Olassss gente!Aquí estoy de nuevo con otro capi. No he tardado mucho, verdad? Todo gracias a vuestros fantásticos reviews, me animan muchísimo. A ver, me han llegado fuentes de q sí q es verdad lo de la multa a una escritora, el email lo ha recibido mucha gente, no obstante, voy a arriesgarme y contestar los reviews, a no ser q vea alguna nueva anomalía. Bien, dicho esto, espero q os guste este capi, hay una escena q mucha gente lleva esperando infinidad de tiempo. Como vosotros cumplís conmigo y me animáis con los reviews, yo seguiré cumpliendo actualizando pronto. Un besazo! Have a nice day! Nos vemos en el próximo capi!

Reviews:

Landoms 182: Olasss! Me alegro q te gustara. Sí, Voldemort es perverso aquí, ajajaja. Espero poder seguir actualizando rápido. Dew!

Sarah-Keyko: Olasss! Jajajaj, Gracias, me alegra q te haya gustado. También es uno de mis preferidos. Bueno, a veremos qué ocurre con Christine y como se tomará Lupin este asunto. Y bueno, respecto a los reviews conozco más gente q también le ha llegado el aviso, por eso me cuidé de no contestarlos.

Dany-Kanuto-link: Gracias! Sí, ya dije q de aquí en adelante las cosas mejorarán entre Ron, Harry y Ginny. Aunque no se acabarán de arreglar. La parte de Christine y Voldemort me costó mucho, pero también me gustó escribirla. Era una especie de reto, ajajaj, algo más adulto. Jajajaj, escritora? Ajaaj, ojalá, pero me falta talento. Besos!

D.Alatriste: Olass! Bueno, es un email q han mandado a algunas personas, lo de los reviews, no sé al final como estará esto, pero si veo q no hay problema intentaré seguir contestándolos. Respecto al capi, bueno ya veremos cómo reacciona Harry a raíz de haber tenido esta pesadilla. La verdad es q no le ha ayudado nada. Besos!

Derichbin: Gracias!A ver, vamos a tu duda. Lo cierto es q esto, sí, la afectará y muchísimo. Voldemort supo encontrar muy bien su punto débil. Pero tendrá ayuda para tratar de superarlo. Aunq,...jajajajaja, obviamente no se recuperará así ni tendrá una escena fogosa con remus en la mesa de la cocina de Grimmauld Place, ajajjaj.

Sanarita31: Olasssss! Me alegro q te haya gustado el capi. Me costó mucho la escena de Voldemort y Christine, ajajja, espero q te haya gustado. Besos!

ATH: Olasss! Tetrico? Jajajaja, ummm, no sé a mí me gustan así. LO de los reviews no está claro del todo. Sé q todos los contestan, pero no hay nada q nos diga q podamos hacerlo. Este email lo han recibido más escritoras e incluso había una forma de apoyar la lucha contra esa supuesta nueva norma.

Verónica: Olass! Sí, tardé muy poco y espero poder seguir actualizando a este ritmo. Bueno, a ver, me explico. Christine tenía un punto débil y para continuar viviendo y superar sus temores necesitaba q lo superara. Si lo supera, probablemente podrá llegar a ser feliz, o quizás no, pero si no lo supera estará perdida.

Noelia: Olasss! Gracias. No, me parece q no lo has entendido, Harry no es nieto de nadie, jaaja. Y creo q vas un capi atrasada, puesto q el review lo dejaste en el 36.

Pauly-fanática: Gracias!Me alegro q te guste!

Caliope Halliwell: Olasss! Me allegro q te guste! La verdad es q es difícil crear la situación de Harry, con sus dos personalidades en juego y jugando a dos bandas. Pero a la vez es divertido, jajaa. Bueno, Christine es un personaje q he creado a conciencia y lo tengo demasiado sentido como para no darle el significado q se merece. Por eso, pongo todo lo q puedo en la escena con Lupin. Respecto a la canción, no, no la he oído, pero ya me la bajaré para escucharla. No puedo ponerla en el fict, porq ya he suplido el cupo de canciones, ajaja, ya no pondré más, no me pegan con lo q viene. Respecto a Christine, bueno, ella debe ser así con Harry si quiere sacarlo adelante. Es cierto q es muy dura, pero lo hace por su bien. Ya se han visto los resultados. En el juicio de Peter gasté mucha energía, ajajaaaj. Tenía q pensarlo y detallarlo todo muy bien, pero bueno, traté de buscar el castigo más justo. A Christine le va a costar recuperarse después de lo q le ha hecho Voldemort, ya veremos si lo logra. La próxima batalla? Ummm, aquí tienes una mini, ajajjaja, pero pronto las habrá más grandes. Besos!

Lladruc: Olass, jajaajaja, aquí tienes más. Por cierto, te importa si hablamos catalán? Es como mi segundo idioma, ajaja. Sí, pobre Christine, no lo sabes tu bien, ajajaj. Sips, grande la madre de Christine. Petons!

Skuld Potter: Olass! Gracias, me allegro q te gustara. Bueno, Voldemort tendrá su castigo, puedes jurarlo. Ya lo ha empezado a tener, simplemente con las palabras q le dijo la madre de Chris. Y bueno, Harry irá poco a poco...

Aidee: Olass! Jajaaja, q va, si a mí no me gusta hacerlos sufrir...ummm, buenoooo un poqito, ajajajaj. Pero todo es necesario. En el fondo, esto es bueno para Chris, tiene q vencer su mayor miedo o siempre estará condicionada. Espero no haber tardado mucho, jajaja, ahora veremos q pasa con harry y Lupin.

Kaily-gw: Olasss! Lo primero, felicidades!Me acuerdo cuando yo vi las notas de la sele y lo contenta q me puse al aprobar. Lo de la multa no sta aclarado, a mi me enviaron un email advirtiéndome y a algunas amigas mas tamb, pero bueno, estaré atenta a ver. Yendo al capi, sí, Harry ha estado fatal, pero tanto Emy como Christine le van ayudando y eso es muy bueno. La escena de Christine lo pasé yo hasta mal escribiéndola. Ufff, me costó dios y ayuda. Pero era muyyyy necesaria, sí, menos mal q apareció su madre. Bueno, lee este capi y ya veremos que me dices de lo de Harry y Ginny, ok? Besazos!1

Nachita: Gracias! Bueno, ya veremos q pasa con Chris/Remus y Harry/ginny. Tiempo al tiempo!

Fallen angel: Gracias! No, aquí tenía q venir la madre de Chris, eran necesario. Sí, habrán más batallas.

Alkas: Olass! Bueno, el otro día me dijeron q sí q era cierto lo de la multa a una escritora. Mucha gente ha recibido el email. La parte de Christine me costó muchísimo, ajajaj. Sí, cada vez queda menos para el final y para q voldemort se entere de la verdad. Y no,jajaj, Christine no se ha muerto. Por ahora...besos!

Catalina: jajaaj, no, mujer, no.

Absintheaddict: Olasss, a ver, no, Voldemor no provocó la pesadilla, pero sí q estaba en ella. Fue provocada por la mente de Harry. Y bueno, respecto a Christine, necesitará mucha ayuda, pero ya veremos q pasa con ella. Besos!

CAPÍTULO 38: ESTE ADIÓS ES PARA SIEMPRE.

No había salido el sol. Por el horizonte se divisaban extraños colores mezclados, amarillentos, anaranjados y rojizos, todo un espectáculo por ver el siempre increíble amanecer.
Había visto muchísimos en el último año, pero siempre le maravillaba la forma en la que el sol iba surtiendo por esa ralla infinita del fondo. Habría deseado alargar la mano y acariciar esa calidez.
Se levantó de la cama, abrió la mochila que estaba a sus pies y sacó un libro grueso y un par de pergaminos. Después, con el mayor sigilo que pudo, salió de la habitación para no despertar a Ron y cerró la puerta. Se detuvo en el pasillo para escuchar, pero no se oía ningún sonido. La casa parecía desierta. Descalzo y de puntillas, bajó las escaleras con la horrible sensación de que las cabezas de los elfos domésticos se giraban para mirarle y...

¡PATAPLOF!

Se había tropezado con el paragüero con forma de serpiente. Se mordió la lengua y cerró los ojos tratando de que lo inevitable no ocurriese, pero ocurrió.
El retrató de la madre de Sirius se abrió de par en par y comenzó a chillar, amplificando su ya de por sí voz de bocina, unas diez veces más.

-¡CORROMPEDORES DE MI ESTIRPE¿CÓMO OSÁIS PERTURBAR LA CALMA DE LA CASA DE MIS PADRES¡MONSTRUOS, ENGENDROS, CORRUPTOS, MUGRIENTOS SANGRE SUCIA!

