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Aidee: Muchas gracias por todo!!!!! la verdad es q este fict es un reto para mí, es el primero q escribo y no sé si lo estoy haciendo del todo bien, en fin, créeme q lo intento. Espero q te siga gustando, poco a poco iré desvelando todos los secretos q se acontecen, de momento, en este capi viene uno gordo. Besazos!!!!

Barby-Black: Olasss!!! Muchas gracias, de verdad!!!!!!! Me alegra q te guste. En realidad, harry no es malo. Únicamente se deja arrastrar por el odio q siente hacia Voldemort y todos los q propiciaron la muerte de Sirius, pero eso no lo convierte en una mala persona. Es fría y dura, en ocasiones, pero ya veras como el verdadero harry siempre acaba saliendo a la luz. Lo q pasa q Christine lo envevena un poco con sus palabras, pero créeme que ella tampoco es mala, sólo intenta lo mejor para Harry. Besos!!!

Gran patronus: Hello!!!! Tú siempre tan amable, muchas gracias, de verdad. Tienes mucha razón, si Harry dejara de ser el Harry que conocemos, no sería lo mismo. Ya veras como tendrá fases a lo largo del fict q parecerá malo, pero su yo bueno siempre saldrá a la luz, no voy a dejar q lo consuma la oscuridad por completo, ya lo verás. Y aquí en este capi tienes la respuesta a tu pregunta, sabrás al fin quién es Christine. Espero q te guste la sorpresa!!!!!

Pauly-fanática-0808: Olasss, jeje, vale sí, en el capi anterior os hice sufrir un poquito...umm, me pensaré lo de Lupin, pero no puedo prometerte nada, jeejj, pero mientras eso ocurra o no, tú disfruta de él. Respecto a lo de Dumbledore...no, él no puede leerle la mente a Harry en ese momento, eso no significa q no sea buen mago ni q no sepa más de lo q parece. jejej. Te dejo con la intriga. Besazos!!!!

CAPÍTULO 17: ¿QUIÉN ERES, CHRISTINE?

Los cálidos rayos de luz solar se filtraban a través de las polvorientas ventanas de aquel tercer piso. Habían pasado días, semanas, incluso meses desde aquella primera vez, pero el olor agrio del aula cerrada, la pizarra con los pintorescos dibujos o las rayadas mesas de estudio, no habían variado aquel ambiente hostil que se reflejaba en la clase de Defensa Contra Las Artes Oscuras.

La profesora Christine, una mujer alta, de cabellos largos y negros azabache y ojos azules, profundos y fríos, volvía a explicar las criaturas mágicas que a estas alturas debían desfilar en el bando enemigo. Aquel día, explícitamente, los vampiros.

Era, sin lugar a dudas, la mejor profesora a la vez que Remus Lupin, que había pasado por Hogwarts y por eso tal vez, ningún estudiante se perdía detalle de sus complicadas explicaciones. Eso, o el miedo a la mirada inquisitiva de la mujer, era lo que mantenía el silencio en el aula.

El trío de Gryffindor estaba sentado en primera fila, como odiosamente Hermione se encargaba de posicionarlos y tenían los ojos muy abiertos. Harry sabía que había sido un vampiro quién casi llevara a la muerte al profesor Lupin y se había propuesto matarlos a todos, pensamiento que sus amigos desconocían.

Era tal su atención que no se percató cuando una lechuza de plumaje blanco entró como una flecha por la ventana y fue a estrellarse en su regazo.

Hermione soltó un grito ahogado y Ron pegó un bote. Un segundo después, la clase levantaba la cabeza tratando de distinguir qué era lo que había ocurrido.

-¡Potter! ¡La hora de las lechuzas es durante el desayuno!- gritó Christine, furiosa de que su clase se interrumpiera por necedades.

Pero Harry no la escuchaba. Acababa de distinguir a la lechuza, era la suya propia, a la que había enviado unos días atrás con una carta a San Mungo para Lupin.

-¡Hedwig!- exclamó preocupado. Su lechuza estaba semiinconsciente. Llevaba una carta atada a su pata derecha, pero todas sus plumas estaban revueltas y con pequeñas heridas por todo el cuerpo. Del pico le salía un hilo de sangre y ululaba débilmente, a causa del dolor.

Harry se levantó de golpe y la cogió en brazos.

-¡Profesora Byrne, es mi lechuza! ¡ha sido atacada, creo que está muy mal!

En ese momento la clase entera armó un barullo de comentarios. Hermione observaba el lamentable estado de Hedwig al borde de las lágrimas y Ron estaba consternado. Christine dio la vuelta a su escritorio y se acercó rápidamente hasta Harry. Dio un vistazo fugaz a Hedwig y cogió al muchacho del brazo, arrastrándole hacia la salida.

-¡Quiero una redacción de no menos de un pergamino de lo que he dicho durante la clase! ¡El que no me la traiga tendrá la asignatura suspendida, así que no quiero que nadie se mueva de aquí! ¿Entendido?- los alumnos murmuraron en disconformidad, pero nadie se atrevió a protestar directamente a la profesora.

-Vamos Harry,- susurró la mujer por lo bajo.- Tenemos que encontrar a Hagrid.

Harry no se lo pensó dos veces y en cuanto salió de la clase comenzó a correr muy rápido hacia la sala de profesores, seguido de cerca por Christine. Hedwig iba doliéndose por el camino, mientras el chico le pedía que aguantara.

En frente de la sala de profesores se encontraban las dos gárgolas que estaban el curso anterior, en el que Harry había acudido por el mismo motivo, un ataque a su lechuza. La vez anterior y pondría la mano en el fuego, había sido la profesora Umbridge quién había tratado de alcanzar a Hedwid.

Pero la situación en aquellos momentos era distinta. Umbridge ya no estaba en el colegio y todo el mundo sabía del regreso del Innombrable, por lo cual sólo quedaba una opción: Voldemort había ordenado a sus espías en Hogwarts que vigilaran a su lechuza, porque sólo ellos podían conocerla.

-¡Unidad!- exclamó Christine con la voz entrecortada, en dirección a las gárgolas. Éstas, se hicieron a un lado y los dejaron pasar.

La sala de profesores no estaba vacía. Como Harry se había imaginado, Hagrid se encontraba allí, revisando unos dibujos. También estaban la profesora McGonagall, el profesor Snape y la profesora Siniestra. Al ver a las personas que acaban de entrar, todos se pusieron de pie, algo impactados.

-¿Ha habido un ataque?- preguntó la profesora McGonagall inquieta. Le temblaba el labio inferior. Pero al ver que Harry cargaba a su lechuza, la cual tenía los ojos semicerrados, exclamó:- ¡Por las barbas de Merlín!

-¡Hagrid!- gritó Harry sin prestar atención a los demás.- ¡Es Hedwig, ha llegado herida a la clase! ¡Tienes que curarla!

-¿Hedwid?- preguntó Hagrid, visiblemente alarmado. E intercambió miradas nerviosas con los demás profesores. Harry depositó a la pequeña lechuza sobre la mesa, sin importarle los pergaminos que habían sobre ella y el semigigante se acercó a reconocerla.

Lo primero que hizo fue acariciarle la cabeza suavemente y evitar así que Hedwig cerrara completamente los ojos y luego le examinó las alas y las patas. La pobre lechuza trataba de quejarse lo más mínimo. Harry esperaba pacientemente el diagnóstico de Hagrid y se asustó mucho cuando su amigo levantó la mirada y negó con la cabeza.

-¿Qué pasa?- preguntó Harry nervioso. Miraba a ambos lados sin entender porqué la profesora McGonagall se había llevado la mano a la boca o Snape tenía una expresión indefinida.- Hagrid...- susurró.- Puedes curar a Hedwig...¿verdad?

Hagrid se puso a llorar y aquello enfureció más a Harry de lo que ya estaba de por sí. ¿Por qué todo el mundo se comportaba cómo si estuvieran en un funeral? Harry tenía sujeta a Hedwig por detrás y no entendía porqué simplemente su amigo no corría a la enfermería a por algún tipo de poción que curara el estado de su lechuza.

