Reviews:
yo misma: Olasss, gracias por tus reviews!!!!!! Actualizaré cada semana, ok? para q más o menoslo sepas. Harry todavía no ha adquirido los poderes q debería...jejej, ya verás, ya, hay mucho más oculto detrás de ese entrenamiento. En cuanto a Chris...ya sé q es muy misteriosa y q estás ansiosa por saber, pero tienes q ir siguiendo las pistas. En cada capi habla un poco más de si misma, paciencia...Besos!!!!!
VirginiaWeasley : Olasss, jejejej, ya sé, ya sé, os voy a matar a disgustos, demasiada intriga y extres. Bueno, evidentemente si todos saben qién es Chris y no lo dicen es porq tienen un buen motivo para callar...¿cuál será, cuál será,? jejej. Pronto lo sabréis. Besazos y muchas gracias por tu apoyo!!!!!
Gran Patronus: OLasss, tú siempre tan amable. 'Muchas gracias por tu apoyo!!!! Vale, sí, Harry algún día será el q reirá ante Malfoy, pero sobretodo, ante Snape. Aunque para eso queda muchooooo y ambos se las harán pasar canutas. jeje. En este capi el entrenamiento de Christine se ve un poco mejor y la relación con Ginny....ya verás como mejora con el tiempo. Yo espero q tú también estés bien. Muchas gracias de nuevo, por seguir tanto mi fict. Besazos!!!!!
Nessa: Chica lista...vas por buen camino, pero ella es algo muchooooo más q eso. jejej, ya lo verás. En este capi revela un poco más de su identidad. Besazos!!!!!!
Ahora sí, os dejo con la historia, disfrutarla!!!!!!!!!!
CAPÍTULO 13: HARRY, NO ERES EL MISMO.
Había pasado una semana desde que Harry comenzara sus clases con Christine. Era algo difícil despistar la atención de sus amigos, y por eso, había tenido que apañárselas para esperar a que se durmieran y marcharse mucho más tarde de lo que estaba previsto.
Por culpa de eso, no habían podido trabajar todas las horas que se requerían y Harry se había despertado lleno de ojeras cada día de la semana, y dormido en sus dos últimas clases con Binns. Se desplazaba por el colegio medio ausente, somnoliento y bastante más pálido de lo que ya estaba de por sí. Tampoco tenía mucha hambre, porque el estrés no se lo permitía. Aprovechaba las horas del desayuno y el almuerzo para adelantar sus deberes y entregarlos justo a tiempo, aún así, se había ganado una buena reprimenda de la profesora Sprout, por no entregar a tiempo su redacción sobre las tubérculas venenosas.
Y normalmente, era el primero en levantarse de la mesa, después de cenar escasamente y se marchaba corriendo a la sala común. Ron y Hermione habían comenzado a sospechar de su comportamiento, pero ninguno había logrado sacarle más de dos palabras, porque cualquier alusión a su comportamiento, Harry se la tomaba muy mal, y comenzaba a dar gritos contra aquel que se lo nombrase.
Le comentó sus inquietudes a Christine en la siguiente clase.
-Sospechan de mí. No es posible que me vaya tan rápido a la cama y luego me levante como si no hubiera dormido prácticamente nada- protestó.-Si les dijera que estoy teniendo pesadillas me obligarían a ir al profesor Dumbledore a contárselo o acabarían haciéndolo ellos.- Christine recapacitó unos instantes.
-Bien, tengo la solución. Voy a enseñarte a hacer un duplicado.
-¿Un qué?- preguntó Harry confusamente.
-Un duplicado. Tranquilo, no es difícil, es un encantamiento algo antiguo y que muchos magos han olvidado, pero es tremendamente útil. Se trata de hacer una copia exacta de ti mismo. Podrás conjurarlo en la cama y así, tu otro yo, permanecerá dormido todo el tiempo. Tus compañeros creerán que estás en la cama y podrás escabullirte mejor de ellos.
-Sí, eso estaría muy bien, pero no acallará sus preguntas.- inquirió Harry frunciendo el ceño.
-Podrás ocultar tu mal estado si tomas una poción estimulante. Eso te reanimará y así, nadie notará tus ojeras.- explicó Christine secamente. -Yo te las proporcionaré, pero no quiero que abuses de ellas. Te ayudarán a no estar tan cansado, pero tomarás sólo una por la mañana y punto, ¿de acuerdo?
-Está bien.- prometió Harry levantando la mano derecha, y un poco más tranquilo.
-Perfecto, pues entonces, seguiremos con lo que estábamos haciendo y después ya te enseñaré el encantamiento del duplicado.
Christine se levantó de la silla, detrás del escritorio en el que estaba sentada y se colocó en el centro de la habitación. Con gesto ceñudo, Harry la siguió. La verdad era que no habían avanzado mucho a la hora de las clases. Christine había logrado introducirse en su mente en la única ocasión que lo había probado y hasta ahora se habían dedicado a viajar por los recuerdos de Harry. Desde la primera vez que lo hicieron y contemplaron el asesinato de los Potter, la profesora no había vuelto a llevar a Harry a un recuerdo especialmente doloroso y había estado preguntándole bastantes cosas, pero ninguna realmente importante, que afectara al muchacho. Christine había logrado manejar la mente de Harry a su antojo y elegía con sumo cuidado el recuerdo en el que se introducían.
La mayoría habían sido de épocas con los Dursley y Harry le había contado como había vivido y cuán de infeliz fue a su lado. Era lo más profundo que le había revelado a la mujer. Pese a ese sentimiento de rechazo hacia ella, había empezado a confiar claramente en ella y comenzar a abrirle su corazón, pero seguía perturbándole la manera tan fría de su comportamiento y su forma de ser.
-Hoy vamos a probar de nuevo que me introduzca en tu mente, Harry.- dijo de pronto la profesora. Harry arqueó las cejas.- Quiero ver como reaccionas y si empiezas a superar tus miedos.
-¿Cómo voy a superarlos si todavía no me has llevado a ningún recuerdo doloroso? -preguntó Harry aturdido. Christine sonrió.
-¿Es qué quieres que lo haga?- Harry se estremeció.
-¡Por supuesto que no!- negó rotundamente.- Es solo dijiste que ibas a ser muy dura y todo eso...
-Créeme que lo seré, Harry.- esta vez Christine no se rió.- Pero después de lo que ocurrió el otro día, he creído conveniente empezar algo más suave. Para que vayas habituándote poco a poco. Hasta ahora, lo has hecho. Has respondido a mis preguntas sin ninguna objeción y has sido sincero y me alegra.- Harry asintió. -Bien, pues ahora prepárate, trata de evadirme con tu mente.
Harry cerró los ojos y se concentró, mientras escuchaba a Christine hacer la cuenta atrás. Cuando la profesora gritó "Legeremens", se vio rodeado de flashes de su propia mente.
Estaba en la casa de los gritos, Sirius y Lupin levantaban sus varitas para matar a Colagusano y él se interponía. Se encontraba frente al espejo de Oesed y alargaba una mano tratando de acariciar los rostros de sus padres. Cedric Diggori estaba tendido en la hierva con los ojos abiertos, y él podía escuchar pasos que se acercaban...Un haz de luz roja había alcanzado a Sirius en el pecho, Harry trataba de llegar hasta él, pero Lupin lo rodeaba con sus brazos, la figura de su padrino caía a través del velo...
-¡Sirius! Harry gritó con todas sus fuerzas y entonces la imagen de su padrino se desvaneció y él se encontró tendido en el suelo, a cuatro patas. Respiraba muy agitadamente, pero también lo hacía Christine. La profesora tenía una pequeña rojez en su muñeca, como una quemadura. Harry se enjugó los ojos mojados, en una mezcla de sudor y lágrimas y se dejó ayudar por la mujer.
