Olasss gente! Ya estoy otra vez aquí. He tardado mucho? Umm, bueno spero que no. A ver, al fict le quedan poquísimos capítulos, tendrá 49 y ya voy por el 41...así que está en recta final. Lo que ocurre es que me marcho de vacaciones a Barna(aishh, q bonita es la ciudad condal) y claro, no podré actualizar en unos 15 días. (ya oigos gritos de querer a asesinarme) sí, sí, sé que es un mal momento pues el fict está en la parte más interesante, pero...tengo que disfrutar de mis vacaciones, jaja. En fin, como compensanción, intentaré, no prometo nada, actualizar antes de irme...a ver, me voy el lunes, pues...si puedo el domingo noche actualizo. En fin gente, que ya veo que muchos os habéis leído también el Príncipe Mestizo, ajaja. Nada más, os dejo con el capi a ver si os gusta. Besazos!

Reviews:

Landoms 182: Olass! Jaja, bueno, tocaba capítulo un poco más tranquilo y alegre. Digamos q el cambio de Harry se debe mucho a lo q le dice Emy. Quiere disfrutar la vida hasta su enfrentamiento con Voldemort, es muy normal. Y bueno sí, me leí el 6º libro, tu tamb te lo puedes leer, creo q hay foros donde ponen traducciones.

Caliope Halliwell: Olass! Jajjajaj, sí, nuestro "querido" príncipe, tú lo has dicho. Me ha gustado el libro, pero...no es el mejor ni de lejos y me esperaba más la verdad. Restando el final q es impactante, lo demás no es gran cosa. En fin, vamos al fict. Tenía q meter algo cómico entre tanta desgracia, no crees? Ajaja, por eso puse a Harry borracho y también este capítulo mucho más tranquilito. Harry cada vez se parece más a su padre, jaja, y tiene instintos merodeadores. Más cosas, umm, lo de Snape no es lo q tu crees. Me fastidia porq ahora todo el mundo va a pensar eso, pero no. Lo de Snape estaba planeado hace muchoooo tiempo, es más, no puedo cambiar lo bueno q iba a hacer el personaje, dentro de esta historia Snape es así y ya es tarde para retroceder. Besos!

Myca: Muchísimas gracias, me alegra oír eso. Trato de hacerlo lo mejor posible y espero no tardar mucho en actualizar. Dew!

Catalina: Olass, jaajaja, sí, bueno tocaba un poco de felicidad y humor. Emy es muy cómica, ajajja, su forma altanera de comportarse y en la q dice las cosas es muy chula. Y sí, entiendo q estés enamorado de Remus, pero el lobito es mio, ajajjaj.

Usagi-chan: Olass! Gracias! Bueno, no te creas q yo soy Buena en inglés, jaajaja, q va! Si soy muy normalita, pero me defiendo lo suficiente para haber entendido el libro. Si, la ministra en mi fict es Amelia, ufff, q mal y Rowling se la carga a primeras de cambios, yo q pensaba q seria ella la ministra en el libro y no el imbecil q nos han puesto. En fin,...A ver, el libro en castellano dijeron rumores de q saldría en Marzo del 2006, pero claro es mucho tiempo y la gente se esta quejando parA q lo saquen a finales de año, ya veremos.,..

Sarah-Keyko: Olass! Bueno, para q veas q soy Buena, ajajajaj, no siempre iba a poner a Harry triste, tenía q haber un equilibrio. Sí, la escena de harry y Ginny en el lago es una mini reconciliación, claro q Harry no habla en serio, el estaria con ella como novio, no solo como amigo, pero no se lo puede decir. Ron y Hermione están dando pasitos hacia delante, pero cuando acabes de leer el fict sabrás porqué no pueden estar juntos. Y sí, jaja, ya me he leido el 6..umm, bueno, hay traducciones por ahí por los foros, y sino prueba con el ingles q ,la forma de escribir de rowling no es muy difícil. Besazos!

Derichbin: Olass! Jaajajaj, bueno, el 40 es largo en sí, lo q pasa q no hay mucha acción, es verdad, pero tenía que ser así. En fin, q te lo pases bien en Polonia!

Lladruc: Olass! Jajaja, no home no, el q pasa q el Harry es un boig, té moltes coses del James, es un merodeador en tota regla, ajajaj. Sips, ho de lalan fa molta llàstima, el pobre té una mort molt dolenta i la christine ho sap, per això està tan mal. Si lalan hagués vicut el voldemort ja seria mort, el alan era un dels arcàngels més poderosos de tots, pero aixo no vol dir q el harry no puga matar al voldemort, si, si que pot, pero el voldemort es pensa q no. El 6 llibre té un final impresionant, ajajajaj, ja ho voràs! Petons!

Kaily-gw: Olass! Jaja, ya ves que sí q he escrito, eso sí, después de acabar el 6 libro. En Agosto actualizaré muy poco porq me voy dos semanas de vacaciones. Bueno, Emy tiene sus motivos para decirle a Voldemort quién es el traidor. Sí, así murió Alan, desplegando todo su poder, una muerte como la que podía haber tenido chris aquella vez si emy y harry no la hubiesen salvado. Pero no, la muerte de alan no ha influido en la profecía, aunq voldemort cree que sí. Bueno, aajaaj, sí, la escena del riachuelo con ginny es una especie de reconciliación. Harry tiene mucho de merodeador, ajajja, es normal q le salga a veces esa vena de su padre. Tenía q estar contento, cuando estas tan mal solo quedar subir., Sí, culpad a Rowling por mi retraso, jaajjajaa. A ver, para mí el 3 sigue siendo el q más me has gustado, me esperaba más de este, pero reconozco q el final es brillante, una pasada. Yo sí q creo comprender el significado, tanto de esto, como de la muerte de Sirius. Ten en cuenta q si no hubiese pasado Harry no se marcharía a donde ya sabes al final, ahora ya nadie puede morir por él. Y sí, me voy en Agosto de vacaciones, ajajaj, pero solo dos semanas, así q no tardaré en actualizar o eso espero. Besazos!

Barby-Black: Olass! Harry en la enfermeria? Jaajajaja, pobrecillo, a decir verdad es demasiado fuerte para ello y no iría a la enfermería, sino que christine lo curaría para no levantar sospechas. No obstante, ummm, lo verás alguna vez. El 6...hay el 6...a mí sí que me dejó en shock, precisamente porq el personaje q traiciona es de mis preferidos, pero bueno. Y bueno, yo a Draco nunca lo he visto pasarse al lado de la luz, ajajaa, no lo creo, es demasiado malo.

Ginnyalis: Olass! No te preocupes, no voy a poner nada q pueda fastidiar el libro. Ni como comentario ni en el fict, el fict ya está pensado y tiene su final, independientemente del libro.

Shaman: si, jaja, tenía un gran motivo para no actualizar. Una pena, realmente...

ATH: Gracias a ti!

Verónica: Olass! Mil sorrys...sé que debería haber actualizado más, pero es q no es culpa mía, sino de mi enganche al 6 libro, ajajaja. No hay mucho q decir del libro, a mi me ha decepcionado un poco, aunque el final es sorprendente. No se expresa muy bien el sentimiento de pérdida de Sirius, umm, salen muchos recuerdos del pasado de Voldemort y también una manera de destruirle, pero poco más. Hay en algunas páginas que lo están traduciendo. Respecto al fict, jaajaja, bueno sí, soy mala y todavía queda que sufrir, pero no mucho. Umm, bueno, es verdad q Ginny será importante en el final, pero no de la manera en la que tú crees. Paciencia. No te preocupes q pondré una escena bonita de ellos dos al final.

D.Alatriste: Olass! Jaja, bueno, no viene mal un curso intensivo de inglés, no? Jaajaj. Bueno, ya veremos qué pasa con Ian...no te preocupes por el doc, ya lo tengo todo bien organizado, gracias de todos modos.

Aidee: Olasss! Bueno, jajaja, sí, las cosas pinan un poco más. A ver, Harry sabe que alguien debe hacer un sacrificio para acabar con Voldemort y piensa que es su obligación. Pero lo mismo piensa Christine, es una lucha encarnizada para ver quién se sacrifica al final. Ya veremos...

Mariet Malfoy: Sí, efectivamente, en su realidad, Emy es la tía de Harry, hermana de Lily. De ahí a que tenga los ojos verdes. Sí, el fallo de Voldemort es que está subestimando tanto a Emy como a Harry y eso le costará caro. En cuanto a Snape, bueno, es un sacrificio que debe hacer Harry para adelantar las cosas, no te preocupes, es necesario. Dew!

Absintheaddict: Olass! Jajaja, el review sí que ha sido raro. Umm, ya me dirás si hay algo q no entiendes, no era tan raro el capítulo. Dew!

