Olassss gente! Lo prometido es deuda y aquí me tenéis poniéndoos un nuevo capi antes de marcharme de vacaciones a Barna! Aishhh, que ganitas tengo, ajajjaj. En fin, que ya veis que no habéis tenido que esperar mucho para ver qué pasa con Snape. Muchos besazos gente, cuidaros y no me echéis de menos que estoy aquí en un plis. Nos vemos en el próximo capi!
Reviews:
Kaily-gw: Olasss! Eres de Barna? Guau, vaya sorpresa! Ahora me caes todavía mejor, jaajjajaaj, yo estoy enamorada de Barna, de hecho, he vivido dos años allí y este año también me iré allí a estudiar. Sí, supongo que hará calor, porque yo soy de Valencia y aquí te asas, y los climas son muy similares. Por cierto, si quieres hablar catalán yo lo habló perfectamente, jaajja. Además me gusta hacerlo, ajaa. Lo hablo con muchos de mis amigos de allí. Respecto al 6 libro, como final yo lo veo brillante, el mejor, pero me ha decepcionado un poco la trama, es demasiado tranquila a mi parecer para estar en guerra. En el 5 se reflejaba eso muy bien. Pero para mí el 3 sigue siendo el mejor, me gustó muchísimo, aparecen dos personajes a los que les tengo mucha estima: Sirius y Lupin y todo lo del pasado de los Potter y tal me encantó. En fin, yendo al capi, hombre, se puede interpretar de muchas maneras, es cierto que Harry escribía una despedida, pero los pensamientos de Christine también la reflejaban. Es una lucha encarnizada para ver quién se sacrifica al final. Respecto a Snape...jajajaj, ya lo dije, no quiero que penséis que es una venganza, porque no es así. Como ves, Snape en todo momento le es fiel a Dumbledore y por lo que ha pasado ahora no iba a cambiar la trama del fict. Umm, ya veremos si se salva...la verdad es que está muy mal, no crees? Jaaj. Vamos a la escena de Chris y su madre. Jajaaja, A ver...sí, es latín pero no está declinado. Yo estudié dos años de latín en bachillerato, pero los que sepan del tema ya verán que no llegué a aprender gran cosa. Está mal escrito las palabras, porque hay que declinarlas y tal, es como poner un verbo en castellan o y no conjugarlo, como si yo ahora digo: "Harry bien comer", jajaja, pues más o menos así está escrito. Pero sí, la escena es emotiva, ya le tocaba a Christine aceptar que su madre no tiene la culpa de todo. Y Hermione, jajajajaj, tenía que sacar su intelecto para dejar en ridículo a Malfoy, mjaajajaj, la verdad es que yo soy muy de letras(voy a hacer derecho en la uni, jajaa), pero mira, me ha salido una vena científica por ahí. Ya ves que no he tardado en actualizar, eso sí, ajjaajaj, ahora no tendréis capi en unos 10 días. Besazos!
Landoms 182: Olasss! Muchas gracias! Jajajajaj, bueno, una pequeña demostración de la crueldad de Voldemort. Sí, Harry ha llegado a tiempo...pero eso no significa que Snape vaya a salvarse, puede que le haya llegado la hora, ya veremos. Bueno, quería que el título reflejara lo de Harry, jajaa, no lo de Snape, de ahí el título.
Absintheaddict: Olasss! Jaaja, bueno, no he tardado mucho en subir el otro capi, verdad? Espero que lo hayas resistido, no quisiera ser responsable de nada, ajajajajaj. A ver, es lógico que Voldemort se enfadara un poquito con Snape, no? Emy le dijo quién era el espía y estas son las consecuencias, es una pequeña muestra del enorme poder de Voldemort. Tenía que ser así, todo tiene un porqué y lo entenderás más adelante, dentro de un par de capítulos. Y de corto nada, jajajaa, como has dicho, tiene 22 páginas, es muyyy largo. La identidad de la persona que vigila a Harry la sabrás más adelante, todavía no se puede decir. Umm, Christine notará el ataque, ya lo verás en este capítulo y verás lo que ocurre. Y bueno, ten en cuenta que Snape se halla a muchos kilómetros de distancia de donde está Snape, siente el ataque, pero lo siente muy tarde y después debe de esperar a que acabe la clase y aparecerse. Bueno, me voy unos 10 días así que más o menos eso es lo que tardaré en actualizar. Gracias por tu apoyo!
Myca: Olas! Jajajajajaj, a la orden, ajjajaja, ya estoy aquí con nuevo capi. Ufff, la verdad es que no puedo ir más rápido. Espero que disfrutes del capi!
Nyissa: Olasss! Muchísimas gracias y se te perdona la ausencia, jajaja, me conformo con que te acuerdes de dejarme un review de vez en cuando, que comprendo lo ocupada que puedes llegar a estar, a mí me pasa. En referencia al capi, pues...jajaaj, ahora os cae bien Christine no? Aja, me acuerdo al principio que todo el mundo la detestaba, ajajj, y fíjate por donde no era tan mala como parecía. Bueno, Harry ha llegado cuando Snape está todavía vivo, ya veremos si sobrevive o no...es complicado. Ajaja. Umm, no te preocupes, habrá alguna escena romántica de esas parejas antes de que acabe el fict, ajaja, prometido. Umm, bueno Ron se va a dar cuenta en breve de que harry no era tan cabrón como él pensaba y entonces tratará de arreglar las cosas, pero...me callo. Y muchas gracias por la extensión del review, jajaj, así son como más me gustan. Un besazo enorme y cuídate también!
Alkas: Olass! Aishhh, ajajajja, vale, vale, ya sé que lo dejo en un momento...umm ¿comprometido? Jajaja, pero es que no podía acabar de otra manera. Haces mal en no atender a las escenas donde aparece la madre de Christine, sea cual sea, porque suelen ser esas las que llevan el final escrito. Respecto a lo otro...bueno, ya veo que te ha encantado eso de torturar a Snape, jajajaj, ufff, muy sádico no? Jajajja,. En fin, que aquí os dejo con el capi para que no os aburráis en mi ausencia y eso, que procuraré pasármelo genial en vacaciones.
Lladruc: Olasss! Bueno, no pasa res, ja acabaràs el capi quan tornis. Sento dirte que potser no troves molts capis al tornar perq tu ten vas i jo vaig cap a barna, ajajajaja. Aishh, com magrada aquesta ciutat. Bueno, espero q tho pasis molt be allà. Petons!
Catalina: jajjaa, a mí también me ha dolido por Snape, ajaja.
Skuld Potter: Olas! Gracias por el review! Ahora me toca a mí el turno de irme de vacaciones, jajajajjajaa. Sí, la verdad es q Snape paga un precio muy alto por ser el espía, pero Harry ha llegado a tiempo.
Adriana: Olass! Muchas gracias, me alegro q te guste el fict, me halagas de verdad. Pues no se, ajajja, simplemente me fueron surgiendo las ideas. Besos!
Sarah-Keyko: Olass! Jajaja, bueno, cuando las palabras son tan buenas no pasa nada por repetirlas, ajajjaaj, eres muy amable, en serio. Umm, bueno, este capi ha estado cargado de acción y en este q viene todavía más. Ahora veremos como se las arregla Harry para salir del embrollo. Umm, emy tiene sus motivos para hbérselo dicho a Snape, lo vas a entender muy pronto, sólo te doy una pista: recuerda que es Harry quién le pide que haga algo...
Hermi567: Olasss! Muchas gracias! Me conformo con que de vez en cuando me digas algo, me alegro muchísimo de que te guste el fict. Bueno, es q remus es un encanto, ajajaja, quién tuviera un hombre así. Besos!
CAPÍTULO 42: LA CALIDEZ DE UN RESPLANDOR.
-Maldito...- masculló Nott entre dientes. Harry no pudo más que sonreír fanfarronamente, pero sabía, que aquello no iba a resultar nada fácil.
De reojo miró el cuerpo de Snape que había quedado a su espalda. Necesitaba salir pitando de allí lo antes posible o el profesor moriría. Como si de una radio mal sintonizada se tratara, Harry podía escuchar los débiles latidos del corazón del hombre, aunque parecía medio consciente de lo que ocurría.
