Olassss gente! Bueno, he ido fugazmenteeeeeeeeee! Y es q vuestros reviews me motivan mucho. A ver, me explico, no sé si os habéis enterado pero me llegó un email q parece ser multaron a una chica por responder a los reviews y no sé si hay una nueva norma y no se qué que no los dejan contestar. Yo imagino q eso no es posible prohibirlo, pero po di acaso, en este capi no os los respondo y cuando suba el próximo si no hay problema ya os contesto con normalidad, vale? De todas maneras, os agradezco muchísimo vuestro apoyo. Sois geniales!
CAPÍTULO 37: UN TORBELLINO DE INQUIETUDES.
Llegaron muy entrada la noche. Ginny y Ron se habían quedado durmiendo, apoyados cabeza con cabeza, en el asiento trasero del coche. Ni Harry ni Hermione habían podido pegar ojo por las preocupaciones y mucho menos Christine que conforme iban llegando a Londres se había puesto más y más nerviosa y conducía con prudencia mirando continuamente el retrovisor.
Aparcaron en la explanada y bajaron del coche con mucho sigilo.
-Esperad.- susurró Christine una vez los hermanos Weasley habían despertado y se desperezaban ruidosamente. La mujer entornó los ojos en la más profunda oscuridad. Harry la imitó y se dio cuenta, sorprendentemente de que sus ojos podían captar a la perfección todas las casas de Grimmauld Place como si se tratasen de linternas. Una habilidad parecida a la de los gatos, la capacidad de ver en la oscuridad.
El silencio era roto por varios indicios de sonidos leves. Una radio mal sintonizada sonaba en la destartalada ventana de la vivienda más próxima. Algunas ratas escarbaban entre los escombros de varios cubos de basura, repletos hasta los topes. Los sentidos de Harry se agudizaban, podía incluso sentir el tibio viento rasgar las copas de los esmirriados árboles que habían al fondo de la calle.
-Vamos- ordenó Christine cogiendo a Harry de un brazo y tirando de él, mientras seguía vigilando el paisaje. Caminaron unos metros hasta detenerse entre los números once y trece. Nada más recordar la dirección que habían leído un año atrás, el número doce de la antes mansión Black, se materializó ante ellos. Christine extrajo la varita del fondo de su túnica y dio unos leves golpecitos en la puerta.
Al cabo de unos segundos se escucharon pasos y el rasgar de una mirilla. La puerta se abrió y la profesora les cedió el paso para que entraran, para hacerlo ella en último lugar. El pasillo estaba en penumbra. Quien fuera que les hubiese abierto, dio un golpecito de varita al aire y las antorchas que colgaban de las paredes, se iluminaron. El rostro preocupado de la señora Weasley apareció ante ellos.
-No hagáis ruido... -susurró y les hizo señas para que la siguieran.- Ya conocéis el retrato de...
¡PATAPLUM!
Demasiado tarde. Ron se había tropezado con el paragüero con cabeza de serpiente en el que siempre chocaba Tonks. Una voz estridente de mujer se dejó oír por todo el recinto.
-¡SANGRES SUCIAS, HIJOS DE LA INMUNDICIA¡CORROMPEDORES DE MI ESTIRPE¡FUERA, MARCHAOS DE LA CASA DE MIS PADRES!
-¡Cierra la boca, vieja bruja!- le ordenó Harry de mal talante, colocándose justo enfrente del antiguo retrato para cerrar las cortinas. La madre de Sirius palideció.
-¡TÚ¿NO TE BASTÓ CON QUE TU PADRE CORROMPIERA A MI HIJO, SINO QUE ADEMÁS TUVISTE QUE SER EL QUEBRADERO DE CABEZA DEL SEÑOR TENEBROSO¡MALDIGO EL DÍA EN QUE NACIERON¡SANGRE IMPURA CORRE POR TUS VENAS, FUERA, FUERA DE MI CASA!- Harry le propinó la mirada más fría que había otorgado hasta la fecha.
-Ya veremos...-murmuró entre dientes. Hizo alarde de todas sus fuerzas y logró tapar un poco la cortina, pero no lo suficiente como para que el retrato dejara de gritar. Un hombre alto, delgado con cabellos cenicientos, pero rostro joven, se apresuró a ayudarle y con gran esfuerzo lograron tapar a la vieja mujer que hizo estremecer la pared con un aullido de rabia.
-¡Ufff, menos mal que ya se ha callado¿Cómo has estado, Harry?- una sonrisa sincera iluminó el rostro de Lupin que le tendía la mano. Harry trató de devolverla y también le estrechó la mano, pero no contestó.
Sin darle importancia al asunto, Lupin se giró hacia los demás para saludarles también.
Les condujeron directamente a la cocina. Allí, la señora Weasley les abrazó a todos muy fuerte y derramó algunas lágrimas, sobretodo cuando le tocó el turno a Harry.
La mesa estaba preparada para la cena. El señor Weasley, Tonks y Moody eran los únicos ocupantes de ella. Se levantaron también para saludarles y luego la señora Weasley les obligó a sentarse a la mesa para llenar sus platos con generosas cantidades de comida.
-¡Debéis estar hambrientos!- exclamó mientras le servía a Harry dos largos filetes de carne.- ¡Ha debido ser un viaje muy difícil! Al ver que tardabais estábamos preocupados.
-No quise correr riesgos, Molly.- explicó Christine sirviéndose una copita de vino tinto.- Por eso conduje a un ritmo más lento. Tenía que asegurarme de que todo estaba bien.
-Por supuesto.- corroboró Moody.- No me extrañaría nada que los mortífagos estuvieran vigilándoos. Y más sabiendo que ninguno de los chicos viajaba en el tren escolar.
-¡Si muchos de sus hijos no estuvieran en él, me apuesto el cuello a que lo habrían asaltado!- refunfuñó la señora Weasley sentándose al fin en la mesa.
-No me cabe duda.- corroboró su marido. Creo que Dumbledore tuvo una idea excelente en que viajarais al modo muggle.- el señor Weasley parecía muy entusiasmado con esa idea. Harry sabía que él hubiera estado encantado de realizar ese viaje.
Hermione se había sentado entre él y Ron, seguramente para evitar sospechas y Ginny justo enfrente, al lado de su madre. Ninguno tenía ganas de hablar, pero los adultos no se dieron cuenta porque pensaban que estaban muy cansados. De hecho, viendo las caras que tenían, sobretodo Harry y Ginny, no era de extrañar. Ellos no sabían que llevaban con ese aspecto durante mucho tiempo, desde después de Navidad. Aunque Harry, que ya había estado muy delgado antes de entrar a Hogwarts, había vuelto a perder unos cuatro quilos y parecía estar en los huesos y la ropa muggle se lo señalaba aun más.
Por supuesto, de eso sí que se dieron cuenta los adultos.
-Harry, cariño¿no te gusta la carne?- preguntó la señora Weasley con el labio inferior tembloroso.- ¿Quieres que te prepare otra cosa?
-¿Eh?- Harry, que había estado sumido en sus pensamientos y con el tenedor en el aire, sin intención de pinchar un solo bocado, levantó la cabeza algo confuso.
-La comida, cariño, qué si no te gusta...
-¡Oh!- el chico se puso nervioso repentinamente. Se dio cuenta de que todos habían parado de hablar para centrar la mirada en él. Los profundos ojos azules de Christine brillaban duramente. En Hogwarts, durante las últimas semanas no había tenido ningún problema para escaquearse, pero ahora las cosas eran bien diferentes. Era otra de las pegas que tenía el estar viviendo en Grimmauld Place.- Es que... -su cerebro funcionaba muy rápido buscando una excusa convincente.- ...me duele el estómago, eso es todo.
-¿Quieres que busque alguna poción? Estoy segura de que el profesor Snape rellenó el otro día el armario...
-¡No!- la interrumpió Harry algo más bruscamente de lo que habría deseado. No iba a tomar nada que estuviera hecho por Snape, su orgullo se lo impedía.- No se preocupe, estoy perfectamente. Sólo necesito descansar un poco...umm...¿puedo irme a la cama?- dirigió la vista hacia su izquierda, donde estaban sentados Lupin y Christine.
