Gran Patronus: Olasssssss!!! Ya veís q soy muyyyyyy rápida actualizando, gran parte de medida por lo contenta q estoy de que me mandéis reviews!!! Me alegra q te guste la historia, q sepas q tengo muchassss sorpresas preparadas en torno a Christine. Digamos q no estás mal encaminado en lo q dices de q ella podría ser su madrino, pero lo cierto es q es mucho más complicado q eso. Soy muy rebuscada!!!!! En cuanto a Ginny...tranquilo q Harry seguirá acercándose a ella, ya lo verás. Espero q sigas opinando!!! Besos!!!

yukinajaganashi: Para que no te angusties mucho aquí te traido un nuevo capi!!!! besos!!!

Jalogon: jejej, muy agradadecida a tus palabras!!!! Espero q este capi también sea de tu gusto. Tranquilo, siendo tan amables como sois, ¿cómo no voy a actualizar rápido? Besoss!!!!

Alexia Black: Olasss!!! Vas muy bien encaminada en torno a Christine, aunque ella es muchoooo más q eso, jejej. El pobre Harry parece q sale del bache, o eso creemos, la verdad es q la ayuda de Lupin le ha servido!!!! Espero q disfrutes de un nuevo capi, besoos!!!!

Marla: Olassss me alegro q te guste!!!! Umm...yo??? matar a alguien?? Sería incapaz, jejej, aunq has dicho a los más nominados...jejje, ya veremos!!!! Muchos besos!!!

Lamia-Somniorum: Hay algo entre Harry y Christine, algo q los une....ups, ya he metido la pata, siempre hablo demasiado, una pista importante a caído a tu favor. jjeje, Vamos a ver si Harry sigue confiando tanto en la gente, era muy lógico q se lo contara a Neville...después de todo, en parte también le atañe a él...besos!!!

CAPÍTULO 9: ENCUENTROS FORTUÍTOS.

Después del magnífico banquete, que los elfos domésticos habían preparado, Dumbledore se levantó de nuevo y anunció el final de la cena, para que los alumnos se marcharan a dormir a sus respectivas casas.

Ron, Hermione y Ginny se levantaron junto con los demás prefectos a llevar a los de primero a la torre de Gryffindor.

-La contraseña es "Esperanza"- informó Hermione a Harry mientras se dedicaba a llamar a gritos a los alumnos nuevos.

-Nos vemos luego- se despidió Ron.- ¡Por aquí enanos!

Harry se levantó de la mesa y vio como lentamente, el Gran Comedor se vaciaba. Como Neville ya se había ido con Seamus y Dean Thomas, dirigió una última mirada a la mesa de profesores, donde Dumbledore se estaba retirando también y se encaminó solo hacia la torre de Gryffindor.

-¡Hola Harry! ¿Buen verano?- le preguntó Luna Lovegood fugazmente, cuando se encontraron a la salida del comedor y sin esperar respuesta, se marchó hablando con otro chico de su casa.

Harry sonrió, suspiró y comenzó a subir la escalinata. No llevaba ni dos escalones subidos cuando una voz que arrastraba la palabras, lo detuvo.

-¿Qué tal el verano, Potter? -Harry se dio la vuelta lentamente para encontrarse de frente con Draco Malfoy y sus dos guardaespaldas, Crabbe y Goyle. Miró en ambas direcciones y comprobó que la poca gente que salía ya del gran comedor, hablaba despreocupadamente, sin percatarse de la situación. -¿Dónde están Weasley y Granger? ¿Es qué has dado un paso más hacia la marginación?- Malfoy soltó una risotada y sus amigos lo imitaron tontamente.

-Lárgate, Malfoy -respondió Harry fríamente e hizo un intento de darse la vuelta para marcharse, pero Draco volvió a hablar.

-¿Haciendo cómo que no ha pasado nada, Potter? Creí que la muerte de Sirius Black iba a significar algo más en... -Malfoy no pudo acabar la frase, porque Harry se había dirigido como una bala hacia él y le había propinado un puñetazo. El chico calló al suelo y Harry se agachó para golpearle dos veces más.

Entonces, Crabbe y Goyle se unieron a la acción y apartaron a Harry de Malfoy, sujetándolo cada uno de un brazo. Draco se incorporó un poco y se limpió con la mano la sangre que le caía del labio. Hizo un gesto con la cabeza a sus amigos y éstos llevaron a Harry a una esquina, lejos de la vista de los demás estudiantes, y lo empotraron contra la pared.

Malfoy se levantó furioso, se dirigió hacia Harry, que no podía moverse y le dio un fuerte puñetazo en el estómago.

Harry se encogió del dolor y resbaló por la pared, pero como Crabbe y Goyle seguían sujetándolo, no se cayó al suelo. Malfoy sacó la varita del bolsillo de su túnica y la apretó contra sus costillas, con la otra mano le levantó la cabeza, estirándole del pelo y se acercó a susurrarle al oído.

-Ten mucho cuidado Potter, porque es muy posible que no acabes este curso.- soltó con violencia el pelo de Harry e hizo una mueca de desagrado. -La última vez fue Sirius Black, pero podías descubrir que fortuitamente una sangre sucia, un Weasley o... -sonrió maliciosamente. -un licántropo...sufren un pequeño accidente.

-Si los tocas... -susurró Harry. Hacía verdaderos esfuerzos por no darle la satisfacción a Malfoy de ver que le estaba haciendo daño, pues seguía teniendo clavada en el costado su varita.

-No seré yo quién los toque, Potter. Pero al Señor Oscuro podrían interesarle mucho tus amiguitos...- su mirada y la de Harry se encontraron durante unos segundos de silencio.- no querrás perder a nadie más, ¿cierto Potter? Me temo que ya es demasiado tarde... -hizo un gesto con la cabeza y Crabbe y Goyle soltaron a Harry, aunque él no retiró su varita. En ese momento, se escucharon unos pasos, y la profesora McGonagall apareció con gesto cetrino en su rostro. Rápidamente, Malfoy guardó su varita.

-¿Qué está pasando aquí?-preguntó al ver la sangre que caía del rostro del muchacho y también a Harry empotrado contra la pared. -Diez puntos menos para Gryffindor y Slytherin respectivamente. -Su cara estaba crispada por el enfado.- Y ahora, Malfoy y ustedes dos- señaló a Crabbe y a Goyle.- vayan a sus salas comunes.- ellos lanzaron una última mirada a Harry, quién mentalmente captó perfectamente la palabra "recuérdalo" y después se marcharon en dirección a las mazmorras, donde estaba la sala común de Slytherin. La profesora McGonagall esperó a que sus pasos dejaran de sonar antes de dirigirse hacia Harry.- Potter, usted y yo vamos al despacho del director.

La mujer empezó a subir las escaleras y Harry no tuvo más remedio que seguirla. Llevaba tan solo un par de horas en el colegio y ya se había buscado problemas, pero pese a la situación crítica en la que se encontraba, su principal preocupación rondaba en las palabras que acaba de oírle a Malfoy. ¿Sería verdad que el próximo objetivo de Voldemort eran Ron, Hermione o Lupin? Si era así, no le cabía la menor duda de que Malfoy le había informado de la gente con la que se relacionaba. Y si sus sospechas eran ciertas, ahora más que nunca, se arrepentía de haber vuelto al mundo mágico.

La profesora McGonagall caminaba a paso ligero y no tardaron en encontrarse frente a la gárgola del despacho del director.

-"Ranas de chocolate" -formuló y la gárgola de piedra se hizo a un lado para dejar paso a una escalinata en forma de caracol. McGonagall se subió y Harry la imitó. Como había ocurrido en otras ocasiones, se escuchaban voces en el interior del despacho de Dumbledore y el chico supuso que el director estaría hablando con los retratos que colgaban en las paredes de su despacho.