DeMalfoy: Olass! Muchas gracias! Me alegro q te haya gustado el capi. Sí, en este capítulo tocaba revelar cosas, tanto de Emy como de la familia de Christine. Más cosas. Ahora Ginny y Harry ya han arreglado sus diferencias y todo será más fácil para ellos de ahora en adelante. Jaajaj, sí, el capi era más humorístico porq hay que darle un equilibrio al fict, no podía ser todo tan triste, cuando están tan mal los personajes sólo les queda subir y salir adelante. Así que por eso le he dado un respiro. Sips, tienes razón con el libro de Rowling, no es el mejor, pero da muchos datos y el final es brillante.

Alkas: Olass! Jajaj, sí, mira por donde tocaba un poco de humor después de tanta tragedia. Cuando quiere, Harry sabe demostrar que es un auténtico merodeador. Jjaajajaj, bueno, he de decir en principio q lo de Snape no es nada personal, ya estaba todo planeado en el fict y sé que cuando leáis lo que le va a ocurrir muchos pensaréis que es una venganza, pero no lo es en absoluto. De hecho, Snape siempre ha sido uno de mis personajes preferidos. A ver, te explico lo de Emy. Sí, es verdad, en su dimensión Petunia es la hermana mayor, después va Lily y la pequeña de todas es Emy. Lo que son, se está refiriendo a la UNION de las cuatro sangres. Voldemort secuestró a Lily pensando que la Unión era ella, pero se equivocó, porque Emy siempre fue la verdadera Unión y nadie lo supo nunca. Y sí, sólo en su dimensión es Harry su sobrino. En esta realidad Emy no existe, no nació, pudo ser por mil motivos, y aunque lo hubiese hecho, no hubiera sido la Unión. Sólo hay una Unión que cubre todas las realidades. Y no, para nada, no me molesta q me preguntéis, al contrario, me encanta. Sí, es verdad, no es el mejor libro, para mí el mejor sigue siendo el 3!

Veruka: Olas! Gracias! A mí este capítulo también me gustó escribirlo. Se salía de lo habitual y creo que Harry merecía ese paréntesis antes de afrontar todo lo que le viene encima. Por algo es hijo de un merodeador. Umm, quizás tenga algún gesto cariñoso con Ginny, pero nunca como pareja. A ver, sí, Emy es tía de Harry pero del Harry de su realidad, en esta realidad Harry no tiene más tía que Petunia. Eso no afectara en nada a la trama porque además, Harry no lo sabe. Lo que tenga que saber lo averiguará al final. Bueno, es cierto que para Snape habrá un castigo especialmente duro, pero no quiero que penséis que es una venganza, porque no es así. El fict, como he dicho muchas veces, estaba pensado desde el primer momento que me puse a escribirlo y además, Snape es un personaje que me encanta y que consideró "inocente" en cierto modo de lo que hizo en el 6 libro. Y sí, jajaja, me encanta Bon Jovi, es mi grupo de música preferido y Keep the Faith aparte de apropiada es una gran canción. Besos!

CAPITULO 41: HAS NACIDO PARA SER "MY BABY"

La luz del sol que se filtraba entre el cielo azul entristecía aún más su corazón. Se repetían los días, las tonterías, las risas y las mentiras y ella seguía allí, sin una razón, preguntándose porqué, cómo y cuánto duraría. Ahora que él no estaba a su lado, ahora que el paisaje agreste de Hogwarts, el bullicio estudiantil y las horas de agonía por la espera, aguardando a que el enemigo decidiese de nuevo dar una estocada, cada vez, más dolorosa, ahora que las palabras se iban clavando como puñales en su interior y comprendía mucho mejor cosas que de niña le habían parecido evidentes; nada carecía de sentido.
Volvía a su mismo círculo vicioso, cada vez más desesperante, más agonizante. El momento del adiós y con él, todo lo que había ganado en poco tiempo. Era perder una cosa y recuperar otra. ¿Porque le dignaría el cielo la posibilidad de estar con su hijo? En aquellos instantes, era quizás, junto con Harry, lo que más le importaba. Harry...se había convertido para ella en algo mucho más grande. Más importante incluso que cuando lo estrechó entre sus brazos la primera vez. Ese momento en el hospital en el que Lily lo puso en su regazo.
Pero él estaría bien. Se había encargado de eso y lo sabía. Sabía que Lupin lo cuidaría mucho, tal y como había demostrado en Grimmauld Place y sabía que una vez acabada la guerra, el chico podría al fin tener la merecida vida que le tocaba.
Le había otorgado todos los conocimientos suficientes para sobrevivir en esa sociedad. Lo observaba y se enorgullecía de él, se había convertido en todo un hombre, encarando a los mortífagos, enfrentando en palabras a Dumbledore, a la Orden, al Ministerio...definitivamente, no la necesitaba.
Era cierto que desde la captura de Pettrigrew, Harry la había tratado diferente. No alcanzaba a entender porqué, pero así era. La miraba a los ojos con otro tipo de brillo, ya no había odio ni rencor, no había nada más que respeto y eso era algo que ella quizás no merecía. Sabía y no lo entendía, que Harry la había perdonado, cosa que ella nunca hizo con su madre. Y aquello le pesó todavía más.
Tal vez, si Remus Lupin jamás le hubiese contado aquello, ella se habría conformado con seguir en su silencioso resentimiento, pero ahora no, no podía. Había cometido quizás la mayor injusticia de todas, un error más en su desdichada vida y la culpabilidad volvía a aflorar en su alma.

-Dios mío...¿cómo pude estar tan ciega?- murmuró al vacío. Caminó hasta su escritorio, rebuscó en uno de los últimos cajones y extrajo una fotografía. Era vieja y estaba arrugada, pero para ella debía de tener un significado especial porque la estrechó contra su pecho y cerró los ojos, profiriendo un grito de angustia.

La foto resbaló de entre sus dedos y voló lentamente, hasta caer al suelo boca arriba. Los rostros de dos sonrientes adultos se dejaron entrever. Un hombre de cabellos cenicientos y unos profundos ojos azules, idénticos a los de la mujer que había dejado caer la fotografía; cargaba en brazos a una niña de unos diez años, con el rostro sonriente y abrazándose fuerte a su cuello, para no caerse. Al lado de ellos, mostrando una sonrisa completamente sincera, se encontraba una mujer joven y muy guapa. Una larga melena negra se extendía hasta su cintura y unos ojos cristalinos, incoloros y de un brillo inusual observaban con amor a los otros dos ocupantes de la estampa, recargando la frente sobre la pequeña.
Christine se tapó el rostro con ambas manos, pero no lloró. Hacía días que no lograba extraer una lágrima de sus ojos, y aunque en parte, lo agradecía, el nudo que se formaba en la boca de su estómago se hacía más y más pesado.
Se apoyó al borde de su mesa de escritorio y dejó que los pensamientos, recuerdos y visiones pasadas fluyeran por su mente como una película de vaqueros. Tenía un inmenso poder y ese foco de energía que había salvado a tantas personas, había sido el incentivo que había estropeado su vida, la suya y la de aquellos que más quería.

-Es una buena fotografía.- Christine se destapó el rostro algo exaltada. Una voz melodiosa, pausada y agradable acababa de irrumpir abruptamente en sus cavilaciones. Miró hacia el suelo, donde debía estar la foto de su familia, pero no la encontró.
Y entonces captó la presencia de otra figura en la habitación, cercana a la ventana, que acariciaba con sus arrugados dedos, un trozo de papel viejo, que debía ser la estampa que la mujer había tenido entre sus manos.

-Madre...- susurró Christine abriendo la boca sorprendida. Los ojos de la adivina se arrugaron de tristeza, al ver la palidez del rostro de su hija, que se acababa de arrodillar a sus pies, bajando la mirada en señal de respeto.

-Levántate...Christine...- murmuró la mujer. No era una orden, sino una petición. Los demás arcángeles comunes siempre se arrodillaban cuando ella u otro de los "mayores" se presentaban ante ellos, pero era un protocolo que no deseaba que su hija tomara en cuenta. Para ella, siempre sería su niña. Aunque muy pocas veces le hubiese mostrado un poco de ese cariño.- Éramos muy felices en este tiempo...hija mía...- La profesora levantó la cabeza, pero siguió en la misma posición, arrodillada a los pies de su madre.

-¿Lo echas de menos?- se atrevió a preguntar con una voz mucho menos dura de la que solía utilizar. La adivina dejó de observar la vieja fotografía, para poner los ojos en ella.- A papá digo...

-Siempre le dijiste "papá".- sonrió la mujer con dulzura. Pese a lo que pudiera pensar Christine, no era un reproche.- Es una palabra muy dulce que...

-Nunca lo hice por ofenderte...mamá.- Christine cerró los ojos un instante y se mordió la lengua.- Trataba de mostrarte el respeto que merecías...eso es todo.

-Respeto que yo te obligué a adoptar.- corrigió la mujer serenamente. Se levantó del alfeizar de la ventana, pasó al lado de su hija y depositó la fotografía sobre la mesa del escritorio.- Sí, le echo de menos-respondió sin que su voz ni su entereza se quebraran ni siquiera un poco.- pero traté de que no te dieras cuenta de ello...