Pero no tuvo tiempo de pensar mucho más algún plan alternativo, puesto que un rayo de luz roja se dirigía rápidamente hacia él, salido de la varita de Malfoy.
Harry lo esquivó en el último instante y sacó su propia varita. Tenía que pensar algo rápido, se desharía con facilidad de los mortifagos, tomaría el cuerpo de Snape y se aparecería en San Mungo. Tenía que lograr todo eso en cuestión de segundos, antes de que las alarmas de Lord Voldemort advirtieran de su presencia y el mago tenebroso se presentara allí.
No estaba preparado para un encuentro directo con él, teniendo que estar pendiente de su profesor de Pociones. Se mordió el labio inferior. Había sido muy estúpido de no haber ordenado a Ares que estuviera bien atento a los movimientos de Snape, puesto que sabía que Emy habría descubierto el pastel y que Voldemort, no tardaría en dar señas de ello.
Se había confiado y si ahora la vida del profesor corría peligro y él se encontraba en la fortaleza del mago tenebroso sin ningún tipo de plan a seguir, era culpa suya.
Malfoy sonrió maliciosamente y alzó la varita con su mano derecha. Unas chispas rojas salieron de ella, pero no en dirección hacia donde estaba él.
-¡Maldición!- exclamó Harry, pero era demasiado tarde para detenerle. Había dado la alarma.
-¡Desmaious!- dos rayos aturdidores se dirigieron súbitamente hacia él. Tuvo que ser muy rápido, porque uno de ellos iba en dirección al cuerpo de Snape. Envolviéndose en su capa negra, se colocó enfrente suyo y levantó las manos, cerrando los ojos un instante, para después crear una barrera de energía, que impidió que los haces de luz llegaran hasta ellos.
Harry abrió los ojos y sonrió con ironía a los dos hombres. Con esa barrera de fuerza, jamás podrían tocarlos. El problema, es que no era lo suficientemente rápido para mantenerla y evitar así que los hechizos les alcanzaran y desaparecer con el cuerpo del profesor.
-¡Bombarda!- fuera de la mazmorra, se escucharon varios gritos. Harry, aún con los brazos extendidos, protegiendo la barrera, vio como la puerta de la mazmorra, que él mismo había sellado, se destrozaba en mil pedazos y un grupo de unos diez mortífagos, ingresaban por la puerta.
El mundo se le vino a los pies. Tendría que luchar contra ellos, pero no estaba en campo abierto y soltar la energía, como hacía en las batallas, para eliminarlos, también terminaría con la vida de Snape.
-¡Estás atrapado, estúpido!- bramó Malfoy encabezando el grupo de mortífagos, que no se encontraban a más de un metro y medio de distancia entre su barrera y él.- ¡Id a avisar al amo!
Harry se llevó tal sobresalto que estuvo a punto de relajar la energía. ¿Qué podía hacer¿Cuál era la solución? No resistiría mucho más el desgaste físico que producía el mantener una barrera de fuerza. Chorros de sudor le caían a través de la frente y notaba como poco a poco, sus fuerzas menguaban. No había más remedio. Tendría que luchar todo lo rápido que le fuese posible.
Escuchó un gemido de dolor y vio como Snape levantaba ligeramente la cabeza y se sostenía una profunda herida en el hombro, empapando así su mano.
-Usted...- susurró débilmente al ver como el "El Salvador" lo protegía con su cuerpo.
-No haga esfuerzos.- le advirtió Harry. No se preocupe, le sacaré de aquí. pero cuando Snape vio el gran número de mortífagos que se acumulaban en la puerta pensó que morir sería una gran bendición. Era matemáticamente imposible que lograran escapar con vida y tampoco sabía si para entonces podría resistir la gravedad de las heridas que le habían producido. Estuvo a punto de desmayarse, pero trató de mantener la borrosa imagen de la pelea.
Unos diez haces de luz se propinaron hacia la barrera, estrellándose en ella y produciendo un sonido seco, como si un mortero hubiese golpeado contra una campana.
Algunos de los hombres se taparon los oídos cuando aquella vibración desagradable se expandió por la mazmorra. Harry sintió como si le hubiera golpeado un trol con su mazo, enviándolo varios metros hacia atrás. Le dolía cuando la barrera era golpeada con tal violencia.
Levantó un brazo, mientras con el otro continuaba manteniéndola y lanzó una bola de energía, de un poder limitado. Ésta impactó en uno de los mortífagos, que inmediatamente, quedó inconsciente.
-¡Cogedle, colgedle!- ordenó Malfoy y levantó su propia varita, disparando no al cuerpo de Harry, sino al de Snape, sabiendo que el proteger al profesor era lo que ese individuo pretendía.
Harry se vio en el aprieto de seguir luchando con los demás hombres y salvar a Snape de una muerte segura. Lanzó rápidamente tres bolas de energía y sin mirar si habían dado en el blanco, se arrodilló en el suelo, con tal de que la barrera fuese más fornida y no dejara traspasar la maldición asesina.
Sin embargo, la fuerza con la que había sido lanzada y la potencia de dicho hechizo, hicieron que la barrera brillará con intensidad y estallara en mil pedazos, soltando pequeñas chispas brillantes, que al tocarlas emitían calambres.
Harry escuchó como Malfoy y los demás mortífagos se reían. Trató de ponerse en pie, pero en el momento en que lo intentó, cayó con aplomo al suelo. Le pesaba todo el cuerpo y jadeaba.
-¡Estás acabado, engendro!- escupió Nott, aproximándose hacia él. Levantó la varita y lanzó la maldición cruciatus. Harry cerró los ojos, esperando sentir el ya tan conocido dolor, pero un grito detrás suyo le hizo abrirlos.
-¡Protego!- Snape había sacado su propia varita del bolsillo del pantalón y había pronunciado un escudo protector, evitando así que el hechizo dieran en el blanco.
Harry vio como el profesor estaba perdiendo las pocas fuerzas que le quedaban para seguir respirando. Su brazo, que estaba en un ángulo anormal, golpeó el duro suelo de la mazmorra y Snape apretó los dientes con violencia, temblando a convulsiones a causa del dolor.
Harry miró horrorizado como los demás mortífagos se acercaban hacia ellos con intención de apresarlos. Tenía que reunir las pocas energías que le restaban. Christine siempre le había advertido que utilizar en demasía su poder le traería serias consecuencias, pero no había tenido otro remedio. De nada habría servido usar los mejores hechizos contra un grupo tan numeroso de seguidores de Voldemort.
En un acto reflejo y con suma rapidez, se aferró al brazo roto de Snape y giró su mano libre en círculos, generando que la energía a su alrededor viajara a la velocidad de la luz.
Malfoy y los demás, al ver los extraños movimientos que el hombre ejercía, retrocedieron un par de pasos asustados. Y ese fue el momento que Harry aprovechó.
-Vamos, vamos...- suplicó a su cuerpo. Y rodeándose de la mayor energía posible, envolvió a Snape en ella y desaparecieron un instante antes, de que un sinfín de rayos aturdidores se estrellaran en la porción de suelo, en la que habían estado una milésima de segundo antes.
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Reinaba el más absoluto silencio. Parecía que las llamas hubiesen dejado de emitir destellos, que los pájaros se hubiesen anidado en sus hogares de tierra y ramas y que el sol no quisiera mostrarse más esplendoroso de lo que de por sí era, por no perturbar la calma que se adueñaba pesadamente de aquella habitación.
Los cuadros hacía tiempo que contenían la respiración, venerando a cuan respetuoso visitante. El fénix, que yacía dormido sobre su percha, no emitía su habitual canto.
El director golpeó la mesa de escritorio con las puntas de sus dedos, mirando a un infinito vacío, mientras trataba de rememorar los últimos acontecimientos.
En sus cavilaciones, lo acompañaba un segundo ocupante de la habitación, pero imposible de distinguir entre sus togas negras y su cabeza cubierta por lo que parecía un pañuelo de tela, del mismo tono azabache.
Hacía mucho que permanecían en aquel sopor. Las palabras sobraban en aquellos breves instantes, bastaban miradas, pensamientos, asentimientos o negaciones para acabar de transmitir las pequeñas dosis de información que les llegaban.
-¿Cuándo?- preguntó el director recostándose sobre su butaca y taladrando a la otra figura con la mirada. La sombra se dio la vuelta cubierta de una sensación gélida, hostil y preocupada.