La profesora McGonagall tocó a la puerta y sin esperar respuesta entró, seguida del muchacho.

Dumbledore estaba sentado detrás de su escritorio. Tenía una sonrisa complaciente en el rostro y cuando comprobó quiénes eran, ésta se ensanchó.

-Le traigo a Potter como me pidió, director.- dijo McGonagall.- Al parecer ha tenido un pequeño percance con el señor Malfoy que seguro él le relatará. Yo me retiro.

-Muchas gracias, profesora.- susurró Dumbledore complacido. Ella sin esperar nada más, se marchó cerrando la puerta tras de sí. Pasaron unos segundos, en los que Harry recorrió con la mirada el despacho, recordando amargamente su última visita a él y observando al majestuoso fénix, que estaba posado en la percha. El director dejó que Harry inspeccionara todo antes de hablar. Cuando por fin sus miradas se cruzaron, dijo:- ¿Qué ha ocurrido con el señor Malfoy, Harry?- el chico inspeccionó los ojos del anciano tratando de evaluarlos. Sabía desde el curso pasado que no podía mentirle, porque era muy hábil en Legeremencia, al igual que lo era Voldemort, así que trató de llevar la conversación a un terreno más favorable.

-Sólo ha sido una pequeña charla entre viejos amigos- sonrió amargamente y fijó su mirada en las patas de la mesa que tenía enfrente. Sabía que el contacto visual era prescindible en Legeremencia. Este gesto de Harry pareció divertir mucho al director.

-Harry, quiero que este curso tengas sumo cuidado con todos tus compañeros...en especial con el señor Malfoy. Me temo que es más que sabido que Voldemort pondrá espías en el colegio.

-¿Se refiere a los hijos de los mortífagos?- soltó Harry imprudentemente.

-A ellos, principalmente. ¿Qué fue lo que el señor Malfoy te dijo que acarreó una respuesta violenta por tu parte?- Harry lo miró enfadado. ¿Eran imaginaciones suyas o Dumbledore trataba de culparle por lo que había ocurrido?

-No se necesitan muchas palabras para pelearse con Malfoy.- Dumbledore volvió a sonreír. Había algo en su forma de ser que perturbaba a Harry. No lograba todavía mirar directamente a los profundos y pequeños ojos azules del director, como si la culpa lo reconcomiera por dentro.

-Entiendo.- dijo Dumbledore amablemente.- Bien, si no tienes nada más que decirme, te comentaré el motivo por el cual te he citado aquí. -Harry no dijo nada. -Quiero que continúes las clases de Oclumancia. -Dumbledore esperó el golpe, pero Harry se limitó a abrir la boca en exceso y mostrar su disgusto.- Christine se encargará de dártelas.

-¿Christine?- gritó el chico pegando un bote. Seguía de pie cerca de la puerta y tuvo la tentación de largarse de allí y gritar a los cuatro vientos su rabia.- ¿Por qué ella? ¿No puede enseñarme el profesor Snape? -Dumbledore se quedó perplejo, pero reaccionó rápidamente. Nunca creyó escuchar algo así de su alumno. Por alguna razón, miró en dirección a la chimenea.

-He de confesarte que me sorprende mucho tu pregunta. Creí que no te gustaba el profesor Snape...

-Y no me gusta- contestó sinceramente Harry.- Pero es que ella... -se mordió el labio inferior tratando de encontrar un argumento convincente.- tiene algo que...me inquieta...no sé que es...- increíblemente Dumbledore sonrió otra vez. Esto desconcertó a Harry mucho más. ¿Qué era tan divertido?

-Lo lamento, pero las clases que recibirás se ampliarán a mucho más que Oclumancia y Legeremancia, de ahí el motivo por el que Christine tenga que enseñarte.
-Está bien- cedió Harry disgustado. -¿Cuándo empiezo?

-Eso, lo tendrás que consultar con ella. -el chico volvió a parecer molesto. -Créeme, ella es una excelente profesora y cuando la conozcas mejor, quizás entiendas el motivo por el que le asigné esta ardua tarea... -le guiñó un ojo.

Harry cerró los ojos un momento y respiró hondo, no era un buen comienzo de curso.

-Y bueno, ahora quiero comentarte otro asunto, que quizás te ponga un poco más alegre.

-¿Cuál?

-He estado hablando con el profesor Snape -explicó Dumbledore. -y hemos acordado que curses Pociones este curso. Sacaste unas calificaciones bastante buenas en la asignatura y creo que mereces la oportunidad de ser auror. Te alegrará saberlo.

-Er...sí, claro- Harry forzó una sonrisa. Por un lado iba a poder ser auror, pero por el otro, la perspectiva de dar clases con Snape era otro pequeño inconveniente en el curso.- ¿Algo más?- preguntó al ver que Dumbledore se había quedado callado, observándole detenidamente.

-No, puedes marcharte.- el muchacho se dio la vuelta y abrió la puerta. -Y...Harry, trabaja muy duro este año, ¿de acuerdo? Quiero ver que superas todas las adversidades que crecieron en verano...- Harry asintió poco convencido.- Buena suerte...en tus nuevas clases.- se marchó y cerró la puerta, dejando a Dumbledore solo.

A los pocos segundos, se escuchó un ruido similar a un vuelco de aire, y la figura de Christine apareció cerca de la chimenea. El director sonrió complacido.

-Debes caerle muy mal para que prefiera dar las clases con Severus.

-No le culpo- contestó la chica fríamente.- Es como si tuviera la sensación de que debe desconfiar de mí, como si recordara...

-No te conoce.

-Quizás, pero es necesario que actúe de esta forma con él, por lo menos hasta que esté listo...- esto último lo dijo para sí misma.

-Te lo repito, gánate su confianza -susurró el director.- La necesita...

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Harry subió las escaleras de la escalinata muy lentamente, como si no deseara llegar a la torre de Gryffindor. Se había quedado muy pensativo con las palabras de Dumbledore. ¿Qué era lo que le aguardaba en las clases con Christine? Estaba seguro y no se equivocaba, que el director sabía, mucho antes de que Harry se lo confesara, que Christine no le caía nada bien, y quizás, era ese el motivo por el que la había puesto como su profesora. ¿Pero por qué Dumbledore iba querer perturbarle?

A partir de ahora, las cosas iban a ser muy diferentes. Parecía mentira, que tan solo unos meses atrás estuviera preocupado por lo que pudiera decir de él un estúpido artículo. Durante el verano, la guerra mágica había cobrado intensidad y Voldemort ya no era un simple tormento ficticio para la comunidad de magos, era bien real y estaba causando estragos. Habían muerto muchas personas durante las últimas semanas, cantidad de personas y quizás, aquello no era más que el aperitivo. ¿Hasta dónde sería capaz de llegar Voldemort? ¿Qué era lo que realmente pretendía? ¿Qué tenía pensado hacer? Harry no podía creer que las ambiciones del mago tenebroso se contentaran con seguir matando muggles y magos que se interpusieran en su camino. Había algo más...

Pero todas las dudas que le rondaban por la cabeza no iban a ser disipadas, al menos por el momento. Dumbledore había tomado una medida muy inteligente al aislar a los alumnos de la abrumadora información del Profeta, pero le asustaba no estar al tanto de lo que ocurría, sobretodo si eso le implicaba a él. Ahora que Voldemort no podría escuchar jamás el final de la profecía...¿qué haría para tratar de destruirle? ¿Se atrevería a atacar Hogwarts?