-Has logrado detenerme... -susurró ella.- Pero no eras consciente de que lo hacías. Has perdido el control. -Las piernas de Harry apenas sostenían su peso y amenazaban con doblarse. Tal vez Christine lo notara, porque lo sentó en una silla.
-Lo siento...- se disculpó él temblando de arriba abajo. Por alguna razón, apretó con una mano su otra muñeca, donde llevaba la pulsera de su padrino. El rostro de Christine no mostraba ninguna compasión.
-Creo que va siendo hora de que me digas algo sobre Sirius Black. -repuso. Harry negó bruscamente con la cabeza.
-No quiero hablar de eso, no estoy preparado para hacerlo.
-Me es indiferente.- interrumpió ella bruscamente. Sus ojos eran crueles. Harry no podía mantenerle la mirada. Agachó la cabeza en señal de rendición.- Dime cuál era tu relación con Sirius Black.
-Sirius era mi padrino.- respondió Harry de mala gana. Comenzaba a enfadarse, siempre ocurría cuando alguien lo forzaba a hablar de algo que le dolía terriblemente. Pero Christine era una persona diferente a las demás y no se amilanaba.
-Eso ya lo sé. Pero tú vivías con tus tíos, ¿por qué no te marchaste a vivir con él después de la muerte de tus padres?
-¿Pero dónde has estado?- protestó Harry, mirando a su profesora con repulsión.- ¿No sabías que Sirius fue mandado a Azkaban porque le creyeron el guardián secreto de mis padres? -Christine palideció de golpe e hizo un movimiento brusco con la cabeza para evitar que Harry se diera cuenta. Tardó unos segundos en reaccionar.
-Peter Pettrigrew era el guardián secreto de tus padres.
-Lo sé,- dijo Harry. -Pero...¡un momento! ¿Cómo sabes eso? Nadie excepto...¿conocías a Sirius y a mis padres?
-Sí, los conocí.- confesó Christine escuetamente.- Pero no has respondido a mi pregunta.- Harry le contó como Colagusano había fingido su muerte y habían enviado a Sirius a Azkaban y también como él, Ron y Hermione descubrieron la verdad. Cuando acabó el relato, un pesado silencio cayó sobre la habitación. Harry sentía la garganta seca de tanto hablar y se veía incapaz de seguir reprimiendo el dolor de su pecho, cada vez que pronunciaba el nombre de su padrino.
-¿Le querías mucho, verdad?- preguntó repentinamente Christine. Harry no contestó esa vez, pero no hizo falta que lo hiciera para que la mujer adivinara la verdad.- Por eso estás así..., por lo que he visto en el cuartel de la Orden, manteníais una relación muy unida y él murió.
-¡Sí, es verdad!- gritó Harry apretando los puños con rabia y mirando a Christine con todo el odio del mundo. Tenía ganas de gritarle, de pegarle, de arrancarle a cuajos su mirada vacía y fría. -¡Sirius era cuanto tenía y ahora está muerto! ¡Está muerto!- sintió una punzada de dolor en el pecho. Era la primera vez que reconocía abiertamente la muerte de su padrino.- ¡Bellatrix Lestrange lo mató y ahora yo quiero venganza!
-Entonces la tendrás.- soltó Christine. No se había inmutado por el dolor de Harry.- Pero veo que Sirius Black era la persona a la que más querías y si deseas recuperarte, hemos de empezar porque deje de importante.
-¿Cómo has dicho?- inquirió Harry palideciendo.
-He dicho, que Sirius Black no puede importarte.- contestó Christine bruscamente.- Olvídate del dolor que sientes, porque no puede quedar nada de humano en ti, ¿recuerdas? Debes de ser frío y dejar de sentir emociones para ganar, solo los débiles se dejan arrastrar por los recuerdos y tú no puedes ser débil.
-No puedo hacer lo que me pides...- susurró Harry con la boca abierta.- No puedo dejar de quererle, no me obligues a...
-Entonces verás la muerte de Sirius Black en tus recuerdos hasta que seas capaz de visualizarla de memoria, ¿has entendido? Me da igual que sufras, no puedes padecer, no se te está permitido sentir nada, a partir de ahora, eres un muro en el que las emociones rebotan.
-¡No quiero olvidar a Sirius, no quiero dejar de quererlo, porque Sirius dio la vida por mí!- gritó Harry desesperado.
-¡Me da igual!- Christine también levantó la voz.- ¡Está muerto, eso es lo primero que tienes que aprender! ¡Y si no estás dispuesto a dejar de sentir como un ser humano ya puedes marcharte de esta clase!- señaló la puerta con el dedo y Harry notó como la mano le temblaba de ira.
-Pero...
-¡No hay peros, Harry! ¡Siendo humano, dejándote arrastrar por las emociones solo conseguirás sufrir más y morir! ¡Yo no quiero perdedores! ¡No te das cuenta, has olvidado y siempre lo has hecho que el mundo mágico depende del espíritu que utilices para vencer a Lord Voldemort, que si fallas ellos estarán perdidos y tus amigos también!- escupió Christine sin dejar de señalar la puerta. Sus ojos azules brillaban con intensidad.- ¡Vas a perder, vas a sufrir y vas a morir! Y entonces...¿quién vengará a tus padres, quién vengará a Sirius? ¡Has condenado con tus sentimentalismos a tus amigos y al resto del mundo mágico, sin darte cuenta de que ya es tarde para llorarles, están muertos y no vas a poder devolverles la vida por mucho que sigas llorando en silencio! ¡Abre los ojos, elige bien para que puedas aceptar tu destino, confía en mí y vivirás, si te ciegas en tus sentimientos, entonces....entonces todo se acabó porque vas a morir!- Harry hizo un gran esfuerzo por reprimir el dolor y las lágrimas que deseaban salir de sus adentros. Las palabras duras de Christine le hondaban el interior del alma, se clavaban en su piel, en su corazón, como cuchillos candentes.
-La profecía dice que yo tengo un poder que Voldemort desconoce...- titubeó, mirando directamente al suelo. No podía levantar la cabeza.- Dumbledore me dijo que el poder que yo poseía era el que me había impulsado a ir al Departamento de Misterios a salvar a Sirius, el que me había librado de ser poseído por Voldemort, me dijo que poder sentir dolor era mi mayor fortaleza, era lo que me distinguía de Voldemort, el ser todavía humano...- levantó la cabeza con mucho esfuerzo para encarar los ojos de Christine.- Dime, Chris, si dejo que ese poder se extinga, si consiento perder esa fuerza, si dejo de ser humano...¿cómo voy a ganar? ¿Cómo si es eso exactamente lo que me va a librar de la muerte?- Para su sorpresa, Christine negó con la cabeza.
-Me has interpretado mal.- dijo fríamente.- Yo no te estoy pidiendo que dejes de ser humano para siempre...te estoy exigiendo que crees un escudo protector a tu alrededor, que ocultes el dolor y dejes tu parte humana aletargada, hasta que esto termine. Vas a seguir teniendo el mismo poder, Harry, porque estás luchando por ello. Buscas venganza, y eso significa que no te da igual porqué luchar, y tienes un objetivo, salvar la vida de tus amigos. Luchas por ellos, y eso hará que mantengas esa fuerza oculta dentro de ti, pero sin sufrimiento. Por eso te pedí que ocultáramos todo esto a Dumbledore, porque le importas demasiado, Harry y jamás habría permitido que yo te cambiara.- se acercó y le puso una mano en el hombro. -Créeme, es la única manera. Si dejas que los sentimientos se apoderen de ti no serás capaz de resistir el ritmo de las clases. Ese poder siempre estará en tu interior, Harry, porque siempre pelearás por el mismo motivo, pero a cambio, poseerás la misma protección que poseen nuestros enemigos, no actuar como los locos que amamos.- los ojos de Harry se entristecieron.
-¿Podrás hacer que olvide a Sirius?
