contento al librarse de Christine, puesto que no le caía nada bien y ahora iba a tener que tratarla de profesora. Ahora entendía las palabras de despedida de Lupin, y algo más se le pasó por la cabeza.

"...abre tus ojos...elige bien...Christine es sabia en ía en ella..."

Esas habían sido las palabras de la adivina del callejón Diagon. Con todo el ajetreo del ataque, Harry había olvidado poner al tanto a sus amigos sobre ella, pero pensó que ahora, ya no tenía mucho sentido hacerlo. ¿Acaso no habían sido más que coincidencias lo que esa mujer acertó? Y si no lo eran, a él no le importaba demasiado. Tal y como le pasaba con la profesora Trelawney, aquella extraña mujer, no le merecía su confianza.

Pero le había nombrado a Christine...¿se conocerían, o lo había dicho con otra intención? Fuera cual fuese la respuesta, Harry no deseaba saberla. Pero últimamente todo lo que le rodeaba, tenía que ver con la chica.

Le dirigió una última mirada y vio como ella le sonreía. Rápidamente, apartó los ojos de la profesora y se dedicó a escuchar la canción que el sombrero seleccionador había comenzado a recitar.

Después de unos minutos más, los alumnos de primero fueron asignados a las diferentes casas: Gryffindor, Hufflepuff, Ravencraw y Slytherin; y Dumbledore se puso en pie, y abrió los brazos para dar su habitual saludo.

-Bienvenidos un año más a Hogwarts. En primer lugar, anunciar a los alumnos de primer curso y recordar a los de cursos superiores, que el bosque que hay más allá de los terrenos del colegio está totalmente prohibido para los estudiantes; y que la lista de artículos prohibidos, y que este año ha vuelto a incrementar, está colgada en la conserjería de nuestro celador, el señor Filch. -Dumbledore señaló a un hombre apoyado sobre la pared de la puerta de entrada, con una gata a sus pies.-Segundo,- prosiguió el director. -Todos sabemos en los difíciles tiempos que nos encontramos y debido al temor que Lord Voldemort inspira entre la comunidad mágica, me veo obligado a tomar ciertas medidas. -hubo un murmullo por todo el comedor. Harry, Ron y Hermione se miraron entre ellos expectantes y Malfoy soltó un bufido despectivo desde la mesa de Slytherin. Dumbledore carraspeó para que le dejaran continuar.- Por lo tanto, he de informaros que habrá una inspección rigurosa en el correo que entré en Hogwarts. No se permitirá recibir el diario el Profeta ni cualquier otro boletín informativo, así como las cartas con noticias relacionadas con los sucesos que se produzcan en el mundo mágico.- el murmullo se extendió y se hizo más fuerte.

-¡Eso es censura! -protestó un alumno de Ravencraw y los estudiantes lo apoyaron.

-Por favor- Dumbledore pidió silencio. -Ya sé que son medidas demasiado drásticas, pero igualmente necesarias. Por supuesto, el correo personal proveniente de vuestras familias, será aceptado, porque imagino que todos estaréis preocupados por la seguridad de los vuestros. Los alumnos que lo deseen, además, podrán consultarme a mi sobre sus familiares, estaré en seguido contacto con vuestros padres y tutores, de forma que si ocurriera algún percance, que espero no ocurrirá, estemos bien informados.

-¿Pero por qué esas medidas?- preguntaron algunos estudiantes.

-Porque no podemos permitir que Lord Voldemort altere lo más mínimo nuestra forma de vida.- la mayoría de los alumnos se estremecieron. -Sé que si dejara entrar el Profeta o noticias del exterior, estaríais pendientes de su llegada y nerviosos por conocer como es la situación fuera de los muros del colegio. Sería perturbador y muy frustrante para vosotros y para los profesores y alteraría vuestro ritmo de clases. En tiempos como estos no nos podemos permitir en absoluto, que las noticias afecten a nuestro rendimiento, ahora más que nunca, os pido esfuerzo y trabajo para mejorar. Para que cuando salgáis de Hogwarts, podáis pelear por un lugar en este mundo.- el silencio inundó todo el gran comedor. Si algún estudiante tenía algo más que objetar, no encontró palabras para enfrentar a Dumbledore, y todos parecieron consternados con esta nueva norma.

-Por hablar de algo más alegre- prosiguió el director, sonriendo ampliamente.- tengo el honor de presentaros a vuestra nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras, la señorita Christine Byrne.

La miradas de los estudiantes eran de total curiosidad, por conocer la identidad de la persona que Dumbledore había contratado, obviamente nadie la conocía, salvo Ron, Harry, Hermione y Ginny, como había sucedido con Umbridge y eso atrajo más expectación. Algunos aplaudieron por cortesía, entre ellos Ron y Hermione, pero Harry y Ginny, la que tampoco tenía excesiva confianza en Christine, se quedaron con los brazos cruzados y no aplaudieron.

La profesora ni se inmutó con el recibimiento de sus nuevos alumnos y se dedicó a contemplar la vajilla de plata que estaba perfectamente colocada en las mesas.

-Bien, -continuó Dumbledore.- Y ahora que creo que os he dicho todo lo importante, ¡a comer!- los platos se llenaron de comida y sin perder instante, Ron comenzó a devorar todo a su paso. Harry y Hermione se miraron y pensaron a la vez "nunca cambiará" y sirviéndose un poco de todo, imitaron a su amigo. Aquella noche Harry, comió decente por primera vez, desde que comenzara el verano.

N/A: Olassss de nuevo. Bueno, he sido buena y he actualizado muy muy rápido. Y además con un capi largo. Jejeje. Bueno, los chicos ya han llegado a Hogwarts y como veis va a haber cambios evidentes, pero mejor os dejo con la duda...

Actualizaré lo más rápido posible, ya sabéis que cumplo mis promesas, así que, por favor, por favor, seguid dejándome reviews, q me están ayudando un montón. Muchos besos!!!!!!

Ahora contesto a los reviews:

Gran Patronus: Gracias!!!!! La continuaré muy amenudo, suelo ser rápida actualizando!!!

jalogon: Thanks!!!!! Espero q te siga gustando y me dejes tu opinión!!! Chaooo!!!!

: Muchas Gracias!!!!!!

Alexia Black: Olasss!!! Sí, es verdad, la pobre Tonks siempre acaba en el hospital, tendré q compensarla!!!! Besos!!!

brujiradcliffe : Sí, intento hacerlo lo mejor posible!!!!! Actualizaré pronto!!! Chaoo

Lamia-Somniorum: Olasss!!!! Síps, es cierto q me he preocupado mucho por los detalles, pero la verdad, me he leído tantas veces los libros q creo q me los sabría de memoria, jeje. Espero q sigas muy pendiente y gracias por tu review!!!!!

Marla : Olassss, sí, no te preocupes q cada vez se irán desvelando más las cosas. A ver....no puedo contestar a todo, pero voy a tratar. Christine...ella es una persona muy especial, como ya has podido comprobar, pero todavía no ha llegado el momento de desvelar su identidad, paciencia!!!! Con Harry tiene un vínculo especial...digamos q pronto se sabrá. Ummm, no, Snape no es un miembro de la Alianza, pero vas bien encaminada al pensar en eso, pero Harry no estará en ella, ya veremos conforme avance la historia q esa orden no es tan eficaz, q se va deteriorando. Jjejej, el ministro de Francia...ummm, va a ser difícil de detener, pero ya veremos lo q ocurre. Siento decepcionarte, pero todos los personajes de mi fict van a sufrir de una forma u otra, así q...pero prometo recompensarles, jeje. besos!!!!!