Harry ya había tenido bastante. No se había levantado de buen humor aquella mañana y la vieja lo iba a pagar. Chascó los dedos y la antorcha más próxima al retrato, se iluminó. La anciana madre de Sirius al verlo, comenzó a despotricar contra su padre y contra él.
El chico se acercó con una mirada tan fría que ponía los pelos de punta. Hacía caso omiso a los alaridos que podrían despertar a los demás miembros de la Orden que se encontraran allí, pero eso no iba a ocurrir.

-Ya es suficiente, vieja bruja.- siseó con una voz peligrosa. La madre de Sirius enmudeció, al ver como el chico rozaba el lienzo con la punta de sus dedos.- ¿Sabes? Me estás cansando, ya no te soporto.

-¿Cómo te atreves...?

-Desgraciaste la vida de tus dos hijos...- continuó Harry sin hacer caso de las protestas de la mujer.- A uno lo condenaste al lado oscuro con tus estúpidas ideas de sangre pura y al otro lo hiciste un infeliz...ya es hora de que desaparezcas...- apretó el dedo que rozaba el cuadro con mucha más fuerza. La mujer comenzó a gritar, pero el sonido de su voz se fue apagando. El lienzo ardía en llamas. Había bastado la energía de Harry para quemar el retrato. Las cenizas cayeron al suelo. Ya no se oían alaridos, el rostro de la señora había desaparecido y en su lugar no quedaban más que las señas quemadas de la pared.- Eso está mucho mejor...

Harry se dirigió a la cocina. Sorprendentemente nadie de la casa se había despertado. Todos debían de estar sumamente cansados.
Como había esperado, allí tampoco había nadie. Encendió con un mechero mágico las antorchas de las paredes, para iluminar la oscura habitación. Después, se sentó en una silla y abrió su libro de pociones por la página trescientos sesenta y tres. Mojó la punta de la pluma en el tintero y comenzó a escribir en el pergamino los ingredientes de uno de los venenos más comunes.
La tarea de Snape le habría resultado difícil en cualquier otra situación, pero con las clases que había recibido de su profesora alcanzaba en nivel requerido para los EXTASIS y mucho más.
Y su trabajo le había costado. Había estado meses sin dormir apenas por estudiar todas aquellas complicadas materias. Se habían centrado en Pociones, Transformaciones, Defensa Contra Las Artes Oscuras y Encantamientos. Eran las que se requerían para ser auror y las más importantes que le ayudarían en situaciones desesperadas.
Recordando su última discusión con el jefe de aurores, sonrió. Se había sobrado de una manera descarada ante él, pero todo aquello era cierto. Aún sin sus poderes de arcángel, estaba más cualificado como mago que cualquier otro de sus hombres y saberlo, le producía una enorme satisfacción.
No llevaba más de media hora trabajando, cuando escuchó pasos bajando las escalerillas. Pensando que sería alguien de la Orden, recogió los pergaminos, los acomodó en una esquina de la mesa y se dirigió hacia el fregadero para comenzar a preparar el desayuno. En el banco de mármol había toda clase de ingredientes y manjares. Desde el verano pasado con los Dursley no había vuelto a tratar de cocinar, pero supuso que sus años de experiencia no habrían sido en vano. Encendió el fuego, colocó una sartén sobre el y abrió un huevo para freírlo. Utilizó más sartenes y también preparó tortitas y beicon.
Los pasos se escucharon más cercanos. Harry cogió el mango de la sartén y lo elevó para darle la vuelta al aire a la comida.

-Desayuno.- dijo de espaldas a la puerta, donde estaba parada la persona madrugadora. Con hábiles movimientos, colocó los platos y los vasos de zumo y leche sobre la mesa. Entonces, por primera vez, levantó la mirada y vio que una chica pelirroja, vestida únicamente con un camisón de seda, lo observaba estupefacta desde el marco de la puerta.
Harry se quedó parado observándola, igual de sorprendido. Había esperado que la persona que se hubiera levantado fuese la señora Weasley o tal vez Lupin, que eran los que solían madrugar, pero no ninguno de sus compañeros de clase. A ellos siempre había que despertarlos a almohadazos.
Humo negro comenzó a salir de la sartén al fuego y un cierto tufillo cubrió la habitación.

-¡Harry, la comida!- le advirtió Ginny de pronto, señalando a su espalda.

-¡Joder!-Harry se dio la vuelta de inmediato y tuvo que lanzar un vaso de agua, puesto que el fuego había comenzado a elevarse más de la cuenta. Cogió un trapo de cocina y tosiendo a causa del olor, lo meneó para esparcir el humo.
La chica se había acercado para ayudarle.

-Habrá que limpiar esto...¡Fregotego!

-¿Pero qué haces?- se escandalizó Ginny.- ¡No puedes usar la magia fuera del colegio!

-No te preocupes,- negó el chico.- En Grimmauld Place no se detecta.

Una vez recogido todo, ambos se sentaron a la mesa en silencio. Harry se sirvió café con leche y unas tostadas. Ginny lo miraba de reojo, mientras untaba mantequilla en sus tortitas, parecía que el chico había vuelto a recobrar el apetito. ¿Cómo era posible?

-¿Qué hacías levantado tan temprano?

-Estaba estudiando.- Harry señaló su libro de pociones que seguía en una esquina de la mesa.- Si no hago los deberes el profesor Snape me matará.

-Lo hará de igual forma.- por un momento, ambos olvidaron sus diferencias y como si todo lo pasado nunca hubiese ocurrido, soltaron una carcajada.- ¿Sabes? Cocinas muy bien...

-Tuve que aprender. No se puede vivir con los Dursley y no tener conocimientos de supervivencia.- volvieron a reír. Aquella mañana parecía que el sol iba a lucir alto y brillante. Se habían levantado con buenas perspectivas, pero ambos sabían que por mucho que hubiesen realizado un paréntesis, no podían estar en la misma habitación sin que sus sentimientos fluyeran a flor de piel.
Al principio habían logrado hablar de temas banales, pero sus miradas se iban cruzando cada vez con más frecuencia y notaban como un hormigueo les subía desde los pies al estómago. ¿Cuánto tiempo evadirían el tema de su relación¿Cuánto tardarían en realizar un comentario que llevara como consecuencia un silencio?
Quizás Harry sospechara que alguna de esas preguntas se pudieran reflejar en su rostro, porque se levantó bruscamente de la silla y llevó su plato hasta el fregadero. Ginny bajó la mirada. Iba notando como sus ojos se humedecían, había presagiado a la perfección la incomodidad del chico cuando sus miradas se conectaban y esa forma de cortar la poca "magia" que quedaba entre ellos, le hacía daño.
Miró hacia la puerta. No se veía luz en el corredor, no parecía que hubiese nadie en la casa dispuesto a estropear aquel momento que el destino les había brindado. ¿Y si era el último? No podía dejar escapar aquella oportunidad...
Se levantó lentamente, Harry estaba de espaldas y en silencio, tirando las sobras en la basura. Con sigilo se fue acercando más y más y cuando casi se chocaban, lo abrazó fuertemente por detrás y sintió como él se estremecía.
Durante un momento ninguno habló. El plato que Harry tenía en las manos cayó al suelo y se rompió en mil pedazos, pero aquel ruido parecía insignificante. El muchacho había abierto mucho los ojos, sorprendido, incapaz de salir airoso de aquella situación, de aquella "pesadilla" que se planteaba en sus sueños.
Ginny tenía apoyada la cabeza en su espalda, dejándose embriagar por el dulce olor corporal que emanaba, sintiendo como había sentido aquella única vez que habían estado juntos. Ese último momento...

-Por favor, no me dejes, no me dejes nunca...- susurró. Notó como las lágrimas bañaban sus ojos, pero no le importaba ser débil, no le importaba parecer tonta. Todavía pesaban en su interior las palabras que Hermione le había dicho el mismo día que habían llegado de Hogwarts.

"Estuve hablando con Christine...Ginny, ella me confirmó que fue su influencia quien cambió a Harry. No quiso darme detalles, pero me pidió ayuda. Me dijo: "tú y Ginny sois las únicas que podéis hacer algo para evitar la perturbación a la que se ve sometido" Me rogó que no preguntara, me aseguró que cuando esto terminara él volvería a ser el de antes...eso si le ayudábamos. Ten esperanza Ginny, ten fe en que esa dureza no sea más que una máscara que oculta una realidad. Confiemos en Christine, lleguemos a esa verdad..."

Las palabras de su amiga habían abierto un camino de luz en su interior, pequeño, pero existente. Si iba alimentando el corazón de Harry de nuevo con ese amor que los unió, quizás, pudiera recuperarlo. Ahora, notando como el chico se había quedado parado, como se había estremecido, estaba segura, podía sentir, que ese amor seguía guardado en él, tal vez muy lejano, tal vez muy escondido, pero vivo...

-Te quiero Harry Potter y estoy dispuesta a gritarlo a los cuatro vientos, estoy dispuesta a luchar por ti...a morir...no sabes lo que me has hecho sufrir durante estos días, no sabes el daño que me producía verte padecer, ver que no podía hacer nada más que tomarte la mano mientras te retorcías en esas pesadillas...no vuelvas a echarme de tu vida...cree en mí...cree en nosotros...