-¿Estás seguro de que te encuentras bien?- le preguntó su profesora, pero su pregunta iba con segundas.
-Sí, de verdad, no es nada.- Harry frunció el entrecejo, odiaba esa actitud demasiado sobre protectora.
-Está bien- cedió Lupin anticipándose a cualquier pregunta de más que fueran a realizar.- Ya sabes donde está tu habitación. Descansa un poco.
-Muchas gracias.- Harry estaba muy agradecido con Lupin por dejarle escapar de ese pequeño apuro. Recordaba perfectamente como habían estado los demás con él durante el verano y no deseaba que aquello se repitiera, pero mucho temía que así iba a ser. En verdad deseaba comer, pero su cuerpo no se lo permitía. Vivía con un nudo en el estómago que no se podía quitar, pensando en la manera en la que estaba luchando, cuestionándose su forma de pelear, sabiendo que estaba dividido en dos mitades: lo que le habían enseñado a hacer y lo que realmente él deseaba.
Perdía una parte de sí mismo cada vez que clavaba ferozmente la espada en el enemigo, su interior se iba mermando, con cada maldición, con cada víctima, Harry Potter iba consumiéndose, iba desapareciendo para dejar paso al Salvador. Su otro yo, que detestaba. No solo porque era su parte oscura, vengativa, sino porque era la que todo el mundo admiraba, adoraba.
Se levantó de la mesa, cogió su plato y lo llevó hasta el fregadero. Después dio las buenas y lanzó una fugaz mirada a Ron, que no se dignaba ni a mirarle. Cerró los ojos tratando de que aquello no le afectase, pues él mismo sabía que era mejor que sucediese y subió las escaleras en dirección a su habitación.
El fantasma de los recuerdos volvió a apoderarse de su interior. Toda aquella casa olía a Sirius, una vez eliminados los vestigios de oscuridad, de tenebrosidad, sólo quedaba el suave aroma de su padrino, que tanto se había esforzado por convertirla en habitable.
Un profundo dolor se le acumulaba en el pecho, la incertidumbre de no saber si algún día, dejaría de sangrar esa herida tan profunda y que él tan sigilosamente llevaba guardada, con una máscara infranqueable, que ni siquiera permitía a Christine traspasarle. Ella nunca sabría de su pequeño secreto, de su devoción por su padrino de por vida, se llevaría ese secreto para siempre.
La habitación incluso parecía más tétrica que la última vez. El lienzo de Phineas estaba en blanco. Parecía que el director había desistido en su intento de espiarle, o sólo era cuestión de tiempo que volviera a hacerlo. Le inquietaba saber lo que el anciano estaba pensando en aquellos momentos...que él era Alan, que era el hijo de Christine.
Lamentablemente, no lo era. No podía devolverle a su profesora ese pedacito de felicidad que habría encontrado si su hijo hubiera seguido con vida. Era Harry Potter, y se sentía indigno de serlo. Había traicionado todos los principios por los que sus padres lucharon, había cambiado el uso de la razón por la venganza, el ojo por ojo. Sus padres, su padrino...que habían dado la vida por él...no se lo merecía...
Se acercó hasta la cama. Vio que, como por arte de magia, su mochila y el baúl de Ron estaban a los pies de las respectivas camas. Abrió uno de los armarios y sacó un pijama que se había dejado allí en verano. Con parsimonia, se desvistió y se lo puso, sentándose en un borde de la cama, que daba directamente a la ventana. La luz de la luna brillaba intensamente. Fuera, Grimmauld Place seguía desértico.
Suspiró y se acurrucó entre las sábanas, esperando a que el sueño lo venciera. Sin embargo, cuando hora y media más tarde, Ron entró para acostarse, seguía despierto.
Trató de vaciar su mente, no para evitar que Voldemort tratara de entrar en ella, sino para no pensar, para no recordar. Era un martirio tener tiempo libre para hacerlo, era algo que detestaba. El pasado lo consumía, no podía alejar los errores, las penurias, todo ese sufrimiento. Le venían a la mente abruptamente como el peor de los enemigos, avisándole de que seguían allí, de que no se marcharían.
Miró el reloj. Un minuto...dos...tres...eran las doce y media...las dos...las cuatro...
A las cuatro y media se puso en pie, harto de no poder quedarse dormido. Los ronquidos de Ron se escuchaban como ladrones en la noche, rompiendo la paz del silencio. Cogió la jarra de su mesita y llenó un vaso de agua, bebiéndoselo de un trago. Tenía la garganta reseca.
Volvió a acostarse. La luz que entraba por la ventana dibujaba extraños jeroglíficos en el techo. Las sombras cambiantes se movían. Las cinco...Harry parpadeó, los ojos comenzaban a picarle. Las cinco y diez...cerró los ojos completamente. Las cinco y cuarto...los ronquidos de Ron se escuchaban más y más lejanos, como en otra realidad. Las cinco y veinte...
Se encontraba de nuevo en aquel cementerio, pero no estaba atado a ninguna lápida, sino solo, aquello que más temía, la soledad. La luna bañaba con su luz los nombres de las distintas tumbas. Se acercó a dos que estaban muy juntas. Los nombres marcaban las inscripciones de Lily y James Potter. Una más próxima marcaba el nombre de Sirius Black. Se estaba volviendo loco, no quería ver eso. Salió corriendo colina abajo pero las tumbas no desaparecían, sino que se multiplicaban.
¡Plof!
Chocó contra otras tres. Ronal y Ginny Weasley. Hermione Granger. Quiso gritar, pero la voz no salía de su garganta. Estaba aterrorizado. Se dio la vuelta, pero de nuevo se topó con más inscripciones. Albus Dumbledore, Christine Byrne, Remus Lupin.
-¡NOOOO!- su grito desgarrador llenó el asolado cementerio. Cayó al suelo de rodillas, antes de escuchar una estruendosa risa. No se hallaba solo. Una figura alta, muy pálida, con nariz de serpiente se acercaba caminando como si aquello fura el hall de un salón muy lujoso.
-¿Te gusta, Harry¿sabes qué es esto? Es el futuro...te he traído aquí para que lo veas...
-¡Es mentira, es mentira¡Yo te derrotaré, yo jamás lo permitiría!- Harry quiso abalanzarse sobre la figura, pero la traspasó como si fuera un fantasma. Voldemort volvió a reír, esta vez, mucho más alto que la anterior.
-Sí, eso es lo que estabas a punto de hacer, Harry. Pero dime¿cómo sabes que lo hiciste?
-¿Qué quieres decir?- cuestionó el muchacho. Temblaba de arriba abajo.
-Yo te he traído aquí para que veas el futuro...- explicó Voldemort fríamente, pero sin apartar la sonrisa estúpida de su rostro-...esto aún no ha ocurrido, así que no sabes lo que pasó en realidad. Fuiste muy estúpido...- el señor oscuro mostró su irregular dentadura en una mueca de odio-...al final, Harry, en vez de sacrificarte tú, en vez de sacrificar tu parte humana, preferiste rendirte al amor...- volvió a soltar una carcajada como si aquello le pareciese una auténtica chorrada-...me dejaste el camino libre hacia tus amigos...- la tumba de Ginny brilló con más fuerza a la luz de las estrellas-...les dejaste pelear a tu lado y ya ves...están muertos...sí, tú sigues con vida¿pero a qué precio?- ahora fueron las tumbas de Christine, Lupin y Dumbledore las que brillaron-...sí, estás solo...uno tras otro fueron sacrificándose por ti...y uno tras otro fueron muriendo...ya ves que tu absurdo sentimentalismo no sirvió de nada. Pobre Christine...¿no crees?- Voldemort se giró hacia la tumba de la que había sido su profesora, se inclinó hacia ella y acarició la inscripción.- ...ella confió en ti...y tú le defraudaste...al final murió dando su vida dolorosamente...bueno, no importa, al menos se habrá reunido con su patético hijo...
-¡CÁLLATE!- bramó Harry fuera de sí. Se levantó del suelo temblando de ira.- ¡Basta, no quiero seguir escuchándote, no me atormentes más¡Vete¡VETE!
