Olasssss, habría querido actualizar antes, pero la página parecía tener algún q otro problemilla. Bueno, en primer lugar agradecer vuestros reviews y mis mejores deseos para q os guste este capi. Besos!!!!!!!

Yo misma: Olassss, me alegra muchísimo que te haya gustado. No te preocupes q muy pronto sabrás muchas más cosas!!!! Besos!!!!!

asdghj: Hello!!!!! Tratáré de actualizar siempre muy rápido. Chaooo!!!

Gran Patronus: Olassss, tus palabras me halagan, de verdad, eres demasiado amable conmigo, no sé si merezco tanto, jeje. Me alegra mucho q te guste la historia, porq he trabajado mucho para ir metiendo las pistas poco a poco. Espero q me sigas dejando tu opinón, un besazo!!!!!!

Lamia-Somniorum: Olassss, jejej, sí, el pobre Snape está traumado, pero lo q le queda por hacer sufrir a Harry...uffff, ni te lo imaginas, jejejej. Pero ahí está Lupin para pararle los pies, ¿q se ha creído el pelo grasiento? jejej. ¡Qué gran razón tienes sobre Harry! ¡En este capi va mucho de víctima! Pero ya verás cuando lo leas como al final asume responsabilidades y a partir de ahora se va a ver a un Harry más maduro y mucho más sacrificado. Y en cuanto a Christine tienes razón!!!! Ella no es tan mala, eso sí, muy en el fondo, jeje, pero ya verás como su pasado pesa demasiado...aisssh, evix cierra la boca q hablarás de más. jej. Bueno espero q te siga gustando y muchas gracias por tu review, besos!!!!!!

CAPÍTULO 12: LA DECISIÓN.

Con mucha cautela para no despertar a sus compañeros, Harry encontró lo que buscaba: el espejo de doble sentido que le había regalado Sirius. Salió de puntillas de la habitación, y bajó las escaleras hasta la Sala común. No había nadie, era lo suficientemente tarde como para que todos los alumnos estuvieran en la cama.

Con cierto nerviosismo, Harry miró a ambos lados, antes de sentarse enfrente del fuego, que todavía seguía prendido. Asegurándose de no escuchar ningún sonido proveniente de las escaleras, se aclaró la garganta y dijo alto y claro:

-Remus Lupin.

Al principio no ocurrió nada. Salvo que el espejo se empañó de vaho, pero al cabo de unos instantes, una luz reveladora comenzó a brotar del interior del cristal, para dar lugar al rostro del profesor.

Se notaba que todavía estaba despierto, porque se le veían los pliegues de la túnica sobresalir por el cuello, y sus ojos estaban muy abiertos.

-¡Harry!- dijo alarmado.- ¿Ocurre algo?

-No...bueno es que...quería hablar con usted.- Lupin lo miró ceñudo, pero esperó. Con toda la amargura del mundo y sintiéndose avergonzado, Harry le narró todo lo que había ocurrido con Snape y también que no quería seguir yendo a las clases de Christine. Se sintió especialmente incómodo al contarle como la profesora lo había llevado al recuerdo de la muerte de sus padres, y como él había presenciado la llegada de Voldemort. No le dijo nada del ultimátum que la chica le había dado ni tampoco lo que había dicho acerca de Dumbledore, porque creyó que la información que le había dado era más que suficiente y porque Christine le había pedido que no comentara nada.

No hizo falta que le explicara como se sentía, porque con la narración de los hechos, Lupin comprendió más que de sobre la opresión que debía sentir Harry en aquellos momentos, y porque su rostro, a medida que escuchaba las palabras del muchacho, se fue quedando más y más pálido.

-¡Por favor sáqueme de aquí!- le rogó Harry al final del relato. Tenía los ojos más enrojecidos que nunca y sentía mucha vergüenza de ver como alguna lágrima que otra se le escapaba de los ojos, pero no le importaba. Necesita salir de Hogwarts, desaparecer, estar en cualquier otro lugar donde Snape y Christine no pudieran atormentarlo, donde no lo taladraran con su mirada inquisitiva.- ¡No quiero estar aquí, no puedo! ¡No logro hacer magia con normalidad y no quiero ir a esas clases de Oclumancia, y tampoco quiero ver a Snape! ¡Por favor!- Lupin miró apenado a Harry, su rostro se tensó y su voz se quebró al hablar.

-No puedo....Harry, de verdad. Te aseguro que me gustaría librarte de este sufrimiento...pero no puedo. Tienes que estar en Hogwarts, tienes que ser fuerte... -Harry lo miró sin poderse creer lo que oía.

-¡No quiero ser fuerte, quiero salir de aquí!- gritó con amargura.- ¡Los odio, los odio a los dos, a Snape y a Christine y no quiero encontrármelos!- las lágrimas le resbalaban más que nunca por el rostro y trató de enjugárselas sin éxito. Lupin suspiró y cerró los ojos, tratando de encontrar un argumento para convencer al chico.

-Entiende, Harry, tienes que acabar el colegio...tienes que reaccionar...si te sacara de Hogwarts ahora, Voldemort te encontraría...te prometo que voy a hablar con Snape, y también lo haré con Dumbledore y con Christine, pero debes prometerme que...

-Sirius no lo hubiera permitido.- susurró Harry seriamente. Y Lupin sintió una punzada de dolor en el pecho.- Sirius hubiera comprendido...ojalá estuviera aquí...ojalá... -pero no pudo acabar la frase porque su voz terminó de quebrarse.

-Harry...

-¡No! ¡Le odio profesor Lupin, le odio! -apretó los puños con violencia.- ¡Os odio a todos!- y entonces rompió la comunicación lanzando el espejo contra el sillón. Le hubiera gustado que se hubiera roto, escuchar el sonido del cristal quebrado, pero a la vez, temió por él. Era lo último que Sirius le había dado. Tapándose un poco más con la capa de su padrino, se acurrucó en una esquina del sofá y pasados unos segundos, se quedó profundamente dormido.

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Era una noche algo más fría de lo que habían sido las anteriores. Estaba por finalizar el verano, y cada vez más, el viento soplaba con mayor intensidad y calaba hasta los huesos a todo aquel que permanecía despierto. La luna estaba muy alta en el cielo, no era llena, pero aún así, era lo que con mayor intensidad, iluminaba el despacho del director.

Allí era donde se encontraba Albus Dumbledore en aquellos momentos, acompañado por uno de sus profesores: Snape. Éste último iba a tener que marcharse en breve, para seguir con su "trabajo" fuera del colegio.

Estaban los dos bastante callados, no es que hablaran habitualmente de mucho, pero ambos tenían cosas preocupantes en las que pensar y el silencio se adueñaba de la habitación.

Se escuchó un sonido proveniente de la chimenea. Ambos miraron en su dirección, a tiempo de ver como un hombre de mediana edad, con el pelo entrecano y los ojos castaños, se sacudía el hollín de su túnica raída.

-¿Remus...qué...? -el director miró fijamente al recién llegado. No comprendía que hacía allí cuando debería estar de guardia, en el cuartel de la Orden del Fénix.

Sin ofrecer explicación alguna de su intrusión, Lupin avanzó por el despacho hasta que estuvo cara a cara con el profesor de Pociones, ambos se miraron inquisitivamente durante unos instantes y después Lupin apoyó ambas manos con furia sobre el escritorio y preguntó con el rostro muy serio.

-¿Por qué? ¿Por qué le dijiste a Harry que había sido el responsable de la muerte de Sirius? -Snape enseñó los dientes con odio a Lupin y Dumbledore esperó su reacción. Comenzaba a entender lo que había ocurrido.- ¿Por qué?- repitió Lupin.

