jessytonks: Muchas gracias, sí, pasarán cosas entre harry y Ginny y más pronto de lo q crees!!!!! Besos!!!!!!
CAPÍTULO 11: LA ELECCI"N QUE TOMES, CAMBIARÁ EL DESTINO DE LAS COSAS.
Aquella, había sido la noche más larga que el ministerio de magia había tenido que afrontar en mucho tiempo. Era muy tarde, la luz de la luna bañaba los ventanales de los diferentes departamentos. Los encargados de decidir el tiempo, no habían podido resistir las ganas de reflejar la tranquilidad que el cielo emitía, y la luz intensa de las distintas estrellas.
Pero no había tranquilidad en aquel lugar. Muchos magos estaban trabajando incansablemente; se paseaban de un lado a otro con café en las manos, esperando una resolución, que nunca llegaría.
Amelia Bones estaba en su despacho. Tenía cientos de papeles arremolinados encima de la mesa, pero no parecía querer apartar la vista de la ventana. Estaba triste, se sentía impotente y ni siquiera la tranquilidad de los ojos de Albus Dumbledore, podían hacerle olvidar el sufrimiento de la cara de uno de sus aurores.
-Aún recuerdo como eran las cosas hace quince años... -murmuró más para sí misma, que para el director.- Todavía era joven...pero lo recuerdo.
-No es la misma persona.- observó Dumbledore. Estaba de pie, contemplando la espalda de la ministra, con los ojos centelleando de cansancio.- Ahora es más fuerte.
-Y nosotros más débiles...
-Eso no es así y lo sabes.- le reprendió el director. -Esto todavía no ha empezado.
-¿Quieres decir que habrá más?- Amelia se dio la vuelta bruscamente y buscó respuestas en los apacibles ojos del anciano.- ¿Es qué te parece que no ha habido suficientes muertes?
-La muerte de los magos no es su propósito...- Amelia se mordió el labio inferior y trató de serenarse.
-Me estás dando a entender...que no tardará en atacar el Ministerio. ¿Es así?
-Lamento decir, que es muy posible que lo haga, sí. -Dumbledore se acercó también a la ventana. Le parecía que era un desperdicio no contemplar las estrellas en una noche tan despejada.
-¿Qué es lo que quiere? ¿qué es lo que busca? Si tan sólo... -cerró los ojos y suavizó la voz. -quiero evitar una guerra, no quiero pérdidas humanas...- El director se quedó callado, sin contestar, contemplando la oscuridad de la noche. Esperando que, conociendo como conocía a Voldemort, se estuviera equivocando al adivinar sus pensamientos.
-No podemos evitar un enfrentamiento...porque él no busca el camino del diálogo.- por primera vez desde que estaban en la habitación, se atrevió a mirar a los ojos a la mujer.- Su verdadera intención es apoderarse del ministerio, liderar el mundo mágico, modelar su entorno creando sus propias leyes, sus propias reglas, dirigiendo nuestras vidas a su antojo, un liderato...que no estoy dispuesto a concederle...
-No encuentro la forma de detenerle... -se desesperó Amelia. Bajó la mirada y soltó lo que la atormentaba durante años, esa necesidad de justificarse. -Si mi hermano estuviera aquí...él sabría qué hacer...el debería...
-No.- Dumbledore negó con rotundidad. Sus ojos brillaron a contraluz de la lámpara que colgaba en el techo. Su mirada era de profunda determinación. -Edgar murió defendiendo una causa, la misma causa por la que ahora tú luchas...pero yo tengo la misma confianza en ti, como la tuve en él, Amelia, y hoy por hoy, eres de las pocas personas en las que confiaría mi vida...
-Tus palabras me halagan.- la ministra sonrió amargamente.- pero no las merezco.
-No suelo hablar en vano, Amelia y lo sabes.
-Lo sé. Y confío en ti, Dumbledore. Veo en tus ojos una sincera seguridad y me aterra, porque yo no puedo ver una salida, como quizás tú la veas...- Dumbledore sonrió, era una sonrisa cálida y dulce, de profunda confianza.
-Lamento decirte que todavía no he hallado una salida. Pero tengo mucha fe en el mundo mágico. Quizás sea porque soy el director de un colegio, no lo sé, pero creo que la solución a nuestros problemas se encuentra en la juventud. Ha llegado la hora de cederles el relevo.
-No entiendo...- expresó Amelia con profunda incredulidad.
-Creo que la razón por la que Voldemort nos adelanta un paso es el miedo que tenemos a todo lo referido a él. Durante años, hemos vivido con ese miedo, desconfiando de cada indicio que pudiera acercarse a él, temiendo pronunciar su nombre...- hizo un gesto de desagrado.- No, creo que los que vivimos la primera vez el reinado de Lord Voldemort estamos demasiado impresionados y asustados porque esas imágenes vuelvan a reaparecer y no logramos enfrentar la situación. En cambio...- sonrió.- la gente joven que no le conoce, aunque haya crecido temiendo su nombre enseñados por sus padres, se prepara, lo enfrenta, hace o dice cosas para vencer ese miedo, para un día formar parte de esa unidad que lo enfrenta...- se detuvo durante unos instantes, como recordando algo y volvió a fijar la mirada en la atónita mujer, que lo escuchaba con mucha atención.- El año pasado, cuando el ministerio se hizo a un lado ante mis advertencias sobre el regreso de Voldemort, una serie de estudiantes, liderados por Harry y sus amigos, crearon un grupo de defensa para prepararse contra lo que les esperaba...no importó que no hubiesen pruebas, no importó que el ministerio, sus padres y algunos de sus amigos estuviesen en su contra, se enfrentaron, y creyeron a Harry, lo apoyaron y hoy día, son los mejores estudiantes de mi colegio.
-Sí, conozco la historia...- susurró Amelia Bones. -Fudge la contó por todo el ministerio...el grupo se llamaba...Ejército de Dumbledore...
-Eso es.- rió el director. Al parecer, le halagaba el nombre que los chicos habían elegido.- ¿Ves a lo que me refiero? ¿Qué era lo qué más temía Fudge? Que yo formara un ejército...y por eso eligieron ese nombre, para defender la causa, para revelarse contra ella. Tengo total confianza en que la gente joven va a sacarnos de esta, por eso te pedí que fueras la ministra, Amelia. Tú eres joven y eras una adolescente cuando Voldemort estaba en el poder la primera vez, sabía que no había otra persona más capacitada para el puesto...porque yo tengo esperanza en que la juventud logre extraer las fuerzas, que están menguando entre los adultos...
-Tienes una buena visión de ellos, Dumbledore.- sonrió Amelia. -Olvidas que los jóvenes son más fáciles de corromper también.
-Lo sé, pero yo confío, quiero confiar.
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Era uno de aquello días en los que Harry hubiera deseado desaparecer. Sólo había podido descansar una parte de la noche( la parte en la que estuvo con Ginny) y cuando bajó al Gran Comedor a desayunar, sus ojos mostraban unas grandes ojeras, y su pelo estaba más revuelto que de costumbre.
Se había quedado algo rezagado al arreglarse y tras emitir un sonoro bostezo, se sentó entre Ron y Hermione.
-Menuda cara que traes...cualquiera diría que no has pegado ojo en toda la noche.- le dijo Ron irónicamente, mientras engullía un plato de gachas de avena.
-Es que no he pegado ojo en toda la noche- gruñó Harry fastidiado.
-No seguirás teniendo sueños raros...¿verdad?- inquirió Hermione levantando ligeramente una ceja.
-No, no- se apresuró a mentir Harry. -Simplemente me desvelé y luego no pude dormirme otra vez...
Se centraron de nuevo en el desayuno. Ginny también se había quedado dormida, pero a diferencia de Harry, su cara estaba radiante de felicidad y no tardó en reunirse con Luna para su clase de Transformaciones.
Cuando terminaron de desayunar, Ron se marchó a la biblioteca a adelantar deberes, puesto que tenía hora libre, y Harry y Hermione se dirigieron hacia las mazmorras para su primera clase de Pociones.
Por el caminó se encontraron a Hannah Abbott y Susan Bones, que se pararon para saludarles.
-¿Es cierto que hay reunión para reestablecer el ED?- preguntó Susan entusiasmada.
-Bueno...sí. -Harry se sentía un poco cohibido.- Por cierto...enhorabuena, me alegro que hayan elegido a tu tía como ministra de magia.
-¡Muchas gracias!- exclamó alegremente la chica. -Ella siempre confió mucho en Dumbledore, y no se equivocaba...
-Bueno, nos vemos- se despidieron Harry y Hermione, puesto que faltaban escasos minutos para que empezara la clase de Pociones, y nada podía ser peor que hacer esperar a Snape.
