Olasss gente! Ya estoy aquí again. No he tardado mucho¿verdad? Bueno, bueno, bueno, os agradezco en el alma todos vuestros reviews, me hacéis muy feliz. Seguimos la cuenta atrás, ahora sólo quedarán dos capítulos. Espero seguir viva para entonces y poder acabarlos, ajajaaaj. Sé que este capítulo gustará a algunos y NO gustará a muchos, ajajja, pero c'est la vie. Espero poder actalizar el otro muy pronto, vale? Pregunta¿verdad que no se tenía que haber ido Guille Martín de OT? Joooo, con lo majo que era el chico y de mi tierra además. Aggggg, en fin, q se me va la pinza, q disfrútéis mucho de este capi y como siempre, nos vemos en el próximo!
Reviews:
Alejandra Black Moon: Olass! Jajaa, ya actualizo, ya. Te aseguro que voy lo más rápido posible. No, Dumbledore sabe lo del ataque, pero no que los chicos se han marchado al Ministerio. Y el verdadero Neville está en Hogwarts. Saludos!
Nyissa: Olass! Jaja, bueno, pongo tu review aquí porque lo he recibido después de subir un nuevo capi. Me alegro que te haya gustado el 45, a ver si el 46 y ahora el 47 también te gustan. Sí, ya era hora de que Remus y Christine dieran el último paso. Me alegro mucho que te haya gustado. Besos!
Usagi-Chan: Gracias! Jajaaj, de verdad, sois muy amables. Sí, efectivamente, faltan 3 capis contando este, espero que me de tiempo acabarlo antes de marcharme, jaaja. Besos!
Ginny Potter W: Olass! Jajaj, sí, me acuerdo de ti. Gracias por el review y por desearme suerte. Espero que todo vaya bien, jajaja, bueno, no es para traumatizarse tampoco. Besos!
Noelia: Olasss! Gracias! Bueno, seguro que hay muchos ficts mejores q el mío, jaja, yo solo hago lo que puedo. Espero poder seguir actualizando rápido. Saludos!
Kaily g-w: Olasss! Jajajaja, em parto, quasi tots els meus amics sempre estudien algo de ciencies, química! Uffff, home a mi no sem dona gaire be i se per les meves amigues q es difícil, pero tu endavant q segur q tho treus. Bueno, diguem q periodismo em va defraudar perq em treia la llibertat d'escriure sobre el q volgues. No, no coneixo la teva universitat, es a barcelona capital? Con que estàs patint...jajajaja, home, sé que el capi era una mica frenétic. Vols que mati al Harry i a la Ginny? Jaajajaja, bueno, dons ho faig, ajaja, no tinc problema. Ai ai ai ai, em penso que el teu proxim review no serà amb tanta cordialitat, ajajajaj. M'agrada redactar be la escena e imaginármela com a una peli, ajajaj, per aixo fico tots els detalls. Aquí estava també la reacció del Ron, sé que dona molta llàstima pero ha fet molt de mal al Harry durant tot el curs i ara tenia q pagar els plats rots. Ho de Hermione igual, si et soc sincera em va fotre molta rabia quan la Hermione es va posar en pla perfeccionista amb ho del sirius. Tenia q cometre un error, com va cometre el Dumbledore, perq sino el personatge seria massa perfecte i ara ho ha comés. Ha enviat a la Ginny i al Ron al Ministeri sense pensarhi. Bueno, en aquet capi si, surt el Ian bastant, pero només ho necesari, es que veig q modiaras, ajaaaj. Ummm i si, el Percy era de laliança, ho tenia q ficar aqi perq es reconciliara amb la seva familia. I a la teva resposta...jaja, si, algú morirà. Molt petons guapa i espero q t'agrade!
Hermana de Maigu: Olass! Jajajaja, gracias! Me alegro que te guste!
Ad89: Gracias!
P-Potter: Olass! Jaja, perdonada! Me alegro que te guste, ya ves que no he tardado nada en actualizar. Besos!
Landoms 182: jaajjaa, buena reacción.
Verónica: Olass! Gracias! Me alegro que te haya gustado. Jaja, un poquito mala sí que soy. Umm, no depende de mí lo de estar un mes o así sin actualizar sino de lo que tarde en irme a Barcelona, en principio me voy lunes o martes.
Alkas: Gracias! Pues sí, era Malfoy quien, bajo una capa invisible, espiaba a Harry cuando éste escribía el diario. Bueno, ahora estoy actualizando rapidísimo la verdad.
Catalina: Olass! A ver, tranquila, no pasa nada, yo te lo explico. Es muy sencillo. Malfoy había estado espiando a Harry, pudo hacerlo sin que él se enterara porque Harry había quitado la vigilancia de Fawkes sobre él, vale? Entonces, Malfoy le dijo a Ian Lewis lo del diario y éste, con su habilidad de mago metamórfico, se transformó en Neville para engañar a Ron, Hermione y Ginny, mientras Malfoy distraía a Harry para que éste no se pudiera enterar. No, Voldemort no sabe que es el salvador. Todavía...
Derichbin: Olass! Jaajajj, espero que cuando vayas a empezar a leer este nuevo capítulo no tengas ganas de asesinarme todavía, por el bien de mi cabeza, jaaja. Bueno, Harry llegará y lo hará con todo su poder y mucho enfado en medio, pero la situación habrá cambiado y Voldemort será el que lleve ventaja. Ya lo leerás ahora. Y bueno...jajaj, no se trata de modestia, sino de realismo, siendo sinceros, Harry Potter lo escribió Rowling y yo lo único que hago es hacer una versión del 6 libro como puedo, jajaja y que no queda ni la mitad de bien que el original, pero bueno, agradezco de igual forma tus palabras. Y sí, respecto a tu pregunta sobre el 6 libro, yo creo que sí.
Lladruc: Olass! Jajaja, ho sento per les teves ungles. Ummm, 3 capis queden només, no sé si faré continuació, de veritat, estaré molt ocupada. Umm, pero si ho faig no serà dels merodeadores, sino de després de Hogwarts. Petons! Espero que t'grade el capi!
The-soulless-girl-666: Olass! Gracias! Me allegro que te guste mi fict. Umm, sí, lo lamento, morirán más personas. Pero una vez, jajaa, repito, en serio muchísimas gracias por decírmelo pero el 6 libro le da mil patadas a mi fict. No es mi libro preferido de los de Rowloing, pero le da 1000 patadas. Yo estoy de acuerdo con tu hermana, fue lo primero que dije después de que se me pasara el sofoco, la llantina y que mi mente empezara a razonar, ajaja.
Magusai: Olass! Muchas gracias por el review, ya lo echaba en falta. No, el próximo capi no es el último, contándolo, faltan 3. Pero sí, ya estamos casi en el final. Ya veremos si hago más fict...no lo sé todavía. Besos!
Jasyana: Olass! Me alegro que te guste mi fict. Un hijo? Jajajaj, uffffffff, muy rápido vais vosotros. Quién dice q Christine no va a morir? Y aunque viviera...si acaba de superar sus miedos y no del todo. Tiempo al tiempo.
Miyuki: Olass! Gracias! Bueno, umm, no, ajaja, de aquí al sábado no creo que haya terminado, lo siento! Pero es posible que no me quede más que un capítulo. Me alegro que te esté gustando el fict. Umm, no te puedo asegurar que los personajes queden ilesos, ajajja, lo siento!
Marita: Olasss! Muchísimas gracias, tus palabras me halagan. La verdad, es que es muy gratificante abrir el correo y ver un review donde la gente te dije que lo que escribes, aunque sea un poqito, le ayuda. Me alegro mucho que te guste el fict, yo solo trato de hacerlo lo mejor posible en cada escena. UN beso!
Amnydic1991: Olass! Bueno, solo estoy actualizando rápido porque me voy a vivir a Barcelona y si no no tendríais el final del fict en mes o mes y medio, al menos. Bueno, todo el mundo pensaba q se reiría cuando Ron descubriera la verdad, pero lo cierto es que lo puse en una situación en la que no se podieran reír mucho. Ron, en el fondo, no tiene la culpa de haberse portado tan mal. Él está tan poco informado como todos y además, Harry alimenta esa confusión, manipulándolo. No digo tampoco que Harry sea el culpable, pero la situación debía darse así. No sé si escribiré una continuación o más ficts, la verdad. Depende del tiempo. Claro, por supuesto, me pasaré por tu fict en cuanto acabe el mío y tenga de nuevo internet alli en Barcelona. Besos!
Calipe Halliwell: Olasss! Sí, mucho tiempo! La verdad es que sí, de nuevo la misma trampa, pero aquí vamos a ver la diferencia con el 5 libro. Lo he hecho así a propósito, para que se vea la función del fict. Bueno, nunca he creído que Percy fuera malo, sólo un poco imbécil, pero está arrepentido y por eso le hago luchar en la Alianza. Bueno, quién ha dicho que vayan a morir Harry o Hermione? Jaaja, ya veremos...Lo de la poción lo sabrás en este mismo capi. No, no es que me vaya de viaje, es que me voy a vivir a Barcelona y entre q me instalo en un piso y todo pues no tendré internet en un mes por lo menos. Besos y gracias de nuevo!
CAPÍTULO 47: EL MOMENTO DEL SACRIFICIO.