-No tienes nada que reclamarme.- bramó Snape con una voz peligrosa. Y se levantó. Era bastante más bajito que Lupin, lo cual el cambio no supuso mucha diferencia.

-¡Severus...!- Lupin iba a gritar, pero trató de contenerse y guardar la calma. Se estaba consumiendo por dentro, todavía le dolían las palabras que acababa de decirle el muchacho.- Sabes perfectamente que Harry no tiene la culpa de que Sirius haya muerto.

-¡No te acerques a mí, Lupin!- amenazó Snape sacando de su túnica la varita. Dumbledore se puso en pie, pero no intervino. -¡Me es indiferente lo que Potter...!

-¡Estúpido!- gritó Lupin, los ojos le brillaban de furia.- ¿No te das cuenta de lo que has hecho? ¡Has estado a punto de hacer que Harry abandone el colegio y eso lo llevaría directamente a la muerte! -levantó la mano en señal de amenaza.,- Te lo advierto, una sola palabra, una más acerca de Sirius o de James y te vas a arrepentir, Severus.

-¿De veras?- se burló Snape.- Así que el bueno de Lupin por fin saca su parte fiera. Cuidado...no sea que el licántropo que llevas dentro se apodere de tu personalidad.

Lupin entornó los ojos y éstos brillaron intensamente. Si no hubiera sido un hombre tan tranquilo seguramente hubiese arremetido contra Snape.

-Imbécil... -susurró. -¿Vale la pena hacer sufrir a un niño por una pelea de colegiales? Sirius y James ya están muertos, ya han pagado con creces sus errores, deja que Harry viva en paz...no lo atormentes, no te acerques a él, no empañes el recuerdo de su familia con tus rencores...apártate de su camino, ya está sufriendo bastante...- pero el rostro de Snape era de total crueldad, no había ni un atisbo de compasión en su mirada, miraba con un odio intenso al hombre que tenía enfrente, como si quisiera cogerlo por el cuello y estrangularlo.

-Potter es tan arrogante como su padre...así que, él solo se busca los problemas, no me hace falta meter a James en esto...

-Él no merece tu rencor...

-¡Me es indiferente! ¡Ese crío idiota trató de culparme de la muerte de Black, cuando yo le salvé su pellejo!- bramó Snape, cada vez levantaba más su varita.

-¡Dejaste de enseñarle Oclumancia!

-¡A Black lo mató su arrogancia! -escupió Snape desencajado.- Se merecía lo que le ocurrió, igual que a Potter...

-¡Sirius era una buena persona! No te atrevas empañar su memoria o la de James en mi presencia, ¿has entendido?

-¿O qué?

-¡O la próxima vez seré yo el que acabe el trabajo que Voldemort dejó a medias cuando trató de averiguar si tú eras el traidor!- informó Lupin, también él había sacado su varita.

-¿Vas a matarme, Lupin? -preguntó Snape irónicamente. -¿Por qué no lo intentas?

-¿Me estás retando? -gritó Lupin. Su rostro y el de Snape estaban apenas a un palmo de distancia. -¡No juegues conmigo, Snape!

-¡Esto no es un juego, licántropo! ¡Te aseguro que si de mi dependiera ya estarías muerto de la mano de los dementores! -Lupin levantó la varita, en el momento en el que Dumbledore levantó la mano para tratar de detenerlos, pero fue Christine, que se apareció en medio de los dos, la que sostuvo el brazo del profesor.

-¡Basta, basta los dos!- gritó Dumbledore.- Os estáis comportando como adolescentes.

-¡Estás advertido Snape!- dijo Lupin deshaciéndose de la mano con la que Christine lo había sujetado.- Una sola vez que te acerques a Harry y le hagas daño y te mataré.- Snape hizo una mueca de odio y se dio la vuelta, para salir del despacho dando un portazo.

Una vez se fue, Christine soltó a Lupin y éste dio un largo y pronunciado suspiro para pasarse la mano por la cara.

-¿Qué es lo que ha ocurrido aquí? -preguntó la mujer acercándose hacia Dumbledore, que también parecía aliviado.

-Sólo una charla entre viejos compañeros de colegio- comentó Lupin sarcásticamente.

-Lamento lo que ha ocurrido, Remus.- dijo Dumbledore.

-No, la culpa es mía. Estoy...estoy muy alterado últimamente...no sé lo que me pasa. No debí perder los estribos de ese modo...lo siento.

-Hablaré con él, te lo aseguro.- le tranquilizó el director.- No imaginaba que Harry y él tendrían una discusión de tal intensidad cuando le pedí que lo aceptara en sus clases.

-Harry me llamó por el espejo de doble sentido- explicó Lupin dejándose caer en la silla.- Estaba realmente desesperado.

-La culpa también en mía.- confesó Christine fríamente.- Tuvo una experiencia desagradable en la primera clase de Oclumancia.

-Lo sé, me lo ha contado. También vine a hablar contigo. No debiste permitir que viera la noche en la que murieron Lily y James.

-¿Eso ocurrió?- inquirió el director acariciándose su larga barba plateada. Christine suspiró y se apoyó en el respaldo de la silla.

-Te lo advertí, Dumbledore. Te advertí que iba a ser demasiado duro para él.

-Yo creo que lo ha puesto más nervioso la clase con Snape.- opinó el director restándole importancia a lo que acababa de decir su profesora.- Es la muerte de Sirius Black lo que lo atormenta...

-Lo siento.- repuso la chica bruscamente.- pero es mi método de enseñar. Si no aprende a superar sus temores, no podré enseñarle Oclumancia.

-Iré a verle.- dijo Lupin levantándose.- Trataré de tranquilizarlo, no te prometo nada, Dumbledore.

-Me basta con que duerma tranquilo esta noche...quizás...- se acercó hacia uno de los armarios y sacó un frasco con un líquido incoloro.- que se tome esto, es una poción para dormir sin soñar. Le hará bien.- Lupin la cogió y tras emitir otro largo suspiró, se encaminó hacia la torre de Gryffindor.

Caminó en silencio por los pasillos, rememorando sus años estudiantiles y su corta etapa como profesor. Jamás se había alterado tanto con alguien como lo acababa de hacer con Snape. O quizás sí, con Umbridge, cuando se enteró de su ley contra los licántropos, pero sólo Sirius lo había visto despotricar en su contra, y ahora Sirius estaba muerto.

Estaba pensando lo que le diría a Harry cuando llegó frente al retrato de la Dama Gorda, cuando se dio cuenta de que no sabía la contraseña. Se quedó parado sin saber que hacer, conocía de sobras el retrato como para saber que no le dejaría pasar sin una respuesta.

Ya estaba dándose la vuelta para dirigirse de nuevo al despacho del director a preguntarle, cuando la luz de un resplandor lo iluminó, y Christine se apareció ante él.

-Odio cuando haces eso.- sonrió Lupin.

-Ya deberías haberte acostumbrado.- y por primera vez, algo parecido a una sonrisa sincera apareció en el rostro de Christine. -Vine a decirte la contraseña.- se acercó al retrato y susurró: "Esperanza".

La Dama Gorda hizo una leve inclinación y se hizo a un lado.

-Me sorprendes.- fue lo único que acertó a decir Lupin mientras seguía a la profesora dentro de la sala común.

Inspeccionaron de un lado a otro por si había gente, pero eran conscientes de lo tarde que era, y a pesar de ello, el fuego seguía encendido. Cuando Lupin se acercó para apagarlo con su varita, se encontró con Harry dormido en el sofá y con el espejo de doble sentido tirado en suelo.

