Olassssssss, gracias por seguir mi fict, ahora os contesto a los reviews:
Jalogon: Olassss, jjejej, sí, pronto se va a saber lo que realmente Chris le enseñará a Harry. Y cuando leas este nuevo capi, verás como Ginny empieza a existir. Besos!!!!
Marla : Olassss!!!! Bueno, aqí doy un poquito más de información acerca de Christine, aunque está en clave, jeje. Todavía qeda un poco para descubrir quién es...espero q te siga gustando el fict, Besos!!!!
VirginiaWeasley : Hello!!!! la respuesta a tu pregunta está en el siguiente capi, verás porqué Dumbledore no va a poder enterarse de nada...Te agrego al messeger ok? besos!!!
Lamia-Somniorum: Olassss!!! Bueno, el como puede utilizarla o q hará ahora q la sabe puedes encontrarlo en este nuevo capi. Espero q resuelva tus dudas, gracias por los reviews!!!!
Nesssa: Olass, me alegro de q te guste. Espero q sigas dejándome tu opinión, besos!!!
: Gracias!!!!!!
Y ahora, sin más preámbulos, os dejo con el nuevo capi!!!!!!!
CAPÍTULO 10: NO HAY LUGAR PARA LOS DOS.
Estaba al caer la tarde. Los rayos de luz apenas penetraban por las polvorientas ventanas de aquella habitación, iluminada en su mayoría por las antorchas que colgaban de las paredes. La humedad del ambiente obligaba a los presentes a cubrirse con la capas, todas del mismo color negro. En el centro de la habitación, había colocada una mesa alargada y allí era donde se desarrollaba una reunión.
El hombre que la presidía tenía el rostro descubierto, dejando ver una piel cetrina y pálida y unos ojos rojos, que fulminaban a los otros presentes. Era un grupo reducido, de no más de diez personas, y el hombre que estaba de pie, a la derecha de su señor, llevaba en las manos un importante informe, que iba a cambiar los acontecimientos venideros.
-Os he reunido aquí está noche, por dos motivos.- habló Voldemort. Sus ojos recorrían los rostros interesados de sus mortífagos.- El primero... -una sonrisa asomó por sus labios. -es porque he de comunicaros que, tengo en mis manos la Profecía que vosotros no lograsteis traerme del Departamento de Misterios.- un estremecimiento recorrió la mesa. Los acontecimientos de ese fatídico día, habían traído más que un quebradero de cabeza a la mayoría de los que estaban allí presentes.
-Amo... -uno de los hombres hablo. No se les podía reconocer, porque iban cubiertos por unas máscaras blancas. Sin embargo, Voldemort era capaz de identificarlos a todos.- ¿Cómo es posible que haya ocurrido este milagro?
-Parece ser que Albus Dumbledore, el honorable director de Hogwarts al que vosotros servisteis en mi ausencia -volvieron a haber estremecimientos. Voldemort soltó una risita de autosuficiencia.- cometió un pequeño fallo, al revelarle el contenido de la Profecía, a la Confederación Internacional de Magos. Y yo, por supuesto, aproveché ese desliz para sacar partido de la oportunidad, y ahora la Profecía es mía.- hizo un golpe de varita y unos pergaminos aparecieron enfrente de cada uno de los mortífagos.- aquí tenéis lo que dice.
Los mortífagos, cogieron expectantes los pergaminos y comenzaron a leer interiormente. Mientras reinó el silencio, Voldemort los observaba pacientemente, esperando a ver, su reacción. El mortífago que estaba más alejado de él, fue el primero en decir algo.
-Señor...¿todo lo que dice aquí es cierto?
-Lamentablemente sí.- Voldemort hizo una mueca de desagrado.- Si yo hubiera obtenido el contenido de la profecía al completo, jamás hubiera atacado esa noche a Potter. Hubiera esperado a que creciera, junto con el otro crío, y hubiera sabido cual de los dos era el más peligroso.
-Disculpe señor, pero no entiendo. -esa claramente era una voz melosa, de una mujer.- ¿otro crío?
-Sí, Bella, sí, otro. Habían dos niños que nacerían aquel verano a finales de Julio. Uno era Potter, evidentemente, y el otro era Longbotton.
-¿Longbotton?- preguntó extrañada Bellatrix. -¿El hijo de los aurores? ¿el qué estuvo en el Departamento de Misterios en Junio?
-El mismo- confirmó Voldemort con una sonrisa forzada.- Longbotton nació el mismo día que Potter, pero yo sabía que Harry Potter era el que más problemas me daría, con el que me identifiqué y no me equivoqué... -cerró los puños con fuerza.- Potter puede hacer cosas que los demás niños de su edad no hacen...no todo el mundo hubiera ido a rescatar la Piedra Filosofal arriesgando su pellejo, o hubiera entrado en la Cámara de los Secretos. Y menos habría llegado hasta el Departamento de Misterios, en el interior del Ministerio de Magia, jugándose algo más que la expulsión de Hogwarts, no...- sus ojos rojos brillaron a la luz de las antorchas.- Potter...siempre fue distinto...
-¿Y es cierto qué tiene poderes especiales?- la voz ronca del verdugo Macnair hizo eco en toda la estancia.
-No se tratan de poderes especiales...se trata de una fuerza que lo empuja a actuar por sí mismo, a enfrentarse a los riesgos por unos motivos que no entiendo... -entornó los ojos. -No obstante, sí que es cierto que le trasferí ciertos...poderes, la noche en que murieron sus padres. Por supuesto nunca creí que ocurriría algo así, cuando le lancé la maldición.
-¿Entonces puede hacer todo lo que usted hace?
-No- negó Voldemort con rotundidad.- Tiene cualidades mías...que yo aprecio en su totalidad, como puede ser la lengua pársel, o su determinación e instintiva para hacer las cosas...posee ciertas similitudes conmigo, más que si fuera mi propio hijo- este comentario pareció hacer mucha gracia a Voldemort.- y quizás esconda algunas características más que no ha descubierto. Pero por ejemplo, no posee la habilidad de ocupar cuerpos, ni la de saber cuando alguien me está mintiendo, ni tiene la suficiente sangre fría como para matar a alguien...
-Entonces, amo,- unos fríos ojos grises se asomaron a través de la capucha.- ¿En qué forma puede llegar a ser peligroso para nosotros?- Voldemort meditó durante unos instantes.
-Es diría...atrevido. Puedo ver en sus ojos que no le asusta el peligro, es más, ama el riesgo. Creo que, a aparte de Dumbledore, es el único que ha sido capaz de enfrentarme sin que le temblara la mano. Incluso pudo resistirse a la maldición Imperious, una proeza, que ni los magos más experimentados habían logrado conmigo. Es...realmente fascinante, sí, creo que nuestro joven amigo merece su reconocimiento por su valor.- la mayoría soltaron una carcajada ante la ironía de su señor.- Digamos, que ahora está en un momento algo estancado. La muerte de Sirius Black lo ha trastocado, la relación que tenían era demasiado íntima, yo diría que es como si hubiera perdido a su padre de nuevo. Es ahora cuando es débil, Bella, ¿me contaste que no pudo hacer accionar la varita, verdad?
-Así es, amo. -Bellatrix sonrió y habló con su voz empalagosa. -Trató de atacarnos y no salieron más que chispas de su varita.
-¿Qué me dices de eso, Severus? ¿Has averiguado algo?- Snape se removió incómodo en su sitio. Debía ser cauto o sus palabras podían interpretarse como otra cosa.
-Tengo entendido que no deseaba regresar al mundo mágico, señor.- dijo con sencillez.
-Así que era eso...reniega de la magia, más que mejor. Esto nos ofrece una clara ventaja sobre él. Quizás ahora, sea más vulnerable que nunca, si esperamos a que crezca, podría desarrollar habilidades especiales que frustraran nuestros planes. No, no podemos permitirlo, tenemos que actuar con urgencia.
-¿Qué hay de la última parte de la profecía?- preguntó otro de los mortífagos.- La que dice que ninguno de los dos puede vivir, mientras el otro siga vivo.
