INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA TRAMA SÍ.
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UNA JOYA PARA HITEN
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CAPITULO 4
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―No tiene sentido que ese hombre esté en Derby ―decía Sango para sí misma, mientras intentaba concentrarse en el bordado del ultimo pañuelo que le faltaba, y que tuvo que rehacer varias veces porque los puntos no le salían.
Anne, quien le ayudaba a ordenar en otra mesa meneaba la cabeza.
―Si el señor Whales no hubiera aparecido, no estaríamos contando la historia.
Aún estaba muy nerviosa por el asunto de día anterior y la doncella envidiaba a su ama, la capacidad de recuperación tan rápida, porque Sango se veía muy tranquila, a diferencia de ella.
Y eso que los problemas la seguían.
La doncella decidió ser perspicaz.
― ¿Puedo sugerirle algo, señorita?
― ¿Cuánto te he detenido, Anne? ―aceptó Sango, metiendo la aguja en la hebra.
―El señor Whales ha sido muy amable…y si hubiera querido ventilar las veces que la descubrió haciendo algo impropio de una dama, pues no lo hizo ―la doncella parecía dubitativa en seguir.
―Dí lo que tengas que decirme ―autorizó Sango, sabiendo que se venía un instante de franqueza.
―Que usted ni siquiera le agradeció.
Si hasta Anne se daba cuenta.
Sango no estaba ajena de eso.
Se había percatado que fue muy grosera, de nueva cuenta con aquel hombre. Y se quedó con un sentimiento de culpabilidad tardía que no podía remediar.
Pero su carácter no la ayudaba. Eso y su orgullo.
―No me gusta admitirlo, pero quizá tengas razón ¿crees que siga en el pueblo?
―Puedo averiguarlo.
Sango dejó la labor sobre la mesilla.
―Tal vez vaya a agradecerle.
―Y un pedido de ayuda tampoco estaría mal ―añadió Anne, haciendo que Sango la quemara con los ojos―. En verdad ¿Qué daño podría hacerle?, es un hombre de confianza del conde de Winchester…y usted no puede vivir deteniendo a su padre el resto de su vida.
Sango frunció los labios.
Anne decidió ir por la yugular.
―No olvidemos que incluso ha contraído una deuda con el banquero.
Al escuchar sobre el lío donde ella misma se había metido, fue que Sango se convenció de que debía seguir, aunque sea por esta ocasión, el consejo de su doncella.
―Ya deja el regaño ―cortó la joven―. Averigua si el señor Whales sigue en el pueblo.
Aquella autorización pareció devolver el alma al cuerpo a Anne, quien sabía lo testaruda e impulsiva que podía ser Sango, así que corrió a recoger las novedades, antes de que su ama se arrepintiese.
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Lambert Flynn era la hostería favorita de los viajeros que venían de Londres o que pasaban camino a la ciudad.
Sango y su familia incluso alcanzaron a hospedarse en algunas ocasiones, así que era un sitio tradicional y respetable, y no sería mal visto que ella visitase el sitio.
Lo cierto es que tuvo que tranquilizar a su ego, que pugnaba por salir airoso, pero lo cierto es que le debía una disculpa a ese hombre, o al menos un agradecimiento.
Cuando Anne regresó con la información de que el actual dueño del Palladium se encontraba en aquella hostería, no lo pensó dos veces y junto a Anne, se presentaron al día siguiente.
También le daba mucha curiosidad los motivos por el cual Hiten Whales estaba en el pueblo, cuando lo suponía en Edimburgo, acompañando a los condes de Winchester en un viaje que ella envidiaba, porque no había otra cosa que ella desease más que visitarlos.
Una de las encargadas de la posada la saludó con amabilidad y ella le devolvió el gesto, adentrándose en el recibidor. La joven se quitó el sombrero y cuando iba a ordenar a su doncella que fuese a preguntar por el señor Whales, quiso la providencia que él bajara por las escaleras en ese preciso instante.