Se agachó con mucha cautela para no despertar al muchacho y lo recogió. Recordaba muy bien ese espejo, James lo había comprado en Hogsmade y él y Sirius siempre lo utilizaban para comunicarse durante los castigos. Una sonrisa se asomó por el rostro del hombre.

Se sentó despacio en el sofá, al lado de Harry y lo observó con detenimiento. El muchacho tenía signos visibles en la cara de que había estado llorando y parecía tener un mal sueño porque murmuraba cosas y apretaba los ojos.

"No...no...déjame acercarme...Sirius...Sirius está vivo...déjame cogerlo, está ahí...está muy cerca, lo ayudaré a levantarse...Sirius"

Lupin apretó los puños impotente. Christine, que también había oído a Harry murmurar en sueños, se acercó a ellos y le puso una mano en el hombro a su amigo.

-Lo lamento.

-Yo también, pero más por él que por nadie.- susurró el profesor y le acarició la cara con suavidad al muchacho.

-Será mejor que se tome la poción.- propuso Christine.

-No quiero despertarlo...es mejor que logre dormir un poco...si lo despierto, puede que no pueda impedir que se venga conmigo...

-Así no está descansando.- insistió Christine y con la varita conjuró una jeringuilla y se la tendió a Lupin.- Inyéctasela en el brazo y no tendrás que despertarlo.

-Buena idea. -sonrió Lupin y la cogió. Absorbió con la aguja el contenido del frasco de la poción y luego, lentamente y con mucho cuidado de no hacerle daño, le introdujo el líquido con la jeringa a Harry.

El chico hizo un gesto de dolor con el rostro, pero no se despertó. Y poco a poco, acompasando la respiración, dejó de hablar en sueños y se tranquilizó.

-Creo que la poción ha hecho efecto.- susurró Christine. Lupin asintió y sacó su varita.

-¡Mobilicorpus!- murmuró y el cuerpo de Harry comenzó a flotar en el aire por arte de magia. Lupin lo guió hasta la habitación de Sexto año y lo dejó caer en su cama, con el mayor silencio posible, para no despertar a los otros chicos.

-Descansa Harry...algún día podremos ser felices...te lo prometo.- y tras colocar el espejo de doble sentido sobre su almohada, se marchó escaleras abajo.

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Harry fue el primero en despertarse el sábado por la mañana. Era evidente que estaban en fin de semana porque sus compañeros roncaban en las camas continuas a la suya, sin la menor intención de levantarse.

A su izquierda y apoyado sobre la almohada, se encontraba el espejo de doble sentido que le había regalado Sirius.

Hizo un esfuerzo por recordar cómo había llegado hasta allí. Lo último que recordaba era haberse quedado dormido en sala común, con el espejo tirado por el suelo, y sin embargo, se encontraba cómodamente arropado en su cama.

Tratando de no despertar a sus compañeros, se vistió con unos jeans y una camiseta de manga corta y bajó al Gran Comedor a desayunar.

Aquel día fue, por encima de todo, el más feliz que Harry pasó en toda la semana. Por la mañana, después del desayuno, Ginny le rogó a él y a su hermano que la acompañaran al campo de quidditch para practicar un rato, puesto que al día siguiente eran las pruebas de cazadores para el equipo y ella tenía muchas esperanzas de entrar.

Sin oponer resistencia, puesto que ellos también deseaban montar en sus escobas, se dirigieron al campo de quidditch.

-Tenemos un montón de deberes... -protestó Hermione siguiéndoles a paso ligero. -No os dará tiempo a...

Pero, para sorpresa de Harry y Ron, Ginny convenció a Hermione de que usara una de las escobas del colegio y se divirtiera un rato con ellos. La verdad era que Hermione era un caso perdido encima de una escoba. Lograba volar sin riesgo de caída, pero ella tenía claro que todo lo que no se pudiese realizar con la ayuda de un libro, no servía para nada.

Harry no sabía que había sido lo mejor de la mañana. Si volver a sentir en la cara el aire al volar con la Saeta, la rapidez con la que Ginny volaba en la Flecha Plateada, una parada espectacular que Ron realizó, cuando Hermione y Ron chocaron a un par de metros de altura y ambos cayeron al suelo riéndose por la torpeza de la chica encima de la escoba o cuando Ginny le marcó un gol espectacular a su hermano.

El caso era que, entre risas y demostraciones de calidad, Harry había logrado olvidar sus problemas durante un rato y cuando después de comer, se sentaron en la sala común a realizar los deberes, ni siquiera la redacción que le tenía que entregar a Snape, pudo enturbiar ese sentimiento de júbilo.

Por primera vez, entendía a la perfección las palabras que Ginny le había dicho aquella noche en la sala común, y hubiera jurado de todas todas, que si Voldemort no existiera, él habría podido ser completamente feliz.

Pero hubo algo mucho más grande que animó completamente a Harry. Aquella tarde, a las siete en punto, habían quedado para reunirse en la Sala de los Menesteres y celebrar una reunión para acordar lo de las clases del ED.

Con algo de resignación, Harry se vio arrastrado hacia los pasillos por sus amigos. Llegaron los primeros, pero poco después, la habitación de fue llenando de gente. La noticia se había extendido rápidamente por entre los antiguos miembros y todos, menos Marietta, la amiga chivata de Cho Chang, se encontraban allí. Pero no fueron los únicos, Euan Abercrombie y Rose Zeller, dos alumnos de segundo y Morag MacDougal una chica de su edad de Ravencraw también parecían interesados en estar allí.

Harry se sentó en uno de los cojines, rememorando la última vez que había estado ahí, el día anterior con Christine, y esperó a que Hermione comenzara a hablar.

-Bueno...hola a todos... -saludó Hermione un poco cohibida.- Algunos de los que estáis aquí, pensasteis en la posibilidad de que volviéramos a instaurar el ED, ¿es correcto?- hubo un murmullo de asentimiento por parte de la mayoría y aquello animó a Hermione.- Bien, pues por eso estamos aquí... -dirigió la mirada a los nuevos componentes.- Para los nuevos...supongo que si habéis venido es porque os han explicado un poco de que va esto...

-Yo escuché la conversación en el Gran Comedor. -intervino Euan Abercrombie con mucha soltura. -Soy de Gryffindor, de segundo año.- aclaró. -Y a mí me gustaría estar preparado para lo que pueda ocurrir con quién-vosotros-sabéis.

-A mí me lo dijo Cho- susurró tímidamente Morag MacDougal. Harry ya la había visto en alguna de sus clases. -Yo también quiero aprender.

-Y yo.- dijo la última nueva integrante.- me llamo Rose Zeller, y también soy de segundo, de Hufflepuff. Euan es muy amigo mío, él me lo comentó.

-Bien... -continuó Hermione.- Pero primero tenéis que hacer la promesa de que esto no saldrá de aquí. Ningún profesor ni ninguno de vuestros amigos puede saberlo, ¿de acuerdo? Si aceptáis...tenéis que firmar aquí. -Hermione había recompuesto la lista que Umbridge había cogido de la Sala de los Menesteres el año pasado y con la que había estado a punto de expulsar a Harry. Los alumnos nuevos firmaron inmediatamente y el pergamino se fue pasando de unos a otros para que todos pudieran firmar. -Ahora...yo creo que Harry debería...

Harry se puso en pie y tras mirar a Hermione suspiró.

-Escuchad...algunos ya conocéis mi opinión... -se dirigió especialmente a Ginny y a algunos Hufflepuff. -Pienso que este curso tenemos una profesora de Defensa eficiente y que no tenemos la necesidad de...