-Me hubiese gustado que me lo dijeras-Christine se puso en pie al final, pero contra las expectativas de la mujer, no la miró con odio ni resentimiento, sino con tristeza.- Antes...no lo recordaba o no había querido recordarlo...pero papá y tú os queríais mucho. Tú le querías mucho...

-Cierto.- reconoció la adivina sonriendo sinceramente.- Lo amé por encima de todas las cosas y no hay un momento en mi vida en el que no lo recuerde...- la profesora hizo un gesto de asentimiento con la cabeza y esa vez fue ella la que se apoyó en el alfeizar de la ventana.- pero a veces las cosas ocurren por fines que no alcanzamos a entender, a veces debemos vivir con el peso de la soledad, del dolor o de las pérdidas de aquellos que más queremos y aún así, por mucho que todo sea un muro de piedra muy pesado, debemos actuar con valor y resistir. Todo en la vida tiene su recompensa.

-¿Cuál es la tuya?- le espetó Christine.- No estoy de acuerdo...tú no pudiste elegir. Por culpa de...- la mujer tragó saliva con dificultad, le costaba enormemente recordar el motivo por el cuál su madre estaba allí-...tú perdiste a tu marido, estabas condenada por las reglas de nuestra raza, ellos te lo advirtieron...¿cuál fue tu premio¿Ser uno de ellos¿Vivir amando a un...recuerdo?- esa Christine se parecía mucho a la adolescente de sus tiempos después de Hogwarts, cuando había conocido a Dani y se había enfrentado a todo por él. Había recuperado una parte de su carácter fuerte y sus nervios a flor de piel, siempre hablando de injusticias y de derechos. Y fue eso lo que más agradó a la adivina. Tal vez, el estar con Remus Lupin había devuelto a su hija una parte de lo que fue. Se acercó a ella y le acarició la mejilla con ternura. Christine cerró los ojos y una lágrima que había pugnado por salir durante todos esos días, resbaló por sus pálidas mejillas.

-Mi recompensa... fuiste tú.- susurró la mujer y Christine sintió como el corazón le bombeaba a un ritmo acelerado. Nunca se había sentido tan querida por su madre hasta ese momento.

-¿Por qué has venido?- preguntó suavemente, todavía con los ojos cerrados y aguados.- ¿A quebrar la poca entereza que queda en mí?

-No me necesitas para que eso ocurra. Ocurrirá y lo sabes.- la adivina retiró la mano del rostro de su hija y se dedicó a observar el vacío. Christine suspiró y le dio la espalda.

-No antes de que acabe mi misión.

-Tu misión requiere de ciertos sacrificios que no estás dispuesta a hacer.-ambas se miraron. La dureza de las palabras había vuelto a hacerse patente. Pero no era una discusión, ni se recriminaban nada, simplemente intercambiaban sus puntos de vista y ese era su forma de hacerlo.

-Lo haré.- aseguró Christine apretando los puños contra la piedra que componía el alfeizar.- Es mi deber...

-Tu deber es encontrar el mejor camino.- le corrigió la adivina.- ¿Qué pasará cuando tengas que elegir entre tus sentimientos y él¿Podrás resistir?- la profesora la miró con dureza, pero no respondió y eso le dio manga ancha a la mujer para continuar, esta vez, con un tono mucho más apacible.- No es un reproche, es una advertencia para que tengas cuidado. Una vez tuviste que elegir entre tu felicidad y tu obligación...y te equivocaste. No vuelvas a tomar el camino que no debes.

-¿Y cuál es el camino?- quiso saber Christine. Le temblaba el labio inferior.- ¿Eres capaz de mostrármelo?

-Cuando llegue el momento...lo sabrás.-aseguró la adivina hablando en su habitual tono misterioso. La profesora suspiró, se apartó de la ventana y caminó de un extremo a otro de la habitación, pasándose nerviosamente una mano por el cabello.

-Me lo prometí a mi misma. Me sacrificaré, madre. Lo prometo. Puedes...puedes estar tranquila.- la mujer adoptó una semblante serio y entrelazó sus manos, jugueteando con un delantal de hilo violeta que llevaba atado a la cintura.

-Tu felicidad me dará la tranquilidad.

-Tú sabes donde podría encontrarla. Y tengo acceso a ella. Ahora...soy libre.- Christine lo dijo en un tono tranquilo, pausado y seguro, pero sabía que aquello le destrozaría el corazón.

-¿Qué hay de Remus Lupin?

-No le estoy engañando...- la profesora negó con la cabeza, mientras la tristeza volvía a adueñarse de su expresión.- Le dije la verdad...pero cree poder detenerme...

-No hay nada que pueda detenerte.- sonrió la anciana y logró que una mueca que se parecía a una risa, se asomara por el rostro de su hija.- Pero sí alguien...- Christine no le dio importancia a esas últimas palabras y debió dárselas. Ella no sabía que semanas después las recordaría una y otra vez, sin entonces dar marchar atrás. Asoció ese concepto con Voldemort y aquello sólo logró enfurecerla todavía más.
Por un momento, se había olvidado o se había querido olvidar de lo que la estaba atormentando tanto, pero al ver allí a su madre, tan fuerte, tan valiente y tan entera como siempre, una parte de su alma se quebró. La injusticia era la palabra que más había recalcado en su adolescencia y fue su propio carácter quién la llevó a cometer la peor de todas.

-Venia, mater. (perdóname, madre).- Christine volvió a arrodillarse a los pies de la mujer. Una solitaria lágrima continuaba bañando sus mejillas.

-Hacía mucho que no utilizabas esa lengua.- la adivina se dio la vuelta bruscamente hacia la ventana. No esperaba aquello. Desde los diez años Christine nunca había hablado lengua de arcángeles: el latín primitivo. Ella se lo había enseñado, su esposo lo hablaba también, pero desde que había muerto, su hija jamás la había querido usar. -¿Quod?(¿por qué?).

-Ego venero tu(te respeto).- la profesora no levantaba la cabeza. Ya hacía mucho tiempo que debía haber tratado a su madre como tal y ahora iba a tratar de que ella la perdonara, porque sabía la verdad.- Ahora comprendo, madre.- la adivina siguió dándole la espalda, pero no porque estuviera enfadada, sino más bien sorprendida. Nunca había esperado que su hija comprendiera al fin la verdad, ni tampoco que la creyera.

-Ille neco ea tu pater.(Él mató a tu padre).- la mujer asintió y sonrió amargamente, dándose la vuelta y caminando hacia Christine, para arrodillarse junto a ella.- Pero yo no pude impedirlo.

-¿Quod? (¿Por qué?)- la profesora ahogó un sollozo y entonces la adivina hizo algo que Christine no se esperaba: la abrazó.

-Porque ese día fue el que me nombraron uno de los mayores.- respondió la mujer cerrando los ojos amargamente.- Et non senta vester cruciatus.(Y no sentí vuestro dolor).- fue como si una losa muy pesada cayera sobre el cuerpo de la profesora, sabiendo que esa horrible verdad siempre estuvo guardada dentro de su corazón y que hasta ahora, no había deseado tener acceso a ella. Siempre pensó que era más fácil culpar a su madre y ahora, se arrepentía de ello enormemente.

-Vindico caedem patris(vengaré la muerte de mi padre)- prometió Christine separándose del cálido abrazo y apretando los puños con fuerza. Un brillo inusual recorrió sus ojos. La adivina cerró los ojos y por primera en la vida, su hija la vio llorar. Era una única lágrima y muy diferente a todas aquellas que había visto. Parecía un diamante pequeño, resbalando por una cortina y marcando un rastro a su paso.

-Aliquis dico semel vicis qui vitae non est ad intellego sine ad vitam.(Alguien dijo una vez que la vida no está para comprenderla, sino para vivirla)- susurró la mujer enjugándose la lágrima que caía de su rostro y mirando como era absorbida por las yemas de sus dedos.- Victum tua(vive la tuya).- se levantó del suelo y se arropó mejor el chal que llevaba puesto, mirando hacia el techo como si la habitación estuviese a una temperatura mayor a la que deseaba.

Mater!(¡Madre!)- Christine también se levanto con una expresión de decisión en el rostro. La adivina, se dio la vuelta hacia ella, con un semblante de total seriedad.- El destino nos ha jugado malas pasadas, sí, el destino ha querido que hoy yo esté alejada de los que más quise, sí, el destino fue caprichoso y me llevó una y otra vez a cumplir mi obligación cuando yo repudiaba lo que era, sí...pero...- entornó los ojos-...no me librará de llevar a ese muchacho a la victoria, no me librará de ver con mis propios ojos como lo derrota aunque después se lleve mi vida. ¡Ego volui ea patris!(¡Yo quería a mi padre!). Y no voy a permitir que el culpable se salga con la suya.- la mujer miraba atentamente a su hija, sin apartar sus ojos indefinidos de los azules de ella.- Puede que me lo quitara...puede que matará a Dani, a Alan, a Lily y a James, puede que me quitara las ganas de vivir...¡Sed nunquam spem eripere!(¡Pero nunca me quitará fe!).