-¿Sorprendidos?- ironizó Lord Voldemort. Únicamente con su rostro pálido, con rasgos de serpiente y su mirada penetrante, a través de unos profundos ojos rojos, ya les hacía estremecerse. Habían caído en una trampa, una trampa, que les costaría la vida. Por más que mirasen, por más que buscasen, sabían que Harry no estaba allí y que aunque gritaran, pidiendo ayuda a los aurores que desarrollaban la batalle contra los mortífagos y el ejército de criaturas mágicas que el mago tenebroso había preparado, sería inútil. Estaban dentro de una barrera de fuerza, un conjuro, seguramente, creado por su enemigo para que nadie tratara de interrumpirlos.- Os presento a Ian, chicos...uno de mis aprendices más destacados...- Ginny y Hermione, sin saber exactamente porqué, se estremecieron. La mirada del profesor Lewis era muy distinta a la que ellas creían conocer. Ya no era amable ni cálida, sino de piedra, dura y fría, con un toque de demencia que no les gustó para nada.- Ian...- prosiguió Voldemort.- Tú...recompensa...puedes divertirte con ellas mientras esperamos a que Potter llegue.- por inercia, Ron se adelantó un paso y cubrió a las chicas con su cuerpo, extendiendo los brazos. Pudo notar como Hermione temblaba a convulsiones.
-¿Así que todo era una trampa?- escupió el chico, rojo de ira.- El diario...el ataque...que Harry estaba en peligro...
-No todo.- respondió Ian, dando un paso hacia delante. Ron y las chicas quisieron retroceder y huir, pero eran conscientes de que habían llegado al borde del escudo de fuerza y de que estaban atrapados.- Por alguna extraña razón...- explicó el profesor, avanzando más y más.- Potter escribió una despedida, como si supiera que iba a morir...nada más lejos de la realidad. Y Malfoy la leyó. Así que teníamos la coartada perfecta para haceros creer, que Potter estaba en peligro. El ataque es tan real como lo veis. Nos apoderaremos del Ministerio de Magia y mataremos de una vez y para siempre al niño-qué-vivió...y vosotros sois el anzuelo...
-¡Maldito traidor!- bramó Ron. Las piernas le temblaban tanto que apenas le sostenía. Tenía miedo, pero lo tenía más por las chicas que por él mismo.- ¡Eras amigo de Tonks y...!
-¡Oh!- ironizó Voldemort soltando una carcajada y aplaudiendo teatralmente.- Así que estos chicos conocen a la Orden del Fénix...sí, no me extraña. Debes saber, chico, que tu amiguita la maga metamórfica piensa que Ian es su amigo del alma...era perfecto que se conocieran...la Orden del Fénix calló en la trampa y una vez más, Albus Dumbledore lo va a lamentar.- Y Ron lo sabía. Le había pedido a Ian, pensando que era Neville, que acudiese a avisar a Dumbledore. Pero, evidentemente, ahora el director de Hogwarts no sabía nada. El único que podía ayudarlos era Harry, aunque él rezaba desesperadamente porque su amigo no se presentase allí. Esperaba que creyera que él lo seguía odiando y que no se molestara en venir a ayudarlos, porque entonces encontraría la muerte.
Mientras estaba sumido en esos pensamientos, no se dio cuanta como un par de mortífagos lo agarraban de los brazos y lo separaban bruscamente, de las chicas, que comenzaron a gritar. Ron se debatió con todas susfuerzas, que eran bien pocas, pero no logró más que patalear y gritar a pleno pulmón.
Vio reflejados, en los ojos castaños de Hermione el terror, el miedo a esa situación, como si ya la esperara, como si ya la conociera, como si supiera exactamente, lo que rondaba por la mente de Ian, que en aquellos momentos, se acercaba a ella primero.
-¡Incarcelous!- unas cuerdas amarraron a la chica. Ginny la llamó, pero su voz se perdió en el aire como un susurro sin sentido, un llamamiento que no llegó a los oídos de su amiga. A la pequeña de los Weasley también la sujetaron, pero más tarde, decidieron que la mejor opción era atarla también y cayó al suelo, adolorida e incómoda, preparada para ver el espectáculo que les esperaba a ambas. Ian caminó hasta ella y le pasó una mano por su piel blanquecina.
-Espérame, preciosa...no tardaré...- Ginny trató de librarse del contacto, pero antes incluso de presentar algún movimiento de resistencia, el profesor de Pociones se acercó hacia Hermione y se arrodilló ante su cuerpo tembloroso. La chica no dijo nada, no gritó, no se revolvió, no quiso golpear a aquel ser con esos ojos castaños e inquietantes, hipnotizadores, capaces de encandilar, de amansar a las bestias, que la taladraban, que le sorbían el alma y la incapacitaban para moverse. Una tímida lágrima resbaló por las mejillas de Hermione y se perdió por su cuello. Ian siguió con los ojos su recorrido, hasta que la pequeña gota se coló por el escote de la túnica que vestía la chica. Con la mayor de las ternuras, ternura que no reflejaban sus pupilas, el chico colocó el pulgar sobre el rastro de aquel tibio llanto y lo secó con su piel suave y cálida.
La chica cerró los ojos y trató de gritar, trató de pedir ayuda, trató de reaccionar, pero se había quedado inmovilizada. No podía pensar, no podía ejercer control sobre su cuerpo, sólo sentía un profundo temor.
Vio como Ron la llamaba, escuchó como gritaba su nombre y quiso correr hacia él, quiso que fueran sus dedos los que estuviesen posados sobre sus mejillas y no los de aquel hombre, cuya perversa expresión de demencia, la aterraba.
-Eres preciosa...sencillamente divina...- jadeó el profesor y Hermione ya no pudo más que perderse en esos ojos fríos e insensibles. Ya no escuchó a Ron llamándola, tampoco a Ginny, ya no pensó en la situación en la que se hallaba, ni siquiera supo que iba a morir. Lo único que le interesaba era dejar de estar anclada al suelo, a esos movimientos, a esa...mirada.
Se le olvidó porqué estaba allí, se le olvidó quién era y lo que era, se le olvidó recordar a sus padres, a sus amigos, llamar a Harry, pedir auxilió. En la Tierra sólo existían ella y ese monstruo que ahora hacía un mal intento por acariciarla. Su tacto era tosco, impersonal, cargado de brutalidad y sin aparente cariño. Tan solo contaba matar el deseo, esa fuerza que lo impulsaba a tomar todo lo que quisiera como si fuera de su propiedad, ese poder de privilegiado por el que había estado trabajando y que había logrado al fin.
-Es una maravilla el poder hipnótico de Ian...¿no os parece chicos?- comentó Voldemort, clavando la mirada claramente en Ron y después en la pequeña Ginny. Y sintió curiosidad por ella, puesto que ya no parecía tan pequeña. Había crecido sin duda, desde la vez en la que su diario pudo corromperla, pudo crear un clon de sí mismo mucho más poderoso. Había algo inquietante en esos ojos avellana, una fuerza que se apagaría, cuando corriera la misma suerte que su compañera. Pero había una determinación, una arrogancia y un descaro en su mirada que no le gustaba un pelo. Era...desafío.
-¡Basta!- Ron chilló como si la vida le fuera en ello. Trató de pegar puñetazos a sus adversarios, mientras las lágrimas cubrían sus ojos. Se fatigó en exceso. Ya lo estaba de por sí, pero luchó igualmente. No había dormido prácticamente al estudiar los exámenes y había estado practicando mucha magia y luego había efectuado una aparición, a muchos kilómetros de distancia, sin tener el carné que se lo permitía. Eso y el miedo que se apoderaba de cada partícula de su cuerpo, lo habían dejado totalmente indefenso, inútil, incapaz de ayudar a la persona que, ahora estaba completamente seguro, amaba.- ¡Soltadla¡Dejad de hacerle daño¡Matadme a mí¡Torturadme a mí¡Pero dejadla a ella!- Voldemort, que tenía los brazos cruzados y observaba divertido como su más fiel vasallo se divertía con aquella niña, lo miró interesado.
-Vaya, vaya...un gesto muy heroico por tu parte...no te preocupes, ya te llegará tu turno, muchacho.- el mago soltó una carcajada fría.- El dolor es bueno, Ronald, recuérdalo...
-Por favor...- suplicó el chico, dejando de forcejear con los mortífagos que lo sujetaban y bajando la cabeza, en señal de sumisión, sin importarle rebajarse con tal de salvar a Hermione de la tortura a la que se veía sometida. Y sintió que todo su mundo se derrumbaba. Él no era fuerte como Ginny, él no sabía mantener esa compostura, esa mirada de desafío que había en el rostro de su hermana menor, esa seguridad en que iban a salir de aquella y de que si no lo lograban, al menos morirían o sufrirían dignamente.
Sintió aquel dolor en el interior de Hermione, como si fuera el suyo propio y entonces, su grito desgarrador rompió el cielo. Se escuchó un trueno, un relámpago los cegó momentáneamente y aquel aullido de padecimiento inundó a todo aquel que se encontraba cerca de la zona. Por primera vez, se sintió respaldado al ver que los aurores parecían haberse dado cuenta de la situación, pero aquel pequeño rayo de luz se le apagó, cuando vio como las maldiciones de aquellos agentes del ministerio, rebotaban en vano, contra la barrera que había creado el mago tenebroso. Y pronto, muy pronto, se veían arrollados por los mortífagos, que impedían el acercamiento a esa zona, para que su señor no tuviera ningún problema.