-¿Qué pasa, Harry?- una sonrisa burlona surcó el rostro desproporcionado de Voldemort.- ¿Culpabilidad? Sí, lo entiendo...porque no fueron las únicas muertes¿me equivoco?
El mago tenebroso chascó los dedos e inmediatamente, la escena cambió. Y Harry supo al instante al lugar donde había ido.
-No...no, por favor, nooooo.- sin embargo, parecía que Voldemort disfrutaba viéndole sufrir, sin que él pudiera hacer nada por escapar de esas visiones. Buscó entre los bolsillos, pero su varita no se hallaba en ellos. Trató de desaparecerse pero tampoco pudo, estaba atrapado.
Levantó la mirada y vio a una pareja en el salón de su casa, cargando a un niño en brazos. Se escuchó un estruendo y la voz conocida de su padre, estalló en gritos.
"-¡Lily, coge a Harry y vete¡Es él¡Vete¡Corre! Yo lo detendré."
Era una tortura volver a revivir aquello. Una tortura que Christine le había puesto como requisito, pero que a medida que avanzaba el tiempo y con él la culpabilidad de Harry, se hacía más y más dolorosa.
El cuerpo de James Potter había caído sin vida en el suelo. Voldemort rió una vez más y contempló el rostro pálido y ojeroso del muchacho.
-¿No es divertido? Tu patético padre dando la vida por alguien como tú...alguien que no valoró nunca su sacrificio, que se dedicó a arrastrarse por sentimientos estúpidos que lo llevaron a la destrucción...todo esto es obra de lo que tú has cultivado, Harry Potter.-
Harry levantó la cabeza con ojos humedecidos y las manos entumecidas del frío que estaba sintiendo, de aquel vacío. Y entonces vio la escena que había estado repitiéndose en su mente durante años.
"-A Harry no. A Harry no. A Harry no, por favor…
-Apártate, estúpida...apártate...
-A Harry no. Te lo ruego, no. Cógeme a mí. Mátame a mí en su lugar...
-A un lado...hazte a un lado, muchacha...
-¡A Harry no¡A Harry no! Por favor…haré cualquier cosa…"
Un segundo haz de luz verde y Lily Potter se desplomó en el suelo, igualmente muerta, como su esposo.
-¿Por qué?- preguntó Harry con un hilo de voz.- ¿POR QUÉ!
-¿Por qué?- ironizó Voldemort.- Únicamente para recordarte que no ganarás. Únicamente para que veas el daño que ya has hecho. ¿Por qué no te unes a mi? Hazlo y todo esto desaparecerá. No habrán tumbas de tus amigos, no habrán más muertes que no desees...yo puedo devolvértelos Harry, yo puedo darte esa vida que no has tenido...sólo tienes que cogerme la mano...- Voldemort le tendió un brazo para ayudarle a levantarse, al tiempo que la escena cambiaba por tercera vez.
"-¡Vamos, tú puedes hacerlo mejor! Sirius calló a través del arco, mientras Harry observaba ensimismado la mano como de garra que le tendía su enemigo mortal.
-Tú puedes hacer que esto se detenga...vamos, dame la mano...¿qué tienes que perder?
"-No puedes hacer nada, Harry, nada. Se ha ido."
Harry vio como esos profundos ojos rojos brillaban de maldad, de satisfacción y no tomó su mano. La expresión afable del rostro de su enemigo cambió radicalmente, al mismo que él oía sus propios gritos llamando a su padrino, que nunca regresó del velo.
-¡Eres un estúpido!- bramó el mago tenebroso.- Acabas de volver a condenarte...te lo repito, esto fue lo que ocurrió y volverá a ocurrir...te dejarás llevar por los sentimientos, por ese amor que Dumbledore y todos tus patéticos amigos te infundan...fracasarás...todos tus intentos por no sentir, por convertirte en alguien frío se irán a pique, igual que le ha ocurrido a Christine...acabas de firmar su sentencia de muerte, Harry Potter, acabas de condenarlos...
-¡NOOOOO!
Alguien lo zarandeaba para que despertara y pronunciaba su nombre. Pero él estaba atrapado en ese vacío, en esa visión del cementerio, del nombre de sus seres queridos inscritos en las tumbas. Sintió nauseas, un mareo que le nublaba la vista y lo alejaba del cementerio. La cicatriz de su frente le tintineaba y la cabeza le iba a estallar por el dolor que le producía.
-¡Harry¡Harry, despierta!
Abrió los ojos abruptamente, pero no le dio tiempo a ver nada más porque le vino una arcada y se inclinó a un extremo de su cama para vomitar.
-¡Dios mío, está enfermo!
-Molly, ve a ver si encuentras alguna poción, no sé, algo...
-Voy enseguida.
Harry oía voces conocidas, pero no estaba pendiente de ellas. El mareo se hacía más y más patente y tenía que hacer verdaderos esfuerzos para devolver puesto que no tenía comida en el cuerpo. La cara se le había hinchado del esfuerzo y vuelto de un rojo parecido al fuego.
-¡Cought, cought!- tosió y le sobrevino una nueva arcada. La boca le sabía amarga. Alguien le tendió un vaso de agua y él bebió unos pequeños sorbos, para luego ser ayudado por unas manos a recostarse nuevamente en la cama.
Sin embargo, todo su cuerpo temblaba a convulsiones.
-Tranquilo...ya ha pasado, sólo ha sido una pesadilla.- Lupin le miraba con preocupación arropándole bien. A su lado estaban Christine, Tonks, Hermione y Ginny. Ron estaba a los pies de la cama, pero se mantenía algo alejado. Sin embargo, su rostro se parecía a...¿la preocupación?
No obstante, Harry no se quitaba de la cabeza la visión horrible y las palabras de Voldemort. Negó con la cabeza, mientras el pecho se le inflaba y desinflaba en un intento por obtener aire.
-Cielo santo...- susurró Tonks, ayudando a Christine y a Lupin a sujetarlo porque Harry se había puesto a temblar tan violentamente que amenazaba con caerse de la cama. Los jadeos le impedían hablar, sólo negaba con la cabeza y balbuceaba inteligiblemente con un hilo de saliva cayéndole por la comisura de los labios. Parecía a punto de que le diera un ataque.
-¡Harry¡Harry, por favor!- gritó Lupin. Las manos le parecían torpes en aquellos instantes, no sabía como sujetar al muchacho. Tonks le puso una mano en el pecho y palideció.
-¡Le está subiendo el ritmo cardiaco¡Si sigue así le va a dar un ataque!
-¿Qué hacemos?- Lupin miraba a Christine suplicante. La profesora habría querido utilizar su poder para calmarlo, el problema es que no hubiera servido de mucho. Harry se convulsionaba tanto que Ginny se abrazó a Hermione muy asustada.
La señora Weasley subió corriendo con los brazos cargados de pociones. Las depositó nerviosamente sobre la cama y se tapó la boca al ver el estado en el que se encontraba el muchacho.
-¡Hay que avisar a Dumbledore!- exclamó.- ¡Esto no es normal!- sin embargo, Christine sabía que de nada valdría molestar al director si no actuaban a tiempo. Corrió hasta los pies de la cama, donde la señora Weasley había dejado las pociones y las examinó rápidamente.
Tomó un pequeño frasco con un líquido incoloro y una sonrisa de alivio asomó su rostro. Abrió la tapa y le acercó el frasco a Harrry a la boca. Trató de que el muchacho se lo tomara, pero al mínimo intento, derramó unas gotas.
-¡No hay manera!- sollozó la señora Weasley.- Harry, cielo, por dios...
Quizás Christine fue la única que no perdió la calma, porque miró seriamente a Lupin y le dijo:
-Sujétalo bien un segundo.- el hombre asintió y vio como la profesora sacaba su varita, convertía el frasco de la poción en una jeringuilla y luego apuntaba a Harry.- ¡Incarcelous!- unas cuerdas escurridizas como serpientes salieron de la punta de su varita y se enrollaron en las muñecas, tobillos y cuello del muchacho, impidiéndole movimiento.
Harry negó con la cabeza más fuerte, y jadeó como si tuviera asma, tratando de liberarse.
