Olasssss!!!! Q tal las Navidades gente? ¿habéis empezado con ganas el nuevo año? Espero q estéis muy bien. Aquí tenéis el nuevo capi, espero q os guste, pero antes, los reviews:
Vane Lupin: Olassss!!! Muchísimas gracias!!!!! Si Harry perdona o no a Chris se verá en este capi, espero no defraudarte. Adoro a Remus, jeje, no iba a ser tan cruel de matarlo, al menos no tan pronto. Muajaajajaj. Espero q te siga gustando. Besazos!!!!
Daga: Olasss, claro q te recuerdo, jeje. Siempre me dejas reviews muy xulos, gracias. Sí, fui cruel con lo de Hedwig, jeje, pero es q me encantan los fénix y quería q Harry tuviera uno, a parte de que sí, tendrá cosas q hacer q Hedwig nunca hubiese podido, ya lo verás. Besos!!!
Aidee: Muchísimas gracias!!!!! Tranquila, q trataré de no dejarte con la intriga mucho tiempo. Espero q hayas pasado buenas navidades. besos!!!!
Barby-Black: Olassss!!!!! jejej. Christine no es tan mala como lo parece, ya lo verás. Ella no ha podido explicar la historia entera, porq Harry no le ha dejado acabar. Pasó algo más aquella noche. La verdad es q el pobre Harry sufre bastante, pero bueno. Es lo q hay. jeje. Besazos y gracias por tus reviews!!!!!
Pauly-fanatica-0808: Olasss!!! jejej, hombre, ya se q Harry sufre, jeje, pero aún le queda. Es por el bien común,. jeje. Chris no es tan mala como lo parece. NO puedo decirte q pasó con su hijo y con Dani, eso se irá descubriendo poco a poco. Paciencia. Besos!!!!
fgjh: Muchas gracias!!!!!!
CAPÍTULO 18: RECUPERANDO LA CONFIANZA PERDIDA.
Había amanecido un día lluvioso, muy parecido al clima frío del día anterior. La lluvia golpeaba con fuerza los ventanales de las aulas de Hogwarts y el viento movía los árboles incansablemente.
Desde una de las recónditas habitaciones del castillo, una mujer de cabellos negros azabache y ojos azules, caracterizados por la frialdad, observaba el nefasto paisaje, mientras recordaba los sucesos que habían acontecido durante las últimas horas. Albus Dumbledore estaba sentado detrás de su escritorio, con las manos entrelazadas y observando detenidamente, a través de sus gafas de media luna, la reacción del rostro de la mujer.
Su mirada también era distante y gélida y no se asemejaba en nada a la que habitualmente adoptaba el director. La tensión se podía cortar con un cuchillo.
-Deberías dejar de reprocharte, Christine. Algún día Harry iba a averiguar la verdad, es una verdad demasiado terrible como para que le sea oculta...- susurró el anciano. Miraba el reflejo de su profesora de Defensa en el cristal de la ventana.
-Si vieras cómo me miró...jamás alguien me había mirado con tanto desprecio....me sentí sucia, vacía...le he decepcionado...- Dumbledore se levantó de golpe con un gesto severo en su rostro.
-¡Basta! ¡Hasta que no entiendas, hasta que no superes y comprendas que lo que ocurrió esa noche no fue culpa tuya no vas a poder curarte! ¡No importa lo que Harry crea sino lo que sienta y si fue capaz de enfrentarse a Remus Lupin por ti, Christine, es porque has empezado a importarle, aunque ni tú ni él os deis cuenta!
-Harry me detesta...- susurró Christine con gravedad.- Es demasiado duro para él...yo maté a sus padres, yo los maté...
-Voldemort mató a Lily y a James, pero no fueron los únicos que murieron esa noche y creo que Harry debería saberlo.- espetó el director.
-¡No!- negó Christine, sus ojos estaban vidriosos, el único que siempre había visto su debilidad había sido Dumbledore, con el único que se permitía flaquear.- ¡No me justifica! ¡No utilizaré la memoria de Alan y de Dani para que Harry me perdone! ¡Es mejor dejar las cosas como están, él no quiere oír una justificación, sólo desea matar su dolor!
-Christine...- murmuró el anciano comenzando a asustarse.- Tú no...
-Sí...si Harry quiere matarme...no se lo impediré...
-¡No, no lo harás! ¡No dejarás que lo intente! ¡sabes cómo está la situación ahora, es el momento propicio para que se deje dominar por el Ángel Negro y te necesita para salir de ese pozo, no puedes abandonarle! ¡Si te mata su sed de venganza se intensificará y será poseído por la oscuridad, él no sabe lo que hace en estos momentos, debes ayudarle!
-Merezco la muerte...- titubeó la mujer abatida.- Merezco ser juzgada por él...- Dumbledore dio la vuelta a su escritorio y se colocó justo enfrente de Christine, sujetándola por los brazos y obligándola a que lo mirara.
-Escúchame...- rogó.- Todos podríamos echarnos parte de culpa en los sucesos acontecidos aquel Halloween, pero no merece la pena hacerlo...Christine, Sirius también se culpaba por haber dejado que Peter fuera el guardián secreto, por haberlo propuesto, pero todos nos dejamos engañar. Él me propuso el Encantamiento Fidelio y yo acepté, no pensé que alguien como él fuera el traidor, un chico tan temerario, tan débil...¿cómo iba a adivinar que estaba entre los espías de Voldemort? ¿Cómo no me di cuenta de que la idea de usar un guardián secreto no podía haber salido más que de un gran mago? Dejamos que las ganas de proteger a los Potter, de parar la guerra, nos dominaran...pero no pienso culparme de ello, Christine y te prohíbo que tú lo hagas. El único responsable es Voldemort, él manipula a la gente, él ofrece lo que más se ambiciona y él corrompe a los que están destinados a hacer el bien, pero no somos culpables si los buenos se dejan corromper...
-Yo debí escuchar a mi madre...- sollozó Christine. El shock que produjo en Dumbledore ver las lágrimas resbalar a través de las mejillas de la profesora propició que la soltara y que la observara, abriendo ligeramente la boca.- Ella me advirtió de que no podía mezclar los sentimientos con mi deber...renegué de lo que soy é a Dani y maté a mi hijo...maté a mi hijo...- Christine se llevó las manos a la cara.
-Lamento tu sufrimiento...lamento no poder consolarte, de veras que lo lamento, Christine.- murmuró el director bajando los brazos abatido.- Reconozco que no hay consuelo posible para lo que te ocurrió, pero te pido que seas fuerte, que resistas...no lo hagas por el mundo mágico, no lo hagas en honor a lo que eres, hazlo por Harry, únicamente por lo que él significa para ti...No puedes mentirme, te conozco y sé que lo quieres como si fuera tu propio hijo...se parece tanto a James que no puedes evitar sentir que lo tienes de vuelta cuando lo miras...te observo Christine, más de lo que crees y sé, como te conozco, que vas a superar esta situación, porque aunque no lo creas Harry está allí fuera esperándote, está deseando tener algún contacto contigo y aunque no sepa leer su corazón como tú lo haces, estoy convencido de que te necesita....tanto como una vez necesitó a Sirius...en su memoria Christine, en la memoria de Alan, debes sobreponerte...- Christine destapó su rostro y se enjugó las lágrimas.
-Vamos a ganar esta guerra, Dumbledore.- aseguró con firmeza.- Yo voy a luchar para lograrlo, pero en esta ocasión...voy a mover las piezas de distinta manera y voy a proteger a mi rey...las cartas están echadas...
-Sé que puedo creer en tus palabras y debes saber que hoy mucha gente está viva gracias a que tú usaste todo tu poder, aún arriesgando tu vida, para salvarles...no se te olvides de eso, Christine, no se te olvide que una vez tú me salvaste a mí la vida y que yo no lo he olvidado...