-Ego credere apud tu.(Yo creo en ti).- la adivina sonrió y acarició el rostro tembloroso y pálido de Christine. La profesora jamás se había sentido tan dichosa, tan fuerte y pese a esa creencia ciega que su madre poseía en ella, no podía dejar de tener miedo. ¿Por qué no había visto mucho antes esa grandeza de la que estaba compuesta su madre¿Por qué no se había preocupado de entender, de comprender que ella podía estar sufriendo de igual forma? Había perdido a su esposo y se veía en el reto de criar a una niña sola, una niña rebelde, que nunca le facilitaba las cosas y que fingía odiarla cuando por dentro se moría porque le mostraran más y más cariño.

-Venia, venia, amabo te.(perdóname, perdóname, por favor).- la adivina secó con sus arrugadas dedos el rostro frío y húmedo de Christine y sonriéndole amargamente, dijo:

-Non, venia tu.(No, perdóname tú).- la profesora levantó la cabeza y besó con dulzura las manos tibias de la mujer.- Non fui semel bona mater(No fui una buena madre). Quise suplir el dolor con dureza, quise que tu corazón fuese capaz de soportar todo dolor...y me arrepiento.- Christine negó con la cabeza mientras sollozaba.

-Lo hiciste por mi bien...no lo entendí.- tomó la vieja fotografía del escritorio y se la tendió a la mujer, para que ella la guardara. Con los ojos llenos de amargura, preguntó:-¿Amore me, mater?(¿Me amas, madre?)

-Te amore in perpetuum. (Te amaré para siempre).

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La noche se empeñaba en ser caprichosa. Salpicaban las estrellas fugaces, el momento de los deseos era quizás ahora cuando más cerca estaba, contemplando a lo lejos, lo que parecía una lluvia de meteoritos. El cielo caía. Las luces bañaban el horizonte e iluminaban, momentáneamente, los alrededores del bosque prohibido, haciendo especial gala, de las caprichosas formas que se reflejaban en las cristalinas aguas del lago.
No era ni muy tarde ni muy temprano, pues la lluvia estelar no volvería a repetirse sino un centenar de años después, donde para entonces, seguramente nadie podría repetir asiento de primera fila.
Desde su posición en lo más alto de la torre, podía escuchar el rasgueo de las piezas de una docena de telescopios; no había mucha gente que deseara perderse el estreno.
Sin embargo, para él era algo relevante. ¿Qué podía importarle si en ese mismo momento miles y miles de personas estaban en su misma posición, mirando el espectáculo celestial? Lo único que tenía en mente era la guerra interna que se estaba llevando a cabo en el interior de su corazón y pensando, que el momento decisivo estaba a tan solo un paso, decidió que ya era hora de hacer llegar su mensaje. Abrió el diario, en el que había estado escribiendo durante más de una hora y observó la caligrafía perfecta y redonda de Ginny.

"¿Lo escribimos juntos?"

Rezaba en la primera página que Harry había dejado en blanco. Era hora de poner su propia dedicatoria. Cerró el libro y pasó las páginas desde el principio. Más o menos estaba escrito casi la mitad del diario. Dejaría las demás hojas en blanco, ese sería el turno de Ginny para escribir, lo malo, es que él nunca lo vería.
Tomó aire, se recostó un poco más en la fría pared de la torre de astronomía y abrió la tapa de su bolígrafo verde. Puso la punta en el vacío espacio y se imaginó la reacción de su antes novia cuando lo leyera. Sonrió con melancolía y escribió:

"Estaré muy lejos para cuando lo leas, pero como te dije aquel día junto al riachuelo, búscame y me encontrarás, sea donde sea, Ginny, siempre estaré contigo. Espero que disfrutes la vida en el mundo que dejaré para vosotros. Diles a Ron y a Hermione que han sido los mejores amigos del mundo y que junto a ellos pasé los mejores momentos de mi vida. Seca tus lágrimas, pelirroja, que son demasiado hermosas para que las derroches sin motivos.
Un día, cuando pasen cientos y miles de años, volveremos a encontrarnos y entonces te diré todas las cosas que quise y no pude decirte en vida. Mientras, sé feliz, encuentra a alguien que te quiera, cásate con él, ten muchos hijos y nietos y haz honor a la oportunidad que le brindé al mundo. Después de todo, has nacido para ser "my baby".
Con cariño, Harry Potter."

Una lágrima resbaló por sus pálidas mejillas y se posó sobre el papel, nublando sus últimas palabras, pero dejándolas bien visibles al ojo humano. Cerró el diario de sopetón y se puso en pie. No podía mostrarse débil ahora. Se había prometido disfrutar al máximo ese tiempo que le restaba y lo iba a hacer. ¿Tenía por primera vez miedo a la muerte? Como ser humano, sí, como espíritu, no. Por fin volvería a ver a Sirius, a sus padres y esa idea, aunque atormentadora y desoladora para los demás, era reconfortante para él. Estaba entre la espada y la pared. Las ganas de acabar de una buena vez y las de no hacerlo por esa debilidad como hombre. ¿Quién no se amilanaba ante las puertas de la poderosa, cruel y orgullosa muerte? Nadie. Pero él, Harry Potter, había acatado su destino y había decidido aceptar...para otorgar.
Se levantó del suelo y se arropó mucho más con su capa oscura. Vaho salía a través de sus labios cortados y amoratados. Tenía mucho frío. Su alma era un témpano de hielo.
Pasó cercano a unas columnas y no notó nada que se saliera de lo normal. Grave error. Tan centrado iba en mantenerse a si mismo la promesa y en las palabras que él y Emy habían intercambiado, que no se percato de ningún signo anormal.
Salió por la puerta de madera y ésta dio un golpe seco al cerrarse.
Al sonoro campaneo le siguieron unos segundos de angustia, sólo rotos por el tintineo del rasgar de los telescopios, en el aula subterránea de la torre.
Una figura vestida de negro, sonrió. Se despojó de una capa de invisibilidad y murmuró unas palabras inteligibles. Nadie, excepto las estrellas, pudo escucharlas.

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Caminaba lentamente por los largos y oscuros corredores. Sentía una opresión en el pecho, como un débil presentimiento, pero trató de ignorarlo. El corazón le bombeaba con ritmo frenético, como si acabara de correr cientos de kilómetros. Se detuvo en seco y miró la numerología de las mazmorras.

-Pasillo séptimo, celda doscientos treinta y dos...- recitó entre dientes. Faltaba poco para llegar. Una par de metros y se hallaría en el lugar donde lo habían citado, seguramente, para encargarse de la tortura del algún prisionero. Maldijo su suerte por lo bajo. Tenía que fingir muy bien que disfrutaba con esos ratos de maldiciones imperdonables, pero la realidad era muy distinta.
Nunca lo había hecho. En tiempos pasados solía ser el encargado de extraer información a los prisioneros y concluía su labor con total éxito. Normalmente, los demás mortífagos disfrutaban tanto con las torturas que acababan matando a los rehenes o hundiéndoles en la locura, pero él no.
Se mostraba impasible, con su rostro carente de emoción y les condenaba lo justo y necesario, con el máximo dolor posible y una precisión que su señor admiraba en él. Nunca había fallado al averiguar información. Pero por entonces era uno de ellos...y ahora, era muy distinto.
No deseaba el sufrimiento ajeno, con todas sus fuerzas había tratado de evitarlo y por eso, había puesto en integridad su papel como espía y en consecuencia, su vida.
Suspiró resignado y cerró un instante los ojos, antes de penetrar en la oscura y tétrica mazmorra. Ni un atisbo de luz iluminaba su interior. Entornó los ojos buscando a un mediador que le proporcionara los datos de su labor, pero no lo encontró. La puerta, detrás suyo, chirrió y se cerró de un golpe seco y limpio.
Snape se mordió el labio inferior, pero no se dio la vuelta. Unas risas inundaron la oscuridad y entonces dos antorchas se encendieron frente a él.
El profesor observó sin inmutarse como dos figuras escoltaban a una tercera. Reconoció de inmediato a dos de sus compañeros mortífagos: Malfoy y Nott. Pero no eran ellos los que más captaron su atención, sino la tercera y última presencia. Alto y delgado, con una larga capa negra y rostro con rasgos de serpiente, Lord Voldemort, estaba allí.
El poco color que restaba del rostro de Snape, desapareció. Su señor no lo notó, pero dejó entrever una mueca divertida que se contrajo en sus crispados labios.
El hombre, avanzó unos pasos hasta él y le sonrió con desprecio.