-Estoy empezando a enfadarme, Hagrid- murmuró, apretando los puños.- ¿Vas a decirme qué tiene Hedwig para que pueda ir a la enfermería a pedirle a Madam Pomfrey una poción o qué?

-Lo siento, Harry.- sollozó el profesor.- Pero no se puede hacer nada por Hedwig. Le han lanzado algún tipo de Encantamiento y parece ser que fue de Magia Negra. No podemos contrarrestarla...no hay nada que podamos hacer...es demasiado tarde.

-¿Puedes curarla, Chris?- le preguntó a su profesora esperanzado.

-Lo siento, Harry.- contestó la mujer fríamente.- Pero no puedo.

-¡Claro que puedes! ¡Tú te curaste el corte en la cara! ¿verdad? ¡Tú eres muy poderosa, puedes hacerlo, sé que puedes!

-No puedo.- negó Christine con pesar.- Lo lamento, pero sólo puedo curar heridas poco graves, pero no maleficios o encantamientos.

A Harry se le vino el mundo a los pies. ¿No había nada que hacer? ¿Hedwig iba...iba...? No, no podía ser. No podía ni siquiera pensar que hubiese perdido otro ser querido...Hedwig no iba a morir...y menos por culpa de...

"-¡Eh Potter. Se te ha caído esto, Potter. ¿Es qué ahora te dedicas a mirarte al espejo?- Malfoy tenía en sus manos el espejo de doble sentido que le había regalado Sirius y que ahora utilizaba para comunicarse con Lupin. Se le debía de haber caído de la mochila cuando se había movido tan bruscamente.

-¡Dame eso inmediatamente, Malfoy!- Draco se rió con fuerza y comenzó a mirar con más detenimiento el espejo.

-¿No te importará que lo lance al lago, verdad?- añadió alargando la mano para hacer ver como que lo tiraba al agua.- Bueno, Potter, está visto que no tiene ninguna utilidad para ti...despídete del obsequio de tu papaíto y tu padrino...- Malfoy lanzó el espejo al agua y antes incluso de que Harry pudiera reaccionar e ir a buscarlo, el calamar gigante salió del agua y lo engulló como si fuera los bocadillos que solían lanzarle los alumnos.

-¡¡¡Nooooo!!!- gritó Harry, pero ya no podía hacer nada. Se agachó a la orilla del lago y golpeó con los puños el suelo."

-¡Hedwig!- los ojos de Harry estaban empañados de lágrimas. Se acercó a la pequeña lechuza y la miró a sus ojos ambarinos. La tomó en brazos.- Perdóname Hedwig, yo no...no debí dejar que llevaras la carta...

La lechuza ululó y negó levemente con la cabeza y luego le estiró la pata derecha, donde estaba la contestación que Lupin le había escrito. Harry la desató con las manos temblorosas y se la guardó en el bolsillo de la túnica.

Entonces, muy lentamente, Hedwig dejó de ulular, y fue cerrando los ojos vidriosos. Su pequeño corazón dejó de latir y la calidez y el calor que emitían sus plumas abandonaron su cuerpo, que se fue quedando frío.

Las nubes taparon el sol y la sala de profesores se sumió en la más profunda oscuridad. El silencio se apoderó del lugar y sólo era roto por el sollozo entrecortado de Hagrid.

Harry depositó a su lechuza, ya sin vida encima de la mesa y el acarició el pelaje por última vez.

-Lo has hecho bien...vieja amiga, me trajiste la carta...nunca me fallaste, siempre fuiste la mejor...la mejor...

-¡Oh, Harry lo siento tanto!- gimió Hagrid y le dio un abrazó muy fuerte.

-¿Te ocuparás de enterrarla?- le preguntó el muchacho con voz queda, una vez el profesor se apartó.

-Por supuesto que sí...si hay algo que...

-¿Se puede saber a quién le enviaste la carta, Potter?- gruñó Snape malhumorado.- Sabes que en estos tiempos, y más siendo tú, el correo puede ser interceptado...

-La carta era para Remus Lupin.- respondió Harry secamente.- Y el profesor Dumbledore me dio permiso para ello, porque no podía ir a visitarlo a San Mungo.- ante la mención del nombre de Dumbledore, Snape se mordió el labio inferior y no dijo nada más.

-Potter, ¿la carta está sellada?- preguntó la profesora McGonagall lanzándole una clara indirecta. La profesora Siniestra estaba en la habitación y no podían mencionar nada con referencia a la Orden. Harry se sacó la respuesta de Lupin del bolsillo de su túnica y vio que estaba cerrada con magia.

-Sí, lo está...pero eso no significa que no la hayan leído...pudieron haberla vuelto a sellar después.

La profesora McGonagall tendió su mano y Harry le entregó la carta. Hizo unos movimientos con su varita para comprobar unas cosas y luego se la volvió a dar a Harry.

-Sólo ha sido sellada una vez. Nadie leyó el interior...parece ser que tu lechuza era muy eficaz, Potter. -los ojos de la profesora reflejaban tristeza, pero los de Harry eran un verdadero témpano de hielo. Había vuelto a intercambiar la sensación de dolor por la de ansia de venganza, y tenía un nombre en mente: Draco Malfoy.

Él había tirado el espejo de doble sentido al lago, él era espía de Voldemort en el colegio y seguramente él, había atacado a Hedwig.

-De todas formas la carta no decía nada importante.- informó Harry.- Me cuidé de ello y Lupin jamás pondría algo comprometedor. No sé que esperaban al intentar leerla.

-Una simple despedida puede significar mucho, Potter.- inquirió Christine y Harry supo al instante de qué se trataba. Voldemort sólo intentaba saber la relación que tenía con las personas con las que se carteaba y descifrar su contenido.

-Disculpad, pero tengo clases.- murmuró Harry, volviéndose a guardar la carta sin abrir en el bolsillo de su túnica. Y tras echar un último vistazo al cuerpo inerte y sin vida de Hedwig, salió de la sala de profesores, con dirección a la sala común.

Después de explicarles a sus amigos lo ocurrido con Hedwig, Harry se había vuelto a distanciar del mundo. Ni siquiera Ginny había podido convencerle para que fuera a comer un poco y se había marchado a su escondite secreto, para reflexionar.

No acababa de entender como tenía el valor de seguir adelante, realmente la venganza era muy dulce y un sentimiento tan poderoso o más, que el amor. De otro modo, ¿cómo podría mantener el equilibrio, rodeado de tanta tristeza?

El día se había vuelto húmedo y frío, el sol se había escondido tras los negros nubarrones que amenazaban tormenta, pero pese al frío, Harry estaba escondido entre los arbustos, mirando en dirección al lago.

-¿Cómo estás?- una voz áspera acababa de aparecer por detrás suyo. Harry ni se inmutó. Estaba acostumbrado a que Christine apareciera repentinamente y que siempre supiese donde estaba.

-Sólo reflexionaba.- contestó secamente.- tengo ganas de que esto termine.

-Lo sé.- le aseguró la profesora. Por un momento, sus ojos brillaron inusualmente.- Acompáñame. Tengo algo que enseñarte.

Harry no preguntó qué era. Christine nunca le decía las cosas hasta que no llegaba el momento oportuno. Así que, cuidándose de que nadie los observara, se cogió de su brazo y ambos desaparecieron bajo una luz blanca, para reaparecer segundos después, en la sala de los Menesteres.

-¿Para qué me has traído aquí?- preguntó Harry confusamente. Pensaba que la mujer lo iba a llevar a algún sitio interesante.- ¿No querrás que entrenemos ahora, verdad?

-Por supuesto que no. Deberías estar en clase.- respondió Christine distraídamente, parecía que buscaba algo.- Te he traído aquí para darte una cosa.

-¿Y qué es?

La profesora no respondió. Se limitó a cerrar los ojos y concentrarse en alguna cosa. Harry la observaba expectante. Ya la había visto comportarse así muchas veces y siempre tenía un buen motivo para hacerlo, pero no sabía porqué. Christine era y siempre lo había sido una bruja muy especial y la razón de que lo fuera se iba a averiguar muy pronto, más pronto, de lo que incluso ambos se imaginaban.