-No te estoy pidiendo que lo olvides.- añadió Christine bruscamente, dejando de tocar el hombro de Harry y caminando otra vez hacia el centro de la habitación.- Te estoy pidiendo que lo ocultes, que adormezcas el dolor.
-Ayúdame a hacerlo.- dijo él decidido, levantándose y caminando para volver a practicar.
-De que lo logre, depende mucho de ti mismo. Ahora..., te enseñaré el encantamiento de duplicación...
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El tiempo comenzó a pasar muy deprisa. Harry había logrado dominar la primera noche el Encantamiento de Duplicación y gracias a las pociones estimulantes que le proporcionaba Christine, Ron y Hermione habían dejado de abrumarle a preguntas.
La personalidad de Harry estaba cambiando por completo. Antes, recorría taciturno los pasillos y cualquier mención del nombre de Sirius o de Voldemort lo entristecían, pero a medida que avanzaba el tiempo, parecía que había superado la muerte de su padrino, o eso creían sus amigos. Había logrado comenzar a crear esa muro de piedra que confundía a los que lo conocían y que lograba engañarlos. Quizás la persona que más lo conocía en aquellos momentos era la propia Christine y a raíz de la discusión sobre su padrino, Harry había trabajado mucho más duro, pero su trato con la profesora se había vuelto más frío. Era una relación extraña, porque él procuraba contestar a todas las cosas que Christine le preguntaba, incluso ella había comenzado a contestar a sus preguntas, pero en el fondo, Harry detestaba la manera en la que sufría en sus clases y las palabras tan huecas que pronunciaba.
Pero para sorpresa especialmente de McGonagall, Harry había vuelto a lograr hacer magia sin ninguna dificultad y estaba muy cerca de alcanzar a Hermione en sus estudios. Su amiga solía decir que el chico se había refugiado en los libros para olvidarse de pensar en el dolor, pero Ron le llevaba la contraria, pinchándole y diciéndole que estaba celosa porque pronto iba a dejar de ser la mejor alumna. Harry los escuchaba y se reía. Estaban acertando muy poco, pero prefería que siguieran pensando así
Otra de las cosas que lo evadía de sus fantasmas era el quiddicth. Había comenzado un programa de entrenamiento bastante duro, quizás comenzaba a contagiarse de Christine, pero los resultados no podían ser mejores. Faltaban escasas semanas para que se jugara el primer partido de quidditch: Gryffindor contra Ravencraw, y los nuevos integrantes del equipo se habían adaptado mucho mejor de lo que se esperaba, superando así todas las expectativas. Ron también lo estaba haciendo mucho mejor. Desde que había ganado la copa de quidditch el año pasado, las canciones ridículas de Malfoy no le afectaban en absoluto y había comenzado a sentirme muy seguro de sí mismo. Lo que peor funcionaba del equipo eran sin lugar a dudas los golpeadores: Jack Sloper y Andrew Kirke. Gracias a los esfuerzos de Harry habían logrado asemejarse a jugadores normales, pero no se lucían con gran soltura. Lo peor de todo quizás, era la poca compenetración que había entre ellos, pero Harry estaba dispuesto a ponerlos en vereda muy pronto.
Las reuniones de ED estaban cosechando un éxito increíble. No había ningún alumno que no lograra realizar un Patronus Corpóreo, exceptuando Euan y Rose, que cursaban segundo e iban algo más rezagados de los demás. Los integrantes, habían logrado que la profesora Byrne les diera un montón de puntos y los felicitara abiertamente, porque eran de los pocos que lograban realizar el Patronus en su clase. Después de eso, Harry estaba decidido a enseñarles unos cuantos Encantamientos escudo, que había leído en uno de los libros y que podían resultar extremadamente útiles en una batalla contra Mortífagos. También había pensado, siempre y cuando controlaran los encantamientos más avanzados, comenzar a dar clases de duelo, porque obviamente, era lo que se efectuaba en una batalla.
Lo único que ponía más nervioso a Harry era no tener noticias del exterior, ni saber si Voldemort había provocado algún que otro ataque a gran escala. Le había preguntado a Christine más de una vez, pero la profesora no le había querido decir nada. Ella insistía que no existía nada fuera de la habitación de los Menesteres y que su objetivo era prepararse.
Tal vez era que había aprendido a cerrar mejor su mente, pero Harry no había vuelto a soñar con Voldemort desde que viera como éste descubría el contenido de la Profecía. Él hubiera querido que sus pesadillas sobre Sirius también se hubieran marchado con el mago tenebroso y que los dolores de cicatriz fueran menos fastidiosos, pero por ahora no lo había logrado.
Se sentía realmente cansado, era muy duro acabar las clases con Christine a las cuatro de la mañana y levantarse a las nueve para comenzar sus asignaturas del curso en Hogwarts, pero gracias a las pociones estimulantes, lograba reponerse en cierta medida y ocultar su cansancio a los ojos de sus amigos y de los demás profesores. Harry había incumplido la promesa que le había hecho a Christine y había tomado más de una poción al día en alguna ocasión, cuando sentía su cabeza estallar y el cuerpo dolorido.
Había adelgazado cuatro quilos desde que había llegado a Hogwarts y como en verano también había perdido peso, casi toda su ropa se le caía. Eso si que no había pasado desapercibido para Ron y Hermione, que veían como su amigo, apenas probaba bocado. Por mucho que tratara de ocultarlo, jamás podría quitarse del todo esa sensación de mareo en el estómago que le producía la comida, y que había permanecido desde la muerte de Sirius Black.
Una tarde de principios de Octubre, la Orden estaba reunida en Grimmauld Place comentando las bajas de los últimos ataques y los progresos.
-Ya me estoy acostumbrando a que esos raros individuos nos ayuden contra los Mortífagos. Si no hubiera sido por ellos, estaríamos todos muertos.- gruñó Ojoloco.- Pero me preocupa que no tengamos información acerca de ellos.
Como desde el primer día, la Alianza se había presentado a cada uno de los ataques que se habían efectuado hasta la fecha y nadie tenía duda de que deseaban ayudar. Algunas personas los trataban como héroes y no les interesaba para nada sus identidades, mientras salvaran las vidas de sus familiares.
Dumbledore había reunido a la Confederación Internacional de Magos y se lo había comunicado, pero pese a todo, seguían buscando la manera de detener el avance mortífago. Necesitaban algo que desequilibrara la balanza, porque no tenían la menor pista de donde se hallaba Voldemort, ni tampoco como detenerlo y no podían estar todo el tiempo defendiéndose y esperando acontecimientos venideros.
Cuando acabó la reunión de la Orden, la mayoría de los miembros se retiraron. Lupin y Dumbledore se acercaron a Christine para hablar con ella.
-¿Cómo sigue Harry?- preguntó visiblemente preocupado el ex profesor.- No ha vuelto a llamarme por el espejo, después de la última vez.
-Creo que está mejor, Remus.- dijo Christine escuetamente.- Debo decir que ha llegado tarde a un par de mis clases por estar castigado con Snape, pero parece que no le afecta tanto.
-Eso es lo que me preocupa.- murmuró Dumbledore clavando sus pequeños ojos azules en los de la chica. No había nada que hacer, imposible introducirse en su mente.- Parece demasiado bien, como si ya no le importara nada...Minerva me ha dicho que ha vuelto a realizar magia con total normalidad y que se ha convertido en un alumno ejemplar. Creo que trata de ocultar su dolor en el estudio, me preocupa...
-Yo no me preocuparía.- sonrió fríamente Christine.- Creo que ha empezado a aceptar la muerte de Sirius Black y a reponerse...
-Veo que ha empezado a contarte cosas.- inquirió Lupin.
-Sí, es verdad, pero no confía en mí todavía.
-¿Y cómo van las clases? ¿Ya logra cerrar su mente?