-Debí imaginar que serías tú...me pregunto como no me di cuenta antes...- Snape, que ya sabía que su destino estaba fijado esa noche, no respondió. Ahora entendía aquel numerito. Voldemort lo había descubierto, no sabía cómo, pero lo había hecho y negarlo sería de total inutilidad. Aunque fuese inocente, que no lo era, a su señor le bastarían sus propias sospechas para eliminarlo, por muy útil que le resultara. Estaba perdido y lo sabía.- Te brindé una oportunidad y me has traicionado...preferiste servir a ese viejo estúpido y sus ideales a favor de la defensa de los muggles...ridículo...- el hombre se paseaba alrededor suyo con el rostro crispado de rabia, mientras él se dedicaba a permanecer en el más absoluto de los silencios, mirando directamente al vacío.- Bien...no importa, ha llegado la hora del juicio...

Tanto Malfoy como Nott se acercaron a él y lo tomaron por los brazos, esperando una seña de su señor, para actuar. Voldemort cabeceó en señal de asentimiento y entonces Snape vio como los dos mortífagos le despojaban de la capa negra y después de su camisa, bastante larga, del mismo color, dando a conocer una musculatura pronunciada, pero pálida; quedándose así, únicamente vestido con el pantalón y los zapatos. Voldemort sonrió, parecía planear lo que iba a hacer para cambiar la piel tan inmaculada del profesor.

-¿No vas a decir nada en tu favor, Severus?- el mago tenebroso caminó en círculos, jugueteando con su varita y observando atentamente cada movimiento del traidor.- Supongo que querrás hacer gala de una muerte digna...lamento tener que decepcionarte... -se detuvo justo enfrente de su rostro y se acercó mucho hacia él, mostrando su irregular dentadura.- Quiero que sufras...quiero que grites y te retuerzas de dolor...pagando así por cada una de las jaquecas que me diste en el pasado...haces bien en silenciar tu miedo...¡Atadlo a los grilletes!- Con una mueca de disgusto, Snape observó los grilletes que colgaban de las sucias paredes de la mazmorra. Malfoy y Nott no tuvieron que oír dos veces la orden. Se dirigieron hacia él y éste no opuso resistencia cuando lo arrastraron bruscamente hacia la pared y le colocaron los dos grilletes en sendas muñecas. El profesor realizó una mueca de dolor, se sentía muy incómodo sujeto a la pared y sabía que a partir de ahora, no podría defenderse. Cada vez estaba más nervioso y pálido.

-Vamos a ver la resistencia física de tu cuerpo, Severus...- siseó Voldemort maliciosamente, alzando ligeramente la varita.- ¡Crucio!
Un rayo rojo se dirigió hacia Snape, que no pudo remediar retorcerse y gritar de dolor como si le estuviesen clavando mil cuchillos candentes por todo el cuerpo. Voldemort, repitió la maldición un par de veces más...

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Allí estaban. Aquello que habían temido desde el martes y había llegado: la primera clase de Cuidado de Criaturas Mágicas sin Hagrid. Todo Gryffindor estaba bastante consternado. No es que Hagrid hubiese llegado a ser un profesor excelente, pero por su carácter afable y bonachón, todo el mundo le había tomado un especial cariño. Todos, excepto los de Slytherin.
Desde el discurso del director, durante el banquete de bienvenida, el colegio entero había quedado desolado por la noticia, pero no Draco Malfoy y su trouppe, como les llamaba Hermione.
Ellos habían aplaudido con entusiasmo a la profesora Grubbly-Plank y eran los únicos que se habían tomado el anuncio de la muerte de Hagrid como algo insignificante y divertido. Lavander y Parvati, que eran bastante sentimentales, se habían tirado la noche llorando, alegando que las muertes ya comenzaban a ser escandalosas y que pronto podría tocarles a cualquiera de ellos.
Harry se había estremecido al escuchar aquel comentario, el cementerio de su sueño todavía estaba muy presente en su cabeza, por mucho que él lo intentara esconder al más recóndito de los rincones de su mente, donde la ironía no dejaba paso a las lamentaciones.
Cuando la segunda noche, Draco Malfoy había soltado algún comentario mordaz al pasar cerca de la mesa de Gryffindor, Parvati le había lanzado compota de manzana a la cabeza, lo que había originado las risas en las tres mesas restantes.
Aquello no le había hecho ninguna gracia al Slytherin, que se había dirigido como una fiera en dirección a la chica, pero se había encontrado de sopetón con la profesora Byrne.

-¿Algún problema, señor Malfoy?- le había preguntado la mujer frunciendo el entrecejo.- Si no le han enseñado a comer como las personas le sugiero que se inscriba en una guardería...- esto, sólo había provocado más risas, sobretodo por parte de Seamus, Dean y Neville, que ya estaban preparados para defender a Parvati de haber sido necesario.
Malfoy había tenido que regresar a su mesa y limpiarse con una servilleta su pegajoso cabello rubio platino, retrasando así el encuentro directo con Harry, Ron y Hermione.

Harry le iba dando vueltas a la cabeza a todo aquello. Había escuchado murmurar a Ron con Seamus que a él parecía darle igual todo y que en vez de estar triste o preocupado por la muerte de Hagrid, había adoptado un carácter meramente infantil y que se pasaba el día haciendo bromas de mal gusto.
Pero a Ron era al único que parecía molestarle la nueva predisposición de Harry ante las adversidades. Hermione y Ginny se habían pasado los últimos dos días haciendo los deberes con él al pie del árbol que estaba a la orilla del lago, hablando animadamente y riendo sin parar de las bromas que gastaba. Había logrado esa afinidad con ellas que le había faltado en los últimos tiempos y era inmensamente feliz por ello.
Hasta Christine estaba orgullosa con su forma de aceptar las cosas. Nadie imaginaba la cruda y real verdad. La conversación con Emy y su repentina borrachera habían acabado por abrirle los ojos. ¿Por qué no reír si llegaría el momento de no poder hacerlo¿Por qué no cuidar y hablar con sus amigos si los perdería para siempre¿Por qué no mirar el cielo y ver como el sol doraba su piel¿Por qué no disfrutar cada momento, viviéndolo al máximo si sabía que pronto serían los últimos?
Sí, ahora las cosas se miraban de manera muy distinta. Ahora el miedo había dejado de ser un enemigo mortal, para pasar a ser su mejor aliado. Ahora, el plan estaba en funcionamiento...
Ginny le sacó de sus cavilaciones. Se acercaba hacia donde caminaban él y Hermione, acompañada de Luna y con los libros de la asignatura bajo los brazos.

-¿Qué tal la clase? preguntó Hermione moviendo el labio nerviosamente y mirado de reojo hacia donde estaba la profesora Grubbly-Plank, al pie de la cabaña de Hagrid y con unas mesas de madera improvisadas.

-Bien...- Ginny se encogió de hombros y miró hacia Harry para ver su reacción. Casi esperaba que el chico comenzara a despotricar contra la profesora o diera muestras de rabia por saber que esa sería su primera clase sin el semi-gigante, pero no lo hizo. Simplemente le sonrió y desvió los ojos hacia Luna, que tenía una expresión ausente y soñara en el rostro.

-Me caía bien Hagrid...- murmuró colocándose la pluma detrás de la oreja.- Creía en los snorkacks de cuernos arrugados...- Harry asintió con la cabeza sin mucha convicción. A pesar de venir de una persona como Luna, agradecía muchísimo sus palabras. Desde el desenlace en el Departamento de Misterios, le había tomado cariño y aprecio a la chica, viendo más allá de lo que todo el mundo veía. Tal vez sí se parecía mucho más a su madre de lo que los demás pensaban y además, Luna también había perdido a un ser querido como él.

-Vamos, llegaremos tard...- Hermione no había acabado de decir la frase cuando una voz, que arrastraba las palabras, se acercó hacia ellos, impidiéndoles el paso.
Harry perforó los ojos grises de Malfoy, haciéndole una seña con la cabeza para que se apartara y los dejara pasar, pero él se limitó a sonreír de una manera que, hasta entonces, Harry nunca le había visto y se cruzó de brazos, con sus guardaespaldas detrás suyo.

-¿Recordando las clases con el patético gigante?- preguntó desagradablemente, con una sonrisa de autosuficiencia en el rostro. Crabbe y Goyle, le rieron la gracia y Pansy Parkinson, Theodoro Nott y Blaise Zabini, que estaban unos metros alejados, les observaban como si aquella escena fuera la más divertida del mundo.

-¿Por qué no le haces un favor al mundo e imitas al átomo y te pierdes?- masculló Hermione aburridamente, tratando de pasar entre medias del chico y sus dos gorilas, pero Malfoy se lo impidió, empujándola de nuevo, al mismo sitio.

-¿Qué has dicho, sangre sucia?- escupió con una mirada cargada de odio. Harry se metió la mano derecha en el bolsillo de su túnica, preparando la varita por si era necesario utilizarla.

-El átomo- respondió Hermione alzando la barbilla con orgullo. Estaba claro que Malfoy no entendía nada de los estudios muggles. -Química.

-Habla en cristiano, estúpida.- le espetó el chico cerrándoles filas todavía más. A Harry le faltaba un pelo para lanzarle una maldición al Slytherin, pero parecía que Hermione se estaba defendiendo muy bien.