-¡Ah, ese pequeño detalle!- suspiró Voldemort irónicamente.- Sí, ya lo había pasado por alto. Bueno, no creo que sea un problema serio. Yo siempre tuve claro que no había sitio para los dos en este mundo. Mientras él exista, no podré completar con tranquilidad mis aspiraciones y es evidente que él no se va a quedar de brazos cruzados indefinidamente, ¿no es cierto?. Soy el asesino de sus padres, tarde o temprano querrá cobrarme sus muertes.- hizo un gesto despreocupado con la mano. -Pero eso ahora no es preocupante. Sólo es un estudiante de sexto curso, sin conocimientos sobre artes oscuras, no supone un gran riesgo. Me preocupa más, el pobre acceso que tenemos a él. Dumbledore lo protege en exceso y no va a dejar que nos acerquemos tan fácilmente.
-De eso quería hablarle, señor- interrumpió el mortífago que estaba a su derecha.- Ahora que Dumbledore se ha enterado que usted sabe el contenido de la profecía, no va a ser nada fácil acercarse a él.
-Has dicho...¿qué lo sabe?- gritó Voldemort fuera sí. Las venas del cuello se le dilataban. El mortífago retrocedió dos pasos asustado.
-Sí...sí señor. Por eso vine a buscarle. El...el ministro de magia francés ha sido apresado...han descubierto que fue él quién le pasó la información -Voldemort se pasó la mano por la cara reflexionando.
-¿Cómo han podido averiguarlo?- murmuró.
-Esa-- Snape fijó sus ojos negros en su señor. es una respuesta sencilla.- Yo también vine a avisarle amo- se apresuró a decir. Había encontrado la forma perfecta de darle a Voldemort información y que lo tuviera más en cuanta, para así poder informar a la Orden, y que su señor no sospechara de que era él el traidor. -Potter tuvo un sueño con usted. -Voldemort hizo una mueca de desagrado.
-No lo sentí. No lo entiendo...la cicatriz que lleva en la frente debería ser un punto de enlace y sin embargo...no pude sentir que presenciaba aquella conversación.
-¿Cómo es posible que se haya roto la conexión, amo? -preguntó Malfoy.
-No creo que se haya roto...es solo cuestión de tiempo, sin embargo, desde que traté de poseerlo en el Departamento de Misterios, parece que su cabeza ha creado un escudo protector más fuerte.
-¿Entonces qué hacemos?- preguntó otro de los mortífagos.
-Respecto a lo de Potter, esperar. Quizás podamos aprovechar la información de mis espías en Hogwarts para atraerlo de nuevo hasta mí. Será una tarea lenta y laboriosa, pero si resulta, valdrá la pena.- giró la cabeza en dirección a uno de sus hombres. -Lucius, ya sabes lo que tienes que hacer.
-Sí, mi señor- Malfoy hizo una reverencia y se marchó de la sala apresuradamente.
-Nott, Crabbe, Snape, ordenad las vigilancias en Hogsmade y los puntos cercanos a Hogwarts. Estoy convencido de que habrá aurores camuflados, encontradlos y presentarme un informe, esa zona es muy importante si queremos acercarnos a Potter o a...sus amigos.- los aludidos también hicieron una reverencia y se marcharon a acatar las órdenes. Voldemort esperó a que se marcharan, conjuró una silla y se dejó caer pesadamente en ella, flotándose los ojos con la mano derecha, reflexionando. -¿qué hay de ese hombre, del ministro?
-Señor, está en Azkaban- se apresuró a decir el mortífago que había informado de todo. -El juicio será dentro de dos días.
-Dos días...- susurró Voldemort. -Matadle.- ordenó con firmeza.
-Pero señor...Azkaban está demasiado bien protegida- protestó uno de los mortífagos.- No tenemos intermediarios allí, no podremos entrar.
-Pero sí tenemos espías en el ministerio- explicó Voldemort.- Ya sé que a estas alturas es imposible penetrar en Azkaban y menos con esas...esas... hadas, rondando por ahí, me ponen enfermo las cursiladas que inventa Dumbledore. El caso es- continuó.- que estoy completamente seguro de que encantarán coches voladores para llevarlo desde la fortaleza hasta el ministerio. No se tomarán la molestia de establecer un traslador, por miedo a que ocurra un error y el prisionero escape. No, es un testigo demasiado importante, un ministro, con todas esas formalidades lograrán que podamos actuar. Utilizad los contactos de los espías y asaltad los coches, antes de que llegue al juicio. Hay demasiada información que ese hombre sabe y que podría facilitar a Dumbledore, no podemos correr el riesgo de que declare. No escatiméis en hombres, lo quiero...muerto.
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Después de comer, los de Gryffindor tuvieron una hora más de Cuidado de las Criaturas Mágicas, donde avanzaron en su dibujo de las fairies y luego se marcharon a clase de Transformaciones, donde se les unieron los de Ravencraw.
La profesora McGonagall comenzó la clase hablando de los EXTASIS, exámenes que tendrían al final de Séptimo curso y que decidirían las notas finales de los estudiantes, y por lo tanto, la carrera que éstos estudiarían al salir del colegio. Hermione comenzó a morderse las uñas y ponerse histérica, a medida que la profesora les recordaba la dificultad de los exámenes. Harry, por su parte, no atendía en exceso. En aquellos momentos los EXTASIS le eran indiferentes, ni siquiera sabía si iba a llegar con vida para realizarlos, así que no prestó la menor atención, pese a que Ron le estuvo dando codazos los primeros veinte minutos, antes de desistir.
Después de la charla, McGonagall se dedicó a repasar los conceptos básicos que se habían estudiado en quinto: los hechizos desvanecedores.
-A ver...Potter,- dijo la profesora sacando de un cesto unos pequeños gatitos y colocándolos encima de la mesa.- ¿Puede recordarme cuál es el movimiento requerido y la pronunciación del conjuro de un hechizo desvanecedor?- Harry tenía la vista perdida en el suelo y no hizo ningún gesto que indicara que había escuchado a la profesora. -¡Potter! -le reprendió ella, y el chico pegó un brinco algo aturdido, y miró los severos rasgos de su jefa de casa. -¿Estaba usted escuchándome?
-Perdón...profesora... -se disculpó mirando azorado a ambos lados. Toda la clase lo miraba, nunca habían visto a Harry perder el hilo en una clase que no fuera la de Binns, y menos si McGonagall era la profesora, porque se arriesgaba a perder una cantidad de puntos para Gryffindor, y ganar la copa de la casa, siempre había sido muy importante para él.- ¿podría repetirme la pregunta? -la profesora McGonagall suspiró, seguramente para relajarse y no comenzar a gritar el primer día de clase.
-Le decía Potter´. explicó pacientemente.- que si podría describirme el movimiento de varita y el nombre del conjuro de un encantamiento desvanecedor.
-Err... -Harry hizo memoria. Había realizado a la perfección el encantamiento en sus TIMOS y tendría que recordarlo sin dificultad.- El movimiento es... -hizo una complicada maniobra con su varita.- y hay que decir "evanesco".
-Bien,- aprobó la profesora McGonagall con gesto severo.- ¿Podría utilizarlo con los gatos que hay encima de mi mesa?
Harry se levantó algo nervioso, no le gustaba que lo sacaran a la pizarra delante de sus compañeros, y caminó hasta la mesa de la profesora. Levantó la varita, realizó el complicado movimiento y pronunció "evanesco" alto y claro, sin embargo, salvo unas chispas rojas que salieron de la punta de su varita, nada sucedió. Miró tembloroso a la profesora McGonagall y vio como ella clavaba sus profundos ojos negros en los suyos. Harry tragó saliva, pero se dio cuenta de que el rostro de su profesora no era el que acostumbraba a tener. Había dejado a un lado su postre serio y ahora se mostraba inquieta, los ojos le brillaron de una forma inusual y habría jurado que ella lo miraba incluso con...¿lástima?
Por supuesto Harry sabía lo que acababa de ocurrir. Había tratado de hacer magia, pero como seguía sin creer del todo en ella, en ocasiones sus hechizos no funcionaban y ésa había sido una de ellas.