-Hace cuatro horas...- Dumbledore se levantó de sopetón y se dirigió a la ventana, ignorando las escuetas palabras de la figura y su posible reacción ante ello. Miró hacia la cabaña de su fallecido profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas y suspiró abatido. ¿Cuántas bajas más tendrían que sufrir?
-¿Por qué lo ha hecho?- quiso saber sin apartar la vista del cristal, que se reflejaba en el propio de sus gafas de media luna.
-Lo sabes...- se limitó a contestar la figura, acercándose al majestuoso fénix escarlata de la percha y despertándolo al proporcionarle una caricia en sus cálidas plumas.
-Sigo sin creerlo...- replicó el director levantando una mano y pasándosela por su barba plateada.- Tiene que haber otra manera...
-La hay.- afirmó la sombra, dejando de centrar la atención en el ave, que emitió un gruñido de enfado y posándola ahora sobre el anciano director.- Pero eso no depende ni de ti, ni de mí...sino de ellos...
-¿Puedes hacer algo para detener esta injusticia? Tú tienes el poder...- aquella afirmación hizo que la figura arrugara el rostro, como si aquella declaración no le acabase de agradar.
-No puedo...
-¿Y qué pasa si falla?- inquirió el director algo más bruscamente de lo que habría deseado, pero sin dejar de mantener su habitual tono afable.- Y no hablo únicamente de ahora...
-¿Te preocupa?- la figura sonrió, pero al ver la expresión de seriedad en el rostro de Dumbledore, volvió a adoptar un tono de voz totalmente distinto.
-Me preocupa.- confirmó el director asintiendo levemente con la cabeza.- Le tengo confianza y quizás tú no puedas llegar a entenderlo jamás...- Dumbledore hizo una pausa, cerró brevemente los ojos y los volvió a abrir, caminando despacio hacia su mesa de estudio.- Aunque...comprendo tus motivos...
-No.- la figura negó con la cabeza y se reclinó en una columna, desapareciendo por el completo del campo visual del director.-Mi deber y mi corazón me impiden crear un resentimiento hacia quién ha sufrido como él y...pese a todo, está salvando nuestras vidas con...su silencio y su...padecimiento...- Dumbledore volvió a cerrar los ojos en un claro signo de debilidad y angustia.
-¿Dónde está?- la pregunta fue tan directa que la figura pareció quedarse un momento sin habla.
-En un lugar al que...desgraciadamente, ni tu ni yo tenemos acceso...confía en ambos... -el director había abierto la boca para replicar, pero en ese momento, escuchó el claro sonido de la gárgola de piedra haciéndose a un lado y segundos después, una figura, respirando agitadamente, irrumpió en el despacho. Para cuando Dumbledore miró en dirección a la columna, la sombra con la cual había estado hablando, ya no estaba allí.
-¡Señor!- exclamó la voz urgente y fría de Christine.- Snape...corre peligro...
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Era una sensación cálida viajar envuelto en aquella columna de luz. Muy distinto a aparecerse o a un traslador. Incluso parecía curativa la energía que llenaba su cuerpo, proporcionándole fuerzas para continuar...con vida. Casi estuvo a punto de cerrar los ojos y quedarse dormido, lo que habría supuesto su muerte, pero los abrió rápidamente, al notar como la luz disminuía y sus cuerpos caían pesadamente, hacia un lugar que no se parecía en nada a San Mungo.
Aterrizaron en el frío asfalto, de una manera mucho más brusca de la que él habría imaginado. La calidez había desaparecido, las fuerzas volvían a menguar y al sentirse lejano a esa energía que lo había envuelto, el dolor, el miedo y el tembleque de su cuerpo, regresaron con mayor intensidad.
Trató de aclararse la vista. Al menos ya no se le nublaba tanto como un rato atrás. Escudriñó el lugar sin acabar de entender lo que sucedía.
Se hallaban en un callejón estrecho, mucho más oscuro de lo que la luz del día permitía, gélido y con un molesto viento calando cada parte de sus cuerpos.
Habían contenedores de basura y un gato pardo escarbaba entre los escombros, por lo que él dedujo que se encontraban en algún lugar del Londres muggle, pero no sabía porqué.
Miró hacia arriba, tratando de encontrar el sol que debía entrar a raudales, pero éste se había escondido. El cielo estaba encapotado, amenazando tormenta, ni siquiera al haber salido de aquella mazmorra, podía ver la luz.
Miró al hombre que estaba arrodillado a su lado y de pronto sintió un escalofrío. El Salvador no parecía ni de lejos, lo fuerte que había aparentado en cada ataque. Respiraba con dificultad, gotas de sudor resbalaban por sus mejillas y pese a la cercanía no podía verle los ojos, aunque estaba completamente seguros de que éstos estaban cerrados.
El hombre se levantó con mucha dificultad y caminó a trompicones hasta la pared más próxima, recostando su espalda en ella y resbalando hasta el suelo.
Y aunque Snape estaba en pésimas condiciones y su vida corría un grave peligro, pudo notar el sufrimiento patente en esos rasgos tan varoniles.
Trató de arrastrarse hasta él, pero las heridas y el dolor se lo impidieron.
-¿Por qué...estamos aquí?- masculló apretando los dientes. Sabía que si se quedaba mucho rato a la intemperie, el frío acabaría el trabajo que Voldemort no había podido concluir. El Salvador, levantó ligeramente la cabeza, observando por primera vez el rostro pálido del profesor de Pociones y se pasó una mano por la cara.
-Me he quedado sin energía...- articuló respirando entrecortadamente.- Lo lamento...mis fuerzas han menguado antes de llegar a San Mungo...- una ráfaga de viento sopló con intensidad y Snape, que ya temblaba a causa del dolor, lo hizo todavía con mayor violencia. Harry hizo acopio de todo su valor y apoyándose en la sucia pared del callejón, logró ponerse en pie y caminar hasta Snape. A llegar, se quitó la cazadora que vestía bajo la capa de su padrino y cubrió al profesor con ella, lamentando no poder aliviarle con su poder, el dolor que éste sentía y que había sido causado por su culpa.- Tenemos que llegar al hospital...tiene que aguantar...sólo...sólo necesito unos segundos y estaré mejor...por favor, resista...- pese a la situación en la que se hallaba, Snape aún pudo sonreír irónicamente.
-Usted sabe mejor que yo que eso no es cierto...- masculló entre dientes y agradeciendo en silencio el calor que le proporcionaba la cazadora del hombre.- Conozco las características de los arcángeles...necesitaría mucho reposo y una poción para recuperar esa energía que desechó en la barrera que nos salvó la vida... -El Salvador ignoró las palabras del profesor y se puso en pie, todavía tambaleándose y sacando su varita mágica, mientras escudriñaba el lugar con la mirada.
-Le voy a sacar de aquí. -prometió con una voz firme y fría.- Pero hemos de darnos prisa...Voldemort no tardará en encontrarnos...detectará mi magia y sabrá en el lugar donde me aparecí...pronto enviará a los mortífagos detrás de nosotros...
-¿Por qué lo hizo?- preguntó Snape. Estuvo a punto de gritar de dolor, pues al tratar de incorporarse un poco, la herida de su hombro se había abierto más y la sangre resbalaba más rápido por sus brazos desnudos, sólo cubiertos por la cazadora de cuero del hombre. Harry dejó por un momento de vigilar y se arrodilló de nuevo a los pies del profesor. Ahogó una mueca de fastidio al ver como tanto los cortes del pecho, como el del brazo estaban comenzando a amoratarse y como la piel quemada de la espalda, se arrugaba en una desagradable visión.
Se desabrochó el último botón de su camisa oscura y mordiendo la tela, logró romper un tajo lo suficientemente grande para lo que necesitaba. Lo pasó por debajo de la axila de Snape y lo ató fuertemente alrededor del hombro, para evitar que la sangre saliera con tanta fuerza y acabara por desangrar a su maestro. Si a Snape le dolió aquello, no lo demostró. Resistió todo con gran orgullo, evitando gritar.
-Mi deber es proteger a todo el mundo de Voldemort y sus seguidores.- respondió Harry escuetamente. Jamás pensó que le salvaría la vida a Snape y que mantendría una conversación civilizada con él.