-Me temo que es demasiado pronto, Dumbledore- respondió Christine de forma cortante.- Siempre he logrado introducirme en su mente, pero parece que va superando sus recuerdos. Estoy segura de que dominará la Oclumancia para navidad, y de aquí a final de curso, la Legeremancia.
-Suenan esperanzadoras tus palabras.- sonrió complacido el director.- Lo sigo dejando en tus manos, y espero que Harry esté bien realmente. -Dumbledore le sonrió y después se marchó a hablar con Tonks, dejando a Lupin y a Christine a solas.
-¿Estás segura de que está bien? Yo no me trago el cuento de que olvide con tanta facilidad a Sirius.
-Me temo que lo subestimas, Remus.- Lupin hizo una mueca de incredulidad y luego preguntó:
-Pero según me ha dicho Minerva...parece que sigue negándose a comer. -Christine suspiró y esta vez habló sinceramente.
-Sí, lamento decir que aún no he conseguido abrirle los ojos. Sigue igual de delgado, diría que más y creo que no logra ingerir alimentos con normalidad. Voy a tratar de hablar con él.- Lupin asintió.
-¿Crees que sigue enfadado conmigo porque no lo saqué de Hogwarts?
-Lo dudo. Creo que no te das cuenta hasta que punto le importas a Harry, Remus. Sólo es cuestión de tiempo que se vuelva a poner en contacto contigo. Discúlpame- añadió dándole unas palmaditas en el hombro.- pero tengo que irme, me esperan.- Christine se marchó y Lupin la siguió con la mirada hasta que desapareció por el umbral de la puerta.
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-¿Cuándo vamos a dejar de repasar lo que hemos visto hasta ahora?- preguntó aburridamente Smith, tras otra sesión de encantamientos escudo.- Ya dominamos todo esto bien, porque no nos enseñas algo útil... -se encontraban en una de las reuniones de ED. Harry había insistido mucho en los encantamientos escudo, pero parecía que sus amigos esperaban mucho más de aquellas clases. Miró con frialdad al muchacho de Hufflepuff, lo que provocó que éste retrocediera. Últimamente, la mirada de Harry daba verdadero pánico.
-¿Crees que un Encantamiento escudo no es útil?- preguntó con ironía y bajo la mirada expectante de todos, se aproximó hasta el centro de la habitación.- Lánzame un hechizo aturdidor.
-¿Estás loco? ¡Voy a hacerte daño!
-Harry,- Hermione se acercó a su amigo para tratar de persuadirlo.- No hace falta que demuestres nada...- pero el gesto con la mano que hizo el muchacho le indicó que se detuviera.
-Vamos, Zacharias, ¿no crees que puedas hacerlo?- evidentemente Harry había metido el dedo en la llaga, dañando el orgullo de Smith.
El muchacho levantó la varita con mucha rabia y con gran rapidez lanzó el hechizo contra Harry. Él simplemente alzó un poco su propia varita y murmuró el encantamiento escudo, pero éste fue tan potente y emanó tanto poder que el rayo de luz roja rebotó contra él y se dirigió tan fugazmente a Smith, que éste no tuvo tiempo de apartarse, y quedó totalmente paralizado en el suelo.
Harry sonrió y avanzó hacia Smith, que lo miraba con profundo rencor.
-Cuando creas que puedes hacer un Encantamiento escudo como el que acabas de ver, podrás hablar.- se detuvo un momento saboreando el placer de mofarse de Smith.- No obstante, aceptaré tus palabras. Sí, vamos a pasar a cosas más serias.- como el efecto del hechizo había pasado, Harry ayudó a levantarse a Smith y juntos se sentaron en los cojines junto a los demás, que seguían anonadados por lo que acaba de pasar.- A partir de ahora vamos a centrar las clases en Voldemort.- hubo murmullos de emoción y estremecimientos, con lo que Harry volvió a sonreír.- ¿Veis? Ese es el problema. No puedo enseñaros como es Voldemort si teméis pronunciar su nombre.
-Nuestros padres nos enseñaron a no hacerlo.- observó Terry Boot.
-Sí, es algo muy común entre los magos. Pero si teméis a lo que os enfrentáis...¿cómo vais a vencerlo?
-Pero...- titubeó Hannah.- Nosotros nunca podríamos vencerlo...
-¿Por qué estás aquí, Hannah?- preguntó Harry duramente penetrándola con la mirada. Ella se estremeció como si tuviera a Voldemort delante suyo. Por un momento, le pareció que Harry no era la persona que había conocido hasta ahora.
-Para aprender...para...
-...saber cómo es Voldemort.- recitó Harry. -Tú dijiste que querías seguir los pasos de tu padre...bien, entonces estás dispuesta a luchar.- ella asintió.- Y dime, ¿cuándo luchas estás pensando en que vas a morir?
-No, Harry es sólo que...
-No puedes enfrentarte a algo con el temor de que vas a fracasar, para ganar, debes guardar respeto, pero no miedo.- miró a ambos lados, observando las caras de asombro de sus compañeros.- No enseñaré a nadie que no sea capaz de pronunciar el nombre de Voldemort, ¿entendido? -Evidentemente, no todos estaban muy conformes, pero todos accedieron por varios motivos. Uno, porque la clase se estaba poniendo interesante, y dos, porque sabían que si querían tener alguna oportunidad de sobrevivir en un mundo de guerra, debían estar un paso por encima de los demás.- Bien, -continuó Harry, satisfecho de que su mensaje se hubiera captado tan deprisa. -Ahora...voy a enseñaros cómo es Voldemort.- nuevamente, murmullos de entusiasmo recorrieron a los presentes.- Voy a dejaros que me preguntéis lo que queráis, voy a responder a todas vuestras preguntas, a no ser que tenga un muy buen motivo para no hacerlo..., os voy a dar la oportunidad de saber..., no os voy a negar nunca matar la curiosidad, porque considero que es importante conocer a fondo al enemigo, y yo lo conozco.- Ron y Hermione no daban crédito a lo que oían. Ese no era el Harry que ellos conocían, no podía ser cierto, su amigo había cambiado...no era el mismo.
-¿De verdad podemos preguntarte de todo, Harry? -titubeó Cho, algo nerviosa.
-Sí -accedió él, sus ojos eran inexpresivos.- A partir de ahora vamos a comenzar clases de duelo y cualquier duda que tengáis y que yo pueda saldar, quiero que me la preguntéis. Y ahora...¿qué queréis saber?- Colin levantó la mano.
-¿Te importa que te preguntemos sobre temas personales?- Harry esbozó una sonrisa.
-No veo de qué forma te vaya a ayudar eso para enfrentarte a Voldemort, pero sí, si lo deseáis, podéis preguntarme cosas personales. No os prometo contestar, eso sí...
-Es que es la primera vez que podemos conocerte a fondo y que nos dejas hacerlo sin que ese periódico barato esté por el medio.- aventuró Dean Thomas. Harry volvió a sonreír.
-Bueno, ya habréis notado que no me gusta mucho hablar de mi mismo, pero ya que estamos bastante unidos por la causa del ED, os dejaré hacerlo...- Ron abrió ligeramente la boca, pero no fue el único. Ginny y Hermione estaban tan inquietas como su amigo y se preguntaban cómo Harry había llegado a ser tan distinto en tan poco tiempo.
-Yo tengo la primera pregunta.- dijo Cho levantando la mano, igual que había hecho Colin. Harry le hizo un gesto con la cabeza para que preguntara.- ¿Cómo murió Cedric Diggori?- Si el estómago de Harry dio algún vuelco, para nada lo aparentó. Se mostró tan frío con la pregunta de Cho, que incluso él mismo se sorprendió. Ya esperaba que ella preguntara algo así.
-Bueno, esa es una pregunta que creo que está más que clara. Ya conté en el periódico lo que ocurrió a finales del Torneo de Los Tres magos, pero si no te quedó claro... -se encogió de hombros.- Peter Pettrigrew lanzó la maldición Avada Kedavra contra Cedric en cuanto tocamos tierra firme después de que el traslador nos llevara hasta aquel cementerio.