-Está bien, Potter, siéntese. -Harry obedeció rápidamente. Sus compañeros seguían mirándole extrañado, lo habían visto realizar ese encantamiento en innumerables ocasiones sin ningún problema. Estaban tan sorprendidos como Ron y Hermione, que conocían tanto a su amigo que lo miraban como si éste hubiese dejado de respirar.- Veo que vamos a necesitar mucho trabajo, durante el verano no han tocado ni un libro...
La clase no duró mucho más. La profesora McGonagall les explicó que, durante el curso, iban a comenzar las transformaciones de objetos en animales, pero que eso lo dejaban para la próxima clase y, afortunadamente, no les mandó deberes.
Harry recogió sus cosas lo más rápido que le fue posible, pero cuando estaba a punto de salir de clase, la profesora le pidió que se quedara un momento, porque tenía que hablar con él.
Tras decirles a Ron y Hermione que no le esperaran, se acercó a la mesa donde la profesora estaba sentada. Ésta, se quitó las gafas y escudriñó al chico con dureza.
-Te he visto muy distraído en mi clase, Potter. No es algo a lo que esté acostumbrada, como comprenderás.- Harry asintió con la cabeza gacha, pero seguía teniendo la sensación de que McGonagall no trataba de reprenderlo.- Pasaré por alto lo de hoy y no le quitaremos puntos a Gryffindor. -Harry levantó la cabeza muy sorprendido.- Pero espero que no se repita.
-Er...claro, gracias profesora. -ella se mostró callada mientras seguía observándole.
-El otro asunto que te quería comentar es sobre el equipo de quidditch.- se agachó hacia los cajones de su escritorio y sacó una pequeña cajita de color marrón. -Estuve hablando con la señorita Weasley y ella me dijo que no deseaba seguir siendo buscadora, porque se iba a presentar a las pruebas de cazadora.- Harry aguardó paciente. -Y me preguntaba, si ahora que nuestra querida..."exdirectora"- recalcó las últimas palabras más de lo normal.- se ha marchado de Hogwarts, si querrías volver a ocupar tu puesto.
-¿Lo...lo dice en serio, profesora? -titubeó Harry. Parecía que las suposiciones de Ron y Hermione eran ciertas.
-Completamente. La copa de quidditch lleva demasiado tiempo en mi despacho y pega con la decoración. No me gustaría tener que entregársela al profesor Snape -arrugó el rostro con desagrado. -Y podría decir que...desde que tu padre fue buscador, no ha habido ningún otro mejor que tú.- aquellas palabras resonaron en la mente de Harry, creando un vínculo de esperanza en su interior. La profesora McGonagall había tenido un gesto muy bonito al recordarle una cosa así y haberlo halagado.
-Gracias profesora...sí, acepto volver a ser el buscador de Gryffindor.
-¡Perfecto!- dijo la mujer con brío. -Entonces...tendrás que aceptar esto también.- abrió la pequeña caja de madera y mostró a Harry un brazalete de capitán, de los colores de Gryffindor.
-¿Yo...? ¿ca...capitán?- tartamudeó.
-Por antigüedad le corresponde a la señorita Spinet serlo. Pero cuando le ofrecí el brazalete lo rehusó. Me dijo que ella no tenía carácter de capitán y que como éste era su último curso en Hogwarts, era mejor que tomara las riendas otro mejor capacitado. Ella me recomendó que fueras tú, Potter, y yo creo que es una excelente idea.
-Pe...pero...
-Nada de peros. -replicó la profesora.- Llevas cinco años jugando en el equipo, fuiste el buscador más joven que haya tenido el colegio, has tenido de capitanes a Wood y a Jonhson, conoces muy bien las reglas y tienes carisma entre tus compañeros..., en definitiva, creo que mereces llegar a ser capitán.- Harry miró el brazalete con los ojos perdidos sobre él. ¿Cuántas veces había tenido fantasías siendo él un jugador de quidditch muy bueno y dirigiendo a su equipo? No podía negar que siempre había anhelado esa oportunidad y que era muy tentador aceptar el puesto, pero se sentía cohibido con tanta responsabilidad. Llevaba a cuestas demasiadas cargas, estaba herido emocionalmente y eso se estaba reflejando incluso en sus clases, y ahora le pedían que fuera capitán. Tal vez aquello fuera un aislamiento a sus problemas, una forma de huir de los recuerdos, después de todo, volar en su Saeta de Fuego siempre lo había relajado.
-Está bien... -accedió un poco cohibido, y la profesora McGonagall sonrió ampliamente. Era la primera vez que Harry la veía sonreír tan abiertamente.
-¡Estupendo, Potter! -dijo entregándole el brazalete que él cogió.- vas a ser un gran capitán, sí, estoy segura...Trabaja mucho y prepara a tu equipo muy bien... -hizo un gesto de varita y un pergamino cayó a sus manos. -aquí tienes el calendario de los partidos.
-¿Y cuándo podremos elegir los dos cazadores que nos faltan?.preguntó leyendo disimuladamente el pergamino.
-Tendrá que ser pronto. -dijo la profesora. -El primer partido como verás, será en Halloween y los nuevos integrantes tendrán que adaptarse...¿cuándo te viene bien de esta semana? -Harry recordó la reunión del ED, que tendría lugar el Sábado en la sala de los Menesteres, y también tenía que hablar con Christine sobre sus clases.
-Ummm... -reflexionó.- ¿Qué tal el domingo?
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Harry se reunió con sus amigos en la sala común, poco después. Ron y Hermione se encontraban sentados en los sillones cercanos a la chimenea y parecían estar haciendo deberes.
Se les acercó por detrás y tras comprobar que nadie estaba cerca, les susurró al oído.
-McGonagall me acaba de decir que puedo volver a ser el buscador del equipo, y me ha nombrado capitán.- y extendió el brazalete para mostrárselo. Sus amigos, que no se habían percatado de su presencia se pegaron un buen susto al escuchar una voz tan cerca, pero cuando asimilaron las palabras de su amigo, los dos comenzaron a felicitarle escandalosamente.
-¡Te lo dije, te lo dije! -gritó Ron y le dio unos golpecitos en la espalda.
-¡Me alegro tanto Harry! -Hermione tenía lágrimas en la cara.- ¡Ya era hora de que ocurriera algo bueno! -y sin más preámbulos, lo abrazó.
-¿Por qué tanto jaleo?- Ginny acababa de entrar por el retrato de la Dama Gorda y se los había encontrado dando botes.
-Harry es el nuevo capitán de Quidditch, y vuelve a ser buscador.- le explicó Ron. Ginny y Harry cruzaron miradas y se sonrieron dulcemente.
-Enhorabuena- dijo al final la chica y le dio un tímido beso en la mejilla.
-Gracias. -Harry se había sonrojado, pero para disimularlo sacó de su túnica el brazalete con los colores escarlata y se lo mostró.- El domingo a las seis serán las pruebas para buscar los dos cazadores que nos quedan. Te quiero ver estrenando tu nueva escoba. -Ginny solo sonrió.- Voy a poner un anuncio en el tablón. Y, por cierto, primer partido, Gryffindor contra Ravencraw.
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El despacho del director de Hogwarts era, en apariencia, el lugar más seguro y tranquilo de todo el colegio. Era muy amplio y espacioso, estaba repleto de estanterías con libros de todo tipo, tenía en el centro una mesa de escritorio, que era el lugar de reflexión de todo director que hubiera pasado, y era allí, en aquellos momentos, donde Albus Dumbledore se encontraba.
Pero lo que más llamaba la atención del lugar no eran las escaleras que complementaban al despacho con un segundo piso, ni siquiera los retratos parlantes de antiguos directores y directoras de Hogwarts, sino un majestuoso fénix dorado, situado en lo alto de una percha, justo al lado del escritorio.
Llamaron a la puerta con avidez, y tras escuchar que podía pasar, un hombre vestido de negro, con el pelo grasiento y nariz ganchuda, entró apremiante en la habitación.
Su primera reacción fue quedarse parado en la puerta, mirando al director con una mueca de desagrado en el rostro, pero luego se acercó al escritorio y depositó ambas manos sobre él, obligando al anciano a devolverle la mirada furiosa que éste le profesaba.
-¡Ah, Severus! Me preguntaba cuándo...