Harry se obligó a negar con la cabeza. Estaba seguro de que Dumbledore se iba a encargar de la seguridad de los alumnos, nunca permitiría la intrusión de Voldemort en el colegio. Hagrid siempre le había dicho que no había lugar más seguro que Hogwarts y su amiga Hermione también le había comentado que mientras Dumbledore estuviera en Hogwarts, Voldemort no lo podría tocar.

Y pese a que sus sospechas y las últimas insinuaciones de Malfoy podían haberle llevado a cosechar el pánico, Harry podía sentirse muy seguro. Le preocupaban mucho más las vidas de sus amigos o la de los miembros de la Orden, y quizás ese sentimiento de frustración, se había formado a raíz de la muerte de Sirius.

No recordaba mucho de cuando Voldemort lo había poseído brevemente, pero podía escuchar retumbar en su mente lo que le pasaba por la cabeza en aquellos momentos: "Que pare este dolor, que nos mate. Acabe ya, Dumbledore. La muerte no es nada comparada con esto...Así volveré a ver a Sirius..."

Harry se frenó en seco y miró en ambas direcciones. Los pasillos estaban desiertos, a sólo unos pasos de la sala común. Sintiéndose terriblemente oprimido por la misma sensación de emoción de aquel instante, una lágrima resbaló a través de sus mejillas y apresuradamente, Harry se la enjugó.

Quizás deseaba realmente reunirse con Sirius...quizás era eso por lo que no temía...por lo que no le importaba morir...

"Ron y Hermione" dijo una voz dentro de su cabeza. La que todavía razonaba coherentemente. Y pese a su sentimiento de profundo dolor, no pudo evitar esbozar una sonrisa al comprobar que, prefería mil veces seguir viviendo y estar al lado de sus amigos.

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Un hombre esperaba pacientemente apoyado en la pared de un oscuro callejón, en algún lugar recóndito del Londres muggle. Vestía una túnica verde botella y se frotaba las manos con nerviosismo, a pesar de que solo hacía un par de minutos que esperaba y que faltaban cinco para la hora exacta de su cita.

Miraba constantemente su reloj de pulsera, bañado en oro. Estaba solo en aquel lugar y su seguridad como ministro y el apoyo de los ciudadanos de su país, provenía precisamente de los sucesos que acaecieran en aquella noche estrellada, donde una magnífica luna llena se cernía sobre su cabeza.

Pasados un par de minutos, se escuchó un CRACK y el hombre se separó rápidamente de la pared y extrajo una finísima varita del interior de su túnica.

Respiró hondo al comprobar que una figura solitaria, toda vestida de negro, le sonreía cordialmente.

-Lamento si lleva mucho tiempo esperando- dijo el extraño individuo que acababa de llegar. Una capucha le tapaba totalmente el rostro, aunque cuando avanzó un par de pasos y la luna lo bañó con su luz, dos penetrantes ojos rojos, brillaron en la oscuridad del callejón. Fue quizás eso, lo que provocó que el otro hombre retrocediera unos pasos, o tal vez el hecho de que estaba ante el mago tenebroso más buscado de todos los tiempos.

Voldemort sonrió con suspicacia y echó un vistazo a su alrededor.

-Espero que esto no sea una trampa, señor Richard. Comprenderá que entonces su vida correría un grave peligro.

-Por...por supuesto que no lo es- titubeó el ministro, y se decidió a avanzar hasta quedar justo en frente del otro hombre.- Antes de entregarle mi...información, tendrá que darme su palabra de que Francia no sufrirá ningún daño.- Voldemort sonrió ampliamente.

-Suelo cumplir mis promesas, señor Richard. Es un precio muy bajo, si se compara con la información que ha de entregarme. No obstante, -sacó de su túnica su varita y un pergamino muy desgastado y bastante extenso. Susurró "Lumos" y la varita se encendió, mostrando así el contenido del mismo. Parecía un mapamundi, mucho más simplificado que los que solían mostrar los atlas muggles y también más preciso y cargado de información. Estaba dividido por áreas muy extensas, donde se señalaban unas motitas de distintos colores, dependiendo la zona. El señor Richard se fijo que las motitas parecían moverse. Algunas de color verde, por ejemplo, estaban en movimiento hacia un área de color diferente y así sucesivamente, aunque guardaban posiciones.- Los puntos de colores que observa -explicó Voldemort iluminando y señalando con su varita, uno grupo bastante numeroso de motitas.- son los diferentes mortífagos o aprendices de ellos que envío a una zona determinada. Los puedo identificar gracias a la marca tenebrosa y cuando hay una baja, siempre aparece en el pergamino.- dejó de mirar al ministro y fijó los ojos en Europa, el lugar donde más mortífagos había, exceptuando una zona al sur: Francia. El mapa estaba totalmente en blanco en aquel punto, y las motitas la esquivaban, dirigiéndose sobretodo a España. -Francia está limpia de todo mortífago. -hizo un movimiento de varita y al instante, otro pergamino con un mapamundi idéntico, apareció. Éste era distinto. Las diferentes zonas no estaban detalladas, pero si lo comprobabas con el otro mapa, se podía distinguir perfectamente donde había mortífagos y donde no. El segundo pergamino estaba iluminado por las áreas ocupadas, y oscuro en las zonas libres. Francia estaba oscura.- es una forma de que compruebe que le estoy diciendo la verdad. Si uno de mis hombres entrara en su país, el mapa se iluminaría y usted lo sabría inmediatamente. Pero he de decirle que recompenso a los que me ayudan, y usted va a ayudarme, ¿no es así, señor Richard?

El ministro suspiró y dobló el mapa, para luego guardárselo en su túnica. El pánico era visible en su rostro, pero pese a todo, rebuscó en sus bolsillos y sacó un papel, para entregárselo después a Voldemort.

-Ahí está escrito el contenido de la profecía. La vimos directamente de los recuerdos de Dumbledore, así que no creo que sea un farol. -Voldemort sonrió maliciosamente y ocultó el papel en su túnica, para luego hablar al ministro.

-No hace falta que le diga lo que le sucederá a usted y a su país si este pergamino es falso, ¿verdad?- el señor Richard negó amargamente con la cabeza.- Bien, con esto acaba nuestra pequeña reunión. Espero que disfrute de la paz... -soltó una sonora carcajada y le dio la espalda al ministro, avanzando unos pasos, para detenerse después. Y sin girarse añadió- Es más que sabido que el pergamino que le he entregado debe ser un absoluto secreto, ¿comprende? No sería bueno que Dumbledore supiera las zonas que han ocupado mis mortífagos.

-Descuide.- susurró el ministro, sin levantar la cabeza del suelo.

-Perfecto. Ha sido un verdadero placer hacer negocios con usted. Y no se preocupe...haré buen uso de la información que me ha proporcionado. Le sugiero que vaya eligiendo las flores que enviará para el entierro de Potter- y tras reírse a carcajada limpia, desapareció, haciendo sonar el mismo ruido, con el que había llegado minutos antes. El señor Richard se quedó de pie en el callejón unos instantes, unas nubes taparon la luna llena y llenaron de oscuridad el ya de por sí tenebroso callejón. Se escuchó un ruido sordo y ministro cayó arrodillado al suelo, sollozando, de su boca solo se pudieron escuchar las siguientes palabras:

-Qué es lo que he hecho...

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Harry había llegado hasta el retrato de la dama gorda. La mujer estaba muy contenta y conversaba con una de sus amigas, que se había pasado a su cuadro.

-¿Contraseña?- pidió amablemente.

-"Esperanza"- murmuró Harry, y el retrato se hizo a un lado para que pudiera pasar.