La profesora abrió los ojos de golpe y entonces la sala se llenó de una calidez insospechable y se escuchó un leve tintineo y una melodía, muy parecida al canto de un fénix. Y eso era precisamente, la canción del ave mitológica.

Un precioso pájaro de un plumaje blanco platino, que emitía unas chispas doradas y soltaba un polvo plateado, apareció en el hombro de Christine. Una vez la mujer le acarició el plumaje, el ave detuvo su canción.

Harry abrió la boca, pero la volvió a cerrar. Estaba totalmente anonadado. Ya había visto otras veces a Fawkes, el fénix de Dumbledore, pero éste era totalmente distinto. Tenía un plumaje extremadamente bello y sus ojos eran de un azul intenso, del color del mar, que producía una sensación de pérdida de tu persona.

-¿Te gusta?- sonrió Christine, al ver la cara de asombro de su alumno.

-Es...es precioso...- logró susurrar. En cuanto escuchó su voz, el fénix salió volando del hombro de la mujer y sobrevoló la cabeza de Harry, emitiendo un suave canto y dejando escapar esos polvos plateados.- ¿De dónde lo has sacado?

-Es curioso que lo preguntes.- respondió Christine, sin dejar de sonreír. Indicó a Harry que la acompañara y ambos se sentaron en el suelo, apoyados en la pared, cerca de la chimenea. El animal seguía sobrevolando la cabeza del muchacho.- ¿Sabes de dónde vienen los fénix, Harry?- Christine tenía la mirada perdida. El animal bajó hasta ella y se colocó en su regazo. La profesora le acarició el plumaje suavemente.

-No, pero creo entender que no hay muchos...

-Los fénix no se reproducen por sí mismos.- explicó la chica.- Nacen del llanto de los humanos.- Harry abrió la boca sorprendido.- Cuando una lágrima verdadera cae a las llamas del fuego. Este fénix llegó a mí hace mucho tiempo, cuando mi vida pendía de un hilo...- las palabras de Christine sonaban melancólicas y lejanas.

-Nunca había oído una cosa así. Sé las características que pueden tener, pero no me imaginaba que nacieran de una forma tan especial... -Harry trataba de profundizar en la mirada de la profesora, pero ella seguía acariciando al pájaro distraídamente, con la mirada al vacío.

-Adoptan las características de las personas de las que nacieron.- continuó explicando Christine. Harry vio que los profundos ojos del animal se asemejaban a los de su profesora. Eran fríos y distantes, pero a la vez transmitían sabiduría y calidez.

-Jamás había pensado que pudieran existir los fénix blancos...

-Es que este fénix es especial.- sonrió Christine.- Creo que siempre estuvo destinado a ti.

-¿A qué te refieres?

-Mi dolor también era a la vez tu dolor.- respondió la profesora simplemente.- Con el tiempo, lo entenderás. Pero ya ves que no para de rondarte, creo que mi misión era entregártelo. Ni siquiera le puse nombre, porque sabía en el fondo que su destino estaba a tu lado.- en ese momento el fénix abandonó el regazo de Christine y se posó sobre las rodillas del muchacho. Harry le tocó el plumaje y comprobó que estaba caliente.

-Pero...no puedo aceptarlo, es tuyo...yo...dijiste que nacían de las lágrimas de las personas y que adoptaban sus características...se asemeja a ti...yo...

-Ahora también se parece a ti...y comprobarás, cuando lo conozcas mejor, que siempre estuvo marcado para llegar hasta ti.- explicó Christine.- No pretendo sustituir a Hedwig con él, Harry, simplemente pensé que había llegado la hora de entregártelo, como me quedan muchas cosas que darte todavía. Poco a poco voy a ir otorgándote aquellos símbolos que te ayudarán a seguir tu camino...tu destino...no los rechaces.- Harry cerró los ojos y asintió un poco perturbado.- Será capaz de llevar tu correo en segundos, puede desaparecer y aparecer en cualquier lugar...la magia de los magos no les afectan..., sé que será un compañero fiel y muy útil en algún momento de tu vida...

-Gracias...- susurró Harry. Nunca le habían regalado algo tan especial y se sentía abrumado.- Creo que le llamaré...Ares...

-¿Ares?- reflexionó Christine, colocándose una mano en la barbilla.- ¿Por qué el nombre del dios de la guerra?

-Porque Marte, que es el mismo nombre en la mitología romana, está brillando mucho últimamente y porque estamos en tiempo de guerra...el tiempo....del dios de la guerra...

-Una explicación un poco confusa.- opinó Christine divertida.- Pero un nombre...muy especial...

El fénix despegó de las rodillas de Harry y comenzó a volar con gran maestría. Harry lo observaba y no se daba cuenta de que Christine tenía los ojos puestos en él fijamente. Eran tantas cosas las que le estaban ocurriendo, era tanto lo que se estaba sufriendo en esta guerra...guerra...que fuerte y grande sonaba esa palabra, demasiado real, demasiado significativa para que se hubiera convertido en parte de sus vidas. ¿Cuándo empezó todo? Porque apenas se había dado cuenta de ello, el encuentro con Sirius...la huída de Pettrigrew...la muerte de Cedric...el cementerio...y después todo lo demás. Así es como llamaba él a su quinto curso, "lo demás", porque decir en voz alta los sucesos que ocurrieron en él o que estaban ocurriendo ahora era demasiado peligroso, demasiado...doloroso.

Ahora se estaba dando cuenta realmente de lo que significaba luchar, hacer ese sacrificio, tener que haber pasado por los peores momentos de su vida para superar toda clase de retos, para estar algún día a la altura de su enemigo, para culminar su venganza...que huecas sonaban esas palabras si comparaba su vida antes de la muerte de Sirius...eran dos mundos, dos realidades, dos agujeros, uno lleno y el otro...vacío.

Tantas muertes, tanto sufrimiento, tanto miedo...y la respuesta, la solución, estaba en sus manos.

-¿Qué es lo que ocurre, Harry?- inquirió Christine con el rostro muy serio. Harry dejó de observar el magnífico espectáculo que mostraba Ares al volar, para poner sus ojos sobre la profesora.

-Pensaba que...las cosas se nos están yendo de las manos...que no me explico todavía cómo llegamos a esta situación...en cómo ha influido en mi vida...en cómo soy...- Christine apartó la mirada de sus ojos, pero no se quedó callada.

-Hemos llegado muy lejos como para cuestionarnos, Harry...sí, es injusto, sí, estás cansado y sí...es cruel...pero es lo que tenemos, es lo que hay y es lo que debemos hacer...

-¿No estás siendo del todo sincera conmigo, verdad?- cuestionó Harry. Sus ojos brillaban al contorno de la poca luz que entraba por las ventanas. Christine suspiró.

-Creo que a veces logras superar las defensas que pongo para que no penetres en mi mente...

-Nunca lo he hecho.- replicó Harry.- Nunca he querido entrar en tu intimidad si tú no has querido mostrármela...eres de las pocas personas a las que no lograría traspasar su defensa con la Legeremancia.

-Lo hubieras hecho si hubieras querido.- susurró Christine. Estaba perdida en sus pensamientos.- Quizás hubieras quedado agotado o hubiéramos salido volando por los aires...pero no hay mente a la que no puedas entrar.

-Estuve tentado de inmiscuirme en los pensamientos de Dumbledore el otro día...pero un mago tan experimentado como él, me habría detectado.- explicó Harry.- pero estás evadiendo mi pregunta...

-Sí, tienes razón, lo hago.- confesó Christine. Harry nunca la había visto tan nerviosa, era como si estuviera perdiendo su habitual temple tan frío.- Pero comprende que me es difícil...no sé si es el momento...

-¿Y cuándo es el momento?- bramó Harry poniéndose en pie de golpe.- ¡Dime cuándo, Chris! ¡Estoy harto! ¿sabes? ¡harto de los entrenamientos, de las charlas, harto de que me ocultes las cosas, de que llegue el momento en el que me digas como matar a Voldemort! ¡Necesito que esto acabe y lo necesito ya!- dio una patada a la silla que estaba más cerca suyo y ésta se quebró. Christine se puso de pie e hizo una mueca de desagrado.