-¡Ahhhh!- el mundo de Hermione se derrumbó junto con su túnica y su inocencia. Nunca había imaginado aquel desenlace para su primera vez, nunca había pensado que sería durante la guerra, una guerra a la que en aquellos momentos, se sentía ajena y que había acabado con todo su espíritu de lucha. Mientras notaba un profundo dolor, mientras la sangre resbalaba por su cuerpo, empapando su alma, trató de mirar a Ron a los ojos y la imagen que vio, jamás se le olvidaría. Masculló un "ayúdame", pero sus palabras apenas pudieron atravesar sus finos labios. Quería que su amigo acudiera a salvarla. Quería, por primera vez, abrazarse a él y no verlo como siempre lo había visto, quería pedirle perdón, perdón por haberse dejado engañar, perdón por no haber tomado en cuenta sus palabras y castigarlo con su indiferencia, por haberle dicho que jamás lo iba a perdonar cuando en verdad, deseaba decirle que lo quería. En todas las formas en las que se puede querer a una persona. Pero, desgraciadamente, su mente se nubló y se llenó de malos recuerdos, se llenó de vergüenza y de amargura y quiso que todo acabara, quiso morir, la oscuridad...
Ginny giró el rostro para no presenciar lo que fue irreparable y Ron se quedó allí, mirando los ojos lagrimosos de Hermione, indefenso, incapaz de ayudarla.
Se dejó caer de rodillas y los mortífagos, al ver que no se movería, lo apuntaron con la varita, pero no hicieron intento alguno de volver a levantarlo. Había sido un estúpido, si hubiera confiado en Harry, sino hubiese llenado su cabeza de dudas y hubiese dejado que su corazón dictara por ella, si hubiese comprendido, desde un principio, lo mal que debía sentirse su amigo, nada de aquello habría pasado. Harry lo había sacrificado todo por ellos, Harry había matado su felicidad por ayudar al mundo mágico. ¡Qué fuerte e imponente lo veía ahora! Recordaba esas fotografías en el Profeta del Salvador y sentía un terrible orgullo por su amigo. Él que lo había despreciado, que lo había humillado e insultado y ahora, deseaba con todas sus fuerzas, que se presentara allí, que los ayudara.
La tortura cesó. Ian levantó su rostro demente y dejó tirado el cuerpo de Hermione, sobre es asfalto. La chica no se movió. Sus ojos estaban en blanco y su cuerpo temblaba de arriba abajo. El mortífago giró su rostro hacia Ginny y le sonrió con autosuficiencia. Pero no había temor en los ojos de la pequeña Weasley y eso le molestó o quizás, le atrajo todavía más. Disfrutaría un poco con ella, mientras se recuperaba.
-¡Crucio!- gritó y Ginny se retorció de dolor sin poder evitar chillar. Los ojos se le inundaron de lágrimas, mientras aquel sufrimiento recorría sus entrañas. Se estremeció cuando notó una manos frías posadas sobre sus mechones de pelo. Cerró los ojos con furia, pero aquello no alivió su pesar. Volvió a recibir la maldición y poco a poco, sus sentidos se fueron nublando. Escuchó a su hermano llamándola, pero lo oía distante. Cualquier fuerza de resistencia que hubiese preparado, se agotó. Estaba demasiado cansada para luchar y de nuevo, esos ojos azules, que Harry tanto había detestado, se posaron en ella, tratando de usar su poder hipnótico, para corromperla. Pero no lo logró. Ginny tenía un porqué, tenía esperanza y sólo un nombre recorría su mente.
"Ayúdame, Harry"
No supo cuanto tiempo pasó después de aquello. Sabía que había vuelto a recibir la maldición cruciatus, sabía que su túnica había sido desgarrada, sabía que las manos de Ian estaban recorriendo su piel blanquecina, pero sabía, pese a todo, que todavía no era demasiado tarde.
Un nuevo trueno, inundó los alrededores del ministerio de magia. Y entonces, la lluvia comenzó a caer con gran intensidad, aunque nadie pareció prestarle verdadera atención. Sin embargo, hubo algo que sí la captó.
De pronto, se escuchó un estrépito, como un estallido de un petardo, pero con mayor ímpetu. Voldemort miró hacia arriba y entonces, tuvo que protegerse el rostro con un brazo porque lo que vio le dejó anonadado. Fue como si uno de los rayos hubiese caído sobre su campo de fuerza, que acababa de estallar en millones de pequeñas chispas, dejándoles al descubierto. Algo había impactado contra esa barrera y ese algo, estaba frente a ellos.
Una figura se acababa de materializar dentro del escudo que el mago tenebroso había creado, cuando se suponía que eso era imposible y no sólo eso. Sino que además, lo había destrozado, reducido a mil pedazos. Ron levantó la cabeza y sus ojos se llenaron de luz. Alto, fuerte, vestido totalmente de negro y con una capucha que le cubría enteramente la cara, el Salvador se había aparecido. Y de no haber descubierto quién era en realidad, el chico se habría asustado de verdad. La expresión del poco rostro que se le veía era de total frialdad y dureza, tanto que incluso pudo notar como Lord Voldemort se estremecía.
Para cuando Ian quiso levantar la cabeza del cuerpo de Ginny, ya fue demasiado tarde. Sin utilizar magia, aquel hombre le había propinado un puñetazo en el pómulo y lo había lanzado hacia atrás. El profesor de pociones se llevó una mano a la cara y vio sangre. Aquel desgraciado le había roto la mandíbula. Ginny abrió los ojos y sintió como sus ojos se empañaban más. No pronunció su nombre por precaución, pero trató de sonreír y Harry le devolvió una sonrisa forzada y seca. Bajo la atenta mirada de todos, se agachó en el suelo y la tomó en brazos. Ninguno de los mortífagos, que se habían quedado tan estupefactos como su señor, reaccionaron a tiempo. El hombre desapareció y reapareció al lado del cuerpo de Hermione. Dejó a Ginny a su lado y repitió la acción, en aquella ocasión, materializándose al lado de Ron. El chico lo miró y quiso decir algo, pero tenía la garganta demasiado seca.
-¡Cogedle!- ordenó Voldemort furiosamente y con la ira acumulada en su interior. Los mortífagos parecieron reaccionar. Dejaron de apuntar a Ron con la varita y comenzaron a disparar hechizos aturdidores. Harry se colocó enfrente de su amigo para protegerle con su cuerpo, pero no hizo falta. Fue muy rápido. Mandó una pequeña ola de energía con sus manos y cinco mortífagos cayeron fulminados. Aún con esa expresión de frialdad en el rostro, El Salvador tomó a Ron de un brazo y reapareció al lado de las chicas.
-¿Estás bien?- le preguntó a Ginny y cuando habló, su voz no sonó dura como cuando se dirigía a sus enemigos, sino cálida, tanto, que Ginny se abrazó a él y soltó un gemido lastimero. Harry cerró los ojos y le pasó una mano por la cabellera pelirroja.- Ya ha pasado todo, tranquila...- y entonces, dirigió la mirada al cuerpo de Hermione. La chica no estaba inconsciente, pero sí tenía la mirada perdida. Ron trataba de consolarla, pero no lo lograba. Se sentía inútil en aquella situación. Harry se mordió el labio inferior y cerró un puño. Había llegado demasiado tarde para su amiga y se iba a encargar de que todos pagaran por ello. Concluyó el abrazo con Ginny y se acercó a ella. Los mortífagos habían comenzado a lanzar maldiciones, por órdenes de su señor, pero Harry había creado un campo de fuerza a su alrededor, impidiendo que lo dañaran.- Hermione, reacciona...- posó sus manos sobre la chica y desprendió un cálido resplandor que la reconfortó. Su amiga, por fin, fijó sus ojos en él y entonces, comenzó a llorar y a temblar a convulsiones, restregando las manos sobre todo su cuerpo, como si estuviera avergonzada.
-Perdóname...Harry...- susurró en voz muy baja, lo suficiente como para que ninguno de sus enemigos la escuchara. Si Harry se sorprendió de escuchar su nombre en los labios de su amiga, no lo demostró. Sacó la varita y conjuró una capa negra y la colocó por encima de la chica.
-Cuida de ellas, Ron.- dijo con determinación y se puso en pie, dándose la vuelta en dirección hacia donde se encontraba Lord Voldemort, que por alguna extraña razón, sonrió con autosuficiencia.
-Vas a morir...- masculló el mago tenebroso y dando órdenes a sus mortífagos, éstos se dispersaron, en dirección al ministerio de magia, donde se estaba efectuando una batalla a vida o muerte. Ian, cuyo rastro de sangre todavía goteaba, desapareció con un "plop" y también se unió a la batalla. Voldemort y El Salvador quedaron frente a frente, conectados por las miradas.
-Serás tú quien muera esta noche...- respondió Harry con una dureza insólita y dando un giro sobre su capa, lanzó una bola de energía, que su enemigo esquivó por centímetros.- Que comience el juego...
Lupin se dio cuenta de lo que pasaba y un nudo se le formó a la altura del estómago. Buscó a Christine con la mirada, para comprobar que ella se encontraba bien, pero no pudo hallarla entre la multitud de maldiciones que volaban de un lado para otro. Rezó para que ella estuviera a salvo y corrió hacia donde podía ver bolas de energías y hechizos de magia negra muy avanzados. Se detuvo en seco a unos metros de ellas, guardando la distancia con prudencia y entonces, descubrió a los chicos. Supo lo que había ocurrido al instante y el cielo se le cayó a los pies. Llegó hasta ellos, jadeando y se arrodilló al lado de las chicas.
-Profesor Lupin-tartamudeó Ron. Las manos le temblaban y trataba inútilmente de hacer reaccionar a Hermione, ayudado vagamente por Ginny, que estaba más pendiente de la batalla entre Harry y Voldemort y cuya luz se había vuelto a encender. Lupin se acercó a Hermione y le pasó una mano por el brazo para reconfortarla, pero la chica se apartó inmediatamente y comenzó a temblar más si cabe. El hombre veía como el labio inferior de la muchacha se movía frenéticamente.