-Ginny...- Harry se dio la vuelta lentamente, cerrando los ojos angustiado. Aquellas palabras...era lo que decía su sueño, estaba ocurriendo. ¿Pero qué camino elegir? Sus piernas no respondían, su cuerpo no le obedecía, su corazón deseaba con toda su alma tomar en cuenta todo lo que Ginny le estaba diciendo, era algo tan grande...pero si se dejaba dominar por el sentimentalismo, si se dejaba caer en esa confusión no habría un fututo, para ninguno...
Morir...ella estaba dispuesta a morir por él...¿pero por qué todos deseaban morir por él¿Por qué todos tenían que hacerlo? No, el rumbo había cambiado, era él ahora quién tenía que hacer ese...sacrificio. Y lo sabía. Emy se lo había dicho.- márchate...por favor...no hagas esto más difícil... -la cogió de las muñecas y la apartó levemente de su lado, girando la cara hacia un costado para no tener que ver aquellos ojos que le deslumbraban.
Pero Ginny no se lo permitió. Se aferró a él con más fuerza y apoyó la cabeza en su pecho. El pijama de Harry se humedeció a causa de las lágrimas calientes de la chica. Un vuelco le recorrió su interior.

-¡Pues mátame!- gritó en un arrebato y cogió un cuchillo del fregadero poniéndoselo en sus manos y obligándole a que conectaran miradas.- ¡Si vas a quitarme hasta la última gota de esperanza, entonces no quiero vivir¿¡Es qué no lo entiendes¡No me importa morir si puedo estar contigo!- el pecho de Harry se infló de desesperación. Con una furia contenida y también notando como sus ojos se nublaban a causa de las lágrimas que luchaban por salir y él se negaba a liberar, soltó el cuchillo de sus manos.

-¡Eres tú quién no lo entiende¡Maldita sea¿Crees que puedo vivir sabiendo que no supe defender a aquellos que más me importaban¿Crees que puedo cargar en mi conciencia el peso de otra muerte como la de Sirius¡Pues te equivocas! Nunca y escúchame bien, nunca voy a permitir que él se entere de que hay o hubo algún lazo entre nosotros. ¡No voy a permitir que utilice esa información como la última vez¡NO VOY A PERMITIR QUE MUERAS!- y Ginny lo soltó. Su rostro mojado brillaba al contorno de la luz de las antorchas. Veía la respiración agitada de Harry, pero no le importaba. Sus brazos habían caído flácidos, su piel se había tornado de un blanco pálido y sus ojos habían perdido su luz.

-Fue por eso...por eso lo hiciste...- cerró los puños y gritó.- ¡Por eso me dijiste que no me querías¡Por eso me engañaste!

-¿Y qué importa ahora?- gruñó él bajando la mirada.- ¿Qué importa como sean las cosas? Esto no cambia nada. Puedes creer lo que quieras, puedes pensar que lo hice por ti, pero no, en realidad lo hice por mí. Lo hice para no volver a sentir dolor en mi corazón.

-¡Estúpido!- Ginny lo había abofeteado. Igual que lo hizo cuando él le contó aquella mentira, con la misma fuerza, con la misma convicción, pero con un claro cambio de los sentimientos.- ¡No te creo¡Ya no puedes seguir mintiendo!- y se aferró a él. Pero no lo hizo con dulzura o calidez como siempre ocurría, no lo hizo con ternura ni amor, sino con desesperación, con agonía guardada. Lo besó, lo besó ansiadamente y con una pasión que llevaba meses pugnando por salir. Él trató de resistirse, de apartarla, pero la fuerza con la que Ginny había tomado la iniciativa pudo más. No resistió más la tortura de notar esos labios tan ansiados y no corresponderlos. Se dejó vencer. Había perdido la batalla y lo sabía. Voldemort vencería. Esa pesadilla futura, se haría realidad. ¿Qué podía cambiarla? Únicamente su resistencia, su voluntad, pero ésta había flaqueado. Sin querer, sin notarlo, le había rebelado a Ginny la verdad y aunque ésta no lo hubiese descubierto, aquel beso que ahora devolvía con intensidad, lo delataba. Si no se amaba besando de aquella manera, es que el amor verdadero no existía...
Faltaba el aire, pero temían separarse y que el dolor regresara con más intensidad¿y si ya no volvían a probarse más los labios del otro¿Y si se distanciaban y resultaba que todo no había sido más que un bonito sueño?
Pero la realidad tenía que caer por su propio peso. Y los recuerdos, los pensamientos, la culpabilidad, se tenía que marcar en algún momento...y mientras los labios de Ginny recorrían los suyos, la cabeza de Harry se llenó de sentimientos, de verdades que no podía ignorar...
¿Quién le jugaba la mala pasada de no poder evadir aquellas imágenes mientras sentía la pequeña dicha del momento¿Quién osaba perturbar aquella paz interior, aquellos chasquidos que se creaban cuando se tenían el uno al otro?
Pero la muerte de sus padres, la de Sirius, el recuerdo de saber que Christine lo había dado todo por ayudarle escondiendo el dolor por la muerte de Alan...de su querido hijo. El saber que ella le había contado que un arcángel estaba condenado a no poder amar a no ser que fuera otro igual, que esa condena había llevado a la muerte a sus padres, las palabras de Emy sobre el destino, sobre como podría cambiarlo, el poder que ahora residía en él y el saber que debía utilizarlo en una forma correcta, el sueño sobre la muerte de sus seres queridos, y la angustia, sobretodo la angustia de saber que estaba poniendo en peligro todo por lo que tanto había luchado...que cuando llegado el momento del...iba a dejarla con un dolor más profundo en el corazón. Y no lo merecía...
Se separó. Tomó el aire que sus pulmones pedían a gritos y observó como ella jadeaba de igual forma, pero su rostro había cambiado.

-Ahora todo se acabó...- susurró ella.- Me mentiste...y exijo una explicación...

-Nada de lo que diga cambiará los hechos.- murmuró de forma cortante.- Si te dijera que todo aquello fue una patraña para que te alejaras de mí¿te sentirías orgullosa? Porque yo no mentí del todo, porque te he estado engañando con Cho y porque diga lo que diga, Ginny, cuente lo que cuente, después saldré por esa puerta y jamás, escúchame bien, jamás volverás a poder besarme.

-Sigues sin entenderlo, Harry...- negó ella con la cabeza y volviendo a juntar sus cuerpos.- ¿Qué más da morir mañana, pasado, que dentro de un año? Sabes que de una forma u otra podría ocurrir. Sabes que aunque puedas salvarme hoy, quizás mañana no lo logres...no puedes estar conmigo en cada momento, a cada segundo...llegarán vacaciones, estarás en Privet Drive, llegará mi cumpleaños y quizás salgamos a celebrarlo y halla un ataque en donde estoy...siempre, siempre existirá ese riesgo de morir, mientras estemos en guerra habrá un Voldemort que matará, que torturará...¿y de qué habrá servido vivir esos meses si sólo me he limitado a subsistir, sin ser feliz, sin tratar de serlo, sin tenerte conmigo?- Una vez más y pese a que esas palabras se marcaban en el interior de Harry, él la cogió de las muñecas y la apartó. La alejó de si mismo, de su vida, de su corazón.

-Algún día lo entenderás...- le susurró y una media sonrisa se apareció en su rostro.- Quizás no hoy, ni mañana...ni dentro de un año, pero lo entenderás. Y entonces tal vez puedas perdonarme. Pero no lo hagas ahora Ginny, sigue con ese resentimiento, sigue odiándome por haber estado en los brazos de otra persona, por haberte hecho sufrir cada uno de estos días, por ponerte la miel en los labios y luego arrebatártela...por dejar que hoy albergues una esperanza y mañana ésta no sea más que un simple recuerdo, parecido a un bello sueño que no se hará realidad. No habrá un Voldemort en tu camino, no habrá un momento en que salgas por esa puerta y yo no pueda acudir a salvarte, a ti, a Ron, a Hermione...a todos. Créeme que vas a vivir una vida maravillosa, te casarás, tendrás un montón de hijos y envejecerás junto a toda tu familia. Y cuando estés sola y puedas recapacitar sobre esto, seas mayor y puedas recordar esta imagen, entonces, tal vez, y solo tal vez, lo comprenderás.

-Eso me ha sonado a un adiós...- Ginny bajó la mirada, por primera vez en todo el rato no quería que la viera llorar.