-¿Intentas escabullirte?- preguntó alzando la ceja Zacharias Smith. Nunca había estado muy de acuerdo con Harry.

-¡Harry no ha dicho eso! -protestó Ginny. -Déjale que se explique. -Smith se cruzó de brazos y se mordió el labio inferior algo molesto.

-Sólo os estoy concienciando... -continuó Harry. -después de la experiencia que tuvimos el año pasado...no sé si es buena idea, la verdad.

-Las clases nos ayudaron mucho, Harry. -dijo Neville con determinación.

-Sí,- corroboró Terry Bott.- Yo aprobé mi TIMO de Defensa Contra Las Artes Oscuras con Extraordinario. En la vida había sacado tan buenas notas, aún recuerdo la cara que puso Umbridge cuando me vio realizar a la perfección un escudo protector.- la mayoría rieron, incluidos Harry, que nada le hacía más feliz en aquellos momentos que recordar a la profesora Umbridge ensanchando su sonrisa falsa.

-Sí, ya sé que os ayudaron.- dijo Harry pacientemente.- Pero este curso...no os harán falta, tenemos a la profesora Byrne y...hay muchos exámenes...

-¿Qué tratas de decirnos, Harry?- preguntó Hannah algo decepcionada.- ¿Es qué no quieres darnos clase, es eso? ¿Te molesta hacerlo?- Harry suspiró.

-No, por supuesto que no.- sonrió amargamente.- De verdad que me alegro que las clases del ED os ayudaran en el TIMO, es solo que no sé si soy la persona adecuada para enseñaros.

-¿Y porqué no ibas a serlo?- se extrañó Cho.- Después de todas las cosas que has hecho, Harry...volviste a sobrevivir en Junio...- a Harry le dio un vuelco el estómago, y tal vez Cho lo notara, porque se detuvo en seco.
-Y por fin todos los idiotas del Ministerio se enteraron de la vuelta de quién-tú-sabes.- concluyó por ella Ernie Macmillan. La mirada de Harry se entristeció. Hubiera pagado todo el oro de su cámara de Gringotts porque el ministerio siguiera sin enterarse de nada y a cambio que él nunca hubiera ido al Departamento de Misterios.

-Nos haces falta, Harry...- susurró Ginny que pareció entender lo que le rondaba al muchacho por la cabeza.- ¿Es qué no te das cuenta? Si no hubiera sido por ti...jamás habríamos salido vivos del ministerio de magia.- algunos, entre ellos Smith, aguzaron los oídos interesados. Ninguno de los que había ido al Departamento de Misterios esa noche había querido contar nada detalladamente y lo que sabían, era gracias al diario El Profeta.

-Necesitamos que nos ayudes a saber como es Quién-tú-sabes.- apoyó Ron a su hermana. Hubo unos instantes de silencio. Los ojos de los chicos eran de total súplica, pero Harry no parecía estar convencido del todo.

-Harry,- era Susan Bones la que había hablado.- Mi padre...mi padre murió en la lucha contra Quién-tú-sabes, yo era un bebé y no lo recuerdo.- Harry recordó la vieja fotografía de la antigua Orden del Fénix que Moody le había enseñado. Edgar Bones debía de ser el padre de Susan. De nuevo, las tripas se le revolvieron.- Pero mi madre siempre me hablaba mucho de él. Me decía que no podíamos olvidarle en un cajón, que había que hablar y contar a los demás que él había muerto defendiendo una causa justa, defendiendo nuestras vidas. Mi tía, Amelia Bones, estaba muy unida a él y creo que no se lo perdonó. Durante años se encerró en sí misma tratando de comprender...tratando de encontrar una explicación a su muerte. Y la encontró, al crecer comprendió por lo que mi padre había luchado y fue cuando decidió hacer algo ella también. Y yo quiero seguir sus pasos, Harry, los pasos de mi padre. Quiero estar preparada, quiero poder defender la causa y si alguna vez mi vida o la de mis seres queridos está en peligro, poder protegerla. Y el único que puedes enseñarme a eso, eres tú.- Las palabras de Susan no sólo conmovieron a Harry, sino también a todos los presentes. Pero ella no fue la única que habló.

-Mis padres están en San Mungo por culpa de las torturas de los Mortífagos.- confesó Neville y Harry se sorprendió mucho. Hasta ahora, Neville nunca había hablado con nadie acerca de sus padres.- Ellos también lucharon por esa causa que dice Susan y los Lestrange los torturaron- se notaba que su voz se quebraba por momentos, pero se alzó de valor para continuar.- Y yo también quiero poder defenderme, quiero capturar a los mortífagos que fueron los causantes de esto, no quiero que ningún niño más crezca sin sus padres.

-Mi prima fue asesinada hace poco en el ataque al Callejón Diagon.- confesó Anthony Goldstein con amargura.- Y yo también quiero defender su muerte.

-Yo jamás habría hecho un Patronus sin tu ayuda, Harry.- dijo Cho sonriendo abiertamente.- Déjame que yo también luche.

-Y yo no podía ni ejecutar un Encantamiento de desarme.- dijo Dennis Creevey con entusiasmo.

-Por favor, ayúdanos, Harry.- rogó Ginny. Y sintiéndose más querido de lo que jamás se había sentido, Harry asintió con una gran sonrisa en los labios. Estaban en guerra sí, eran jóvenes sí, pero estaban dispuestos a luchar.

Quedaron en reunirse el miércoles a las ocho de la tarde, porque era la única noche hasta entonces, que ningún entrenamiento de quidditch coincidía. Harry sabía que no iban a poder llevar un horario fijo, pero eso no le importaba. Sabía, como había ocurrido el curso pasado, que si algún alumno de Slytherin les estaba espiando, no le sería fácil descubrir que se reunían allí. Hermione volvió a realizar el conjuro con los galeones falsos para que Harry pudiera marcar la hora y la fecha de cada reunión, y los nuevos también se maravillaron de la inteligencia de la chica.

Aquella noche, por primera vez desde su primer encuentro en el vestíbulo, Harry se encontró cara a cara con Malfoy, Crabbe y Goyle a la salida del gran comedor.

-¿Potter cuáles son las flores que más te gustan? Es para mandártelas a la tumba...- le dijo el chico. Era evidente que había estado buscando el momento propicio en el que nadie los viera.

-¡Te voy a ...! -Harry y Hermione tuvieron que hacer grandes esfuerzos para sujetar a Ron, porque estaba dispuesto a partirle la cara a Malfoy. Crabbe y Goyle enseñaron sus puños, dando a entender que estaban dispuestos a intervenir si la cosa requería de fuerza.

-¡Mejor cierra la bocaza Weasley!- dijo Malfoy arrastrando las palabras.- Tarde o temprano alguno de los vuestros caerá...el Señor Oscuro se encargará de eso.- Luego miró a Hermione con una mueca de desagrado. -Y los Sangre Sucia serán los primeros. Ya has visto, Granger, los muggles están muriendo y los mortífagos siempre van a en busca de vosotros...están a atentos, tarde o temprano...

-Si así fuera, señor Malfoy.- dijo una voz congelante detrás de ellos.- No debería decirlo con tanta soltura. La próxima vez, podría ser un funcionario del ministerio quién lo escuchara y entonces podrían relacionarlo con Voldemort. Le aseguró que no es nada agradable ser encerrado en Azkaban.- Malfoy, Crabbe y Goyle palidecieron al encontrarse, apoyada sobre la pared, a Christine. Ella simplemente les sonrió y se acercó.- Estese atento, señor Malfoy, porque voy a vigilarlo muy de cerca... -Malfoy y sus amigos se mordieron el labio inferior y tras echar una mirada preventiva a Harry, Ron y Hermione, se marcharon sin decir una sola palabra. Christine esperó a que se perdieran de vista para volver a hablar.- ¿Estáis bien?- preguntó escuetamente.