-¡Por favor, no!- rogó Ginny al ver la desesperación en el rostro de su ex novio. -¡Por favor profesora¿No ve lo que está sufriendo?
-Si no lo hago le dará un paro cardiaco.- respondió Christine fríamente, concentrada en examinar las venas del chico. Cuando encontró la que buscaba introdujo con suavidad la afilada aguja. Harry gritó de dolor. Unas lágrimas cayeron de sus mejillas. Parecía que esa poción era bastante dolorosa, por eso la profesora había querido que se la tomara bebida.
Los ojos de Harry se abrieron como platos cuando todo el interior del líquido incoloro penetró en su piel. Hermione ahogó un sollozo un segundo después de que el muchacho cerrara los ojos lentamente, sumido en la inconsciencia y dejando de temblar.
Christine aguardó unos instantes a ver la reacción y extrajo la aguja sutilmente. Tanto ella como Lupin suspiraron aliviados. La señora Weasley se lanzó sobre el hombro del licántropo a llorar desconsoladamente, igual que hacían Ginny y Hermione. Tonks se dejó caer pesadamente sobre una silla y se tapó la cara con ambas manos.
Ron, compadeciéndose de las chicas, se acercó un poco a reconfortándolas. La verdad es que también se había asustado bastante.
-¿Qué le ha ocurrido?- preguntó Lupin con la voz queda, mientras le daba a la señora Weasley unas palmaditas en la espalda. Christine adoptó su postura más fría y respondió escuetamente.
-Una pesadilla.
-¿Esto ocurre muy a menudo, Chris? Porque la última vez que estábamos de vacaciones también tuvo una que casi le cuesta la vida. Lupin parecía muy enfadado y miraba a la mujer con reproche. Pero ella no se inmutó, al contrario que los demás, guardaba la calma, como si aquello no fuera con ella.
-A diario.- respondió la mujer taladrando al profesor con la mirada. Lupin se giró bruscamente hacia Ron.
-¿Es eso cierto¿A diario?- el muchacho se mostró nervioso por la brusquedad con que lo trataban y asintió con un nudo en la garganta. Había visto a Harry retorcerse en pesadillas pero como estaban enfadados había preferido ignorarlo, pensar que se las merecía. Pero después de haber visto aquello...
-¡A diario!- exclamó Lupin furioso.
-¿Y se puedo saber porqué no informaste al director o a la profesora McGonagall, Ronald?- quiso saber la señora Weasley. Le temblaba el labio inferior como siempre que estaba nerviosa.
-Yo... -Ron titubeó, mirando de refilón a Ginny y a Hermione-...pensé que era normal...ya ha tenido estos sueños otras veces...
-¡No así!- bramó Lupin. Y aunque era un hombre muy tranquilo pegó un puñetazo a la mesita de noche, derramando un poco del agua de la jarra. Christine ignoró el enfado ajeno y caminó hacia la puerta, pero el hombre volvió a interrumpirla.- ¿Cómo ha ocurrido esto¿Lo sabes tú¿No se supone que al saber Oclumancia esto no tenía que haber sucedido?
-No ha sido Voldemort.- susurró Christine, que a diferencia de los demás no levantaba la voz.- Esas pesadillas son producto de sus propios recuerdos...de su conciencia...una lucha interna consigo mismo...de las experiencias horribles que ha vivido...yo no puedo hacer nada, lo lamento.- Lupin bufó.
-Maldita sea.
-¿No hay una manera de que se detengan?- preguntó con un hilo de voz la señora Weasley. Christine se quedó en silencio unos segundos y antes de salir por la puerta, respondió:
-No se puede borrar el sufrimiento que ya ha vivido...esto no son más que las consecuencias de las acciones que lo llevaron a la desesperación...es como estar conviviendo con dementores continuamente...a eso lo han llevado vuestras decisiones para "salvarle la vida"- la puerta se cerró de un portazo. Lupin cerró los ojos y se apoyó sobre la cama de Harry, que dormía ajeno a todo lo que había ocurrido minutos atrás.
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A la mañana siguiente, Harry despertó bastante entrado el día. Tenía los ojos hinchados, rojos y con unas grandes ojeras. Estaba tremendamente pálido y descompuesto.
La señora Weasley le llevó una taza de zumo de naranja para que se lo tomara, junto con una poción para el estómago, pero él no probó bocado. Recibió las visitas de los miembros de la Orden que había en la casa y de sus amigos, incluso Ron, durante todo el día, pero no intercambió más que monosílabos.
Pasó las horas mirando por la ventana, girando el rostro de quienes trataban de animarlo y pensando únicamente en lo que había visto.
Por mucho que Hermione y Ginny trataron de que hablara, no lo lograron. Harry había adoptado una postura totalmente pasota, así que nadie sabía exactamente qué era lo que había soñado, ni en qué estaba pensando.
La señora Weasley volvió al mediodía con un plato de caldo que olía muy bien y unas tostadas de pan integral, pero cuando por la noche regresó para traerle la cena junto con Lupin, el plato seguía igual a como lo dejó, en una bandeja encima de la cama.
-Por dios, cariño, tienes que comer algo.- la señora Weasley le miraba suplicante, pero él ni siquiera le prestaba atención. Parecía muy embelesado mirando las estrellas.- Harry...no has probado bocado en todo el día...ni siquiera has bebido una pizca de agua...anoche no cenaste...te vas a poner enfermo...
Nuevamente silencio. La pobre mujer, le tomó de la mano y notó que estaban heladas. El muchacho no se preocupaba ni de articular algún sonido. Le miró los ojos y vio que le brillaban más de lo normal, como si estuviera recordando algo que ellos no alcanzaban a comprender.
-Molly,- susurró Lupin.- sal, por favor, me gustaría hablar con él unos minutos...
-Está bien. -suspiró la señora Weasley. Cogió la bandeja de comida que le había traído al mediodía, le depositó la de la cena en su lugar y se marchó cerrando la puerta con cuidado.
Lupin no habló en seguida. Bordeó la cama y se sentó en el borde de ella, mirando al chico con preocupación.
-¿Qué ocurre, Harry?- preguntó girando su rostro con una mano para que él le mirara.
-Nada.- la voz de Harry sonaba ronca, por no haberla utilizado en todo el día. Lupin cerró los ojos unos instantes y los volvió a abrir para contemplar el rostro tan parecido al de James Potter.
-¿Qué se supone que podemos sacar en claro de esto, Harry?- su voz era pausada, pero estaba comenzando a sonar dura.- Creí que el tema de la comida quedó superado cuando comenzaste Hogwarts y ahora de nuevo...¿qué es lo que te ha afectado tanto? Ese sueño...
-¡No quiero hablar de eso!- gritó Harry y se tapó los oídos con ambas manos.- Quiero estar solo...márchese...
-No me voy a ir de aquí sin que me escuches.- Lupin le agarró bruscamente de las muñecas y le desprendió las manos de la cara, obligándole a que oyese lo que tenía que decirle.- Si sigues así vamos a tener que internarte en San Mungo¿entiendes? Y no es por gusto mío, es algo que Dumbledore sugirió esta mañana cuando se enteró de lo que había ocurrido. ¿Cuánto crees que aguantarás sin comer y sin beber¿Acaso quieres morir?- Harry giró el rostro hacia un lado para no contemplar esos ojos color miel que lo taladraban con su preocupación. Por supuesto que no quería morir...no ahora, al menos. No hasta que hubiera terminado lo que empezó, pero después de lo que había ocurrido la noche anterior, se lo cuestionaba. ¿Qué debía hacer¿Dejarse vencer por la oscuridad? No, antes moriría que traicionar la causa por la que Sirius y sus padres murieron, por eso quizás su cuerpo se había cerrado impidiéndole ingerir alimento. Era un recurso para no tener que admitir la obviedad.