Entraron justo a tiempo, y se sentaron en las mesas del final. Malfoy también entró y se sentó junto a Pansy Parkinson y un chico muy callado que se llamaba Theodoro Nott. Al parecer, y para gran alivio de Harry, Crabbe y Goyle no habían aprobado Pociones.
-Buenos días... -saludó Snape con su voz siseante. Sus ojos negros escudriñaban la clase. No había más de doce o trece alumnos y eran de todas las casas, lo que confirmaba lo que el profesor había dicho el año anterior: que solo unos pocos elegidos volverían a cursar la asignatura.- Veo que el número de alumnos a disminuido respecto al año anterior... -sonrió maliciosamente.- Sin embargo, todavía cuento con la presencia de algunos de vosotros, que aprobaron Pociones....por suerte.- su mirada se dirigió rápidamente hacia Harry. Malfoy, a su izquierda, se desternillaba de risa. Harry le devolvió la mirada de odio. Pasase lo que pasase, él nunca iba a perdonar a Snape.- Este año, las clases serán mucho más exigentes que los anteriores cursos. Dejaremos atrás los brebajes simples y nos dedicaremos a estudiar todo el curso venenos y antídotos, que son las pociones más importantes que existen, y las que seguramente entrarán en los EXTASIS. Hoy- se dio la vuelta hacia la pizarra y con un golpe de varita aparecieron instrucciones en ella.- comenzaremos con un veneno muy sencillo. Se llama, Agujero Oscuro y es mortal para seres humanos. Es fácil de realizar, pero los ingredientes son muy escasos. La utilización de esta poción está estrictamente regulada por el ministerio de magia, y se necesita un permiso especial para poder realizarla.- señaló las estanterías. -Allí tenéis todos los ingredientes necesarios, y las instrucciones están en la pizarra. Disponéis de cuarenta y cinco minutos.
Harry no había realizado una poción tan difícil en la vida. Peló y cortó los ingredientes pacientemente y procuró leer con precisión las instrucciones, pero cuando añadió el ingrediente principal y tuvo que comenzar a remover su poción, mientras contaba las gotas exactas del siguiente ingrediente, comenzó a ponerse nervioso y un humo espeso salió de su caldero.
A su lado, Hermione tenía bastantes dificultades también, pero parecía que había seguido los pasos correctamente, porque su poción tenía el color anaranjado que indicaba la pizarra.
Snape se paseaba por las mesas de sus alumnos, criticando a la gran mayoría. Cuando pasó por el lado de Malfoy, Harry dejó de observar su poción, para centrarse en la actitud de su profesor, que no comentó nada al Slytherin, pese a que su poción comenzaba a oler a contenedor de basura.
En ese momento de distracción, añadió hígado de dragón en exceso y el contenido de su caldero comenzó a bullir con más fuerza. Consternado, trató de reducir la intensidad del fuego con la varita, mientras Snape se acercaba hacía él. Cuando el profesor se detuvo para mirarlo, Harry olvidó su poción y fue en ese instante que Snape se acercó para susurrarle:
-Que el director haya vuelto a colocarse en tu club de fans Potter, y me haya obligado a admitirte en mis clases, no significa que logres ser auror. No sé como te las arreglaste para aprobar tus TIMOS, pero si las siguientes pociones tienen la misma pinta que ésta, te aseguro que vas a pasarlo muy mal. ¡Evanesco!- susurró, y el contenido del caldero de Harry, desapareció. Sin embargo él no hizo ningún gesto que mostrara su enojo, al contrario, miró a Snape como se mira a un vil parásito y le demostró con su mirada, cuanto era el odio que sentía.
En cuanto terminó la clase, mientras los alumnos recogían sus cosas, Hermione comenzó a despotricar contra el profesor, alegando lo injusto que había sido, mientras terminaba de rellenar su frasco, con la poción del color lila que debía tener.
-Dejadme los deberes que os mandé para verano sobre la mesa, para que pueda revisarlos, junto con vuestra poción.- anunció Snape a los estudiantes que se acercaban a su mesa.
A Harry se le vino el mundo encima. No había hecho los deberes, pese a las insistencias de Hemione y ahora iba a pagar caro su error. Cuando toda la clase desfiló, con todo el enfado del mundo, Harry se acercó a la mesa del profesor.
-Primer cero del curso, Potter. Procura que la próxima poción cobre forma o me veré obligado a expulsarte de mis clases.- susurró Snape con malicia. Harry se contuvo de darle un puñetazo.- Ahora deja tus deberes sobre la mesa y lárgate de aquí.- el muchacho suspiró, al tiempo que Snape levantaba la mirada para observarle, analizando su silencio.
-Disculpe profesor, pero no he hecho los deberes.
-¿Cómo has dicho? -el tono de Snape era tan frío y duro que a Harry se le heló la sangre en las venas.
-Le he dicho que no he hecho los deberes. -repitió. El veneno del odio le recorría el cuerpo. No soportaba estar enfrente de Snape, no soportaba mirarle a los ojos, tratarlo como si fuera su profesor, sabiendo que en sus manos había estado el salvar a su padrino, recordando todas sus burlas en las clases de Oclumancia, el odio que le profesaba a su padre...
-¿Por qué motivo no has hecho los deberes, Potter?- gruñó Snape, enseñándole los dientes.
-Porque no tenía ganas.- Sabía que su tono había sonado despectivo, pero no le importaba ser maleducado.
-Modela tu tono conmigo, Potter. Te dije, que me llamaras "profesor o señor", ¿has entendido?
-Sí, señor- contestó Harry con sorna.
-Voy a castigarte Potter, y se le restarán cincuenta puntos a Gryffindor por tu falta.- En otras circunstancias, Harry habría protestado, pero si algo le había enseñado la experiencia era que, primero, cuanto más le protestara a Snape, más puntos iba a perder, y segundo, en aquellos momentos ni siquiera ganar la copa de la casa era algo que le importara.-Ven el viernes cuando acabes de cenar. Limpiarás la mazmorra sin magia.- Harry asintió con desprecio e iba a irse cuando se acordó de algo.
-Disculpe...profesor, ¿pero no podría ser otro día? El viernes después de la cena tengo que ir al despacho de la profesora Byrne y...
-¡No, Potter! ¡Vendrás aquí el viernes y punto!- al parecer Snape disfrutaba enormemente poniendo a Harry en un aprieto. Tratando de contener su odio, se colgó a la espalda la mochila y salió de la clase sin dirigirle la mirada a su profesor.
Sabiendo, que se había metido en un buen lío, subió rápidamente las escaleras, con dirección a clase de Transformaciones. En otra situación habría ido a hablar con Christine para explicarle lo que había sucedido y pedirle que cambiara la hora, pero le disgustaba tanto un acercamiento a ella, que prefirió no pensar más en el tema, hasta que llegara la hora de la cena del viernes.
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-Creo que encontrarás lo que tengo que decirte muy interesante.- Christine se encontraba en el despacho del director, después de otro día de clases. Se había acoplado bastante bien al ritmo de vida en Hogwarts. -Vengo a contestarte preguntas.
-Vaya,- rió Dumbledore irónicamente.- Eso sí que será un gran alivio.- al ver como la chica no había cambiado su semblante serio, preguntó: -E imagino...que todo esto tiene que ver con Harry.
-Yo sólo me ocupó de él- se defendió Christine. Había un tono de reproche en la voz del director que no le había gustado.
-Si se entera, de cuán cerca lo vigilas, comenzará a sospechar, y créeme, no le gustas nada... -aquella vez, los ojos de la muchacha reflejaron un claro sentimiento de tristeza, pero en cuanto vio como el director la observaba, disimuló tan bien, que parecía una mujer distinta.
-Duerme mal prácticamente todas las noches. Lo llevo vigilando desde que llegó a Grimmaluld Place, pero el sueño de anoche, creo que lo encontrarás particularmente interesante.
-¿A qué te refieres? -preguntó Dumbledore acariciando su larga barba plateada.
-¿Te acuerdas de la discusión que tuvo el primer día de curso con Malfoy?
-Me acuerdo- confirmó el director. Trataba de rememorar con todo detalle lo que se había hablado en el despacho, aquella noche.
-Pues yo tengo la respuesta a la pregunta que le hiciste y que él no quiso responder.- susurró Christine misteriosamente. Dumbledore se quedó un instante observándola. La chica llevaba su larga cabellera negra suelta, y sus ojos azul intenso brillaban con los enfoques de luz que emitían las lámparas del despacho del director. Era una mujer muy guapa, siempre lo había sido, pero ahora era fría, su corazón no mostraba compasión alguna y había creado un escudo a su alrededor que solo, en ocasiones, el director lograba atravesar tímidamente. Las circunstancias del pasado habían transformado a la dulce muchacha que fue cuando la vio por primera vez en Hogwarts, en aquel distante ser, que la había arrastrado a lo que era. Las ojeras de su rostro, la delataban.