-Lamento que la situación se nos escape de las manos, Harry. Pero tengo un muy buen motivo para...

-¡A la mierda con los motivos, Chris! ¡Necesito respuestas!- suplicó exasperado.- ¡Me estoy volviendo loco y estoy volviendo locas a las personas que me rodean! ¡Te he abierto mi corazón, he dejado que hurgues en mis recuerdos, en mis pensamientos más íntimos, en mi dolor y a cambio no he obtenido nada! ¡No sabes lo qué es para mí estar metido cada día en esta habitación, sabiendo que puedo morir, que fuera están muriendo un montón de personas por mi culpa, que mis amigos me preguntan y yo sólo puedo darles evasivas, que estoy arriesgando la vida de las personas que más me importan! ¡Necesito que me digas cuándo vas a entregarme esa oportunidad de acabar con mi enemigo! ¿QUIÉN ERES CHRISTINE? ¿POR QUÉ ESTÁS AQUÍ? ¡Estoy poniendo mi vida y la de los demás en tus manos y ni siquiera sé porqué o por quién, estoy confiando en alguien de la cuál no sé nada ni me ayuda a entender nada! ¡Te he entregado mi vida y mis sentimientos y puede que seas mi destrucción, puede que seas alguien al servicio de Voldemort o dios sabe qué! ¡DAME UNA PRUEBA A LA QUE AFERRARME, DAME UN RAYO DE LUZ PARA QUE NO ME CAIGA! ¡DIME QUIÉN ERES! ¿Por qué puedes aparecerte y desaparecerte dentro de Hogwarts, de qué conocías a mis padres, a Sirius, por qué tienes una herida en la cara y al día siguiente ésta desaparece, por qué estabas en el Callejón Diagon el día del ataque con ese grupo de gente que ni siquiera Dumbledore conoce, por qué siempre sabes lo que siento o dónde me encuentro? ¡Necesito respuestas y las necesito ahora!

Christine se dio la vuelta bruscamente y caminó hacia la chimenea encendida, para apoyarse con los brazos cruzados en la pared. Las llamas hacían sombra en su cara.

-Tienes razón. Tú has puesto todo en mis manos, has confiado en mí y yo no he cumplido la promesa que te hice de compartir un poco de mi corazón. Tienes todo el derecho del mundo a estar enfadado, Harry, todo y estás en lo cierto al juzgarme.- hablaba con voz muy pausada, pero mucho más helada de lo habitual, como si aquello le produjera un gran dolor.- pero escúchame bien, porque después de lo que te voy a contar, quizás ya no me dejes explicarme, todo lo que hice lo hice por tu bien y si te pedí un boto de confianza es porque cuando te cuente lo que soy y la manera en la que derrotarás a Voldemort, creo que es la mejor forma. Por muy dolorosa que sea para ti, para mí y para los demás.- Christine hizo una pausa y sus ojos denotaron cansancio, como si llevara años y años representando esta pantomima y ahora fuera el día de la actuación real.- Si te lo he ocultado, es porque necesitaba una prueba de confianza por tu parte, ya verás, cuando lo sepas, que no es algo que se pueda ir pregonando a los cuatro vientos y que para que todo salga según lo acordado, deberás olvidar los fantasmas del pasado y mirarme como siempre.

-Yo voy a ayudarte, puedo hacerlo y soy la única que puede así que...por eso te convertí en lo que eres ahora, Harry, por eso mi insistencia y mi dureza para que dejaras de sentir, porque lo que escucharás hoy será tan doloroso que no todo el mundo podría soportarlo, no obstante, tengo fe ciega en ti, Harry y confío en que todo pueda ser como siempre.

-Por lo que hablas...- susurró Harry con la mirada triste.- parece que sea algo que me afecte directamente...

-Siempre tuviste un recelo hacia mí...era una sensación y no sabías porqué, aunque cuando te explique el motivo, lo entenderás. Yo no te caía bien incluso antes de conocerme y siempre has pensado que te ocultaba algo que cambiaría tu forma de ser y de pensar y no te equivocaste...- Christine pronunciaba cada palabra lentamente, como si le fuera la vida en ello y Harry esperaba expectante, teniendo el mismo presentimiento que lo embargó en el primer cruce con Christine, que la conocía de antes y que no le transmitía vibraciones buenas.

-Tiene que ver con mis padres...¿verdad?- murmuró en un susurró apenas inaudible. Christine no contestó, se limitó a bajar la cabeza y comenzar a contar las cosas a su manera, como si lo tuviera previsto así.

-Antes te has preguntado porqué estaba entre la gente del Callejón Diagon aquel día..., sí, muy listo, quizás es mejor empezar por ahí para que no te queden dudas. Le dijiste a Remus que yo era uno de aquellos individuos y él no te creyó.

-¿Por qué me mintió?- preguntó Harry molesto.- ¿Por qué si era verdad no lo reconoció?

-Porque no lo sabía.- explicó Christine.- Ni él ni nadie de la Orden del Fénix...excepto tal vez Snape y porqué es espía entre los mortífagos...Pero la realidad, Harry, es que el único que conocía que yo era uno de los integrantes de ese extraño grupo y que fue él mismo quién me pidió que formara parte, era Dumbledore. Dumbledore sabía quiénes eran las personas que ayudaron en el Callejón Diagon y no se lo dijo a la Orden.

-¿Lo sabía?- preguntó Harry anonadado.- ¿Lo sabía y lo ocultó a la Orden?

-Más bien, fue él uno de los fundadores.- sonrió Christine.- Cuando Voldemort estaba en el poder la primera vez, los magos de la Confederación Internacional de Magos se reunieron para formar un grupo de gente, de todos los países del mundo, a modo de ejército, para que frenara el avance mortífago. Llamaron a ese grupo, "La Alianza". Afortunadamente, tú propiciaste la caída de Voldemort y la Alianza nunca llegó a constituirse, pero la idea quedó plasmada entre los magos que estaban en la Confederación y cuando Voldemort regresó públicamente, Dumbledore creyó oportuno reinstaurarla. Y me llamó a mí y a otros magos poderosos, para que fuéramos parte del grupo de Inglaterra.

-¿Pero por qué Dumbledore oculta todo esto? ¿Qué hay de malo en ello si Voldemort conoce lo que es ese grupo?- inquirió Harry.

-Lo hace por nuestra seguridad. Si la gente supiera la identidad de los miembros sería un verdadero peligro. Acudirían a pedirnos ayuda a nuestras propias casas y los mortífagos nos matarían uno a uno y amenazarían la seguridad de nuestras familias. No, la Alianza es una organización secreta y cuanto mayor se lleve en silencio, mejor.

-Entonces...¿estáis ahí para frenar a Voldemort?

-Estamos.- continuó explicando Christine.- para ayudar en todo lo posible a los aurores y evitar más muertes, pero algo tan pequeño jamás podrá detener a Voldemort. Es solo un recurso que Dumbledore se sacó de la manga y que ha dado buenos resultados, pero que tarde o temprano caerá. Ahí es donde entramos tú y yo, Harry.- Christine se descruzó de brazos y suspiró.- Voy a contarte la verdad, vas a saber quién soy o mejor dicho...lo qué soy.

Harry contuvo la respiración. Había llegado el momento de la verdad, el momento que había estado esperando desde siempre. Tenía miedo, ¿por qué negarlo? Temía que esa gran verdad terminara de romper lo poco que quedaba de su antigua personalidad, que quebrara de nuevo su mundo, que el cúmulo de sentimientos que había guardado en un cofre cerrado con llave, reapareciera más fuerte y más dañino.

-No te detengas...- susurró con valentía.- Tarde o temprano voy a tener que saberlo.- suspiró resignado.- No me importa el dolor que me cause, dímelo Chris...