-Arriesgó su vida...- murmuró Snape apretando los puños contra la cazadora, para tener algo con lo que matar su dolor.
-Eso ahora no importa.- respondió El Salvador, colocándose frente a él, varita en ristre.- Prepárese...ellos han llegado.- el profesor levantó la barbilla lo suficiente para ver como unos veinte mortífagos hacían acto de presencia en el oscuro callejón.
Supo entonces que estaban perdidos. Si El Salvador, cuyo poder en un principio le había parecido infinito, no era capaz de llegar a San Mungo en una aparición, mucho menos sacaría fuerzas para derrotar a tantos hombres. Quería luchar por su vida, quería ponerse en pie y morir dignamente, pero el dolor y el agotamiento habían terminado con sus ya de por sí mermadas energías. Él sabía que restaban minutos para que terminara por desmayarse y que no haría falta ningún mortífago para acabar con su vida si aquel hombre no lo llevaba con urgencia al hospital. Odiaba admitirlo, pero estaba en sus manos.
Mientras el extraño individuo se paseaba delante suyo, reconociendo sus posibilidades y analizando al enemigo, Snape logró arrastrarse un par de metros, hasta llegar a la pared. Como pudo, se dio la media vuelta y recostó su espalda en ella, llevando la varita en su temblorosa mano izquierda.
Jadeaba. Hacía tremendos esfuerzos por respirar, puesto que la agonía que sentía se lo impedía. El sudor y la pérdida de sangre, estaban comenzando a negarle, de nuevo, la visión.
Harry miraba de reojo al profesor, mientras su cerebro trabajaba buscando una solución. No tenía tiempo, pero tampoco parecía tener energía necesaria para llegar hasta San Mungo.
No le quedaba otro remedio. Tendría que luchar de la mejor forma posible, tratando de no gastar energía y después concentrar su poder al máximo, arriesgando mucho más que un simple dolor de cabeza, para aparecerse en el lugar indicado.
Los mortífagos no parecían querer esperar mucho más. Por orden del que parecía el cabecilla y cuya voz, Harry no reconoció, se abalanzaron contra él, disparando un sinfín de rayos aturdidores.
El Salvador se movió hábilmente, esquivándolos como podía y sin apartar la vista de Snape, cuidándose de que ninguno llegara hasta donde el profesor estaba apoyado.
-¡Matadlo¡Matadlo!- ordenó con ímpetu el que estaba al mando. Los mortífagos cerraron filas, taponando una posible salida del callejón. Harry se acababa de ocultar tras los contenedores, respirando agitadamente. Si se dedicaba a ocultarse, en vez de atacar, sólo lograría cansarse mucho más.
Era la hora de demostrar quién era.
Desenvainó su esplendorosa espada y tomándola del mango con ambas manos, dio un salto y salió de su escondrijo, sorprendiendo a dos mortífagos que se habían acercado a dispararle.
Los dos hombres miraron boquiabiertos, como el filo de la espada de aquel hombre, se incrustaba en sus corazones, causándoles la muerte instantánea.
Pero Harry no tuvo tiempo de celebrar sus pequeñas mini victorias, porque, inmediatamente después, cinco maldiciones asesinas se dirigieron hacia él.
Se envolvió en su capa negra y desapareció de la vista de los demás.
-¿Dónde está? -bramó colérico uno de los mortífagos. Todos buscaban con la mirada el posible escondite en el que el Salvador podía haberse aparecido, pero no lo encontraron.
-¡Coged al traidor!- ordenó el jefe, pensando que el hombre había huido. Snape trató de levantar su varita a tiempo, pero no lo logró. Tres hombres lo habían tomado bruscamente de los brazos y se disponían a arrastrarlo.
Sin embargo, cuando el profesor ya se veía en las garras de Lord Voldemort, se escuchó un sonoro "CRACK" y el Salvador reapareció a la espalda de esos tres mortífagos.
Sanpe sonrió maliciosamente cuando vio que Harry los tocaba en el hombro para que se dieran la vuelta y éstos, al hacerlo, se encontraban de nuevo con una muerte segura, ya que la larga espada les había producido un corte profundo en el pecho, respectivamente.
-¡Crucio! el mortífago al mando, también se sumó al ataque. No estaba dispuesto a ser castigado por su señor, acabaría el trabajo que esos inútiles de sus compañeros no había podido concluir.
Harry creó con su varita un escudo protector, pero no lo suficientemente potente y tanto él como Snape, fueron lanzados un metro hacia atrás, cuando la maldición rebotó contra el.
Inmediatamente, el Salvador se reincorporó, para evitar que otros dos haces de luz roja impactaran en ellos. Pero el profesor de Pociones no había tenido tanta suerte. Con la caída, el tapón que Harry le había hecho en su hombro, para impedir que la sangre saliera con intensidad, se había deshecho y la fea herida parecía desear causarle la muerte rápida.
-¡Ahhhhhh!- gimió de dolor, sin poder evitarlo, tratando de taponar él mismo la herida, con sus propias manos.
Harry lo vio y se mordió el labio inferior. No había tiempo y la batalla sólo estaba logrando debilitarlo más. Todavía les quedaban muchos hombres a los que vencer y no podía permitirse el lujo de tardar más de lo necesario.
Cerró los ojos, decidiendo qué hacer cuando de nuevo, se vio rodeado de hombres, lanzándole maldiciones a diestra y siniestra.
Levantó los brazos y una luz lo rodeó. Era una luz intensa, potente, ahora sí tenía espacio para utilizar una cantidad considerable de energía, pero eso terminaría por agotarlo. Lo importante era mantenerse con vida del ataque enemigo, y después, ya vería lo qué hacía.
Mientras el poder parecía brotar de sus manos, chorreándole por todo el cuerpo, su pensamiento fue de inmediato hacia su profesora. Si se comunicaba con Christine o si ella averiguaba el lugar donde estaban, podría salvarlos. Sin embargo, eso significaría revelarle que él sabía, antes que nadie, que Snape correría un gran peligro, puesto que se había arriesgado a ir solo a la fortaleza y eso no le iba agradar nada a su profesora. A parte, de que para que su plan funcionase, debía ser él quién salvara al profesor, de lo contrario, nada vandría.
No, no podía. Como fuera, tenía que impedir que Christine notara que él se hallaba en serio peligro y que si continuaba desgastando energía, podría traerle graves consecuencias. Haciendo acopio de valor y a sabiendas de que aquello le podía costar muy caro, cerró la conexión metal con ella y a la vez que continuaba concentrando energía en sus manos, creó un campo de fuerza que impidiera que ella averiguara las condiciones en las que se encontraba.
-Perdóname...Chris...- murmuró y abrió los ojos abruptamente, con una furia contenida y un fuego brotando de ellos.
La energía salió de sus manos, pero era una energía muy menguada comparada con la que solía utilizar para derrotar a cientos de hombres. Nunca debió haber creado ese campo de fuerza en la celda de la fortaleza. Sabía que un escudo así le iba a absorber todo su poder, Christine se lo había advertido cuando se lo enseñó y le hizo prometer que jamás lo utilizaría de no ser que fuera estrictamente necesario.
Había sido muy estúpido y ahora estaba pagando las consecuencias. La luz rodeó su cuerpo y también el estrecho callejón. Los mortífagos, desesperados, se lanzaron de un lado a otro, tratando de esquivar los rayos que se dirigían hacia ellos.
La luz cegadora era tan potente, que tanto Harry como Snape, tuvieron que cerrar los ojos para que la vista no se les nublara.
Cualquiera que hubiese pasado cerca de la zona, habría podido escuchar una explosión y habría divisado el humo que poco a poco, iba disipándose, dejando ver el calibre de los daños.
Sin embargo, antes incluso de que pudiera comprobar si su trabajo había finalizado, Harry se desplomó al suelo de rodillas, abrazándose a sí mismo y temblando a convulsiones. Levantó la cabeza, tratando de que la lágrima que pugnaba por salir de sus ojos, se mantuviera en ellos y entonces, notó como suavemente, el cordón que ataba alrededor de su cuello, la capa de Sirius, se desprendía y resbalaba hacia debajo de su sudorosa piel.
Abrió la boca lo justo para notar como el encantamiento de persistencia de su capucha, se había roto con el desgaste de energía y para notar como su revuelto pelo azabache, se abría al tener espacio fuera de la máscara que lo mantenía sujeto.