La enorme figura de aquel caballero era demasiado llamativa, imposible que pasara desapercibida y la joven tragó algo de saliva de la primera impresión.
Hiten se sorprendió de verla, e incluso se quedó dubitativo en el último escalón hasta que finalmente le hizo un gesto con la cabeza como saludo y se marchó.
― ¡Oiga, eso ha sido terriblemente descortés! ¿Qué no ve que estoy esperando por usted? ―le increpó Sango, haciendo que el joven volteara.
― ¿Me está hablando a mí?
― ¿Acaso hay alguien más? ―replicó Sango
Hiten levantó una ceja, se apretó el puente de la nariz y se acercó.
―Sin duda que tiene toda mi atención, aunque concordemos que la cortesía no es su fuerte ¿no?
Sango tuvo que morderse la lengua para no volver a responderle ferozmente. No había venido a buscar camorra y además que la cercanía del señor Whales la ponía algo nerviosa.
Se calmó un poco.
―Disculpe sí parece que lo ataco, puedo asegurarle que no es así. Vine aquí a agradecerle por su actuación de ayer…y también por su discreción, estos son asuntos delicados que preferiría no se difundieran.
―Puede andar sin cuidado, no soy un cotillas ―respondió Hiten, quien con una mirada escrutadora pareció percatarse de algo ―. ¿Eso es todo?
En el recibidor solo estaban ellos y la doncella de Sango, así que no habría peligro de oídos inoportunos, así que se sentó, para darle a entender a Hiten, que ella tenía algo más que decir.
Hiten, algo confuso por aquello, le siguió la corriente y se sentó frente a ella.
― ¿A que vino a Derby? ―preguntó Sango, sin preámbulos.
Hiten hizo una mueca.
―No es por gusto, puede estar segura de eso ―refirió―. Le pondrá feliz saber que tuvo razón sobre que Abby resultó ser una persona de cuidado. Le debí haber hecho caso a usted.
Sango hizo un gesto de extrañeza.
No recordaba quien era Abby, hasta que luego de unos segundos, pudo atar cabos y la relacionó con la amante del señor Whales, la misma que parecía tener amores con el ladrón del puerto en Londres, el que le robó todo el remanente de sus joyas y que había visto aquel día, frente a la casa de Hiten.
―La muy sinvergüenza me robó un medallón de valor mucho sentimental y rastreé sus pasos hasta aquí ―continuó revelando Hiten―. El encuentro entre usted y yo en la casa de empeños fue totalmente fortuito, ya que era el primer lugar donde Abby pudo haber reducido el medallón que perteneciera a mi madre.
Sango esperaba cualquier revelación, menos ése.
No hubiera pensado nunca que alguien como Hiten Whales pudiese tener un objeto que amase tanto al punto de hacer un viaje para tratar de recuperarlo.
― ¿Pudo obtener información? ―le preguntó
Hiten meneó la cabeza.
―Nada concreto, salvo que el medallón no llegó a la casa de empeños de ayer.
Sango lo pensó unos segundos.
―Es que quizá no lo tengan allí, pero pienso que debería preguntar al señor Bojack, que es el banquero y el hombre más rico del pueblo. Estoy segura que debe conocer del asunto.
Sango sabía que una de las actividades paralelas del señor Bojack, fuera de la banca, era la usura y la compra de enseres de dudosa procedencia. De hecho, ella le hubiera empeñado los vestidos a él, pero Sango estaba avergonzada con él, por la deuda pendiente.
En todas sus pesquisas, Hiten no había obtenido aquel nombre que Sango parecía conocer muy bien.
Pero, de todas formas, nunca sobraba la desconfianza que le generaba una muchacha tan belicosa como Sango.
― ¿Por qué esa amabilidad para conmigo? ―fue lo único que preguntó Hiten.
Sango se removió algo incomoda.
―Quizá porque quiero un consejo a cambio de esa ayuda.