-Lo único que lamento es no haber salvado las vidas de las personas que más me importaban.- susurró la chica con melancolía.- Si pudiera cambiar algo...cambiaría el no haberme ocupado todo lo que debí de mi hijo...ojalá lo hubiera tenido más entre mis brazos...ojalá pudiera estrecharlo...una vez más...
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Caminaba a través de los largos corredores del castillo, oculto bajo una capa de invisibilidad. Única herencia que le quedaba de su padre. A pesar de llevar la vieja capa negra de su padrino, sentía frío. Tal vez era que el invierno comenzaba a asomarse por Hogwarts o quizás que estaba destemplado, por no haber comido nada en todo el día.
No sabía qué hacía exactamente allí y a esas horas. Debería de haber acudido a su clase con Christine desde hacía mucho rato, pero no deseaba ver el rostro de su profesora en la vida. Le atormentaba mirarla a los ojos azules y saber lo que sabía.
Las lágrimas iban resbalando por sus mejillas, haciéndolo débil. Todo lo que había logrado durante su estancia en Hogwarts se acababa de romper en mil pedazos, los gritos de su madre le perforaban los oídos...no había podido dormir la última noche y ésta también parecía que la pasaría en vela...
Sentía un odio intenso en su interior, estaba solo, había perdido a todos sus seres queridos en esa fatídica noche de Halloween, lo había perdido todo...entre Voldemort y Christine se lo habían arrebatado...
Si tan solo tuviera a Sirius con él...si su padrino pudiera estar a su lado...él podría contarle sus sentimientos, podría arroparse entre su capa, que ahora llevaba puesta, podía sentir que la vida le había devuelto lo que una vez le quitó....pero Sirius estaba muerto, y el dolor por su pérdida se hacía más patente conforme avanzaba por los pasillos...
Tendría mucho problemas si se cruzaba con Filch o la señora Norris, porque no era capaz de mantenerse en silencio absoluto y guardar la calma. Y sin saber porqué, giró a la izquierda y llegó hasta el retrato que custodiaba el baño de Prefectos. Conocía la contraseña, se había bañado con Ron allí en numerosas ocasiones, disfrutando de las peleas de agua, olvidándose de quiénes eran o lo que eran, olvidando la guerra que se llevaba a cabo.
Tras pronunciar suavemente la contraseña, el retrato se hizo a un lado y entró.
El majestuoso baño seguía tan bonito y lujoso como siempre. Cuidándose de que ni Myrthe la Llorona ni ningún otro estuviera dentro, comenzó a desvestirse. Abrió los distintos grifos y el vapor comenzó a inundar la estancia. Vació los jabones y las sales de baño para que el olor lo adormeciera con su empalagamiento.
Sentía que adormecía su dolor cayendo en su suave aroma. Esperó hasta que la bañera estuviera repleta de agua y espuma y después se subió a los escalones.
Rozó el agua con la punta de los dedos de los pies y al encontrarla a la temperatura ideal, se zambulló con más ahínco.
Rápidamente, su cuerpo se reconfortó. Ya no tenía frío, sin embargo, el dolor no se había disipado. Era una terrible verdad punzante, clavándose como mil agujas por todo su cuerpo, le dolía el alma y el corazón como la noche en la que Lupin fue atacado y sentía que no había absolutamente nada que pudiera mitigar esa falta de valentía, que lo había acompañado durante sus ratos en la sala de los Menesteres.
Se sentía engañado, traicionado, ¡qué hipocresía la que había demostrado Christine al estar a su lado y llenándolo de mentiras!
"Pero escúchame bien, porque después de lo que te voy a contar, quizás ya no me dejes explicarme, todo lo que hice lo hice por tu bien y si te pedí un boto de confianza es porque cuando te cuente lo que soy y la manera en la que derrotarás a Voldemort, creo que es la mejor forma."
Sus palabras...sus palabras ahora cobraban sentido, pero el rencor era más fuerte. ¿Derrotar a Voldemort? ¿De verdad alguna vez había creído que eso era posible? Aún con los conocimientos que poseía ahora, aún sabiendo las maldiciones imperdonables, aún siendo el mejor alumno del colegio...era sólo eso, un alumno. No, derrotar a Voldemort estaba fuera de su alcance, se había dejado cegar por el odio, por las palabras confusas que propagaba Christine, pero lo más triste de todo, es que él la creyó.
El recuerdo de Sirius cayendo a través del velo, de Kreacher riéndose de él, de su madre suplicando a Voldemort que no matara a su hijo, de James enfrentándose a él para darle tiempo a su mujer a escapar...Chris le había mostrado esas imágenes para engañarlo, para hacerle creer que todas esas atrocidades merecían ser vengadas, ¿pero con qué fin?
¿Por qué ella se había dado cuenta de que debía proteger a Harry? ¿Por qué si antes había ignorado las leyes de la naturaleza, de lo que era, se había enfrentado a su madre y quién tuviera que responder, ahora tomaba responsabilidad en cuidarle? ¿Por qué quería protegerlo?
Había visto la melancolía en los ojos de Christine, había visto su dolor al recordar a Lily, a su mejor amiga, a James..., a Dani...pero aunque Harry supiese que a Christine siempre le habían importado sus padres, le había importado él, no podía perdonarla por no haber acudido aquella noche a la casa, cuando Sirius se lo había rogado en voz en grito, cuando le había suplicado...no solo había destrozado su vida al no acudir, sino también la de su padrino, y para Harry, Sirius era sagrado.
Por eso le dolía todavía más...no podía soportar la idea de que Chris era lo suficientemente poderosa como para haber salvado su vida y la de sus padres y que no había querido escuchar las palabras de su padrino, le había hecho daño a él, a Sirius, a la persona que más había sufrido con todo esto, la persona que había escapado de Azkaban, comido ratas y huido de la justicia por Harry, no, Sirius no merecía que Christine se hubiera reído de él aquella noche, ella no tenía perdón...
Por eso ahora, sumergido en el agua de la bañera, extrañaba todavía más esos gestos que Sirius tenía con él, sus cartas, su risa parecida al ladrido de un perro, cuando le miraba a los ojos y le decía que se parecía a James...todo lo que su padrino representaba en su vida, el amor que le había conseguido otorgar, el mundo que había creado para ellos, siempre con la esperanza de encontrar una día la libertad que los llevara a vivir juntos, lejos de los Dursley, empezando una nueva vida.
Y ahora eso jamás se podría hacer realidad, Sirius había muerto y de la manera más cruel posible, sufriendo como nadie había sufrido hasta entonces, dejando a Harry...solo...
Salió a la superficie y tomó una bocanada de aire. Sus pulmones recogían el aire forzosamente, un aire que no deseaba respirar, el aire de la soledad...
Frotaba su piel desnuda con las pompas de jabón, tratando de limpiar la suciedad de su alma, pero no lo lograba.
En aquellos momentos, su único deseo era estar con sus seres queridos, los que de verdad lo habían amado una vez, con sus padres...recrear esos momentos maravillosos que había visto en sus recuerdos, esos momentos cuando Lily lo cogía en brazos y lo acurrucaba entre sus brazos, cuando James le contaba las historias de los merodeadores y se quedaba mirándole horas y horas en silencio, sin pronunciar una palabra, como si hubiera querido memorizar las facciones de su delicada piel, sus ojos verdes...
"-Harry..., la verdad es que fue como si los hubiera matado yo- gruñó Sirius.- Persuadí a Lily y a James en el último momento de que utilizaran a Peter. Los persuadí de que lo utilizarán a él como guardián secreto y no a mí. Yo tengo la culpa, lo sé. La noche que murieron había decidido vigilar a Peter, asegurarme de que todavía era de fiar. Pero cuando llegué a su guarida, ya se había ido. No había señal de pelea alguna. No me dio buena espina. Me asusté. Me puse inmediatamente de camino a la casa de tus padres. Y cuando la vi destruida y sus cuerpos...me di cuenta de lo que Peter había hecho. Y de lo que había hecho yo.- su voz se quebró. Se dio la vuelta."