-Se llama "culturilla", aunque...no me extraña...viniendo de ti...- la chica lo miró de arriba abajo como se mira a un parásito y soltó una carcajada.- ¿Qué es lo que te enseñan por ser un Malfoy¿A engominarte el pelo¿O a ser el juguetito preferido de papá?- pero pese a todas las expectativas, Malfoy no se encaró con Hermione ni sacó la varita para lanzarle un hechizo. Miró hacia donde estaba su grupo de amigos y todos sonrieron arrogantemente, como si supieran mucho más que los demás.

-Me enseñan...a no juntarme con los perdedores...- siseó mirando a Harry con especial atención. -Una lástima...una verdadera lástima...¿sabes quién mató a tu gigante preferido, Potter?- Harry notó como las venas de su cuello se tensaban y como sus dedos se quedaban sin sangre de tanto que los apretaba contra el mango de la varita.

-¿No fue nuestra querida Bellatrix?- dejó caer Parkinson mientras se acercaba y recostaba su peso contra el hombro de Malfoy, guiñándole un ojo descaradamente.

-Perdona.- escupió Ginny con desagrado.- ¿Has dicho..."querida"?

-Eso he dicho, Weasley.- respondió Parkinson con sinceridad. Harry estaba sorprendido. ¿Tan seguros estaban Voldemort y sus mortífagos de la victoria que ya no temían hablar de ello públicamente? Él sabía perfectamente que si algún profesor hubiese escuchado eso en boca de Pansy, la habrían llevado inmediatamente al ministerio de magia para juzgarla. Estuvo incluso tentado de grabarla para hacerlo. Lástima que no tuviera ninguna grabadora a mano.- La misma que mató a Sirius Black...- a Harry, Ginny y Hermione se les contrajo el estómago. Las chicas le miraron rápidamente, pero éste seguía mostrándose impasible, como si el que se burlaran abiertamente de la muerte de su padrino no tuviera ninguna importancia.

-Bueno, no fue una gran pérdida para la Orden¿no es cierto?- intervino Malfoy de nuevo y como si él fuera el jefe de una secta, todos sus amigotes asintieron.- Era un vulgar asesino., un traidor, un...

-¡No era nada de eso!- aquello había sido demasiado para Harry. Extrajo la varita del bolsillo de su túnica, temblando de furia y colocó la punta bajo la garganta de Malfoy, que retrocedió algo sorprendido.

-Harry... -Hermione alargó una mano para sostenerlo, pero Ginny se lo impidió con un gesto de cabeza.

-Vuelve una sola vez, Malfoy...una sola...a burlarte de mi padrino...y te juro que será lo último que pronuncies en esta vida...- Harry bajó la varita hasta la altura del pecho del Slytherin como si quisiera matarlo de verdad.- Te lo advertí hace muchos meses...no juegues conmigo o lo vas a lamentar...

-Serás tú quién lo lamente, Potter.- bramó Malfoy observando a sus compañeros, que bajo la mirada de odio de Harry, no osaban acercarse a ayudarle.- Estás muerto.

-Deja en paz a mis seres queridos...-advirtió Harry con una clara indirecta sin tomar en cuenta las palabras del chico-...no nombres a Hagrid, no intimides a los más pequeños...simplemente deja de existir, deja de comportante como si estuvieras por encima de los demás porque no lo estás...

-Ninguno de los sangre sucia o los pobretones que te rodean pueden compararse a mí... -replicó Malfoy y Harry presionó mucho más la varita contra su corazón.

-Aquí eres una basura...mientras no puedas compararte como mago a los demás, no trates de hacerlo con emblemas y títulos que no valen nada...es tu última oportunidad...desaprovéchala...y morirás-Harry retiró la varita del pecho del chico y la volvió a esconder entre sus ropas. Pasó entremedias de él y de Crabbe y Goyle y se dirigió hacia donde aguardaba la profesora, con algunos alumnos de Gryffindor que se habían sentado en los pupitres de madera.
Pero cuando les dio la espalda, Malfoy aprovechó para extraer su propia varita y habría atacado a Harry por la espalda de no ser porque Ginny fue más rápida.
Cuando Harry se dio la vuelta, encontró a Malfoy retorciéndose en el suelo por un encantamiento de mocos de murciélago y a Ginny soplando la punta de la varita como si fuera un vaquero y una expresión de total satisfacción en el rostro.
Crabbe y Goyle no se quedaron atrás. También sacaron sus varitas y apuntaron ambos en dirección a Ginny, pero, igual que en la anterior ocasión, Hermione y Luna fueron más rápidas y repitieron el encantamiento de su amiga.
Harry no pudo más que sonreírles. Ellas soltaron una carcajada y mientras Ginny y Luna subían colina arriba de vuelta al castillo, Hermione y Harry tomaron asiento en las primeras filas, olvidando momentáneamente su abatimiento y lamentando no haber tenido una cámara digital para inmortalizar el momento de ver a Malfoy retorciéndose en el suelo como un gusano.
Y aquello hubiera sido lo único que Harry habría tenido en mente durante la hora de Cuidado de Criaturas Mágicas, de no ser porque sintió un profundo pinchazo de dolor.
Su amiga, estaba tan metida en las explicaciones de la profesora, que no notó como el muchacho se llevaba la mano al pecho y miraba su reloj de pulsera. Faltaban cinco minutos para la terminación de la clase y debía darse prisa o no llegaría a tiempo.
Grubbly-Plank se levantó del tronco en el que había estado sentada y dio por finalizada la lección. Recogiendo sus libros a la carrera e ignorando por completo los gritos de Hermione, que no entendía porque su amigo había salido corriendo como un descosido, llegó hasta el vestíbulo, donde un majestuoso fénix blanco apareció en un fogonazo, cantando una triste canción.

-¡Oh, no!- exclamó Harry alarmado, mirando de un extremo a otro, comprobando que nadie pudiese verle.- ¿Cómo he dejado que ocurriera algo así¡Debiste vigilarlo, Ares!- pero no era momento de lamentaciones. Sujetándose a las patas del fénix, ambos desaparecieron en medio de un nuevo y más pronunciado fogonazo.

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-¡Crucio!- la espeluznante voz de Voldemort se oía por todas las mazmorras. Había aplicado la maldición imperdonable unas tantas veces más al hombre que colgaba inerte de los grilletes. Tanto había sido el sufrimiento, que Snape se veía en enormes esfuerzos para respirar con normalidad. El sudor le caía desde la frente hasta el pecho, mientras su cuerpo temblaba de dolor. Su pelo negro, grasiento, estaba igualmente empapado como si estuviese bajo la lluvia y la vista se le comenzaba a nublar.- ¿Duele, Severus? -preguntó Voldemort irónicamente, haciendo un descanso en sus torturas.- Podríamos llegar a un preciado acuerdo...- el mago se paseó alrededor de su rehén, disfrutando con los jadeos y las muecas de dolor que éste profesaba.- Sólo tienes que ponerme al tanto de los nuevos movimientos de la Orden del Fénix y...entregarme a Christine Byrne y te prometo que tendrás una muerte rápida y sin dolor...- Snape abrió los ojos, sin dejar de respirar agitadamente, pero no respondió. Nunca traicionaría a Dumbledore ni a la Orden del Fénix, nunca sería el artífice que encadenara la pérdida de la guerra en el bando de la luz. No le importaba el sufrimiento que tuviera que padecer, no le importaba morir. Trató de nublar su mente con buenos recuerdos, recuerdos de cuando el director se preocupó por él y le dio la opción de alejarse de la oscuridad que tanto lo acechaba. Pese al dolor, sonrió. Si había alguna persona que lo había tratado con cariño y respeto, ese era Dumbledore y él sería incapaz de poner su vida y la del resto de la humanidad en peligro. Tampoco entregaría a Christine Byrne por mucho que la odiara. Era una baza que poseía la Orden y era la única protección de Harry Potter. No lo haría. Ni siquiera ella se merecía ser entregada. Él podía ser un hombre injusto, amargado y despreciable, pero jamás traicionaría la confianza de aquellos que le habían ofrecido su comprensión. No hubiese entregado ni al mismísimo James Potter.

-¿De qué te ríes, imbécil?- bramó Voldemort levantando la varita y pronunciando una vez más la maldición cruciatus. Esa falta de lealtad o de terror hacia su persona le ponía enfermo. ¿Cómo era posible que Snape llegara a guardarle tanta lealtad a Dumbledore que prefiriera soportar todas las torturas que le iba a ejercer? No obstante, su actitud cambiaría muy pronto. Soltó una carcajada al ver como la cabeza del profesor se inclinaba desproporcionadamente hacia un lado, mostrando la debilidad que él deseaba ver.- ¡Oh, vamos, vamos! No es hora de dormir- Snape estaba semiinconsciente.- Todavía nos quedan muchas horas por delante...y nadie te oirá gritar.