-Está bien.- cedió ella.- La historia comienza en Hogwarts, ahí es donde conocí a tus padres, a Sirius, a Remus, a Snape...Yo era la mejor amiga de Lily, nos conocimos en el Expreso y ya no nos separamos jamás. Tu madre era la mejor persona que he conocido en la vida, siempre tan justa, tan sincera y sensata, tan...- su voz sonaba melancólica y lejana.- especial...sí, por eso James quedó prendido de ella desde el momento en que la conoció y su amor fue más grande que todo su orgullo de merodeador. James era y siempre lo había sido, un mago muy poderoso, pero por encima de todo, era una buena persona. No te quepa duda de que arriesgó mil veces su vida para salvar la de otros, junto con Lily, lucharon en la Orden del Fénix y sobrevivieron de Voldemort en tres ocasiones.

-Pero el gran poder de tus padres siempre anidó en sus corazones. James era justo, confiado y amigo de sus amigos y su error fue creer que todo el mundo merecía su confianza.- Harry escuchaba la historia atentamente, pero no se atrevía a mirar directamente a su profesora. Sentía que el nudo que había aparecido en su estómago se acreditaba, se hacía más grande y se atragantaba. En la ventana, las nubes tapaban completamente el cielo y la más tenebrosa oscuridad se había apoderado de Hogwarts, no parecía que fuera la hora de la comida.- El caso es que cuando tus padres comenzaron a salir en séptimo, la relación entre los merodeadores y nosotras se consolidó. Nos matriculamos en Hogwarts y desde entonces lo hicimos todo juntos. Remus y yo nos llevábamos muy bien, como has podido comprobar, pero con quién más conviví fue con tu padre y para mí era como mi hermano mayor. Una vez acabamos Hogwarts, nada cambió. Tus padres, Sirius y yo empezamos la carrera como aurores, Remus eligió especializarse en la Defensa Contra Las Artes Oscuras para ser profesor y Peter...él se marchó de viaje.

-¿Se marchó?- preguntó Harry sin comprender.- ¿Cómo que se marchó?- Christine respiró hondo. Jamás pensó que le costara tanto relatar la verdad. Estaba apoyada en la pared, mirando a los ojos al hijo de su mejor amiga y revelándole algo que le iba a producir gran dolor.

-Nos dijo que se marchaba a especializarse en plantas exóticas, algo relacionado con la Herbología, se marchó a unas islas caribeñas o al menos eso entendí. Fuimos muy ingenuos Harry, vivíamos en un mundo de felicidad que habíamos creado para nosotros mismos y no nos dimos cuenta que cuando Peter regresó, cinco años después de su partida, era una persona muy distinta. Nosotros ya nos habíamos graduado como aurores, tus padres se iban a casar y yo conocí a Dani.

-¿Quién era Dani?- quiso saber Harry. El corazón de Christine se quebró en mil pedazos, pero no hizo ningún gesto o signo que dejara ver su debilidad. Se aclaró la garganta y siguió hablando de carrerilla, obligándose a sí misma a que su voz sonara normal.

-Dani era un chico que también estaba estudiando para auror. Tu padre y Sirius se hicieron muy amigos de él y me lo presentaron. Dani era una persona especial. Lo supe nada más mirarlo a los ojos, sentí como si toda mi vida lo hubiese estado esperando. Dani convirtió mi mundo en algo nuestro, en algo perfecto, en una utopía en la que yo deseaba perderme. Comenzamos a salir y también decidimos casarnos.- Christine hizo una pausa, pero Harry no preguntó nada. Consideraba que decir cualquier cosa podía ser peligroso, era evidente que Dani había producido un agujero muy hondo en el interior de la profesora.- Pero entonces mi mundo se quebró.- continuó explicando Christine.- Yo había renegado de mi naturaleza, había jugado con las leyes y no tomé en cuenta las advertencias. Yo quise ignorar lo que era y aunque Dani siempre lo supo, los dos evadíamos el tema para no romper nuestra felicidad. No había llegado la hora, pero yo sabía que un día llegaría.

-Perdona Chris...- susurró Harry confusamente.- Pero me estoy perdiendo...

-¿Nunca te has preguntado porqué tengo tanto poder, Harry? ¿Por qué logró desaparecerme en Hogwarts o crear esa magia de curación?

-Sí...claro que me lo pregunté...

-Yo soy un arcángel.

-¿Un qué?- preguntó Harry anonadado. De pronto se le había paralizado el corazón, obviamente había escuchado mal.

-Un arcángel. O un ángel guardián, como prefieras. Al menos por parte de mi madre, mi padre era un mago. Por eso yo también soy bruja, podría decirse que soy única en mi especie. No existen muchos como yo, de hecho, en estos momentos no existe nadie como yo.

-Pero...pero...¿eres un ángel entonces? ¿Es eso cierto...? De esos con alas y que cuidan de que a las personas no les pase nada...- por primera vez en todo el día, algo parecido a una sonrisa se asomó por el rostro de Christine.

-No, Harry.- explicó pacientemente.- Lo que tú conoces son los ángeles de la guarda. Y obviamente los muggles los imaginan con alas y vestidos de blanco. No, los ángeles de la guarda son personas que murieron, pero su alma era tan pura y limpia que decidieron seguir ayudando desde la muerte y su deber es proteger a la gente del mundo mágico, pero su responsabilidad recae en mantener el equilibrio entre el bien y el mal, ellos cuidan tanto a los buenos como a los malos, no hay distinciones, pero no tienen gente en particular. Nosotros los arcángeles somos guerreros, tenemos poder mágico propio y estamos vivos, nuestra misión termina al morir. Somos mucho más poderosos que los magos y una de nuestras cualidades es el manejo de la espada.

-Pero...no entiendo...¿Por qué estás aquí, entonces?

-Por mi misión.- respondió Christine.- Los arcángeles son los encargados de proteger con su vida a magos o brujas que tienen un papel importante que cumplir en el mundo mágico, que tienen un destino que sellar.- suspiró y siguió explicando la historia, con los ojos cerrados.- Yo sabía lo que era cuando vine a Hogwarts y sabía que existían unas reglas. Mi madre era un arcángel y se enamoró de la persona a la que tenía que proteger, mi padre. Rompió las reglas, sus superiores le advirtieron que si se enamoraba de él podrían ocurrir cosas terribles, porque nunca se pueden mezclar los sentimientos con el trabajo. A los arcángeles no se nos permite amar, a no ser que sea a otro de nuestra misma condición, nunca a un brujo o a un muggle. Mi madre falló en su misión, no pudo proteger a mi padre como tenía que hacer y mi padre murió.

Christine volvió a detenerse. Sentía que a cada palabra que pronunciaba su alma se quebraba un poco más, destrozándola, absorbiendo todo atisbo de vida que quedara en su interior, dañándola y transportándola a una realidad de la que no hubiera deseado formar parte.

Harry estaba consternado. Por primera vez veía a Christine como un ser humano, débil, indefensa y arropada por el dolor. Sentía que se acercaba el momento en el que él mismo flaqueara, echara a perder todo lo que había construido en todos esos meses de trabajo. Un dolor por encima de todo, que acabaría por derruir todo atisbo de esperanza.

-Cuando te digo que rompí las reglas, me refería a Dani.- explicó Christine. Harry se sobresaltó, no se había dado cuenta de que su profesora llevaba unos instantes observándole.- Mi madre me prohibió verlo, me prohibió quererlo, me dijo que lo iba a pagar muy caro, que no podía mezclar mis sentimientos con lo que era, pero yo no quise escucharla. Era joven, sentía un amor muy grande por Dani y creí que yo podría romper las reglas, que a mí no me pasaría igual que a ella, que yo era distinta, más fuerte, más poderosa y también fui...más estúpida. Le expliqué a Dani mi situación y él me dijo que no le importaba arriesgar su vida si podía estar conmigo y yo le creí.

-Durante los años en los que estudiamos para ser aurores vivimos la vida al máximo. James y Lily eran felices y siempre salíamos los cuatro de fiesta, Sirius con sus bromas y su sentido del humor, siempre se unía a nosotros con alguna de sus conquistas y Remus con su sensatez. Sí, creo que Remus y James fueron mis apoyos más grandes en aquella época. Nos hicimos grandes amigos, yo les pedí consejo y ellos me ayudaron a sobreponerme a las leyes de mi madre y a lo que yo era por naturaleza, me animaron a luchar por mis creencias, por mi amor...¡Cuánto me pesa haberles hecho caso! Había días que lo pasaba terriblemente mal y entonces Remus venía y me llevaba a un lugar bonito a pasear y me llenaba de sabiduría con sus palabras, me daba aliento para continuar.