-¿Por qué? -dijo el hombre. Era Snape, el profesor de pociones de la escuela y miembro de la Orden del Fénix.- ¿Por qué lo ocultó?- Dumbledore suspiró.
-¿Ocultar qué?- preguntó, fingiendo indiferencia, pero sabía muy bien de qué se trataba el asunto.
-Usted lo sabía...usted sabía lo que decía esa profecía...lo sabía y no lo dijo. -hubo unos instantes de silencio. Fawkes abrió las alas y cayeron cenizas de su regazo. Ninguno de los dos adultos le prestó atención. Por la ventana, la luz de la luna iluminaba la mayor parte del despacho, y la habitación parecía haber enmudecido. Ni siquiera los retratos más extrovertidos de la pared osaban pronunciar palabra alguna. Fingían dormir, o simplemente esperaban la respuesta del director.
-Sí, -confirmó Dumbledore. -Lo sabía, siempre lo supe, porque fui yo quién la escuchó la primera vez.
-Entonces...¿cuándo el año pasado..., usted siempre lo supo?
-Sí, -repitió Dumbledore, y Snape soltó una expresión vehemente.- Lamento decir que por culpa de mi silencio, se perdió más que la vida de Sirius Black.
-No entiendo a qué se refiere.- replicó Snape despectivamente.
-A que debí poner esa carga sobre Harry, hace mucho tiempo. -Dumbledore suspiró y se acercó hasta la estantería más próxima. Allí, oculto entre los libros, estaba el pensadero. Lo cogió y lo colocó frente al profesor de pociones. Introdujo la varita en su sien y sacó una hebra plateada de ella, que colocó más tarde sobre la vasija de piedra. -Si yo no le hubiera ocultado la relación tan profunda que tenía con Voldemort, y le hubiera explicado que él trataría de engañarlo para que fuera al Departamento de Misterios esa noche, Harry jamás habría salido corriendo a rescatar a Sirius.
-Un momento.- interrumpió Snape, mirando como Dumbledore tocaba el líquido del pensadero con la punta de la varita. -¿Potter lo sabe? ¿Él sabe lo que dice esa profecía?
-Sí, -volvió a asentir Dumbledore.- Yo mismo le mostré esto... -la figura de la profesora Trelawney se dejó ver entre la confusa niebla que aún rondaba a la vasija.
-¿Sybil Trelawney? ¿Ella hizo esa profecía? No es posible... -Snape palideció de golpe. No podía creer que aquella compañera suya de trabajo, a la que todos catalogaban de fraude, hubiera sido la persona que decidiera el destino del mundo mágico.
-Te aseguro que sí lo es.- la incredulidad del rostro del profesor, pareció divertir mucho al director, pero en seguida volvió a adoptar su expresión seria.
-Es una locura... -Snape se llevó la mano a la cara, parecía muy cansado.- El señor oscuro quiere acabar con Potter lo más rápido posible...no sé hasta cuando podremos protegerlo.
-Eso, déjalo en mis manos. Ocúpate de tu trabajo, Severus, y deja que las personas que están responsabilizadas de él, hagan el suyo.- miró fijamente a los ojos negros del profesor, a través de sus gafas de media luna.
-¿Se refiere a ella?- preguntó éste despectivamente. -No tiene ninguna posibilidad de salir impune. El señor oscuro ya sabe que ha regresado y...la quitará del medio...
-Ella no es la misma de hace quince años.- respondió con sencillez el director. -Quizás me equivoque en poner tantas vidas en las manos de las personas que he elegido, per confío en ellas, como deberías recordar...- lanzó una mirada significativa, ante esto Snape, le rehuyó la cara.
-No lo he olvidado...pero si usted me sigue ocultando datos tan importantes...no podré hacer mi trabajo.
-Podrás. -aseguró el director.- Era necesario mi silencio. Es un peso demasiado para que se tomé a la ligera...
-Y decidió cargarlo sobre su espalda. -Snape levantó la voz, encarando con furia al director.- Prepare bien a Potter, director, porque lo que le espera ni usted mismo se lo imagina.
-¿Qué tratas de decirme exactamente, Severus? -preguntó amablemente Dumbledore, aunque su voz sonaba a reproche.
-El Señor Oscuro nos ha pedido cubrir las zonas de Hogsmade y los alrededores de Hogwarts con espías, se están preparando próximos ataques, ahora que sabe...lo que dice esa profecía, quiere matar a Potter lo más rápido posible, y ella no va a poder impedirlo. -Snape sonrió maliciosamente. -Ha elegido a la persona equivocada, y su error lo podemos pagar todos. Si Potter muere...se acabó...
-Confío en que no sea así.
-¿Y qué demonios hará, eh? -gritó Snape irritado.- ¿le enseñará Oclumancia, un par de hechizos buenos? ¿De qué servirá eso si el Señor Oscuro logra llegar hasta Potter? ¿Cree que los milagros van a seguir ocurriendo, qué Potter va a salvarse por los pelos de nuevo? No, se está equivocando, y olvida que ella ya falló una vez... -Dumbledore se puso en pie bruscamente y miró con dureza a Snape.
-Es nuestra última carta. -parecía que se iba a poner a gritar también, pero su voz sonó tranquila y parsimoniosa.
-Está bien -cedió Snape. -Pero se está olvidando de una cosa muy importante. Si Potter averigua lo que es ella, la detestará el resto de su vida, y su magnífico plan fallará. Y el humor de Potter, últimamente parece no estar en su punto más suave...- Snape se dio la vuelta y encaminó hacia la salida.
-¡Severus! -lo llamó el director, y el profesor se detuvo sujetando con la mano derecha el pomo de la puerta.- Deja de vivir en el pasado...
-Hay heridas muy hondas que nunca cicatrizan, director.
-Entonces...ocúltalas, porque solo volviendo a confiar, podemos ganar esta guerra. -Snape apretó con dureza el pomo, y segundos después, salió del despacho del director, produciendo un suave frufrú con su capa, al rozar la esquina.
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Harry evitó encontrarse con Christine por los pasillos, hasta que llegó su primera clase de Defensa Contra Las Artes Oscuras. Sabía que tenía que haber hablado con ella mucho antes, tal y como Dumbledore le había pedido, pero ahora que estaba en Hogwarts, y más seguro, le parecía que la mujer lo vigilaba en exceso. Durante las comidas en el Gran Comedor no le quitaba el ojo de encima, y se las arreglaba para apartar la mirada, cada vez que Harry se daba cuanta de que lo espiaba. Le irritaba su actitud tan inquisitiva y por eso había evitado cualquier contacto con ella.
Los de quinto habían tenido clase de Defensa el primer día. Ginny y Luna, salieron entusiasmadas de la doble hora del lunes, explicándoles a Harry, Ron y Hermione, que Christine era una profesora muy recta y que se comportaba tan fríamente como lo había hecho en el cuartel de la Orden del Fénix, pero que era una magnífica profesora y que tenía un alto conocimiento en hechizos.
-Hemos repasado los encantamientos de desarme, nos ha nombrado de pasada las maldiciones imperdonables, pese a que hasta Sexto no se estudian y vamos a empezar a aprender los encantamientos aturdidores y permutadores.- les explicó Ginny entusiasmada. Harry emitió un gruñido. Pese a lo que le contaran sobre Christine, a él le seguía cayendo igual de mal.
-Tengo muchas ganas de empezar...- Hermione comenzó a enumerar razones por las cuáles era tan importante atender en la clase de Defensa Contra Las Artes Oscuras aquel año, y Harry desconectó, para no escucharla.
-A mí tampoco me gusta mucho Christine. -le confesó Ginny a Harry, poniéndose a su lado, mientras dejaba que Ron escuchara el sermón de Hermione.- Hay algo raro en ella...no sé...me hace desconfiar. Pero es buena profesora. -Harry se sorprendió de lo justa que llegaba a ser Ginny. -Deberías darle una oportunidad.
Las palabras que había escuchado de Ginny le resonaban en los oídos cuando estaba esperando en la puerta del aula cerrada, el comienzo de la clase de Defensa. Dos chicos de segundo pasaron por su lado y le felicitaron por enésima vez, por haber sido elegido capitán.