La sala común estaba prácticamente vacía. Unos pocos alumnos, que debían de ser de cursos superiores a tercero( Hermione se habría encargado de llevar a los más pequeños a la cama de inmediato), se encontraban conversando despreocupadamente. Harry vio a Ron y a Hermione sentados en los sillones junto a la chimenea y se acercó a ellos.

-¿Qué te ha ocurrido, Harry? -preguntó Hermione sobresaltada, en cuanto el chico se sentó al lado de Ron.

-Nada...Dumbledore quería hablar conmigo.

-¿Sobre qué?- quiso saber Ron. Dejó el pergamino y la pluma con la que estaba escribiendo momentos atrás, sobre la mesa. Harry le echó una mirada fugaz y pudo distinguir que se trataba para su madre. Seguramente trataba de tranquilizarla, diciéndole que habían llegado bien.

-Sobre mis TIMOS.- se excusó Harry. En parte era verdad y no le apetecía nada comentarles que iba a volver a recibir clases de Oclumancia y con Christine.- Al final Snape ha accedido a aceptarme en su clase de Pociones.

-¡Genial! -Ron levantó el puño derecho y Hermione sonrió ampliamente.

-Sí, supongo que no me puedo quejar -Harry se encogió de hombros.- Aunque eso signifique aguantar a Snape otro año. Bueno, -añadió fingiendo un falso bostezo. -Me voy a la cama, estoy agotado...

-Yo me quedo a terminar la carta para mi madre- Ron señaló el pergamino de encima de la mesa.- Luego subo.

-Vale -aceptó él. -Buenas noches.

Tanto Neville, como Seamus y Dean estaban con las cortinas tapadas cuando entró en la habitación y Harry lo interpretó como que estaban dormidos. Lo prefería así, pasaba de que sus compañeros le preguntaran como le había ido el verano, porque en el tren no habían hablado prácticamente nada, y lo abordaran con preguntas sobre Voldemort.

Se puso rápidamente el pijama y se tumbó en su mullida cama. Se sentía en casa después de todo, y solo había una cosa que podía relajarle tanto como para que olvidara momentáneamente su conversación con el director sobre sus nuevas clases, y eso era su cama.

Sin saber que muy pronto iba a volver al despacho del director, se quedó profundamente dormido.

No tardó en percatarse de que se encontraba en un cuerpo que no era el suyo. Sentía sus manos frías, pero sabía que en el fondo no eran las suyas, eran las de una criatura que lo atrapaba y lo arrastraba a contemplar un oscuro callejón. Otro hombre estaba enfrente suyo, temblaba de arriba abajo, él siempre había tenido una habilidad especial para oler el miedo en la gente. Saboreó el momento, sabiendo que era un dulzor amargo, puesto que una parte de él no se encontraba allí.

Dejó de luchar contra sus fantasmas internos y comenzó a prestar atención a las palabras que salían de su boca y de la del otro hombre: "profecía", "mapamundi", "Mortífagos", "ministro de magia francés"...

La cicatriz de su frente le iba a estallar de dolor. La oscuridad del lugar cada vez lo atrapaba más, lo estaba arrastrando...oscuridad...cada vez más oscuro...luchaba con todas sus fuerzas para huir del abrazo de esa criatura, sintió algo mojado en su pecho y entonces...

Abrió abruptamente los ojos. Respiraba con dificultad y la cicatriz en su frente lanzaba molestos tintineos. Era consciente de que no había gritado, pero sí se había estado retorciéndose.

La cara preocupada de su amigo Ron estaba a su lado, llamándole despacio, para no despertar a los demás ocupantes de la habitación.

-Harry, espera aquí, voy a buscar a McGonagall, no te muevas...

Veía todo borroso a su alrededor. Cogió a tientas las gafas de su mesita de noche y se las puso, pero eso no impidió que la vista se le siguiera nublando. Podía sentir a través de su cicatriz en forma de rayo, un estrepitoso sentimiento de alegría, de profunda felicidad, y sin embargo él se sentía desdichado. Pronto comprendió que esa efusividad no provenía de sí mismo. Se tocó el pecho y lo notó empapado. Al retorcerse en la cama, había pegado un manotazo a la jarra de agua de su mesita de noche y ésta se había derramado sobre él.

Sin esperar un instante se sentó en la cama, y cuando la cabeza volvió a su lugar, los ojos comenzaron a desorbitarse y sintió un profundo sentimiento de mareo y malestar. Se sujetó la barriga y vomitó sobre la alfombra, al tiempo que los pasos de dos personas, se escuchaban entrar en la habitación.

-¡Potter!- exclamó la profesora McGonagall alarmada. -¡Santo cielo! ¿Te encuentras bien? -Harry terminó de vomitar y se secó la boca con la manga.

-Vol...Voldemort -a penas podía hablar. Ron estaba más blanco que la pared.- Tengo...que...hablar ...el...el director.

-Sí, si, será lo mejor. -la profesora lo ayudó a ponerse en pie y seguidos por un atónito Ron, salieron en dirección al despacho del director.

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Dumbledore estaba revisando unos pergaminos en su despacho, cuando el ruido de la chimenea le sorprendió. No esperaba visita a esas horas, y si no se equivocaba, ningún miembro de la Orden tenía que regresar de su misión en las próximas horas.

Algo perturbado se dio la vuelta a tiempo de ver como su profesor de Pociones salía rápidamente de las llamas esmeralda y se acercaba corriendo a él. En cuanto vio la expresión de su rostro, Dumbledore supo que ocurría algo grave, pero sus temores fueron confirmados cuando el hombre apoyó derrotado, ambas manos sobre el escritorio del director y provocó que éste temblara súbitamente.

-Director, ha ocurrido algo terrible...- Dumbledore se levantó del asiento y se quitó las gafas de media luna, para observar atentamente a su profesor.- Él va a averiguar el contenido real de la profecía... -dijo esto en un susurro apenas audible, como si esperara que el silencio que se formaba en la habitación se tragase la gravedad de las últimas palabras.

-¿Qué ha ocurrido?- preguntó con el rostro crispado.

-No lo sé -se desesperó Snape.- No teníamos noticias de ningún acontecimiento fuera de lo normal. Pero esta noche, después del banquete, he acudido porque tenía una reunión con él, para darle unos datos de uno de los últimos ataques...y me encontré con Malfoy. -hizo una pausa, lamentándose de lo ocurrido.- Me dijo que él había salido y que le había pedido que me contara que iba a descubrir el contenido de la profecía y que las reuniones quedaban canceladas. No lo sabe mucha gente, señor, hemos sido informados unos cinco mortífagos.

Dumbledore se paseó por su despacho y repasó mentalmente lo que acababa de escuchar. Se acercó a la ventana y observó el manto oscuro de la noche, únicamente iluminado por las persistentes estrellas y por una radiante y esplendorosa luna llena. Eso le hizo pensar en uno de los miembros de la Orden, aunque era algo irrelevante, comparado con lo que acaba de escuchar.

-¿Cómo va a enterarse? ¿Crees que estamos a tiempo de impedirlo?- Snape suspiró y negó con la cabeza.

-Demasiado tarde. A estas alturas debe de haber regresado. Nadie sabe con quién se ha ido a reunir. Le dijo a Malfoy que se lo explicaría después. -Dumbledore estuvo unos segundos meditando, hasta que decidió encarar a Snape.

-Entonces...vete, Severus. Te meterás en problemas si regresa y no te encuentra allí -Snape volvió a negar con la cabeza.

-Nos ha dado permiso para salir.

En esos momentos se escuchó el sonido de la puerta abrirse con urgencia, y Harry, la profesora McGonagall y Ron, entraron al despacho.