-¿Qué fue lo que el señor Malfoy le dijo a Harry para que él forzara una pelea? -Christine suspiró y el poco color que quedaba en su rostro, se desvaneció.
-Harry gritaba en sueños, estaba hablando con Malfoy y gritaba que no tocaran a sus amigos, y creo estar en lo cierto, cuando sospecho que el próximo objetivo que tiene Voldemort para atraer a Harry hasta él, es usando de cebo a sus amigos. Sólo algo así pudo ponerlo tan nervioso.
-Quizás. -Dumbledore parecía meditar lo que había escuchado. -En ese caso...la vigilancia deberá ser extrema.
-Deja que me ocupe de que Harry logre cerrar su mente. Aislado de todo contacto con Voldemort...las cosas serán más sencillas...
-Es todo tuyo.- sonrió el director.
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Las clases del viernes pasaron muy rápidamente, mucho más de lo que Harry hubiese deseado. Les había contado a sus amigos que tenía que ir a las mazmorras a cumplir el castigo con Snape, pero modificó la versión de la historia, diciéndoles que el profesor lo había castigado sin motivo, porque le había contestado mal. No hubiera soportado los reproches de Hermione, diciéndole que era culpa suya que Snape lo hubiera castigado, y que ella ya le había advertido que hiciera los deberes.
Por otro lado, tampoco les dijo nada de su cita con Christine, tal y como la chica le había pedido. Todavía no comprendía las razones, pero algo en su interior le decía que, por una vez, le hiciera caso.
Después de la clase de Astronomía, Ron y Hermione se dirigieron al Gran Comedor para la cena, pero Harry no quiso ir.
-¿Vas a ir a un castigo con Snape sin cenar?- preguntó Ron anonadado.- Tú estás loco...
-La cena me sentaría mal -Harry trató de reír, pero tenía otros motivos para no bajar al Gran Comedor. Tenía que limpiar lo más rápido las mazmorras para llegar a tiempo a su cita con Christine, y la única forma de hacerlo era no yendo a cenar.
-Harry,- Hermione adoptó una postura de total seriedad.- Si sigues sin comer como es debido vas a ponerte enfermo.
Pero Harry la había dejado con la palabra en la boca, y después de hacer un gesto de despedida con la mano, salió corriendo en dirección a las mazmorras. Para su sorpresa, Snape estaba allí, y no había subido a cenar.
-¿Qué haces aquí tan pronto, Potter?- el profesor trabajaba en su despacho, al parecer, corrigiendo unas muestras de Pociones. -¿Por qué no has ido a cenar?
-Ya he cenado, profesor.- mintió Harry con inocencia, mientras dejaba su mochila a un lado de la mesa. Snape hizo una mueca de incredulidad, pero no le comentó nada más.-Ahí tienes el cubo y una fregona. Quiero la clase y las mesas como si estuvieran bañados en oro, ¿has entendido?
Harry no le contestó. Estaba haciendo tremendos esfuerzos por contenerse, así que, cogió la fregona, la hundió en el cubo de agua y comenzó a fregar el suelo.
A medida que pasaba el tiempo, consultaba su reloj de pulsera. Era ya bastante tarde y seguramente Christine lo estaría esperando, pero le quedaban por fregar una parte de las mesas, y Snape no le iba a permitir marcharse hasta que acabara. Le resbalaban grandes gotas de sudor por la cara y tenía empapada la espalda, pese al frío que hacía normalmente en las mazmorras.
Pasado un rato, Snape terminó de corregir las pociones y se dedicó a contemplar el trabajo del chico, disfrutando al parecer, de verlo sudar de aquella manera. Harry lo ignoró y siguió frotando con fuerza las manchas de sangre pegadas en los pupitres.
-Acabo de corregir el trabajo de tu amigo Weasley- dijo de pronto Snape, observando sus informes.- Francamente, no entiendo porqué ha escogido Remedios Curativos si es tan patético en mis clases.- Harry apretó los puños con rabia, y mostró su indignación frotando con más fuerza, pero Snape no se iba a rendir tan fácilmente.- Claro está, que tampoco concibo como sigues tú en mis clases, ¿también Weasley quiere ser auror como tú, Potter?- Snape mostró una sonrisa maliciosa.
-Sí, señor- contestó él fríamente. No sabía como el profesor se había enterado que quería ser auror, pero no le importó.
-Lástima que ninguno de los dos vaya a poder serlo, ¿verdad Potter?- Harry no contestó en aquella ocasión. Sentía subir su rabia por el pecho.- Tus padres eran aurores, ¿lo sabías? Sí, tu padre especialmente era un alumno muy inteligente, pero está claro que tú no lo has heredado de él, en cambio sí eres igual de arrogante...
-Deje de hablar de mi padre...- susurró Harry apretando los dientes con furia. Temblaba de arriba a bajo. Esta reacción parecía divertir claramente a Snape. Parecía que mortificar al chico era el verdadero castigo que había escogido.
-También Black fue auror...- a Harry se le contrajo el estómago, igual que ocurría siempre que le nombraban a su padrino.- Lupin escogió la docencia...y Pettrigrew...- hizo un gesto despectivo.- creo que estudió algo relacionado con las criaturas mágicas...una carrera sencillita, claro, que eso ocurrió hasta que se fue especializando en las Artes Oscuras, junto al señor Oscuro...
-¡Basta! -gritó Harry y arrojó el paño contra el suelo. -¡Cállese, deje de hablar de ellos, deje de nombrármelos...de...!- las palabras se le arremolinaban en la mente, y le obstruían la garganta. Snape le taladró con la mirada, su rostro estaba crispado.
-¡Muestra más respeto, Potter!- siseó. Su voz era peligrosa.- Deberías agradecerme que te muestre como eran tus queridos padres y sus amigos, que te abra los ojos, pareces un poco confundido respecto a sus personalidades...
-¡Sé muy bien como eran ellos, gracias, y no necesito que usted me lo recuerde!
-¿De veras?- la sonrisa de Snape se pronunció.- Entonces deberías haber adivinado que tu querido padrino no hubiera salido de la casa de su madre a arriesgar el pellejo...y que el Señor Oscuro no lo podría tener preso jamás...
Aquello fue demasiado. Harry apretó tanto los puños, y temblaba tan convulsionadamente que los frascos de las pociones de los estudiantes, que Snape tenía sobre la mesa, comenzaron a estallar. Pero ni él ni el profesor dejaron de mirarse con odio, cuando esto sucedió.
-Usted...usted no me lo dijo. Le pregunté...y usted me trató despectivamente...¡por su culpa Sirius está muerto!
-¡A Black lo mató su arrogancia y la tuya, Potter! -escupió Snape. Las venas de su cuello sobresalían más de lo normal. -¡Creíste que era muy noble ir al Departamento de Misterios a salvar a tu padrino, sin pensar! ¡No cerraste tu mente solo porque considerabas que era una gran tontería, y dejaste que el Señor Oscuro te engañara, estúpido! ¡Si Black está muerto es por tú culpa, y lo sabes! ¡Yo le advertí que se quedara en el cuartel de la Orden para avisar a Dumbledore, pero su arrogancia era mayor y corrió detrás de ti como un perro!
-Deje...de...hablar así...de Sirius... -Harry apretaba tanto los dientes y temblaba de manera tan violenta que Snape se quedó mirándolo sorprendido.
Harry no aguantó ni un segunda más en ese estado, tomó su cartera del suelo y corrió escaleras arriba, en dirección a la Sala de los Menesteres.
Corría por los pasillos, empujando de vez en cuando a algún alumno con el que tropezaba, sentía un profundo dolor por dentro, el corazón le palpitaba aceleradamente y seguía temblando como si Snape siguiera enfrente suyo. Había caído en una realidad de la que no podía escapar. Ya no le importaba quién era o lo que era, donde estuviera o a donde iría, no le importaba el mundo ni los que lo rodeaban, sólo deseaba salir de allí, desaparecer, que la tierra se lo tragase para no tener que pensar en lo que había hecho.
"¡A Black lo mató su arrogancia y la tuya, Potter!" "¡No cerraste tu mente solo porque considerabas que era una gran tontería, y dejaste que el Señor Oscuro te engañara, estúpido! ¡Si Black está muerto es por tú culpa, y lo sabes!"