Una vez Harry había colgado el anuncio de las pruebas para cazadores en el equipo, los miembros de Gryffindor que habían en la sala común entonces, lo felicitaron hasta la saciedad y lo aturullaron a preguntas hasta altas horas de la noche. Esto había provocado que Harry se durmiera en la clase de Historia de la Magia del día siguiente y que no prestara mucha atención en Transformaciones, poniendo a prueba la paciencia de la profesora McGonagall, que había dejado de lado su generosidad, y le había descontado a Gryffindor cinco puntos.
Afortunadamente, la clase doble de Pociones del martes se había suspendido, puesto que Snape había tenido que salir de Hogwarts y no había regresado hasta la noche. Los alumnos hacían especulaciones sobre su desaparición, hasta la fecha, Snape no había faltado a ninguna clase de Pociones, pero solo Harry sabía que el profesor debía estar haciendo algún "trabajito", o bien para la Orden, o bien de espía para los mortífagos.
Pero cuando la puerta de aula de Defensa Contra Las Artes Oscuras se abrió, el miércoles por la mañana, Harry deseó de todas todas, encontrarse ante un caldero y con Snape de profesor.
Hermione les obligó a él y a Ron a ponerse en primera fila, y eso incrementó los nervios del muchacho.
Christine no tardó en aparecer por la puerta. Iba vestida con una larga túnica negra, acompañada de una capa, negra también. Su larga melena azabache iba recogida con una cola de caballo, y sus ojos azul intenso, penetraban fríamente en los ojos de cada estudiante.
Cuando cogió la lista de su escritorio y se apoyó en la mesa para nombrarlos, algunos estudiantes retiraron los pupitres hacia atrás. Los ojos de Christine irradiaban tal frialdad, que penetraban en lo más hondo del pecho de los alumnos, haciéndoles sentir su miedo, su mirada vacía...
Christine comenzó a pasar lista. En algunos nombres se detenía y miraba unos segundos por encima del pergamino a los alumnos, y en otros simplemente pasaba de largo. Cuando llegó al nombre de Harry, apartó el papel de su rostro, y tras comprobar que estaba sentado en la parte delantera, siguió con los demás alumnos, sin hacer ni ningún comentario al respecto.
Una vez acabó de pasar lista, guardó el pergamino en el cajón de donde lo había sacado y extrajo la varita del bolsillo de su túnica, aunque no apuntó más que al suelo.
-Buenas días. Ahora que ya os conozco un poco más, me parece que lo mejor será que empecemos. -comenzó a hablar, pero ni aún cuando trataba de parecer amable, el tono de su voz variaba a más cálido.- Mi nombre es Christine Byrne, y seré vuestra nueva profesora de Defensa Contra Las Artes Oscuras.- hizo un parón, pero como nadie comentó nada, continuó.- Tengo entendido que habéis tenido cinco profesores distintos en cada curso, ¿es correcto?- hubo un murmullo de asentimiento.- Bien, me han informado de la conducta de cada uno de ellos y debo decir, que pese a las adversidades, vuestro director me ha comunicado que sois el curso de Sexto más avanzado en esta asignatura que haya tenido el colegio en mucho tiempo.- unos pupitres más allá, Malfoy se daba aires por las palabras de la profesora. -Y dadas las circunstancias...es todo un logro.- dejó de apoyarse en la mesa y comenzó a andar de un lado a otro, pero siempre a la misma altura.- Durante este curso, vamos a especializarnos en cosas más serias. Conozco personalmente al profesor Lupin y sé que os enseñó cuánto debéis saber e incluso más respecto a criaturas tenebrosas, así que nos centraremos principalmente en hechizos. -un murmullo de excitación recorrió la clase. Dean Thomas fue el primero que se atrevió a levantar la mano.
-¿Cómo se llama?
-Dean Thomas, profesora. -Christine le hizo un gesto para que continuara. -Me preguntaba si íbamos a ver las maldiciones imperdonables. -la profesora se lo quedó mirando durante unos segundos, tan fríamente que Dean se estremeció, sin embargo, cuando comenzó a hablar, sonrió.
-El profesor Dumbledore me ha comentado que visteis las maldiciones imperdonables en cuarto curso, mucho antes de lo que deberíais haberlas visto, incluso que se utilizaron con ciertos...alumnos.- lanzó una mirada significativa a Harry. -Pero este año profundizaremos un poco más en ellas. Aunque haremos muchas cosas más que eso. Como sabéis, Lord Voldemort ha regresado. -la clase se estremeció, pero eso no pareció importarle mucho a Christine. -Y el mundo mágico se ve amenazado por él. Debéis saber, que armas utilizará contra vosotros, y yo voy a enseñároslas. Veremos también, el ejército de criaturas mágicas que se unieron a él la última vez, y os enseñaré a repelerlas, lo que nos lleva a nuestra primera lección. -se dio la vuelta hacia la pizarra y tras hacer unos extraños movimientos con la varita, la figura de un dementor, se dibujó en tiza.
-¿Alguien puede decirme que es esto? -prácticamente todas las manos se levantaron. Y no era de extrañar. Los que procedían de las familias de magos, habían crecido escuchando a sus padres nombrar Azkaban, y los antiguos guardianes que la custodiaban, y los que eran nacidos de muggles, habían tenido la desagradable oportunidad de conocerlos, cuando cursaban tercer curso y rondaban por los terrenos del castillo. -¿su nombre?
-Parvati Patil -dijo una de las alumnas, a la que la profesora había concedido la palabra.- Son Dementores. Eran las criaturas que custodiaban Azkaban.
-Muy bien, señorita Patil. Diez puntos para Gryffindor. -dijo secamente Christine.- ¿Y alguien podría decirme por qué ya no custodian Azkaban?- el número de manos se limitaron. Harry, Ron y Hermione fueron de los pocos, junto a Malfoy que las mantuvieron alzadas.
-Usted -dijo Christine señalando hacia Malfoy.- Dígame...señor...
-Malfoy, Draco Malfoy -dijo el chico despectivamente.
-¿Y bien?
-Los Dementores abandonaron Azkaban y se unieron a las filas del Señor Oscuro.- esa vez Christine no contestó. Se quedó unos segundos observando la sonrisa de autosuficiencia de Malfoy. Harry, Ron y Hermione también lo hicieron. No solo por la cantidad de información que éste poseía, sino porque había llamado a Voldemort "Señor Oscuro", y Harry sabía que únicamente los mortífagos lo llamaban así.
-Bien...señor Malfoy. -Christine reaccionó al fin.- Diez puntos para Slytherin.- se acercó hacia la pizarra y se dio la vuelta justo debajo del dibujo del dementor.- Veo que sabéis mucho acerca de los dementores..., entonces, ¿alguien me podría explicar lo que es un Patronus?- muchas manos se alzaron en el aire.
-Señor Potter.- Harry miró a su profesora y comenzó a hablar con voz segura.
-Un Patronus es lo único que repele a un Dementor. Está constituido por energía positiva, felicidad, recuerdos alegres, todo lo contrario al ambiente que ronda un dementor, y lo que detesta...
-¿Qué forma tiene un Patronus, señor Potter?- preguntó Christine interesada, de que el muchacho se supiera tan bien la lección.
-Es según el mago que lo invoque. Adopta una forma diferente.
-Perfecto. -felicitó Christine, mirándole intensamente a los ojos, mirada que Harry le devolvió. -¿Cuántos de vosotros podéis hacer un Patronus? -las manos de Harry, Ron, Hermione, Parvati, Lavander, Dean, Seamus y Neville se alzaron en el aire. -Señor Longbotton, ¿quién le enseñó a realizar un patronus y por qué motivo?- se interesó la profesora. Neville miró a Harry nerviosamente.
-Harry..., a todos nosotros nos lo enseñó Harry -señaló a los que habían levantado la mano, y Harry deseó que no lo hubiera hecho.
-¿El señor Potter? -preguntó Christine frunciendo el entrecejo. -¿El señor Potter os enseñó a hacer un Patronus? ¿por qué?
-Porque teníamos una profesora malísima en la asignatura, y se lo pedimos.- respondió Ron con autoridad.- Harry era el mejor de Defensa Contra Las Artes Oscuras de nuestro curso y nos dio clase.- Malfoy soltó un gruñido de incredulidad y algunos de Slytherin comenzaron a murmurar por lo bajo.