Voldemort había sido muy claro, se iba a dejar vencer por los sentimientos, como ya estaba ocurriendo y eso le iba a llevar a la destrucción. Iba a condenar a más vidas humanas, las vidas de la gente que más le importaba. Pero si continuaba así, si continuaba matando de esa manera el Ángel Negro se acabaría apoderando de él y Voldemort acabaría venciendo. Así que lo más fácil sin duda era dejarse morir, si su cuerpo y su mente lo había aceptado así¿por qué contradecir algo tan dulce? Después de todo, ya hacía mucho que tenía presente que su final iba a ser ese, de una forma u otra, antes o después¿qué importaba?
-Quiero estar solo.- repitió duramente. Lupin vio como se había dejado vencer, como se consumía en esas parcas palabras que ya no tenían ningún signo visible de vida, que ya no tenían luz. Todo era inútil. Habían perdido la guerra y la habían perdido ellos, no la había ganado su enemigo. Las palabras duras de Christine todavía resonaban en su interior.
"yo no puedo hacer nada, lo lamento."
"...a eso lo han llevado vuestras decisiones para "salvarle la vida"
Todo era una auténtica mierda. Si no hubieran sido tan ilusos, tan tontos, si se hubieran preocupado mucho más de su felicidad y no de mantenerlo a salvo, si hubieran sido francos con él desde un primer momento...todo aquello no habría sucedido. Si Sirius aún estuviera ahí podrían levantarlo, podrían darle un motivo para seguir adelante, Harry nunca había sido de esas personas que se rinden a la mínima, al contrario, siempre había peleado por todo, siempre había sido una persona luchadora. ¿Dónde estaba ahora el valor para pelear por ello? Había muerto...junto con Sirius. Y aquello era la cruda realidad. Si Christine no podía hacer nada...¿quién lo haría?
Pero no iba a dejar que aquello ocurriera sin intentarlo, aunque tuviera que internarlo, aunque tuviera que obligarlo.
Lupin cogió la cuchara de la sopa que la señora Weasley había preparado y tras coger una cucharada se la acercó a Harry a la boca. El chico, molesto, apartó el rostro, pero Lupin era igual de tozudo que él y le giró la cara para introducírsela. Harry vio sus intenciones y antes de ingerir nada le dio una manotazo y la sopa los manchó a los dos.
-Tienes que comer.- gruñó el profesor armándose de una terrible paciencia.- Siento tener que hacerlo de esta forma.- tal y como Christine había hecho la noche anterior, Lupin conjuró unas cuerdas que amarraron a Harry a la cama, incapacitándolo para moverse.
-¿Qué hace?- bramó el chico furioso.- ¡Suélteme¡He dicho que me suelte!
-No hasta que hallas comido como es debido.- Lupin se sentó en una silla al lado de la cama, apuntó la Harry con la varita y le taponó la nariz de modo que sólo pudiera respirar por la boca. Como era de esperar, el chico tuvo que abrirla y el profesor pudo introducirle la cuchara sin ninguna complicación. Lo malo es que Harry se atragantó con la sopa puesto que le costaba tragar y respirar al mismo tiempo.- Lo lamento, de verdad, pero es la única manera...- el chico cerró los ojos con furia y negó con la cabeza. Lupin se dio cuenta de que una lágrima resbalaba por sus mejillas y le dio un vuelco el corazón. Hacía mucho que no veía a Harry llorar, de hecho, nunca creía haberlo visto realmente. ¿Qué sería lo que lo atormentaba de aquella forma?
No había injerido más de seis o siete cucharadas cuando le sobrevino una arcada y comenzó a vomitar de nuevo la comida. Tal y como había sucedido en verano.
Lupin maldijo por lo bajo y con un paño fue limpiándolo todo. Se dio cuenta de que Harry estaba temblando y de que estaba frío como el hielo.
-Tienes que comer...- dijo en un susurró que parecía más una súplica.- Sé que te cuesta...pero tienes que intentarlo...por favor...
Los días siguientes no mejoraron. Harry se había repuesto un poco y comía algo más, pero lejos de ser un nutriente para su cuerpo. Christine apenas se había pasado por la casa desde la última discusión. Sabía en qué situación se encontraba Harry, pero no había hecho ningún intento por hablar con él y eso irritaba a los demás.
Ron, Hermione y Ginny habían pasado el tiempo haciendo los deberes y jugando al ajedrez mágico, pero los tres estaban sumamente preocupados por el chico, sobretodo la pelirroja.
Como Harry ya había bajado y vagado varias veces por la casa, trataban de entablar conversación, el único que no lo hacía era Ron y eso había acarreado alguna mirada severa e inquisidora de la señora Weasley, que sospechaba que algo había ocurrido entre ellos.
-Tienes que hablar con él, por favor.- le rogó Lupin a Christine durante la cena del sexto día en la casa. Una vez más, Harry había probado dos bocados de su bistec y se había encerrado en su habitación. Eres la única que puedes hacerle reaccionar...
-¿Por qué?- cuestionó Christine de mala gana.
-Porque ya lo hiciste una vez.- Lupin puso su mirada más dura.
-Ya te dije que yo no podía hacer nada. Son sus fantasmas internos los que tiene que superar y debe hacerlo solo. Es una batalla contra sí mismo...
-Pero puedes intentarlo.- murmuró el hombre. Su rostro era tan serio y mostraba tal preocupación que Christine sintió lástima por él.
-Está bien...
Aquella noche vinieron a cenar muchos más miembros de la Orden. La señora Weasley había preparado un buen pavo y con esa excusa, el director se presentó para ver como iban las cosas. Para desgracia de los chicos, también Snape estaba sentado en una silla con los ojos perdidos en el diario El Profeta.
Cuando Harry entró por la puerta, todos se le quedaron mirando, tratando de fingir que no se habían dado cuenta del mal aspecto que mostraba, que era bastante evidente. Durante una fracción de segundo estuvo a punto de retroceder y marcharse de nuevo a su habitación, pero Lupin, que llegaba por detrás, le puso una mano en el hombro y lo condujo hasta una silla, al lado de donde se acababa de poner Hermione.
Snape ni siquiera levantó la vista del periódico y no lo hizo hasta que la cena estuvo totalmente servida.
La señora Weasley les sirvió un trozo generoso, de su exquisito plato, a cada uno. Harry miró con aprensión el humo que salía del pavo y sintió como las náuseas se le acumulaban en el estómago una vez más. Los demás habían comenzado a devorar, literalmente, el suyo.
-¿Un poco de salsa, Harry?- le invitó el director levantando una fuente con una salsa de color rojo.
-No, gracias.- respondió el muchacho indiferentemente y miró hacia su profesora que estaba justo en frente suyo. Escuchó mentalmente como le decía: "Ponte a comer inmediatamente si no quieres llamar más la atención del director" Harry hizo una mueca de desagrado, pero para sorpresa de todos, pinchó unos trozos de su plato, para ingerirlos muy lentamente. A cada mordisco el estómago le pesaba más y más y le dolía.
Las conversaciones se alargaron con los postres, pero Harry, que no estaba de humor para oírlas, en cuanto pudo se escabulló hacia la habitación, aprovechando que Hermione y Ginny se levantaban en ese momento.
Dio las buenas noches y subió corriendo las escaleras, tumbándose inmediatamente en la cama.
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El crepitar de las llamas calentaba la estancia en la que se encontraba. Era primavera y no hacía excesivamente frío, pero en aquella casa sí.
Volvía a estar solo, como cada noche. Consultó el reloj que colgaba en la pared. Las manecillas marcaban las cuatro y media. Los ojos le picaban de sueño, pero sabía que no debía sucumbir ante el. No había dormido nada en los últimos días. Temía volver a escuchar la risa estridente de su enemigo y volver a aquel cementerio.
No, no podía, aunque era consciente que robando pociones estimulantes del armario del comedor no sería una solución permanente. ¿Y si había algún ataque¿Cómo podría estar en condiciones para repelerlo? Aquello era otra de las cosas que le inquietaban...ese silencio de Voldemort...¿por qué después de lo que pasó con Pettrigrew no se había atrevido a atacar nada más¿Estaría asustado? Definitivamente ese no era su estilo. Tampoco es que Colagusano hubiera aportado una clara información. Había caído en la locura y estaba imposibilitado de pronunciar más palabras que "perdóname".