-Tómalo como tal. No es un adiós verdadero, sólo un hasta luego. Piensa en mí y me encontrarás, mira allí donde tus recuerdos te permitan y estaré para cuidar de ti, para cuidar un recuerdo que fue muy bonito mientras duró, pero del cual nada queda...lo lamento, pero yo no te amo...te quiero, pero no estoy enamorado de ti. Creo que nunca lo estuve.-un duro golpe cayó sobre el corazón de Ginny, como si aquella fuera la más amarga de las despedidas, una de la cual no había marcha atrás. Me diste ese cariño que nunca tuve, me ofreciste tu amistad, tu comprensión y yo lo tomé sin pedir permiso...y por eso, te pido perdón.- iba a protestar Ginny, encontrando un nuevo argumento cuando notó como una de las muñecas de Harry brillaba algo más de normal. Con el forcejeo, el reloj le había resbalado hasta caer al suelo y allí, junto a una pulsera de hilo, se encontraba una extraña marca, que no había visto hasta la fecha.
Si no hubiera estado tan pendiente de mirar aquello, quizás hubiese notado la mentira en los ojos del chico, que una vez más, había tenido que desilusionar a la persona que más le importaba.
Tampoco él notó como ella se había percatado de aquello que hubiese querido ocultar incluso a si mismo. No fue hasta que vio la expresión de terror, mezclada con sorpresa en el rostro de la chica y notó el roce de sus dedos sobre su muñeca que no fue realmente consciente de lo que pasaba.

-No es posible...- murmuró Ginny negando con la cabeza y retrocediendo un paso hacia atrás.-- Tú no...Harry...- y Harry volvió a mirar esa cicatriz. No la que tenía en la frente en forma de rayo, sino su clara debilidad como hombre. Vio la señal que él mismo se había provocado con la navaja de su padrino y sintió asco hacia ella. Verla siempre representaba un peligro, hacerse la pregunta de¿por qué no lo terminé? Pero luego aparecían claramente las palabras que le había prometido a los "mayores" al convertirse en arcángel, la promesa que le había hecho a Sirius ante el velo, la promesa que se había hecho a si mismo y a Emy. No, por mucho dolor y desesperación que sintiera, jamás podría volver a cometer ese error, entonces...¿quién lucharía por sus amigos¿Quién vengaría a Sirius y a sus padres?
Se soltó bruscamente del brazo de Ginny y caminó hasta la mesa, para continuar recogiendo el desayuno, dejándola allí parada, en medio de la cocina, sin saber qué decir. Y sólo había una pregunta que pasaba por su mente.

-¿Por qué?

-¿Por qué?- ironizó él de mal talante. Y de nuevo el plato que llevaba en la mano se le cayó al suelo, haciéndose añicos. Por segunda vez, lo ignoraron.- ¿Por qué crees tú, Ginny? Porque la desesperación me embargaba, porque creía haber perdido toda oportunidad de sentirme persona, porque con Sirius murió esa parte de mí que había reído, luchado o vivido alguna vez, esa pequeña felicidad que poseía en contadas ocasiones. Porque deseaba hallar la forma para terminar con esto y no la encontraba, porque hubiera pagado con mi alma el poder reunirme con aquellos que me habían querido una vez, aquellos que dieron la vida por mí, que hicieron un sacrificio que yo no les pedí.

-Ahora pareces comprender como pueden sentirse Ron, Hermione...yo...- susurró Ginny sollozando con más fuerza.- Con esa actitud, únicamente haces un sacrificio que nosotros nunca te pedimos...- a Harry se le vino el alma a los pies. Nunca había pensado en ello de aquella forma, nunca. Sus amigos se sentían disgustados con él igual que él se sentía con Sirius. ¿Cuántas veces le había recriminado al recuerdo de su padrino el haber ido a salvarle al Departamento de Misterios¿Cuántas veces lo había odiado por sacrificarse, por ir a buscarle? Infinidad. Y ahora sus amigos estaban en su misma postura. Con una ligera diferencia. Él sí podía equilibrar la balanza. El que él luchara o no sí podía cambiar las cosas. Era el único que podía hacerlo, no existía nadie más con capacidad para vencer a Voldemort, así que no tenía más remedio que luchar, que seguir engañándoles y engañándose a sí mismo.

-Que lo comprenda, no quiere decir que tú puedas comprenderme a mí. Tú no sabes ni la mitad de lo que...

-¡Sé que has intentado quitarte la vida!-gritó Ginny cerrando los puños.- ¡Sé que has cambiado y que no eres feliz¡Me basta eso para comprender más de lo que crees¡Eres un cobarde! Claro, era mucho más fácil cortarse las venas que mirar hacia delante, que hallar una solución, que confiar en nosotros para que juntos lo solucionáramos como siempre habíamos hecho. ¿Te pedí yo ayuda cuando fuiste a la cámara de los secretos¿Te recriminé alguna vez algo¡No! Y no lo hice porque a diferencia de ti, yo sí comprendo que nos une unos lazos que se llaman "amistad" y que quizás no comprendas el significado íntegro de esa palabra. Porque por los amigos, por aquellos a los que quieres se hacen los sacrificios más arriesgados y peligrosos. ¿Por qué si no fuiste a por Ron al Sauce Boxeador¿Por qué si no fuiste a por Sirius al Departamento de Misterios? Entiende de una vez Harry, que cuando hay por medio unos sentimientos tan grandes como los nuestros, se hace todo por mantenerlos, por afianzarlos. ¿Por qué no dejaste al lado tu orgullo y nos pediste ayuda¿Por qué no te abrazaste muy fuerte a mí aunque sólo fuera por el cariño de amiga y lloraste en mi hombro¿Por qué no exteriorizaste lo que sentías? Pero no...tú preferiste anclarte en la soledad, preferiste huir de toda aquello que durante años fue tu mayor fuerza y quizás ahora estés pagando las consecuencias...quizás ahora si no te hubieras echado atrás estarías muerto y nosotros no tendríamos ni siquiera el consuelo de haberte apoyado, de haberte ayudado a superar...de haberte dicho que la vida sigue, que estamos aquí, que a nosotros sí puedes tocarnos, que somos reales.- Ginny se abrazó a él y Harry no se libró de aquella muestra de cariño. Sentía que la necesitaba, que llevaba muchísimo tiempo buscándola.
Pero quizás la suerte le salvó de tener que volver a rechazar aquello que más le costaba. Una luz blanca irrumpió en la habitación. En un principio, Harry pensó que se trataba de Christine y se asustó bastante de que ella pudiera encontrarle abrazado a Ginny, pero aquella energía era distinta, era poderosa, sabia y él lo notaba.
Se separaron bruscamente cuando la luz desapareció. Dos personas se habían materializado en medio de la cocina y a ambas las conocían. Una era Christine. Pero estaba inconsciente, en la cabeza tenía una herida sangrante, pero no sólo por ahí. En realidad, toda ella estaba bañada en sangre. Estaba semi desnuda. Alguien la había cubierto por encima con su propia túnica. Y ese alguien, era la persona que había aparecido a su lado.
Durante una fracción de segundo, ninguno supo qué hacer. La mujer que sujetaba el cuerpo inerte de su hija los miraba fijamente, con profundidad, con esos ojos cristalinos que tanto la caracterizaban y que una vez, habían producido en Harry una profunda inquietud e inseguridad.

-Volvemos a encontrarnos...Harry Potter...- susurró con esa voz confusa, dirigiendo después la mirada hacia Ginny.- Y veo que tan bien acompañado como siempre...

-Usted...- murmuró Ginny y bordeó la mesa para aproximarse un poco hacia el centro de la habitación, donde se encontraban las dos mujeres.- ¿Qué...?

-Me alegro de ver que tu esperanza sigue intacta...puedo verlo en tu espíritu nada y muchas cosas han cambiado desde ese instante...¿serás capaz de cambiar más y seguir conservando otras?- Ginny cerró la boca y buscó apoyo en Harry, pero el chico no atendía a aquellas pronunciaciones, únicamente observaba a Christine.

-¿Qué ha ocurrido?- preguntó directamente, acercándose a ellas y arrodillándose al lado de su profesora.- Usted no estaría aquí si no fuera algo grave...

-Tienes razón,- confirmó la adivina mirándole directamente.- He venido a salvar a mi hija...- Ginny los miraba desde su posición sin entender una palabra. ¿Christine era hija de aquella mujer?

-¿Está viva?- preguntó Harry con el rostro sombrío y dispuesto a curarla con su poder. La mujer asintió, pero le sujetó la mano para impedírselo, con una mirada de advertencia. El muchacho recordó que Ginny estaba con ellos.

-Las heridas que su corazón guarda no las puedes curar con medicina...- murmuró. Hizo una pausa y añadió:- Guíame hasta Remus Lupin...- Harry se levantó del suelo, sacó la varita del bolsillo de la túnica y conjuró una camilla flotante para depositar el cuerpo de Christine sobre ella. Después, salió por la puerta, seguido por la mujer. Sin saber porqué, Ginny los siguió.

Recorrieron el pasillo, pasaron por el vestíbulo donde ya no había ningún lienzo con el cuadro de la madre de Sirius, subieron sigilosamente las escaleras con las cabezas de los elfos domésticos, pasaron el primer piso y se detuvieron ante la tercera habitación del segundo.
Antes de que la mujer desapareciera por ella, seguida por la camilla flotante de su hija, Harry le habló:

-Usted me dijo muchas cosas aquel día...y aunque no alcanzo a comprender gran medida de ellas, comienzo a saber porqué lo dijo...