-Pero entonces regresó Peter. Nunca habíamos perdido del todo el contacto, él siempre viajaba para visitarnos y James lo recibía con los brazos abiertos. Ya te he dicho que tu padre era muy especial y cuidaba mucho a sus amigos. Todos le abrimos los brazos cuando regresó y nadie se percató de su cambio. Peter seguía siendo el chico tímido y nervioso de sus años estudiantiles, pero su mirada había cambiado.

-Resultó que sus años de estudió los dedicó a las Artes Oscuras y jamás quiso decírnoslo. Le encantaban porque proporcionaban un poder que él anhelaba, algo para defenderse de los matones que se burlaban de él en el colegio, algo para no depender de Sirius, Remus y James, que siempre lo respaldaron. Vivía en el pasado y Voldemort le ofreció esa oportunidad. Peter lo conoció y no supo negarse a ese poder que proporcionaba el estar respaldado por alguien con una gran magia y que a la vez llenaba de favores y conocimientos a sus más leales seguidores. Sin pensarlo dos veces, Peter accedió a ese poder y un año después de regresar de su viaje, se introdujo en la Orden del Fénix junto a nosotros y se ofreció para ser espía de Voldemort. ¿Quién iba a desconfiar de alguien tan cobarde como Peter? ¿Cómo iba a darse cuanta Dumbledore que él podría ser un espía? ¿Cómo James iba a dudar de uno de sus mejores amigos? No, nadie jamás supuso que alguien como Peter pudiera llegar a formar parte de las filas de los mortífagos.

-Un momento...- interrumpió Harry recapacitando.- ¿Has dicho qué tu entraste en la Orden? Pero yo vi una foto de la antigua Orden del Fénix...y tú no figurabas en ella...- Christine sonrió.

-Olvidaba lo listo que eres. Yo le pedí a Dumbledore que borrara cualquier signo visible de que Dani y yo habíamos pertenecido a la Orden. Pronto sabrás porqué.- añadió al ver que Harry iba a preguntar.

-Ahora entiendo todo... -susurró el muchacho.- Por eso Snape te odia tanto...por eso te mira así...porque eras muy amiga de mis padres, de Sirius y de Lupin...él los odiaba.

-Las heridas de Snape nunca se cerrarán del todo, Harry. Pero puedo asegurarte que ni tu madre ni yo le dimos jamás un solo motivo para que nos detestara como lo hace. Incluso Lily lo defendió en más de una ocasión, pero él odiaba a tu padre y todo lo que se relacionara con él...

-Comprendo- murmuró Harry.- ¿Y qué pasó contigo y con Dani?

-Dani y yo nos casamos un mes después de que se celebrara la boda de tus padres. El mismo año en que ingresamos en la Orden del Fénix. Voldemort ya había comenzado a cobrar mucho poder y aterrorizar a la comunidad mágica. Tenía muchos seguidores y bastantes más mortífagos de los que puedas imaginar y un gran poder. Pero nosotros éramos jóvenes y no íbamos a dejar que él empañara nuestra felicidad. Pensamos que lo derrotaríamos unidos, que podríamos parar esta guerra estando en la Orden y no reparamos en las consecuencias que traía el estar juntos. Voldemort en seguida vio que éramos grandes magos y descubrió lo que yo era. Supongo que Peter tuvo que ver mucho en ello. Trató de arrastrarme al Lado Oscuro, me ofreció poder, riqueza, reconocimiento...mucho más de lo que se le puede ofrecer al mundo, pero yo sólo quería el amor de Dani y me negué.

-En aquel momento no tomé en cuenta sus amenazas, no me imaginé que pudiera ocurrir lo que ocurrió después, pensé que si era tan poderosa, podría ayudar a derrotarle, me creí capaz de vencerle, de matarle...

-Para mí era un bicho raro que trataba de romper mi pequeño mundo junto a Dani, que trataba de empañar mi felicidad, un bicho al que había que exterminar.

-Así que no presté mucha atención a mi verdadera misión.- Harry puso cara de incredulidad.- ¿Aún no lo entiendes? Fuiste tú, Harry, yo era el arcángel que debía protegerte, yo era la destinada a velar por tu seguridad, a no dejar que Voldemort se acercara a ti.

-No es posible...- balbuceó Harry sin acabar de creérselo.- Tú...no...entonces...¿por qué? ¿Por qué no lograste protegerme?- Christine asomó una mueca de dolor.

-Porque no tomé en serio mi misión. Yo por entonces no sabía el contenido de la profecía, no sabía a qué podías estar destinado tú y creí que me habían delegado una misión poco importante por desobedecer las normas y casarme con Dani. No me dijeron lo que estabas destinado a ser y pensé que eras un niño como cualquier otro y que quizás estabas algo en peligro por estar tus padres en la Orden del Fénix, pero no porque fueras especial.- la rabia se iba anidando en el corazón de Harry y Christine podía sentirlo.- Lo lamento, Harry. Yo te quería como a mi propio hijo, eras de las cosas más bonitas de mi vida, te había cogido en brazos en el hospital, había compartido con Lily tus primeras sonrisas, tus primeros pasos y tus primeras palabras. Me sentí muy orgullosa de tenerte a mi lado, de que Lily me considerara como a su hermana y que me dejara cuidarte. Pero decidí que era más importante lo que podía hacer como bruja que lo que podía hacer como arcángel. Así que...me confié, comencé a luchar contra los mortífagos con una sola idea en mente: que la guerra acabara para poder disfrutar de mi felicidad con Dani y con el hijo que esperaba de él.

-Ninguno nos dimos cuenta de lo que realmente pasaba y cuando Dumbledore nos advirtió de que Voldemort andaba tras de tus padres, Peter propuso utilizar el Encantamiento Fidelio. ¿Cómo no caímos entonces? ¿Cómo no supimos qué había gato encerrado? Ni siquiera Dumbledore fue capaz de deducir que la idea de un Encantamiento Fidelio no podía haber salido de la cabeza de Peter, era algo demasiado rebuscado, algo propuesto por Voldemort.

-Era un plan perfecto. Dumbledore propuso ser él mismo el guardián secreto o que lo fuera yo ya que debía protegerte a ti y a tu familia, pero James creyó que Sirius era la mejor opción, porque Dumbledore y yo estábamos demasiado ocupados luchando contra Voldemort. Se realizó el Encantamiento Fidelio y en el último momento Sirius propuso que fuera Peter el guardián secreto de tus padres, porque así Voldemort sería incapaz de creer que alguien como él fuera a ser el protector de una familia de magos tan poderosa.

-Sólo me lo comunicaron a mí- susurró Christine con tristeza.- Yo era la encargada de protegerte, Harry y Lily creyó conveniente decírmelo, a pesar de que Sirius estaba receloso de contárselo a alguien, porque sabíamos que había un traidor entre nuestras filas. Aún así, Lily insistió, alegando que yo tenía que saberlo por la protección tuya.

-Me confié.- confesó Christine.- Me cegué por las ganas que tenía de vivir y creí que una vez realizado el Encantamiento Fidelio no era necesario que yo estuviera tan cerca de ti. Pensé que Voldemort no podría encontraros y descuidé a mi propia familia por la lucha contra sus seguidores.

-Mi error propició la muerte de tus padres. Yo tenía que haberte protegido, haber cumplido mi misión y haber averiguado quién era el traidor, no estar jugando a las batallitas con los mortifagos. Aquella noche, Harry, yo debía acudir a la casa de tus padres porque Sirius me había avisado de que algo malo iba a ocurrir, que sospechaba de Peter, me pidió que acudiera porque él no iba a llegar a tiempo, pero yo no fui. Me quedé en casa, no escuché sus palabras, no quise escucharlas...el dolor era más fuerte, no tenía la capacidad de pensar, me acababa de ocurrir algo terrible y no acudí en tu ayuda.