Hiten esperaba cualquier cosa menos eso.
―Hable.
―Usted compró el Palladium y parece tener un éxito interesante en los negocios, así que debe conocer una fórmula para conseguir dinero lo más rápido posible.
Hiten pestañeó, ciertamente confuso porque no se esperaba aquel pedido.
― ¿Conseguir dinero rápido? ―Hiten levantó una ceja y sonrió de lado―. ¿Qué le parece casarse con alguno de los prospectos que le arregla su padre?
Sango se levantó del sillón, como un resorte.
― ¿Cómo sabe…?
―No soy ciego ni estúpido ¿sabe? Solo basta verla, sin joyas y con ropas de viejas temporadas, sin contar que la he sorprendido en dos ocasiones haciendo tratos con personajes de dudosa reputación ―sonrió de lado―. Y es claro que las monedas que junta es para dárselas al bobo de su padre.
La mordaz observación de Hiten era certera, pero Sango no podía desmentirlo. Ese hombre podía saberlo todo de ella, con sólo escudriñarle una mirada y era claro que no podía ocultarle nada.
―Usted es un gran atrevido ―replicó Sango, pero suavizó sus facciones y agregó―. Pero, aun así, debe tener una idea que pueda compartir conmigo.
―Usted no necesita ninguna idea para negocios ―aseguró Hiten―. Pero su padre sí.
Sango volvió a sentarse, como resignándose, llevándose una mano a la cabeza.
―Como no tiene ninguna idea que pueda servirme, puedo ayudarle para que se vaya del pueblo lo más pronto posible.
―Insisto en que la cortesía no es su fuerte.
Sango ignoró aquel comentario. Ya comenzaba a dolerle la cabeza. Ese hombre sacaba lo peor de ella y ni su exquisita educación aristocrática la frenaba.
―Le conseguiré cita con el señor Bojack, el banquero. Ese viejo infeliz no recibe a nadie sin cita, pero yo puedo conseguirle una, así averigua lo de su bendito medallón.
― ¿En verdad hará eso por mí?
― ¡Claro!, así se regresa para Londres lo antes posible.
Hiten sonrió y Sango tuvo que apartar la mirada.
Por algún motivo, el rostro de aquel hombre la perturbaba de un modo extraño y se veía tentada a mirarlo más de la cuenta.
Pero, aunque aquel patán no la hubiera salvado en dos ocasiones, igual lo hubiera ayudado con lo de su medallón.
Hiten Whales seguía siendo amigo de su primo político y ella adoraba a su prima.
Sango se levantó y le hizo un gesto a Anne que fuera a avisar al cochero.
―Iremos ahora mismo, porque el señor Bojack no es un hombre tan fácil de hallar.
Hiten cogió su sombrero y se levantó.
―Después de usted.
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El viaje en carruaje duró menos de veinte minutos y durante el corto trayecto, Sango aprovechó para recolectar información acerca de su prima.
Hiten, quien había regresado hace pocas semanas de Edimburgo le reveló que Kagome transitaba su segundo embarazo con tranquilidad, pero recientemente había cogido un resfriado, y eso le impedía regresar, porque su esposo se negaba a exponerla a la dureza de los caminos
―Debería ir a visitarla, le haría mucho bien ―aconsejó él, al final de la charla.
― ¿Qué más quisiera yo? ―la joven se encogió los hombros―. Pero no puedo dejar que mi padre nos meta en más problemas. Si me voy, con un dinero que por cierto no dispongo, podría acabar comprometida con alguno de esos tontos.
Él la miró de un modo, que Sango identificó como lastima e inmediatamente cambió su semblante que pasaba por amable a su habitual más intransigente.
No le gustaba que la vieran débil o blandengue. Ella había luchado mucho por construirse aquella imagen de mujer fuerte que se cimentaba naturalmente con su carácter belicoso.
― ¿Qué tanto me está viendo? ¿acaso tengo algo en la cara?