-Muy interesante -murmuró Christine.- Bien, en ese caso, ¿por qué no nos muestra como es un Patronus, señor Potter?- era la segunda vez que lo sacaban a la pizarra en una semana semana, y sólo era la primera semana de curso. Mirando con reproche a Ron, se levantó y se acercó a la profesora, que le dejó un espacio considerable. Por dentro estaba nervioso, habría podido hacer el Patronus con los ojos cerrados, pero podía ser que la varita no funcionara tampoco en aquella ocasión, y lo dejara en ridículo delante de toda la clase, y de los alumnos de Slytherin.
"Tengo que creer en la magia, tengo que pensar que sí me ha servido y pensar en un recuerdo alegre...vamos Harry" -pensó mientras levantaba la varita.
"Ya está. Si no hubiera sido por la magia no hubiera sido jamás capitán de quidditch, ni hubiera conocido a Ron y Hermione" en el momento en que aquellos pensamientos le vinieron a la cabeza, pronunció alto y claro "Expecto Patronum" y un ciervo plateado salió de la punta de su varita.
El animal, lo rodeó dio una vuelta alrededor del aula y tras acercarse a Harry para que lo acariciara, desapareció.
-Un Patronus excelente, Potter -sonrió Christine, y le otorgó otros diez puntos a Grffindor. -Y muy bonito,- le susurró al oído para que nadie más lo oyera. Harry no contestó, y fue a sentarse en su sitio. La profesora volvió a dirigirse hacia los alumnos. -Los Dementores, como bien ha dicho vuestro compañero, el señor Malfoy, son unas de las criaturas a las que se tendrá que enfrentar el mundo mágico en la lucha contra Voldemort. Por lo que, aprender a ejecutar un Patronus se convierte en una prioridad en esta clase. Así que, para el próximo día quiero que me entreguéis una redacción de un pergamino, sobre este encantamiento y comenzaremos a practicarlo. En el caso de los alumnos que ya lo consigáis realizar, no os vendrá mal un repaso. Ahora, podéis marcharos, la clase ha terminado.
Rápidamente el silencio que había embargado la clase se rompió, y los estudiantes recogieron sus cosas y comenzaron a salir del aula. Christine se acercó a la mesa donde Harry, Ron y Hermione metían los libros en sus mochilas.
-Quédate un momento Potter, tengo algo de que hablar contigo.- le pidió y mientras Harry se despedía de sus amigos, se fue a sentar en su escritorio. La mujer no habló hasta que la clase quedó completamente vacía. -He quedado gratamente sorprendida, Potter. No me habían dicho que habías organizado clases de Defensa Contra Las Artes Oscuras.- Harry la miró seriamente, sin que se le ocurriera nada que decir, ella sonrió ante esta actitud.. Veo que eres parco en palabras...bien, tengo que confesarte que yo tampoco suelo hablar mucho.
-El profesor Dumbledore me dijo que usted me daría clases, profesora.- Harry se apresuró a ir al grano. No le apetecía en absoluto mantener una conversación con la mujer.
-Así es. Tenemos que concretar tu horario y hablar de muchas cosas, pero eso será en las clases. De momento... -se puso la mano en la frente reflexionando. -¿qué tal el viernes después de la cena?
-Me parece bien. -contestó Harry con indiferencia.
-Entonces...ven a la Sala de los Menesteres. -el chico se sorprendió mucho de que la profesora conociera esa sala, pero prefirió no preguntar nada. Se colocó bien la mochila, y tras un leve gesto de asentimiento, se dio la vuelta para marcharse, cuando Christine lo retuvo. -Y Potter...no le digas nada de estas clases a Weasley y a Granger, ¿de acuerdo?
-¿Por qué no?- preguntó Harry sorprendido. Ellos sabían que estudiaba Oclumancia. Christine sonrió, pero su sonrisa era helada, distante.
-Pronto entenderás. -Harry, que había aprendido de la experiencia a no preguntar cuando no tocaba, salió del aula sin decir nada más.
Iba tan distraído, sumido en sus pensamientos, que a penas se daba cuanta por donde caminaba. Tenía tres minutos para llegar al aula de Encantamientos, y debía subir dos pisos, pero no hizo ningún intento por darse más prisa.
Llevaba la mirada puesta en el suelo, y estaba pensando en las últimas palabras de Christine, cuando se chocó de lleno con otra persona. El impacto fue tan grande que, tanto él como la chica, cayeron al suelo.
Doliéndose del golpe, abrió los ojos para ver a quién había derribado y se encontró con que era Cho Chan, la alumna de Ravencraw con quién había salido brevemente el curso pasado.
-Lo siento- se apresuró a decir y la ayudó a ponerse en pie. -Iba muy distraído y no te he visto.
-No, la culpa es mía. -Cho sonrió y enseñó su perfecta dentadura, y Harry no pudo dejar de apreciar que estaba muy guapa.- Iba corriendo porque llegaba tarde a clase.
-¿Qué tienes ahora?
-Defensa Contra Las Artes Oscuras.
-¡Ah!- dijo Harry. Yo acabo de salir de allí.
-¿Sí? -Cho parecía entusiasmada. -¿Y qué tal es la nueva profesora? Es la primera clase que tenemos con ella.
-No está mal -Harry se encogió de hombros. Sabía que la clase con Christine había sido muy buena, pero sus sentimientos hacia la chica eran más fuertes. Se quedaron durante unos instantes en silencio, hasta que Cho lo rompió.
-¿Es verdad que vas a volver a ser el profesor del ED?- Harry se sonrojó levemente.
-Bueno, llámalo así, si quieres. Pero sí, es cierto. Ernie y algunos más me lo pidieron, ahora que todo el mundo sabe que Voldemort ha regresado... -se detuvo para ver la reacción de la chica.
-Sabía que decías la verdad, algún día tenían que darse cuenta...Yo... -miró a Harry inquieta.- Me enteré de lo ocurrió en el Departamento de Misterios, de que habían mortífagos allí y...de que Sirius Black murió. -a Harry se le contrajo el estómago. -¿Él era...algo tuyo?
-Era mi padrino. -contestó secamente. No entendía porque ella siempre tenía que sacar temas dolorosos. -Era inocente, siempre lo fue.
-Entonces...cuando escapó de Azkaban y todo eso, cuando pusieron los dementores, ¿no intentó matarte?
-No, -Harry negó rotundamente.- Estaba aquí por otros motivos... -Cho comprendió al instante que había hablado demasiado y volvió a quedarse callada.
-¿Vendrás a la reunión del ED? -le preguntó él, tratando de cambiar de tema.
-Sí, por supuesto...vendré...yo sola. -Harry sabía que se estaba refiriendo a Marietta, su amiga que los delató ante Umbridge el año anterior. Al menos Cho había aprendido la lección.
-Entonces...nos vemos allí, ¿vale? -titubeó Harry algo cohibido.
-Vale. -Cho le sonrió y comenzó a correr hacia el aula de Defensa Contra Las Artes Oscuras.- Por cierto Harry,- él se dio la vuelta para ver como la muchacha volvía a sonreírle abiertamente.- Ya no salgo con Michael Corner.
Y se marchó más rápido todavía. Harry se quedó allí plantado como un idiota, sin hacer el menor gesto por reaccionar. ¿Por qué Cho le había contado aquello? ¿Acaso tenía doble intención? De todas formas él creía no sentir nada hacia ella, aunque al recordar su bonita sonrisa, no pudo evitar sonrojarse levemente, Cho era una chica muy guapa.
Sacándose esos pensamientos de la cabeza, se dio rápidamente la vuelta y corrió hacia la clase de Encantamientos, donde el profesor Flitwich le quitó cinco puntos más a Gryffindor, por haber llegado tarde.
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Dumbledore y Amelia Bones se encontraban hablando animadamente en frente de la Sala de Tribunales, a expensas de que comenzara el juicio a un testigo muy importante. Se trataba del ministro de magia de Francia, al que se le acusaba de haber pasado información a Voldemort, y por lo tanto, el interrogatorio era de suma importancia para hallar cualquier pista sobre el paradero del mago tenebroso, puesto que desde comienzos de verano, el ministro era el único que había tenido contacto directo con él.