-No, Sirius...- murmuró Harry lleno de rabia. Las lágrimas caían al agua y se abrían paso entre la espuma.- No. Tú nunca tuviste la culpa...nunca me dijiste que habías avisado a Christine para que acudiera a la casa...ella debió vigilar a Peter, ella debió asegurarse de que era de fiar...siento lo que sufriste, Sirius...te extraño...
"-Créeme- añadió Black.- Créeme. Nunca traicioné a Lily y a James. Antes habría muerto."
"-¿Sabes lo que significa entregar a Pettrigrew?- le dijo Sirius a Harry bruscamente, mientras avanzaban por el túnel.
-Que tú quedarás libre.- respondió Harry.
-Sí...- dijo Sirius.- No sé si te lo ha dicho alguien, pero yo también soy tu padrino.
-Sí, ya lo sabía.- respondió Harry.
-Bueno, tus padres me nombraron tutor tuyo- dijo Sirius solemnemente.,- por si les sucedía algo a ellos...- Harry esperó. ¿Quería decir Sirius lo que él imaginaba?- Por supuesto- prosiguió Black.,- comprendo que prefieras seguir con tus tíos. Pero...medítalo. Cuando mi nombre quede limpio...si quisieras cambiar de casa... -A Harry se le encogió el estómago.
-¿Qué? ¿Vivir contigo? ¿Abandonar a los Dursley?
-Claro, ya me imaginaba que no querrías- dijo inmediatamente Sirius.- Lo comprendo. Solo pensaba que...
-Pero ¿qué dices?- exclamó Harry, con la voz tan chirriante como la de Sirius.- ¡Por supuesto que quiero abandonar a los Dursley! ¿Tienes casa? ¿Cuándo me puedo mudar?- Sirius se volvió hacia él.
-¿Quiéres? ¿Lo dices en serio?
-¡Sí, muy en serio!- En el rostro demacrado de Sirius se dibujó la primera sonrisa auténtica que Harry había visto en él."
"-Será mejor que escapes rápido, Sirius- dijo Harry jadeando. No tardarán en llegar al despacho de Flitwick. Descubrirán tu huida.
-¿Qué le ocurrió al otro chico? A Ron.- preguntó Sirius.
-Se pondrá bien. Está todavía inconsciente, pero la señora Pomfrey dice que se curará. ¡Rápido, vete! -Pero Black seguía mirando a Harry.
-¿Cómo te lo puedo agradecer?
-¡VETE!- gritaron a un tiempo, Harry y Hermione.
Black dio la vuelta a Buckbeak, orientándolo hacia cielo abierto.
-¡Nos volveremos a ver!- dijo.- ¡Verdaderamente, Harry, te pareces a tu padre!"
Harry rompió abruptamente sus pensamientos, sin ni siquiera enjugarse las lágrimas que le resbalaban por las mejillas.
-Nos volveremos a ver...- susurró, pensando en lo que le había dicho Sirius aquella vez.
Cierto. Sirius siempre lo había dejado todo para poder ver a Harry, se había arriesgado para llegar hasta donde estaba y explicarle la verdad, para ayudarlo...se habían vuelto a ver...
Pero Harry hubiese deseado que la promesa de su padrino se refiera a la situación en la que se encontraba ahora. Quería verlo de nuevo, sentir esa fuerza que sólo Sirius era capaz de administrarle, llenar ese vacío tan grande que había quedado en su corazón.
-Nos volveremos a ver...Sirius...- murmuró. Cerró los ojos y susurró algo. Acto seguido, se escuchó un fogonazo y bajo unos polvos plateados, apareció un majestuoso fénix blanco.
En animal sobrevoló el baño cubierto de vapor y se posó sobre la bañera para que Harry lo acariciara. El muchacho volvió a susurrarle algo y el ave desapareció para reaparecer una vez más, segundos después, dejando caer sobre las manos del muchacho un objeto.
-Márchate...Ares...- dijo Harry y el fénix obedeció, dejando tras su paso una sensación de paz y tranquilidad. No se escuchaba ni un solo sonido en el recinto.
Harry cogió la varita de entre sus ropas, sin salir del agua.
-¡Reparo!- musitó al objeto que le había entregado el fénix y luego dejó la varita en su sitio, de nuevo.
Tras examinar unos segundos lo que fuera que tenía en las manos, tiró de una de las esquinas y una preciosa navaja reluciente, brilló a la luz de las antorchas.
Harry sonrió satisfecho. Estaba como nueva. Se había roto cuando habían ido el curso pasado al Departamento de Misterios, pero había podido repararla. La navaja que su padrino le regaló, y que abría cualquier puerta, estaba totalmente restaurada y la hoja gruesa, parecía perfecta para lo que estaba buscando.
La acarició con ternura y comprobó el estado en el que se encontraba. Sirius había sido su salvación en todo, le estaba brindando la oportunidad de volver a estar juntos. Se inclinó hacia atrás un poco en la bañera y apoyó la espalda en el respaldo, levantando la navaja para mirarla detenidamente. No se lo tenía que pensar más, no tenía miedo de lo que iba a hacer, pero se sentía culpable de hacerlo.
¿Pero qué podía importarle ahora eso? ¿Qué más daba si estaba siendo egoísta y desagradecido con las personas que se quedaban allí? ¿No había hecho bastante por ellos?
-Lo lamento...os entregué la vida de mis padres...mi felicidad...os libré de Voldemort durante trece años...ya no puedo hacer nada más... -sonrió con melancolía.
No había sido feliz salvo cuando había encontrado a Sirius. Sirius era su universo y él era una estrella perdida en el firmamento, que debía encontrarse. Lo necesitaba, le dolía estar separado de él, sin su padrino, su mundo no tenía sentido ni nunca lo había tenido. Ya no le quedaba nada más que hacer. Él había hecho todo lo posible por retrasar el regreso de Voldemort, por evitar muertes...pero solo era un adolescente...un niño...sí, tal vez la señora Weasley tenía razón, todavía era un niño...
Harry levantó su brazo izquierdo y revisó el dorso de su muñeca. Ahí estaban sus venas, las podía ver claramente, eran muy visibles en su caso e incluso le parecía sentir la sangre caliente recorriéndolas.
Con la otra mano, acercó la navaja de su padrino y colocó la hoja sobre su piel, sin presionar. Sintió el frío de la cuchilla. Estaba más helada de lo que creía. Las manos comenzaron a sudarle, pero no le importó. Respiró hondamente y entonces presionó un poco la navaja contra su piel y la deslizó. Amagó una mueca de dolor en primer instante, al sentir el corte, pero inmediatamente después, esa sensación se desvaneció. No había dolor que sentir. Pudo notar la sangre resbalando por la limpia cuchilla de la navaja y por su piel, deslizándose hasta caer al agua.
Unas gotas mojaron la bañera. Harry miró hacia abajo y comprobó como la sangre flotaba en el agua y se balanceaba por el mínimo tintineo de su movimiento. Era muy relajante observar como el agua se teñía de rojo. Producía una sensación de paz y estabilidad absoluta.
Volvió a concentrarse en su muñeca. Seguía teniendo la hoja de la navaja clavada en la piel, pero no era un corte muy profundo, no al menos lo suficiente como para llegar a cortar las venas.
Sólo tenía que rasgar un poco más, ya había comprobado que no era doloroso, al contrario, era placentero. Sentir ese dolor en la piel eliminaba el dolor que sentía en el alma, era cambiar uno por otro. La maldición cruciatus era mucho peor que ese pequeño escozor en su piel.
Sonrió complacido. Sentía un intenso placer al dañarse y aliviar su dolor del corazón. Era lo que siempre había soñado. Y además, ese pequeño sacrificio lo iba a enviar con Sirius.