Allí, arrodillado en el oscuro callejón, con los ojos vidriosos, la cara sucia de polvo y temblando de dolor, Harry Potter había mostrado su verdadera identidad. Sus ojos verdes brillaron al contorno de la pequeña luz que entraba entre las rendijas del encapotado cielo.
Snape, que lo había visto caer al suelo, no tuvo tiempo de reaccionar mejor, puesto que el humo al disiparse, acababa de revelar como tres únicos supervivientes comenzaban a moverse entre los escombros, amenazando con volver a atacar.
-¡Reducto!- gritó en dirección a los contenedores, que estaban al costado de dos de los mortífagos. Éstos, volaron por los aires, originando una nueva, pero más pequeña sacudida. Los dos hombres, levantaron la cabeza lo justo para ver como la explosión les alcanzaba y terminaba por acabar con sus vidas.
Harry, que se había quedado sin palabras y sin capacidad de reacción ante el inminente descubrimiento de su profesor, observó como el último de los mortífagos y cabecilla del ataque, se dirigía a él, cojeando.
Snape, por segunda vez, trató de levantar la varita, pero aquella vez sus fuerzas le fallaron. Su arma de madera cayó al suelo enladrillado y él abrió lo justo un ojo, entre aspavientos y muecas de dolor, para ver como el último hombre al mandato de Lord Voldemort, apuntaba con la varita a la frente de la última esperanza de la humanidad, que se había quedado totalmente desprovisto de energía.
-Tú... -masculló el mortífago escupiendo las palabras y con ira contenida.- ¿Cómo es posible...? Un niño...¡un niño no puede ser el quebradero de cabeza de nuestro, señor¡Harry Potter no puede ser el que irradie tanto poder!- Harry, que hasta el momento había mantenido la mirada agachada, levantó la cabeza con honor, en dirección a aquel último hombre, mirándole con odio mezclado con orgullo. Un brillo intenso y verde esmeralda, recorría sus ojos, haciendo que resaltaran todavía más en sus facciones pálidas y sucias.
-Lamento tu decepción...- susurró el muchacho mirando a la muerte a la cara.- Pero así es...
-¡Maldito!- bramó con furia el mortífago, propinándole un puñetazo en el pómulo. Harry giró la cara hacia un lado, pero no se dejó desquilibrar. Con valor, volvió a mirar a su futuro verdugo, con un rastro de sangre resbalándole por la comisura de los labios.
-Estás muerto...- murmuró con una voz gélida, fría y tan penetrante que hizo retroceder al seguidor de Voldemort un paso hacia atrás. Pero no le dio tiempo a hacerlo más, porque Harry tomó su espada del suelo y con un ágil movimiento, cortó con un tajo limpio y rápido, la cabeza del hombre, que salpicó sangre en varias direcciones, describió un majestuoso círculo y cayó detrás del muchacho, rodando por el asfalto y mostrando una expresión de pánico y sorpresa en su ya fallecido rostro.
Snape se quedó igual de anonadado, asustado y la vez admirado por la capacidad de reacción de su alumno.
Harry terminó por arrodillarse, posando las dos manos en el suelo y respirando con tanta violencia que el profesor pensó que se estaba ahogando. La falta de energía estaba menguando sus fuerzas, había derrochado demasiado poder y él lo sabía, pero ahora no era el momento de lamentaciones. Tenía más de una preocupación en mente, como por ejemplo, el que Snape hubiese descubierto su doble juego.
Con gran esfuerzo, flexionó las rodillas y se puso en pie, tambaleándose levemente al hacerlo. En silencio y bajo la mirada expectante del profesor, tomó su capa negra y su espada del suelo y caminó lentamente y a trompicones hacia donde estaba recostado el hombre.
Se dejó caer arrodillado a su lado e hizo una pausa para respirar con normalidad, antes de hablar.
-Potter...- fue lo único que acertó a pronunciar Snape. Por un momento, se había olvidado de que le restaban pocos minutos de vida y de que la sangre continuaba brotando de sus heridas y de su lastimado cuerpo.
Harry levantó la cabeza y cerró los ojos con pesar.
-Tenemos que marcharnos...de lo contrario regresarán...
-Pero...- Snape parecía incluso no recordar que odiaba al muchacho que tenía enfrente y que ahora se parecía mucho más a James Potter, su enemigo de la infancia.- ¿Cómo es...posible? Tú no...tú...pero...eres...
-No hay tiempo.- apremió Harry haciendo caso omiso de las cavilaciones de su profesor de Pociones.- Si no llegamos a San Mungo...morirá...- por un momento, Snape pareció volver a entrar en cordura y asintió.- Bien... -jadeó el chico, que continuaba temblando a convulsiones. -Voy...voy a concentrar las fuerzas que me restan...llegaremos...se lo prometo, pero necesito que guarde en su interior todas las energías que le queden...que haga fuerza mental conmigo...¿está claro?
-De acuerdo.- respondió Snape volviendo a utilizar su habitual tono despectivo y áspero. Harry, contento de que por fin se hubiesen puesto de acuerdo, cerró los ojos y como un momento atrás, volvió a centrarse en iluminar y llenar su cuerpo de energía.- Potter... lo detuvo el profesor antes de que continuara. Harry abrió los ojos, pero no cesó en su concentración.- La capa...- el muchacho arqueó las cejas, sin entender en un principio. Snape señalaba con la cabeza la vieja capa de Sirius, que colgaba de su brazo derecho. Y se dio cuenta de que no la llevaba puesta y que lo podrían descubrir en el hospital. Suspiró aliviado de que el profesor se lo hubiera recordado y se la colocó rápidamente, volviendo a efectuar el encantamiento de estabilidad.
Después, tocó con una mano el brazo tembloroso de Snape y volvió a cerrar los ojos. Parecía que a cada partícula de luz, a cada pequeña energía que se concentraba y que viajaba a una velocidad vertiginosa, él sintiera más y más dolor. Pero apretó los dientes y trató de resistir. Tenía que hacerlo, era el mago y el arcángel más poderoso que existía en el planeta y tendría que probarlo. No iba a dejar que Snape, pese a que le cayera mal, muriese por su estupidez. Lo necesitaba, era el único sobre la faz de la tierra que podría ayudarlo y por eso había acelerado las cosas. A sabiendas que, si lo salvaba, tendría el privilegio de poder pedir ciertos...favores. Pero habían salido algunos inconvenientes. Primero y principal, él nunca pretendió que la vida del profesor de pociones corriera peligro ni que fuera sometido a tales torturas y brutalidades y eso lo hacía sentirse totalmente culpable. Y segundo, ahora que el profesor había averiguado su verdadera identidad...¿querría ayudarle?
Tratando de desechar esos negros pensamientos de su cabeza, se concentró al máximo. Y notó como tanto su cuerpo, como el de Snape, se iluminaban en un grado supremo de poder, envolviéndoles de nuevo, en la tan conocida calidez y desapareciendo del oscuro, tétrico y frío callejón, dejando los cadáveres de los mortífagos, esparcidos por el asfalto.
El aterrizaje, fue mucho más suave que el primero. El esa ocasión, Snape no cayó con aplomo al suelo, sino que se encontraba sujeto por los brazos fuertes de Harry Potter.
Podía haberse sentido avergonzado de no notar como comenzaba a perder el conocimiento. También a él le había desgastado esa mínima concentración en lo que hacían. Escuchó voces a su alrededor, pero las vio carentes de sentido, pese a que los pasos apresurados se dirigían hacia donde parecían estar ellos, enfrente del mostrador y en medio del vestíbulo.
Notó como su cuerpo parecía resbalar de entre los brazos del Salvador y levantó la barbilla lo suficiente, para ver como el rostro de aquel hombre se tensaba y arrugaba mostrando un claro signo de dolor.
No obstante, sin percatarse de ello, los medimagos llegaron a tiempo para recostar el cuerpo tembloroso y martirizado de Snape, antes de que éste cayera al suelo.
-¿Qué ha ocurrido?- preguntó el medimago que parecía estar al cargo de todo.
-Un ataque.- respondió escuetamente Harry, evitando centrar su rostro en aquellos hombres, para que no divisaran su debilidad. Debía salir de allí en seguida y regresar a Hogwarts.