¡Crucio!

Una vez más, el profesor de pociones se removió incontrolablemente en los grilletes, sin poder hacer nada para parar su sufrimiento. Los otros Mortífagos permanecían en un rincón a la espera de órdenes. También ellos estaban atemorizados, pues les impresionaba la dureza con la que su amo castigaba al prisionero.

-Vamos...- se burlaba Voldemort.- Sólo tienes que pedirme que me detenga, hazlo y serás libre de este sufrimiento...sabes que no resistirás mucho tiempo... esto no es nada comparado con lo que te tengo preparado...sé débil...flaquea...pídeme que me detenga y lo haré...a cambio de esa pequeña información...

-Vete...al...infierno...- masculló Snape entre aspavientos. Era la primera vez en todo el tiempo que se pronunciaba. Voldemort volvió a repetir la maldición contra él.- ¡Ahhhhhhhhh!

-Sí... -siseó Voldemort.- Puedes gritar...hazlo más y más fuerte, retuércete de dolor, sufre...este es el precio por traicionar a Lord Voldemort...y todavía hay mucho más. Puedes evitarlo, Severus, vamos, nada merece este dolor, sólo pídemelo y te liberaré. Vamos...tú puedes hacerlo, dime que te duele, dime que te hago mucho daño y me detendré...

Snape había presenciado demasiadas torturas como para acceder a lo que le decía su señor. Sabía que, cuanto más suplicara clemencia, cuanto más se quejara, más dolor sentiría. Eso era lo que buscaba Voldemort, ver rendidos a los prisioneros para hacerles padecer mucho más.

-No...- logró decir.- No...me duele...- el profesor no iba a morir suplicando perdón. Su orgullo se lo impedía. Todavía conservaba un poco de su dignidad. Mientras sentía el sufrimiento por cada partícula de su cuerpo, se sintió avergonzado de su propia actitud. Iba a morir por salvar el pellejo de Christine, una de las amigas de James Potter. Irónico, al final, iba a pagarle a su enemigo de la infancia el favor por haberle salvado la vida.

-¿No te duele?- ironizó Voldemort.- Bien, porque si es así, continuaremos con algo más serio.- ¡Nott, Malfoy¡bajadlo de ahí y ponerle los grilletes contra el suelo!

Los dos aludidos se acercaron a Snape que temblaba desmesuradamente por todo el cuerpo y le abrieron el primer grillete. La fuerza de su cuerpo, lo inclinó contra el suelo, haciendo que se golpeara en la pared, sin los grilletes que lo mantuvieran erguido, él sólo no podía aguantar el peso de su cuerpo. Esto parecía divertir mucho a Voldemort.
Cuando lo desataron por completo, con un golpe de varita, los grilletes aparecieron pegados al suelo y los dos obedientes Mortífagos volvieron a apresar a Snape en ellos, estirando bien sus brazos en forma de cruz, de modo que llegaran hasta los aparatos de hierro. Uno de los brazos del profesor crujió cuando fue forzado de tal manera y éste gritó con todas fuerzas, rezando para que no se hubiera roto. Cuando acabaron, Snape quedó tendido en el suelo bocabajo, con los brazos extendidos muy obligadamente.

-Bien...- rió Voldemort apuntando con su varita a la espalda desnuda del profesor y dibujando imaginariamente algo.- ¡Calentad los hierros¡Vamos a hallar una manera de que nuestro querido amigo tenga presente en su cuerpo aquello que más repudia!

-¡Incendio!- susurró Malfoy a unas piezas de madera que estaban tendidas sobre el suelo; al instante, éstas se prendieron formando un fuego pronunciado. El otro mortífago apuntó con su varita hacia el exterior y con un hechizo convocador, unos hierros salieron del armario más próximo(donde se guardaban los utensilios de tortura) y volaron hacia el fuego que estaba encendido. Mientras los hierros se calentaban, Snape esperaba, respirando entrecortadamente, su nueva prueba a superar.

-Esto ya está, señor- informó Nott tomando el hierro por el extremo para evitar quemarse.

-Bien...- siseó Voldemort mirando maliciosamente al profesor.- Quiero que le dibujéis la Marca Tenebrosa sobre la espalda, todo lo grande que sea posible, para que el recordatorio sea más patente.- Los Mortífagos se mostraron incrédulos.

-¿La Marca Tenbrosa, señor?- susurró Malfoy.- Pero...¿cómo...?

-¿No he sido suficientemente explícito, Lucius?- gritó Voldemort cerrando los puños con fuerza como si deseara estrangular a su vasallo.- Dibujadla en su espalda con los hierros, quiero abrasar su piel con el dibujo de mi victoria. ¡Adelante¿O es qué no crees poder recordar la forma? Tal vez debería refrescarte la memoria...- Malfoy se estremeció.

-No, señor- se apresuró a decir.- no será necesario. Lo haremos ahora mismo.- Voldemort se mostró satisfecho, mientras se rascaba la barbilla con sus delgados y largos dedos. No esperaba que Emy le dijese la identidad del traidor. Incluso había estado pensando que ella podía haberle mentido, pero por la forma escueta en la que se comportaba Snape, pudo apreciar que no era así. El profesor siempre mantenía un carácter cerrado y cetrino que le agradaba. Durante muchos años había sido un siervo a tener en cuenta, pero como a muchos, Dumbledore había logrado corromperlo. La Unión tenía razón, se había confiado en exceso en su regreso, lo había aceptado rápidamente entre sus filas, sin tener en cuenta las consecuencias. Era esa arrogancia, ese orgullo, esas palabras dichas únicamente con la mirada las que le agradaban del hombre. Pero ahora iba a pagar caro su error. Quería verlo suplicar, sí, quería ver como si infranqueable expresión de grandeza se iba a pique. Iba a castigarle donde más le dolía: la humillación, demostrando así, que nadie podía jugar con Lord Voldemort.
Los dos Mortífagos se acercaron a Snape y le dibujaron con la varita una muestra de la Marca Tenebrosa en la espalda, trazada en tinta. Lo único que tenían que hacer era apoyar los hierros sobre las líneas y calcarla.

-Tú sujétale bien las piernas, Nott -ordenó Malfoy fríamente y el mortífago se agachó a los pies del profesor, inmovilizándolos.
Ambos se miraron unos instantes, inspiraron hondo y se dispusieron a cumplir con las órdenes de su amo. Sabían por experiencia lo que eso iba a doler. Lo habían aplicado en más de una ocasión a un sinfín de prisioneros y ninguno había soportado más de unos segundos antes de desembuchar la información. El corazón de Snape latía descontroladamente, tenía miedo, quería salir de allí, no quería sufrir todo ese dolor, pero pese a la ansiedad que sentía, no se mostró débil en ningún momento. Cerró los ojos con fuerza tratando de acoger el dolor lo mejor posible y no mostrar el miedo que éstos emanaban, y apretando los dientes, se puso a recordar cuando en su juventud, Dumbledore le había tendido la mano y él la había aceptado.
Malfoy fue el primero que puso el hierro sobre la piel de Snape y lo mantuvo apretado durante unos segundos, hasta que estuvo seguro de que la marca quedaba en carne viva. Snape sintió el quemazón recorriéndole la espalda y gritó y pataleó más que en toda su vida. Trataba de recordar la cara afable del director y sus palabras de aliento, pero las imágenes eran borradas por el dolor tan incondicional que sentía en todo su cuerpo. Al observar la reacción del traidor, Voldemort comenzó a reír a mandíbula abierta, disfrutando del espectáculo que se cernía.
Después de Malfoy, Nott también colocó el hierro ardiente sobre la pálida piel del profesor, mientras con sus rodillas seguía sujetando las piernas del prisionero. Notaba bajo el hierro, el resquicio que la alta temperatura condensada en el metal producía sobre la piel. Se oía un desagradable rasgueo y cómo la piel hervía bajo él y quedaba una pronunciada rojez, envuelta en un finísimo manto de humo. El Mortífago se estremeció al pensar lo que podía estar sufriendo el hombre que estaba atado.

-¡Ahhhhhhh!-Snape trataba de apretar los dientes, pero no podía evitar chillar de dolor, necesitaba algo que morder para matar ese sufrimiento y no correr el riesgo de morderse la lengua. En un intento desesperado buscó la propia piel de sus brazos, pero como éstos estaban extendidos no alcanzaba a atraparlos.- por favor...- suplicó al fin, estaba empezando a rendirse. Ya no veía con total normalidad, las paredes le parecían estar dando círculos a su alrededor a una velocidad vertiginosa. Incluso creyó que si no apretaba algún objeto contra sus dientes, enloquecería, pues éstos estaban comenzando a chirriar de lo mucho que los apretaba contra sí. Aquella situación provocaba a Voldemort un placer incondicional.

-¿Estás suplicándome, acaso, Severus?- ironizó.- ¿Deseas qué pare este dolor?