-Sin embargo, tu corazón te impide completar el ciclo de tu destino...- la adivina entrecerró los ojos y le colocó una mano en el hombro.- Pero mis palabras siguen siendo las mismas, Harry Potter, mantén la fe, confía en Christine y cura tus heridas internas apoyándote en la sabiduría y las ganas de vivir de la Unión. La fe y la esperanza son fuerzas tan grandes que pueden mover montañas. Sigues teniendo a tu lado a la persona indicada.- Harry miró de reojo a Ginny y cerró los ojos consternado. Luego, la mujer dirigió la mirada hacia la chica y añadió:- Haces bien en llenar de esperanza todo lo que tocas y todo lo que te rodea, un día entenderás, y ese día no está muy lejano...tú puedes y debes aportar más de lo que crees...únicamente tienes que mirar en tu interior, eres más de lo que siempre te dieron a entender...- la adivina abrió el picaporte de la puerta e ingresó en la habitación, después de la camilla que portaba a su hija. Harry y Ginny no se miraron, bajaron las escaleras en silencio y regresaron a la cocina. La señora Weasley se había levantado y preparaba un segundo desayuno, vestida con un camisón azul celeste y una rejilla en la cabeza, al verlos entrar, sonrió. Ellos se limitaron a sentarse y a servirse una segunda taza de café, actuando como si nunca hubiera sucedido nada.

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La habitación era grande y espaciosa. Las paredes estaban empapeladas en un color beige suave. Únicamente había un ventanal, pero lo suficientemente grande como para que traspasaran los rayos de luz solar, a través de las cortinas. Había un armario empotrado, una mesa de escritorio con algunos pergaminos extendidos y una puerta continua al fondo, que debía de ser el baño. Una cama adosada estaba en el centro de la estancia y era allí donde estaba sentado, en el borde, un hombre de rostro joven.
Ya estaba vestido y arreglado, tenía un libro en la mano que ojeaba con gran interés, pero al escuchar el ruido del picaporte, levantó la mirada y el asombró cubrió su rostro.
Parecía haber entrado en estado de shock. El libro resbaló entre sus manos y cayó al suelo con aplomo.

-Buenos días...Remus...- susurró una mujer con una voz extrañamente confusa. El hombre se levantó rápidamente, pero en vez de dirigirse hacia ella, llegó hasta una camilla flotante y tomó en brazos a la mujer que permanecía inerte en ella.

-¿Qué ha pasado?- preguntó temblorosamente, mientras la depositaba en su cama y le analizaba la fea herida sangrante de su cabeza. La adivina sonrió lacónicamente y se acercó hasta la cama, sentándose al borde de ella y acariciando con suavidad el rostro pálido de Christine.

-Demasiadas verdades para mi hija...demasiado dolor...caímos en la trampa que nos preparó el destino y me temo...que ahora lamentarse sirve de muy poco.

-Pero...usted...hace...¿cuánto¿catorce¿quince años que no la veo?

-Dieciséis exactamente, Remus.- afirmó la mujer.- Dieciséis años angustiosos en los que muerte ha estado mucho más cerca que la vida...sufrimiento...angustia...un dolor atroz que no pudimos evitar... su mirada era melancólica, de una persona que ha sufrido grandes desilusiones en la vida, pero ante todo fuerte, ante todo valiente y luchadora, capaz de soportar hasta los más duros palos.

-¿Por qué ha vuelto?- Lupin hablaba con amabilidad, pero su voz denotaba cierto resentimiento y la adivina pudo notarlo.

-Haces bien en juzgarme con dureza, Remus...- no le miraba a él, sino a su hija, sin cesar de acariciarle el rostro.- No fui una buena madre...quise evitar momentos dolorosos y tal vez sólo los incentivé...sólo trataba de protegerla, de advertirle...-Lupin suspiró con resignación y cerró los ojos un instante.

-No quise decir eso. Discúlpeme. No creo que fuera una mala madre...trató de hacer lo que todas las madres del mundo intentan...proteger a sus hijos del sufrimiento...pero...entienda, Christine sufrió mucho con su rechazo...ella pensó que usted mejor que nadie la entendería...- la adivina sonrió y por primera vez en todo el tiempo, le miró.

-Eres un buen hombre, Remus...juzgas con justicia a las personas...por eso mi hija te quiere tanto... -si Lupin se ruborizó o sintió vergüenza en aquel instante, lo disimuló.- Mi hija me odia...puedo verlo en sus ojos, puedo notarlo en sus palabras cargadas de dureza...pero ella no sabe toda la verdad y tal vez, al ocultársela hice mal. Evidentemente, sólo traté de protegerla...porque si ella lo hubiera sabido, hubiera arremetido mucho más contra su enemigo y eso, podría haberla llevado a la destrucción.

-¿De qué está hablando?- Lupin no entendía las palabras de aquella mujer. Siempre había sido el primero en captarlas, porque la enigmática adivina siempre se expresaba a modo de acertijos, pero él había tenido un sexto sentido para atrapar los mensajes que ella transmitía, sin embargo ahora, no alcanzaba a entender el rango de peligro que poseían aquellas palabras.

-Hablo de la Verdad. Una cosa maravillosa que debe ser tratada con cuidado...- la mujer arropó con las sábanas a Christine y volvió a girarse hacia Lupin.- Lord Voldemort envió a un asesino a matar a mi esposo. Alguien le dio el chivatazo de que había nacido entre los de nuestra especie un ser mitad mago, mitad arcángel y que las parcas habían predestinado su destino como grandioso, con una misión importantísima en la vida. Y ese alguien una vez también fue ángel...un ángel al que uno de los nuestros expulsó, porque su alma se había corrompido por la oscuridad, lo que ahora muchos llaman...el ángel negro...un ser caído de entre la luz, directamente a la oscuridad. Voldemort se había transformado en un monstruo, había aplicado sobre sí mismo pociones, encantamientos y toda clase de hechizos de magia negra, todo para vencer a la mismísima muerte y se alió con la oscuridad. Así fue como supo que los "mayores" guardaban un especial destino para mi hija...el destino de proteger a aquel que tendría una única oportunidad contra el mal...aquel que debería restablecer el equilibrio. Y la castigó. La castigó de la manera más cruel que pudo...la llevó a cometer un acto atroz sin saber porqué, sin entender. Mató a lo que más ella amaba...

-A su padre...- murmuró Lupin sintiendo una terrible rabia por dentro. La adivina asintió. Había escuchado en boca de Christine aquella historia, pero muy distinta, mucho menos horrenda y ella había llorado en su hombro esa primera vez, cuando todavía era una adolescente.

-Lo hizo en presencia de mi pobre hija...sabiendo, que sin desearlo, su magia se activaría, su magia de su parte de sangre que llevaba y que ella aún no conocía...su parte arcángel...La rabia y el dolor que sentía salió de su interior, cayendo por su propio peso y matando allí mismo aquel que le había robado a su padre. Christine se quedó allí, tumbada en el frío patio de nuestra casa, en un día nevoso, al lado del cadáver de mi marido y no fue hasta horas después, que yo regresé, que la encontré inconsciente y con signos de haber llorado.
Desde entonces un odió creció en su interior hacia mí. El saber lo que yo le había ocultado...el no comprender porqué yo no había llegado a tiempo, porqué yo no estaba cuando ella más me necesitaba. El no entender porqué su madre...que debía haber salvado a su esposo, que debía haberse quedado con su familia, estaba en un lugar ajeno a su comprensión, atendiendo a unos asuntos que nunca debieron ser más importantes que ellos y de los cuales no podía eludir. Y ese sentimiento de mezquindad fue creciendo en su interior y fue afianzándose. Yo sabía que aquello no había sido más que una treta para que ella odiara lo que era por nacimiento, para que ella detestara el mundo al que yo pertenecía y que tendría que pertenecer alguna vez y en consecuencia a mí...a lo que era. Para mí era mi trabajo, parte de mí...para ella...sólo el motivo que le había robado a su padre. Yo sabía que tratando que adquiriera responsabilidad en ello era condenarla al sufrimiento de lo que detestaba, condenarme a mí, hacer que el odio que ya residía en su interior se acreditara. Tuve que ser recta, dura, le prohibí incluso que su pensamiento fuera hacia la magia y no hacia su parte arcángel...pero era tarde. Mi hija ya me odiaba. Su única vía de escape era la magia y lo que ella representaba...la única oportunidad de estar más cerca de su padre...el mundo de su padre...de aquel a quién más quería...y como mis peores temores supusieron...se enamoró de aquello que más apreciaba: un mago.- la adivina cayó durantes unos instantes, acariciando el sedoso cabello azabache de Christine. Lupin cerró los puños de la rabia. Todo había sido una trampa...una más de aquel que había destruido la felicidad de todos sus amigos, de él mismo.