-No voy a hacerte daño, Hermione.- aseguró con una paciencia envidiable e ignorando las convulsiones de su ex alumna, la arropó más con la capa negra que Harry le había conjurado.- Estás helada...tengo que sacaros de aquí...¿qué diablos ha pasado?
-Harry...- una lágrima resbaló por la mejilla de Ginny, que señaló la batalla que llevaban a cabo el Salvador y Voldemort.- Nos tendieron una trampa...Malfoy, el profesor Lewis...y...tenemos que ayudar a Harry.- Y Lupin comprendió. Pero en el momento que lo hizo sintió unas tremendas ganas de vomitar. No era posible. Pese a que la idea no era tan absurda, después de conocerla, debía ser una terrible equivocación y sin embargo, vio una sonrisa de arrogancia en las facciones de aquel hombre y supo que ese era el hijo de James Potter y porqué siempre había tenido la sensación de conocerle.
"Un amigo...sólo un amigo..."
Casi tuvo la tentación de golpearse la cabeza por no haberse dado cuenta antes. Por eso la forma en la que Christine lo trataba...ella lo estaba entrenando y por la manera en la que Lord Voldemort se estaba viendo acorralado, el hombre supo que lo había logrado.
-Dios mío...- susurró Lupin.- Tengo que saca...
-Ellos no van a ninguna parte. Ni tú tampoco...- reconocería aquella voz en el infierno. Lupin se levantó lentamente, con una expresión de determinación y seriedad en el rostro y alzó la varita. Encontró la mirada del profesor sustituto de Pociones, el hombre que casi lo separa de Christine y encima el más fiel vasallo de Lord Voldemort, espía suyo en Hogwarts.
-Cerdo.- fue la única palabra que salió de la boca de Lupin y recordó algo más. Ese hombre fingía ser amigo de Tonks y le iba a hacer mucho daño y era aquel mortífago que trató de sobrepasarse con Christine. Pese a que el profesor era un hombre pacífico, sintió una ira desbordada y unas inmensas ganas de partirle la cara.
-¿Celoso, licántropo?- ironizó Ian, sabiendo que lo iba a hacer enfadar.- No solo logré el cariño de tu querida Christine en apenas un día, sino que además he tenido el placer de disfrutar de estas jovencitas.- Lupin notó como Ginny se estremecía y vio que Hermione se tapaba los oídos con las manos, temblando a convulsiones.- Pero ellas son unas niñas...comparadas con Christine. Sí, ella sí que es una mujer de verdad...no te imaginas lo que es acariciar su piel...besar su cuello...- Ian se relamió y esperó una reacción violenta de parte de Lupin, pero ésta no llegó. Esa calma que caracterizaba al hombre lobo lo ponía enfermo. La mayor cualidad de las tantas que Ian tenía, era poner nerviosos a sus adversarios y con él nunca lo lograba.- Ya puedes ir despidiéndote de ella, porque te voy a matar...¡Avada Kedavra!- el haz de luz verde se dirigía hacia Lupin a una velocidad insólita, pero el hombre logró apartarse en última estancia. No iba a morir, no lo iba a permitir, lucharía por Christine, por vivir una vida junto a ella y el primer paso, era acabar con Ian. Se deslizó como una sombra, esquivando los hechizos que el mortífago le lanzaba y llegó hasta él. Pero en vez de lanzarle una maldición, lo agarró de las solapas y lo empujó hacia atrás. Ambos cayeron al suelo y rodaron. La varita de Ian salió volando por los aires y en ese descuido, Lupin aprovechó para propinarle un puñetazo en el pómulo herido. El profesor de Pociones aulló de dolor y se llevó ambas manos a la cara.
-Esto no termina aquí, cabrón.- bramó Lupin y de nuevo, el mortífago se vio asaltado por una serie de golpes. No recibió únicamente en la cara, sino que Lupin, con una fuerza salida de no se sabe donde, logró levantarlo y levantarse a la vez y aporrearle en estómago. Cuando se cansó, volvió a golpearle en la cara y magullado, adolorido y totalmente indefenso, Ian calló de espaldas al suelo. Ambos se miraron y jadearon. Lupin le apuntó con la varita, con determinación.- Mereces morir.
Pero aquello nunca llegaría a producirse. En ese instante, se escuchó un estallido y Tonks se apareció entre ellos. Ian no se lo pensó dos veces, en el descuido de su adversario, agarró a chica por el cuello, se extrajo una navaja del bolsillo y la colocó sobre la garganta de su rehén. Tonks gritó y trató de zafarse, pero sus movimientos provocaron que un hilo de sangre comenzara a resbalar por su piel, al producirse un pequeño corte.
-Quieta...- susurró Ian peligrosamente y con una voz demente, que hasta entonces, Tonks nunca había escuchado.- Baja la varita, licántropo.- ordenó.
Lupin observó el rostro de pánico y lloroso de Tonks y obedeció, pero sin dejar de prestar atención a cada movimientos del mortífago.
-¿Por qué...Ian?- sollozó la muchacha, cesando en su intento por liberarse. -Yo...creí en ti...y resulta que todo era una trampa...
-Eres una estúpida, Nymphadora- masculló el hombre sonriendo cínicamente y lamiendo el cuello de Tonks, que tenía muy cerca del rostro. Pudo sentir como ella se estremecía de miedo y sonrió. Le encantaba infundir esa reacciones inevitables en los demás.
-Por favor...no...- suplicó Tonks cerrando los ojos, pero no había ni un atisbo de compasión en la expresión de Ian. Lupin cerró los puños de la rabia, impotente. No podía hacer nada, un paso en falso y la vida de Tonks correría peligro.- Eras mi amigo...
-Nunca fui tu amigo- replicó el mortífago.- pero sabía que tarde o temprano, quizás por tu condición de maga metamórfica, me interesaría estar en contacto contigo. Además de que estabas muy buena...- Tonks apretó más las pupilas y deseó no seguir escuchando aquel tormento, pero Ian parecía dispuesto a llegar hasta el fondo, restregándole su estupidez.- Debiste mirar adentro aquel día, mi querida Tonks...pero los celos que infundé en ti fueron más fuertes...- la muchacha abrió los ojos de sopetón y todavía se convulsionó más.- Sí...- continuó el hombre disfrutando de la situación.- ...no pasó nada entre ellos...te engañé...
-¿Qué?- Lupin también abrió los ojos como platos. Conocía muy bien la historia y sabía que Tonks había sufrido muchísimo con ella.
-Nadín habría dado la vida por ti, Tonks...- explicó el mortífago y la chica sintió como si una parte de sí misma se derrumbara como un castillo de naipes. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal.- Nadín era tu mejor amiga, chica tonta y aunque hubiese estado enamorada de Alex, que no era el caso, jamás se habría metido por el medio...Y Alex...- Ian soltó una carcajada.- Alex se desvivía por ti...te quería con locura, te amaba...y tú te marchaste sin que él tuviese una sola posibilidad de contactar contigo. Trataron de buscarte, se enfadaron muchísimo conmigo por la pequeña mentira que te conté, pero yo nunca les dije donde estabas...Nadín y Alex simplemente te habían preparado una fiesta sorpresa en el apartamento, por ser la que mejor nota sacaste en el examen de Ocultación y disfraces y tú tuviste muy poca confianza en lo que sentías...- Tonks dejó de forcejear y bajó los brazos, aún cuando la navaja de Ian se acercaba más a su cuello.- Una lástima que ahora no puedas enmendar ese error... -miró a Lupin y sonrió. -Despídete de la vida...
-¡Nooooo!- Gritó Lupin y cerró fuertemente los ojos. Tonks no hizo ninguna fuerza de resistencia, ni siquiera dejó de mirar al frente. En realidad, ya no le interesaba nada, sino el ser conocedora de que podía haber tenido la felicidad al alcance de sus manos y se había dejado engañar con facilidad, traicionando la confianza en sus mejores amigos: las personas, más importantes en su vida y en las que se había refugiado de las garras de su horrible familia.
Pero el arma letal de aquel traidor solo llegó a rozar con su filo la carne blanquecina del cuello de la chica y hacerlo sangrar un poco más. Tonks sintió un estirón, algo que la atraía lejos de su captor y vio como la navaja volaba por los aires. Segundos después, el cuerpo de Ian estaba en el suelo y el chico se quejaba de una quemadura en su brazo derecho. Un cuerpo la arropó y la abrazó con desesperación. Tonks sintió que se mareaba al reconocer aquel olor que había aspirado hasta la saciedad en el pasado.
-Alex...- murmuró y una lágrima rodó por su mejilla hasta mojar la camisa del cuerpo atlético y fuerte de un chico de estatura media, cabellos rubios y ojos profundamente verdes.
-¡Oh, dios, menos mal que estás bien, Tonks!- el chico rompió el abrazo y le frotó ambos brazos con las manos para reconfortarla, mientras le sonreía abiertamente. La muchacha no podía creer lo que estaba viendo, sencillamente no podía haber imaginado que su ex novio se presentara allí y que la hubiera salvado de una muerte irremediable. Sintió otra presencia a sus espaldas y se dio la vuelta bruscamente. Una chica de cabellos pelirrojos, con tirabuzones y de piel blanca como la leche, también le sonreía. No se lo pensó dos veces y se lanzó hacia sus brazos, llorando y gritando.
-¡Nadín¡Nadín estás aquí¡Por favor, perdóname, perdonadme los dos! Yo...
-Shrrrr- le chistó Alex uniéndose al abrazo.- Lo sabemos...tratamos de localizarte Tonks, queríamos explicarte la verdad, pero Ian...