-Te dejé en las manos del destino, como había hecho desde que supe cuál era mi misión, me olvidé de las palabras de mi madre, que me advirtieron que no rompiera las reglas, que no mezclara mis sentimientos con mi deber, que no amara...me engañé al pensar que yo podía con todo, que era el centro del universo y que nadie iba a malograr mi pequeño mundo perfecto que tanto trabajo nos había costado a Dani y a mí. Me quedé en mi casa...escuchando el grito desgarrador de Voldemort cuando la maldición rebotó contra él, sintiendo el dolor por la pérdida de mi mejor amiga, y sin importarme nada o nadie, sin importarme tú, nada más que mi dolor...y cuando la casa de tus padres se despedazó y se convirtió en escombros...supe lo que había hecho...

Christine se detuvo. La habitación estaba sumida en el más profundo de los silencios. Ninguno de los dos ocupantes gozaba hablar...a través de la ventana se vislumbró la luz de un relámpago y acto seguido un trueno desgarró el silencio y quebró las almas de los dos. Ya no había motivos para sonreír o para bromear, ya no había nada que mantuviera esa conexión, esa fe que se habían tenido el uno en el otro.

Christine levantó la mirada y observó como la oscuridad se adueñaba del cuerpo y del alma de su protegido. Los ojos verdes esmeralda del muchacho se habían tornado oscuros, fríos como el hielo, cargados de odio y de rencor, convertidos en algo que era más que maleza y hiedra, algo que ni siquiera Christine había experimentado.

Harry tenía los puños cerrados y los apretaba con tanta intensidad que se hacía daño. Y quería sentir ese dolor, el dolor físico que sustituía al espiritual, un dolor muy por encima de lo que había experimentado antes. El dolor de la traición, de la soledad, de la hipocresía y el cinismo...

Ya no tenía frente a él a la persona que podía ayudarle a culminar su venganza. Ya no veía a la persona en la que había puesto su esperanza, su confianza, a la que había revelado sus miedos, sus pesadillas, sus sueños y sus recuerdos...la misma que había dejado morir a sus padres...la misma, a la que Sirius le había rogado acudir.

Podía ver a su padrino comunicarse con ella a través de polvos Flu, rogándole como si su vida dependiera de ello, que acudiera a la casa, que impidiera el crimen que se iba a producir, que salvara a las personas que más quería. Y podía ver a Christine riendo, diciéndole a Sirius que exageraba, que no iba a ocurrir nada, que mientras estuviera en vigor el Encantamiento Fidelio, los Potter estaban a salvo. Podía ver a Christine abandonando a su suerte las vidas de sus padres y yendo a luchar contra los mortífagos, a pagar la frustración de no poder disfrutar de la tranquilidad junto a Dani con ellos y olvidando, que en una casa del Valle de Godric, una mujer de cabellos pelirrojos y ojos verdes esmeraldas estaba colocada entremedias de la cuna de su hijo, suplicándole a Voldemort que la matara a ella y que le permitiera vivir al bebé.

Podía ver el sufrimiento en los ojos de su padrino yendo a por Pettrigrew y siendo apresado, su aspecto nauseabundo cuando lo vio por primera vez, al escapar de Azkaban, habiendo cumplido una condena de doce años por un crimen que no cometió.

Todo ese sufrimiento, Sirius oculto en la casa de Grimmauld Place con Kreacher, Sirius alimentándose de ratas y todo porque Christine se había negado a acudir a salvarle, a cumplir con su deber.

-Lo lamento...Harry...- susurró la mujer.- Sé que estás enfadado, pero...

-¿Enfadado, eh?- rió irónicamente Harry.- Me das asco...- Christine tragó saliva con dificultad y procuró que no se le notara lo que le afectaban las palabras de su alumno.

-No lo entiendes...no me has dejado acabar...si tú supieras....si...

-Lo único que tengo que saber es que tuviste la oportunidad de salvar mi vida y la de mis padres y que te reíste de nosotros...- Harry levantó la voz al tiempo que se paseaba de un lugar a otro, su ojos estaban totalmente oscurecidos por el rencor y el odio, estaba seguro de que podía matar allí mismo a Christine, pero quería verla sufrir como él estaba sufriendo en esos momentos, no se iba a contentar con dañarla físicamente, no, quería recriminarle.- ¿Te debió resultar muy divertido ver a Sirius suplicando, no? ¡Claro! ¡Tú tan poderosa y tan valiente! ¿Cómo ibas a perder el tiempo en ir en ayuda de una familia insignificante? ¡No! ¡Eso no daba ninguna fama! ¿Verdad? ¡Tú querías hacer cosas grandiosas para que te fueran reconocidas, querías ser una heroína! ¡Pues a la mierda contigo y todo lo que tú signifiques! -Harry escupió en el suelo.

-No sabes lo que dices.- susurró Christine.- Reacciones bien o reacciones mal vas a tener que soportarme porque soy tu arcángel y mi deber es protegerte.

-¿Si?- bramó Harry temblando de ira.- ¡Pues mira, me da igual quién seas o lo qué seas! ¡Mis padres y Sirius eran magos corrientes, sin ningún tipo de poder especial y sin embargo consiguieron salvarme la vida, cosa que tú con todos tus estupendos dones no pudiste! ¡YO NO TE NECESITO! ¡PUEDO ARREGLÁRMELAS SIN TU AYUDA, NO LA HE NECESITADO DURANTE ESTOS QUINCE AÑOS QUE DECISISTE DESAPARECER Y NO SERÁ HOY EL DÍA QUE ELIJA PARA ACEPTARLA!- el rostro de Christine estaba oculto entre las sombras y era imposible definir la expresión de su cara.

-Yo puedo salvarte la vida, Harry, puedo ayudarte a que mates todo ese dolor que sientes, pero tienes que dejarme hacerlo. Yo tuve un muy buen motivo para no acudir esa noche a tu casa y aunque no me justifica te aseguro que fue lo suficientemente importarme como para no aparecer por allí. Estoy aquí porque Dumbledore me lo pidió y porque he comprendido que tengo que salvarte...

-¿Y dónde estabas tú cuándo te necesitaba? ¿Dónde estuviste mientras mis padres morían, mientras estaba preso en ese cementerio y Voldemort renacía usando mi sangre, mientras Sirius caía a través de Velo? ¿Dónde se supone que te encontrabas entonces? ¿Por qué no viniste a salvarme si era tu misión? ¿Por qué no los salvaste a ellos? Si es verdad que es tu trabajo, ¿dónde estabas Christine? ¿Por qué tuve que escapar de la muerte sin tu ayuda y ahora debería aceptarla?

-Porque sólo estando a mi lado vas a vivir.

-¡Qué te jodan!- exclamó Harry.- ¡Déjame tranquilo, desparece de mi vida, ya me has quitado bastante! ¡Me enfrenté a Lupin por ti, a mis amigos, a todos! ¡Les mentí y mentí a Dumbledore! ¡Dejé que pensaran que me resbalaba todo cuándo por dentro me estaba muriendo por unas palabras de consuelo, un abrazo, una caricia! ¿Sabes tú lo qué es eso? ¿Sabes lo qué es vivir durante once años sin tus padres, recibiendo desprecios, alargando la mano buscando un signo de cariño y no encontrarlo, estar sólo? Y ahora que por fin tenía amigos, tenía a Sirius, a Lupin...entonces todo se va al traste, todo se rompe y yo tengo que confiar en tus palabras cuando eres tan asesina de mis padres como Voldemort, tan culpable como él porque lo sabías....¡Lupin me advirtió que ibas a hacerme daño y yo no quise creerle, no quise dejar de confiar en ti y ahora me traicionas! ¡Márchate, no te necesito, no necesito tu ayuda ni tu protección, yo solo me basto para seguir con vida y si muero entonces quizás pueda descansar en paz! ¡Mejor para mí, mejor para todos! ¡Mejor muerto que a tu lado! -Harry cogió de la silla la capa de Sirius con la que se cubría, se la echó por encima y salió disparado como un rayo fuera de la habitación, dejando a Christine sumida en la más profunda de las tristezas, sola, con los recuerdos apedreándole el alma y los llantos de un bebé resonando en sus oídos, uniéndose a su grito desgarrador.