-Ella se refugió en lo que creyó que no le causaría dolor...pero se equivocó. Fue un mago quién destruyó su vida...y ella ni siquiera lo sabe del todo.

-Saberlo la habría destruido.- aclaró la mujer.- La habría convertido en un monstruo, en algo peor a él...la habría llevado a envenenar su alma...en el fondo, Remus, yo estoy muy agradecida a Dani...gracias a él el corazón de mi hija siempre estuvo lleno de amor...gracias a vosotros...afortunadamente, se topó con gente maravillosa que la quiso muchísimo...y eso la salvó. Yo siempre temí el momento en el que comenzara a concienciarse de su verdadera función...a utilizar el poder que no había usado desde la muerte de su padre...Remus, al tratar que ella dejara a Dani sólo traté de protegerla...traté de que se alejara de algo que sabía que traería consecuencias...no sólo porque a mí también me las trajo, sino porque sabía que ella era un premio muy preciado que Voldemort siempre había deseado...tener de su lado a mi hija habría supuesto una fuerza maligna tan grande que habría destruido el planeta...habría roto cualquier atisbo de equilibrio y entonces, ni siquiera Harry Potter podría haber hecho nada para evitarlo...Y él lo habría logrado de no ser por vosotros, de no ser por el profundo amor que residía en su interior.

-Lamento no haberla comprendido antes...- se excusó Lupin con la cabeza gacha, mirándose las puntas de los zapatos y con una gran amargura por dentro.- Yo no sabía nada...sólo me volqué en lo que ella me contaba, en los breves contactos que tuve con usted...lamento confesar que me pareció muy frívola, me pareció alguien incapaz de darle amor a nadie...injusta..., ahora comprendo que la trampa que Lord Voldemort le tendió, que nos tendió a todos...fue perfecta.- la adivina sonrió amargamente y se levantó de la cama, colocándole una mano en el hombro a Lupin.

-Yo he querido a mi hija más que a mi propia vida...- suspiró-...pero ella fue siempre una adolescente rebelde...y no la culpo. Todo fue consecuencia de la muerte de su padre y la enorme decepción que se llevó al darse cuenta que yo no lo podía todo...como siempre pensó...que yo no pude salvarlo. Antes de aquello, Christine siempre había sido una chica dulce y buena, nunca me dio ningún problema, nunca desobedecía, nunca alzaba la voz...era en mi opinión, demasiado complaciente, demasiado noble...después de aquello dejó de hablar, dejó de reír, de jugar...se pasaba las horas en su habitación, mirando al techo y leyendo la multitud de libros que su padre tenía en una biblioteca, muchos de ellos, muggles. Era una chica callada, siempre con el rostro triste...pero no cuando estaba con vosotros. Fue durante ese periodo de soledad, cuando se hizo tan amiga de Lily...y en consecuencia...de vosotros. Aunque conmigo seguía siendo arisca y reservada, con vosotros era la chica dulce y agradable que siempre fue. Pero cuando llegó el momento real, cuando llegó el instante en el que debía introducirme en su vida para protegerla...ya era demasiado tarde. Mi hija había aprendido a sobrevivir sin mí...sin mi cariño...y no me necesitaba. El amor que sentía hacia ese chico era mucho más fuerte que cualquier cosa. Quizás debí comprenderla...quizás no debí ser tan dura con ella...debí decirle lo mucho que yo había querido a su padre...debí entender que su corazón no le permitiría olvidar algo que había reemplazado su dolor...que había vuelto a llenar el vacío que dejó su padre. Recuerdo que Dani nunca me miró mal...me pareció ver en sus ojos, que de alguna forma, lo entendía, era como si supiera que el estar junto a ella...le llevaría a la muerte.

-Lo sabía.- Lupin habló casi en un susurro. Se acercó lentamente hasta la ventana y apoyó la cabeza en el cristal frío, con los ojos cerrados.

-¿Cómo?

-No hace mucho que lo sé.- explicó el hombre.- Harry y Christine fueron en Navidad a la casa donde vivían...en el Valle de Godric. Nadie de la Orden había tenido el valor de decidirse por acompañarle...así que ella se ofreció. Supuse que le causaría una gran conmoción, pero no hubo manera de hacerla cambiar de opinión. Un par de días antes de que la visitarán...fui hasta el pueblo. Sabía que Christine no tendría manera de consolar a Harry, así que entré en la casa de Lily y James para esconder una gran evidencia de la atrocidad que allí se cometió.- Lupin dejó de apoyarse en la ventana y comenzó a pasear con nerviosismo de un lugar a otro- Pero yo no había entrado allí desde aquella noche...la casa estaba prácticamente destruida, en ruinas...No llegué a tocar nada, porque los recuerdos me invadieron. En vez de eso, comencé a pasear por el comedor y rebusqué fotografías y objetos que habían pertenecido a James...llegué hasta la sala de estar y luego hasta la habitación de matrimonio...- Lupin caminó hasta su escritorio, abrió un cajón y extrajo una carta amarillenta, con pinta de ser muy vieja.- allí encontré esto. Estaba en una percha donde solía descansar la vieja lechuza de James, todavía llevaba la cuerda. La lechuza debió llegar el mismo día de su muerte y como el dueño nunca pudo quitarle la correspondencia, ella mismo lo hizo y la dejó ahí. Era una carta de Dani. La debió escribir esa noche, presintiendo lo que sin duda muy pronto acontecería, pero el destinatario, iba para mí. Supongo que primero deseaba que James se enterara.- la adivina abrió la carta y la ojeó.- El pergamino hablaba de los muchos encuentros que Dani y Voldemort habían tenido y que en ellos, siempre le advertía que algo malo sucedería sino le entregaba a Christine. Dani nunca lo hizo, así que supuso que su vida estaba contada y que usted siempre había tenido razón, era una maldición que un mago y un arcángel se enamoraran. Él sabía que no viviría mucho y aún así quiso a su hija por encima de todo, le dio hasta el último instante todo lo que pudo y jamás dejó notar que algo malo ocurriría. De hecho, recuerdo que él siempre le recordaba lo mucho que la quería, era como una despedida...pero ella nunca lo notó. Supongo que jamás pensó que aquello también pudiera afectar a Alan, de lo contrario, quizás habría actuado de otra manera y habría puesto al corriente a la Orden.

-Ahora entiendo porqué mi hija llegó a quererlo tanto...- susurró la mujer.- pero la carta no termina ahí...- Lupin le dio la espalda, con un semblante serio.

-Supongo que él sí notó, al igual que James, que yo amaba a Christine.

-Y te pidió que cuidaras de ella...y de su hijo.

-Pero yo no supe responderle.- Lupin dio un golpe a la mesa de escritorio y el tintero se derramó, manchando algunos de los papeles.- Nunca encontré esa carta...porque nunca tuve el valor de buscar algo en esa casa...Dani era una persona estupenda, era el hombre que le convenía a ella, que la haría feliz, por eso yo siempre traté de que aquello saliera adelante...cuando las dudas acechaban, yo lo buscaba y lo convencía...le rogaba que regresara y él siempre me hizo caso...el amor que sentía hacia ella era demasiado grande. Era un buen amigo.

-Tú también eres un buen amigo...Remus.- puntualizó la mujer.

-Cometí muchos errores...mi enfermedad, mis miedos...todo eso me llevaron a la desesperación...

-Todo el mundo tiene malos momentos, Remus, pero igual que Dani sabía que tú eras el elegido, yo también lo sé.

-¿A qué se refiere?

-Por eso he traído aquí a mi hija. Porque sé que si hay alguien que puede salvarla...ese alguien eres tú.- Lupin se mordió el labio inferior. Christine se removía adolorida en su cama, apretando los dientes y murmurando cosas in entendibles. Entre esas palabras pudo captar "Alan", "perdóname" y "no me hagas daño".

-Usted no tiene miedo de que la historia se repita...de que pueda ocurrir lo mismo y esta vez sea su hija quién termine pagándolo...- la adivina volvió a sentarse en una esquina de la cama, con las palmas de las manos juntas y reflexionando.

-No está escrito en el destino que vuelva a ocurrir...hay alguien que está dispuesto a luchar por vosotros para devolveros el favor y ese alguien quizás sea quién más pague las consecuencias...

-¿Y quién es?

-Lo lamento, pero no puedo decir nada más. No se puede jugar con el destino, si mi poder me ha otorgado la satisfacción de apaciguar mi corazón y tranquilizarlo, es porque está escrito en las estrellas que aún queda un atisbo de esperanza para vosotros...muy pequeño, pero existente. No dejes que se rompa la cadena...Remus, ahora más que nunca Christine te necesita...pero tendrás que recurrir a toda tu comprensión para salvarla, porque esta vez, está más atormentada que nunca...