Observó como la sangre seguía resbalando por su piel hasta empapar mucho más el agua y un leve mareo lo envolvió. Perdía algo de fuerzas, pero tenía que acabar el trabajo.
Sujetó más fuerte el mango de la navaja y se dispuso a apretar cuando...
-" Únicamente le fallas al no reaccionar, al no vivir, al no darte cuenta de que tienes una vida maravillosa por delante y de que vivirla vale la pena.
Ningún destino está marcado por muy negro que parezca, yo creo que se pueden cambiar las cosas con fe, y yo quiero ayudar a cambiarlas.
En el fondo, Harry, tenemos mucha suerte de seguir con vida. Y si es cierto que la vida puede llegar a ser tan corta, yo quiero vivirla al máximo."
¡Qué fuertes resonaron las palabras de Ginny en su cabeza y que grandes eran! Pero no fue lo único que Harry pudo escuchar, como si alguien le estuviera mandando mensajes, se le agruparon una serie de frases, demasiado profundas y sabias como para ignorarlas.
-"-Mi vida ya no tiene importancia.
-¿A no?- sonrió irónicamente Christine.- Vaya, así que Harry Potter, por el que sus padres murieron y por el que la Orden del Fénix arriesga su vida, no quiere seguir viviendo...
-¡Yo no he dicho eso!- bramó Harry. Estaba cada vez más enfadado y eso siempre significaba problemas. No soportaba los ojos de esa mujer.- ¡Pero no quiero estar aquí, ya no me importa nada, ya no...!
-¿Y tus amigos? ¿te importan tus amigos, Potter?- preguntó Christine muy seria. A diferencia de la de Harry, su voz era pausada y llena de calma.- Porque ellos estaban muy preocupados por ti mientras tú estabas en casa de tus tíos... y tú piensas que sus vidas están en peligro, ¿no es así?
-¿Cómo...cómo sabe usted eso?- Había algo de misterioso en las cosas que Christine decía. No era Dumbledore el que se lo había contado, ella sabía más que ninguno de los demás. ¿Por qué?
-Tengo mucho poder.- confesó Christine.- y estoy dispuesta a compartirlo contigo. ¿Quieres salvar las vidas de tus amigos? Bien, porque yo puedo ayudarte. Y no solo a eso. Puedo darte más de lo que tú imaginas.
-¿El qué?
-Venganza.- siseó Christine con voz misteriosa.- Puedo ayudarte a vengarte del asesino de tus padres, puedo ofrecerte mi ayuda para que dejes de escuchar sus gritos en sueños, para que vivas..."
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"-¡Él tiene razón! ¡Ojalá Voldemort hubiera acabado conmigo aquella noche!
-¡Pero qué dices Harry!- dijo Hermione muy afectada. Le caían las lágrimas a chorros.
-¡Sí! -chilló Harry apretando aún más fuerte los ojos y los puños.- ¡Ojalá mi madre se hubiera apartado, ojalá hubiera dejado que me matara! ¡Así ya estaría muerto, así ya no tendría que estar aquí!- golpeó con los puños la mesa.- ¡Maldita sea! ¿Por qué tuve que ser yo y no él?- el sentido de aquella frase solo la entendió Harry, en aquella habitación."
-" Discúlpame- dijo Lupin mirando de nuevo al suelo.- No quise hacerte daño, pero me duelen las palabras que has dicho en la cocina. ¿ De verdad preferirías estar muerto, Harry? ¿Tan poco valoras el sacrificio que tus padres...?
-No se trata de valorar- interrumpió Harry. Su tono de voz se había suavizado.- Quiero estar con ellos- miró a Lupin directamente, escudriñando sus pensamientos.- Quiero...estar con Sirius.
-Lo sé- dijo Lupin levantándose lentamente.- Créeme que lo sé, pero yo no puedo devolvértelos, ni Ron, ni Hermione, ni todas las personas a las que le importas, solo podemos estar a tu lado y tratar de apoyarnos los unos a los otros. Harry, detrás de Voldemort hay una vida maravillosa que te espera, y creo que mereces vivirla.- Lupin se marchó lentamente de la habitación y dejó solo a Harry.
-Para mí detrás de Voldemort no hay nada- susurró.- Porque no puedo vivir mientras él esté vivo y viceversa, y yo jamás podré derrotarle."
-" Recuérdalo, las vidas de tus amigos, del mundo mágico, la tuya propia, dependen de ti ¿y no querrás morir sin antes vengarte del asesino de tus padres, verdad?- inquirió la profesora astutamente-. Debes confiar en mí, y si lo haces, yo podré confiar en ti.- Harry se pudo en pie y la miró fijamente a la cara."
-Las vidas de mis amigos...las del mundo mágico...- susurró Harry palideciendo. ¿Cómo podía haberse olvidado de todo eso? Era muy egoísta...deseaba la muerte por encima de todo, deseaba reunirse con Sirius, pero todas esas palabras se le atragantaban en la mente. Si él moría, entonces condenaba a hacerlo a los demás. ¿Pero por qué tendría que sacrificarse?
Entonces la imagen de Ginny le vino más nítidamente a la mente. La quería...qué fuerte le sonaba aquello ahora, nunca había pensado en querer a nadie y sin embargo, quería a Ginny con todo su corazón y si la quería, no podía permitir su muerte. Ella que siempre lo había animado, ella que le había esperado, que le había entregado todo, que siempre le tendía la mano cuando su voluntad pendía de un hilo...
¿Y si las amenazas de Malfoy eran ciertas? ¿Y si Ginny estaba realmente en peligro? ¿Y si Ron, Hermione y Lupin lo seguían estando?
Lupin...le había rogado a Sirius que se lo devolviera y su padrino le había concedido ese deseo. ¡Qué injusto sería ahora abandonar al profesor a su suerte!
"-Remus no tiene familia,- explicó el director.- Por eso no tiene ninguna visita. Aún no he puesto a la Orden al corriente."
Lupin no tenía familia y había luchado mucho por Harry, le había ofrecido su apoyo. No era justo que Harry dejara de luchar, lo dejara solo y se marchara...no era justo.
¿Y Ron y Hermione? ¿Se merecían sus amigos, qué siempre habían estado junto a él en los peores momentos que los dejara desamparados?
-"Harry...Eres un gran mago, ya lo sabes.
-No soy tan bueno como tú.
-¡Yo! -exclamó Hermione.- ¡Libros! ¡Inteligencia! Hay cosas mucho más importantes, amistad y valentía y...¡Oh, Harry, ten cuidado!"
-"Si quiere matar a Harry, tendrá que matarnos también a nosotros -dijo Ron con fiereza. Algo titiló en los ojos sombríos de Black."
Algo estaba brotando en el interior de Harry. Sin querer, su mano izquierda levantó la navaja de su piel ensangrentada y dejó entrever un corte, no demasiado profundo. Al retirar la cuchilla, la sangre comenzó a salir más escandalosa que nunca. El agua de la bañera estaba empapada del líquido rojo.
Harry se mordió el labio inferior.
-Maldita sea...- musitó.- Debería haberlo hecho...sé que voy a arrepentirme toda la vida de esto... -cerró los ojos con fuerza.- Ares...ven a mí...
Acto seguido y por tercera vez, se escuchó un fogonazo y un majestuoso fénix blanco apareció en el baño. Al ver la sangre de su amo, voló hasta posarse sobre la bañera y derramó unas pequeñas lágrimas sobre la herida en la muñeca.
Poco a poco, el corte se cerró y cicatrizó, dejando una marca visible en la piel, que cualquiera hubiera catalogado de intento de suicidio. Harry miró fastidiado la marca. Odiaba las cicatrices, pero ésta, al igual que la de su frente, permanecerían en su cuerpo para siempre, era inevitable.
Salió del agua y tiró del tapón de la bañera para que el agua se colara por el desagüe.
Tras secarse con una toalla que había en un armario y volverse a colocar la túnica, se sujetó a las patas de Ares y con un corto fogonazo, ambos aparecieron en la habitación de sexto curso de la torre de Gryffindor.