Los miembros de la habitación, tardaron unos segundos en reaccionar. Harry y Ron respiraban agitadamente, habían seguido a la profesora McGonagall por los largos pasadizos de Hogwarts, a un ritmo elevado. Dumbledore se separó de la ventana, mientras Harry daba un paso al frente, y se colocó detrás de su escritorio, aunque no se sentó.

Miró los ojos desorbitados de su alumno y comprobó que una niebla los rondaba, y era la misma que le nublaba todavía la vista. Harry miró a Snape asustado y avanzó dos pasos más.

-Profesor Dumbledore... -el director también miró a Snape y luego a los demás ocupantes de la habitación, para volver a mirar después a Harry.

-¿Qué ha ocurrido?- preguntó impasible. Su voz denotaba confianza, pero por dentro, por primera vez en su vida, se sentía viejo y débil.

Harry negó con la cabeza y escudriñó los ojos del anciano, tratando de ver más allá de ellos, algo que no logró.

-Quisiera hablarle a solas...profesor.- pidió el muchacho. Si lo que acababa de ver era real, no quería que Ron se enterara. Dumbledore pareció leerle el pensamiento y asintió.

-Minerva, por favor, ¿serías tan amable de devolver al señor Weasley a su dormitorio?- la profesora McGongall frunció el entrecejo, pero bastó una mirada del director para que se dirigiera a la puerta sin rechistar.

-Harry...- Ron no estaba tan conforme con quedarse en ascuas. No sabía porqué, pero había algo en la forma de los ojos de su amigo, que no le había visto en la vida. Harry se dio la vuelta para mirarle.

-Por favor...márchate...

-¿Pero por qué? -gritó furioso Ron.- ¿Qué ocurre Harry? ¿Ha habido un ataque, están mis padres bien? Harry...¿qué...?

-Quédate tranquilo.- Harry hizo un esfuerzo sobrehumano para sonreír.- Los tuyos están bien.

-¿Y entonces?

-He tenido una pesadilla...eso es todo. Es algo...personal y me gustaría comentarla con el profesor Dumbledore.- Ron miró a su amigo sin creerse una palabra.

-Tus sueños no son normales...hay algo que ha ocurrido y que no quieres contarme...- el rostro de Ron se entristeció, bajó la mirada y luego siguió a la profesora McGonagall, hasta la torre de Gryffindor, sin pronunciar una palabra.

Harry lo vio salir y pese a que el peso del estómago disminuyó, se sintió morir. Jamás le había ocultado algo a sus amigos y era evidente que a Ron le había dolido esa falta de confianza, pero él no estaba preparado todavía, para revelarles la verdad. Suspiró y tras cerrar momentáneamente los ojos, encaró con la mirada al director.

-Severus...-susurró Dumbledore.- Puedes retirarte, ve a descansar y ya hablaremos mañana al ver el rostro de su profesor, añadió- a primera hora.

Snape hizo una mueca de desagrado pero se marchó dando un portazo, sin decir nada, tal y como había hecho la profesora McGonagall, dejándoles solos.

Dumbledore se sentó cansadamente detrás del escritorio.

-Severus acaba de contarme algo, Harry, que quizás puedas confirmarme tú.- sus ojos brillaron.- ¿Qué es lo que has visto?

-Profesor... -Harry sentía como se le obstruía algo en la garganta. -Voldemort...estaba con otro hombre...y él le dijo...él le dijo...el contenido de la profecía...

-¿Estás seguro? ¿Lo oíste?

-No.- negó Harry tratando que sus recuerdos se mostraran más nítidos, pero se le arremolinaban las imágenes y las sombras, confundiéndole. -No la oí, pero le entregó un papel con ella...Voldemort se encargó de que no fuera una trampa...vi en los ojos de aquel hombre que no le engañaba...lo sentí....sentí como me decía...perdón, como le decía la verdad. -el rostro del director se contrajo en una mueca y luego dio un largo y pronunciado suspiro.

-¿Volviste a ver la escena desde dentro, no es cierto? -Harry asintió.

-Pero creo que no lo notó...la sensación era distinta...esta vez...no sentí a la serpiente dentro de mi...sólo lo vi.

-Eso quiere decir que la conexión que os unía, se rompió en verano a raíz de que él te poseyera...sin embargo...se volverá a establecer si no cierras tu mente...¿has tenido algún sueño este verano?

-Ninguno señor. No como estos. -añadió. Había tenido pesadillas, por supuesto, pero ninguna intrusión directa en los pensamientos de Voldemort. -Pero sí pude sentir sus emociones...la cicatriz volvió a dolerme...

-Lo suponía- Dumbledore sonrió amargamente. Había algo que estaba brotando en la cabeza de Harry, un pensamiento que podía alejar los oscuros acontecimientos.

-Profesor...¿y si todo fue un truco?

-¿Qué?

-¿Y si Voldemort trató de engañarme otra vez, haciéndome creer que sabía el contenido de la profecía? -Dumbledore se puso en pie y apoyó las manos en el alfeizar de la ventana.

-Me temo que no fue un engaño. -sus ojos brillaron de abatimiento, pero ocultó lo que sentía como solía hacerlo ante todo el mundo.- Voldemort informó a Lucius Malfoy de que se marchaba porque alguien iba a revelársela. Y Lucius se lo dijo a Severus. Sólo un grupo allegado a Voldemort lo sabe y lo sabrá.- el director de dio rápidamente la vuelta y miró a Harry muy pensativo.- ¿Reconociste al hombre que le dio la información?

-No. -negó Harry. -Pero dijo quién era. -Dumbledore le escudriñó los ojos interesado. -Era el ministro de magia Francés.

Dumbledore dejó de apoyar las manos sobre la ventana. Miró a Harry a los ojos y durante un momento pareció quedarse sin habla. Pero luego levantó la cabeza firmemente y cuando habló, su voz era de total impasibilidad.

-¿Estás seguro de lo que dices? Esto es muy importante, Harry, ¿seguro que era él? -Harry se quedó mirando al director, mordiéndose el labio inferior. Estaba totalmente seguro de que ese hombre de la túnica verde botella, era el ministro de magia francés, incluso reconoció el acento, pero aquella información parecía haber afectado mucho a Dumbledore.

-Completamente. Pero hay algo que no entiendo...¿cómo sabía él lo que decía la profecía? Pensé que únicamente usted y yo... -Dumbledore recorrió la habitación y volvió a tomar asiento. Cuando vio como el director se tapaba la cara con ambas manos, se detuvo en seco.

-Yo le revelé el contenido de la profecía a la Confederación Internacional de Magos, Harry. En realidad, únicamente lo hice a los ministros de magia de los países que la componen. Era necesario. Necesitábamos establecer una comunicación y una unión que no se produjo hasta que hubo entendimiento. Lamento confesar que me equivoqué.

-¿Pero por qué lo hizo?- dijo Harry muy nervioso. No comprendía las razones que había tenido el director para hacer algo así. No eran suficientes sus argumentos.

-Conozco a todos los magos de la Confederación, desde hace muchos años. Casualmente, el señor Richard, el ministro de magia de Francia, es al que menos conozco, y aún así, lo he tratado durante siete años. Las cosas no empezaron bien en aquella reunión, Harry. Los ministros habían perdido la confianza porque Fudge les había ocultado el regreso de Voldemort. Peligraba nuestra unión, y he de decir, que si nos mantenemos separados, Voldemort logrará eliminarnos como si fuésemos moscas. Cuando les mostré la profecía, jamás pensé que alguien de allí pudiera traicionar. Pero se ve que el señor Richard no era de confianza.