Debía hacer algo. Ahora que su enemigo parecía más débil era cuando debía reaccionar, cuando debía atacar. ¿Pero como hacerlo en aquellas circunstancias en la que su poder, su mente y sus fuerzas cada vez disminuían más?
Instintivamente, acarició la pulsera de su padrino, que llevaba en la muñeca donde también mostraba una cicatriz, producto de su intento de suicidio.
Negó con la cabeza, tratando de alejar aquellos pensamientos de su cabeza. Si le habían permitido convertirse en arcángel no era para que se suicidara, era para que tratara de derrotar al mago tenebroso. "Ellos" habían confiado en él. Fracasar sería una pobre manera de agradecérselo. Pero estaba condenado al fracaso y lo sabía. Aquella visión se lo había mostrado y si no hubiera encontrado las palabras de Voldemort tan reales, seguramente hubiera pensado que no era más que otra treta del mago para engañarlo. Pero él sabía que era verdad. Ya no se comportaba tan fríamente con los demás. Cada vez que estaba cerca de Ginny su máscara se quebraba un poquito más, se desquebrajaba y acabaría rompiéndose. Ella que había estado todos los días tratando de animarlo, cuando él lo único que habría deseado es que lo besara.
Estaba cayendo en ese abismo...si era débil, todos morirían. Pero si se dejaba arrastrar por su deseo de venganza él se convertiría en algo mucho peor que Voldemort.
Se frotó los ojos con las manos en señal de cansancio. ¿Qué debía hacer?
-Supuse que te encontraría aquí.- una voz tremendamente fría salió de entre las sombras.
-Chris... -el chico se dio la vuelta para ver como su profesora caminaba con parsimonia hacia donde estaba, con los brazos cruzados y la expresión de dureza en el rostro.
-Llevas...desde que tuviste la pesadilla sin dormir...- al ver que el chico abría la boca para decir algo, le interrumpió- y no me preguntes como lo sé porque es evidente...soy tu arcángel y...¿crees que no he notado como se te acaban las fuerzas?- Harry cerró los ojos y se recostó en el sillón. No tenía ganas de hablar y mucho menos de ser cuestionado. Para su sorpresa, Christine aplaudió con la ironía patente en sus gestos.
-Muy bien. Has conseguido lo que más temía yo...sí, que todo el mundo estuviese pendiente de ti...¡Ah, y eso que has logrado controlar tus emociones lo suficiente para no desplegar tu fuerza¿A qué juegas, Harry? Creí que tus remordimientos y toda esa sarta de sentimentalismos ya estaba superado...¿qué demonios soñaste que te afectó tanto? -Christine, sin darse cuenta, había alzado la voz más de lo normal, pero Harry la conocía de sobras para saber que le habría echado un hechizo silenciador a la habitación.
-No se trata de debilidad...Chris yo...yo no puedo seguir con esto...
-¿Qué no puedes?- ironizó la mujer.- ¡Ah! No puedes...entiendo. Harry, no me gustaría tener que empezar de cero pero si he de hacerlo lo haré Y esta vez me preocuparé de que el entrenamiento sea lo suficientemente efectivo como para que no tengas ni una sola duda.
-¡No es eso!- bramó el muchacho tapándose la cara con las manos. Claro signo de debilidad.- No te he dado ninguna muestra de sentimentalismo en las batallas, he luchado tal y como me pediste, tal y como tengo que hacerlo pero...¿y si fracaso¿qué pasará si no aguanto? Chris...tengo miedo, tengo miedo de lo que os pueda pasar...de lo que...
-De lo que deberías tener miedo, Harry, es de lo que te pasará a ti si esto no funciona.- gritó Christine ondeando su capa negra al viento y levantando un dedo en señal de amenaza. -No juegues conmigo, Harry...no lo hagas, porque puedo ser mucho más desagradable que Voldemort¿entiendes? Estoy harta de que pongas en peligro algo que sabes que es tu deber, que sabes que es la causa por la que las personas que más querías están muertas y por la cual puedes salvar o permitir que mueran tus amigos y todos los demás. ¿Estás dispuesto a seguir cuestionándote? A veces hay que hacer lo que uno debe y no lo que quiere. Sal ahí y lucha, levanta la cabeza, sé fuerte y resiste todas las tentaciones. Levántate, ponte en pie y camina porque esta es la única manera de tener algún día un futuro, la única manera de que todos lo tengan...- Christine había hablado con tanta dureza que el corazón de Harry se quedó de piedra. Sentía que eran ciertas esas palabras¿pero podría utilizarlas como resguardo?
-¿Cómo lo haces?
-¿Cómo hago qué? -repuso ella de mal talante.
-¿Cómo haces para resistir, para no desfallecer, para vencer a los fantasmas internos¿Cómo puedes ser tan fuerte?- tal vez Christine no esperara que Harry la admirara tanto o que fuera del todo sincero, porque abrió ligeramente la boca y se quedó sin habla durante unos instantes.
-Porque todavía me queda algo por lo que luchar...y a ti también...
-El profesor Lupin...- murmuró Harry sin querer. Pero Christine no se enfadó.
-Algo más importante...
-¿El qué?
-Tú.- los dos cruzaron sus miradas. Harry, que no se esperaba aquello, sólo asintió. Era la primera vez en mucho tiempo que Christine reconocía que le importaba algo.- Les prometí a Lily y a James hace mucho tiempo que siempre te protegería...y me prometí a mí misma que te iba a ayudar a salir adelante...deja de sufrir, Harry, aparca ese dolor como lo has estado haciendo hasta ahora, ya queda muy poco...muy poco, te lo aseguro. Si eres fuerte y resistes, nadie podrá contigo, ni Voldemort ni el pasado...
-Tienes suerte de ser tan fuerte...te envidio...
-Tuve ayuda.- se limitó a decir Christine. -Pero aunque no lo creas, Harry, tú eres y serás siempre mucho más fuerte que yo. Apóyate en las palabras sabias que vas recogiendo de los más, apóyate en mí, Harry Potter, porque juntos vamos a ganar...- la profesora se dio la vuelta y desapareció por la puerta.
Harry se quedó mirando hacia la chimenea. ¡Qué fuerza llevaban esas palabras¡Qué fuerza tenía Christine! Ahora comprendía mejor que nunca porqué Dumbledore la había asignado para entrenarle, porqué entre todos los arcángeles debía ser ella quién lo ayudara.
-Si lo comprendes...entonces haz lo debes hacer...- una voz sonó en la habitación. Tan cálida y dulce como siempre. Y como si aquello fuera una visión, más frases resonaron como tambores.
"Emy se acercó más a él y sus miradas se conectaron firmemente. Pero para que eso ocurra se necesita algo que tú no tienes... sus ojos brillaron intensamente...esperanza... -le cogió ambos brazos y miró el dorso de sus muñecas. Allí, claramente visible se encontraba la cicatriz...la marca clara de su debilidad como hombre.- ¿Cómo es posible que alguien a quién le importa tan poco la vida...dé su vida por el mundo?
-A mí me importa.- sollozó Harry. Voy a intentarlo...voy a intentarlo... y Emy lo abrazó."
-¿Lo recuerdas?- Harry asintió a la voz, por fin comprendiendo. Aquel día no creía que lo que Emy le decía fuera posible. Se sentía tan omnipotente que ni siquiera podía pensar en el fracaso. Pero era cierto, a alguien a quién le importaba tan poco la vida...no podía salvar el mundo.
"Alguien como tú no puede salvar al mundo. No alguien que se acuna en sus recuerdos esperando a que la muerte se lo lleve, no alguien que no es capaz de asumir que si te eligieron a ti, sería porque eras el más indicado, porque las cosas suceden con un fin, un fin que tu enemigo no entiende y que si tú no logras entender al final, tampoco ganarás...no, tú no puedes ser el que hemos estado esperando, siendo alguien que vive oculto en sus pesadillas y sus pensamientos sin mirar hacia delante..."
-Esperanza...- murmuró Harry al aire y la voz se detuvo como afirmándoselo.- Perdóname, Emy, perdóname por no haberlo entendido...
-No dejes que los sueños te atormenten, mi niño...ten fe en ti mismo, en lo que crees...sabes lo que tienes que hacer...