-Puedes marcharte, Ares...- murmuró Harry y el fénix desapareció, tras emitir un leve canto, demasiado suave como para que alguno de los alumnos que dormían plácidamente en sus camas, se despertara.
Harry se acercó a su cama propia, donde se encontraba una réplica exacta a él mismo, suspiró y tras hacer un complicado movimiento con la varita, su doble se esfumó. El chico se apuntó a la cabeza y secó sus cabellos y tras colocarse el pijama, se metió en la cama y trató de dormir. Pero las pesadillas se hicieron más patentes que nunca aquella noche y como en todas sus veladas, tuvo que levantarse varias veces a vomitar, después de haber visto caer a su padrino, a través del viejo arco.
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-¡Venga, no es tan difícil! ¡Tenéis que enfrentaros a él!- la voz de Christine resonaba con mucha fuerza en el aula de Defensa Contra Las Artes Oscuras, parecía consternada.
-Sí, claro- murmuró Seamus mirando hacia donde estaba la profesora.- Para ella es muy fácil.- Ron y Hermione se encogieron de hombros y miraron a Harry, que estaba sumido en sus pensamientos.
Christine se encontraba al fondo de la clase y ellos casi al final de la cola que esperaba para enfrentarse al reto de ese día.
La profesora había creado un hechizo para hacer alucinar a sus alumnos y que creyeran que se encontraban frente a un hombre lobo. Ya había utilizado muchas veces ese recurso y los estudiantes lo conocían, pero no podían evitar estremecerse al ver los colmillos del licántropo.
Llevaban todo el curso practicando los hechizos para vencer a las criaturas mágicas que formaban el ejército de Voldemort y ahora les tocaban los hombres lobo.
-¡Homorphus!.- gritó Dean y apuntó con la varita a la terrible criatura. Llevó unos segundos comprobar la reacción que el hechizo producía en ella. Había surtido efecto. El licántropo soltó un gemido lastimero. Acto seguido, su piel comenzó a desaparecer, se le encogieron los colmillos y fue adoptando su forma humana habitual.
-¡Estupendo Thomas!- felicitó la profesora.- ¡Siguiente, Parkinson!
Christine realizó un complicado movimiento con su varita y el hombre volvió a transformarse en licántropo, mostrando sus afiladísimos colmillos y tratando de intimidar a Pansy. Era un sueño realizado de Hermione, que observaba muy atenta la escena, esperando que la criatura terminara con la presuntuosa alumna de Slytherin.
-¿Habéis visto, chicos?- exclamó muy orgulloso Dean, regresando a la cola con sus amigos de Gryffindor. -¡Lo he logrado!
-Sí, sí, muy bien.- bufó Seamus no muy convencido. Las dos veces que había probado el hechizo, por poco le había mordido el hombre loco. Obviamente, todo era parte de una alucinación y los estudiantes sabían que no corrían ningún peligro.
Pansy Parkinson tampoco lo logró y miró con asco a la profesora, que le había pedido que regresara a la cola, para llamar al siguiente alumno que tenía en la lista.
-¡Potter, tu turno!
Harry se acercó lentamente, después de recibir ánimos de Ron. Caminaba casi con aburrimiento. Suspiró resignado cuando la profesora trató de fijar la mirada en él, para darle permiso de comenzar y él la rechazó. Se acercó mucho al licántropo que levantó las zarpas dispuesto a atacar.
-¡Homorphus!- murmuró Harry, dirigiendo la varita al centro del pecho de la criatura, sin ninguna complicación. El hombre loco aulló de dolor y poco a poco recuperó su forma humana.
-¡Muy bien!- anunció Christine.- ¡Suficiente, la clase ha terminado! ¡Thomas, Patil, Granger, Malfoy, Weasley, Zabini y Potter, diez puntos para vuestras casas respectivamente! ¡Los demás quiero que practiquéis el hechizo como deberes! ¡Tened por seguro de que entrará en el examen! Lo habéis hecho bastante bien, pero no resultará tan sencillo si tenéis delante a un hombre lobo de verdad, en el que corréis el riesgo de ser mordidos. Este Encantamiento es de magia muy avanzada y el hecho de que algunos de vosotros lo hayáis dominado tan pronto a la perfección, dice mucho de vosotros. ¡Ahora podéis marcharos!
Hubo un revuelo y la clase comenzó a recoger sus cosas rápidamente. La doble hora de Defensa había resultado agotadora, pero para muchos era la clase más emocionante de todas, sobretodo cuando era práctica. Únicamente Malfoy y los Slytherin criticaban a la profesora Byrne.
Harry metió apresuradamente sus cosas en la mochila, deseando desaparecer el primero de allí. No había terminado ni de cerrar su mochila, que con las prisas todos los apuntes de Transformaciones se le desparramaron por el suelo.
-Mierda.- murmuró muy enfadado.
-Potter. -escuchó como la profesora lo llamaba.- Me gustaría hablar un minuto contigo.- Harry miró a Ron y Hermione que le estaban ayudando a recoger las cosas y les dijo que los alcanzaría en el Gran Comedor. Ellos salieron un poco molestos. No entendían porque la profesora siempre llamaba a Harry después de las clases.
Christine se agachó junto a Harry y le ayudó a recoger las cosas en silencio, el muchacho ni siquiera le dio las gracias cuando ambos se levantaron. Esperó a que ella tomara la iniciativa.
-Harry, comprendo que no estés pasando un buen momento, pero esto se ha terminado...Has faltado a las dos últimas clases y esta noche tendrás que venir a continuar.
-No pienso volver a dar clases contigo, CHRISTINE- la manera tan dura en la que Harry había pronunciado su nombre, le dolió a la mujer. Él siempre la llamaba Chris.
-Tendrás que venir. No tienes otro remedio. A las once en la Sala. Te esperaré.- Christine se dio la vuelta y se dirigió a su mesa de escritorio para hacer unas anotaciones. Harry la observó y suspiró resignado. Sin ganas de negarse más ante la evidencia, se marchó de la clase cabizbajo.
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A las once menos cinco de la noche, Harry realizó un encantamiento y en su cama apareció un doble idéntico a él. Tras aplicarse a sí mismo el hechizo de invisibilidad, salió por el retrato de la Dama Gorda, cuidándose de no hacer mucho ruido y corrió hacia la clase que tenía programada.
Estaba muy cansado y sus ojos se adormecían, pero tenía que llegar a tiempo. No soportaría la mirada recriminatoria de su profesora, en realidad, ya no soportaba nada de ella.
Cuando llegó frente a la puerta de la Sala de los Menesteres, respiró hondo y entró.
Christine se encontraba sentada detrás de su escritorio, revisando algunos pergaminos.
-Veo que has venido...- musitó sin levantar la vista de los papeles. Harry gruñó y avanzó hasta el centro de la sala, sin ningún ánimo de hablar.
La profesora tomó su actitud como comprensible y tras hacer desaparecer con un movimiento de varita, los pergaminos que estaba leyendo, se levantó de la silla y caminó hasta el muchacho.
Lo observó atentamente. Los ojos de Harry estaban cubiertos por una niebla más oscura de lo habitual y podía sentir como su sangre hervía por dentro. Llevaba la túnica arrugada y el pelo revuelto y unas bolsas le caían sobre los ojos. Christine hizo una mueca de desagrado y repentinamente, cogió el brazo izquierdo del muchacho. Harry abrió la boca para protestar, pero no pudo articular palabra porque la profesora acababa de levantarle la manga y dejar al descubierto una cicatriz a la altura de la muñeca. La marca brilló al contorno de la luz.
Harry cerró la boca, se mordió el labio inferior y miró con aprensión a la mujer.
-Soy tu arcángel, ya te dije que podía sentir cuando estabas en peligro, cómo te sientes.- susurró Christine soltando el brazo del muchacho.- o cosas como esto.