-Sólo han sido amenazas verbales, -contestó Ron, pero se veía claramente preocupado por lo que acababa de ocurrir. Y Harry también lo estaba, ya era la segunda vez que Malfoy lo prevenía acerca de sus amigos.- Entonces...mejor marchaos a la sala común. Ya es algo tarde.- añadió la profesora, y tras mirar claramente a los ojos a Harry, se introdujo de nuevo en el Gran Comedor.

Las palabras que habían dicho los miembros del ED aumentaron las ganas de Harry por enseñarles, después de lo que acababa de ocurrir con Malfoy. A pesar de todo, pudo dormir con bastante normalidad, sin ningún sueño aparente, cosa que no le ocurrió a Ron.

Hermione por su parte, también se mostró algo inquieta. La guerra era contra los muggles y los Sangre Sucia y Malfoy parecía haberla decantado como una próxima víctima. Antes de acostarse, rogó a Harry una vez más que le enseñará el encantamiento más fuerte que pudiera realizar, porque deseaba lanzárselo a Malfoy a la cara, en cuanto viera signos visibles de agresión.

El domingo fue un día mucho menos tranquilo. Era evidente que se realizaban las pruebas de quidditch para el equipo de Gryffindor, y que los que pensaban ir a realizarlas, estaban muy nerviosos. Harry recordó a los integrantes del equipo que no debían faltar a las seis de la tarde a su cita, puesto que entre todos debían elegir los dos puestos libres que quedaban, como cazadores. Ginny estaba bastante más nerviosa de lo que Harry habría deseado. Él la había visto volar el día anterior y también en otras ocasiones y estaba seguro de que sería una de las dos cazadoras, pero esperaba que la chica no se pareciese a Ron a la hora de meter la pata al ser vista por más gente.

Colin Creevey, que era otro de los que se iba a presentar, había estado toda la mañana leyendo un libro sobre Quidditch, que había cogido de la biblioteca. Harry, coincidía con Ron, que por mucho que Colin leyese, iba a dar el mismo resultado que cuando Hermione lo había intentado, un libro nunca le podría hacer volar mejor.

Así pues, algo inquieto porque era su primera prueba como capitán, Harry y el resto de los componentes del equipo, salieron al campo de quidditch cinco minutos antes de las seis de la tarde.

Por supuesto, las gradas estaban vacías. Harry había hablado con la profesora McGonagall y le había solicitado total intimidad para que pudiera escoger con calma a los nuevos integrantes y evitar abucheos de las demás casas. Principalmente, la de Slytherin. La profesora había estado totalmente de acuerdo.

En el centro del campo, habían ocho personas dispuestas a hacer la prueba. Harry, seguido de sus compañeros de equipo, se acercó a ellos, se aclaró la garganta y comenzó:

-Bueno...buenas tardes a todos. Como sabéis, vamos a escoger a dos de vosotros para ocupar el puesto de cazadores dentro del equipo. Primero, advertir a todo el que esté aquí que, cualquier actividad que ponga en peligro los entrenamientos o los partidos, no será permitida para los integrantes. -Vicky Frobisher, que ya se había presentado el año pasado a las pruebas de guardián y otra chica, que debía de ser su mejor amiga, se marcharon algo cabizbajas del campo. Era evidente que con el cambio de capitán, habían esperado que pudieran compaginar el quidditch con otras de sus actividades.

-Bien,- prosiguió Harry cuando las vio marchar.- Lo segundo, deciros que espero de vosotros trabajo y responsabilidad. Gryffindor tiene en su poder la copa de quidditch desde hace tres años, y la profesora McGonagall ya me advirtió que no tiene ningún deseo de entregársela a otro profesor.- hizo una pausa y respiró hondo. Se sentía azorado dando instrucciones a los demás, pero se sorprendía del caso que le llegaban a hacer.- Y ahora sí, mejor empezamos. Ron, se pondrá de guardián en los tres aros, vosotros tendréis que lanzar la quaffle y tratar de marcar, pero no será sencillo. Alicia estará enfrente vuestro para tratar de arrebatárosla y Jack y Andrew, los golpeadores, tratarán de lanzar las bludgers contra vosotros para ver si tenéis reflejos para esquivarlas. Vuestro objetivo es deshaceros del marcaje de Alicia sin que ninguna bludger os alcance y tratar de batir a Ron, ¿alguna pregunta?

-Sí, -alzó la mano un chico de gafas y con el pelo castaño y rizado.- ¿Cuántos intentos tendremos para hacerlo?

-Sólo uno.- respondió Harry tajantemente.

-¿Sólo uno? -algún que otro protestó.

-Sí,- dijo Harry seriamente.- Si de verdad valéis para el puesto, lograréis demostrarlo a la primera.- y se dio la vuelta hacia el resto del equipo.- ¿Preparados chicos?

Harry se subió en su Saeta de Fuego para observar mejor a los jugadores. Ron se marchó a los aros, Jack Sloper y Andrew Kirke soltaron las bludgers y se elevaron en el aire, con sus bates preparados. Alicia también se elevó.

-¡Colin Creevey! -gritó Harry. Tenía una lista en la mano, con los nombres de los jugadores. Acababa de tachar a los dos chicas que se habían ido y ahora comenzó a llamar al primero de la lista.

Colin se elevó en su escoba con algo de nerviosismo. Harry le tiró la quaffle e hizo sonar el silbato que llevaba colgado al cuello. Colin se lanzó hacia donde estaba Ron, seguidamente, Jack golpeó una de las bludgers que pudo alcanzar, contra él. Con algo de dificultad, Colin la esquivó, pero entonces Alicia le salió al paso y mientras el chico miraba la otra bludger para tratar de esquivarla, Alicia le arrebató la quaffle. Harry hizo sonar el silbato.

-¡Bien, Colin! ¡Siguiente! ¡Euan Abercrombie!

El muchacho de segundo que había asistido a la reunión del ED subió con gran brío, montado en su escoba. Harry también le lanzó la quaffle y el muchacho se dirigió hacia los aros. Lo hizo muy bien, esquivó con gracia las bludgers que le enviaron los golpeadores, e hizo un par de piruetas en el aire. Alicia estuvo a punto de quitarle la quaffle, pero ambos volaron forcejeando hasta los aros de Ron y Euan lanzó con mucha fuerza y batió a Ron sin que éste pudiera hacer nada.

Harry le felicitó y después llamó al siguiente de la lista. Geoffrey Hooper, que también se había presentado a las pruebas el año anterior, voló bastante bien, pero no fue capaz de esquivar las bludgers, que por poco lo derribaron de la escoba. El chico de gafas que había preguntado a Harry las oportunidades que tendrían, lo hizo también muy bien, sin contar que su escoba, una Barredora de las más antiguas, volaba dando trompicones. El quinto muchacho fue para morirse de risa. Parecía tener bastante miedo de las bludgers y miraba constantemente hacia ellas, lo que provocó, que a los dos metros de haber avanzado, Alicia le robara la quaffle sin ni ningún problema.

La última en probarse fue Ginny Weasley. Harry le sonrió para alentarla antes de que empezara y ella se sonrojó levemente. Lo hizo muy bien, esquivó las bludgers con facilidad, regateó a Alicia y batió a Ron sin dificultad.