-Lo sé...
-Entonces, aún brilla la luz...
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Entornó los ojos en la oscuridad. Tenía ese...don para distinguir claramente todo a su alrededor por muy oscura que estuviera la calle. Nunca había pasado por esa zona. Se hallaba perdida entre los confusos callejones del Londres muggle a altas horas de la noche. Pero no tenía miedo. El miedo que ella sentía en ocasiones era muy distinto al que solían sentir los demás...humanos.
Releyó por enésima vez la nota que la había llevado a aquel lugar. Estaba muy cerca, tan solo unos metros más y se encontraría frente a su cita. Arrugó el viejo pergamino y lo quemó con la energía de su mano.
Miró hacia el cielo. La luna brillaba intensamente, faltaba muy poco para que fuera llena del todo. Se mordió el labio inferior, ahora no era momento de pensar en aquello.
Por fin dio con su objetivo. Número trece de Walls Street. Una tienda destartalada y sucia era la que marcaba el letrero, pero ella no tenía que entrar. Se recostó en la pared, cruzó los brazos y cerró los ojos, esperando a que llegara la persona que la había citado.
Era tétrico aquella callejuela perdida en los remolinos de la gran ciudad. Ni siquiera se veía a un mendigo o se escuchaban más sonidos que los de las luces de las farolas tintinear.
No tuvo que esperar demasiado. Pronto notó una presencia que se acercaba hasta allí y los pasos resonaron por el asfalto de piedra. No venía solo.
La mujer abrió los ojos y alzó una ceja.
-Creía que al menos tendrías el valor de presentarte sin necesidad de traer guardaespaldas.- el hombre sonrió cínicamente y avanzó hasta ella, seguido de sus dos acompañantes y se colocó a un escaso metro de distancia.
-Cuanto tiempo sin verte...Christine...no creí que tuvieras el valor de venir.
-Nunca me has dado miedo.- ella se encogió de hombros y le miró con profundo resentimiento.- ¿Y bien¿Para qué has montado todo este numerito? Supongo que querrás algo más que una charla entre viejos...conocidos...
-Por supuesto. -siseó Voldemort e hizo un gesto con la cabeza. En una fracción de segundo, los dos mortífagos agarraron cada uno un brazo de la mujer y la empotraron contra la pared. Antes de que Christine lograra realizar un solo movimiento de resistencia, el mago tenebroso se acercó hasta ella y entonces notó un pinchazo agudo en uno de los costados, un poco debajo de su estómago.
Y entonces el mundo se paralizó. Sintió dolor, mucho más dolor del que jamás hubiese notado. Las cuencas de los ojos se le nublaron, un hilo de sangre resbaló por la comisura de sus labios y una expresión de total asombro se manifestó en su rostro.
Se atrevió a dirigir una rápida mirada hacia abajo, aunque le resultaba muy difícil pues tenía la presión del cuerpo de su enemigo. Vio como una aguja, pero una aguja de al menos treinta centímetros de largo, estaba incrustada en su piel y al parecer había tocado algún órgano vital. Un líquido amarillento estaba siendo introducido en su organismo.
Cerró los ojos del mareo. Le pareció que iba a perder la consciencia pero se resistió a hacerlo. En ese momento, Voldemort extrajo la larga aguja de su piel y la sangre comenzó a resbalar por el agujero que le había producido. Y no sólo eso. Sintió como todas las fuerzas le abandonaban. Quiso patalear, dar puñetazos para librarse de aquel espantoso ser, incluso desaparecer, pero no pudo. No era capaz de parpadear sin caer en una profunda somnolencia.
-¿Qué...qué...me has hecho?- logró articular. Estuvo a punto de resbalar por la pared, pero el hombre la agarró y la empotró con brusquedad. Los otros dos mortífagos ya la habían soltado y ahora reían.
-¿No te parece una maravilla esta poción de artes oscuras? Acabo de dejarte sin fuerzas...por supuesto conservas toda tu magia pero estás tan cansada que apenas puedes sostenerte en pie...- Voldemort soltó una carcajada. Christine sintió su aliento putrefacto muy cerca de su rostro y le dieron nauseas. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida de bajar la guardia¿Por qué se decidió a venir sola sin poner al corriente a ningún miembro de la Orden? Ella quería ver de qué se trataba todo aquello, ver si podía obtener información por sí misma, hallar una manera de asustar al mago tenebroso. Pensaba que él la había llamado para hablar del extraño individuo, para hablar de Lupin y ahora se había dejado caer en sus redes. No había querido poner a los demás en peligro y por su ineptitud ahora se encontraba en aquella situación.- Vamos a comprobar si es cierto lo que mis fuentes me han comunicado...vamos a ver si por fin he hallado el modo de...destruirte...
-¿De qué hablas?- balbuceó la chica.-¿qué fuentes?
-No, no, no.- Voldemort negó con el dedo divertidamente.- Así no funciona esto...yo hago las preguntas y tú te limitas a esperar...- el mago acarició su rostro con el dorso de la mano y Christine sintió que su mundo se quebraba. Quiso caer al suelo, desplomarse, desmayarse para no tener que contemplar aquello, pero él se apretujó todo lo que pudo contra su cuerpo y enrolló sus piernas entre las frágiles rodillas de ella, para evitar que se derrumbara en el asfalto.- Eres muy hermosa...¿te lo han dicho alguna vez? Seguro que sí...
-¡Apártate de mí! -masculló Christine entre dientes. Tenía a solo un palmo de distancia los ojos rojizos de su enemigo, su rostro de serpiente que tanto asco que le daba. -¡Suéltame¿Qué es lo que pretendes?- ante el modo en el que había reaccionado la mujer, Voldemort soltó una carcajada y acercó su nariz a la piel pálida de ella, acariciándola con la punta.
-Vamos a divertirnos un rato...¿cuánto hace que no haces el amor con un hombre?- Christine palideció y para su desgracia, su rostro mostró terror, el mismo que Voldemort andaba buscando. Como siempre ocurría y sin que pudiera evitarlo, su cuerpo comenzó a convulsionarse. Temblaba bajo los brazos de su enemigo al cual se había creído capaz de vencer en el pasado.- fue Dani el último que te tocó...¿me equivoco? Sí...puedo verlo en tu inocente mirada...pareces tan vulnerable ahora...fuiste mi mayor quebradero de cabeza y ya ves, ahora eres como un niño...tiemblas, te retuerces...no eres capaz de asimilar la situación, de salir de ella...me das mucha lástima...
-¡Basta!- gritó Christine y creyó que la garganta se le desgarraría. Deseaba seguir chillando, que sus gritos alertaran a alguien, a cualquiera, pero sus fuerzas mermaban y más cuando aquel monstruo no la dejaba escapar.- Por favor... -suplicó.-Por favor...suéltame... -Voldemort sonrió con demencia y lamió con su lengua las mejillas temblorosas de la mujer. Ella creyó que se rompería. Su pecho había comenzado a latir violentamente y no podía controlar sus movimientos, cada partícula de su cuerpo temblaba.
-Miedo...- Voldemort inspiró con sus agujeros de serpiente que tenía por nariz.- Huelo el miedo en tu interior...tranquila...sólo quiero que disfrutemos...- Christine se rindió a su suerte. Cerró los ojos para no tener que contemplar eso y bajó los brazos en señal de derrota. Tampoco podía hacer mucho por utilizarlos. A parte de haberse quedado paralizada, también estaba sin fuerzas de mover un músculo.
El hombre le desgarró brutalmente la túnica negra, mostrando así sus senos voluminosos y perfectos. Acercó sus labios a ellos y los besó y rozó asquerosamente. Subió hasta el cuello y mordisqueó la piel hasta hacerle una herida con los dientes, de la cual comenzó a salir un débil hilo de sangre. Christine gimió de dolor, pero fue lo único que pudo hacer, porque poco después sintió como sus labios eran inspeccionados por otros terriblemente fríos y que no deseaba. Se obligó a no pensar, a poner su mente en blanco, no quería sentir aquello. La imagen de Lupin besándola dulcemente, tratándola con ternura inundó su alma, deseaba con todas sus fuerzas que él la volviera a salvar, pero sabía que aquella vez todo era inútil. Nadie, nadie en absoluto sabía que había abandonado el cuartel general. Nadie. Forzó su mente a conectarse mentalmente con Harry, para que él sintiera su sufrimiento, pero se acordó de que el muchacho se había tomado una fuerte poción para dormir y que no despertaría por muy angustiada que ella se encontrara. No había nada qué hacer.