-Compró la paz con el contenido de la profecía.- dijo Harry desganado.- Francia no sufrirá ningún ataque. Voldemort lo prometió.- Dumbledore cerró los ojos. -¿qué vamos a hacer ahora? -preguntó el muchacho con agonía.

-Esperar. Me voy a poner en contacto con la Confederación y haré que el señor Richard sea enviado a juicio y destituido de su cargo.

-No me refería a eso.- contestó Harry de mala gana. -Me da igual lo que se haga con ese hombre, me da igual todo. Lo único que me interesa saber es si Voldemort va a tratar de acercarse a mí. -Dumbledore observó a Harry penetrantemente durante unos segundos.

-Temes por la vida de tus amigos... -Harry supo al instante que le había leído la mente, y comenzaba a fastidiarle no poder cerrarla frente al director.

-Sí -confesó.- Ellos no tienen nada que ver con esto.

-¿Les has contado qué sabes lo que dice la profecía?

-No.- dijo Harry con rotundidad. -Y no pienso hacerlo -le dio la espalda a Dumbledore, avanzando unos pasos hacia la puerta, pero no salió. -No puedo.

-Entiendo. No te preocupes, voy a tratar de mantener la seguridad del castillo. Escribiré a Amelia Bones para que ponga vigilancia en los alrededores. De todas formas, mañana mismo va a salir un decreto para que los aurores vigilen los lugares mágicos. Las zonas más protegidas serán: Hogsmeade, San Mungo, El Callejón Diagon y por supuesto el ministerio. -Harry se dio la vuelta para mirar a Dumbledore a los ojos.

-¿Qué hará ahora que sabe que ninguno de los dos podemos vivir mientras el otro exista?

-Saber eso no le ayudará a destruirte.-dijo Dumbledore con seguridad.- te lo repito, trabaja mucho este curso, práctica la Oclumancia ahora más que nunca y confía en Christine.

-No me ha dado un buen motivo para hacerlo- le reprochó Harry. -No sé nada acerca de ella.- Dumbledore sonrió.

-Entonces...debes preguntarle. -hizo un gesto con la mano para decirle que ya podía marcharse, y añadió- Ella sabrá potenciar el poder que posees.

-Ese poder que usted dice...- susurró Harry tristemente. -Murió con Sirius en el Departamento de Misterios. -y salió por la puerta.- Dumbledore esperó durante unos segundos, con la vista fija por donde había salido Harry y dijo:

-Al menos...ya eres capaz de aceptar que Sirius Black murió...quién sabe si puedas resucitar esa fuerza...que posee tú corazón.

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Aquella mañana del dos de Septiembre, lucía un sol de justicia, y fueron sus rayos, los que despertaron a Harry. Ron se estaba vistiendo cuando corrió las cortinas, mientras que los demás se estaban desperezando.

Se vistió con la túnica de Hogwarts y se peinó un poco su alborotado cabello negro azabache, sin mucho éxito. Ron no lo esperó y bajó las escaleras sin decirle ni una sola palabra.

-¿Qué os parece las medidas que ha tomado Dumbledore?- preguntó Seamus, mientras rebuscaba algo en su baúl.- A mí me parece fatal que nos prive de leer el profeta. Hasta navidad no sabremos los ataques que ha habido.

-Pues yo creo que así es mejor.- opinó Neville y sacó de su baúl una reluciente varita negra.- Quizás por un año nos ahorremos de comentarios estúpidos.- y miró a Harry fugazmente.

-¿Tienes una varita nueva? -preguntó Dean, que no había participado para nada en la conversación.

-Sí, ¿Os gusta?- dijo Neville orgulloso. -Mi abuela casi me mata cuando le dije que rompí la de mi padre. Pero me compró una propia.- Harry pensaba que quizás Neville, iba a estar mejor con una varita que fuera suya. La vieja varita de su padre se había roto en la pequeña "excursión" que hicieron al Departamento de Misterios.

-Las cosas se están poniendo muy feas... -Seamus parecía no querer que le distrajeran del tema. -¿Os enterasteis del ataque que hubo en Francia? ¿Y el del callejón Diagon? Yo había ido a comprar las cosas dos días antes...

Harry, que ya había oído bastante, se apresuró en sacar del baúl su varita y bajar a desayunar al Gran Comedor.

Un murmullo recorrió la sala cuando lo vieron entrar, las mesas estaban bastante llenas de gente y después de que se hubiera descubierto la verdad, Harry era el blanco de todos los comentarios. Ignorando las caras de odio de la mesa de Slytherin, el chico se fue a sentar entre medias de Ginny y de Hermione, sin mirar a Ron a la cara. Su amiga no tardó en sacar el tema.

-Toma. -le dijo entregándole los horarios del nuevo curso.- Ron me acaba de contar lo que sucedió anoche.- ¿Te encuentras bien?- Ginny también parecía muy preocupada, pero disimuló bebiendo su zumo de calabaza.

-Estoy bien.- dijo él exasperado. No entendía porqué tenían que remover las viejas heridas. -Solo fue una pesadilla, como le dije a Ron.

-¡Pues cuando te removías de esa manera y te sujetabas la cicatriz no parecía una simple pesadilla! -Ron no había podido evitar levantar la voz. Algunas cabezas cercanas se giraron hacia ellos, y desde la mesa de profesores, Christine no se perdía detalle. Harry bajó la voz al hablar para que los curiosos dejaran de observarles, pero su tono era de profunda frialdad.

-Ron, era un sueño personal, ¿vale? Demasiado personal, y solo podía comentárselo a Dumbledore.

-¿Tan personal que desconfías de tus amigos? -Harry se levantó de golpe sin ni siquiera probar la tarta de melaza y lanzando una mirada furiosa a sus amigos, se marchó a coger los libros para las clases.

-¡Ya has hecho que vuelva a no probar bocado, Ron! -le recriminó Ginny, quién había escuchado todo. -¿No puedes entender que haya cosas que no te pueda decir? -Ron se mordió el labio inferior.

-Quizás se trataba de Sirius,- razonó Hermione.- Y era demasiado doloroso para él.

-De acuerdo, de acuerdo- cedió el muchacho. Luego hablaré con él. -¿Qué clase tenemos primero?

-Historia de la magia. -informó Hermione rápidamente, y Ron dejó caer su tortita dentro del vaso del zumo de calabaza.

-¡Qué gran comienzo! ¿Por qué siempre los lunes de todos loa años tenemos que empezar así de mal?- exclamó indignado. Hasta se le había ido el apetito, y eso en él, era un mal augurio.- ¿Cuándo tenemos Defensa Contra Las Artes Oscuras? Estoy deseando ver cómo es nuestra nueva profesora.

-Umm... -Hermione consultó el horario. -No tendremos hasta el miércoles.- Ron volvió a hacer una mueca de desagrado.

-Nosotros tenemos antes de la hora de comer. -dijo Ginny muy contenta.

-Ya nos dirás que tal- dijo Hermione y se levantó para ir a clase. -Vamos Ron.

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Se había armado un revuelo tremendo en el ministerio de magia. Se hacían especulaciones de todo tipo, pero por cada boca que pasaba la información , el rumor era más fantástico y se alejaba de la realidad. En lo que todos los empleados coincidían era que, alrededor de las diez de la mañana, Dumbledore se había presentado allí , echo una furia y había solicitado hablar con Amelia Bones inmediatamente.