Las palabras de Snape lo atormentaban, se le clavaban como espinas en cada partícula de su cuerpo, impidiéndole gritar o respirar. Era una agonía ser quién era en aquellos instantes, cargar con esa culpa, ya no le bastaba culpar a Voldemort o maldecir a Bellatrix, ya no le aliviaba odiarlos en silencio, sabía que era cierto, que todo lo que estaba ocurriendo era culpa suya, en el momento en que dejó escapar a Pettrigrew, en el que traicionó la confianza que Lupin y Sirius habían puesto en él para que estudiara Oclumancia. Nunca antes se había sentido tan solo, nunca había experimentado un dolor tan abierto y tan real, porque era real. Ya no existía aquella parte de su mente que todavía creía que Sirius iba a reaparecer a través del velo, esa parte había sido consumida, vencida, se daba perfecta cuenta de que su padrino estaba muerto y de que no iba a regresar, pese a que él gritara a los cuatro vientos, pese a que tratase de auto convencerse, y aunque siempre había sido independiente y se había valido por si mismo, su corazón le repetía que necesitaba la fuerza que llenaba Sirius en el, que no iba a poder seguir aguantando las cargas, si su padrino no volvía.
Estaba enfadado con todos, por hacerle caer abruptamente en esa realidad, por obligarle a darse cuenta de que Sirius estaba verdaderamente muerto. Era mejor seguir deleitándose en los sueños, era mejor no caer en la terrible realidad, la verdad era cruel e insuperable.
También estaba enfadado con Sirius, una parte de su mente le recriminaba, le odiaba por haber ido a buscarlo, por haberse dejado vencer por Bellatrix, por no regresar del velo, cuando Harry lo llamaba como si su vida dependiera de ello. ¿Por qué Sirius no se había sujetado al arco? ¿Por qué se había dejado morir y no había luchado? ¿Por qué no había regresado si él lo llamaba con desesperación? Le había abandonado, igual que todas las personas a las que quería, todas le dejaban solo. Sentía un terrible vacío al estar corriendo los pasillos sin rumbo fijo, al no poder llenar esa inquietud con algo, sin imaginar, y sin saber, que muy pronto, iba a encontrar un nuevo sentimiento que podría volver a ponerlo en pie, y que la persona que se lo podía proporcionar estaba en esos instantes esperándole, enfrente de la puerta cerrada en la que él estaba.
No quería entrar, no quería ver esos huecos ojos fríos, no quería embargarse con la frialdad que Christine le proporcionaba, pero no tenía más remedio que hacerlo. Enjugándose las tímidas lagrimas que trataban de salir sin éxito de sus ojos, entró por la puerta.
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-¿Qué crees que le ocurre a Harry? -Ron y Hermione estaban estudiando en la Sala común de Gryffindor, una vez habían terminado de cenar. La sala estaba abarrotada de estudiantes, la mayoría de cursos superiores, puesto que los prefectos enviaban a dormir en seguida a los más pequeños. Y eso era lo que acababa de hacer Ginny Weasley, y se había sentado junto a su hermano y mejor amiga, justo a tiempo para escuchar la pregunta que estaba formulando ésta última.
-No lo sé, está muy raro- confesó Ron rascándose la cabeza confusamente.- Pero ya estaba así desde que regresó de Privet Drive, de hecho, lo estuvo desde la muerte de Sirius...- hubo un incómodo silencio, producto de la misma cosa de siempre. Cuando alguien nombraba a Sirius, todos sentían una especie de descarga por el estómago.
-Pero desde que llegamos aquí está más distinto...no peor, sino diferente. -susurró Hermione, tratando de desviar la conversación a un campo menos molesto.
-Quizás es por las pesadillas que tiene.- opinó Ginny.
-¿Pesadillas? -preguntaron Ron y Hermione al unísono.
-¿No lo sabíais?- dijo Ginny indiferentemente, sacando de su mochila los deberes, y ocupando la mesa con sus libros. -Sobre la muerte de Sirius...creo que se siente culpable. -No les contó lo que Harry le había revelado la noche anterior, porque respetaba mucho el silencio del muchacho, y no quería traicionar la confianza que había puesto en ella. Y tampoco lo que Malfoy había dicho sobre ellos.
-¡Pero él no tiene la culpa!- se irritó Ron. -¡Es Quién-tú-sabes el que lo engañó! ¿Cómo íbamos a saber si la visión que le mandó era falsa, después de que la de mi padre resultó ser verdadera?
-Yo se lo advertí... .dijo Hermione con cautela.
-¿Estás tratando de culpar a Harry, Hermione?- gritó Ron furioso. Era la actitud que la chica se esperaba.- ¡Te recuerdo que tratamos de comprobar si era verdad que tenía a Sirius y Kreacher nos engañó!- Hermione se mordió el labio inferior. Ella ya había imaginado que algo así iba a ocurrir y que Voldemort no se quedaría de brazos cruzados, sabiendo que podía establecer un contacto con Harry a través de la cicatriz, pero no dijo nada. En realidad ella misma reconocía que el plan del mago tenebroso había sido realmente brillante y que ella también creyó que Sirius estaba en el Departamento de Misterios cuando Harry les contó lo que Kreacher había dicho. Harry solo había sido una víctima más de Voldemort, y quizás ella, con sus sospechas y su desconfianza había hecho sentir a su amigo mucho más culpable de lo que era, si es que ser engañado por el mejor mago de todos los tiempos te catalogaba como culpable.
-No trataba de decir eso, Ron... -suspiró la muchacha.- Pero Harry dejó de aprender Oclumancia y eso fue un gran error...
-¡Snape dijo que ya no le hacía falta!
-¡Pero él debió pedírselo!- gritó Hermione desesperada. Ron se puso de pie de golpe.
-¡Mira, si estás tratando de decir que Harry tiene la culpa de lo que le ocurrió a Sirius es que estás loca! ¿No te das cuenta de lo que está sufriendo? ¡Sirius era lo único...!
-¡Callaos los dos! -interrumpió Ginny, obligando a su hermano a sentarse.- Creo que discutiendo entre nosotros no lograremos que vuelva a ser el de antes.
-Tienes razón...perdona... -dijo Hermione avergonzada. -Es que me da mucha rabia pensar que podríamos haberlo evitado.
-Las circunstancias en las que ocurrieron los hechos no se pueden cambiar, pero sí podemos aprender de los errores. Ahora más que nunca, Harry nos necesita y tenemos que estar a su lado. Hermione miró a su amiga ceñuda.
-Hablas como si lo entendieras mejor que nadie.
-Es que creo entenderlo. -suspiró Ginny. -Pero es imposible que ninguno podamos saber como se siente porque no hemos pasado por una situación como esta en la vida.
-La verdad...cuando creí que mi padre se iba a morir sentí como todo mi mundo se derrumbaba. -confesó Ron.- Imagino que es así como Harry se siente.
-Mirad, Harry no conoció a sus padres, creció con unos parientes que lo detestaban, ha sufrido una serie de percances muy duros, Voldemort quiere matarlo y ahora encima, la única persona que tenía que se asemejaba a una familia ha muerto.- enumeró Ginny. -No todos habrían soportado algo así.
-Ginny... -susurró Hermione. -¿No será que te ha vuelto a gustar Harry?- Ron casi se cayó del asiento y Ginny se puso colorada como un tomate.
-Yo...no...es sólo que...
-Últimamente habla contigo más que con nadie y os miráis de forma muy extraña.
-¡¿Es eso cierto?! -exclamó Ron atontado. -¿Te gusta Harry, Ginny?
-¡Dejadme en paz!- contestó la chica indignada.- Yo no he dicho tal cosa.
-Pero se ve a leguas -insistió Hermione y Ron, por algún motivo, se puso muy contento.
-¡Eso es excelente, Ginny! ¡Ya era hora de que te fijaras en alguien decente!
-Yo siempre me fijo en gente decente, Ron.- dijo su hermana molesta. -Además, ¿por qué te pones tan contento?
-Porque sé que Harry nunca te haría daño.- dijo Ron con sencillez.-Entonces, contesta, ¿te gusta sí o no?
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La Sala de los Menesteres era, sin lugar a dudas, el sitio más interesante de todo Hogwarts. La mayor parte del tiempo era, únicamente, uno más de los retratos que había en el colegio, pero si rondabas por allí, concentrándote en algo que te hacía mucha falta, la sala te lo proporcionaba.
Harry entró por la puerta después de tocar y se encontró una amplia habitación muy parecida a la que ellos utilizaban para el ED. No había cojines en el suelo ni tampoco detectores de tenebrismo, pero sí estaban las acostumbradas estanterías repletas de libros de defensa y un amplio espacio para practicar.
Christine se encontraba apoyada en una de las paredes alejadas de la puerta. Tenía los ojos cerrados, pero al detectar la presencia del muchacho, los abrió por completo.
Harry se acercó tímidamente hacia donde estaba su profesora. La mujer, volvió a cerrar los ojos y segundos después, una gran mesa de escritorio apareció ante ellos, acompañada de dos sillas. Christine se sentó detrás del escritorio e hizo un gesto a Harry para que tomara asiento también.
Harry seguía teniendo la camiseta mojada de sudor, a consecuencia del duro trabajo de limpiar las mazmorras y de haber llegado corriendo hasta allí. Pero ahora, que el sudor comenzaba a secársele encima, tenía frío. Seguía temblando de arriba a bajo, reacción de la que Christine se percató inmediatamente.