Era repugnante sentir como Voldemort le desprendía de su túnica y él mismo se desgarraba la suya. Abrió los ojos en un intento por despertar de lo que sin duda sería una pesadilla y se encontró con el pecho desnudo, cicatrizado y desperfecto de su enemigo.
Pero no lloró. No iba a llorar. Por muy mal que se sintiera, por mucho que las lágrimas forzaran sus ojos, no iba a darle ese gusto. Estaba frente al asesino de Dani, de Alan, quizás no directamente, pero sí del que lo había ordenado y no se iba a rebajar, como no lo hizo su marido. Soportaría por él ese sufrimiento, soportaría esa vergüenza, ese miedo, ese dolor...se lo debía a su memoria.
-Eres preciosa...preciosa...siempre debiste unirte a mí, juntos hubiésemos sido muy fuertes...- oír aquellos gemidos, mientras Voldemort la besaba y le sobaba el vientre y las nalgas, pudo más con ella que cualquier deseo de resistencia. Faltaba muy poco para que aquello fuera un mal irreparable y podía sentir el miembro de él pegado a su cuerpo, extasiado de placer demente.
Cerró los ojos, deseando morir y sus fuerzas se quebraron. Se había desmayado. Pero el hombre no la dejó resbalar por la pared, siguió apretándola contra la misma, dispuesto a terminar la tarea por la cual había venido, destruirla definitivamente.
Y lo hubiera logrado. Pero en aquel preciso momento en que los ojos de Christine se cerraron, una luz iluminó el oscuro callejón. Era una luz blanquecina, sobradamente conocida. Voldemort se detuvo. Al reconocer aquella magia externa dejó que el cuerpo de la mujer cayera pesadamente a tierra y se golpeara en la cabeza duramente, produciéndole una mueva herida sangrante. Rápidamente, con un golpe de varita, se vistió de nuevo y miró estupefacto la imagen que tenía delante. Los dos mortífagos, que hasta el momento se habían mantenido contemplando lo que para ellos era un espectáculo y riendo entre dientes, empuñaron sus varitas, cegados por la inmensa luz que tenían delante.
Cuando ésta disminuyó y chispas centellearon, el rostro de una mujer madura, crispado por la rabia y el odio, se dejó entrever. Tenía el pelo de un negro oscuro, sin una cana a pesar de su entrada edad. Vestía una túnica de tela negra y llevaba una pañuelo sobre la cabeza. Unos ojos transparentes, cristalinos como el agua, brillaban vivamente, como si de linternas se trataran.
-Tú...- masculló Voldemort divertidamente, mirando a la mujer como si la encontrara de lo más interesante.- vaya, vaya, qué sorpresa...¿y a qué debo el honor de encontrarme frente a frente contra uno de los arcángeles más prestigiosos y poderosos de todo el mundo mágico?- la mujer no respondió. Miró el cuerpo inerte de su hija y cerró un puño, donde saltaron chispas.- Ahhh... -continuó el mago tenebroso con ironía y se acercó a la profesora que estaba tendida en suelo. Se arrodilló ente ella y le acarició sin ninguna delicadeza el rostro sangrante y cada vez más pálido.- ¿te gusta lo que le he hecho a tu hija? Resulta patética en ese estado...tantos aires de grandeza y de omnipotencia que se daba y mira como ha terminado...se ha acabado la esperanza...¿no lo has notado? Me han comunicado que cierto parásito viviente que dice representar la magia se ha estado paseando...sí, pero eso no ha evitado que el Gaf esté vacío...ya no nacen niños, ya no hay fuerzas opositoras...y la única que enturbiaba un poco mi tranquilidad...ya no será un problema... -soltó una nueva carcajada y se levantó del suelo, aún observando atentamente a Christine.-¿es una pena, verdad? Tanto que luchaste para llevarla al camino correcto, tanto que le advertiste...pero al final todo fue inútil. Ella te desobedeció...yo acentué ese rencor hacia ti...- por un momento la adivina pareció palidecer, pero su rostro mostraba la misma pasividad-...ella no lo sabe, claro está. Pero desde su nacimiento y sobretodo desde que me dieron el chivatazo supe que esa niña de una forma u otra sería un obstáculo en mi camino. Y por eso busqué la manera de envenenarla contra ti y...envié a aquel hombre para que asesinara a su padre. Debió ser muy duro para ti ver como tu hija te recriminaba una y otra vez¿cierto? Bien, poco pudiste hacer por ella...- la adivina siguió guardando silencio. Ya sabía todo aquello, lo sabía mucho tiempo antes de que Voldemort creara su horda de terror. Alguien, y no sabía quién, le había informado del nacimiento de su hija con un mago, su hija, un ser que tendría mucho más poder que cualquier otro arcángel por ser mitad bruja y por eso Voldemort siempre supo que ella podía representar un impedimento en su misión. Imaginaba que el que había traicionado a los de su especie revelando ese pedacito de información al mago oscuro debía ser algún espía del mismo para vigilar a los grandes grupos de criaturas mágicas, pues ya comenzaba a tener muy claro que un día iba a ser el mejor mago de todos los tiempos.
Cruzó los brazos, la luz la rodeó y desapareció durante un fragmento de segundo. Voldemort miró de un lado para otro hasta percatarse de que la mujer se hallaba arrodillada, al lado del cuerpo de su hija.
-¡Aturdidla!- gritó enfurecido. Los dos mortífagos no demoraron. Lanzaron sendos hechizos contra la misteriosa mujer, pero en ese momento un aura mística parecía envolverla y los haces rebotaron en ese escudo de poder.
-¡Ya no hay nada que puedas hacer, estúpida!- bramó Voldemort enfurecido.- ¡No puedes intervenir en esta guerra y lo sabes! Tu poder patético no es nada comparado con el que guardo en mi interior.
-Lo sé.- por primera vez, la madre de Christine pronunció palabra. Hablaba con una voz suave, pero firme.-No he venido a luchar contra ti. No soy rival para acabar contigo y no está escrito en el destino que participe en esta guerra...pero que te quede muy claro que no permitiré que pongas un solo dedo más en mi hija...
-¡Ya has perdido!- escupió Voldemort.- ¿No te das cuenta¡Tú hija no te quiere! Acabo de quebrar lo poco de entereza que quedaba en ella. ¿Y ahora qué pasará con Potter¡Está perdido, vieja, perdido!
-Es irónico que me llames vieja cuando sabes que soy más joven que tú.- sonrió la mujer.- Te lo repetiré, porque parece ser que a pesar de que Dumbledore te lo dijo, no lo entendiste. Tu incapacidad para comprender que hay cosas peores que la muerte siempre fue tu mayor debilidad...le temes a ella mucho más que a tus peores enemigos y eso...te destruirá.
-¡No hay nada en el mundo que pueda destruirme! -Voldemort se puso a reír dementemente.- Soy el mago más poderoso de todos los tiempos y la vida para Harry Potter se ha terminado...Una pena la muerte de tu nieto¿no crees? Porque él habría sido de los pocos que pudiera equilibrar la balanza a vuestro favor, por eso lo maté. La unión que se hubiera creado con Potter habría sido mi destrucción, de la que hablaba la profecía, pero ahora eso nunca será posible.- la mujer, pese a que no era tan alta como su hija y no poseía una fuerza mayor, la tomó en brazos y se puso de pie.
-Ya hemos terminado. Será demasiado tarde cuando comprendas, Tom, de hecho, tu destino está fijado en las estrellas...has perdido...- la inmensa energía de la mujer la envolvió a ella y a su hija en una columna de luz. Voldemort lanzó un grito de furia y trató de alcanzarlas, pero para cuando llegó, ambas, habían desaparecido.