-Se debe al estado en el que se encuentra¿verdad?- preguntó Lupin examinando la lastimosa figura de la profesora.- ¿Qué es lo que le ha ocurrido?- la adivina se levantó de nuevo, cerró los ojos y extendió las manos sobre el cuerpo magullado de la mujer. Una luz poderosa, luminosa y potente se extiendo más allá de sus límites. El proceso duró unos segundos y para cuando concluyó, no había ninguna herida física en Christine.

-Nuestro enemigo ha descubierto su punto débil...ahora sabe con ayuda de su fiel vasallo que aquello que más teme mi hija es volver a sentir...el contacto con otro hombre. Ahora que conoce su debilidad, no dudará en atacarla más veces.

-Quiere eso decir...no...no es posible que...

-Todavía no. Logré impedirlo en el último instante...pero la próxima vez podría no tener suficiente fuerza para ayudarla...Ahora que conoces sus heridas íntegras, ayúdala...porque esta vez no se tratará de un acercamiento...sino de un alejamiento...de aquello que más teme.- Christine se removió, soltó un gemido lastimero y abrió lentamente los ojos. Divisó dos figuras al lado de su cama, ambas conocidas. Le dolía terriblemente la cabeza, poco a poco los recuerdos y sucesos acontecidos fueron llegando a su mente y la angustia la invadió. Sintió vergüenza de verse ante Remus Lupin, sintió que no podía mirarle a los ojos y a la vez, notó el miedo. ¿Podría él hacerle daño como los demás?

-¿Cómo te sientes?- le preguntó el hombre con una voz dulce, apaciguadora, que le inspiraba una tremenda seguridad. Aún así, Christine no osó mirarle a los ojos, sino que se centró en la otra figura. Así que no se lo había imaginado en el callejón. Era real.

-Madre...- murmuró. Notó como las lágrimas resbalaban de sus mejillas cuando sintió el contacto de la mano arrugada de la mujer sobre su piel.

-Hija mía...

-Perdóname, madre...¿podrás perdonarme por todo?- la adivina se inclinó sobre la cama y la besó en la frente.

-Nada, nunca habrá nada que yo no pueda perdonarte.

-Ese hombre...ese hombre lo hizo...lo hizo...

-Lo sé.- aseguró la mujer con su habitual tono misterioso.

-Yo le oí...él mató a mi padre...él lo mató...

-Necesitas descansar, Christine.- susurró la adivina y volvió a arroparla con suavidad.- Habrá tiempo para hablar...

-Necesito saber qué ocurrió...necesito que me confirmes si él me...

-Más tarde.- la interrumpió tajantemente la mujer y se levantó de la cama.

-No te marches...- le rogó la profesora.- Por favor...- era una súplica y ella lo sabía. Sabía perfectamente el motivo por el que no quería que la dejara sola, pero debía afrontar aquello, antes de continuar.

-Yo siempre estaré contigo, hija, pero ahora debes ser fuerte...debes vencer tus fantasmas internos...confía en tu corazón y haz caso de lo que te dicte...- una luz comenzó a brotar de la adivina. La envolvió por completo convirtiéndola en un cálido susurro de viento, que dejó escapar las últimas palabras.

-Mantén la fe...

Christine la vio desaparecer con un nudo en el estómago y optó por dirigir la mirada a los ojos de Lupin, que la mirada con preocupación. El hombre, entendiendo como ella debía sentirse, se sentó en un borde de la cama y le tomó la mano. Quedaron conectados por un extraño sentimiento, que brotaba de su interior...

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Aquella mañana el desayuno, pese a ser el segundo que ingería, estaba resultando más ameno de los habitual. Fred y George habían dejado su negocio y se habían tomado el día libre, para acompañarles un poco. Así que mostraban sus nuevos inventos por debajo de la mesa, lejos de la mirada inquisitiva de su madre, que no permitía que sus "chorradas", como ella las llamaba, estuvieran por la mesa donde se comía la comida.
También había más de un miembro de la Orden. Moody, Kingsley y Hestia, mantenían una conversación en secretismo. Harry ni siquiera se preocupó por tratar de escucharla, estaba más pendiente de mirar de reojo a Ginny, después de lo que había sucedido entre ellos.

-...anoche hablé con Charly.- explicaba Ron a su hermana menor y a Hermione, sin perder detalle de los nuevos inventos de los gemelos, que sin duda podría utilizar contra Draco Malfoy.- Se comunicó por la red Flu. Estaba muy bien y también dijo que Bill...

Harry dejó de escuchar. Parecía que la habitación se hubiese vuelto un vacío espectral. Sin darse cuenta, se puso en pie y se llevó una mano al pecho. Sentía dolor, un profundo dolor que no provenía de sí mismo. Su cabeza dejó de racionalizar y unos gritos horrendos le llegaron con fluidez. Gritos de terror, de angustia. Al instante, supo que lo que ocurría. Se había producido un ataque.
Levantó la mirada y vio como todos se habían puesto igual de pálidos al observarle. La señora Weasley se acercó a él y le puso las manos en los hombros.

-Harry...cariño¿qué te ocurre¿te encuentras mal?

-¡Por Merlín Harry, di algo!- exclamó Hermione aterrorizada.- te has quedado blanco...¿te duele algo¿El pecho?- Harry tuvo que reaccionar. Sabía que no hacerlo le daría un motivo a los miembros de la Orden para sospechar. Después de todo, él sentía lo mismo que había sentido Christine en los ataques, cuando estaba con ellos. ¿Y si ataban cabos¿Y si descubrían que eran los mismos síntomas que los de la profesora? Él recordaba haber visto a Christine, junto con sus amigos, poner la misma expresión de terror.

-No...no...es...-se mordió el labio inferior. No podía mentir, tenía que avisar a la Orden, tenían que acudir o de lo contrario sería demasiado tarde para esa gente. Levantó la cabeza decidido.- La cicatriz...- mintió.- Voldemort está muy contento...se está produciendo un ataque.

-¿Estás seguro?- Ojoloco Moody se había puesto en pie inmediatamente con un semblante serio.-Potter, esto es muy importante. ¿Estás seguro que...?

-¡Completamente!- exclamó Harry desesperado. ¿Por qué no le hacían caso? Esa gente estaba muriendo en aquellos momentos.

-¿Cómo...cómo lo sabes?- la señora Weasley tragó saliva. Harry negó con la cabeza. No podía decir el verdadero motivo, pero su cicatriz era una coartada perfecta.

-Simplemente lo sé...lo he visto...Voldemort está muy contento...es una ataque masivo y...

-¿Y si...y si no fuera más que una trampa?- tartamudeó Hermione. Harry la fulminó con la mirada. De nuevo el mismo dilema que en el Departamento de Misterios. Sabía que ella tenía motivos para sospechar, pero ahora sí sabía que era real, esto era distinto y no podía demostrarlo.
En aquellos momentos les llegó la luz. El señor Weasley entró corriendo por la cocina y jadeando. Todos se dieron la vuelta para mirarle, estaba tan pálido como Harry.

-¡Ha sonado la alarma¡Se ha producido un ataque¡Dumbledore está allí!- rápidamente, sin pronunciar una sola palabra, los miembros de la Orden se levantaron y salieron disparados hacia el pasillo, cogiendo de las perchas sus capas negras.- ¡Molly, cuida de los chicos, yo debo acudir!

-Pero...Arthur...

-Me necesitan.- los ojos del señor Weasley miraron con melancolía a su mujer y luego pasaron hasta sus hijos, sonriéndoles tímidamente.

-¡Yo quiero ir con usted, señor Weasley!- Harry se había acercado hasta el hombre. Tenía que salir de la casa de alguna manera y era por la mañana, la excusa de poner un doble en su cama no resultaría, se darían cuenta. Sólo tenía la opción de tratar de convencer al padre de Ron.- ¡Usted mismo lo ha dicho¡Se necesitan muchas personas¡Déjeme ayudar, por favor!

-No, Harry. Tú no estás en la Orden, eres demasiado joven. Esto no es un juego.- Lo dijo hablando rápidamente y sujetándole los hombros con ambas manos. Le dio un suave apretón en ellos y se levantó.- Molly, vigílales bien, entretenlos, en cuanto sepamos algo, te avisaremos.

-¡Ten mucho cuidado, Arthur!- le gritó su mujer una vez lo vio salir corriendo. Harry volvió a su asiento y suspiró en señal de desesperación. ¿Y ahora cómo iba a salir de Grimmauld Place sin que nadie se diese cuenta? Si tan solo Christine estuviese bien...pero por el aspecto que traía, seguramente estaría inconsciente en su cama y no se habría dado cuenta de nada.

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-¡Menos mal que habéis aparecido, esto es una masacre!- Tonks llamaba desesperada a sus compañeros que acaban de materializarse a tan solo unos metros de donde ella repelía, con un escudo protector, infinidad de encantamientos que se dirigían a una multitud de muggles que tenía detrás y que corrían despavoridos huyendo del ataque mortífago.
El señor Weasley y los demás miraron hacia la zona de batalla. Esta vez sí que estaban en un aprieto. No solo había mortífagos, sino que dementores y gigantes se paseaban tranquilamente por el Londres muggle. Destruyendo y matando a placer todo con lo que se topaban.