-¡Muy bien!- gritó Harry cuando la felicitó, bajando hacia el terreno de juego y dirigiéndose a todos.- Dejadnos que lo comentemos durante un momento y ahora os diremos quiénes serán los dos nuevos integrantes.

Los jugadores asintieron algo nerviosos. Ginny se mordía las uñas ansiosa.

Harry y los demás integrantes del equipo, se alejaron unos metros para poder discutirlo.

-Yo lo tengo bastante claro, a ver que me decís vosotros.- dijo Harry mirando de reojo hacia encentro del campo, donde aguardaban los chicos.

-Para mí, Ginny fue la que mejor voló.- dijo Alicia muy convencida.

-Sí, Ginny lo hizo muy bien.- corroboró Andrew.- Además batió hasta a su propio hermano.- Ron miró amenazadoramente a Andrew y las orejas se le pusieron coloradas.

-Y además es una Weasley. Lo lleva en la sangre, como decía Angelina.- volvió a decir Alicia.

-Sí, yo también estoy de acuerdo en que Ginny debería de ser una de las integrantes nuevas. -aprobó Harry. -Ya estuvo en el equipo el año pasado y los nervios no la estropearán. Conoce como jugamos y nuestras tácticas, ¿estáis vosotros de acuerdo, Ron, Jack?- Los dos asintieron convencidos.- ¡Estupendo! Entonces....ahora, el otro cazador.

-Euan lo hizo muy bien- opinó Sloper.

-A mí también me ha gustado.- corroboró Kirke.

-Pero también lo hizo bien...aquel chaval de gafas que te preguntó, Harry.

-Sí,- confirmó Harry. -Los dos lo hicieron bastante bien, sin embargo....yo me quedo con Euan. Creo que tiene más fuerza y habilidad y la escoba del otro chico es un asco.

-En eso tienes razón,- corroboró Ron.

-¡Entonces Euan! -dijeron los demás, al unísono.

Harry y sus compañeros de equipo regresaron al centro del campo, para dar la noticia. Ginny se puso muy contenta y abrazó a su hermano, para hacerlo después con Harry, lo que sorprendió mucho al chico. Euan también se puso muy contentó y juró y perjuró que iba a trabajar mucho, para que sus antecesoras se sintieran orgullosas del nuevo equipo de Gryffindor. Los demás se fueron algo abatidos, pero felicitaron con deportividad a los nuevos jugadores.

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Mientras en la Sala común se armaba un revuelo de muerte, con la fiesta que habían preparado, Harry fue a informar a la profesora McGonagall de los nuevos jugadores. Ella estuvo conforme, alegando que confiaba en el buen criterio de su capitán y que esperaba que volvieran a ganar la copa de quidditch.

Mientras regresaba a torre de Gryffindor, Harry volvió a toparse con Malfoy, Crabbe y Goyle, para su desgracia. Afortunadamente, Malfoy no podía amenazarle delante de muchos estudiantes que caminaban sin detenerse por los pasillos.

-Así que otra Weasley en el equipo...estaba claro que iba a estar allí por enchufe...

-¡Ginny es una gran jugadora y si la hemos elegido es porque se lo merece, Malfoy!- gritó Harry enfadado.- Nosotros no compramos puestos en el equipo.- pero para su sorpresa, Malfoy sonrió maliciosamente.

-Me da la sensación de que al final la joven Weasley ha conseguido que su héroe se enamore de ella.- Harry apretó los puños, tratando de contenerse para no pegarle otro puñetazo a Malfoy. El slytherin arrugó la frente y susurró más bajo.- Cuidado...Potter, porque ella podría ser el siguiente objetivo...es bueno saber quiénes están más próximos a ti...- Harry no pudo aguantar más y agarró a Malfoy por las solapas. En ese momento, viendo el barullo, algunos estudiantes se acercaron hacia allí. Neville sujetó a Harry con fuerza para que no se acercara más, mientras que otros alumnos cogían a Malfoy y trataban de separarlos.

-¡Te lo advierto Malfoy, tócale un pelo, uno sólo y serás pasto para los leones! ¿Has entendido?- gritó Harry.

-¡Estás advertido Potter! ¡Acércate a ella y no volverá a ver la luz del sol! ¡No vamos a dejar que seas feliz, Potter!- Malfoy parecía estar riéndose interiormente. Y en ese momento, llegó la única persona que podía empeorar las cosas, el profesor Snape.

-¿Qué está pasando aquí?- gritó, abriéndose paso entre los estudiantes. Vio a Harry todavía tratando de zafarse de Neville para atrapar a Malfoy.- ¡Diez puntos menos para Gryffindor!- susurró maliciosamente. -Y quizás otro castigo le recordaría bien las cosas, Potter.

-¡No fue él, profesor!- intervino Neville muy enfadado. Hacía grandes esfuerzos por retener a Harry. Malfoy lo estaba amenazando...

-¡Cierra la boca, Longbotton!- gritó Snape hecho una furia.

-¡Pero es verdad!- protestó otro chico de Ravencraw.- La culpa es...

-¡Otros diez puntos menos para Gryffindor, Longbotton, y también para Ravencraw, Macarnie!- rugió Snape. -Y una palabra más y limpiaréis las mazmorras hasta la saciedad. ¡Ahora todos a sus salas comunes! ¡Ahora! ¡Potter, mañana después de las clases ven a mi despacho!- y tras coger del brazo a Malfoy y arrastrarlo hacia las mazmorras, se marchó.

Poco a poco los alumnos fueron despejando el pasillo, algunos maldiciendo a Snape y otros mirando a Harry con curiosidad. Neville lo soltó y Harry golpeó la pared con el puño, muy furioso, respiraba agitadamente.

-No le hagas caso a Snape, Harry. Ya sabes como es...

-¡No es eso lo que me preocupa, Neville!- protestó el chico mirando a ambos lados, viendo como sus compañeros se marchaban. Y sin añadir nada más, se dirigió furioso hacia la torre de Gryffindor, seguido de cerca por su compañero.

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El enfado de la pelea con Malfoy, le duró a Harry toda la noche y parte del día del lunes. Había subido directamente a dormir, sin disfrutar de la fiesta que había en la Sala común. Ron había tratado de preguntarle durante toda la mañana que era lo que le pasaba, pero Harry únicamente le había contado que Snape lo había vuelto a castigar.

-¿Otra vez?- gritó disgustado su amigo.- ¡Deberías protestar a McGonagal!

-Sí, claro, como si ella tuviera alguna influencia sobre Snape.- masculló entre dientes.

No fue un día demasiado agradable. Las veces que Malfoy se cruzó con él le saludó con una sonrisa malévola en la cara y esto no facilitó las cosas. La profesora McGonagal volvió a reprenderle por no lograr realizar el Encantamiento silenciador, del que ya se habían examinado el curso pasado, alegando ante la clase que Harry no había abierto un libro en todo el verano, aunque a la salida volvió a regañarlo por no poner de su parte para arreglar su pequeño problema con la magia.

Pero cuando llegó la hora de la cena y Harry volvió a dirigirse a su castigo sin probar bocado, pese a las insistencias de Hermione, no tuvo tiempo de pensar en lo enfadado que se sentía.

Snape, le obligó a limpiar todos los armarios de la clase, que estaban repletos de tarros con animales muertos o líquidos espesos de apariencia asquerosa y luego fregar la mazmorra de nuevo.

El profesor parecía disfrutar mucho viendo a Harry trabajar como su sirviente personal y trató de mortificarlo como en la otra ocasión. Pero Harry tenía tantas cosas en la cabeza, y todas referidas a su cita con Christine, que ignoró por completo el tono meloso en el que Snape le susurró, que había corrido como un perro a ocultarse bajo las faldas de Lupin.