― ¿Acaso cree que me quedaría viéndola? ¡solo estoy siendo amable con usted! ―él no se quedó atrás.
Aquel cambio de charla fue un alivio para Sango, ya que de vuelta volvía a sentirse dueña de la situación. Se sentía desprotegida cuando percibía la intensa mirada de él sobre ella, así que el único mecanismo de protección que conocía era la escudarse en la grosería.
Aunque a él parecía no molestarle y no dudaba en replicarle.
―Hemos llegado ―anunció Sango, luego de unos minutos de silencio.
No pensaba bajarse a toparse con el insoportable señor Bojack, así que con enviar a Anne sería suficiente para que le diera una cita en su nombre.
― ¿Y que más le digo, señorita? ―preguntó la doncella
―Dile que…un caballero de Londres precisa sólo unos minutos ―se sintió rara al decir esa palabra, pero intentó recobrarse―. Yo respondo por él.
Anne se marchó enseguida y tanto Sango como Hiten quedaron en un incómodo silencio de espera.
Ella disimuló, pero no pudo evitar observarlo de reojo.
Él seguía con su impecable apostura, sentado en su lado del coche, dueño de sí mismo, pero tuvo que apartar la mirada cuando notó que él tampoco le quitaba los ojos de encima, como si la estudiara.
Era obvio que los pésimos modales de un hombre originario de los bajos fondos del East End no lo habían abandonado.
Al cabo de un rato, regresó Anne con una respuesta afirmativa.
El señor Bojack, por pedido de la señorita Chandos estaba dispuesto a recibir al referido caballero.
Cuando Hiten ya estaba bajando, Sango lo detuvo.
―Lo esperaré aquí.
―No, ya han sido demasiadas molestias para usted, además su padre debe estar buscándola.
―Que sepa que siempre me salgo con la mía, señor Whales ―insistió la joven.
Hiten ya no pudo negarse ante la voluntariosa muchacha.
Sango no sabía porque tomó el impulso de quedarse. La deuda con el señor Whales ya debería de saldarse con conseguirle una cita con el remilgoso señor Bojack, pero aun así decidió esperarle los poco más de treinta minutos que duró el encuentro, tiempo relativamente largo.
Lo cual era buena señal.
O mala.
Comenzó a removerse en su asiento, visiblemente nerviosa.
―Esto es mi culpa ¿Quién me llama a ofrecerle ayuda a ese hombre grosero?
Pero una voz interna le daba la respuesta.
Es que se lo debes.
Hiten regresó sonriente y de buen ánimo.
Subió al carruaje y Sango lo miró esperando una respuesta, pero él se puso a silbar y golpeó la puerta del coche, para avisarle al criado que emprendieran la marcha.
La joven pestañeó confusa.
¿Qué no pensaba decirle el resultado de la cita?
― ¡Oiga! ―le llamó la atención ella
Pero él siguió silbando.
― ¡No sea descortés! ¿Qué no va a decirme el resultado de la cita que yo le concreté?
―Entonces se quedó, no para disfrutar de mi compañía, sino para recoger chismes ¿no?
Las mejillas de Sango enrojecieron.
―Ya quisiera usted que alguien desease su tosca compañía ―arremetió, pero con voz más calmada volvió a insistir―. Ni que fuera un secreto real, ya cuente que fue lo que arregló con el señor Bojack, porque trajo dibujada una sonrisita difícil de ocultar.
Él sonrió, exhibiendo una perfecta dentadura, que hizo que ella comenzara a inquietarse de nueva cuenta.
El hombre sacó una caja de terciopelo rojo del bolsillo de la levita.
―Tuvo razón en esto ―él abrió una caja exhibiendo un medallón de plata de corte sencillo, pero antiguo―. Abby terminó empeñándola con el banquero, y yo se lo he vuelto a comprar a cierto precio de escándalo, pero me ha tocado regatear.