-¿Entonces es cierto que Pettrigrew sigue con vida y que Sirius Black es inocente de los cargos por los que le condenaron?- inquirió Susan Bones.- Mi tía me dijo que Black era inocente.- esta vez, a Harry sí se le contrajo el estómago al estar hablando de Sirius, con cualquier persona que no fuera Christine, pero igual que solía hacer siempre, ni se inmutó.
-Sí, es cierto. Pettrigrew era el guardián secreto de mis padres. En un principio iba a serlo Sirius, pero al final, sin consultar a nadie cambiaron los planes. Sirius no mató a esas trece personas, lo hizo Pettrigrew y fingió su propia muerte. He de decir, que si Cedric está muerto, es porque Pettrigrew ayudó a Voldemort a recuperar su cuerpo.- explicó Harry con voz pausada.
-¿Y Sirius Black era tu padrino?- inquirió Luna Lovegood. Sus ojos volvían a parecer soñadores. Ron, Hermione y Ginny se miraron nerviosamente. Temían que la conversación se desviara a un campo en donde Harry no pudiera soportar.
-Sirius era mi padrino, sí.- respondió Harry con voz queda.
-¿Y murió...en el incidente que ocurrió en el Departamento de Misterios? -titubeó Alicia.
-Correcto.- logró decir Harry. La opresión se hacía más fuerte.
-¿Por qué fuiste al Departamento de Misterios, Harry?- preguntó Dennis confuso.
En ese momento Harry desconectó. Su mente volvía a divagar por un mar de recuerdos, recuerdos demasiado dolorosos incluso, para que Christine lograra borrar. No había forma alguna de que el agujero hondo que sentía el chico se llenara con las palabras sobre venganza o protección a sus amigos, que la profesora le repetía incansablemente. No había nada en el mundo, que pudiera aliviar a Harry el peso de la culpa...
"-Pero...Harry, piénsalo bien.- dijo Hermione dando un paso al frente. -¿Cómo quieres que Voldemort y Sirius hayan entrado allí sin ser vistos? Harry...deben de ser los magos más buscados del mundo...
-¡No lo sé, Voldemort debe de haber utilizado una capa invisible o algo así?..."
"-Pues...que...- Hermione estaba aún más acongojada. -Quiero decir que...el año pasado, por ejemplo, en el lago...durante el Torneo...no debiste...Es decir, tú no tenías que salvar a aquella chica, Delacourt...Te dejaste llevar por...- Una oleada de rabia inundó a Harry. -Mira, estuviste muy bien y todo eso...todo el mundo creyó que lo hiciste fue fabuloso...
-Tiene gracia- replicó Harry con voz temblorosa.- porque recuerdo perfectamente que Ron dijo que había perdido el tiempo haciéndome el héroe...¿es eso lo que piensas que estoy haciendo ahora? ¿Crees que quiero volver a hacerme el héroe?
-Lo que trato de decirte es que...¡Voldemort te conoce, Harry!¡Llevó a Ginny a la Cámara Secreta porque sabía que tú irías a buscarla allí, es lo que suele hacer, sabe que tú eres el tipo de persona que...! ¡Sabe que irías a socorrer a Sirius! ¿Y solo intenta que vayas al Departamento de Misterios?
-¡Hermione, no importa que sólo lo haya hecho para engañarme, se han llevado a la profesora McGonagall a San Mungo, en Hogarts no queda nadie de la Orden a quién podamos contárselo, y si no vamos, podemos dar por muerto a Sirius!
-Pero Harry, ¿y si tu sueño sólo ha sido...eso, un sueño?"
Harry despertó abruptamente a la realidad. Era consciente de que todas las miradas estaban puestas en él, así que, con mucho cuidado de no dar muestras de debilidad, se puso en pie y se apoyó contra la pared de la puerta.
-Creo que ya son suficientes preguntas sobre mí...¿por qué no mejor nos centramos en Voldemort?
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Cuando el profesor Flitwitch les anunció a los alumnos que iban a comenzar a practicar las clases de aparición a principios de Noviembre, muchos de los alumnos saltaron de sus asientos. Él sería quién compaginaría sus clases con las de Aparición, puesto que el examen que realizarían al final de curso, por un examinador, era terriblemente complicado, y la mayor proeza de un mago era la aparición.
Harry no prestó mucha atención a lo que sus compañeros comentaban en la Sala común sobre el tema, y sobre las diez, dio las buenas noches a Ron, Hermione y Ginny y subió las escaleras con mucho sigilo. Tras comprobar que nadie podía escucharle, rebuscó en su baúl el mapa del merodeador y la capa de invisibilidad de su padre, y apuntó a su cama con la varita.
-¡Homini Multiplicus!- susurró, y segundos más tarde, una figura idéntica a él mismo, se encontró durmiendo en su cama, reemplazándolo. Harry se sonrió a sí mismo por su proeza y procurando andar de puntillas, se cubrió con la capa de invisibilidad y observó detenidamente el mapa. Las motas de Filch y de la Señora Norris estaban bastante lejos de su camino, así que tenía que tener precaución extrema para pasar inadvertido por el retrato de la Dama Gorda, para que los pocos estudiantes que se encontraban en la Torre de Gryffindor, no se percataran.
Tras susurrar un encantamiento silenciador a su alrededor y abrir el retrato lo más mínimo para pasar( era una suerte que estuviera tan delgado), se escabulló por los pasillos. Caminaba despacio, aquel día no tenía muchas ganas de llegar a la Sala de los Menesteres y se entretuvo observando el campo de quidditch por uno de los ventanales del castillo. Arriba en las gradas, Sirius había aparecido para verle jugar un partido.
-Ojalá estuvieras conmigo...- murmuró al vacío, y luego continuó su camino hasta donde Christine lo esperaba.
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Llevaba bastante rato dando clase, pero sus pensamientos seguían vagando sutilmente por sus recuerdos. La profesora había tratado de introducirse en su mente en las últimas dos horas, y no lo había logrado. Harry, ya dominaba la Oclumancia a la perfección.
-Voldemort no ha podido entrar en tu mente, ¿verdad?- preguntó Christine, observando al chico detenidamente.
-No,- respondió él ausente. Se han acabado las pesadillas...sobre él...y salvo por los dolores de cicatriz, no sabría que existe...
-Sí, eso desearías tú.- dijo Christine mordazmente.-¿Y has tenido otro tipo de pesadillas?
-Sabes que sí.- respondió Harry sinceramente. Estaba sentado cerca de la chimenea, calentándose con las llamas del fuego. Por la noche hacía mucho frío en el castillo, y más ahora que había llegado Octubre.
-¿Hasta cuándo crees que seguirán?
-Bien sabes que no creo que logre evadirme de ellas jamás. Son mi conciencia.- Christine no respondió. Se acercó hasta la chimenea y se sentó en una silla enfrente de Harry. Estuvieron en silencio bastante tiempo, hasta que ella volvió a hablar.
-El otro día, Dumbledore y Lupin me preguntaron por ti.- Harry levantó la cabeza de sus rodillas.
-¿Qué les dijiste?
-Que todavía no dominabas la Oclumancia y que no creía que lo lograras hasta Navidad. Y que al finalizar el curso ya habrías aprendido Legeremancia.
-Pobre Dumbledore.- se burló Harry asqueadamente.- No tiene ni idea de lo preparado que estoy.
-No me gusta ese cinismo en tu voz.- le reprendió Chrintine duramente.- Y creo que deberías hablar con Remus. Disimula al menos que te importa.
-Y me importa- gruñó Harry comenzando a enfadarse.- pero me cuesta fingir con él
-Pues tendrás que hacerlo.- contestó ella cortante. Harry se quedó callado mordiéndose el labio inferior. Christine se levantó de la silla y se sentó en suelo junto a él. Lo cogió de la barbilla y lo obligó a mirarla a la cara, mientras ella examinaba sus ojos.