-Yo...no...
-Si piensas que la muerte es la mejor solución a tus problemas, adelante.- Christine caminó hacia su escritorio, abrió uno de sus cajones y sacó una reluciente espada. Examinó la hoja durante unos segundos y luego regresó junto a Harry y se la tendió.- Toma. Con esto será mucho más rápido. Un corte limpio y la sangre saldrá tan rápido por tus venas que caerás inconsciente antes de que te des cuenta.- pero Harry no cogió la espada. Tenía la mirada puesta en el suelo.- ¿Qué ocurre? Anoche estabas dispuesto a quitarte la vida...- hizo una pausa, pero al ver que el chico no decía nada, prosiguió.- Entiendo.- caminó hasta su escritorio de nuevo y depositó la espada en el cajón.- Hascomprendido que no puedes morir dejando a tus amigos en peligro.
-¡Déjame en paz! ¡Tú no sabes nada de cómo me siento!-exclamó Harry mirándola con odio en los ojos.
-¿De veras? Yo creo que he acertado tanto que incluso estás asustado.- replicó Christine.- No le temes a la muerte...¿Y crees que eso te convierte en alguien más valiente? ¿Crees que correr detrás de Sirius y tus papaítos es la solución a todo tu dolor? ¡Sé un hombre y afronta tu destino!
-¡Tú marcaste mi destino!- le recriminó Harry con dureza. Christine retrocedió ante esto.
-Está bien- cedió.- Si quieres echarme la culpa, hazlo, lo merezco. Pero que te quede claro una cosa, Harry. Voy a estar aquí ayudándote, voy a entrenarte y voy a lograr que acabes con Voldemort y que salves a tus amigos. Y no permitiré que tengas tiempo de pensar en si quitarte la vida es lo más sencillo o no, porque esto se acaba. Nuestro tiempo se agota. Voldemort tiene prácticamente a todo su ejército reunido, ya ha intentado matar a Remus Lupin y no tardará en tratar de acercarse a tus amigos para utilizarlos de cebo. Me necesitas y lo sabes. Si quieres odiarme, hazlo, si quieres gritarme o atacarme, hazlo, pero vas a venir a mis clases y vas a aprender lo que tenga que enseñarte, ¿has comprendido?
-¡No voy a compartir un solo momento de mi vida con la asesina de mis padres!- bramó Harry. Christine sintió una punzada muy honda en su interior, pero no mostró ningún signo de debilidad.- ¡No te necesito!
Christine se dio la vuelta bruscamente, levantó la varita y gritó:
-¡Accio espada!- como una bala, el cajón de su escritorio se abrió bruscamente y la espada que anteriormente había ofrecido a Harry, voló hacia sus manos. La mujer la cogió por el mango y adoptó la expresión más gélida que nadie le había visto hasta el momento. Se giró hacia el muchacho, levantó la espada y si no hubiese sido porque Harry la esquivó, le hubiera cortado en dos pedazos iguales.
El muchacho se enfureció, levantó su varita y exclamó:
-¡Desmaious!- de su punta salió un haz de luz roja, pero Christine hizo rodar la espada sobre sus manos a una velocidad tan grande, que el hechizo rebotó sobre el círculo que creaba, como si se hubiera tratado de un escudo, y rebotó contra una de las estanterías, arrojando los libros al suelo. Harry abrió la boca sorprendido, pero no tuvo tiempo de reaccionar porque Christine saltó sobre él y de una patada, envió su varita lejos de su alcance.
Él se quedó mirando de reojo lo lejos que se encontraba ésta, pero inmediatamente tuvo que saltar hacia atrás y esquivar la afiladísima espada de su profesora. Al esquivarla por tercera vez, la espada le produjo un corte profundo en su brazo izquierdo. Harry se cogió la herida, de la cual salía un hilo de sangre y Christine aprovechó el momento para realizar otro corte idéntico en el otro brazo y colocarle la espada bajo la garganta.
El chico se quedó respirando agitadamente, observando la reluciente espada debajo de su barbilla. Christine sonrió complacida y la retiró del cuello de su alumno. Harry suspiró aliviado.
-Si ni siquiera has podido vencerme a mí, ¿cómo vas a enfrentarte a Voldemort? Él es mucho más poderoso que yo.
-¡Hallaré el modo!- respondió Harry renovado de una ira insospechable.
-¡Imbécil!- Christine comenzaba a enfadarse.- ¡No tienes ni idea de lo fuerte que es, de lo que es capaz de hacer, no sabes nada! ¿Has podido hallar el modo hasta ahora? ¿Crees que ahora eres fuerte? ¡Eres sólo un crío engreído que no quiere ver más allá de la realidad! ¡Sigue pensando así y morirás!
-¡No me importa morir si con eso logro vencerlo!- Christine lo cogió por las solapas y lo empotró contra la pared más cercana, haciendo que los pulsos de ambos se aceleraran y también la rabia.
-No tienes ni idea...ni idea...no le conoces...no sabes lo que es capaz de llegar a hacer. La muerte sería tu mayor bendición, ¿entiendes? ¿Crees que se contentará con decir Avada Kedavra? ¡Estúpido! ¡Te torturará, te querrá ver rendido a sus pies clamando clemencia, rogarás la muerte por encima de todo! ¡No sabes lo que dices!-. la profesora lo soltó bruscamente y se dio la vuelta, pasándose una mano por la cara. Se dio cuenta de que temblaba. Odiaba perder el control de su cuerpo.
-No quiero tu ayuda.- susurró Harry apretando los dientes. Sus ojos estaban más oscuros que nunca.- ¡Te odio! ¡Te odio! ¡TE ODIO! -se abalanzó contra Christine y comenzó a darle a puñetazos contra el pecho. La profesora le dio la vuelta, lo cogió por las muñecas y lo abrazó contra si misma, tratando de inmovilizarlo.- ¡No puedo soportar ver tu cara, me das asco, te detesto! ¡Tú mataste a mis padres, me engañaste, yo confié en ti y me mentiste! ¡Prefiero morir que aceptar tu ayuda!- Harry pataleaba, se retorcía, lloraba y gritaba. Soltaba todo lo que tenía en su interior, sintiendo que el dolor se apoderaba de su cuerpo y su mente. Cuando las fuerzas le abandonaron, dejó de moverse y se dejó caer sobre los brazos de Christine, que seguía abrazándole con fuerza. Las lágrimas salían por sí mismas de sus ojos.
-Está bien...Harry...
-Estoy muy cansado...- sollozó el muchacho. Se había olvidado de patalear y de gritar. Sentía una calidez que no había sentido nunca, en los brazos de Christine y sus ojos comenzaban a cerrarse.
Cuando se desplomó medio mareado, la mujer se arrodilló en el suelo y apoyó la cabeza de Harry sobre sus piernas. Le obligó a abrir los ojos.
-¿Te encuentras bien? Harry...¿has comido y dormido bien?- el chico negó con la cabeza y se obligó a mantener los ojos abiertos, ardua tarea.Christine le examinó las pupilas. Las tenía muy rojas e hinchadas. Unas bolsas de ojeras le caían sobre la cara y hasta entonces no se había dado cuenta de lo pálido que estaba.- Ayer perdiste mucha sangre sin que te dieras cuenta y seguro que no has probado bocado.- suspiró resignada. -¿Cuántas pociones estimulantes te has tomado, Harry?
-Tres- musitó el chico adormecido.
-Dios mío...te has vuelto loco...te advertí que no tomaras más de una...
-Estaba muy cansado.- replicó él de mala gana.- No hubiera aguantado las clases...
-Tu salud es más importante que las clases.
-Ya no me importa...- sollozó Harry y poco a poco, fue cerrando los ojos.
Christine se mordió el labio inferior y le pasó una mano por la mejilla para limpiarle las lágrimas que le resbalaban desde los ojos. Cogiéndole a hombros, conjuró una cama y lo dejó caer sobre ella. Hizo un complicado movimiento con su varita y en un momento, la túnica de Hogwarts desapareció y se intercambió por un pijama.