-¡EXPECTO PATRONUM! -los gritos de los aurores más capacitados del ministerio rompieron el ruido ensordecedor de los demás. Sus Patronus volaron en distintas direcciones, todos con formas inusuales y todos, dirigiéndose hacia los dementores. Muy pocos llegaban a ser corpóreos, pero era lo único que podían hacer para retener el avance enemigo.
Uno Patronus muy distinto a los demás, sobrevoló las cabezas de los todos. Era un ave...un fénix compuesto de humo plateado y que ahuyentaba con suma rapidez a las mugrientas criaturas.
Los aurores voltearon las cabezas para ver quién lo había invocado. La esperanza regresó a sus corazones al ver la figura de Albus Dumbledore, acompañada por dos más. Hagrid y su hermano pequeño, Grawp, se dirigieron sin demora al grupo de gigantes. Debían convencerlos, para eso habían venido, tenían que hacerles ver que de esa manera no iban a lograr nada.
Pero no sabían si iba a dar resultado, los gigantes parecían irracionales y cuando vieron a uno de su especie, pero que medía un metro y medio por debajo de lo normal, dejaron de prestarles atención.
Dumbledore blandió su varita con furia. Su rostro estaba crispado por la rabia. Se dirigió hacia los mortífagos, mientras su Patronus seguía envistiendo contra los dementores y comenzó a atacarles. Podía ver la risa en sus rostros. Se parecían tanto a su señor...
Un encantamiento salió de la punta de su varita y se dirigió hacia ellos. Alcanzó a dos. Los seguidores del mago tenebroso, al percatarse de su presencia, retrocedieron, todos, menos una figura.

-¡Dumbledore!- una fría risa, muy falsa, resonó entre los callejones de Londres. Una mujer, cabecilla del ataque, se quitó la máscara blanca y la lanzó a un lado, sonriendo cínicamente. Levantó la varita y...

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Harry se paseaba de un lado a otro de la habitación, mordiéndose las uñas y pasándose una mano por el pelo, revolviéndolo aún más. La señora Weasley los había mandado allí. Fred y George se habían marchado a su apartamento, para no dar más faena y ahora estaban solos.
Buscaba una solución para escapar, pero no la hallaba. Trató de comunicarse mentalmente con Christine, pero no lo logró. Ella debía de seguir inconsciente.
En un acto de desesperación, se acercó hasta su mochila y extrajo una cajetilla de tabaco. Sacó un cigarro, lo encendió con la varita y soltó una calada, sin dejar de pasearse y sin dirigir una mirada a sus tres compañeros, que lo observaban sorprendidos.

-Relájate un poco, Harry, todo va a salir bien.- Hermione trató de tranquilizarle, pero la verdad es que ella también estaba muy nerviosa. Se producían ataques todos los meses, pero estando en Hogwarts nunca tenían tiempo de pensarlo, ni de enterarse de una forma tan brusca. Se preguntó si su amigo se pondría así cada vez que la cicatriz le avisaba de uno.- Creo...que no deberías fumar. Es malo para la salud...

-Ahórrate la basura psicológica, Hermione, por favor.- rogó el muchacho entrecerrando los ojos.- ¡Maldita sea, tengo un mal presentimiento!- Y era verdad. Era la tercera vez que le ocurría. En las dos primeras ocasiones, Lupin había estado a punto a de morir y ahora se temía que algo igual pudiera suceder. Y toda la culpa era suya. Sólo tenía que salir de la casa, después de todo, sólo lo verían sus amigos, pero la Orden acabaría enterándose y si había algún espía entre en sus filas, estaría perdido. Si Voldemort supiera que él era el Salvador, todo su esfuerzo se iría al garete.

-Empiezas a delirar. -comentó Ron despreocupadamente. Estaba tumbado sobre su cama, leyendo un cómic sobre quidditch.- Despreocúpate, El salvador lo arreglará todo. Harry tuvo ganas de partirle la cara. Por un momento tuvo la tentación de decirle a Ron que él era el Salvador y que como podía comprobar, nadie aparecería en la batalla, puesto que él estaba ahí. Se llevó una mano al pecho...realmente, tenía un muy mal presentimiento...

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-¡Avada Kedavra!- un rayo verde salió de la punta de la varita de Bellatrix. Dumbledore desapareció en un estallido, y reapareció un metro de donde la maldición había pasado. La mujer soltó una carcajada demente y volvió a disparar. El director sólo se defendía, estaba atento a lo que los demás estuvieran haciendo y a los otros mortifagos, que no desaprovechaban las oportunidades.
Tonks cayó hacia atrás doliéndose de su espalda. Un frío intenso la penetró. Sintió como toda la felicidad del mundo se le apagaba. Sus ojos comenzaban a nublarse y en su lugar aparecían escenas en su cabeza horribles, escenas que deseaba borrar. Buscó a tientas su varita, pero no la encontró. El dementor se aproximó a ella. Estaba muy cerca...podía oler su aliento putrefacto...iba a morir, lo sabía, moriría escuchando sus peores recuerdos...la criatura se bajó la capucha y Tonks vio una boca succionadora. Cerró los ojos esperando el final.

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-¡EXPECTO PATRONUM!- una voz resonó muy cerca suyo. Era una voz que se le hacía familiar. Su espalda tocó el suelo duramente, pero no perdió la conciencia. Ya no sentía el frío, tampoco los recuerdos la invadían, era como haber recuperado la felicidad. Abrió los ojos y distinguió una figura que se dirigía a ella corriendo.

-¡Tonks¡Tonks¿Estás bien?- ¿era...? No, no era posible. Pero si hacía siglos que no le veía. Sintió como los párpados se le humedecían. Había tenido mucho miedo, había sentido la muerte cerca suyo y la había salvado la última persona que se habría imaginado.

-¡Ian!- exclamó abrazándose a él.- Ian...¿de verdad eres tú?

-Por supuesto que soy yo, tonta. ¿Te encuentras bien?- Tonks asintió y se separó de él. Su amigo no había cambiado. Seguía tan dulce y amable como siempre. Llevaba el pelo castaño oscuro, como le gustaba y el color de los ojos azul intenso. Ella tomó su mano y se levantó. Le sonrió, volvieron a abrazarse y rápidamente se dieron la vuelta para seguir con la lucha.

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Bellatrix no dio en el blanco. Estaba comenzando a enfurecerse. Sabía que si mataba a Dumbledore allí mismo, su señor le perdonaría todos sus fracasos. El director desapareció y ella lo perdió de vista.

-¡Maldición!- murmuró, pero rápidamente su sonrisa se ensanchó. Acababa de encontrar a la presa perfecta y una presa que sin duda agradaría a su amo. Corrió hasta ella y levantó la varita, lanzándole un encantamiento aturdidor.
Hagrid gritó de dolor. El haz de luz roja le había impactado en el antebrazo. Al ver de quién se trataba, dejó de dirigirse a los gigantes y centró su atención en ella.

-¡Maldita sanguijuela¡Te voy a enseñar yo lo que es bueno¡Vas a pagar por la muerte de Sirius!- Hagrid se dirigió sin pensarlo hacia ella. Trató de alcanzarla con ambas manos y destrozarla allí mismo, pero la bruja lo esquivó, reapareciendo detrás suyo.

-¡Resultas patético!- chilló riéndose estúpidamente con una voz infantil e imitada.- Dime¿qué crees que pensará el pequeño Potter cuando descubra qué es lo que he hecho?- Hagrid abrió mucho los ojos, pero no pudo reaccionar. Un instante después estaba amarrado en el suelo. Trató de alcanzar con una mano el paraguas viejo y la ballesta, que se le habían resbalado cuando las cuerdas habían impactado en él, pero estaban demasiado lejos. Soltó un gruñido aterrador y miró los ojos profundamente negros de aquella mujer que lo apuntaba entre las cejas.

-¡Acabarán contigo, vieja bruja¡Algún día alguien te hará pagar por lo que has hecho!

-Pero ese no serás tú...- murmuró Bellatrix. Hagrid ya no vio nada más que una luz verde dirigiéndose rápidamente hacia él. Trató de levantar las manos amarradas para taparse la cara, pero a medio camino éstas volvieron a golpear inertes el asfalto, sin ningún signo de vida.

Dumbledore, Tonks, el señor Weasley y Moody se giraron al mismo tiempo en esa dirección, para escuchar el grito triunfante de Bellatrix Lestrange.
En una habitación de Grimmauld Place, un muchacho de dieciséis años dejó caer al suelo una colilla encendida, llevándose nuevamente la mano al pecho y con un profundo sentimiento de tristeza, se enjugó una lágrima que resbaló por su mejilla, sin saber lo que había ocurrido.