-¿Por qué tan tarde, Potter?- preguntó fríamente.
-El profesor Snape me castigó- se disculpó Harry, aunque no lo sentía en absoluto. Seguía teniendo reciente la discusión con el profesor y sus palabras hirientes, y pese al misterio del encuentro, no podía sacárselo de la cabeza.- le pedí que me cambiara el castigo, pero no quiso. -Por alguna razón, Christine sonrió.
-Te veo un poco alterado, Potter. ¿Ha ocurrido algo? -Harry no contestó, ¿por qué su profesora no iba al grano y se dejaba de preguntitas? -¿Tienes frío?
-Estoy bien, sólo estoy algo cansado.- Christine se levantó de la silla y fue hasta un rincón de la sala, siendo observada minuciosamente por el chico. Se acercó a una bolsa de piel, que estaba apoyada en la pared donde esperaba la profesora antes de que Harry llegara y sacó de ella una capa negra. Se acercó hacia Harry y se la puso por encima.
Él la reconoció al instante, era la capa de Sirius, la que había sacado de su cámara de Gringotts, el día del ataque al callejón Diagon.
-La olvidaste en Grimmauld Place. Pensé que tenía un valor especial para ti.
-Lo tiene.- se limitó a decir Harry, acariciando con ternura la piel de la cálida capa. Sentía que Sirius volvía a estar a su lado.
-Ahora dime, ¿por qué estás en ese estado?
-¿Qué estado?
-Vamos Potter, sé perfectamente que te ocurre algo, puedo verlo en tus ojos.- Christine no se iba a rendir con tanta facilidad, pero Harry era muy tozudo también, y volvió a quedarse callado.
-Veo que no pasaremos mucho tiempo hablando.- susurró la chica. Realmente su voz era congelante y su mirada perforaba los ojos de Harry.- Está bien, a mí tampoco me gusta mucho hablar, así que nos llevaremos bien.
-He estado limpiando la mazmorra con el profesor Snape, por eso estaba empapado de sudor y tenía frío, eso es todo.- confesó Harry con desgana. Tenía la certeza de que su profesora podía leerle la mente, lo cual resultaba inútil mentirle, y tampoco se veía con fuerzas de buscar una excusa barata. La muchacha se quedó un tiempo observándole, tal era su mirada penetrante, que Harry tuvo que apartarla, no soportaba aguantarle el contacto visual.
-Me han comentado que últimamente estás muy cambiado, Potter.- dijo de pronto. Su rostro mostraba una seriedad absoluta y era del estilo de personas como la profesora McGonagall con las cuales más valía no tener problemas.- No comes, te cuesta hacer magia... -Harry levantó la mirada.
-¿Cómo sabe usted eso?
-La profesora McGonagall me lo comentó en la Sala de profesores. -contestó Christine encogiéndose de hombros. Harry hizo una mueca de desagrado, odiaba que la gente supiera cosas de él, que comentaran... -¿Sabes por qué no logras hacer magia correctamente?
-El profesor Lupin me lo dijo.- respondió el chico con desgana. Creía que había ido para aprender Oclumancia y resulta que aquello se asemejaba a una de esas entrevistas con Rita Skeeter.
-No voy a preguntarte el motivo por el cual piensas que la magia es algo inútil Potter, porque considero que hay ciertos aspectos que uno prefiere guardarse para si mismo.- Harry se sintió aliviado.- Pero quiero que sepas una cosa. Yo no sé nada sobre ti ni sobre tu pasado. No soy como las demás personas del mundo mágico que te conocen más que tú mismo. Lo único que conozco de tu vida es que Voldemort asesinó a tus padres y que cuando trató de matarte la maldición rebotó en tu contra, nada más.- Harry se sorprendió al escuchar aquello, y miró a la profesora interesado.- Llevo bastante tiempo alejada del mundo mágico y cuando acepté enseñarte Oclumancia, Dumbledore no quiso contarme nada sobre ti. Consideró que era mejor que nos fuéramos conociendo poco a poco y descubriéndonos. No suelo hablar de mi vida con nadie, Potter, muy pocos me conocen a fondo, pero estoy dispuesta a abrirme hacia ti, siempre y cuando tú te abras hacia mí. Nos iremos conociendo poco a poco, cuando consideres que estás listo para contarme algo, puedes hacerlo y si confías en mí, yo confiaré en ti. Por supuesto, para poder prepararte he de conocer ciertos aspectos de tu vida, comprenderás que el estudiar Oclumancia requiere pequeños sacrificios, me introduciré en tu mente y no siempre podrás evitar que vea cosas de tus recuerdos. Pero voy a respetar tu intimidad, Potter, habrá cosas en las que preguntaré y otras en las que no, si prefieres no responderme lo entenderé, igual que espero que tú entiendas que no podré contestar a todas tus preguntas, por supuesto, no voy a mentirte.
Las palabras de Christine sorprendieron a Harry gratamente. Pese a que no le simpatizaba la muchacha, no podía dejar de apreciar el gesto que había tenido con él y le reconfortaba muchísimo que la chica no supiera nada acerca suyo. Era estupendo poder estar hablando con alguien que no te conocía y que no podía juzgarte por lo que un periódico o un libro de historia dijera sobre ti. Dumbledore se había portado muy bien al tener un gesto tan bonito.
-Me sorprende que no sepa nada sobre mí, profesora. -confesó Harry. Christine solo sonrió.
-Bien, ¿qué tal si empezamos? -propuso levantándose de su asiento y yendo al centro de la sala, donde había mucho espacio. Harry la imitó. -Tengo entendido que has estudiado Oclumancia con el profesor Snape...el curso pasado, ¿es así?
-Correcto- confirmó Harry de mala gana. Habían llegado a la parte que más temía. La profesora se iba a introducir en su mente y vería sus recuerdos.
-Entonces conocerás como es el hechizo que usaré para tratar de entrar en tu mente...y que fuerza necesitarás para repelerme.
-El profesor Snape me explicó que debía rechazarle con la mente o con la varita de la forma que se me ocurriera, que era una fuerza parecida a la que utilicé para deshacerme de la maldición Imperious.
-¿Lograste impedir que la maldición Imperious te dominara? -preguntó Christine sorprendida. Harry asintió.- Me sorprendes, bien, sí, el profesor Snape estaba en lo cierto, son actitudes similares. Veamos que tal lo haces. A la cuenta de tres...uno...dos...tres...¡Legeremens!
Christine había levantado la varita mucho antes de que Harry comenzara a reunir cualquier fuerza de resistencia. La Sala dio vueltas ante sus ojos y desapareció; por su mente pasaban a toda velocidad imágenes y más imágenes, como una película parpadeante, tan intensa que le impedía ver su entorno. Parecía que alguien se hubiera metido abruptamente en su cabeza y que la hubiera golpeado con una ola de luz.
Tenía tres años y estaba contemplando como su tía abrazaba cariñosamente a Dudley, mientras él observaba con celos, nunca le habían abrazado para mostrarle que le querían...tenía ocho años y huía de la pandilla de Dudley que trataba de apresarlo para pegarle...estaba frente a Snape y le escuchaba decir que su padre era un arrogante...cien dementores se acercaban hacia él y hacia Sirius para besarlos...
Y al comprobar el cuerpo inconsciente de su padrino, el corazón se le llenó de emoción. La cabeza le dolía terriblemente y el recuerdo de su padrino en el lago, le hizo ponerse a gritar.
-¡NOOOOO!
Entonces notó una punzada de dolor en la rodilla. La Sala de los menesteres había vuelto a aparecer, y Harry se dio cuenta de que se había caído al suelo y se había golpeado las rodillas con fuerza, eso era lo que le dolía. El pulso era acelerado y su corazón palpitaba a un ritmo trepidante como si de verdad hubiera estado frente a aquellos dementores. Levantó la cabeza y miró a su profesora que había vuelto a bajar la varita. Estaba completamente seguro de que había sido ella la que había detenido el hechizo, puesto que él no había podido emitir resistencia alguna.
-¿Te encuentras bien? -le preguntó ásperamente, y Harry se levantó balanceándose peligrosamente. Por alguna razón, ella parecía más pálida de lo normal.- No has logrado detenerme.
-Lo siento- se disculpó Harry poniéndose una mano en la cabeza, tratando de que el dolor remitiera.
-Creo que no estamos empezando por donde debemos.- repuso Christine fríamente.- No lograremos nada si continúo entrando en tu mente sin unas pautas a seguir.- Harry, que no sabía a qué se refería, la observó. -Tienes demasiado miedo a tus recuerdos, Potter, y mientras no superes ese miedo, no vas a poder aprender Oclumancia.
-Yo no tengo miedo... -Harry apretó los dientes de rabia. Le inquietaban las palabras de su profesora.