Christine suspiró, abrió bien las sábanas y metió con cuidado a Harry dentro de ellas, arropándole con mucha ternura. Él abrió los ojos débilmente.
-¿Qué pasa con las clases? -preguntó en un susurró. Christine sonrió.
-Estás demasiado cansado. Mañana las reanudaremos.- Harry volvió a cerrar los ojos.
-Chris...
-¿Si?
-Lamento lo que hice...yo sólo quería estar con Sirius...
-Lo sé.- murmuró Christine y le pasó una mano por el cabello.- Siento lo que ocurrió esa noche Harry. Alan y tú hubierais sido buenos amigos.- se dio la vuelta y se sentó junto a la cama en una silla.- Te quiero...- Harry no la escuchó. Ya había caído en el mundo de la inconsciencia.
La luz de la luna alumbraba toda la habitación. Habían pasado horas, pero Christine seguía despierta, sentada en una silla, observando detenidamente a un muchacho que dormía en la cama.
Harry estaba teniendo un sueño intranquilo, muy habitual en él. Se removía en la cama con brusquedad y murmuraba cosas sin sentido.
De pronto, como si hubiera recibido una descarga eléctrica, pegó un bote en la cama, y se levantó de inmediato. Jadeaba. Deseó con todas sus fuerzas tener cerca el lavabo y como si alguien le hubiera escuchado, la sala en la que se encontraba, se lo proporcionó.
Harry corrió hacia él, se inclinó rápidamente y comenzó a vomitar. No había comido nada en todo el día, así que no le resultaba nada fácil. Su estómago estaba terriblemente revuelto tras la visión que acababa de tener en sueños.
Unas manos frías lo abrazaron por detrás y le presionaron levemente el estómago, ayudándole a vomitar mejor.
Sentía amargor en la boca, mezclados por lágrimas, tos y sudor. Las manos lo pusieron de pie con facilidad y le ayudaron a regresar a la cama. Temblaba. Tenía mucho frío y a la vez miedo.
Cuando se sentó en el mullido colchón, vio que la persona que lo había ayudado se trataba de Christine. Instintivamente se aferró a ella, para calmar su temblor.
-Ya ha pasado...Harry...
-Voldemort...él está aquí...viene a por mí...
-¿Te duele la cicatriz?- preguntó suavemente Christine, sin dejar de abrazarle. Harry negó con la cabeza.- Entonces sabes que él no está aquí...no lo siento...sólo ha sido una pesadilla...
-Tengo miedo- confesó Harry tiritando.
-No voy a dejarte sólo. Me quedaré contigo.- la profesora se levantó, caminó hasta la silla que había en su escritorio, cogió una capa negra y arropó a Harry en ella. Después lo recostó otra vez en la cama, lo tapó con las mantas y le puso una mano sobre los ojos.
Poco a poco, Harry sintió como le pesaban mucho y el sueño lo iba invadiendo. Una luz blanca brilló alrededor de su cuerpo y segundos después, cayó dormido, y no volvió a soñar en toda la noche.
Los rayos de la luz del sol lo despertaron. Sentía un dolor de cabeza muy fuerte y le pesaba todo el cuerpo, como si hubiera corrido muchos kilómetros. Abrió los ojos y los tuvo que cerrar al instante porque la claridad del día le hacía daño. Se tapó la cara con la mano y abrió de nuevo los ojos.
Haciendo un tremendo esfuerzo, se sentó en la cama y observó la habitación. No era la de Sexto curso, estaba en la Sala de los Menesteres y ahora las imágenes se arremolinaban en su cabeza.
Se dio cuenta de que Christine estaba sentada en una silla a su lado, de brazos cruzados y observándole detenidamente. Poco a poco, los sucesos del día anterior fueron llegando a su cabeza.
-¿Te has quedado toda la noche despierta?- le preguntó un poco sorprendido.
-He estado vigilándote.- Christine tenía una expresión mucho más alegre en el rostro.
-¿No estás cansada? Deberías haber dormido un poco...
-Mi deber es protegerte, ya te lo he dicho. Eso requiere ciertos sacrificios.- Harry suspiró y se llevó las manos a la cabeza, tratando de que el dolor remitiera, cosa que no logró.
-Me duele la cabeza...
-Es lo que suele ocurrir cuando uno se toma tres pociones estimulantes al día.- explicó Christine levantándose de la silla y sentándose al lado de Harry.- Si quieres puedes dormir un poco más. Todavía faltan dos horas para que empiecen las clases.
-No, no, estoy bien...- Christine le miró ceñuda.
-¿Temes tener otra pesadilla?- Harry bajó la mirada.
-Tú hiciste que durmiera bien, ¿verdad?
-Sí, -confirmó la profesora con tranquilidad. Estaba preocupada por su alumno.- Te visito todas las noches a la Torre de Gryffindor y veo como te levantas a vomitar. Algunas veces, cuando veo que la pesadilla es demasiado fuerte, te ayudo a dormir. No puedo hacerlo siempre. Primero porque se requiere un gasto considerable de energía, que necesito tener para mantenerme en pie durante las clases y por si hay algún ataque al que acudir. Y segundo porque sino tu cuerpo se acostumbraría y no podrías librarte nunca de ellas.
-Ojalá pudiera dejar de tenerlas.- Harry se frotó los ojos en señal de cansancio.
-Podrías, Harry, si pusieras más de tu parte a la hora de dejar de tener sentimientos. Sé que es muy duro para ti y más sabiendo lo que sabes, pero es por tu bien. Sino, jamás te habría pedido una cosa así.- él la miró unos instantes. Seguía teniendo ese vacío en su interior, pero también sabía, después de lo que había ocurrido la noche anterior, que ella era la única que podía ayudarle.- No te estoy pidiendo que me perdones, Harry, sé que eso no te será posible nunca, porque ni yo misma puedo perdonarme...pero déjame ayudarte...déjame acercarme a ti, derrotemos a Voldemort juntos...
-¿Cómo?- preguntó Harry adoptando un semblante serio.
-Convirtiéndote en arcángel.- dijo Christine mirándole directamente a los ojos.
-¿Yo? ¿En arcángel? Pero...
-Corrección, mitad arcángel.- explicó la profesora.- No has nacido así, así que nunca podrías ser uno completo, pero sí tener sus mismos poderes y a la vez seguir siendo un mago. Puedo llevarte ante los que respondo y plantearles el tema. Esa, siempre fue mi verdadera intención. Ya te dije que somos guerreros, si te enseñó a dominar los poderes, tal y cómo te he enseñado a dominar la magia, podrás derrotar a Voldemort, estoy segura. Será un entrenamiento muy sacrificado, mucho más duro, pero te reportará el beneficio que deseas.
-Pero...¿si tú no has podido vencer a Voldemort porqué iba a poder hacerlo yo?- inquirió Harry.
-Porque tú tienes un poder que el señor oscuro desconoce. No puedes verlo, pero lo sabes. Está dentro de tu corazón y cuando llegué el momento, lo notarás. Eres mucho mejor mago que yo, sin darte cuenta me has superado, has aprendido más de lo que imaginas y si ahora me superas siendo un arcángel, podrás ganar. Puedo enseñarte mucho, Harry. Yo no soy capaz de derrotar a Voldemort, pero he sido la persona que más cerca ha estado de lograrlo, he conseguido herirlo gravemente sin usar todo mi poder. Tú podrás hacerlo.- Harry dirigió la mirada hacia Christine. El rostro de la mujer inspiraba determinación. Y él la creyó.
-Está bien. Pero...si me convierto en arcángel...¿también tendré que cuidar a una persona importante en el mundo mágico, como tú?