-Lo sé.- asintió la chica, ahora tomando de la cintura a Alex y clavando su mirada en él.- Fue culpa mía...no debí creerle...no debí dejar que él...
-Tonks.- Alex se había puesto serio de repente, pero seguía observándola con profunda ternura.- Escúchame bien. Yo te quería y te querré siempre...no sabes lo que han sido estos años alejados de ti...eres lo más importante en mi vida...
-Y yo también te quiero mucho, Tonks.- añadió Nadín, tratando de retener las lágrimas sin éxito.- Nunca habría hecho nada que te hiciera sufrir...
-Lo sé, Nadín.- Tonks bajó la cabeza avergonzada.- Una parte de mí, siempre lo supo, pero...¿cómo es que estáis aquí?
-Han llamado a todos los aurores posibles.- explicó Alex abrazándola también por la cintura. Nosotros estábamos de misión en España, pero regresamos en cuanto nos dieron la orden...- la miró, sonrió y entonces, la besó. Tonks se dejó llevar, hacía demasiados años que seguía soñando con aquellos labios y ahora eran suyos de nuevo, era algo real. Alex y Nadín volvían a estar a su lado y ya nadie ni nada los volvería a separar.
Lupin, que los miraba desde la distancia sonrió y pensando que era mejor dejarles esos segundos de intimidad, se desapareció, para ir a ayudar a una zona, con mucho más movimiento.
La puerta de entrada al Ministerio de Magia era un fortín. Thomas Grint, el jefe del cuartel general de aurores, se había quedado allí dando instrucciones a sus hombres. Sabía, que el último escuadrón de hombres que le quedaba, era la última esperanza del Ministerio. Estaban a las puertas, junto con la Ministra de Magia y Albus Dumbledore, tratando de repeler, desde su posición, a aquellos que traspasaban las primeras filas de hombres. Los Dementores, los gigantes o los vampiros no tenían muchos problemas para hacerlo, así que continuamente, Patronus encabezados por un fénix de un espeso color plateado, estacas de madera y encantamientos aturdidores, volaban en todas las direcciones.
-Tenemos que resistir...- murmuró Amelia Bones, cayendo al suelo de rodillas y apretando los dientes en un gesto de dolor, sujetándose un brazo magullado.
-Vaya dentro, señora Ministra.- sugirió un joven auror.- Está herida...
-No me quedaré escondida mientras mis hombres se juegan la vida...- masculló la valiente mujer y poniéndose en pie, con ayuda del muchacho y bajo la mirada inquisitiva del director de Hogwarts, se dispuso a continuar. Pero Albus Dumbledore sabía que la verdadera batalla, la única que importaba en realidad, se estaba librando a unos pocos metros de distancia de la amplia explanada.
-Buena suerte...- susurró y él mismo se dispuso a lanzar un nuevo Patronus.
Christine notó los sentimientos cruzados en los corazones de sus alumnos y la inmensa energía que desprendían dos hombres en una batalla, dando lo mejor de sí mismos. Se mordió el labio inferior, en señal de nerviosismo. Debía darse prisa. No tardó mucho en aparecer al lado de Ron y Hermione y la estampa asustada que encontró no se le olvidaría en mucho tiempo.
-¿Os encontráis bien?- los tres asintieron sin mucha convicción. Christine clavó su mirada penetrante en el rostro tembloroso de Hermione y cerró un momento los ojos, algo impresionada. Distraídamente y mientras, igual que hacía Ginny, observaba la batalla que libraban Voldemort y el Salvador, la arropó un poco mejor con la capa. Debía sacarlos de allí, estaban demasiado cerca del enfrentamiento directo y podrían salir heridos. Sin embargo, ahora lo importante era ayudar a Harry. Miró al cielo lluvioso y tormentoso y notó un mal presentimiento. Algo terrible estaba a punto de suceder y había llegado la hora. Como respondiendo a su pregunta, una columna de luz se filtró durante unos segundos entre los nubarrones y pudo oler un aroma fresco a lavanda. Supo entonces, que la Unión estaba allí.
Harry esquivó un haz de luz verde y se dio la vuelta rápidamente para encarar a su enemigo, que se había materializado a sus espaldas.
-¡Diffindo!- gritó y sonrió con satisfacción al ver que su encantamiento había dado en el blanco. Voldemort lanzó un grito de furia y se sujetó con la mano libre el corte que había aparecido en su brazo derecho. El Salvador llevaba peleando con él durante un buen rato y únicamente había utilizado hechizos de poco nivel para producirle pequeñas heridas.
Pero aquello no iba a quedar así, el mago tenebroso murmuró unas palabras en latín y unas piedras, volando a la velocidad de la luz, se dirigieron hacia el hombre. Harry esquivó algunas, pero otras tantas impactaron en distintas zonas de su cuerpo y brevemente, lo hicieron arrodillarse. Voldemort soltó una carcajada. Pero si pensaba que el muchacho se iba a rendir estaba muy equivocado. El Salvador se levantó con ímpetu y extrajo su espada en un movimiento rápido y la lanzó contra su enemigo. El mago tenebroso se apartó un instante antes de que la preciosa arma se estrellara contra la pared que tenía detrás y cayera al suelo, inerte.
Voldemort sonrió y se agachó para recogerla, aquel era su turno, sabía que un arcángel sin espada, por muy mago que fuera, no era rival para él. Pero en cuanto su piel rozó el filo del acero, retiró la mano profiriendo un alarido de dolor. Se había quemado.
-¡Accio espada!- gritó Harry tranquilamente y su preciado tesoro voló de nuevo a su poder.- Deberías saber que esta espada es especial...solo responderá ante el legítimo dueño. Tiene parte de mi magia en su interior.- aclaró cuando vio la confusión en los ojos rojos de su enemigo.
Voldemort escupió al suelo, se pasó una mano por la piel quemada y levantó la varita por enésima vez, lanzando la maldición cruciatus, pero con demasiada lentitud. Harry era todo un experto en la rapidez de movimientos y apenas efectuó esfuerzo alguno.
Pensando que ya era hora de dejar de jugar y pasar a cosas más serias, antes de que se quedara sin energía, despareció y reapareció detrás del mago tenebroso, al que le lanzó una bola de energía, que impactó en su espalda.
Voldemort jadeó, gritó y luego cayó de rodillas, pero pese a que ese calibre de poder causaba la inconsciencia a la mayoría de los hombres, al mago no le produjo el mismo efecto.
-¡Idiota!- exclamó su enemigo, como si hubiera leído sus pensamientos.- Yo no soy un hombre corriente...soy el hombre más poderoso del mundo entero...tus trucos baratos no funcionarán contra las precauciones que tomé antaño...¡Estás condenado a morir!
-No menos que tú.- escupió Harry en un susurro apenas audible, utilizando un tono de voz peligroso. Entonces sintió una presencia cercana a él y el corazón le dio un vuelco. Trató de no mirar hacia atrás para no captar la atención del mago tenebroso, pero él había sentido perfectamente su energía. Christine había aparecido, estaba cubriendo con su cuerpo a sus amigos, pero además, estaba concentrando su poder."No, por favor"
Harry cerró los ojos y bajó los brazos. Se había vuelto a guardar la espada en la vaina y ahora una mano rebuscó entre los grandes bolsillos de su túnica totalmente oscura. Había llegado la hora y lo sabía. El olor a lavanda que había en el aire se lo decía, las presencias silenciosas que se hallaban entre la batalla se lo confirmaban y la tormenta y las fuerzas de la naturaleza se habían reunido para dar pleito a aquel desenlace, aquel final que habían estado aguardando durante mucho tiempo. Tratar de esperar mucho más sólo acreditaba su temor, su cobardía. ¿Miedo? Sí, lo tenía, pero a la vez esperanza. Esperanza de saber lo que le aguardaba.
Se decidió en un segundo, apretando el frasco entre los dedos, desapareció en un chasquido y entonces reinó el silencio. Cuando la figura de Harry dejó de vislumbrarse, Voldemort y Christine quedaron casi frente a frente y detrás de ellos, muy cerca, estaban Ron, Hermione y Ginny, que al notar como el Salvador se había marchado, se sintieron presos de un pánico aún mayor y a la vez, alivio.
-Christine...- masculló Voldemort tratando de distinguir entre la batalla al misterioso individuo y creyendo que su miedo le había hecho huir.
-En esta ocasión...- respondió la mujer con la mirada más fría que hasta entonces había adoptado.- ...no hay marcha atrás...- pero no pudo continuar, no puedo decir nada más porque unos brazos fuertes y varoniles la habían aprisionado por detrás, obstaculizándola. Christine abrió los ojos sorprendida y giró el rostro lo suficiente para distinguir dos esmeraldas brillando, ocultas bajo una capucha, de la capa de su viejo amigo fallecido.
-¿Qué estás haciendo?- susurró, y no fue la única que se asombró. Voldemort había adoptado una expresión de incredulidad y Ginny se había puesto en pie de sopetón y avanzado un par de pasos.
-Perdóname...madre...- la vista de Christine se nubló al sentir un intenso dolor en el costado. Harry, en un rápido movimiento le había incrustado una jeringuilla y el líquido recorría su cuerpo rápidamente, envenenando cada partícula de energía que estuviera viva en su interior. La mujer dejó de forcejear y tuvo que aferrarse al abrazo que el muchacho le efectuaba porque estaba perdiendo los sentidos.
Una vez el contenido de la Poción que Snape y él habían fabricado, estuvo dentro de su profesora, el muchacho, con pesadumbre, retiró la jeringuilla y dejó que Christine resbalara entre sus brazos y cayera arrodillada al suelo, temblando de arriba abajo.