-Te dije que no tomaras más de una poción estimulante al día, te deja demasiado atontado. No se debe abusar de ellas.
-Es lo único que me quita el dolor.- dijo Harry con desgana y apartó su cara de la mano de Christine, para frotarse los ojos con sus propias manos.- Estoy muy cansado y no aguantaría el ritmo.
-Empiezas a preocuparme. Sigues sin comer y...
-¿Desde cuándo te he preocupado yo?- cuestionó Harry de mala gana.- Me vigilas demasiado, es asunto mío lo que...
-No, no lo es, también es mío. Recuerda que soy la única que te cuida.
-¡Oh, eso es un gran alivio!- dijo él con sarcasmo.- Tranquila, llegaré a las Navidades.
-¡Basta ya, Harry! ¡Si no empiezas a comer, tendré que obligarte a hacerlo...y ya sabes que no me gustan esos métodos!
-De acuerdo, de acuerdo.- se apresuró a decir él, fastidiado.- Lo intentaré, pero no te prometo nada. Ya sabes que no puedo.
-Lo sé.- aseguró Christine. Y ahora...¿qué tal si me dices qué es lo que te ocurre hoy?
-Nada.- mintió Harry apresuradamente.
-Sí claro..., te lo repito, no puedes engañarme.
-No sabes si te estoy mintiendo, no puedes leerme la mente.- dijo el chico impertinentemente. Christine suspiró para tratar de contenerse.
-Harry...
-Echo de menos a Sirius.- soltó él poniéndose en pie y caminando hacia el centro de la habitación.
-Está muerto. -dijo Chistine y Harry se dio la vuelta para mirarla a los ojos. Su rostro era un témpano de hielo.- Creí que después de lo que habías pasado lo superarías...
-¿Superar? -se irritó él pasándose una mano por la cara.- ¿Cómo voy a superar? Sirius dejó un vacío en mí que no soy capaz de llenar, ni siquiera con las ganas que tengo de vengarme de Bellatrix y de Voldemort...no lo logro. Significa mucho para mí y no digas que no lo sabes o que no lo esperabas, porque yo también empiezo a conocerte.- el rostro de Christine se endureció todavía más.
-Me es indiferente. Olvídalo. Arrincónalo, guárdalo en un cajón y apártalo de tus pensamientos. Aprende a acostumbrarte porque esta discusión ya la hemos tenido y no pienso volver a tolerar tu debilidad.
-¡No puedo hacerlo! ¿Vale?- gritó Harry fuera de sí. -¡Puedo sobrellevar la situación, puedo fingir, puedo aprender magia e incluso superar muchos de mis recuerdos, pero no puedo sacármelo de encima!
-¡Pues entonces vas a contemplar su muerte hasta que seas capaz de recordar cada detalle de memoria!- gritó Christine y se acercó para coger a Harry de un brazo. Realizó con los dedos un chasquido y entonces ambos viajaron por un remolino de luces, hasta la cámara de la muerte del Departamento de Misterios.
"Harry, sujeta bien la profecía, coge a Neville y corre"- las palabras de Sirius hicieron un eco ensordecedor en la sala.
Harry se zafó del brazo de Christine y cayó al suelo arrodillado, incapaz de moverse, contemplando el arco...
-¿Tengo que recordarte lo que ocurrió?- gritó Christine fríamente.- ¿No lo estás viendo? Sirius va hacia el arco...está peleando y...
-¡Basta!- los ojos de Harry se empañaron, pero no dejó que las lágrimas se escaparan de ellos.- ¡Sácame de aquí!
-¡No antes de que hagas memoria!
"-¡DUMBLEDORE! -Neville y él acababan de ver como el director bajaba las gradas y comenzaba a acorralar a los mortífagos y entonces, se escuchó la voz de Sirius, riéndose.
-¡Vamos, tú puedes hacerlo mejor!- un haz de luz le golpeó en el pecho."
-¡¡¡¡Noooo!!!! -Harry gritó, pero Christine no pareció tener la menor compasión de él y se quedó mirando la escena con los brazos cruzados, como si fuera una simple película.
El cuerpo de Sirius atravesó el velo, describiendo un majestuoso giro en el aire, y Harry, asustado, dolido y embriagado de tristeza, pudo ver una vez más el rostro consumido de su padrino, antes apuesto, sorprendido, con temor, cruzar el terrible velo, que se balanceó y se sacudió, para luego no ver nada más.
-¿Ya has aprendido la lección?- lo retó Christine.- ¿Ya te has dado cuenta de que él está muerto y de que llorarlo no va a servirte de nada? O deja de importante Sirius Black o vas a volver a ver ese arco muchas más veces. Vamos.
Christine volvió a coger a Harry del brazo, mientras él mantenía la vista fija en el viejo arco, y escuchaba las palabras que lo atormentaban en su sueño.
-"No puedes hacer nada, Harry, nada. Se ha ido."
Nuevamente, el remolino de luz blanca los envolvió por completo y sintiéndose terriblemente mareado, Harry cayó al suelo de la habitación de los Menesteres. Respiraba tan agitadamente como si hubiera forcejado con Lupin y no fue hasta que pasaron unos minutos, que se incorporó, para ver como Christine lo penetraba con la mirada.
-No me das ninguna lástima, si es eso lo que pretendes.- replicó su profesora. Un odio intenso iba apoderándose del interior de Harry.- Me temo que vas a volver muchas veces a ver esa escena si sigues pensando en él, y sabes, que sabré si lo has hecho, por muy hábil que seas en Oclumancia.
Harry sacó la varita de su túnica y con la mano temblorosa apuntó a Christine. Sus ojos verde esmeralda, que en un tiempo habían reflejado alegría y bondad, ahora brillaban intensamente de rencor. Se habían oscurecido, vuelto helados, distantes...
-¿Vas a atacarme, Harry? -preguntó Christine indiferentemente.- Bien, puedes hacerlo si lo deseas, quizás te alivie y todo, pero aún así, no voy a permitirte que sigas teniendo sentimientos.
-¡Te dije que me sacaras de allí!- gritó Harry fuera de sí, su mano temblaba a convulsiones. La profesora sin embargo, no se inmutó.
-Harás lo que yo diga. Y si contemplar la muerte se Sirius Black es lo que te ordeno, lo harás y punto. Eres débil...¿sufres mucho? ¡Iluso! No has entendido todavía que no me importa el daño que te cause mientras aprendas lo necesario para vivir. Sólo me interesa que culmines tu venganza y que vivas, los medios no importan. Acéptalo, él está muerto y no va a volver. Y lo único que puedes hacer por su memoria es dejar de sentir culpa y arremeter contra los que propiciaron su muerte.
Harry no pudo aguantar más, la ira era más fuerte que sus propias emociones. Levantó la varita y gritó:
-¡CRUCIO!- un débil rayo de luz roja salió de su varita y se dirigió contra su profesora. Christine, muy tranquila, cerró los ojos y una oleada de luz blanca la envolvió por completo, haciendo elevar su larga cabellera negra y emitiendo un poder, que hasta entonces, Harry no había visto en otro mago, incluyendo Dumbledore. Un escudo protector la rodeo, pero no era un simple encantamiento escudo como el que Harry había enseñado a los del ED, no, era una fuente de energía tan potente, que hizo que el chico se estremeciera. El haz de luz la maldición cruciatus, rebotó contra él y se estrelló contra una estantería, provocando que una pila de libros cayera al suelo.
Harry abrió la boca sorprendido, pero no tuvo tiempo de emitir ningún sonido, porque Christine abrió los ojos y con un movimiento de la mano, soltó una ráfaga de energía que golpeó al muchacho en el pecho y lo propinó hacia atrás unos metros. Luego, la profesora volvió a cerrar los ojos y la extraña aura que la había envuelto, desapareció. Harry se reincorporó adolorido y observó como ella suspiraba, volviendo a abrir los ojos.