La nueva ministra de magia, había dejado "aparcada", su reunión con algunos de los empleados, para organizar el funcionamiento a partir de entonces en sus respectivos departamentos, y lo había recibido sin demora. A los pocos minutos, la ministra había llamado urgentemente a su asistenta personal y le había ordenado reunir con urgencia a la Confederación Internacional de Magos, y tajantemente le había ordenado que ninguno de los miembros podía faltar, puesto que el asunto a tratar era de verdadera urgencia.

Alrededor de las diez y media, la Confederación estaba totalmente entera en la sala de reuniones y habían aplicado hechizos silenciadores a las puertas.

Era ahí, donde los empleados habían comenzado a formular sus propias teorías, desde que Voldemort venía con un ejército enorme de gigantes, vampiros y toda clase de criatura mágicas, a apoderarse del ministerio; hasta que Dumbledore iba a presentar la dimisión de director de Hogwarts. Ninguna de esas teorías, tenían fundamento alguno y la verdadera causa, era quizás, algo mucho más grave que todo eso.

-Quiero ver como el responsable de esto sale a la luz por voluntad propia.- la voz del director sonaba apaciguada, pero sus ojos centelleaban de la furia. Amelia Bones, que estaba a su lado, miraba con determinación todos los rostros sorprendidos de los demás ministros. -Lo repito, sé con seguridad quién lo ha hecho, pero necesito que esa persona confiese la verdad ante todos y nos explique qué motivos a tenido para traicionar la confianza que puse, al revelar esta gran verdad.

-Pero...¿estás seguro?- titubeó el ministro español.- ¿El-qué-no-debe-ser-nombrado sabe el contenido de la profecía? ¿Y dices que alguno de nosotros se lo ha revelado?- Dumbledore asintió con firmeza y durante unos segundos pasó la mirada por el ministro francés, quién sudaba de cabo a rabo.

-Os lo repito, voy a daros unos segundos- miró su reloj de pulsera.- para que confiese el culpable, sino...me veré obligado a decirlo yo mismo.- Se sentó en una silla, al lado de Amelia y esperó pacientemente. Cuando creyó que había pasado suficiente tiempo volvió a levantarse y suspiró, con una nota de cansancio en los ojos.- Me temo...que esa persona sí fue lo bastante valiente como para encarar a Voldemort, pero no lo es para explicarnos sus motivos.- los presentes se miraron unos a otros entre expectantes hasta asustados.- Bien...el juego ha terminado -y dirigió la vista al ministro francés.- Richard, serías tan amable de acompañarme. -el silencio que se hizo en la sala fue cayendo sobre cada uno de los miembros pesadamente, hasta que un murmullo de incredulidad recorrió la mesa. El señor Richard, giró la cabeza en ambas direcciones, removiéndose nerviosamente en su asiento y sin saber qué hacer o qué decir.

-Yo...yo...no lo hice...no fui yo...yo jamás... -el ministro Belga se puso en pie y miró seriamente a Dumbledore.

-¿Estás seguro de que fue él?- preguntó frunciendo el entrecejo. Pero salvo él ninguno parecía dudar de que otra persona lo hubiera hecho. El nerviosismo en el señor Richard era patente y la expresión temerosa de su rostro lo delataba. -Son unas acusaciones muy fuertes, y si están infundadas por...

-Uno de mis espías vino a noche a mi despachó y me avisó.- explicó Dumbledore pacientemente. No podía evitar seguir mirando al ministro francés. Resultaba patético, removiéndose en la silla de aquella manera. Ante esta declaración ninguno objetó nada más. Sin embargo, el señor Richard no se iba a rendir tan fácilmente sin luchar.

-No es cierto...lo juro...yo no lo hice...no tienes pruebas para acusarme, Dumbledore...

-Tú solo te estás delatando, Richard -dijo Dumbledore con tristeza.- Puse mi confianza en ti, en todos vosotros y la traicionaste. No sabes hasta que punto significaba que Voldemort no supiera el contenido de esa profecía...has condenado a Harry Potter a la desgracia...y le has blindado al mundo mágico en bandeja de plata...

-Tú estás hablando de suposiciones...no sabes...no entiendes...nada...tú no...

-Harry Potter presenció la escena en sus sueños Richard. Llevabas una túnica verde botella, la misma, que utilizaste en la fiesta de la organización del Torneo de los Tres Magos. -Dumbledore había adivinado tanto que el señor Richard se quedó mudo, abriendo ligeramente la boca. Este silencio fue la confirmación que los demás esperaban. Dumbledore miró a Amelia Bones y ésta sintió con la cabeza. Fue hasta la puerta, la abrió y entraron tres aurores.

-Llevad a éste hombre a Azkaban, a la espera de juicio.- ordenó firmemente.

-¡No!- gritó el señor Richard desesperado.- ¡No! ¡Por favor! ¡Tenía miedo, la gente se me estaba echando encima, después del ataque! ¡Francia no tenía medios para detenerle! ¡Por favor Dumbledore...! -Pero los aurores ya se habían acercado a él y le pusieron unas esposas en las muñecas, después de quitarle la varita mágica, y se lo llevaban fuera de la sala.

-Compraste la paz de Francia, a cambio de vidas humanas- recitó el director, mirando con profundo resentimiento al hombre que iba sujetado por los aurores.- Ya es demasiado tarde para tus excusas. Lleváoslo.

El señor Richard siguió gimiendo y gritando mucho rato después, mientras lo arrastraban por el ministerio, rumbo a Azkaban.

La sala de reuniones se quedó callada, nadie parecía saber que decir.

-Lamento lo ocurrido- se decidió a hablar la ministra de Portugal.- Es lamentable que haya pasado algo así.

-¿Y dices que Harry Potter lo vio todo en sueños? -preguntó el ministro búlgaro.

-Sí -confirmó Dumbledore dejándose caer pesadamente en la silla. -La cicatriz de su frente es la unión que ya os expliqué...Bueno, ya hablaremos de esto cuando se le realice el juicio a Richard. Por supuesto comprenderéis que tiene que ser un juicio totalmente reservado para personal explícito. No se nombrará para nada la profecía, simplemente se le acusará de haber pasado información a Voldemort. Reuniré al Wizengamot para que lo juzgue. ¿Estáis todos de acuerdo?- hubo un murmullo de aprobación.- Bien, y para hablar de algo más alegre, os presento a Amelia Bones, la nueva ministra de magia de Inglaterra...

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Ron no tardó en disculparse con Harry en la clase de Historia de la Magia y él lo perdonó inmediatamente. Sabía que no podría soportar estar peleado con su amigo, y menos en una clase como la de Binns. El fantasma empezó la clase pasando lista y ni siquiera saludó por el comienzo del nuevo curso. Se dedicó a explicar dificultosas batallas del destierro de los Vampiros a las zonas más pobladas del bosque de África, y de las maneras que usaron los magos para librarse de ellos.

Mucho más entretenida estuvo la clase de Herbología. La profesora Sprout, una bruja menuda y algo regordeta, los hizo pasar directamente al invernadero dos, donde se estudiaban las plantas más peligrosas e interesantes. Hasta ahora, únicamente habían estado en los invernaderos uno y tres, lo que era un comienzo de curso esperanzador.

Las expectativas para la clase no pudieron ser más acertadas, la profesora Sprout les enseñó una "tubércula venenosa", que resultó ser la planta más grande que Harry había visto hasta la fecha. Tenía una cabeza con dientes muy afilados y le colgaban varios tentáculos con unos poros al final de ellos. De esos poros era de donde se lograba extraer el veneno, pero era una labor muy difícil.

La cabeza de la planta parecía oler cuando se le acercaba alguien y trataba de morder a todo aquel que la tocaba. Para extraer el veneno necesitaron utilizar unos guantes muy especiales, mientras algunos de los alumnos entretenían a la cabeza. Al principio lo creyeron muy fácil, la cabeza parecía estar interesada en los chistes más absurdos que los estudiantes les contaban, pero cuando notaba como algunos de ellos se acercaban a los poros, trataba de morderles.