-Muchas gracias por traerlo, señor.- agradecieron los hombres y en seguida, conjuraron una camilla, depositando el cuerpo de Snape en ella y colocándole con golpes de varita, todo tipo de pociones en los brazos.
-No hay de qué.- contestó Harry con una voz medianamente temblorosa. Lo último que vio Snape antes de desmayarse, fue como el Salvador se sujetaba con un brazo a la pared más próxima, emitiendo un leve quejido de dolor.
-¿Se encuentra bien, señor?- preguntó el medimago, colocándole una mano sobre el costado, para sujetarlo bien y evitar que cayera al suelo.
-Muy...muy bien...disculpe...tengo que marcharme...-y pese a que ya no le quedaban fuerzas, Harry concentró energía por tercera vez y desapareció del hospital envuelto en una columna de luz blanquecina.
El medimago se quedó con la mano extendida, donde antes había estado el costado del muchacho. En su interior, sabía que no estaba bien. Puesto que había notado como cada partícula de su ser se estremecía de dolor.
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Christine caminaba inquieta de un extremo a otro de la sala de los Menesteres.
Continuaba tratando de ponerse en contacto con Harry, pero la conexión parecía totalmente cerrada y ahora captaba un profundo dolor, proveniente del muchacho.
Sabía que, donde fuera que Harry estuviese, se encontraba en grave peligro.
Apoyó las manos en el escritorio, cerrando los ojos y concentrándose todo lo posible en captar el lugar preciso donde su protegido pudiese estar. Pero ese lugar no estaba definido.
Débiles signos de vida le llegaban escuetamente hasta su interior. Tenía que encontrarlo.
Se acercó a paso rápido hacia la ventana, mirando a los terrenos. No hacía más de cinco minutos que las clases habían concluido. Hermione, muy preocupada, había ido corriendo a avisarle. Le había dicho que Harry había salido corriendo de la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas y que no le encontraban por ninguna parte.
Christine sabía lo que había ocurrido. Ella había sentido que el profesor Snape estaba en grave peligro de muerte y por eso había avisado al director. Harry debía de haber sentido lo mismo y seguramente, se había marchado a ayudarle. ¿Pero en qué peligro podía hallarse Snape que estuviera también en juego la vida de Harry? Ella sabía que lo había entrenado de una manera sublime, de forma que no tuviera que pasar apuros ni siquiera frente al mismísimo Voldemort. Algo muy serio tenía que haber ocurrido para que la energía de Harry se desgastara de una manera tan rápida.
Había tenido que decirle a Hermione que Harry se encontraba mal, puesto que esa era la primera clase de Cuidado de Criaturas Mágicas con Hagrid y que se lo había llevado a su despacho a descansar, después de darle una poción tranquilizadora.
Era la mentira más convincente que se le había podido ocurrir. Pero si por casualidad, llegaba a los oídos del director, estaban perdidos. Sabía que Dumbledore querría hablar con Harry y ella tendría que decirle que el muchacho no estaba en su habitación.
Mentalmente, agradecía que el director estuviese ocupado con la Orden, para tratar de localizar a Snape y así ella había podido estar tranquila, aguardando en la sala, por si el muchacho decidía presentarse. Ella era la única que podía notar si Harry estaba o no en peligro, así que, mientras estuviera con vida, el director no tendría porqué enterarse.
Se escuchó un estallido y una columna de luz iluminó a una figura, que acababa de aterrizar brutalmente en el suelo.
-¡Harry!- exclamó Christine corriendo a su encuentro y tomándolo entre sus brazos. El muchacho tenía los ojos abiertos, pero temblaba a convulsiones y su estado era crítico...
-La poción...- suplicó.- Por favor...me duele...
-Está bien.. trató de tranquilizarlo Christine, acurrucándolo contra su pecho.- Tranquilízate...resiste...- Harry soltó un gemido de dolor. La mujer, se levantó con él en brazos y lo depositó suavemente en la cama, corriendo después a su escritorio y abriendo uno de los cajones, para extraer una pequeña botellita con un líquido incoloro.
La abrió y llegó hasta la cama, para introducírsela en la boca al muchacho, que en cuento el líquido se coló por su garganta, se quedó plácidamente dormido.
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Estaba furioso. Más de lo que había estado en mucho tiempo. Las venas de su cuello estaban tensas y sus manos se retorcían temblorosas, sosteniendo entre ellas una copa de vino tinto.
¿Cómo era posible que se les hubiese escapado¿Cómo podía un hombre, un único hombre, entrar en la fortaleza, enfrentarse a un sinfín de mortífagos y salir ileso de ello, llevándose consigo a un prisionero medio muerto?
Sentía frío. Todo su cuerpo temblaba en una mezcla de ira, rabia contenida y helor. Todo consecuencia de lo mismo: las preocupaciones.
Tomó la varita del bolsillo de su túnica y apuntó a la chimenea. Las llamas, que crepitaban en una danza de fuego, aumentaron su intensidad, creando una cortina de calor, que lo envolvió y lo reconfortó.
Nagini, su preciada serpiente, siseó en señal de agradecimiento y se acercó lentamente hacia ellas, enrollándose en su propia piel y cerrando los ojos para dormir plácidamente.
Si no fuera porque soltando su ira únicamente lograría destrozar las vitrinas de su habitación, habría provocado una gran explosión de poder, gritándole al mundo entero la frustración que sentía.
Su plan, su maravilloso plan, trazado minuciosamente y que tanto le había costado, acababa de irse a pique.
¿Cómo se suponía que iba a lograr ahora su propósito? Volvía a estar muy lejos de Harry Potter, más de lo que jamás había estado.
-¡Maldita hija de puta!- escupió, mirando hacia el techo y apretando los dientes de la rabia. Si Christine no hubiese regresado, él jamás habría tenido aquellos problemas. Todo, todo lo que la relacionaba, siempre había supuesto un dolor de cabeza de más.
Lo sabía, siempre lo supo, desde su mismísimo nacimiento y ahora estaba pagando seriamente las consecuencias. ¿Pero qué otra cosa podía haber hecho sino quitarla de en medio? Antaño, esa mujer había sido muy muy poderosa, demasiado como para arriesgarse. Lo reconocía, había habido un momento, dieciséis años atrás, que había temido enfrentarse a ella mucho más que hacerlo con Dumbledore.
Ella y el viejo eran los que siempre lo había mantenido a raya, los únicos que habían logrado frustrarle sus magníficos planes, perfectamente trazados.
Dumbledore...el director de Hogwarts era un problema a añadir. Había logrado encontrar una ministra de magia competente, había logrado traer unos sustitutos inmejorables para la prisión de Azkaban y transformar la isla en un lugar inaccesible. Había hecho que Christine regresara de su encierro en sí misma y con ello, había asegurado la protección de Potter.
Ambos, ambos eran los causantes de que ahora, él no pudiera completar sus expectativas.
Y luego estaba el Salvador. Que con su poder había logrado introducirse en su mismísima fortaleza. La pregunta era¿cómo había averiguado dónde se encontraba? Y había salvado a Snape...¿por qué¿Por qué arriesgarse a llegar hasta allí, derrochar su poder y correr la suerte de poner su vida en juego, simplemente por un hombre?
En un principio, ese hombre no le había preocupado en absoluto. Era un arcángel más, uno muy parecido a Christine, con magia incluida y eso que pensó, que no existían más como ella. ¿Quién era ese individuo y qué relación tenía con ella¿Cómo era posible que fuese tan poderoso?
-Pero no lo suficiente...- siseó Voldemort dando un breve sorbo a su copa de vino.
La puerta se abrió de golpe. El hombre, levantó la mirada lo justo para ver como dos de sus hombres ingresaban en la habitación y se arrodillaban. Uno de ellos estaba súbitamente intranquilo, el otro, parecía totalmente calmado e incluso indiferente. Sonrió interiormente. Le agradaba ese muchacho.
-Señor...- habló la voz del mortífago tembloroso.- lo lamento...pero...han huido... -Voldemort, que hasta el momento había estado recostado sobre su sillón, se inclinó hacia delante bruscamente, perforando con sus ojos rojos la nuca inclinada de aquel servidor.