-¿Qué...qué...me has hecho...?- logró articular con los ojos en órbita y haciendo un tremendo esfuerzo por no gritar de dolor. Sólo notaba un gran vacío, un vacío que la llegaba a asustar y entonces comprendió. Únicamente se había sentido así en una ocasión y era cuando había extraído toda su magia, al matar al hombre que asesinó a su padre.- Me has...dejado sin poderes...- Harry retiró la mirada del cuerpo de su profesora, que seguía arrodillada y convulsionándose y avanzó un paso hacia delante, dispuesto a enfrentarse de nuevo, con Lord Voldemort.- ¿Por...qué?
-Perdóname.- repitió y cerró los ojos un instante. Se sentía miserable por haber tenido que llegar a aquellos extremos, por no haber confiado en su profesora, como ella confiaba en él, pero de haberlo hecho ella nunca lo habría aceptado. Y aquella era la única manera de hacer una justicia que llevaba mucho tiempo buscando. Sabía que había hecho lo correcto, lo sabía porque personas importantes como Emy o la adivina habían sido incapaces de negárselo y porque su propio corazón se lo confirmaba.- Sé feliz, Chris...
-Harry...- como pudo, sin fuerzas, gimiendo de dolor y con su cuerpo incontrolado, Christine levantó la cabeza.- No...por favor...- pero el muchacho no la miró, con la expresión seria y de determinación en sus facciones, continuó caminando, regresando a su posición, pero esa vez, preparado para el final. Sintió un agarrón del brazo y se dio la vuelta, sorprendido. No se encontró los ojos azules y penetrantes de su profesora, que seguía arrodillada en el asfalto, sino los avellana de Ginny, todavía cargando en su mano, el diario que él la había dejado.
-Cuídate pelirroja...- susurró, sonriendo y acariciándole brevemente, un mechón de pelo rojizo.- Nos volveremos a ver...en otra vida...- y sin dejar que ella dijera nada, desapareció y reapareció por tercera vez, al lado de enemigo mortal. Pero su rostro burlón y arrogante había cambiado, era como si otra persona se hubiese adueñado de él, como si lo hubiesen cambiado. Pese a que el mago tenebroso notó ese cambio, no fue capaz de atribuirlo a nada, pero supo una cosa. A ese hombre le importaban los amigos de Potter e iba a aprovechar esa información como si tuviese petróleo en las manos.
Sonrió con autosuficiencia y a Harry no le agradó nada esa ironía. Se dio la vuelta bruscamente hacia Christine y sus amigos y gritó:
-Harry Potter os ha condenado a la muerte al no presentarse...es un cobarde y vosotros pagaréis caro su error...- Harry quiso reaccionar, pero era demasiado tarde. Voldemort había levantado la varita y lanzado la maldición asesina. Christine trató de incorporarse, pero tropezó y volvió a caer indefensa, no tenía ni fuerza de bruja ni de arcángel y no había ninguna barrera posible que esos críos pudiesen efectuar para la maldición Avada Kedravra, que no se podía interceptar.
-¡Ares!
Con ese último grito de Harry, que carecía de sentido, los chicos cerraron los ojos, esperando morir, pero eso nunca llegó a suceder. En su lugar, pudieron escuchar el suave y agradable canto de un fénix plateado, que se había aparecido en un fogonazo y se tragó la maldición tal y como el año pasado había hecho Fawkes y estalló en una voluta de humo y cayó al suelo, pequeño, encogido e incapaz de volar, salvándoles así a todos. Entonces Harry pudo comprender el significado que había tenido que ese fénix llegara hasta él.
Con una ira descontrolada y taladrando con la mirada los ojos estupefactos y furiosos de su enemigo, levantó los brazos y gritó al cielo, bramó con toda su fuerza, era un canto ahogado, desesperado, inquietante, pero las fuerzas de la naturaleza, de la Tierra, que irremediablemente, estaba conectada a él, acudieron en su ayuda, creando una burbuja de energía alrededor suyo y de Voldemort. Saltaban chispas al tocar la pared, tratando de hallar una salida, lo quisieran o no, estaban atrapados.
Voldemort levantó la varita y lanzó un encantamiento, tratando de romper aquel escudo invisible, pero sólo logró que su hechizo rebotara y se extinguiera como una pequeña llama. Harry, al ver la desesperación en su rostro, soltó una temible carcajada. Cierto era que había desgastado mucho de su poder en aquel campo que los retenía, pero había practicado mucho para ello y si no se equivocaba, su doble función no tardaría en aparecer. Y así fue. Segundos, le costó a Lord Voldemort, darse cuenta de que no se podía mover, que el estar encerrado en aquella burbuja invisible anulaba sus poderes y su capacidad de movimiento, pero no parecía tener las mismas consecuencias en el Salvador.
-Harry Potter...ha venido a ayudar a sus amigos...- masculló el hombre y entonces, se llevó una mano a la capucha. Voldemort abrió los ojos como platos y quiso retroceder, escapar, incluso gritar, esperando despertar de una pesadilla, pero no lo logró. Junto a él, se acababa de revelar el mayor de sus dolores de cabeza y lo peor era, que el chico que veía desquiciado y trastornado por la muerte de Black, era el Salvador, aquel hombre con un poder descomunal, el poder...del que hablaba la Profecía.- Te equivocas.- espetó fríamente Harry, como leyendo sus pensamientos.- El único poder que tú desconocías, Voldemort, es el sacrificio que voy a hacer por mis amigos. Esa es la fuerza que tú nunca has alcanzado a comprender, el amor que impulsa a actuar sin importarte las consecuencias...y ahora, tu estupidez te llevará a la muerte...
-No...tú no...- el mago tenebroso negaba una y otra vez con la cabeza. No parecía en realidad Lord Voldemort, no parecía el asesino de tantas personas, el "dictador" que había venido aquella noche a apoderarse del Ministerio de Magia, a terminar con los muggles y los Sangre sucias. Sino un pobre hombre asustado, encogido y temeroso del cruel destino que le esperaba.
Christine, que había logrado ponerse en pie, volvió a caer de rodillas al suelo, con los ojos apretados y los puños cerrados. Era el final y lo sabía, volvería a fracasar, volvería a ver como el hijo de su mejor amiga se enfrentaba solo a la muerte una vez más y no podía hacer nada por evitarlo. Ginny estaba a su lado y lloraba, sin alcanzar a comprender, pero lloraba, porque algo en el interior de su corazón le decía que las palabras de Harry eran una despedida, igual que la que había escrito en el diario. Sintió como unos brazos la rodeaban y se dejó acurrucar por su hermano, pero Ron era incapaz de perdonarse a sí mismo, de mitigar la culpa que era dueña de todo su ser. Hermione vivía en otra galaxia. Era la primera que había comprendido porqué Harry había actuado así, porque había puesto la poción a Christine, dejándola sin poder, porqué se iba a sacrificar, pero aceptarlo era una dura verdad que no estaba preparada para asumir.
La espada de Godric Gryffindor brilló por los dos costados, quedando empapada por las gotas de lluvia. Harry sonrió al cielo y luego estiró los brazos, empuñándola con fortaleza y concentrando toda su energía sobre ella. La magnífica arma brilló todavía más y se preparó para cargarse de poder, como si se tratase de un gran explosivo, de un coche cuya gasolina era el cuerpo del Salvador. El muchacho, al notar como su cuerpo se vaciaba como una bombona de agua, amagó un gesto de dolor, pero se obligó a resistir, después de aquel sufrimiento hallaría la paz y ese sentimiento, lo alentaba. Iba a crear un mundo para Christine y Lupin, para Ginny, Ron y Hermione, lo había logrado.
Intentando concentrar su mente únicamente en aquello, volvió a dirigir los ojos hacia el oscuro cielo, que tronaba y centelleaba, lloraba de dolor, al saber el final de aquella historia. El olor a lavanda que lo envolvía lo animaba todavía más, no podía sino sentirse feliz, había cumplido su destino, estaba frente al asesino de sus padres, de su padrino, que ahora temblaba como un niño pequeño, sabiendo que su final, tal y como le había recordado la adivina, estaba cerca.
"-Mírame bien, Sirius"- pensó Harry dichoso de que su espada brillara cada vez más.- "Mírame como lo hago" "Dame tu fuerza, no me dejes" "Mamá, papá, miradme"- una columna de luz se abrió paso entre los nubarrones negros e iluminaron el cuerpo del muchacho, calentando su alma, fortaleciendo todo su ser.- "Este es tu fin, Voldemort"- siguió pensando, mirando ahora al hombre que una vez le marcó con la cicatriz en forma de rayo y sintiendo por primera vez, compasión de él, porque no había conocido lo que era sentirse querido.- "Me robaste mucho, me arrebataste una familia, pero hoy todo eso se acabó"- sintió como su cuerpo temblaba, como sus rodillas amenazaban con doblarse, pero apretando los dientes, continuó en pie. Un poco más, faltaba muy poco para extraer todo su poder, debía resistir.
Christine se tambaleó hasta el escudo de fuerza, sujeta por Ron y Ginny, que nunca la habían visto tan desesperada y lo golpeó con furia, tratando de romperlo, pero éste permaneció entero. La mujer, sollozando, de dejó caer al suelo de nuevo, produciéndose heridas en las manos de lo mucho que aporreaba el asfalto.
-¡IMBÉCIL!- gritó furiosa. Sus ojos centelleaban.- ¡No lo hagas¡Tiene que haber otra manera!- Harry no se inmutó ante los gritos o los golpes, siguió concentrado como si el clamo de ella no pudiera afectarle.