Las lágrimas se deslizaban sobre sus mejillas y mojaban el cuello de su túnica, pero por primera vez en la vida, no le importaba. Todo en lo que creía, en lo que había depositado su fe, toda su forma de ser y su nueva vida se habían derrumbado en unos pocos minutos, sólo con unas palabras...

Tenía frío y temblaba, no sabía si de ira, de miedo o del propio frío y tampoco sabía porque iba corriendo por los pasillos en dirección a los terrenos del colegio.

Se encontró al pie de la escalinata, saltó los dos últimos escalones, abrió los portones que daban a la salida y dejó que la lluvia lo empapara.

Los truenos y los rayos resonaban en sus oídos y de vez en cuando las luces de los relámpagos apagaban por completo el cielo, realizando flashes que hacía parpadear sus ojos.

El viento azotaba en su cara y en sus oídos y le revolvía su rebelde cabello. Lentamente, caminó en dirección al lago y se quedó observando como se turbaban las aguas, a causa de la tormenta.

No importaba que la lluvia empapara su ropa y sus gafas, porque sentía que su alma estaba todavía más mojada y hundida, que cualquier pequeño movimiento podía llevarle a cometer un acto irreflexivo. Estaba preso de sí mismo, de sus sentimientos, apartar el dolor ya no le servía, había perdido la frialdad con la que se levantaba cada mañana, el temple que habían sustituido a Sirius por el sentimiento de venganza.

¿Cómo podía haber olvidado a su padrino por una causa inútil? ¿Cómo había dejado que esa mujer se introdujera en su vida y le apartara del camino que le había brindado Sirius? Y pensar que lo había perdido...su pérdida ahora era más dolorosa, porque sin ese sentimiento de indiferencia que Christine era capaz de plasmar en su interior, se sentía demasiado vacío como para continuar luchando. ¿Luchando? ¿Para qué? Ya no había nada por lo que luchar...

Cambiar sus convicciones, su manera de ser, apartar de su vida a sus amigos, todo por una causa inútil que ahora ni recordaba...ya no existía un mañana ni un ayer, sólo estaba el hoy, el momento y ese era el que estaba cubierto por el dolor. Si la vida podía cambiarse por algo que proporcionara la paz, ese era el momento de probarlo.

Voldemort...Voldemort...Voldemort...ese nombre se repetía en su cabeza, pero no podía sentir más odio hacia él del que sentía hacía Christine. Ella le había mentido, le había engañado, le había prometido el cielo y lo había llevado al infierno.

¿Por qué? Se repetía su cabeza. ¿Por qué había sido tan estúpido? ¿Qué era lo que tanto merecía la pena qué se había olvidado de luchar, de vivir? ¿Acaso lo valían las razones que le ofrecía Chris? ¿Venganza? ¿Cuándo había oído hablar de venganza a la gente que quería? ¿No le habían enseñado otra cosa? ¿Había cambiado los ratos de risas con Ron o con Hermione, las ganas de combatir la injusticia con el ED por la venganza? ¿Por qué había perdido la fe si tanto creyó en ella y si él pensaba que lo podía todo? ¿Qué le hizo cambiar si ahora sabía que su problema tenía solución, que valía más la pena aquellas personas que le rodeaban, que intentaban abrirle los ojos, que le apoyaban y le querían? ¿Por qué se sentía tan solo si había tenido la luna, el sol y las estrellas? Las preguntas le atormentaban...

Tan absorto en su irrealidad se encontraba que no notó que una persona se acercaba a él por detrás y lo cubría con otra capa.

-Estás helado...

Harry se dio la vuelta con los labios tiritándole de frío y se encontró de frente con Ginny. La muchacha tenía el pelo suelto y mojado y entrecerraba los ojos para verle mejor a través de la lluvia.

-Ginny...¿qué haces aquí?- ella sólo se encogió de hombros, le sonrió y le pasó una mano por la cara, secándole con sus pálidos dedos los restos de lágrimas que cubrían su rostro. No se le notaba a través de la lluvia, pero ella sabía que su novio había llorado.

Harry pensó que le iba a preguntar algo, pero no lo hizo. Ginny tenía ese don mágico para tranquilizar a las personas y no molestarlas en los momentos de soledad. Se abrazó a él y se quedó pegada a su cuerpo sin decir ni una sola palabra. Escuchando el sonido de la lluvia caerles encima y el latido acelerado del corazón de Harry.

-Siento mucho lo de Hedwig...- susurró dulcemente.- ¿Sabes? Argo está muy triste.- Eso hizo recordarle a Harry que su fénix seguía en la sala de los Menesteres, pero si era tan especial como Chris le había dicho, seguro que podría encontrarle.

-A Hedwig le gustaba Argo...era a la única lechuza que le permitía acercarse...- murmuró él, sin dejar de mirar las turbulentas aguas del lago. No sabía porqué hablaban de eso, pero las palabras no eran necesarias. Sus ojos habían vuelto a cobrar el verde esmeralda natural, y la oscuridad se había disipado, Ginny era la luz que iluminaba su mundo, la que le aliviaba en los peores agravios, la que con su ternura y su delicadeza lograba borrar todo detalle que pudiera enturbiar la paz interior de su alma. Pero pese a todo, los ojos de Harry no volvieron a brillar como lo hacían antes.

-Harry...te quiero...

-Lo sé.-le aseguró él apretándola más aún.- No sabes lo que te agradezco que estés a mi lado...

-Yo siempre estaré a tu lado, Harry Potter.- murmuró Ginny levantando la cabeza. -Cuando me necesites, me tendrás, quiero estar siempre contigo...

Harry le acarició la cara mojada y le sonrió tímidamente. Ambos se fundieron en dulce beso que se tornó desesperado y apasionado, mucho más adulto y serio de lo que hasta entonces habían experimentado. Recorriendo el uno y el otro cada parte de su boca, cuello o rostro, sintiendo que el tiempo se agotaba, que podían desvanecerse allí mismo, que el momento de hoy era hoy y que quizás no hubiera un futuro para repetir ese beso o esas caricias.

Ambos necesitados de esa sed para continuar de pie, ella por temor a lo que no había visto nunca y a perder a la persona que más amaba y él por estar solo y vacío, solo lleno por la ternura de Ginny, solo recubierto por esa capa de pasión que desataba su relación.

Unidos por el deseo y la necesidad de encontrarse, unidos por un destino marcado para ambos. Sin saberlo, sin entenderlo y sin tratar de encontrar la compresión, puesto que no importaba.

Los truenos dejaron de sonar, el viento detuvo su curso, el agua dejó de resbalar a través de las copas de los árboles y se paró el tiempo. Un rayo de sol se asomó a través del cielo encapotado y los alumbró.

Ellos no lo notaron, siguieron descubriendo su pasión, siguieron presos de ese sentimiento que los arrastraba, prisioneros de los ojos del otro y siervos de sus cuerpos. Caminaron cogidos de la mano en dirección al castillo y cuando Harry se despidió de ella para regresar a su clase de Transformaciones, la conversación que había mantenido con Chris parecía borrada de su memoria y no regresó hasta que Ginny se perdió escaleras arriba y el sopor de las explicaciones de McGonagall lo llevaron de nuevo al mundo de los recuerdos.

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N/A: olaassss, en primer lugar, Feliz Navidad para todos!!!!!!! Como regalo, ya sabéis quién es Christine. Anda q no me ha costado escribir este capi, ufff, es muy difícil explicar todo sin q se escape ningún detalle. Pero bueno, todavía hay muchas cosas sobre ella que no están desveladas y que iremos viendo a lo largo del fict. Espero q os siga gustando.

Y nada más que decir, q muchas gracias de nuevo a las personas q depositan su confianza en mí, q me hacéis muy feliz con los reviews y q dentro de poco volveré a actualizar. Besazos!!!!!!