La Sala del tribunal número diez, estaba abierta, y dentro de ella estaban ya sentados algunos miembros del Wizengamot. Los aurores encargados de recoger al acusado de la prisión de Azkaban se estaban retrasando.
Fuera de la sala, algunos de los funcionarios se encontraban comentando la terrible acción del ministro, cuando se escuchó una voz, gritando a pleno pulmón y que bajaba por las escaleras corriendo apresuradamente.
Era una voz de un hombre de mediana edad, y parecía desesperada. Conforme fue llegando hasta donde estaba reunida la gente, pudieron distinguir por sus ropajes, que se trataba del guardia de seguridad. El hombre, llegó corriendo con los ojos desorbitados hasta la ministra de magia y se dejó caer en el suelo para coger aire, antes de gritar:
-¡Señora Ministra! ¡ha ocurrido algo horrible...horrible!
-¡Por las barbas de Merlín, Dauson! ¿qué es lo que ha pasado? -preguntó Amelia Bones. Varias personas, al escuchar los gritos habían salido de la sala, y las que estaban fuera se acercaron a donde estaba la ministra. Dumbledore observaba la escena muy atento.
-¡Ha llegado sólo uno vivo, señora ministra! ¡Los han matado, a todos, también al acusado! ¡han atacado los coches cuando venían hacia aquí! ¡Willianson es el único que ha quedado con vida, está herido! -Amelia Bones no preguntó nada más. Algunos del miembros del Wizengamot se taparon la boca con las manos, horrorizados sin duda, con la tragedia. Realmente, era un testigo muy importante, y varios aurores habían perdido la vida.
-¿Dónde está Willianson? -preguntó la ministra al guardia de seguridad.
-¡Está gravemente herido! ¡Llegó hasta el cuartel de aurores! ¡Lo he dejado allí con sus compañeros! ¡El jefe lo está interrogando!
Amelia salió disparada hacia el ascensor, con Dumbledore detrás. Fugazmente, entró y apretó el botón hasta el piso donde estaba ubicado el cuartel de los aurores. Cuando las puertas del aparato se abrieron, corrió hasta los cubículos, y se encontró a un grupo de gente arremolinada en torno a algo. Abriéndose paso, ella y Dumbledore llegaron hasta el centro del alboroto, y presenciaron a Willianson tendido en el suelo, con una gran cantidad de sangre sobre su regazo, y a Thomas Grint, su jefe, arrodillado a su lado.
-¿Habéis llamado a los medimagos? -fue lo primero que preguntó Amelia cuando llegó hasta Grint.
-Por supuesto -contestó el hombre. Su rostro estaba pálido.- Llegarán en seguida.
-¿Qué es lo qué ha ocurrido?- preguntó Dumbledore muy serio. Willianson hacía continuas muecas de dolor y su rostro se contraía.
-Ellos...mortífagos...eran...eran muchos..., no...no pudimos detenerles...venían a por...el...el prisionero...lo mataron...no pude...no pude...
-Está bien, Willianson- interrumpió la ministra colocándole tiernamente la mano en la cara. -trata de no hacer esfuerzos, pronto llegarán los medimagos.
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-Ya está hecho señor. El ministro ha muerto. -Rookwood estaba arrodillado ante su señor, con rostro de satisfacción. Era uno de los que había participado en el ataque, y habían tenido éxito absoluto. Eran mayoría, y los aurores no habían tenido oportunidad de defenderse.
-Excelente. -una sonrisa demente se dibujó en los labios de Voldemort. -las cosas no podrían estar saliendo mejor. Tan solo...-su expresión cambió a seriedad.- ¿ya ha averiguado Malfoy quién es el espía que tenemos entre nosotros?
-No, señor. -negó Rookwood con temor. Ese tema era un quebradero de cabeza para todos.- pero parece que últimamente no ha podido frustrar ninguno de nuestros planes.
-Cierto... -siseó Voldemort.- Pero no podemos confiarnos. -se levantó de su asiento y se dirigió al mortífago.- Ejecutad las guardas en las áreas marcadas y estad alerta a nuestros espías, nuestro siguiente objetivo, está cada vez más cerca...
-¿Qué hay de los ataques?
-Centraros en las zonas que especifiqué a principio de mes. Primero quiero sembrar el terror en la comunidad mágica, después ya veremos que pasa con los muggles.
-Sí, señor. -Rookwood se levantó y salió por la puerta, con cuidado de no hacer mucho ruido.
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Aquel día había sido terrible. A Harry no solo le habían quitado puntos en Encantamientos, sino también en Astronomía. Su primera clase de Estudios Muggles resultó desastrosa. Ron estaba sentado a su lado, y cuando la profesora trató de explicarle lo que era la energía hidráulica, el muchacho se pensó que era algún tipo de arma, y así se lo hizo saber a toda la clase, ganándose una buena riña de la profesora y sonoras carcajadas de sus compañeros. Y para colmo, les mandó deberes extra.
Harry no tardó en irse a dormir, consciente de que tenía un motón de deberes por hacer, pero los encuentros con Cho y con Christine lo habían desorientado por completo. Más que nunca, echaba de menos a Sirius y hubiera deseado que estuviera vivo, para hablar con él sobre Christine. Tenía en el baúl el espejo de doble sentido, por si quería comunicarse con Lupin, pero no encontraba la forma de plantearle sus dudas, y más teniendo en cuenta, que a Lupin le caía muy bien su nueva profesora.
Sumido en aquellos pensamientos, dejó que el sueño lo venciera.
Se encontraba en un lugar distinto a su mullida cama, todo pensamiento pasado era ahora irrelevante, todo estaba oscuro, pero en el momento en que lo pensó, la habitación en donde se encontraba, quedó iluminada.
Neville balanceaba sus piernas sin control, y cuando Harry le ayudó a subir un escalón de las gradas, la esfera cayó del bolsillo de su amigo, fue golpeada por las piernas y se rompió. Una figura de un blanco nacarado comenzó a hablar, pero los gritos de las maldiciones a su alrededor no permitían escuchar lo que decía.
Albus Dumbledore acaba de entrar por la puerta y bajaba las escaleras de las gradas despacio, lanzando maldiciones a los mortífagos más cercanos, pero Harry sabía que había alguien que no se había dado cuenta de su presencia.
Se dio la vuelta rápidamente, soltando a Neville y distinguió la figura de su padrino encima de un viejo arco, sonreía y se reía de la mortífaga con la que estaba peleando. Harry quiso gritar, pero no pudo, ningún sonido salía de su garganta. Un rayo de luz roja le pasó muy de cerca, Sirius seguía riendo. El segundo haz de luz le acertó de lleno en el pecho.
"No, por favor" pensó Harry, mientras corría sacando la varita hacia la tarima. Parecía que Sirius tardaba una eternidad en caer, su cuerpo dio un salto y cayó por detrás del velo dando un majestuoso giro, agitando la cortina del velo. Harry gritó el primer hechizo que le vino en mente, pero su varita únicamente produjo chispas rojas. Se detuvo en seco y la miró asombrado, olvidándose del arco.
"Tú no querías saber nada de la magia, Harry. Cuando un mago deja de creer en la magia el poder que emana su cuerpo se reduce y en ocasiones pierde la capacidad de usar los hechizos..." recordó las palabras de Lupin.
Y entonces, volvió a mirar hacia el arco. Sirius había desaparecido, podía oír las carcajadas triunfantes de Bellatrix Lestrange, y un odio se apoderó de él.
Corrió de nuevo, en dirección hacia el arco, pero entonces unos brazos lo retuvieron.
-"Es demasiado tarde, Harry"
-¡Déjeme!- Harry gritó con toda su alma. -¡Quiero ver que está muerto, quiero verlo realmente, no lo creeré hasta que lo vea!
-No puedes hacer, Harry, nada. Se ha ido.
-¡No se ha ido! -chilló furioso, y para su sorpresa, Lupin lo soltó. Y con una voz apenada, le dijo:
-"¿Te hubieras sentido mejor si te hubiera dejado acercarte al arco, Harry?Contéstame, ¿crees que te hubieras sentido mejor si hubieras visto el cadáver de Sirius?"