-No la hay.- respondió, amagando una sonrisa melancólica.- Lo siento Chris.
-¡Noooo¡Este, no puede ser tu destino!- golpeó tan fuerte la tierra que pareció que ésta se estremeciera, pero sólo consiguió dañarse todavía más. Ginny, Ron y Hermione, a sabiendas de lo que estaba a punto de suceder, la arrollaron hacia atrás, tratando de protegerse, sabiendo, que nada ni nadie detendría ya el trágico desenlace.
Harry abrió los ojos de sopetón, levantó la espada de Godric Gryffindor y con un grito de furia se abalanzó sobre su enemigo, que realizó un nuevo vano intento por moverse. Pero no lo logró. El impacto fue brutal. La burbuja de energía que rodeaba a aquellos dos hombres estalló en pedazos y todo el campo de batalla fue asaltado por esa luz. Pero las chispas únicamente, golpearon a enemigos, aunque no alcanzó a todos. Pero poco importaba. El mundo sabía que la batalla había concluido, el mundo sabía que Harry Potter estaba allí y que Lord Voldemort había sido derrotado. Los pocos mortífagos que quedaron libres, se lanzaron desesperadamente a la huída. Uno en especial, apretando los dientes y llorando por su señor, juró venganza y con su brazo quemado, se desapareció del lugar. Dumbledore levantó la cabeza a tiempo, para ver la luz que se concentraba al final de la explanada, distinguiendo así a dos figuras.
Voldemort abrió los ojos sorprendido y un hilo de sangre resbaló por la comisura de sus labios. Se obligó a mirar hacia abajó a sabiendas de lo que ocurría. Un dolor insufrible le recorría cada partícula de su interior y es que tenía la espada de aquel hombre, que seguía brillando con intensidad, clavada en la boca del estómago. Pero no era la herida lo que le estaba causando la muerte, sino la energía que llevaba esa arma y que provenía del cuerpo de Harry Potter, que seguía con las manos puestas en el mango de su espada y taladrándole con aquellos insoportables ojos verdes, los mismos de la mujer que una vez propició su caída, con su sacrificio. El mismo caso, se repetía.
-¿Pero...pero quién eres tú...?- titubeó el mago tenebroso, asustado del olor a muerte que lo asolaba.
-Soy aquel que tú quisiste que fuera.- respondió el muchacho.- ha llegado el momento de pagar por todas las víctimas que te llevaste.- Voldemort abrió la boca y vomitó una bocanada de sangre, resbalando hacia abajo, pero Harry no le dejó caer. Como pudo, el mago se sujetó a sus brazos, para mantenerse erguido hasta el último instante, con el temple que siempre lo había caracterizado. Miró el filo de la espada de Godric Gryffindor y una lágrima resbaló por sus mejillas.
-Tengo...miedo...- confesó y todavía se aferró mucho más al cuerpo de Harry, que en ningún instante lo soltó.
-No lo tengas.- respondió el muchacho y le colocó una mano sobre la frente, de la que salió una luz blanquecina. Voldemort notó como el sueño lo vencía, los párpados le pesaban y antes de caer para siempre en las sombras, susurró:
-¿Qué fue...lo que hice...¿Qué fue...?- Y Harry lo dejó caer, extrayendo la espada del cuerpo, ahora muerto, de su enemigo mortal. Y con una nueva mirada al cielo, sus ojos se nublaron y él mismo se desplomó en tierra con aplomo, feliz al fin de haber cumplido con su destino.
Sin fuerzas, pero sin importarle aquello, Christine corrió como alma al diablo en dirección a su alumno, seguida de cerca por Ron, Hermione y Ginny; y le dio la vuelta. Le impactó verlo así. Harry estaba temblando como un niño pequeño, con un claro signo visible de dolor y llorando desconsoladamente. Al verlos, sonrió tímidamente y abrió un poco más los ojos.
-Perdóname...Chris...- logró articular a media sonrisa. No la miraba a ella, hablaba para el cielo que los empapaba.
-No digas tonterías...- replicó la profesora y si Harry la hubiese mirado, habría comprobado como ella también derramaba pequeñas lágrimas.- No tengo nada que perdonarte.
-Yo...estoy llorando...te he decepcionado Chris...debía ser fuerte...lo siento...te mentí...- se mordió el labio inferior en un claro estremecimiento de dolor.- Te dije...te dije que Sirius no me importaba...- sonrió.- pero no es cierto...no ha habido un solo momento que yo...no haya pensado en él y ahora...ahora por fin estaré con él...¿verdad Chris¿Verdad que...?- Harry se detuvo. Acababa de darse cuenta, al mirar el rostro habitualmente frío de Christine y que ahora parecía mucho más bondadoso, que ella lloraba.- Chris...estás...llorando...- para su sorpresa, su profesora le retiró los mechones de pelo de la frente y le dio un dulce beso.
-No,- sollozó.- Perdóname tú. Por no querer comprenderte, por fingir que todo me daba igual, por no tratarte como siempre quise hacerlo...una madre...- Harry cerró los ojos un instante y se dejó embargar por el aroma a rosas blancas que emanaba el cuerpo tembloroso de Christine.- Siempre te quise como a un hijo...siempre...te quiero Harry Potter...te quiero más de lo que yo misma imaginaba...- Y Harry la creyó. Porque siempre había deseado que Christine le mostrara un poco de cariño, porque pese a las circunstancias, la había llegado a respetar y a querer. Asintió, acercando su mano al rostro tibio y secando sus lágrimas. Le sorprendió notar, como una vez más, su profesora había sucumbido ante su máscara de frialdad. Ahora su piel era cálida. Miró hacia el otro lado, haciendo un tremendo esfuerzo y gimiendo de dolor y se encontró los tres rostros preocupados de sus amigos, sin embargo, el que más le llamó la atención fue el de Ginny. Fingiendo que se encontraba bien, le sonrió dulcemente y ella, se aferró a su cuerpo.
-No llores pelirroja, porque cada vez que lloras, cae una estrella. No querrás que el cielo se quede sin ellas¿verdad?- pero Ginny era incapaz de secar sus lágrimas, era incapaz de dejar de mirar al hombre que amaba, no podía dejar que todo tuviera ese desenlace, no podía dejar que su vida se rompiera en mil pedazos, allí, frente a ella, sin que hubiese nada que hacer, sólo porque él había deseado otorgarles una vida mejor, una vida, que no quería a solas, en las penumbras de la soledad, anclada a esa última mirada de sufrimiento.- Perdóname tú también, Ginny. No fui sincero contigo- la chica levantó la cabeza, a sabiendas que lo que iba a escuchar era aquello que siempre le dictó el corazón.- Te dije que no te quería, te dije que sólo quería que fueras mi amiga...pero no es verdad...- Harry se puso una mano en el pecho y tosió. Cada vez le costaba más respirar, se ahogaba. Pero todavía le faltaba más el aire de saber que tenía poco tiempo y muchas cosas que decir.- No ha habido un solo momento en el que no haya pensado en ti...te quiero Ginny, te quiero mucho...
-¡No!- la chica golpeó el asfalto con los puños y sollozó más fuerte.- ¡No me digas eso, no te despidas¡No quiero oírlo!
-Tienes que hacerlo, pelirroja. Por favor...tienes que creerme...- Ginny, que se había quedado paralizada, abrió los ojos y le tomó una mano temblorosa.
-Siempre creí en ti...Harry...siempre...- el chico, suspiró aliviado y logró esbozar una sonrisa amarga. Sabía que la vida se le escapaba, sabía que con cada suspiro una parte de sí iba muriendo, su corazón apenas latía, sus sentidos fallaban, el dolor atroz se apoderaba de su ser y no era capaz de controlar su cuerpo tembloroso. Con un esfuerzo tremendo, metió la mano libre en el bolsillo de su túnica y extrajo un CD de música, tendiéndoselo a la chica.
-Es...es el disco con el que bailamos...- logró articular, relajando los músculos y aferrándose instintivamente a la mano que tenía cogida Ginny. Ella le dio la vuelta y leyó la primera canción"Bailar pegados"y sin poder resistirse más, se abalanzó sobre él y lo besó. Pese a que a Harry le faltaba el aire, devolvió aquel beso con intensidad, a sabiendas de que era el último, aprovechando los últimos instantes por todos aquellos que no había podido hacerlo.
-No me dejes...-susurró Ginny una vez se separaron.-Por favor...no me abandones...
-No estás sola...- Harry se sintió el más miserable del mundo tratando de tapar lo inconsolable, sabía que no había nada que pudiera menguar ese dolor de perder a la persona más importante de tu vida, porque él lo había sufrido en carnes propias, tras la muerte de su padrino. Sin embargo, no pudo reprimir un estremecimiento.
-Os pido perdón...-aquella vez fue Christine la que habló. Había recobrado tímidamente la compostura, pero su voz ya no sonaba fría y penetrante sino tremendamente hundida y desesperada.- Yo...yo propicié vuestra separación... -Ginny ya lo había imaginado, pero aún así, escucharlo de boca de su profesora de Defensa, sonaba mil veces peor. Porque aquello significaba que tenía enfrente a la persona que la había hecho completamente infeliz.
-Lo hiciste por...por nuestro bien, Chris.- la defendió Harry. -No podía enfadarse con ella, aunque lo intentara con toda su alma, aunque fuera verdad que Christine lo hubiese hecho con mala intención, no podía culparla. Había comprendido, demasiado tarde, que la quería con locura.