-No está nada mal. Me gusta que sientas tal odio que incluso te atrevas a utilizar una maldición imperdonable en mi contra, aunque te equivocas de persona. Es cierto que voy a enseñarte las maldiciones, pero no es contra mí con quién debes usarlas. Soy lo único que tienes aquí. Por lo tanto, te recomiendo que la próxima vez que decidas atacarme, pienses detenidamente lo que haces, porque no voy a volver a ser tan clemente. Créeme que no se me caerán los anillos por lanzarte una maldición imperdonable, y creo que me conoces lo suficiente para saber que lo haré.
-¿Có...cómo has hecho eso? Es...no es posible, ¿de dónde has sacado tanta energía...ese poder...? Si no has usado la varita...- Christine sonrió y se acercó a Harry para ayudarle a levantarse.
-No necesitó varita para hacer según qué cosas, ya deberías haberlo intuido.
-Pero... -titubeó el chico. -No se puede hacer magia sin una varita...ningún mago...
-Lo sé. Te sorprendería saber los magos que lo han intentado. Pero no te preocupes, tú también vas a poder hacerlo.
-¿Yo?
-Sí, -confirmó la mujer con una sonrisa.- Pero es muy pronto para que me preguntes eso. Por el momento...es mejor que nos centremos en otras cosas. Ahora que puedo estar tranquila de que no me vas a atacar, quizás podamos continuar.
-No sabía que podías interceptar la maldición cruciatus.- se extrañó Harry.
-Normalmente, esta maldición se puede interceptar con un buen escudo protector, pero tu maldición no hubiera sido difícil de detener. Ni siquiera habrías podido hacerme daño.- ante la mirada atónita del chico, ella sonrió.- Tú no querías causarme dolor, después de todo, sólo estabas muy enfadado. Con el tiempo, te darás cuenta que hacen falta cierto tipo de...sentimientos, para que puedas llevar a cabo una maldición imperdonable.
-Lo sé.- aseguró Harry con voz queda. -Traté de hacer lo mismo con Bellatrix Lestrange y tampoco lo logré.- por un momento parecía que Christine se había puesto pálida, pero cuando habló lo hizo con tanta seguridad, que Harry pensó que se lo había imaginado.
-No te preocupes. Muy pronto vas a poder lanzarle la maldición cruciatus a Bellatrix Lestrange, y te juro que va a lamentar enormemente lo que le hizo a tu padrino. Y ahora...¿qué tal si tratas de introducirte tú en mi mente?
-¿Ya vamos a empezar con la Legeremancia?
-Entre otras cosas.- explicó Christine. -Ya te he dicho que las maldiciones imperdonables son algo que me interesa que aprendas. Necesitas defenderte de los mortífagos y poder reconocerlas.
-¿No dijiste que las íbamos a aprender en clase de Defensa Contra Las Artes Oscuras?- preguntó Harry, siguiendo a la profesora hasta el centro de la habitación.
-Sí, lo haremos.- confirmó ella.- Pero no será hasta el último trimestre. No podemos esperar tanto. Ya sabes que quiero que actúes después de Navidad. Si todo va bien, estarás listo.- Harry asintió.
-Otra cosa..., me dijiste que me ibas a enseñar a hacerme invisible. ¿podríamos practicarlo esta noche? Me resulta muy incómodo ocultarme tras la capa de mi padre cuando tengo que pasar por la sala común y está llena de gente.- Christine miró su reloj de pulsera, que marcaba las dos de la mañana.
-Está bien. Probaremos un poco la Legeremancia y luego te enseñaré el encantamiento. Con un poco de suerte...en un par de noches lo habrás aprendido.
-Esperas mucho de mí. -suspiró Harry y preparó su varita.
-Puedes hacerlo y lo sabes. Ya superaste esa fase en la que no confiabas en ti mismo. Y ahora...trata de ver mis recuerdos.- una sonrisa irónica apareció en el rostro de Christine. Harry asintió y levantó su varita.
-¡LEGEREMENS!- gritó y concentrándose tal y como Christine le había explicado introdujo su propia mente en la de ella. De pronto, cuando una luz iba a comenzar a revelar cosas, se topó con una pared tan dura que su varita voló por los aires y él cayó hacia atrás, respirando agitadamente.
Christine abrió los ojos y sonriendo se acercó hacia él, para ayudarle a levantarse.
-Siento si he empezado muy fuerte. Pero creo que vas a sudar mucho antes de poder ver mis recuerdos...
-Ya lo creo... -murmuró Harry y tras aceptar la mano de su profesora, se dispuso a intentarlo de nuevo, para obtener el mismo resultado.
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Diane Hart se dirigía a un ritmo apresurado hacia el despacho de la ministra de Magia. Habían sido días agotadores desde que un testigo muy importante había sido asesinado. Se habían producido desde entonces tres ataques más, y dos de ellos habían podido ser interceptados a tiempo de que una cifra de muertos elevada, se sumara a la de miles de civiles.
Todo se debía, principalmente, a la gran ayuda que proporcionaban unos extraños individuos, vestidos todos de igual forma, como si se tratara de un grupo de defensa. Eran magos muy experimentados y era hasta ahora, la única baza que había tenido el ministerio para repeler el avance mortífago.
Lo curioso, es que nadie sabía nada acerca de estos extraños personajes, pero una cosa quedaba clara, sin su ayuda, probablemente el mundo mágico ya estaría bajo el dominio del mago tenebroso, que se hacía llamar a s sí mismo, Lord Voldemort.
Pero parecía que algo importante volvía a ocurrir, porque Amelia Bones había llamado con urgencia a Diane a su despacho, o quizás, conociéndola como la conocía Diane, la ministra no quisiera hacerse esperar.
Diane era la asistente persona de Amelia Bones, desde que ésta entrara como ministra y desde que Percy Weasley, del que actualmente, no se sabía nada, presentara la dimisión, cuando se hizo público el regreso de Voldemort.
Inmediatamente, Amelia había solicitado como su asistente personal a Diane. No solo porque la conocía desde hace tiempo, sino porque le tenía gran estima.
Diane había trabajado de secretaria con Amelia en su anterior departamento y tenerla cerca suyo, le hacía sentirse más segura, sentimiento que también Diane compartía.
Llegó hasta la puerta cerrada del despacho de la ministra y tocó suavemente. Después de un breve silencio, se escuchó la voz severa de Amelia Bones y Diane ingresó en la habitación.
-¿Me llama, señora ministra?
-Sí, Diane.- dijo Amelia revolviendo los papeles que tenía en la mesa. Se veía algo estresada y con voz cansada.- Haz el favor de decirle a Thomas Grint que venga lo antes posible, necesito hablar con él. Y cuando lo hagas, si pudieras traerme un café...- se pasó la mano por la cara.- no me vendría mal.
-En seguida.- contestó Diane haciendo una leve inclinación.
-Gracias, Diane. Y tómate tú otro también, ¿de acuerdo? No has parado de trabajar en días...
Diane sonrió, asintió y se marchó a buscar a Thomas Grint, que era el jefe supremo del cuartel de aurores.
No tardó mucho en llegar puesto que iba a un ritmo acelerado, como solía hacer siempre, y tras esquivar una serie de Memorándums, que parecían tener tanta prisa como ella, se acercó al despacho de Thomas Grint y le hizo llegar el mensaje de la ministra. Minutos después, volvieron a llamar al despacho de Amelia Bones, y un hombre alto y delgado, con una cabellera rubia que le llegaba a la altura de los hombros y unos ojos de un azulado indefinido, entró.
-¿Llamabas, Amelia?- Grint tenía una voz grave y seria. Todo el mundo sabía que era estricto y muy entregado a su trabajo, pero en general, era bastante correcto con el trato a las personas, aunque parco en palabras. Amelia levantó la cabeza de sus papeles y le indicó que se sentara.