Sango pegó un respingo y casi abajó en el regazo de Hiten, quien la sostuvo antes de caer sobre él. Ella se apartó enseguida.
―No se emocione, señorita Chandos
―Como sea, me alegra que haya podido recuperar lo que vino a buscar a Derby ―tratando de recomponerse de aquel contacto―. ¿Cuándo se regresa a Londres?
― ¿Tantas ganas tiene que me vaya?
―No se le ha perdido nada más.
Él enarcó una ceja.
―En eso tiene razón.
Aunque Anne iba sentada junto al cochero, Sango lamentó no haberle pedido que no viniera con ellos. La presencia de una tercera persona le ayudaría a contener la intranquilidad extraña que se apoderaba de ella cuando él se quedaba mirándola como en ese momento.
Viéndolo de tan cerca, podía confirmar el parecido físico intenso que tenía con el conde de Winchester, tal vez no eran cuentos los rumores que hablaban que en realidad eran hermanos, lo cual no sería extraño, viendo lo sinvergüenza y mujeriego que fue el padre de Bankotsu.
Aquella rarísima tensión se cortó cuando el cochero anunció que estaban frente a Lambert Flynn.
Hiten se colocó el sombrero y bajó, pero giró de nuevo hacia donde estaba la joven sentada.
Quitó algo de su bolsillo y se lo dio.
― ¿Qué es eso? ―preguntó la muchacha
―A veces peco de olvidadizo y usted ha tenido gran parte de la culpa por sus excesivos parloteos. Olvidé darle esto de parte de su prima.
Sango revisó la bolsa y se topó con una orden de pago al portador de doscientas libras, que era una pequeña fortuna.
―Yo…no…puedo tomarlo ―Sango intentó devolvérselo.
―Yo sólo estoy cumpliendo con el encargo de su prima desde Edimburgo ―él volvió a empujarla suavemente―. No intente desquitarse, que soy un simple mensajero.
Él volvió a sonreírle y golpeó el coche para que se marchara, antes que Sango intentase devolverle el paquete.
Hiten le hizo un gesto con el sombrero a modo de despedida y ella ni siquiera pudo moverse porque el coche reinició la marcha.
Aun impactada, desde la ventanilla podía ver como desaparecía la figura del Hiten Whales mientras el coche se alejaba a gran velocidad.
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Hiten entró a la hostería cuando el carruaje de la señorita Chandos desapareció en el horizonte.
Subió las escaleras, palpándose el bolsillo que ahora portaba la joya recuperada, que la zorra de Abby le robó semanas antes, cuando él estaba en Edimburgo, acompañando a Bankotsu.
Habia sido un día muy extraño, con la compañía de aquella tozuda señorita, a quien tuvo que mentir a último momento.
Esa orden de pago no le fue dada por Kagome.
Ese dinero era de él.
Pero era la única forma en que ella le hubiera cogido el dinero.
Era demasiado orgullosa y terca para dejarse ayudar.
Hiten abrió la puerta de la habitación que tenía alquilada hasta mañana.
En aquel corto paseo por aquellos escalones, decidió permanecer en Derby un par de días más.
Una extraña curiosidad se había instaurado en él y necesitaba satisfacerla.
CONTINUARÁ
Hermanas, han sido días de duelo y de enfermedad. En mi Instagram comenté el horrible momento que pasé porque se me inflamaron los pulmones y pasé muy mal desde prácticamente finales de setiembre.
Sólo luego de cambiar de médico a un neumólogo he podido recuperarme, pero la he pasado mal por causa del diagnóstico equivocado.
Y aquí me tienen regresada, dispuesta a finalizar esta corta historia, porque tengo muchas ganas de compartirle los planes Bankag que tengo para cuando finalicemos este spin off.
BESOS PARA MANU, LUCYP411, CONEJA Y NENA TAISHO por sus buenos deseos.
Sus buenas vibras me ayudaron muchísimo.
Paola.