-¡Nooooo¡¡¡¡Ahhhhh! -pese al dolor que sentía, Snape trataba de aguantar, tenía que aguantar. Había llegado demasiado lejos como para estropearlo, no podía traicionar a la Orden, no podía poner en peligro la vida de Christine y en consecuencia, la de Harry Potter. Eran la única esperanza que le quedaba al mundo mágico. Después de todo, su vida no valía tanto. Sólo era un hombre, alguien que nunca desequilibraría la balanza, alguien que no sería recordado o que lo sería como un vil traidor. Deseó morir allí mismo, deseó que Voldemort se apiadara de su alma y le dejara descansar en paz, pero el mago tenebroso no parecía estar dispuesto a dejar que la situación se terminara tan rápidamente.

-Severus...la muerte es mucho mejor que esto...estoy seguro, podría ser rápida, podrías acabar si quisieras, con tu sufrimiento...aunque sabes que lo mereces, en un recóndito de tu alma, sabes que es tu castigo por traicionarme¿verdad qué mereces sufrir? -en aquella ocasión, Snape no respondió. No se tragaría su orgullo, no le daría el gusto a Voldemort de verle pedir más clemencia de la que su corazón resistía. -Ja, ja, ja, ja- rió Voldemort.- Bien, en ese caso sigue padeciendo, sigue aguantando como tu piel hierve bajo el calor, como se desgarra, como se quema...sigue observando como marco tu espalda con la Marca Tenebrosa...

¡Ahhhhhh!

-Señor...- susurró Malfoy observando nerviosamente como una expresión de locura comenzaba a cruzar el rostro del profesor.- Deberíamos...deberíamos colocarle algo en la boca...corre el riesgo de morderse la lengua y...

-Me es indiferente.- respondió Voldemort cruzándose de brazos y disfrutando del espectáculo como un niño pequeño. Hacía muchos meses que no presenciaba una tortura encabezada por él. Sus mortífagos era muy buenos rebuscando métodos de castigo, pero ninguno se comparaba a su crueldad. Cuando el mago era testigo o castigaba él mismo a algún prisionero, era porque realmente merecía la pena. Así había ocurrido con Karkarov.

Snape estuvo gritando durante las dos horas que tardaron los Mortífagos en dibujar en carne viva, la Marca Tenebrosa. Pasado ese tiempo, y una vez se levantaron, Voldemort se acercó a inspeccionar el trabajo realizado. Snape no se podía mover del suelo, tenía los brazos sudados y muy tensos, a causa de los grilletes que los estiraban, y respiraba entrecortadamente, aún con los ojos bien cerrados. Voldemort se agachó a su altura y tocó la piel lastimada del profesor, lo que provocó que éste gritara con más fuerza.

-Duele...¿verdad Severus? Sí...lo comprendo, pero este es el castigo que te mereces. Bien, es todo. Desatadlo.- Malfoy y Nott se agacharon y soltaron los grilletes de las muñecas de Snape, aunque éste no se movió del suelo. Seguía inmóvil, respirando con dificultad. Los brazos se habían quedado en mala postura y parecían cobrar un eje extraño, como si estuvieran rotos o seriamente dañados. -¡Levántate!- ordenó Voldemort pegándole una patada en el costado. Snape tosió y se retorció.- ¡Venga, arriba¡Todavía no hemos terminado!- pero por mucho que lo llamó, el profesor no parecía tener constantes vitales como para escucharlo. Un hilo de saliva, mezclado con sangre le recorría la comisura de los labios.

El mago tenebroso hizo un gesto de disgusto. Pensaba que dudaría más el aguante físico del profesor de Pociones, tendría que tratar de despertarlo. Aún no era suficiente castigo, no...Nadie se burlaba de él en la forma en la que Snape lo había hecho.
Extrajo del bolsillo de su túnica negra una pequeña navaja afilada. Los dos mortífagos la observaron y luego intercambiaron miradas de soslayo, tragando saliva con dificultad.
Voldemort se arrodilló al lado del cuerpo magullado de Snape y le dio la vuelta para ponerlo boca arriba. El hombre respiraba ajetreadamente. La sangre le bombeaba los pulmones con violencia y el dolor era tan insoportable que faltaba muy poco para la demencia.
El mago oscuro sonrió. Le producía un inmenso placer encontrar al traidor tan vulnerable. Colocó la punta de la navaja sobre la pálida piel de su pecho y presionó levemente, haciendo un tajo desde el pectoral hasta la boca del estómago, no demasiado profundo para que no muriese desangrado, pero sí lo suficiente como para causar un dolor insoportable.
Snape se removió y abrió los ojos abruptamente, saliendo de su atontamiento. Era lo que Voldemort había pretendido, despertarlo de su letargo para que volviera a padecer con mayor intensidad, Y lo había logrado. La escandalosa sangre brotaba de la marca producida por el arma de su señor, produciéndole desasosiego y pronunciando su temor.
Pero Voldemort no se detuvo ahí. Después de soltar una carcajada, pinchó con la navaja el hombro derecho del hombre, produciéndole una nueva herida, disfrutando enormemente de los gritos de angustia, de agonía y de la sensación de júbilo que le llenaba.
Después, viendo agonizar el rostro del profesor, se levantó y volvió a pronunciar la maldición cruciatus. Nuevos gritos llenaron la mazmorra, pero no se detuvieron. Una nueva y larga sesión de maldiciones imperdonables le cayó encima.
Voldemort sabía que muy pronto, el cuerpo o la mente de Snape caerían por su propio peso y deseaba averiguar cuál sería la que menos resistiría. Levantó la varita y detuvo la maldición, penetrando con sus ojos rojos, la figura del profesor. Parecía que sería el cuerpo lo que flaquearía primero.
Ya no le respondía bien. Por mucho orgullo que tuviera, se estaba mostrando todo lo débil que un ser humano puede ser frente al calvario físico. Le temblaba a convulsiones, en una mezcla de dolor, frío y miedo, resbalando entre el sudor de la muerte y la sangre a bocajarro.
Ni siquiera hacía falta sujetarle las piernas, puesto que éstas estaban inhábiles, desproporcionadamente dobladas en la húmeda superficie de la mazmorra. Sus ojos estaban empapados en lágrimas, lágrimas que no había podido retener cuando el dolor había llegado a su punto extasiado y máximo, superior a cualquier fuerza posible de resistencia. Las pupilas estaban dilatadas y rojas, de la nariz caía un fino hilo de sangre y de la boca salía espuma, mezclada también con el líquido rojizo.
Voldemort contrajo una mueca de disgusto. Le daba asco la figura débil del profesor de Pociones. Parecía mentira que aquel hubiera sido el hombre con más temple de su grupo interno de mortífagos. El único que no bajaba la mirada más de lo convenido, el único que no mostraba amilanarse ante sus repentinas rabietas de enfado, el único que siempre se había mantenido impasible. Y ahora era inútil, incapaz de mirarle a la cara a la muerte, incapaz de ponerse en pie y seguir sufriendo.
Vio como Snape comenzaba a mover un brazo, aunque no había abierto los ojos. Se fijó en la trayectoria y distinguió muy cercano a sus pies la navaja con la que lo había estado torturando. Soltó una carcajada. Tan desesperado estaba el hombre que deseaba matarse él mismo para que su muerte fuera mucho más rápida y acabase pronto.
Le dio una patada al arma y pisó sin ningún reparo la muñeca del profesor, que había tratado de coger la navaja. Snape apretó los dientes, tratando de no emitir ningún sonido que lo debilitase todavía más, pero no lo logró. Sintió crujir sus huesos y un chasquido que rompió el silencio de la mazmorra.
Voldemort apartó el pie del brazo y se dirigió con paso lento hacia la puerta.

-¿Te gustaría morir, no es cierto? Lástima, porque todavía te aguardan unas largas horas...¡Nott, Malfoy!- los mortífagos inclinaron la cabeza hacia su señor.- Dejar libre vuestra imaginación...probarlo todo, cuanto más largo sea mejor, quiero que dure lo máximo posible...¿entendido?

-Sí, señor.- contestaron los dos hombres al unísono.

-Bien...- siseó Voldemort dejando entrever una mueca divertida.- Avisadme cuando hayáis terminado...- y dicho esto, salió por la puerta, dejando al traidor a merced de sus siervos.
Los mortífagos se dieron la vuelta hacia Snape, pero ya no lo encontraron solo. A su lado, arrodillado y tomándole el pulso, se encontraba el misterioso individuo cubierto con su habitual capa negra.
Malfoy se dio la vuelta hacia la puerta, con intención de avisar a su señor, pero ésta se cerró de un sonoro golpetazo, producido por una ráfaga de viento salida de la mano del hombre.

-¿Me echabais de menos, chicos? ironizó, depositando con suavidad el brazo de Snape en el frío suelo de la mazmorra, teniendo cuidado de no dañarlo, pues parecía roto.

-Maldito...- masculló Nott entre dientes. Harry no pudo más que sonreír fanfarronamente, pero sabía, que aquello no iba a resultar nada fácil.