-¿Qué has dicho?- dijo en un susurro apenas audible. El mortífago ahogó un sollozo y se estremeció de terror.
-Enviamos a la cuadrilla que estaba en marcha...señor...los mató a todos...ese hombre los eliminó con ridícula facilidad...
-¿Sabes lo que eso significa, Jugson?- Voldemort entornó los ojos, utilizando una voz especialmente peligrosa.
-Sí, señor...
-Recuérdame lo que significa, Jugson.- ordenó el mago tenebroso tajantemente pero con una voz melosa que al segundo de los mortífagos pareció resultar muy divertida.
-Que el traidor ha escapado...- respondió el hombre temblando de arriba abajo, si cabe, más que al principio. Voldemort se levantó de la butaca, se colocó ambas manos sobre la espalda, sosteniendo entre ellas su varita y llegó paseando tranquilamente hacia el hombre.
-¿Y qué pasa ahora que ha escapado, idiota?- el mago oscuro había agarrado a su vasallo por las solapas y le había escupido esas palabras a voz en grito, muy cerca del oído, provocando así, que el hombre se convulsionara de terror, mucho más de lo que ya lo hacía.- ¡QUÉ NO PODREMOS PONER EN PRÁCTICA NUESTRO PLAN!- Voldemort soltó bruscamente al hombre, que cayó a los pies de su señor de malas formas y lloriqueando como un niño pequeño. El mago, harto de ver debilidad en sus hombres, le apuntó con la varita y pronunció la maldición cruciatus con odio, produciendo que su vasallo comenzara a retorcerse y gritar de puro sufrimiento. La aplicó con intensidad y de larga duración, dejando al hombre en un estado de somnolencia muy cercano a la locura.
Después, asqueado, regresó hasta su butaca y se dejó caer pesadamente sobre ella, pasándose una mano por su pálido rostro, de rasgos de serpiente.
-Aún no está todo perdido, amo... -el segundo mortífago intervino, postrándose, por segunda vez, a los pies de su señor. -Hay una manera...- Voldemort, levantó la cabeza e hizo un gesto con ella, concediéndole la palabra.- Ese telele con luces lo llevó hasta San Mungo...
-Si estás pensando en un ataque masivo al hospital, ya puedes ir descartando la idea, Ian.- espetó Voldemort con dureza, pero ni con su mirada penetrante pudo hacer que el mortífago retrocediera.- Dumbledore ha cubierto muy bien las zonas céntricas...no podemos permitirnos una batalla a gran escala en un lugar tan protegido como el hospital...
-No me estaba refiriendo a eso, amo.- respondió el muchacho con una tranquilidad enfermiza, inusual y un toque de demencia en su miraba ambarina.- Existe una manera...si está dispuesto a dejarlo en mis manos... -Voldemort le miró con perspicacia. Realmente, ese chico era muy especial.
-¿Cuál?
-Snape está gravemente herido, señor- explicó el mortífago hablando con una voz seria y profunda, poco irónica para lo que estaba acostumbrado. -En el caso que sobreviva, no podrá incorporarse a las clases de inmediato. Necesitará al menos un mes y medio para reponerse. Estamos a finales de Abril, señor, quedan dos meses de curso escolar...aún existe una pequeña posibilidad... -Voldemort sonrió complacido y se levantó de nuevo de su butaca, hasta llegar al muchacho, haciendo que éste se levantara de suelo y colocándole una mano en el hombro.
-Realmente eres sorprenderte, Ian...- siseó.- Serías un bueno señor tenebroso...tienes las mismas cualidades que poseía yo a tu edad y una determinación envidiable...si te enseño, quizás con el tiempo puedas ocupar un lugar de mayor privilegio...- señaló a su butaca.- a mi derecha...- Ian sonrió cínicamente.- Eso...siempre y cuando aprendas a respetarme... -Voldemort levantó la varita.- ¡Crucio!- el muchacho borró la sonrisa de sus labios y cayó al suelo gritando más que en toda su vida. El mago detuvo el hechizo y sonrió despectivamente.- Un recordatorio...para que sepas cuáles son tus límites...y la fama no se te suba a la cabeza...¿has entendido quién manda aquí, Ian¿has entendido que no habrá posibilidad de relevarme puesto que hallaré el modo de alcanzar la inmortalidad?
-Señor...amo...yo jamás...yo siempre le seré fiel...
-Está bien.- siseó Voldemort ignorando los jadeos y los esfuerzos del chico por ponerse en pie.- Esa admiración hacia mí me halaga...sólo quiero que tengas presente...tus limitaciones...
-Sí, amo.
-Y ahora... -masculló el mago tenebroso apoyando un brazo en la fría pared de ladrillo de la chimenea.- Cuéntame como vas a lograr llevar a cabo nuestro plan...
-He quedado dentro de una hora con Tonks...- una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro demente del muchacho...
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Se encontraban en una cafetería cerca del callejón Diagon. Habían preferido quedar allí, porque aquellos sitios les recordaba a sus escapaditas en la academia de aurores, donde siempre acababan con un batido de chocolate y sentados en una meas con una sombrilla, de algún local muggle.
Hacía mucho tiempo que no sonreían de aquella manera, que no estaban juntos, que no compartían los buenos momentos que los había unido en el pasado.
Tonks levantó la mirada de su taza de café y sonrió al ver el rostro bello y dulce de su amigo, que la observaba como si no la hubiese mirado en años.
-Te he echado de menos...
-Lo sé.- murmuró Tonks con un deje de tristeza y cerró los ojos un instante.- Sabes que...sabes que hubiera ido a visitarte...
-Lo entiendo.- aseguró Ian dando un sorbo al zumo de naranja y haciendo un gesto con una mano para que no se preocupara.- Debiste pasarlo muy mal...- Tonks mostró una sonrisa amarga y asintió jugueteando con un anillo de oro que llevaba en uno de sus dedos. El muchacho, comprendiendo que le había hecho daño, se levantó de su asiento y se puso de cuclillas al lado de ella, tomándole de una mano.- Perdóname...
-Ian...no digas eso...- negó Tonks con la cabeza y abriendo los ojos, preguntó: -¿Los has visto últimamente?- el chico suspiró y asintió con pesar.
-Siempre mantuvimos el contacto y...ahora que he vuelto a Londres...quedé con ellos...- la chica giró el rostro hacia un lado y ahogó un sollozo, tratando de que los ojos dejaran de humedecérsele.- ¡Oh, Tonks!
-¿Está...está...Alex bien¿Y Nadín-Ian suspiró, se metió la mano en el bolsillo de los pantalones y extrajo unas monedas muggles, depositándolas sobre la mesa. Y sin haber terminado de tomar su zumo, tomó a la chica de la mano y caminaron por la acera, en dirección a un parque, muy pegados y en silencio. Tuvieron que pasar unos minutos antes de que el muchacho se decidiera a responder.
-Alex y Nadín están bien, Tonks...pero...¿por qué te sigues castigando? -Tonks se detuvo en seco y Ian la imitó.- Mira...son mis amigos...pero te hicieron daño y...Tonks, mírame- la muchacha le sostuvo la mirada-...no me importa a quién tenga que poner en mi contra si con eso te evito un mal mayor... -la tomó de las manos y la besó en la mejilla.- Me importas mucho...Alex te engañó...y Nadín no fue lo suficientemente madura como para negarse...
-Nadín era mi mejor amiga.- sollozó Tonks, tapándose la cara con ambas manos.- No puedo culparla...él la debió preferir a ella...ella debía estar enamorada y yo fui tan estúpida que ni siquiera me di cuenta...ella debía estar sufriendo...
-¡Oh, por favor Tonks!- exclamó Ian un poco más enérgico de lo que habría deseado y destapando las manos del rostro de la chica.- ¡Ni siquiera te lo dijeron¡De no ser porque yo los vi...! Tú...tú saliste corriendo...antes de entrar a la habitación...
-¡No quería verlos, Ian!- le reprochó Tonks algo molesta.- ¿No lo entiendes? Llegamos después de la graduación...y tú abriste la puerta...cuando...cuando me dijiste que no entrara...que ellos estaban...que ellos estaban...¡Tuve que marcharme, Ian¡Me marché a mi casa y comencé mi vida de nuevo!