-Bien, -dijo ella indiferentemente. -Vas a tener que demostrármelo. Para que logres dominar la Oclumancia , primero debes superar el temor a los recuerdos, creo que son demasiado dolorosos para que puedas afrontarlos cuando yo trato de introducirme en tu mente. -Se acercó a Harry y lo cogió por el brazo, concentrándose.
-¿Qué hace?
-Vamos a viajar por tus recuerdos. Como no lo hemos hecho nunca y no tengo práctica en tu mente, iremos directamente donde tu cerebro nos lleve. No sé donde apareceremos, pero seguramente no será un recuerdo agradable, así que, prepárate.
Y sin que pudiera ofrecer ninguna fuerza de resistencia, comenzaron a ser rodeados por una luz blanca, muy intensa, que los envolvió. Harry no sintió ningún gancho en el ombligo, por lo que estaba seguro que no habían tocado un traslador, pero entonces, aquello no tenía ningún sentido, no se podía desaparecer de Hogwarts.
"Entre el remolino de luz blanca aterrizaron en un precioso comedor, cerca de unos mullidos sofás, de color turquesa. Estaba claro que era una casa, pero pese a ser sus recuerdos, Harry no la reconocía. Estaba muy ordenada y muy bien decorada. De las paredes colgaban marcos, con fotos que se movían y cuando las miró, supo al instante de quién se trataban. Fuese donde fuese que estaban, los ocupantes de los retratos eran sus padres.
-¿Dónde estamos?- preguntó tímidamente. Eran como dos fantasmas en un lugar. Tenían cuerpo, pero Harry estaba seguro que aquel viaje se asemejaba al que se podía realizar con un pensadero y que nadie podría apreciar su presencia.
-No lo sé.- contestó Christine, pero esa no era la sensación que le dio a Harry, porque la profesora estaba más inquieta de lo normal. O tal vez era que buscaba la fuente de aquel recuerdo.- Es tu recuerdo, debe de ser algo que está en tu mente.
Y justo cuando acabó de decir la última frase, un hombre cargado con un par de calabazas gigantes, entró en la habitación, y dejó los vegetales encima de la mesa, para acercarse al cochecito de un bebé.
A Harry se le contrajo el estómago. Era James Potter la persona que acababa de entrar en el comedor y el niño que estaba riéndose a carcajadas de las cosquillas que su padre le hacía, era él mismo, teniendo a penas un año.
No recordaba tener ese recuerdo, ¿cómo era posible que estuvieran dentro de su mente y que él mismo no recordara la imagen? Se acercó con nostalgia a la feliz estampa y alargó la mano como para atraparla, para que jamás se le volviese a olvidar. Christine estaba a su lado, y lo observaba detenidamente, más que nunca, su mirada era fría y distante.
Entonces entró una mujer con el pelo suelto y de unos hermosos ojos verde esmeralda. Se apoyó sobre el marco de la puerta y observó con una sonrisa en el rostro a su marido y a su hijo jugueteando. James cogió al Harry bebé y lo puso en el suelo para que caminara hacia su madre, puesto que se acababa de percatar de la presencia de ésta.
Con mucha dificultad y balanceándose con los brazos abiertos, el bebé llegó hasta su madre que lo esperaba con los brazos extendidos y que lo cogió en un fuerte abrazo para después besarle la frente, donde todavía no había ninguna cicatriz.
-Es increíble lo deprisa que ha aprendido a caminar, ¿verdad? -susurró Lily dándole a su hijo otro beso. El Harry adolescente contempló la escena con envidia, con nostalgia, deseaba ser él el que estuviera en esos momentos en los brazos de su madre, y no el bebé.
-Es un chico muy inteligente.- susurró James al oído de su mujer. -Lo ha heredado de ti. -Y la besó dulcemente en los labios.
Entonces se escuchó un fuerte ruido, que rompió la magia del momento. James se dio la vuelta asombrado y por primera vez, su rostro reflejó cierto temor. Lily apretó a su hijo contra su pecho y soltó un grito de terror. James sacó la varita apresuradamente, mientras escuchaba los pasos acercándose hacia ellos. El Harry adolescente también sufrió un sobresalto y miró en dirección donde se enfocaban los ojos de su padre.
-¡Lily, coge a Harry y vete! ¡Es él! ¡Vete! ¡Corre! Yo lo detendré.
-Pero...
-¡Márchate! -repitió James en un tono que no admitía discusión. Tratando de controlar las lágrimas que aparecían por su rostro, Lily apretó a su hijo contra el pecho, que lloraba ruidosamente y subió corriendo las escaleras, al tiempo que Lord Voldemort entraba en el comedor, con James varita alzada.
Harry se quedó mirando por donde su madre acababa de subir las escaleras, olvidándose de la batalla que se libraba en aquellos momentos en el comedor, había entrado como en un trance. El bebé que Lily cargaba en brazos seguía mirando hacia el comedor cuando la batalla se libraba. En cambio, Christine presenció con mucho pesar como la maldición asesina salía de la varita del mago tenebroso y como James Potter caía al suelo, sin vida.
En el momento en que el cuerpo de su padre cayó al suelo, Harry se dio la vuelta y observó la cara asustada, con los ojos abiertos de James y como la varita resbalaba de su mano, hacia el suelo.
-¡¡¡¡¡NOOOO!!!!- gritó con todas sus fuerzas y corrió hacia el cuerpo sin vida del hombre. Trató de tocarlo, pero su mano simplemente lo atravesó. Sentía como si toda la felicidad del mundo se consumiera, la rabia, la ira y la tristeza invadieron su corazón, ahogándolo en su sufrimiento. Había escuchado los gritos de sus padres antes de morir, pero jamás había tenido una visión de su muerte tan claramente como lo hacía ahora.
Al tiempo que James Potter caía muerto, el bebé dejaba de tener contacto visual con el comedor, puesto que su madre había girado la esquina y se había ocultado en la primera habitación que se le había ocurrido, la habitación de su hijo.
-Potter,- Christine le apoyó una mano en el hombro, obligándolo a levantarse del suelo.- No podemos permanecer aquí, tenemos que seguirle, esto no está en tu recuerdo.
-¡Sácame de aquí! -suplicó Harry, era consciente de que sus ojos se estaban empañando. -¡Quiero regresar, no quiero ver esto!
-No.- negó con frialdad la mujer. -Tienes que ser fuerte y afrontarlo.
Harry sintió una oleada de rabia hacia ella, ¿es qué no había ni una mota de compasión en su ser? Soltando un grito de frustración se encaminó escaleras arriba, para seguir a Lord Voldemort, que ya había penetrado en la habitación donde estaban Lily y su bebé. Su madre depositó al niño en la cuna y extendió los brazos para protegerlo con su cuerpo.
-A Harry no. A Harry no. A Harry no, por favor...
-Apártate, estúpida...apártate...
-A Harry no. Te lo ruego, no. Cógeme a mí. Mátame a mí en su lugar...
-A un lado...hazte a un lado, muchacha...
-¡A Harry no! ¡A Harry no! Por favor...haré cualquier cosa...
Voldemort soltó una expresión vehemente y levantó la varita, y entonces Harry se puso entre su madre y el encantamiento, gritando:
-¡Noooo! ¡Basta, por favor, no lo hagas! ¡Nooo! ¡No lo hagas! -la garganta se le desgarraba.
-¡Harry!- Christine lo había seguido hasta la habitación y lo llamó, en el mismo momento en que Voldemort lanzó la maldición. Harry vio el rayo de luz verde saliendo de la punta de su enemigo, que le atravesó el cuerpo y un segundo después, Lily Potter se desplomó en el suelo, muerta. Harry se quedó de pie, con los brazos extendidos y respirando agitadamente, viendo los ojos rojos de Voldemort, mirando despectivamente el ahora cadáver de su madre. Esa imagen, se le quedó grabada para siempre.
Christine tenía los ojos en órbita y también respiraba agitadamente. El bebé de la cuna ya no lloraba, contemplaba el cuerpo inerte de su madre, extendiendo la mano, para tratar de cogerla.
Harry se dejó caer al suelo y luego elevó la vista hacia donde Voldemort se dirigía, hacia su yo bebé. Miró hacia la mujer que yacía muerta en el suelo y comenzó a reírse a carcajadas, una risa estridente, fría, una risa que él había escuchado en sus sueños.
-Ahora ya no tienes a nadie que te proteja.- siseó dirigiéndose al bebé.
Con una mueca de desagrado, el mago levantó la varita y pronunció la maldición asesina. Todo ocurrió muy rápido. Un rayo de luz verde golpeó al pequeño en la cabeza y lo empujó hacia atrás, dejándole un corte singular en la frente. El bebé se puso a llorar, al tiempo que maldición era desviada contra Voldemort, el cual chilló de dolor. Hubo una explosión y la casa comenzó a temblar, más Harry no se levantó del suelo. El cuerpo de Voldemort se desgarró y desapareció entre el humo y un vago espíritu se deslizó por el aire y desapareció mientras la casa quedaba en ruinas. Curiosamente, la cuna del niño y la parte que lo rodeaba quedó intacta, pero el pequeño no dejó de llorar.