Al final, muchos de los alumnos de sexto tenían mordeduras poco serias en los brazos, y la profesora Sprout les mandó de deberes averiguar la función del veneno de la "tubércula", y redactarlo en un pergamino.

La clase que de verdad esperaban Harry, Ron y Hermione era Cuidado de las Criaturas Mágicas, porque por fin verían a Hagrid, después de todo el verano.

Así que, almorzaron todo lo rápido que les fue posible y llegaron los primeros a la clase, diez minutos antes de lo previsto, saltándose gran parte del recreo.

-¡Me alegro que hayáis venido antes! -dijo Hagrid más contento que unas pascuas.- ¿Qué tal el verano?- Harry, Ron y Hermione le explicaron que habían estado en el cuartel de la Orden del Fénix y los ataques a Privet Drive y el Callejón Diagon que sufrieron. Al final, Hagrid parecía muy preocupado. -Esos malditos mortífagos se nos han adelantado. ¡Menos mal que no os paso nada!

-¿Y tú qué has hecho este verano, Hagrid?- le preguntó Harry.

-Bueno...- por alguna razón el semigigante parecía nervioso. -Ya sabéis...he estado cuidando de Grawp.

-¿Y ya se porta mejor? -quiso saber Hermione.- La verdad es que nos sacó de un gran apuro con esos centauros...¿estaba muy herido cuando lo encontraste?

-¡Qué va!- les tranquilizó Hagrid, con una sonrisa de oreja a oreja. -La piel de un gigante sana muy deprisa, ¿no lo sabíais? Grawp estaba deseoso de verme y parece que su inglés ha mejorado mucho. Y también sus modales. Por lo menos ya no me pega.

-Nos alegramos, Hagrid- dijo Ron sinceramente. -Y dinos, ¿qué has tenido que hacer para la Orden?

-Eso no es asunto vuestro.- gruñó el profesor. -Es algo muy serio lo que hace la Orden, Ron. Y no debéis inmiscuiros.

-Pero...

-Creo que Hagrid tiene razón, Ron- interrumpió Harry seriamente. -No es asunto nuestro saber lo que hace la Orden. -Ron y Hermione lo miraron boquiabiertos, pero no tan sorprendidos como Hagrid. El comportamiento del muchacho lo tenía totalmente desconcertado. Pero Harry estaba dispuesto este curso a no meterse donde no le llamaban, a no querer saber, como le había ocurrido el año pasado, y así, no cobrarse la vida de ningún inocente. La muerte de Sirius lo había transformado en una persona totalmente distinta. Y no iba a poner en riesgo la vida de sus amigos, o la seguridad de la Orden por un error suyo. Había aprendido la lección.

No pudieron seguir hablando porque en ese momento los alumnos comenzaron a llegar. Afortunadamente, aquel año no compartían la clase con los de Slytherin, sino con los de Hufflepuff, pero a cambio tendrían que seguir con ellos en Pociones, en Astronomía y para agonía de Harry en Defensa Contra Las Artes Oscuras, la clase a la que más miedo tenía de ir, incluyendo Pociones.

Hagrid montó una clase muy entretenida. Los llevó un poco a las profundidades del Bosque Prohibido y les enseñó "fairies".

Harry se sorprendió mucho. Igual que Ron, él tampoco recordaba que la profesora Grubbly-Plank las hubiera nombrado el curso pasado, pero le resultaron francamente amistosas. Las fairies se movían en grupos reducidos de tres o cuatro y tenían sus nidos en lo alto de los árboles. Eran bastante pequeñas, más o menos del tamaño de un Bowtruckle y de un color rosado. Llevaban en la espalda cuatro alas transparentes y sus ojos ambarinos brillaban al contraste de los rayos del sol. Parecían muy amigables, porque Hagrid se acercó a una de ellas y ésta se dejó exhibir en la palma de la mano del gigante. Harry se acercó con el resto del grupo a observarlas mejor y se dio cuenta de que un aura parecía rondar a la criatura. Tuvo claro que era un aura positiva porque los polvos que soltaba la pequeña hada, lo hicieron sentirse tremendamente en paz.

-¿Os gustan? -preguntó Hagrid encantado. -Son las criaturas que controlan ahora Azkaban, pensé que os gustaría verlas. En este bosque hay una manada muy pequeña, ¿alguien sabría decirme por qué?- inmediatamente, Hermione levantó la mano, y fue la única que lo hizo. Hagrid le cedió la palabra.

-Las fairies no soportan vivir con otras criaturas mágicas. Prefieren los lugares tranquilos y silenciosos y les encantan los humanos. -explicó la chica hablando muy atropelladamente.- Son muy amistosas y se amoldan fácilmente a los deseos humanos.

-Exactamente.- dijo Hagrid entusiasmado. -¡Diez puntos para Gryffindor!

Para su desgracia, Hagrid también les mandó deberes. Tenían que dibujar una fairie, tal y como habían hecho el año anterior con los Bowtruckles y señalar sus partes con claridad. No tuvieron que ser muy listos para observar que Sexto era un curso todavía más serio y difícil que lo había sido Quinto.

A la hora de la comida, varias personas pasaron por la mesa de Gryffindor para visitar a Harry y saludarlo. Eran los antiguos miembros de ED y querían saber si las clases iban a continuar.

-¡Pero éste año no tenemos a la profesora Umbridge!- protestó Harry. La idea de ser profesor de nuevo, con todos los deberes y responsabilidades que tenía aquel curso, no le apetecía mucho.

-¡Pero Quién-tú-sabes está atacando muchos lugares!- protestó Ernie MacMillan, era uno de los que se había acercado de la mesa de Hufflepuff.- ¡Tenemos que estar preparados para todo! -Harry dio un largo y prolongado suspiro, y miró después a Ron y a Hermione, que a su vez lo miraron a él.

-A mí me parece una idea genial. -dijo su amiga con claridad.- Necesitamos estar alerta y esas...clases, nos salvaron la vida, Harry. Recuérdalo.

-¡Pero no sabemos como va a ser la profesora de Defensa Contra Las Artes Oscuras este curso! -Harry trataba de encontrar una excusa convincente. -¡Quizás sea tan buena como Lupin!- añadió dudándolo mucho por dentro.

-¡Por favor Harry! -suplicó Ginny, quién estaba sentada al lado de su hermano. -Toda la ayuda es poca, cuando se trata de...Voldemort. -Harry miró hacia la mesa de profesores. Le había parecido que segundos antes, Christine los había estado observando, pero al mirar, vio a la chica enfrascada en una conversación con la profesora McGonagall.

-Esta bien -cedió al final. -Avisar a todos los que estén interesados y nos reuniremos el sábado a las siete de la tarde en la Sala de los Menesteres, para concretar horarios y todo eso, ¿de acuerdo? -Ernie, Justin, Hannah y Terry que estaban allí, sonrieron complacidos y se dirigieron a sus respectivas mesas. Ginny lanzó una mirada de gratitud a Harry y cuando sus ojos se encontraron, ambos hicieron un gesto brusco para separarse.

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N/A: Olassss otra vez. Aquí os dejo con el capi 9, a partir de ahora las cosas se complican así q...no voy a decir nada más q siempre meto la pata, jejejeje.

Bueno, agradezco a todos los q me escriben reviews y espero q sigan haciéndolo porq son de gran ayuda a la hora de escribir.

Muchas gracias de nuevo y besos a todos/as!!!!!!!!