-Si tanto te importaba Nadín...si tanto te importaban, Tonks...- susurró Ian acercándose mucho a ella y abrazándola con una mano de la cintura y secándole las lágrimas con la otra.- ¿por qué no te detuviste cuando ella te llamó?- Tonks levantó la cabeza y se separó un poco de su amigo.
-Porque no tenía el valor de escuchar como me decía que estaba enamorada de él y que él...y que él la prefería a ella... -si Tonks no se hubiese dado la vuelta en aquel momento habría visto como una sonrisa de cinismo se dibujaba en el rostro de Ian, que la abrazó por detrás y le dio un nuevo beso en la mejilla.
-Tranquila...- susurró para calmarla.- Yo estoy aquí...y siempre estaré a tu lado...
-Gracias...Ian...- murmuró la chica, dándose la vuelta y sonriendo sinceramente. No existían las tristezas para ella, tenía que ser fuerte y esconder su dolor bajo esa máscara divertida, esa máscara que la hacía sentirse fuerte a ella misma y a los demás. De pronto, sonó una melodía pegadiza.
-Mierda...- masculló Tonks entre dientes, mientras abría su bolso y buscaba algo que vibraba dentro de él. Ian observó extrañado como sacaba un aparato pequeño y pulsaba un botón, para después hablar a través de él.
La cara de Tonks se ensombreció y una mueca de terror apareció en sus labios. Interiormente, el muchacho sonrió. Ese debía ser el aviso que había estado esperando y si mucho no se equivocaba, ese teléfono móvil muggle, era la forma de comunicación de la Orden del Fénix. Muy ingenioso, desde luego.
-¿Qué ocurre? -preguntó fingiendo sorpresa, una vez la muchacha colgó y volvió a guardar el teléfono dentro del bolso.
-Errr...un amigo...un amigo de los que luchan contra quién-tú-sabes...ha sido herido de gravedad y está en San Mungo. Tengo que irme...
-¿De gravedad?- preguntó Ian con urgencia.- ¡Entonces tienes que ir corriendo¡Venga, vamos a aparecernos!
-No, no...- negó Tonks rápidamente mordiéndose una uña. Gesto visible que siempre efectuaba cuando estaba nerviosa.- Las medidas de seguridad no permiten que nos aparezcamos ni siquiera por la zona...quién-tú-sabes podría detectarnos como aurores y es peligroso...¡Mierda! -exclamó pateando una piedra. -¡Tendré que tomar el autobús noctámbulo!
-Yo tengo coche...- dejó caer Ian como quien no quiere la cosa, señalando a la acera donde estaba aparcado un Ford Focus de color negro azabache...- Si quieres te llevo...
-¿Lo harías?- preguntó Tonks ilusionada y feliz de poder llegar mucho antes.
-¡Por supuesto!
-¡Oh, Ian, eres un cielo!- la chica lo abrazó con rapidez y le dio un beso fugaz en la mejilla antes de encaminarse corriendo hacia el vehículo.
Ian reaccionó un poco más tarde, frotándose el lugar donde la chica lo había besado y sonriendo fanfarronamente.
Montaron al coche y se dirigieron, como rayos, hacia donde estaba el hospital. No quedaba muy lejos de allí, puesto que estaban en una zona céntrica de Londres.
Eso sí, les costó más de quince minutos aparcar el coche porque Tonks insistió en que no podían usar la magia para camuflarlo, que era un riesgo innecesario.
En cuanto Ian cerró las puertas con la llave automática, la chica salió corriendo hacia el escaparate, donde estaba la puerta de entrada a San Mungo y él la siguió como pudo. Ella era demasiado enérgica para su ritmo.
Llegaron hasta recepción y para su fortuna no había cola.
-¡Por favor, señorita!- pidió Tonks sujetándose el pecho para recobrar el aliento.- ¿Me puede decir en qué habitación se encuentra Severus Snape?
-¿Snape?- comentó distraídamente la medimaga consultando unas listas que tenía sobre el mostrador.- ¡Ah sí...! Lo trajeron en estado crítico...habitación 341.
-¡Muchas gracias!
Tonks tomó a Ian de la mano y ambos corrieron hasta el ascensor. Pasaran por donde pasaran se veían numerosas camillas con enfermos o familiares esperando noticias. Era un ambiente bastante desolador.
Desde la muerte de su madre, Tonks no había deseado hacer ninguna guardia como auror en San Mungo, porque le traía malos recuerdos. Pero la suerte o la fortuna le habían traído en más de una ocasión allí.
Ian observó con interés el enfermo que había al lado suyo, también en el ascensor. Tenía en la cara rasguños de algún tipo de criatura.
Sonó la campanita y las puertas se abrieron. Antes de que el chico pudiese tan siquiera imaginar de qué tipo de animal podían ser esas marcas, ya era arrastrado por su amiga.
Caminaron con rapidez, pero sin correr, por los largos pasillos del hospital, mirando la numerología en las placas de las habitaciones. Al final, al fondo del pasillo 48, al lado de una sala de espera, vieron en la puerta de la habitación 341 al director de Hogwarts. Tonks se olvidó momentáneamente de Ian y corrió hacia él.
-¿Qué ha pasado¿Se sabe algo¿Cómo ocurrió?
-Calma, calma, Tonks...- susurró Dumbledore levantando las manos para que la chica se tranquilizara y tomara aliento. -Los detalles...más tarde. Lo importante es que se recuperará...eso sí, tardará en hacerlo...
-¿Puedo entrar?- preguntó la chica con la cara angustiosa.
-El medimago Robson nos ha pedido que esperemos al menos una hora...está sedado y descansando...su estado ha sido muy crítico...ha estado a las puertas de la muerte. -explicó el director mirando con interés a Ian, que por respeto, se había mantenido en silencio. Tonks asintió y suspiró aliviada.- Por un momento había creído que volvería a sentir la angustia de perder a otro miembro de la Orden.
-No debió arriesgarse tanto...- murmuró para si misma.
-Lo importante...- continuó el director.- Es que se recupere...ahora mi preocupación está en encontrar un sustituto para él en el colegio...a estas alturas no hay profesores libres y sólo quedan escasos dos meses para que acabe el curso...Severus va a necesitar mucho tiempo para restablecerse.- Tonks lo miró y sintió como Ian le apretaba la mano para brindarle apoyo y entonces se le ocurrió una magnífica idea.
-¡Ian!- exclamó dirigiéndose a su amigo. -¡Tú dijiste que todavía no habías podido entrar en el ministerio, que había que hacer papeleo y todo eso!
-Sí, confirmó el muchacho mostrando su incredulidad.- No es fácil que desde...
-¡Profesor!- continuó la muchacha eufórica sin prestarle atención a su amigo.- ¡Ian será su maestro de Pociones!
-¿Qué?- el chico arqueó una ceja como si su amiga se hubiese vuelto loca.- Pero...
-¡Nada de peros! -y se giró hacia Dumbledore, que observaba al muchacho con interés. -¡Profesor, ya le hablé de lo bueno que es Ian en Pociones¡Es un genio¡Si lo viera...!
-Un momento Tonks.- interrumpió el chico. Se había sonrojado débilmente. -Yo...yo nunca me he preparado para la docencia...y menos para un prestigioso colegio como Hogwarts...no...
-¡Bobadas!- Tonks le restó importancia.- Sólo serán un par de meses...venga, Ian, el profesor Dumbledore necesita un favor y tú necesitas el dinero... -el chico iba a buscar una nueva excusa cuando el director sonrió y se le adelantó.
-No me cabe la menor duda, señor Lewis de que usted lo hará estupendamente. Con tan buenas recomendaciones...¿cómo podría negarme?
-¿Está...está seguro?- titubeó Ian con una voz chirriante, cargada de emoción contenida.
-Completamente. Desde mañana, será usted el nuevo profesor de Pociones de Hogwarts...
-¡Es estupendo, Ian!- Tonks lo volvió a abrazar y Dumbledore le dedicó una sonrisa amable. Entonces, al fondo del pasillo se divisaron más miembros de la Orden que acababan de enterarse. Tanto el director como Tonks se encaminaron hacia ellos, dejando a Ian en una soledad deseada.
-No sabes cuanto...- murmuró el muchacho y una nueva sonrisa maliciosa, se dibujó en su rostro, antes de caminar en dirección a los demás. La trampa estaba servida.