Cuando la casa dejó de temblar, Christine se acercó a Harry y lo agarró de un brazo.
-Vamos, Potter, aquí ya no hay nada más que ver.
Harry levantó la mirada hacia la cuna donde el pequeño seguía llorando y llorando y luego dirigió un último vistazo al cuerpo sin vida de su madre. Quiso acariciarla, pero Christine le sujetó fuertemente del brazo y se lo impidió.
-No puedes hacer nada, Harry, nada... -Harry sintió un vuelco en el corazón. ¿Por qué no podía llegar hasta su madre? ¿Por qué esas palabras se le hacían tan conocidas? Ni Lupin ni Christine le dejaban acercarse a verificar la muerte de dos de los seres más queridos para él. ¿Por qué todo el mundo lo apartaba?
Entre los gritos del bebé y un remolino de luz blanca, Harry se dejó arrastrar por Christine y segundos después, con un golpe seco, aterrizaron de nuevo en la Sala de los Menesteres"
Harry se quedó sentado en el suelo, mirando al vacío con los ojos enrojecidos. Christine, que había caído de pie, caminó hacia su escritorio, sacó una vasija de piedra, muy parecida al pensadero que Dumbledore tenía, se colocó la varita en la sien y extrajo una hebra plateada de ella, para finalmente introducirla en el pensadero.
Harry no hizo ningún gesto que indicara que tenía fuerzas para levantarse. Lo que acababa de presenciar era lo más triste y duro que jamás le hubiesen mostrado. No quería pensar, no quería recordar, volvía a tener ese vacío por dentro que le impedía comportarse como él mismo. No lograba extraer de su mente los llantos del bebé, los gritos de desesperación de su madre y tampoco encontraba el motivo por el que su profesora lo había llevado a vivir esa horrible experiencia, cuando él le había suplicado que lo trajera de vuelta.
Chistine se acercó hacia donde estaba y tiró de él para ponerlo de pie, y luego lo sentó en la silla. Harry se dejó arrastrar, sentía que no era capaz de moverse por si mismo sin sentirse sucio y contaminado. Simplemente, hubiera deseado de todas todas interponerse entre el rayo de luz verde y su madre, apartarla a ella del camino y que la maldición hubiera alcanzado al bebé. No sentía compasión por el pequeño, porque en realidad era él mismo, y como semanas antes le había confesado a Lupin en la cocina de Grimmauld Place, ojalá hubiese sido él el que hubiera muerto en aquella explosión y ahora podría estar con sus seres queridos.
-¿Por qué me ha hecho esto?- preguntó con voz queda. Seguía sin poder mirar a su profesora a los ojos, y ahora más que nunca. Christine suspiró y también se sentó.
-No he sido yo la que te ha llevado a ese recuerdo, sino tu mente.
-¡Eso no es verdad!- gritó Harry. Ahora que había sido capaz de hablar, un nuevo sentimiento estaba creciendo dentro de él: la ira. -¡Yo no recuerdo eso! ¡Yo no tengo ningún recuerdo de mis padres, no los recuerdo!- Christine cerró los ojos como si esas palabras le estuvieran haciendo daño, pero cuando los volvió a abrir, su rostro era de total frialdad.- ¡No recuerdo nada de esa noche salvo una risa estridente y un rayo de luz verde dirigiéndose a mí, nada más! ¿Cómo puedo haber sido yo quién nos llevara allí si eso no está en mi recuerdo?
-Pero está dentro de ti.- dijo Christine con mucha serenidad.- Nuestro cerebro no puede recordar todas las cosas que hemos vivido, pero eso no significa que no sigan ahí. Nuestra mente es muy amplia Potter, y cada uno de los momentos de tu vida están plasmados en ella.
-¿Significa eso que podríamos haber viajado a cualquier época de mi vida? ¿Incluso al primer día después de mi nacimiento?
-Exactamente.- confirmó Christine.
-¿Y por qué a ese recuerdo? -se desesperó Harry.- ¿Por qué no a uno que fuera feliz u otro cualquiera, por qué a ese?- Christine pareció meditar mucho la respuesta antes de contestar. Harry se dio cuenta de que la chica debía haber viajado a través de la mente de las personas en muchas ocasiones, porque tenía unos conocimientos muy altos sobre la materia. Empezaba a entender porqué Dumbledor la había designado a ella.
-Porque son recuerdos que temes, Potter. Son los que en estos momentos, están más presentes en tu vida.
-Usted dijo que podía elegir el recuerdo al cuál viajar...- le reprochó Harry.
-Y puedo.- respondió su profesora.- Pero en tu mente todavía no. Era la primera intrusión a ella y no tenía experiencia. Necesito conocer más de tu vida para explorarla.
-¿Podrá moverse por ella libremente aunque no conozca mi pasado?- cuestionó el chico arqueando una ceja.
-Podré...tengo la capacidad de seleccionar recuerdos tristes o alegres mientras estoy dentro de la mente de una persona. -explicó la mujer seriamente.- Una vez dentro, todos tus conocimientos, tus recuerdos, tus miedos...todo está a mi alcance. Yo podría con algo más de práctica mostrarte momentos con tus padres, por ejemplo, que ya no recuerdes, aunque yo no sepa que existen.
-¿Cómo puede hacer eso?- preguntó Harry con furia. -¿Cómo tiene ese poder? Es algo muy peligroso...podría destruir la mente de una persona desde dentro...- Christine sonrió amargamente.
-Es demasiado pronto para que me hagas esa pregunta. No puedo contestarla todavía...pero te aseguro que mi poder no llega tan lejos como para poder destruir tu mente o la de cualquier otro. Si tuviera esa fuerza...la hubiera utilizado para arreglar muchas cosas de mi vida... -susurró. Parecía estar sumida en sus propios pensamientos, sin embargo, haciendo gala de esa frialdad que la caracterizaba, no dejó entrever ningún signo de debilidad.
Se quedaron callados durante un rato. Harry no podía asimilar lo que acababa de ver, no quería...podía sentir como se alimentaba un odio en su interior, hacia Voldemort, hacia Christine, seguía sin entender los motivos que había tenido su profesora para atormentarlo, no comprendía de que iba a servir aquello para aprender Oclumancia.
-Potter -la mujer lo llamó y lo sacó abruptamente de sus cavilaciones. -Creo verdaderamente que tenemos un gran problema.
-¿A qué se refiere? -inquirió el chico con la voz muy tensa.
-No puedo enseñarte Oclumancia, no al menos de esta forma. No serviría de nada.
-Si no aprendo a cerrar mi mente...Voldemort penetrará en mi con mucha facilidad.- Le recordó Harry. No entendía cual era el problema, en realidad, no entendía nada que rodeara a Christine y comenzaba a cansarse.
-Lo sé. Pero estás demasiado atormentado como para que logres dominar esta rama de la magia que es tan dificultosa. -explicó la mujer.- Tienes miedo de tus propios recuerdos y estoy segura de que tienes motivos para ello, no voy a cuestionártelo pero es una actitud muy cobarde por tu parte no afrontarlo.
-¡Usted no sabe nada de mí!- gritó Harry fuera de sí. Le dolía mucho la cabeza y sentía un zumbido en sus oídos al escuchar hablar a su profesora.- ¡No me conoce, no tiene ni idea...!
-No me hace falta -repuso Christine.- Puedo verlo en tus ojos. Están vacíos. Sé que no es fácil asimilar las cosas que nos ocurren, yo tardé mucho en entenderlo, pero al final lo logré. Si puedo estar de pie frente aquí, si puedo estar viva, es porque logré romper los fantasmas que me rondaban, y si tú no lo haces, no podrás salvar tu vida.
-¿Cómo sabe que mi vida peligra?- gritó Harry cerrando los puños.
-Porque se te olvida que soy miembro de la Orden del Fénix y porque Dumbledore me contó lo que dice esa profecía sobre ti...
A Harry se le vino el mundo encima y palideció de golpe. ¿Qué era lo que pretendía Dumbledore al revelarle la profecía a todo el mundo? Ya había logrado que Voldemort se enterara y ahora esto.
-Mi vida ya no tiene importancia.
-¿A no?- sonrió irónicamente Christine. -Vaya, así que Harry Potter, por el que sus padres murieron y por el que la Orden del Fénix arriesga su vida, no quiere seguir viviendo...
-¡Yo no he dicho eso!- bramó Harry. Estaba cada vez más enfadado y eso siempre significaba problemas. No soportaba los ojos de esa mujer.- ¡Pero no quiero estar aquí, ya no me importa nada, ya no...!