-Eso no lo sé. Depende de ellos. Es el destino quién dicta las reglas. Yo estaba destinada a ti y no pude cambiar eso, tal vez tú estés destinado a proteger a otra persona o tu única misión como arcángel sea librar al mundo mágico de Voldemort. Es un riesgo que vale la pena tomar, porque vas a poder proteger a tus amigos y vas a poder culminar tu venganza. Debes elegir.
-Acepto- respondió Harry de inmediato.- Debo cumplir una promesa y debo salvar la vida de mis amigos.- Christine sonrió sinceramente.
-Lo has hecho, bien, Harry Potter, lo has hecho bien. Sé que un día todos van a acabar por agradecértelo y quizás, tengas tu recompensa.- Harry se dejó caer hacia atrás en la cama. Acababa de tomar una decisión que marcaría su vida para siempre. Era el paso que lo separaba entre un destino u otro, un paso que sería a la vez bendición y maldición, pero ya no había vuelta atrás.
Cerró los ojos unos segundos tratando de asimilar lo que había hecho: un pacto con la responsable de la muerte de sus padres. ¿Pero no tenía realmente compasión por Christine? No, no la tenía. Pero la necesitaba. Y había una cosa que había aprendido desde siempre, a moverse por el interés. Si Christine podía darle su ansiada venganza y salvar la vida de sus amigos, entonces se aliaría con ella. Era como hacer un pacto con el diablo, pero nada importaba más que conseguir su propósito.
Le había hecho una promesa a Sirius. "Yo moriré por la causa que te llevó a la muerte a ti, Sirius" La misma por la que murieron sus padres. Y luego, cuando todo acabara, entonces podrían estar juntos para siempre. Libraría de Voldemort a todos los niños del mundo, para que ninguno volviera a quedarse sin padres, para que ninguno llevara la vida que había llevado él y al final, cuando todo acabará, tal vez aceptara la espada que Chris le había ofrecido la noche anterior, tal vez, iría con ellos...
-¿Te duele mucho la cabeza?- preguntó Christine mirándole con preocupación. Harry asintió sin abrir los ojos.
Un instante después, sintió las manos frías de su profesora sobre su frente. Todo en Christine era frío. Una luz emanó de ellas y poco a poco, el dolor de cabeza de Harry fue desapareciendo, haciéndole sentir mucho mejor.
-No deberías malgastar tu poder en mí. ¿Qué pasaría si hubiera otro ataque?
-No es un desperdicio.- susurró la mujer.- Si no logro que te apliques en tus clases nada habrá servido.
-Ya, pero es más importante que salves vidas y no creo que puedas seguir aguantando ese ritmo mucho más tiempo. Supongo que utilizas todo tu poder en los ataques.
-No me gusta que me leas la mente.- replicó Christine consternada.
-Sabes que no lo hago.- explicó Harry sentándose de nuevo en la cama.- Estás tan pálida que pareces un cadáver, no es difícil adivinar que te sientes cansada. Y Lupin me contó que lo salvaste casi a costa de tu vida.
-Privilegio de arcángel.- dijo Christine con ironía.- Aprenderás que puedes dominar tu poder para que salga energía de tu cuerpo. De todos modos, no deberías preocuparte por mí. Igual que tú, yo también tengo pociones que me ayudan.- se levantó de la cama, caminó hacia su escritorio y del segundo cajón sacó una caja llena de frasquitos pequeños, con un líquido transparente.- Esto.- levantó uno de los frascos para que Harry lo viera bien.- Es lo que nos ayuda a los arcángeles. Es una poción que hace que recuperemos energía. Pero si se abusa de ella, puede llevarnos directamente a la muerte. Hay muy poca gente que sepa realizarlas, de hecho, el profesor Snape es uno de los pocos que lo consigue y es un verdadero alivio. Vete acostumbrando a ellas, porque estoy segura de que las necesitarás en más de una ocasión. No obstante, seré yo quién te las administre, por si acaso tiendes a abusar de ellas como con las otras.
Sonrió, abrió el frasco que tenía en la mano, se tomó el contenido de éste de un solo trago y guardó en el cajón con llave, la caja con las demás.
Luego abrió otro de los cajones y sacó otra poción. Ésta era algo más grande y de un color violeta.
Caminó hasta la cama donde estaba Harry y se la tendió.
-Tómatela. Le irá bien a tu estómago y además te recuperará un poco de tu agotamiento. Y será mejor que no tomes más pociones estimulantes al menos en una semana.
-Está bien.- cedió Harry y se bebió la poción que le tendía la profesora.
Christine sonrió satisfecha. Sacó su varita del bolsillo de la túnica que llevaba puesta y conjuró una mesa con comida.
Había café, zumo de calabaza, tostadas con mantequilla y mermelada, un croissant y algunos bollos.
-Desayuna. No sé lo que te gusta, por eso he conjurado todo esto.- Harry miró la comida con aprensión.- Vamos, tienes que comer. Ni siquiera las pociones ocultan ya tu estado enfermo.
-De acuerdo- suspiró Harry y se sirvió en una taza un poco de café.
-¿Desde cuando tomas café? Siempre te he visto con zumo de calabaza.- Christine tenía alzada una ceja.
-Desde que la cafeína me ayuda a mantenerme despierto en una clase con Binns.- explicó Harry.- He cambiado algunos de mis hábitos.
-¿Cómo el de beber Whisky de fuego cuando vas a Hogsmade o el de fumar de vez en cuando?- inquirió divertida la profesora.
-Me vigilas demasiado cerca.
-Es mi trabajo.
-De acuerdo.- confesó Harry.- Es cierto, mis amigos y yo bebemos de vez en cuando, siempre y cuando podamos deshacernos de Ginny y de Hermione. Como son prefectas...
-También Ron es prefecto...
-Sí, pero no lo parece, ¿a qué no?- dijo Harry sonriendo. Era la primera sonrisa sincera en mucho tiempo, y quizás eso hizo que Christine se animara un poco.
-Tienes razón, no lo parece. ¿Y lo de fumar?
-Nervios.- Harry se encogió de hombros.- Pero tranquila, no soy un adicto. Sólo lo hago de vez en cuando, me relaja y me evade de los problemas.
-Calma, calma- Christine levantó un brazo.- No te estoy riñendo por ello. Ya eres mayor para hacer decidir y sé que los hombres soléis inclinaros por ciertos hábitos...mientras seas consciente de las responsabilidades que acarrea. Sabes que fumar puede matar y beber...digamos que puede incitarte a hacer ciertas cosas, tú mismo.
-Sí, tienes razón, pero no es un problema para mí. Al menos lo de morir no. ¿Recuerdas que es Voldemort quién debería hacerlo?
-No si tú le ahorras el trabajo.- gruñó la profesora. Y lanzó una mirada furtiva a la muñeca izquierda de Harry. Inconscientemente, él la escondió detrás de su espalda. -Bueno, ahora deberías ir a clase. Seguro que te van a preguntar donde has estado.
-Obviamente en la biblioteca.- dijo Harry con una sonrisa.- Tenía que acabar mi trabajo sobre los licántropos y esa es una excusa que Hermione siempre acepta.- Harry se vistió con un golpe de varita y salió corriendo por la puerta en dirección a la Torre de Gryffindor, para coger su mochila y sus libros.
Una vez lo vio salir, Christine suspiró aliviada.
-Al menos has aceptado...cada día te pareces más a James...
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N/A: Olassss otra vez. Soy consciente de q os dejé en un momento crítico de la historia, así q me propuse completar rápido este capítulo. Espero q os haya gustado, en mi opinión, es el q más me gusta a mí y el q creo q he reflejado mejor el dolor de Harry. Pero como vosotros sois los lectores, os dejo a vuestro juicio juzgar por vosotros mismos...
Muchas gracias, os lo digo de corazón, muchas gracias por vuestros reviews, son muy inspiradores y me llenan de alegría. Espero q me dejéis muchos más, haré esfuerzo considerable por actualizar antes., jejej.
Nos vemos en el próximo capiiii!!!!!!