-Hace unos días, reunimos a la Confederación Internacional de Magos.
-Sí, algo he oído.- susurró Grint toscamente.
-Dimos datos sobre los ataques, buscamos sospechosos, indagamos en el paradero de Quién-tú-sabes..., en fin, todas esas cosas de siempre.- Grint asintió, para que continuara.- revisando la magia que fue empleada durante los ataques, formulamos una estadística, más que previsiva. Comprobamos, que los novatos que son enviados a los ataques, suelen usar las maldiciones imperdonables, seguramente, para probar ante sus jefes que son capaces de hacerlo, o simplemente porque se lo ordenan.- Amelia hizo una pausa y suspiró.- En cambio, los mortífagos que suelen dirigir los ataques y que están fichados por el ministerio, emplean magia negra, incluyéndose a las maldiciones prohibidas.
-Sí, eso es correcto. Yo también lo he comprobado.- corroboró Grint.
-Entonces te habrás dado cuenta de que tus aurores no están capacitados para enfrentar tales dotes mágicas.- Grint se removió incómodamente en su silla.
-Sí, estamos algo por debajo de ellos, sin embargo...
-No estoy dudando de la capacidad de tus aurores, Thomas,- aseguró Amelia levantando la mano.- Sé que llegar a ser auror requiere unas capacidades muy serias y que han sido sometidos a exámenes muy duros, lo que me refiero es que los mortífagos actúan fuera de la ley y que esa es una ventaja a su favor, no sé si me entiendes.- Grint asintió. -Los únicos que tienen ciertas posibilidades para enfrentar a los jefes de los ataques son esos extraños individuos que nos están ayudando. Están muy bien preparados y conocen todas las ramas de la magia blanca, como te habrás fijado.
-Sí, lo he notado.- aceptó Grint.- Es como si hubieran sido entrenados, sólamente para estos casos. Especialmente...- hizo memoria recordando el último ataque.- hay uno de ellos, llevan el rostro tapado, pero creo que era una mujer, que es tremendamente poderosa. Suelta un poder que no había visto nunca.- Amelia sonrió interiormente. Sabía de quién se trataba la persona a la que estaba describiendo su colega, pero no podía decirlo.
-Sí, reconozco que sin su ayuda, estaríamos en otra situación.
-Comprende Amelia.- reprochó Grint molesto.- Que mis aurores llevan un ritmo muy alto. Apenas descansan y están vigilando constantemente zonas muy puntuales. Cuando se produce un ataque, no puedo llamarlos a todos y dejar desprotegidos ciertos puntos, porque eso podrían estar buscando los mortífagos. Hogsmade, por ejemplo, es el único pueblo enteramente mágico que queda en Gran Bretaña. Es un punto de mira demasiado fuerte como para abandonarlo.
-Lo entiendo.- aseguró Amelia.
-Tal vez...si me dejaras rebajar la vigilancia en otros lugares...podría...
-¡No voy a dejar Hogwarts desprotegido, Thomas! Ni pienso alejar la vigilancia de Harry Potter.- gritó la ministra algo furiosa. Grint hizo una mueca de desagrado.
-Tú misma Amelia, pero te estás equivocando. Sé lo que Harry Potter significa y lo que hizo en pasado, pero sólo es una persona más. Estás dejando que gente inocente muera por prescindir de mis hombres, y a cambio, te excedes en la protección de un único civil.- Amelia suspiró tratando de tranquilizarse.
-Tengo mis motivos.- aseguró. -Pero no es de la protección de Harry Potter por lo que te he hecho llamar.- tomó aire consciente de lo que iba a proponer.- En la reunión con la confederación, quedamos en volver a poner en rigor la antigua Ley de Crouch.- Grint abrió mucho los ojos sorprendido.- Sí, voy a autorizar el uso de las maldiciones imperdonables contra los mortífagos, exclusivamente contra los mortífagos recalcó.
-¿Estás segura? Yo no tengo ningún problema, sabes que ya las utilicé la vez anterior, pero quizás la gente no esté tan conforme.
-No me interesa la popularidad, Thomas. Me interesa salvar vidas y si este es el método adecuado, lo haré.- el rostro de la ministra parecía mucho más consumido que minutos antes.- Esto equilibrará un poco la balanza. No escatimes a la hora de usarlas, Thomas...sólo quiero acabar con esto. -Grint se puso en pie y asintió.- Asegúrate de que todos tus aurores estén preparados para realizarlas...
-Descuida, lo haré. Y...piensa lo que te he dicho acerca de Harry Potter. Sólo es otra vida cualquiera, conozco la historia del muchacho y sé que ha sufrido bastante pero...día a día lo hacen miles y miles de personas. Sinceramente, conociéndote como te conozco, aún no entiendo tus razones...- y tras decir esto, salió por la puerta.
-Lo sé.- murmuró Amelia.- Pero no puedo explicarte mis motivos...pero si el muere...la esperanza del mundo mágico morirá con él...
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Aquella mañana, Harry despertó de un almohadazo. Ron se lo había lanzado antes de entrar en cuarto de baño, para que se despertara.
-¿Qué hora es?- preguntó somnoliento, cuando vio que su amigo volvía a salir del aseo, totalmente vestido y peinado.
-Las nueve y diez.- contestó Ron y le lanzó a la cama un par de panecillos.- Los subí del Gran Comedor, nuevamente no has bajado a desayunar.- puso cara de preocupación, pero en seguida rectificó.- Date prisa en arreglarte. Te espero en la sala común, las clases empiezan en quince minutos. y salió escaleras abajo.
Fue una suerte que lo hiciera porque si se hubiera fijado en el aspecto que mostraba Harry, probablemente se hubiera llevado un susto de muerte.
El muchacho se levantó y se dirigió hacia el baño. Se miró en el espejo y unos ojos hinchados y ojerosos le devolvieron la mirada. Su cara estaba más pálida que el papel y el pelo mucho más revuelto. Aquella noche había dormido muy poco, porque se había quedado hasta las cinco de la mañana practicando el encantamiento de invisibilidad.
Suspiró, abrió el grifo y se mojó la cara y cabeza con agua. Tras secarse un poco con la toalla, volvió al dormitorio, se puso la túnica de Hogwarts, se aplastó el pelo mojado contra la cabeza y se acercó a su baúl.
Antes de abrirlo, miró en ambas direcciones, como no observó signo alguno de presencia, sacó una pequeña caja de color marrón claro. Murmuró una especie de contraseña apuntando con la varita y la caja se abrió, revelando múltiples frasquitos de un color transparente. Sonriéndose a sí mismo, cogió uno de los frascos y se bebió de un sorbo todo el contenido. Una energía renovada le regresó al cuerpo. Volvió a guardar la caja en el baúl, se acercó a la mesita de noche y se puso las gafas. Regresó después al lavabo y se miró al espejo de nuevo. Su cara, antes pálida había tomado algo de color y sus ojos ya no estaban ni hinchados ni ojerosos. Tras emitir un largo suspiro y hacer una mueca de dolor( la poción nunca le eliminaba la sensación de cansancio por completo), tomó su mochila y su varita y bajó a la sala común a reunirse con Ron y Hermione, para comenzar, lo que sería un duro día de trabajo.
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N/A: Olasss de nuevo. Aquí traigo otro capi, agradeciendo sinceramente vuestros reviews. No está siendo la mejor época de mi vida, así que supongo q me he refugiado en el papel, q desde pequeña siempre me ha guardado los secretos. Jejeje, me estoy poniendo sentimental y no quiero así q disculpad si algún capi os parece excesivamente triste, pero ya veis q la situación me atrae a ello. Nuevamente gracias a todos/as por leer mi fict y un beso muy grande parsa todos. Cuídaos!!!!!!