Harry se quedó parado mirando en dirección al arco, con las huecas palabras de Lupin resonándole en la cabeza. Y cuando trató de caminar hacia la tarima, otra voz, mucho más inquietante y llena de acertijos, le habló. Encima del arco, mirándole con sus ojos cristalinos, estaba la mujer del callejón Diagón. Y con un susurro le dijo:
-" Has lamentado tú error desde el momento en qué ocurrió, sin preocuparte por argumentar, por saber, que las cosas siempre tienen un porqué para ocurrir...sin percatarte de que lo que ocurrió ese día, que tratas de rememorar...quizás...te salve la vida en el futuro..."
-¡Apártese de ahí! -le gritó Harry. -¡Tengo que llegar hasta Sirius! -pero como si no le hubiera escuchado, la mujer sonrió y continuó hablando:
-Harry Potter...este año tendrás la oportunidad de acabar con tu enemigo, pero solo siendo consciente de que un gran poder, conlleva una gran responsabilidad, sabrás aprovecharla...pude ver tu espíritu tratando de proteger a los que te quedan...tratando de no creer que la muerte se ha llevado a la persona más importante en tu vida...
-¡Sirius no está muerto! -gritó Harry, podía sentir como la garganta se le desgarraba. -Él no me dejaría solo...Sirius solo está detrás del velo...y yo voy a llegar hasta él, le ayudaré a levantarse... la impotencia se adueñaba de su corazón, volvió el rostro, tratando de obtener ayuda de Lupin, pero el profesor había comenzado a subir las gradas, murmurando: "No, puedes hacer nada, Harry, nada. Se ha ido"
-Esperanza... -susurró la mujer, y Harry la miró desesperado.- Tienes que tener esperanza... Las cosas no ocurren porque sí...supera los percances del pasado y empieza a vivir en el presente...te aguardan muchas sorpresas y muchas de ellas grandiosas...abre tus ojos...elige bien...Christine es sabia en palabras, conf ía en ella...deja que los que te rodean se acerquen a ti para darte las fuerzas necesarias...deja que la solución...no esté al alcance de la punta de una varita...
La mujer desapareció. Toda la sala lo hacía, todo, excepto el viejo arco. Las palabras confusas, los hechizos volando de un lado a otro, todo era aplacado por una risa estridente, y cuando la luz volvió a alumbrar tenuemente, el viejo arco se encontraba en un cementerio. Harry miró horrorizado las tumbas, con los nombres de sus amigos en ellas y escuchó la voz arrastrando las palabras de Draco Malfoy:
-"Ya es demasiado tarde, Potter"
Harry gritó y pataleó con todas sus fuerzas, y lo último que vio antes de abrir los ojos, fue la figura de Lord Voldemort subido a la tarima del arco por donde Sirius había caído, impidiéndole el paso, para llegar hasta su padrino."
Sudoroso y respirando agitadamente, Harry se despertó. Se había enredado en las sábanas, pero para su alivio, no había despertado a ninguno de sus compañeros. Notando el latido ajetreado de su corazón, retiró las cortinas de su cama y bajó de puntillas las escaleras hacia la sala común. Estaba vacía, aunque el fuego seguía encendido. Se sentó en su sillón preferido y contempló el crepitar de las llamas, consciente de que le iba a llevar mucho rato volverse a dormir.
-Harry...¿qué haces aquí? -Harry se dio la vuelta sobresaltado. Ginny bajaba las escaleras de los dormitorios de las chicas, vestida con un precioso camisón blanco. Él sonrió tímidamente al verla.
-No podía dormir. ¿Y tú?
-Tampoco podía dormir.- contestó la chica sentándose a su lado. Estuvieron mucho rato en silencio, los dos sumidos en sus propios pensamientos. -¿te ocurre algo, Harry? -preguntó Ginny a cabo de un tiempo.
-Sólo ha sido una pesadilla.- No entendía porqué se lo contaba. Nunca había sido propenso a contarle sus pensamientos a nadie, ni siquiera a Ron o a Hermione y sin embargo, con Ginny no le costaba en absoluto. Recordó como el año pasado en la biblioteca, la chica había podido ayudarle a hablar con Sirius.
-¿Voldemort?
-No, no es él.
-Entonces es...Sirius. -Harry la miró y asintió, sin valor para decir una sola palabra al respecto.- ¿Sabes qué? -él la miró.- A él no le hubiera gustado verte así. No comes, no prestas atención en clase, no te ríes como antes...
-Ron y Hermione hablan demasiado- gruñó Harry. Ginny no le hizo caso y se acercó más a él, provocando que sus respiraciones se acompasaran.
-Se preocupan por ti, y yo también.- Por un momento Harry no supo que decir. Los ojos de Ginny le miraban directamente, taladrándole con su sinceridad, obligándole a reaccionar y embelesado en ellos, el muchacho calló bajo su embrujo. -Prométeme que volverás a ser el de antes.
-No puedo prometerte algo así, porque no sé como reaccionar. -Harry tuvo que apartar la mirada de la chica, sentía que no podía mantener el contacto visual. Ginny bajó la cabeza y cerró los ojos, tratando de encontrar un argumento que decir. Y entonces, Harry le contó el sueño que había tenido, sus preocupaciones acerca de lo que había dicho Malfoy y la inquietud que le causaba el no haber podido acercarse al arco, por donde había caído Sirius. Que sentía que le debía algo a su padrino, por no ser más fuerte, por no liberarse de Lupin y correr a verificar su muerte, a ver su cuerpo, a tener un lugar donde despedirlo.
Cuando terminó de hablar, sintió como el nudo de la garganta le disminuía, Ginny sabía escuchar y él se sentía a gusto contándole sus miedos.
-Malfoy no va a poder hacernos daño, porque tenemos un maestro excelente de Defensa.- Harry sonrió complacido. -Y en cuanto al velo, no importa que no tengas donde llorar, no importa que pienses que le fallaste a Sirius porque no es verdad. Únicamente le fallas al no reaccionar, al no vivir, al no darte cuenta de que tienes una vida maravillosa por delante y de que vivirla vale la pena. Sin Voldemorts, sin pesadillas, sin Malfoys, solo tú y tu mundo. -el muchacho se quedó tan sorprendido con las palabras maduras y cargadas de sentimiento de su amiga, que sintió una ola de gratitud hacia ella. Jamás alguien le había dicho una verdad tan grande, y él jamás había podido escucharla como lo hacía ahora con ella.
-La mujer del callejón Diagon tenía razón en una cosa... -susurró, mirando a Ginny tiernamente.- Posees esperanza...
-Sólo quiero vivir la vida que me ha tocado y de la forma que yo quiera. -contestó Ginny con sinceridad.- Ningún destino está marcado por muy negro que parezca, yo creo que se pueden cambiar las cosas con fe, y yo quiero ayudar a cambiarlas.
-¿De qué hablas?
-Por eso te pedí que nos enseñaras. Porque yo quiero estar preparada, yo quiero poner mi granito de arena para que no mueran más niñas como la del callejón Diagon. En el fondo, Harry, tenemos mucha suerte de seguir con vida. Y si es cierto que la vida puede llegar a ser tan corta, yo quiero vivirla al máximo.
Harry sonrió y Ginny apoyó la cabeza sobre su hombro. Conforme pasaron los minutos y las horas, el fuego de la chimenea se fue apagando, dejando únicamente las cenizas de su rastro. Ginny y Harry se quedaron dormidos, apoyados el uno en el otro. Fantasías rondaban sus cabezas, pero Harry, por primera vez desde la muerte de Sirius, no soñó nada que le pudiera enturbiar la enorme felicidad que Ginny había introducido en su corazón.
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N/A: Olasssss a todos/as!!!!! Aquí os traigo el capi 10 como prometí!!!!!! Os agradezco mucho el apoyo brindado hasta ahora y espero q sigáis dejándome
Vuestras opiniones que, insisto, son de gran ayuda. Os prometo a cambio una actualización rápida.
Bueno, ya os dejo, muchos besos y hasta el próximo capi!!!!!!!