-No.- una nueva lágrima resbaló por las pálidas mejillas de la profesora.- No es verdad. Sí, salvarles la vida era mi intención, pero no del modo que tú crees. Yo sabía que novia o no, Harry, ellos y todos los que nos rodeaban podían estar en peligro. También Lupin lo estaba y no por eso lo alejé de mi lado. Yo...- suspiró, cerró brevemente los ojos y confesó lo que había sido su as durante el último año. -Yo sabía que vuestro amor era poderoso, Harry, como una vez lo fue el mío por Dani, yo sabía que no importarían las peleas, que no importarían los daños causados, porque ambos, en el fondo de vuestro corazón, seguiríais amándoos. Jugué con esos sentimientos. Harry, conocía la fuerza que había en tu interior, yo sabía que el poder que Voldemort desconocía era esa fuerza que te impulsaba a salvar a aquellos que más te importaban y sabía que Ginny era una fuerza muy poderosa. Al separaros, tú te sentirías tremendamente incomprendido y solo tendrías un objetivo en el juego: el de destruir a Voldemort para salvar la vida de Ginny, que peligraba a tu lado. Al separaros mantuve vivo ese "lazo de afecto" que os unía, que se habría enfriado y relajado si hubieseis podido estar juntos y felices durante todos estos meses. No te habrías tomado todo esto como algo personal y tan serio, Harry, si la hubieses tenido a tu lado.- Christine hizo una pausa para ver la reacción que había causado en sus alumnos y la madurez de sus rostros le sorprendió enormemente.
-Lazo de afecto...- susurró Ginny y Christine asintió.
-Gracias Chris, una vez más, bravo, lo has logrado...- masculló Harry apretando los dientes. El tiempo se le agotaba y la intensidad del dolor cada vez era mayor. -Tu plan...ha dado resultado...
-No.- negó la mujer enjugándose las lágrimas.- Tú me has ganado...en esta ocasión...tú has sido más inteligente...- pero Harry ya no la podía escuchar bien. Había comenzado a convulsionarse mucho más violentamente y a toser. Su cuerpo estaba terriblemente dañado y se iba apagando como una cerilla.
-¡Harry, no¡Por favor, no!- el chico logró abrir los ojos y vio la imagen de Ron y Hermione, tan preocupados por él como siempre. Sonrió. Moriría con ese recuerdo, con esa estampa de aquellos con los que fue tremendamente feliz, de aquellos que lo sacaron de su soledad, sus primeros amigos.
-¿Por qué...por qué lloráis por mí...? Ron...no llores...no llores por mí...
-Perdóname Harry.- pero su amigo era incapaz de contenerse. Era la primera vez que Harry lo veía llorar y eso en parte, le impresionó muchísimo.- Yo...fui un estúpido, me porté muy mal contigo...yo...no era capaz de reaccionar y ahora...y ahora...Harry por favor resiste...no van a tardar en venir...- Ron levantó la cabeza para mirar el alboroto que había a su alrededor.- ya lo verás, saldremos de esta, amigo, saldremos y volveremos a vivir un montón de aventuras...por favor...no te mueras, Harry, no te mueras...los medimagos ya vienen...- el chico cogió a su amigo de la túnica negra y recargó la cabeza sobre ella, sollozando.- ¿Por qué¡¿POR QUÉ NO QUISE COMPRENDERTE!
-Ron.- la voz de Harry era seria y cargada de madurez para encontrarse en una situación desesperada.- No llores más...que enciendes mi pena...No hay nada, y escúchame bien, nada que perdonar.- Y se giró también hacía Hermione, para mirar sus ojos aguados y su rostro terriblemente pálido.- Lamento no haber llegado a tiempo...lo lamento mucho...
-Harry...- articuló la chica, mordiéndose el labio inferior tratando de aguantar las lágrimas.- Si tan solo...si tan solo lo hubiera sabido antes...
-En el fondo, siempre lo supiste, Hermione. Y...no sabes cuanto te lo agradezco.- De pronto, le vino un calambre en el pecho y encogió su cuerpo sosteniéndose el corazón con una mano para tratar de menguar el dolor. No quería gritar, no quería que la última imagen que vieran de él fuera esa, pero no podía hacer nada por dejar de estremecerse, era un sufrimiento mucho mayor al de la maldición cruciatus, la peor de las muertes, como Christine una y otra vez le había recordado.- Gracias...gracias por estos años...chicos...jamás...jamás voy a...olvidarlo...cuidaros mucho...
-¡Harry!- cuatro gritos llenaron el cielo lluvioso del centro de Londres. Harry era incapaz de contener sus propias emociones, lloraba, gimoteaba y se retorcía en el frío asfalto, rezando para que aquella tortura cesara pronto. Christine perdió la esperanza cuando vio que el cuerpo del muchacho se abrió y se orinó encima, claro signo de muerte. Y ella misma perdió una parte de su alma. Como un relámpago en la tormenta, se recordó a sí misma que aquella había sido la misma muerte de Alan, al soltar su poder para tratar de salvar a su padre, que ya había muerto. Su hijo había padecido el mismo sufrimiento con tan solo nueve meses y estaba solo, porque ella no llegó a tiempo, no llegó a su último suspiro, no llegó cuando él dijo"mater" "(madre) y ahora su otro "hijo", al niño que quería como tal y que era el hijo de su mejor amiga, corría la misma suerte. Había fallado una vez más y se recriminaba por ello.
-Chris...-susurró el muchacho tomándola de una mano y apretándola con fuerza.-Me...me duele...mucho...tengo...tengo miedo, Chris...
-Lo sé, mi vida, lo sé.- le murmuró Christine, estrechándole contra su cálido pecho.- Pronto pasará...pronto pasará...- en una vano intento, posó ambas manos sobre el pecho del joven y trató de soltar energía, pero no salió nada de su interior.- ¡Maldita sea¡No puedo¡NO PUEDO¿Por qué¿Por qué lo hiciste, Harry¿Por qué tuviste que sacrificarte?
-Chris...por favor...despídeme del…prof...de Remus...- era la primera vez que Harry lo llamaba por ese nombre y el corazón de Christine, antes frío, quedó encogido de pena.- Dile...dile que...lo quier... -pero Harry no pudo acabar la frase puesto que había comenzado a jadear con gran intensidad. Se ahogaba, perdía la vida.- sé...feliz...los dos...juntos...- e instintivamente, tocó la alianza que Lupin le había dado a su profesora unas semanas atrás y que ella llevaba desde entonces. Christine se sintió mil veces peor al saber que Harry siempre había sabido de su relación con Lupin y nunca le había recriminado nada, a pesar de que él no podía estar con Ginny.
-¡Harry¡Harry resiste!- gritaron sus tres amigos.
Christine, a trompicones, se puso en pie y levantó ambas manos al cielo, clamando una súplica, tratando de que los elementos de la naturaleza, con los que siempre se había comunicado tan bien, la escucharan, la ayudaran.
-¡EMY¡Emy, ayúdame¡Por favor¡¡¡¡¡¡EMY!- la mujer estuvo gritando alrededor de treinta segundos, pero por más que lo hizo, la Unión no apareció. Los había abandonado. Ya no había rastro del olor a lavanda, ya no podía percibirse su tibio aroma, su presencia. Había desaparecido.- ¡Que alguien nos ayude!- rogó, dejando que la lluvia la empapara, que limpiara su alma gastada, dañada.- ¡Por favor!¡Mater!(madre)¡Auxilium, mater!(ayúdame, madre)¡Tû filia tê egeo!(tu hija te necesita).).- pero tampoco la adivina acudió a aquella llamada. Michaela estaba escuchando, cada palabra de su hija se clavaba en su alma como un cuchillo afilado, pero sabía que no podía acudir. La historia se repetía y ella, volvía a fallar. Pero la profesora no se rindió, se giró bruscamente hacía donde yacía su fénix.- ¡Ares¡Ares cura sus heridas!- pero el fénix no era más que un polluelo, empapado, indefenso y demasiado pequeño como para tener poderes curativos.- ¡NOOOOOO!
Christine cayó al suelo de rodillas y lo golpeó con los puños.- Por favor...no...- quiso ser ella la que muriera, ya no le importaba la alianza que llevaba en los dedos, ya no le importaba la vida que Harry les había regalado a ella y a Lupin, en un mundo sin guerra, ya nada tenía sentido, su existencia sin su "hijo" no valía la pena. Ella había vuelto de su letargo por él, lo había dejado todo por él y su obligación era protegerlo. Pero había fracasado. Y no le importaba morir si con ello podía salvar su vida, porque para ella, la vida era donde Harry estuviera a su lado.
Con el corazón en puño, temblando de frío, empapada por las gotas de lluvia y sollozando, tomó la mano del muchacho y la apretó fuertemente para reconfortándolo. Lo último que notó Christine, mientras veía como los jadeos del chico menguaban, era como él le devolvía aquel apretón desesperado, como temblaba entre una convulsión y luego...la nada.
Un rayo calló, un relámpago iluminó el cielo, Ares graznó, las nubes se tornaron más negras y cuatro gritos con el nombre del Salvador, cruzaron las estrellas, cruzaron el horizonte y se perdieron en la tormenta, en un último suspiro de tempestad. Y entonces, se hizo el silencio. El niño que vivió cerró los ojos, sonrió y su cuerpo dejó de convulsionarse. Aquel que había librado al mundo mágico de la amenaza de un mago tenebroso, aquel marcado por la Profecía, aquel único superviviente de la maldición Avada Kedavra, a sus dieciséis años, había roto todas las barreras posibles, alcanzando las expectativas de aquellos que lo conocían. Y bajo la tormenta, bajo la lluvia, la voz se le apagó, tembló. Y la luz...se le apagó.