Salió apresurado de las mazmorras y llegó sin respiración a la sala de los Menesteres, como la otra vez, Christine se encontraba allí.

-¿Tarde de nuevo, Potter?- susurró la profesora arqueando una ceja.

-El profesor Snape volvió a castigarme.- gruñó el chico abatido, depositando sus cosas en un rincón de la habitación.

-¿No te llevas demasiado bien con el profesor Snape, verdad?

-No, pero preferiría guardarme mis motivos.- Christine sonrió y luego le indicó a Harry que se sentara.

-Bueno, ¿has tomado una decisión? Si deseas que todo esto acabe, yo puedo hacerlo...

Harry respiró hondo. Había pasado el fin de semana recapacitando sobre lo que escoger. Se le había pasado el enfado con el profesor Lupin y hasta incluso había llegado a entender su postura. Dumbledore y su influencia pesaban demasiado.

Se había imaginado viviendo con unos padres que lo adoraran, en el mundo muggle, fuera de preocupaciones, sin Voldemort, sin cicatriz, sólo él y su familia. Había visualizado su felicidad repetitivamente, y hasta había alargado la mano para acariciarla, podía estar tan cerca...

Únicamente tenía que decirle a Christine que lo deseaba y entonces...todo quedaría borrado. Nunca más sufriría por la muerte de su padrino, nunca más tendría que preocuparse por la guerra en el mundo mágico, por levantar la cabeza...sólo estaría él, con una vida normal y sin recuerdos de la anterior.

Pero estaba la otra cara de la moneda. Podía escuchar en su interior las palabras de Ginny resonándole como campanas, su concepto de la vida, de cómo vivirla..., por más que lo intentaba, no podía sacarse de su corazón aquel momento en que sus miradas se habían cruzado, esa descarga eléctrica, dolorosa y a la vez, placentera.

Y luego estaban Ron y Hermione. ¿No había arriesgado tanto por estar junto a ellos? ¿No estaba dispuesto ahora a morir, sin importarle cómo o porqué, mientras ellos estuvieran a salvo? Era un sentimiento demasiado fuerte para ser ignorado, para ser olvidado. Era un lazo de afecto lo que los unía, simplemente ellos, le habían salvado la vida, en todos los sentidos en los que se pueda pensar. Habían estado junto a él en los momentos más críticos de su vida, lo habían acompañado al Departamento de Misterios, arriesgando su propia vida, ¿acaso eso no valía?

Podía sentir sus risas cuando el sábado habían jugado al quiddich, y todos los otros momentos que vivieron.

¿Quería olvidar todo eso? ¿Quería olvidar a Sirius? Por muy doloroso que fuera, no quería borrarlo de su mente, su padrino seguía vivo, dentro de él. Y recordó unas palabras que Dumbledore le había dicho en una ocasión.

"¿Piensas que los muertos a los que hemos querido nos abandonan del todo? ¿No crees que los recordamos especialmente en los mayores apuros? Tu padre vive en ti, Harry, y se manifiesta más claramente cuando lo necesitas. ¿De qué otra forma podrías haber creado ese Patronus tan especial? Cornamenta volvió a galopar anoche."

Instintivamente se llevó la mano a su muñeca. Allí estaba la pulsera de Sirius, la que se había puesto en Privet Drive y lo acompañaba a todos lados, la que lo protegía, la que conservaba una parte de su padrino, vivo, dentro de él.

No, no quería olvidar a Sirius, sería injusto, no quería tener otros padres, ¿no habían dado Lily y James la vida por él? Harry estaría siendo muy desagradecido si los lanzara al olvido, si lanzara al olvido a Sirius...

Todavía quedaba una pequeña esperanza al fondo del oscuro túnel, todavía quedaba esa posibilidad de salir adelante, de ganar, y la persona que podía proporcionársela estaba delante suyo. ¿Qué importaba si para conseguir salvar la vida de sus amigos y vengar a sus padres y a su padrino tenía que sufrir? ¿Acaso ellos no lo valían, no lo merecían? Iba a ser fuerte, tenía que serlo, Sirius lo hubiera querido así. Iba a devolverles el favor.

-Enséñame a ganar. Yo quiero vivir.- respondió Harry firmemente. Tal vez Christine no se esperaba esa respuesta, porque se quedó observando los ojos de Harry durante un tiempo bastante largo.

-¿Estás seguro?- preguntó al fin.

-Completamente.- jamás había visto los ojos de Harry mostrar tanta determinación.

-Sabes que vas a sufrir...¿Por qué ese cambio ahora, Potter? El otro día dijiste que no querías volver a ver la muerte de tus padres.- preguntó Christine astutamente. Harry no vaciló al contestar. Estaba todo muy claro.

-Porque no lo entendí. No quise hacerlo.- respiró hondo, tratando de que su voz no se quebrara. Alguien me dijo una vez que había cosas por las que valía la pena morir. Y hasta ahora, no le entendí.

-Y detener a Voldemort es una de ellas... -susurró la muchacha sorprendida. Harry asintió.

-Sí, porque detener a Voldemort significa salvar la vida de mis amigos y todo lo que estar junto a ellos me proporciona.- confesó Harry. Christine se detuvo unos instantes, tratando de descifrar el corazón del chico.

-¿Tienes miedo?

-Sí,- confesó Harry. -Y quiero que tú me ayudes a vencerlo.

-Lo haré.- aseguró Christine con una sonrisa en los labios.- Pero de nuevo, Potter, tengo que advertirte. Vas a tener que abrirme tu corazón, a la vez que yo te abro el mío, vas a tener que mantener todo esto en secreto, no valen las llamadas a Remus Lupin, no valen los desahogos con tus amigos, sólo existimos tú y yo, y un propósito en común. En esta habitación, -comenzó a pasearse por la sala.- vas a encontrarte con todo tipo de situaciones, voy a hondar en lo más profundo de tu alma y no voy a tener piedad. Desde el momento en que aceptes, Potter, ni tus pataleos, ni tus llantos van a conmoverme, no quiero réplicas, no quiero que me pidas que te saque de uno de tus recuerdos, porque no lo haré.- sus ojos brillaron con dureza, sin poder evitarlo, Harry se estremeció. -Vas a tener que enfrentarte a situaciones mucho más duras de lo que puedas imaginar y vas a tener que superarlas. En este mundo que voy a crear para ti, no existe Voldemort, no existen otras personas que no seamos tú y yo y tus recuerdos, y hasta que no estés listo, no podrás salir al exterior.

-¿Cómo me ayudará? ¿Cómo voy a poder vencer mis fantasmas?- preguntó Harry desesperado.

-Yo voy a ayudarte a hacerlo. Lo primero, será viajar por tu mente recorriendo tus recuerdos. Poco a poco, yo podré manejarla mejor y elegir el recuerdo que desee. Después, una vez no temas a tus recuerdos, la Oclumancia y la Legeremancia te serán terriblemente sencillos, y es lo primero que tienes que aprender. No sólo por Voldemort, sino también por los demás.

-¿A qué se refiere?- Christine miró hacia al vacío.

-Obviamente, cuando estés en contacto con el director, él tratará de penetrar en tu mente para comprobar como estás. No podemos correr el riesgo de que descubra lo que estamos haciendo aquí.

-Disculpe, profesora Byrne, pero todavía no me ha dicho lo que pretende al ocultar a Dumbledo las clases.- preguntó Harry receloso.