-¿Y tus amigos? ¿te importan tus amigos, Potter? -preguntó Christine muy seria. A diferencia de la de Harry, su voz era pausada y llena de calma.- Porque ellos estaban muy preocupados por ti mientras tú estabas en casa de tus tíos... y tú piensas que sus vidas están en peligro, ¿no es así?
-¿Cómo...cómo sabe usted eso? -Había algo de misterioso en las cosas que Christine decía. No era Dumbledore el que se lo había contado, ella sabía más que ninguno de los demás. ¿Por qué?
-Tengo mucho poder.- confesó Christine.- y estoy dispuesta a compartirlo contigo. ¿Quieres salvar las vidas de tus amigos? Bien, porque yo puedo ayudarte. Y no sólo a eso. Puedo darte más de lo que tú imaginas.
-¿El qué?
-Venganza. -siseó Christine con voz misteriosa. -Puedo ayudarte a vengarte del asesino de tus padres, puedo ofrecerte mi ayuda para que dejes de escuchar sus gritos en sueños, para que vivas...
-¿Por qué?- preguntó Harry extrañado. Christine se acercó un poco más a él hasta que sus miradas se conectaron.- ¿Por qué quiere ayudarme?
-No puedo responder a eso, por ahora...- Christine se alejó un poco.- Pero te aseguro que tengo unos motivos poderosos. Si quieres vivir yo puedo ayudarte, si quieres venganza te la puedo ofrecer y si quieres salvar a tus amigos, puedo brindarte la manera de que lo hagas, pero... -hizo una pausa y volvió a mirar a Harry intensamente., Sus ojos brillaban más de lo normal.- Eso requiere ciertos sacrificios..., sacrificios que en estos momentos tú no puedes realizar...vas a sufrir mucho más, Potter, vas a tener que confiar en mí y contarme las cosas que más te atormentan del fondo de tu corazón, vas a tener que cerrar todo vínculo de unión con cualquiera que no sea yo...y todo esto Potter, todo esto, tendrá que hacerse sin que Dumbledore se entere.
-¿Por qué?- se extrañó Harry. -Creí que Dumbledore y usted...creí que se lo contaba todo...
-Y lo hago. -asintió Christine.- Dumbledore es la única persona que me conoce del todo, la que sabe más de mi pasado, presente y futuro...la que me ayudó.- hizo una negativa con la cabeza para apartar los pensamientos que le rondaban.- Pero es necesario que tu cambio se mantenga al margen suyo, algún día sabrás porqué, no ahora, es demasiado pronto, pero si aceptas, con el tiempo, todas tus preguntas se verán resueltas.
Harry cerró los ojos recapacitando. ¿Por qué habría de confiar en Christine? ¿por qué Dumbledore no se podía enterar de todo aquello? ¿qué sabía y ocultaba ella que tenía tanto con ver con los acontecimientos venideros?
Había algo que estaba rondando por su cabeza, algo que había escuchado meses atrás de la boca de Phineas Nigellus, algo que le hizo cambiar su decisión.
"¡Mira, por eso precisamente odiaba ser profesor! Los jóvenes están convencidos de que tienen razón sobre todas las cosas. ¿No se te ha ocurrido pensar, miserable engreído, que podría haber un excelente motivo por el que el director de Hogwarts no te confía los detalles de sus planes? ¿Nunca te has parado a pensar, mientras te sentías tan injustamente tratado, que obedecer las órdenes de Dumbledore todavía no te ha causado ningún daño? No. Claro que no; como todos los jóvenes, estás convencido de que eres el único que siente y piensa, el único que reconoce el peligro, el único lo bastante inteligente para darse cuenta de qué es lo que planea el Señor Tenebroso..."
Y entonces, sus palabras sonaron más fuertes y más claras, y sintió como el mundo se le caía a los pies. Hasta entonces, había sido cierto, nunca le había causado daño obedecer las órdenes de Dumbledore...hasta ahora. Pero sí había habido un fallo en el director, uno demasiado grande como para que Harry lo ignorara o lo perdonara.
"Yo tengo la culpa de que Sirius haya muerto. Sirius era un hombre valiente, inteligente y enérgico, y los hombres como él no suelen contentarse con quedarse sentados en su casa, escondidos, cuando creen que otros corren peligro. Sin embargo, no debiste creer ni por un instante que era necesario que acudieras al Departamento de Misterios esta noche. Si yo hubiera sido sincero contigo, Harry, que es lo que debería haber hecho, habrías sabido hace mucho tiempo que Voldemort intentaría engañarte e incitarte a ir al Departamento de Misterios; de ese modo no habrías caído en su trampa ni habrías ido allí esta noche. Y Sirius no habría tenido que ir a buscarte. De eso, soy el único culpable..."
Sí, obedecer las órdenes de Dumbledore le había causado un daño, un daño irreparable. Quizás, si Christine tenía un buen motivo para no informar al director, era tan respetable como los que Harry había tenido el curso pasado. Y sin embargo, sentía un enorme vacío al ocultar al director cualquier pequeña información.
-Por otro lado, -explicó Christine, que se había mantenido todo el rato observándole.- Tengo otra propuesta que hacerte.- Harry levantó la cabeza.- Puedo ver en tu corazón un sufrimiento mucho más grande que cualquiera al que te hayas enfrentado hasta la fecha y el cambio que te pido es demasiado drástico, demasiado duro y demasiado difícil como para que tú lo afrontes. Por eso voy a ofrecerte la oportunidad de abandonar el mundo mágico, sin poner en peligro a nadie.
-¿Qué? -preguntó Harry anonadado. No era una broma, el rostro de Christine parecía muy serio.
-Lo que oyes. Tengo el poder de enviarte fuera de este peligro, sin que tu desaparición ocasione una gran tragedia.- explicó.- Puedo borrar de tu memoria y de las que te conocen todo signo de que hayas existido. Te puedo otorgar una vida, una vida diferente, no sé si serás de nuevo mago o muggle, no sé en que familia te tocará vivir y no sé si sufrirás o no, pero los fantasmas de tus recuerdos desaparecerán. Tendrás un pasado en esa vida, unos padres, una familia. Una vida fuera del peligro, ya no existirán más profecías, ni más Harry Potter, nadie sufrirá tu pérdida porque no te recordarán, y tú no los echarás de menos porque no los recordarás.
-¿Puedes darme una vida? ¿Puedes borrar mi dolor?
-He de reconocer que tendría que gastar todo mi poder.- susurró Christine con una sonrisa amarga en la boca.- Será peligroso y quedaré herida, pero podré hacerlo. Sé que no quieres seguir en el mundo mágico, porque Lupin me lo contó, y yo puedo ofrecerte esa vida que tanto has ansiado. No te pido que me respondas ahora, baraja las dos opciones, piénsalo y el lunes por la noche, a la misma hora, me respondes.- Hizo un gesto con la mano y la puerta de la sala se abrió. Harry cogió la mochila sin pronunciar palabra, y se encaminó hacia la salida.- Potter, -lo llamó la chica.- No puedo enseñarte Oclumancia sino me ofreces un cambio. O tu sufrimiento o tu aislamiento del mundo mágico, yo ya no puedo hacer más. Debes elegir, pero lo que elijas, cambiará el destino de las cosas.
-Usted no me conoce -dijo Harry con frialdad dándole la espalda. -Yo no quiero volver a ver la muerte de mis padres...no puedo...
-Ya he notado que no te caigo muy bien, Potter, pero créeme, puedo ayudarte. Elijas lo que elijas, y sufras o no, te aseguro que es por tu bien.
Harry salió corriendo de la sala para no seguir escuchando las atormentadoras palabras de su profesora. La detestaba, la odiaba, no concebía como podía tener tan poca misericordia, como podía ser tan fría. Retumbándole en los oídos, los gritos de sus padres antes de morir, subió hasta la Torre de Gryffindor. Las lágrimas, contenidas hasta el momento, resbalaban ahora por sus mejillas, sin que él les pusiera oposición. ¿Por qué tenía que elegir? ¿Por qué tenía que dar clases con esa mujer? ¿Por qué tanto secreto y tanto misterio? ¿Qué era lo que ella sabía que pretendía mantener a Dumbledore al margen? Todavía, con ese sufrimiento en su pecho y esas ganas tremendas de pérdida de su persona, subió hasta su habitación, donde sus compañeros dormían plácidamente y cogió el espejo de doble sentido. Era la hora de hablar con Remus Lupin.
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N/A: Olassss. Bueno, me he pasado casi toda la noche en vela escribiendo así q espero vuestros reviews con ansiedad porq estoy tremendamente cansada...jejje.
Entre el trabajo y todo no me queda mucho tiempo para escribir, por eso aprovecho muchas noches. Espero q os haya gustado. Besos!!!!!!