-Voy a prepararte, Potter, no sólo para sobrevivir, sino también para enfrentar. Voy a usar todo mi potencial y todas las fuerzas mágicas a las que sirvo para que puedas enfrentarte a Voldemort, y ganar. Voy a hacerte el regalo más preciado que puedas imaginar, la venganza. Antes, estabas en clara desventaja con las personas que han hecho tu vida un infierno, pero yo voy a equilibrar la balanza. Tenemos poco tiempo, eso sí, Voldemort gana terreno con mucha facilidad y nosotros lo perdemos rápidamente. Esto se ha convertido en una urgencia.

-¿Cuándo estaré listo? -preguntó Harry decidido. Christine recapacitó durante unos instantes.

-Después de Navidad.

-¿Tan pronto?- se extrañó Harry.- ¿Cómo voy a ser capaz de enfrentarme a Voldemort, que se estuvo años y años preparándose si sólo tengo unos meses?- Christine volvió a sonreír fríamente.

-Porque daremos clase todas las noches y te pido por favor que las resistas. Sólo tendrás tiempo de dormir unas horas cuando acabemos y tu cuerpo al principio, no aguantará el ritmo. Tendrás que compaginar el curso con mis clases y será muy duro. En mi clase, específicamente, no tendrás que entregarme los trabajos, la defensa que aprenderás aquí, será mucho más importante.- hizo un parón para ver si el chico preguntaba algo, como no lo hizo, prosiguió.- ¿Entiendes ahora porque se ha convertido en una urgencia que aprendas a cerrar tu mente? Pronto la conexión que hay entre tu cicatriz y Voldemort se restablecerá y él podría tratar de entrar en tu mente de nuevo. Según me dijo el director, ya lo hizo en una ocasión.- Harry asintió con un nudo en el estómago.- Bien, pues tras las clases de Oclumancia y Legeremancia te enseñaré como defenderte de Voldemort y como atacarle también. Te convertirás en Animago, esto siempre será de gran ayuda, te enseñaré a que podamos comunicarnos telepáticamente, a hacerte invisible...en fin, a muchas otras cosas que no especificaré por ahora, porque es irrelevante.- Harry había abierto la boca de la sorpresa.

-¿Usted puede hacer todo eso?

-Sí,- confirmó Christine de mala gana. -Y tú podrás, si me haces caso, Potter. Recuérdalo, las vidas de tus amigos, del mundo mágico, la tuya propia, dependen de ti ¿y no querrás morir sin antes vengarte del asesino de tus padres, verdad?- inquirió la profesora astutamente.- Debes confiar en mí, y si lo haces, yo podré confiar en ti.- Harry se pudo en pie y la miró fijamente a la cara.

-Usted sigue sin caerme bien. Sé que hay algo que sabe y que puede hacerme sufrir.- el rostro de Christine palideció, pero Harry no lo notó.- Pero haré un esfuerzo y confiaré en usted, sólo porque creo que puede ayudarme.

-Es un buen comienzo.- dijo ella y se acercó a él para tenderle la mano.- ¿qué tal si empezamos?- Harry la estrechó.- Primera lección, cuando estemos solos me llamarás Chris, odio que me digan profesora.

-Segunda lección Chris,- dijo Harry siguiéndole el juego.-Siempre y cuando tú me digas Harry. Detesto que me llamen Potter.

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Un hombre con el rostro descubierto y hondeando una capa negra al viento, caminaba por los oscuros corredores de lo que parecían mazmorras. Había gente en algunas de las celdas, pero muy pocos. En los últimos tiempos, no se requerían especialmente prisioneros, porque no había una gran fuerza de oposición que frustraran sus ataques. Todo estaba saliendo a la perfección, y por eso, desde hacía días, su señor se encontraba de muy buen humor.

Los pocos rehenes que eran privados de su libertad, tenían la función de enlazar contactos para facilitar algunos ataques, no había ninguno especialmente importante.

Con una mueca de triunfo en el rostro, puesto que estaba seguro que iba a ser recompensado por su señor, después de la información que le portaba, el hombre siguió paseando por los corredores, esta vez, a un ritmo más alto.

No tardó en llegar a una escalera de caracol, y tras subir dos o tres pisos, se encontró delante de la puerta que buscaba.

Tocó suavemente con los nudillos y al escuchar una voz congelante permitiéndole el paso, entró.

Voldemort se encontraba sentado en su sillón favorito, como a acostumbraba a estar. Tenía una copa de vino tinto en la mano y la enfocaba al crepitar de las llamas, haciendo leves movimientos con ella.

-¿Sí, Lucius?- preguntó, al reconocer al recién llegado. Malfoy avanzó dos pasos y se inclinó ante su señor.

-Amo, le traigo noticias que encontrará muy interesantes.

-¿De qué se trata?- preguntó Voldemort sin poder evitar esbozar una sonrisa. Llevaba mucho tiempo recibiendo buenas noticias.

-De Christine Byrne, la hemos localizado.- Durante un momento el hombre esperó la reacción de su señor, que se había quedado algo pensativo, haciendo desaparecer la sonrisa de su rostro.

-¿Y bien?- preguntó. Su voz ahora era mucho más fría.

-Está en Hogwarts, amo. Draco mismo me lo confirmó.- respondió Malfoy, algo preocupado por la poca efusividad con la que su señor se había tomado la noticia. -Ni siquiera se ha preocupado por cambiarse el nombre, es la nueva profesora de Defensa Contra Las Artes Oscuras.- Voldemort hizo una mueca de desagrado.

-Defensa Contra Las Artes Oscuras, por favor..., siempre encontré esa materia tremendamente estúpida...lo mejor, siempre fueron las Artes Oscuras, esa rama se debería impartir en los colegios...- Malfoy no entendía porque a su señor le importaba tan poco lo que le acababa de decir y se preocupaba por las asignaturas del colegio.- En fin, parece ser que no le importa ser encontrada...

-Así creemos, amo.- confirmó Malfoy.- Draco me dijo que sospecha de él...

-Dile a tu hijo que tenga sumo cuidado con ella...es peligrosa...no quiero que se estropeen mis planes, necesito la información sobre Potter y la necesito pronto.- Malfoy retrocedió algo asustado.

-Sí...sí, señor...

-No obstante, respecto a Christine, agradezco mucho la información...- su sonrisa volvió a aparecer en el rostro, y fue un alivio para el mortífago. Voldemort enfocó los ojos rojos en él.- ya te dije que no era un problema para nosotros..., pero parece que Dumbledore la quiere junto a Potter. Debemos eliminarla antes de actuar.

-¿Sugiere que la matemos?- preguntó temeroso Malfoy. Él se había enfrentado a los poderes de la mujer y sabía de lo que era capaz. En el último ataque, había desplegado todo su poder y había acabado por apresar a la mitad de los mortífagos que él dirigía.

-No a menos que tenga la oportunidad de hacerlo personalmente.- gruñó Voldemort rascándose la barbilla.- No será tan fácil vencerla para vosotros, sin embargo...no me resultó difícil quitarla del medio en el pasado, pero necesito volver a recopilar información. Tráeme a Colagusano...tal vez él pueda decirme algo que ignoramos...mientras ella siga con Potter, no vamos a poder acceder a él...- Malfoy se levantó y tras una leve inclinación se marchó a por la persona que había requerido su amo. Voldemort siguió contemplando como su copa de vino se balanceaba, mientras Nagini, su serpiente, se enroscaba por entre su cuello, buscando algún signo de afecto.- Dumbledore se las ha ingeniado para proteger a Potter mejor de lo que esperaba...- siseó en una lengua extraña mientras acariciaba la piel tosca de la serpiente, sin embargo, Nagini sí pudo entenderlo.- Me pregunto cómo ha logrado hacerla volver...